Narrativa pedagógica de acuerdo a los 8 principios de la Nueva Escuela
Mexicana.
Introducción
Como equipo en formación docente, hemos tenido la oportunidad de reflexionar colectivamente
sobre la importancia de los principios y valores que sustentan el Plan de Estudios 2022, los cuales
orientan nuestra práctica educativa hacia una transformación social, justa e incluyente.
Reconocemos que muchos de estos principios no nacen exclusivamente en la escuela, sino que se
construyen desde nuestras propias historias personales, familiares y comunitarias. En este proceso
reflexivo, nos dimos cuenta de que, desde pequeñas, fuimos interiorizando valores como la
solidaridad, el respeto, la responsabilidad y el amor por nuestro país a través de vivencias
cotidianas: en casa, en la calle, en la comunidad.
El diálogo entre nosotras nos permitió revivir recuerdos de infancia donde estos valores
estuvieron presentes, aunque muchas veces de manera implícita. Compartimos anécdotas,
tradiciones y aprendizajes que nos marcaron profundamente y que hoy, como futuras maestras
comprometidas, deseamos llevar al aula no como conceptos abstractos, sino como parte viva de
nuestra labor pedagógica. Estamos convencidas de que la escuela debe ser un espacio que no solo
enseñe contenidos, sino que forme personas íntegras, empáticas y comprometidas con su entorno.
Por ello, abordamos a continuación cómo cada uno de los principios fundamentales del Plan de
Estudios 2022 resuena en nuestras experiencias de vida y cómo aspiramos a fortalecerlos desde
nuestra práctica docente.
1. Fomento de la identidad con México
En nuestras familias, aunque con matices distintos, siempre estuvo presente el orgullo por ser
mexicanas. Algunas crecimos escuchando historias de los abuelos sobre la Revolución o
participando en las celebraciones patrias, mientras que otras aprendimos a respetar los símbolos
nacionales desde los actos escolares. Estas experiencias nos hicieron reconocer el valor de nuestras
raíces.
Hoy, como docentes en formación, coincidimos en que promover la identidad nacional no
se reduce a memorizar fechas o símbolos, sino a generar experiencias significativas en el aula que
conecten a las niñas y niños con su historia, cultura y territorio. La Secretaría de Educación Pública
(2022) plantea que el reconocimiento de la identidad mexicana debe partir del respeto a la
diversidad cultural, el conocimiento de los procesos históricos del país y la valoración de los
saberes comunitarios, lo que contribuye a formar una ciudadanía crítica y comprometida con su
entorno.
2. Responsabilidad ciudadana
En nuestras comunidades, la participación ciudadana fue algo que aprendimos con el ejemplo:
desde apoyar en faenas hasta colaborar en actividades comunitarias sin esperar recompensa.
Comprendimos que ser ciudadanas implica tanto derechos como deberes.
Ahora, desde nuestro rol docente, buscamos crear espacios donde las y los estudiantes se
reconozcan como sujetos activos dentro de su escuela y su comunidad, capaces de transformar su
entorno a través de la cooperación, el diálogo y la corresponsabilidad. Tal como afirma Díaz-
Barriga (2021), la formación ciudadana debe promoverse desde la niñez mediante experiencias
participativas y significativas que estimulen el ejercicio democrático y la toma de decisiones éticas
y responsables.
3. Honestidad como comportamiento esencial para el cumplimiento de la responsabilidad
social
La honestidad fue un valor que nuestras familias nos inculcaron desde lo cotidiano: decir la verdad,
devolver lo que no es nuestro o asumir nuestras acciones. Esta formación inicial nos mostró que la
honestidad genera confianza y fortalece las relaciones humanas.
Como equipo docente, coincidimos en que generar ambientes seguros en el aula permite
que las niñas y niños se expresen con sinceridad y aprendan que ser honestos fortalece la confianza,
el respeto y el sentido de comunidad dentro del grupo. La UNESCO (2021) resalta que valores
como la honestidad, la empatía y la solidaridad son fundamentales para construir entornos escolares
respetuosos y libres de violencia.
4. Participación en la transformación de la sociedad
Aunque desde pequeñas no fuimos conscientes de ello, nuestras familias nos enseñaron que incluso
las acciones pequeñas pueden transformar la realidad. Hoy, como docentes en formación, nos
asumimos como agentes de cambio que pueden influir positivamente en la vida de nuestras alumnas
y alumnos.
Por ello, promovemos prácticas pedagógicas que impulsen la participación activa, el trabajo
colaborativo y el compromiso social como pilares de una transformación colectiva. Freire (1970)
argumenta que la educación debe ser un acto liberador, capaz de generar conciencia crítica y
movilizar a los sujetos hacia la transformación social de su realidad.
5. Respeto de la dignidad humana
A lo largo de nuestras vidas, aprendimos que todas las personas merecen respeto, sin importar su
origen, lengua, género o condición. Como futuras docentes, sabemos que este principio no se
enseña solo con palabras, sino con acciones: escuchando, incluyendo y valorando a cada estudiante
como alguien único y valioso.
En nuestras prácticas docentes hemos promovido actividades que invitan al reconocimiento
de la diversidad como una riqueza, no como una diferencia que separa. De acuerdo con el Plan de
Estudios 2022, el respeto a la dignidad humana implica valorar a todas y todos por igual,
promoviendo la equidad, la inclusión y el derecho a una vida libre de violencia (SEP, 2022).
6. Promoción de la interculturalidad
Algunas de nosotras crecimos en comunidades donde se hablaban lenguas originarias o se
conservaban tradiciones indígenas; otras, fuimos aprendiendo a respetar y valorar la diversidad
cultural a lo largo de nuestro camino.
Como colectivo, coincidimos en que la escuela debe ser un espacio donde todas las culturas
se reconozcan, se respeten y se visibilicen. Por eso, trabajamos por integrar saberes, lenguas y
costumbres locales en nuestras propuestas pedagógicas. La interculturalidad, tal como señala
Walsh (2005), debe entenderse no solo como convivencia entre culturas, sino como una apuesta
política y educativa para desmontar desigualdades y construir relaciones basadas en la equidad.
7. Promoción de la cultura de paz
Nuestras experiencias familiares nos mostraron que el diálogo es una herramienta poderosa para
resolver conflictos. Aprendimos que escuchar, comprender y perdonar son actos que fortalecen los
lazos humanos.
Desde la formación docente, impulsamos prácticas que promuevan el respeto, la mediación
y la gestión pacífica de los desacuerdos, convencidas de que la paz no se enseña, se construye día
a día en comunidad. La Declaración sobre una Cultura de Paz de la ONU (1999) plantea que esta
cultura se fundamenta en principios como la justicia social, el respeto a los derechos humanos y la
equidad de género, promoviendo la resolución no violenta de los conflictos desde la educación.
8. Respeto por la naturaleza y cuidado del medio ambiente
En nuestros hogares, el cuidado de la naturaleza fue parte de nuestra vida cotidiana: desde sembrar
plantas hasta reducir el uso de plásticos. Como equipo docente, reconocemos que el medio
ambiente no es un tema aislado, sino una preocupación urgente que debe estar presente en la vida
escolar.
Por ello, desarrollamos actividades que vinculen el aprendizaje con el respeto y la
conciencia ecológica, formando estudiantes que cuiden y valoren el mundo en el que viven. Según
la SEP (2022), fomentar una relación armónica con la naturaleza es indispensable para garantizar
un futuro sostenible y consciente de los límites ecológicos del planeta.
Conclusión
Reflexionar sobre los principios y valores del Plan de Estudios 2022 desde nuestra historia personal
y colectiva nos permitió comprender que la educación con sentido humano y transformador
comienza desde lo más cercano: nuestras vivencias. Cada valor que promovemos hoy en el aula
tuvo su origen en pequeños actos cotidianos vividos en nuestras infancias y reafirmados en nuestra
formación como docentes. Ahora, tenemos el compromiso de sembrarlos en nuestras futuras
generaciones, no solo con palabras, sino con acciones coherentes, inclusivas y empáticas.
Como equipo en formación, reafirmamos que ser maestras implica mucho más que
transmitir conocimientos: es formar ciudadanas y ciudadanos conscientes, responsables, orgullosos
de su identidad, comprometidos con su comunidad y respetuosos de la diversidad y la naturaleza.
Nos asumimos como agentes de cambio que, desde el aula, podemos contribuir a la construcción
de una sociedad más justa, solidaria y en paz. Nuestro reto es grande, pero también lo es nuestra
convicción y deseo de transformar la realidad desde la educación.
Referencias bibliográficas
Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz. (1999). Organización de las
Naciones Unidas. https://www.un.org/es/documents/view_doc.asp?symbol=A/RES/53/243
Díaz-Barriga, A. (2021). Didáctica y currículum: Un enfoque crítico. Trillas.
Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.
Secretaría de Educación Pública. (2022). Plan de Estudio para la Educación Preescolar, Primaria
y Secundaria. SEP.
UNESCO. (2021). Marco de competencias de los docentes en materia de educación para el
desarrollo sostenible. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000375179
Walsh, C. (2005). Interculturalidad y colonialidad del poder: Un pensamiento y posicionamiento
“otro” desde la diferencia colonial. Universidad Andina Simón Bolívar.