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Cuento Día de Muertos

Sofía, una niña de un pequeño pueblo, ayuda a su abuelita a armar el altar de muertos para celebrar el Día de los Muertos, aprendiendo sobre la importancia de recordar a sus seres queridos. Juntas colocan elementos simbólicos como flores de cempasúchil, calaveras de azúcar y pan de muerto, creando un ambiente mágico. Esa noche, Sofía siente la presencia de los espíritus de sus familiares, celebrando juntos en una fiesta llena de amor y recuerdos.

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Cuento Día de Muertos

Sofía, una niña de un pequeño pueblo, ayuda a su abuelita a armar el altar de muertos para celebrar el Día de los Muertos, aprendiendo sobre la importancia de recordar a sus seres queridos. Juntas colocan elementos simbólicos como flores de cempasúchil, calaveras de azúcar y pan de muerto, creando un ambiente mágico. Esa noche, Sofía siente la presencia de los espíritus de sus familiares, celebrando juntos en una fiesta llena de amor y recuerdos.

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EL ALTAR DE MI

ABUELITA
"EL ALTAR DE MI ABUELITA"
Había una vez una niña llamada Sofía que vivía en un pequeño pueblo donde todos los años
celebraban el Día de los Muertos. A Sofía le encantaba esta tradición porque su abuelita siempre
le contaba historias mágicas sobre cómo en esos días, los seres queridos que ya no estaban venían
a visitarlos.
Un día, la abuelita de Sofía le dijo: —Sofía, este año tú vas a ayudarme a armar el altar de
muertos.
Sofía estaba muy emocionada, pero no sabía por dónde empezar. Entonces, la abuelita le explicó:
—El altar es como una gran ofrenda que hacemos para recordar a nuestros seres queridos. Vamos
a colocar cosas que a ellos les gustaban y también objetos que tienen un significado especial.
La primera cosa que pusieron fue una hermosa flor de cempasúchil. —Estas flores tienen un
color amarillo brillante. Dicen que su olor guía a los espíritus de regreso a casa —dijo la abuelita.
Después, pusieron una calavera de azúcar con el nombre de su bisabuelo escrito en la frente. —
Estas calaveras nos recuerdan que la muerte es parte de la vida, pero también que podemos
recordarla con alegría —añadió la abuelita.
Luego, colocaron el pan de muerto. —Este pan es muy especial —dijo la abuelita—, representa
los huesos de nuestros antepasados, y lo ponemos en el altar para que nuestros seres queridos lo
disfruten cuando nos visiten.
También pusieron velas, porque según la abuelita, las luces guían el camino de regreso para los
espíritus. Al final, Sofía y su abuelita colocaron las fotos de sus familiares y muchos otros objetos
especiales.
Esa noche, cuando el altar estaba listo, Sofía sintió que no solo estaban recordando a sus
familiares, sino que también estaban celebrando el amor que siempre les tendrían.
Pero entonces, algo mágico sucedió… ¡Las flores de cempasúchil empezaron a brillar! Las
calaveras parecían sonreír más, y el aroma del pan de muerto llenó toda la casa. Sofía escuchó
una suave risa y vio cómo las luces de las velas parpadeaban, como si los espíritus estuvieran
felices.
—¿Abuelita, crees que ya están aquí? —preguntó Sofía, con los ojos muy abiertos.
La abuela asintió con una sonrisa. —Sí, Sofía, ya están aquí. Y están celebrando con nosotros.
Sofía miró el altar con asombro y sintió una alegría tan grande que casi quiso bailar con las
calaveras. Sabía que esa noche no solo estaban recordando a sus seres queridos, ¡estaban
celebrando una gran fiesta en su honor!
Desde ese día, cada vez que Sofía armaba el altar, siempre esperaba el momento en que todo se
volvía mágico, porque sabía que era el inicio de una fiesta inolvidable, llena de amor y recuerdos
felices.

¡Fin!

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