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Iv. Principios, Derechos Y Valores Involucrados: A. La Tutela Contra Sentencias Ante El Principio de La Cosa Juzgada

El documento analiza la importancia del principio de cosa juzgada en el contexto del acceso a la justicia y las acciones de tutela, señalando que la certeza y seguridad jurídica son fundamentales para el ordenamiento jurídico. Se argumenta que la cosa juzgada garantiza la inmutabilidad de las sentencias y evita la reanudación indefinida de procesos, lo que es esencial para la confianza en el sistema judicial. Sin embargo, la interpretación de la Corte Constitucional ha introducido excepciones que pueden generar conflictos entre la seguridad jurídica y el acceso a la justicia.

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Iv. Principios, Derechos Y Valores Involucrados: A. La Tutela Contra Sentencias Ante El Principio de La Cosa Juzgada

El documento analiza la importancia del principio de cosa juzgada en el contexto del acceso a la justicia y las acciones de tutela, señalando que la certeza y seguridad jurídica son fundamentales para el ordenamiento jurídico. Se argumenta que la cosa juzgada garantiza la inmutabilidad de las sentencias y evita la reanudación indefinida de procesos, lo que es esencial para la confianza en el sistema judicial. Sin embargo, la interpretación de la Corte Constitucional ha introducido excepciones que pueden generar conflictos entre la seguridad jurídica y el acceso a la justicia.

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ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

IV. PRINCIPIOS, DERECHOS Y VALORES


INVOLUCRADOS

A. La tutela contra sentencias ante el principio de la cosa juzgada

El tema de la cosa juzgada en el debate de la doctrina nacional es


trascendental, lo cual es lógico si se tiene en cuenta la cantidad de conflictos
que produce el debido respeto a esta institución en la práctica judicial.

Hay dos aspectos importantes frente al tema, el primero referente al


momento mismo en que el particular o el asociado espera la terminación
de una controversia judicial que de manera definitiva le ponga fin a un
litigio. Es por eso que la certeza y la seguridad jurídica constituyen el sentido
formal de la función del derecho. Como lo afirmó el profesor Fernández
Martell (2007), "sin seguridad jurídica no hay derecho bueno ni malo ni
justo ni injusto", y es que la ausencia de seguridad confirma la ausencia
misma de lo jurídico. El segundo aspecto se refiere a que el derecho, por
una parte, pretende ser estable, pero, por otra, no puede permanecer
invariable; aunque debe garantizar seguridad, al mismo tiempo permitir
cambios, y es en estos cambios cuando se altera el tema de la seguridad.

Los valores funcionales de seguridad y certeza del derecho se manifiestan


en la actividad jurisdiccional bajo la figura de la cosa juzgada. Recordemos
que la sucesión de actos concatenados en el proceso tiene como fin la
obtención de una res iudicata; es decir, la cosa juzgada, que comporta la
prohibición de reiteración de juicios, pues, como la doctrina lo ha
manifestado, si la cosa juzgada no existiera habría que inventarla porque
de lo que se trata es de alcanzar una resolución judicial que ha de ser la
última y definitiva para que la sentencia alcance la inmutabilidad y la
irrevocabilidad que garantiza la seguridad jurídica.

En nuestro sistema la inmutabilidad y la irrevocabilidad se determinan,


bien porque no se interponga el respectivo recurso dentro del plazo
correspondiente, o porque se desista, o porque agotados todos los recursos
la sentencia queda en firme, que es el signo distintivo de la actuación
jurisdiccional, y el momento en que se afirma rotundamente que una
sentencia en firme se acata y no se discute. Como lo dijo el profesor Gordi
Nieva Fenoll (2006), "las sentencias una vez que han sido dictadas son
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ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

invariables por el mismo juez o por otros diferentes en cualquier situación,


en cualquier proceso", y ello es esencial para la seguridad jurídica y para la
coherencia del ordenamiento jurídico. De este mismo tenor fue la posición
inicial de la Corte Constitucional en la sentencia T 543 de 1994, en la que
se declaró la inexequibilidad de los Artículos 11 y 40 del Decreto 2651 de
1991.

La Carta Política, al ampliar el espectro de los derechos y garantías y al


plasmar los mecanismos para su efectivo respaldo, dotó al orden jurídico
de nuevos elementos que están destinados a fortalecer, y no a debilitar, el
Estado de derecho y los valores jurídicos esenciales que lo inspiran. Es
inadmisible que por haberse instituido una figura como la acción de tutela,
cuyo fin está exclusivamente relacionado con el amparo inmediato y cierto
de los derechos ante situaciones no previstas por los medios ordinarios, se
haya puesto fin a la vigencia de los postulados básicos en los cuales se ha
fundado y desarrollado nuestra civilización jurídica. Uno de ellos es el
principio de la cosa juzgada, que se traduce en el carácter inmutable,
intangible, definitivo, indiscutible y obligatorio de los fallos cuando se han
dado los trámites y se han cumplido las condiciones y requisitos previstos
por la ley.

La cosa juzgada, que confiere a las providencias la fuerza de verdad legal


dentro del ámbito individualizado del asunto litigioso resuelto, se funda en
el principio de la seguridad jurídica, la cual, para estos efectos, reside en la
certeza por parte de la colectividad y sus asociados en relación con la
definición de los conflictos que se llevan al conocimiento de los jueces.

La introducción de elementos que desconozcan este postulado y que, por


tanto, lesionen el valor de la seguridad jurídica, impide la vigencia del orden
justo al que aspira la Carta Política tanto en el Preámbulo como en su
Artículo 2, pues el logro de aquel exige momentos de definición judicial
que otorguen al conglomerado la confianza en lo resuelto, sin el albur de
nuevas y siempre posibles acciones que provoquen la indefinida reanudación
de procesos nunca culminados.

Mediante la observancia del principio de la cosa juzgada -cuyo carácter


metapositivo hace que deba entenderse incluido en la Carta como intrínseco
a los valores que la inspiran y la fundamentan- se manifiesta la autoridad del
Estado traducida en decisiones eficaces de los jueces, quienes administran
justicia en nombre suyo. Como expresa Couture (1981), "donde hay cosa
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ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

juzgada hay jurisdicción y donde no hay cosa juzgada no existe jurisdicción",


de tal manera que negar el principio es negar la función misma, pues la
administración de justicia tiene concreción en la providencia por cuyo
conducto el juez dice la verdad final sobre la controversia planteada, realizando
en ese asunto la previsión general consagrada en el texto de la ley.

Finalmente, vale la pena resaltar "que una sentencia tiene fuerza de cosa
juzgada cuando ella se torna inmutable y definitiva y no puede ser modificada
o revocada por ningún medio jurídico, ordinario o extraordinario, dentro o
fuera del proceso en que se produjo" (sentencia C-657 de 1996)63.

Desde sus inicios la cosa juzgada como institución procesal existió y existe
simplemente para dar firmeza a los juicios ya emitidos, y como
consecuencia, seguridad jurídica a los sistemas jurídicos sociales. Ese es el
tenor de lo preceptuado en el Código de Hamurabi (1753 a.C.) donde se
dijo:

Si un juez ha juzgado una causa, pronunciado sentencia y depositado el


documento sellado, si, a continuación, cambia su decisión, se le probará
que el juez cambió la sentencia que había dictado y pagará hasta doce
veces la cuantía de lo que motivó la causa. Además públicamente, se le
hará levantar de su asiento de justicia y no volverá más. Nunca más podrá
sentarse con los jueces en un proceso. (Nieva, 2006, p. 376)

Se evidencia así la imposibilidad de reiteración de juicios ante un mismo


juez o ante un juez diferente.

De la doctrina alemana surgieron las teorías material y formal de la cosa


juzgada, que dieron origen a la llamada cosa juzgada material y cosa juzgada
formal, y esta última es la prohibición de reiteración de juicios, lo cual
significa que el mismo juez que juzgó, no puede modificar su propio juicio.
Y la cosa juzgada material64 prohíbe a cualquier otro juez distinto del que
63
Jurisprudencia reiterada en sentencias T-915 de 2013 y T-373 de 2014, antes citadas.
64
"La cosa juzgada material crea una situación de plena estabilidad que no sólo permite estar en consonancia
con lo resuelto, sino que trasciende con eficacia hacia el futuro impidiendo reproducir la misma cuestión y
volver sobre lo que inconmoviblemente estatuyeron los organismos judiciales, de tal manera que no sea
posible hacer efectivo en pronunciamientos diversos los mismos derechos anteriormente declarados, es decir,
que con un nuevo litigio se sustraigan a los medios propios de cumplimiento y ejecución del proceso en que
se declaró un derecho, su modo de hacerlo efectivo, vedando con ello al juez del nuevo proceso toda actividad
jurisdiccional del asunto, incluso para dictar una declaración idéntica sobre él, porque en el caso que el fallo
sea contrario a la cosa juzgada, no se limita a que contenga disposiciones distintas opuestas a ella, sino que
basta que no las respete y sea contraria a su esencia al hacer declaraciones contrarias a ella de haber dejado la
cuestión completamente resuelta con posibilidad únicamente de actividad jurisdiccional posterior de aspectos
que afecten su exigibilidad" (Tribunal Supremo de España, sentencia 392 de 19 de abril de 2006).

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ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

emitió el juicio juzgar de nuevo sobre la misma causa. Si nos fijamos, esta
es la misma base que dio origen al concepto de cosa juzgada en el Código
de Hamurabi y que se ha reproducido en nuestro ordenamiento jurídico,
incluso en nuestro texto constitucional.

Como ya se sabe, con la entrada en vigencia de la Constitución de 1991 se


creó la jurisdicción constitucional en cabeza de la Corte Constitucional,
que asumió el control constitucional de la ley y que se erige como máximo
tribunal frente a la protección de los derechos fundamentales. En esta
Constitución se reprodujo lo que ya consagraba la Constitución de 1886,
en cuanto a la inviolabilidad de la cosa juzgada como garantía de seguridad
jurídica; por tanto y teóricamente, solo excepcionalmente y por causas
específicas establecidas en la ley, es posible anular una sentencia que haya
adquirido carácter de cosa juzgada. Vale la pena recordar que hasta antes
de la Constitución de 1991 la doctrina y la jurisprudencia habían venido
afirmando que el único medio contemplado en nuestro ordenamiento legal
para vulnerar la intangibilidad de la cosa juzgada era el recurso de revisión,
siempre que aparecieran nuevas y singulares circunstancias previstas en la
ley con carácter taxativo y restrictivo.

Sin embargo, como ya ha quedado plasmado en el desarrollo del presente


trabajo, la interpretación de la Corte Constitucional consagra una vía de
impugnación excepcional, en virtud de la cual se considera la procedencia
de la acción de tutela, en caso de sentencias que lesionan derechos
fundamentales que por su gravedad se equiparan a vías de hecho.

Lo cierto es que a partir de la interpretación constitucional se suscitan


profundas transformaciones en las instituciones procesales en la cosa
juzgada; de la lectura de los fallos emitidos por la Corte Constitucional65 se
desprende que esta ha asumido la perspectiva según la cual la cosa juzgada
resuelve el problema técnico de la conclusión definitiva del proceso y realiza
el valor funcional del derecho que es la seguridad jurídica, pero que puede
dar pie a conflictos con otros valores superiores tutelados por el derecho,
como el relacionado con el tema de acceso a la justicia y sus garantías, y eso
en este conflicto entre seguridad y justicia donde la cosa juzgada entra en
crisis.

65
Ver, entre otras sentencias: Sentencia Su-189 de 2003 M.P. Rodrigo Escobar Gil, Sentencias T-336 de 2004 M.P
Clara Inés Vargas, Sentencia Su-901 de 2005 M.P. Jaime Córdoba Triviño.

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ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

B. Fundamentos constitucionales del principio de la cosa juzgada

Que la Constitución no destine uno de sus artículos a proclamar


expresamente y para toda clase de procesos el principio de la cosa juzgada,
en nada disminuye el raigambre constitucional de este ni su carácter
vinculante para el legislador, cuyos actos no pueden contrariarlo.

Debe observarse que el concepto esencial de cosa juzgada se haya


explícitamente acogido por la actual Carta Política cuando en el Artículo
243 declara: "Los fallos que la Corte dicte en ejercicio del control
jurisdiccional hacen tránsito a cosa juzgada constitucional".

Si el constituyente resolvió especificar bajo el calificativo de "constitucional"


la cosa juzgada que ampara esta clase de sentencias, es porque supuso el
principio genérico y adoptó, para tales juicios, los fundamentos y las
consecuencias jurídicas en él incorporadas.

El principio de la cosa juzgada hace parte indiscutible de las reglas del debido
proceso, aunque no se halle mencionado de manera expresa en el Artículo
29 de la Constitución. Todo juicio, desde su comienzo, está llamado a
culminar, ya que sobre las partes no puede cernirse indefinidamente la
expectativa en torno al sentido de la solución judicial a su conflicto. En
consecuencia, hay un verdadero derecho constitucional fundamental a la
sentencia firme y, por tanto, a la autoridad de la cosa juzgada.

Pero, además, si la Constitución dispone que ninguna persona podrá ser


juzgada dos veces por el mismo hecho (non bis in idem), con esa garantía
procesal resulta incompatible la posibilidad de intentar acciones de tutela
contra sentencias ejecutoriadas, toda vez que ello representaría la reapertura
del proceso culminado.

Por otra parte, el Preámbulo de la Constitución señala como uno de los


objetivos hacia los cuales se orienta la autoridad del Estado colombiano, el
de "asegurar a sus integrantes (...) la justicia, (...) dentro de un marco
jurídico, democrático y participativo que garantice un orden (...) justo".

A juicio de la Corte, mal se puede asegurar la justicia y garantizar un orden


justo si el marco jurídico disponible fundamenta el concepto de justicia
sobre la base de la incertidumbre.

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ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

El Artículo 1 de la Carta consagra como principios fundamentales del Estado


social de derecho los del respeto a la dignidad humana y la prevalencia del
interés general. El primero de ellos implica la posibilidad de obtener
definiciones en materia de justicia sin la presencia perturbadora de
renovadas instancias que hagan inciertos los derechos deducidos en juicio.
Al segundo se opone la inestabilidad provocada en el seno de la colectividad
por el desconocimiento de la seguridad jurídica.

La efectividad de los derechos consagrados en la Constitución tiene su mejor


garantía en la culminación de las controversias sobre la base de una verdad
discernida previa la garantía de los derechos procesales. Por el contrario,
resulta vulnerada cuando esa verdad, varias veces debatida, no se establece
con certidumbre.

El acceso a la administración de justicia (Artículo 229 de la Constitución)


requiere, para que en efecto tenga utilidad, un sistema jurídico que contemple
un momento procesal definitivo en el que, con certeza, las resoluciones
que se profieran sean aptas para la concreción de los derechos; pero, además,
implica que los jueces vayan resolviendo los asuntos puestos a su
consideración de tal modo que, evacuados los que se definen, puedan prestar
atención a nuevos procesos. Los pleitos interminables acaparan y obstruyen
el aparato judicial y por lo tanto impiden a otras personas acceder a la
administración de justicia, causando simultáneamente daño al interés
general.

Como lo ha dicho la propia Corte Constitucional66, "la cosa juzgada no


deriva de un derecho inherente a la persona humana", su existencia obedece
a "criterios prácticos de convivencia general inspirados en la necesidad de
mantener los valores de certeza jurídica y paz social". La función estatal de
administrar justicia lleva implícito el concepto de la cosa juzgada, aun antes
de la consagración en normas positivas, pues resulta esencial a los fines
que persigue. Si es propio de la potestad atribuida al juez la capacidad de
definir el derecho en el asunto materia de su competencia, sus facultades
se actualizan y concretan en el momento en que resuelve y su resolución es
vinculante: "el principio de la cosa juzgada hace parte indiscutible de las
reglas del debido proceso aunque no se halle mencionado de manera expresa
en el Artículo 29 de la Constitución".

66
Sentencias T-006 de 92, C-543 de 1992, C-104 de 1993, C657 de 1996, entre otras.

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ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

No cabe duda de que la cosa juzgada se erige como un principio


constitucional aplicado al proceso judicial, porque frente al derecho
fundamental de acceso a la administración de justicia, este exige el deber
del Estado de ejercer la función pública de administrar justicia, que implica
la fuerza vinculante de las decisiones judiciales, y frente al particular, el
poder coercitivo de acatamiento de estas.

C. El error judicial

La sentencia no es simplemente un documento suscrito por el juez, sino el


resultado de una génesis que tiene lugar en dos planos diversos: el objetivo,
que es propiamente el proceso considerado en sentido jurídico, integrado
por las varias etapas que la ley contempla, y el subjetivo, que corresponde a
la operación mental efectuada por el fallador, en cuyo fondo lógico hay un
silogismo que tiene como premisa mayor la norma general y abstracta de la
ley, por premisa menor los hechos controvertidos, y por conclusión la parte
resolutiva del fallo, que se constituye en mandato concreto, obligatorio para
quienes fueron partes dentro del proceso.

Tal razonamiento, sin embargo, no encierra únicamente el desarrollo de


una operación lógica, sino que requiere, para alcanzar el nivel de lo justo,
como exigen los fines del derecho, de una interpretación sobre el contenido
de las normas aplicables y de una valoración consciente de las pruebas
llevadas al proceso para definir la solución que, en el sentir del juez, se
acomoda a las exigencias de la Constitución y de la ley.

Habida cuenta de las dificultades inherentes a esta actividad, mal pueden


desconocerse las posibilidades de error judicial por apreciación equivocada
de los hechos tanto como por indebida interpretación de las leyes y aun
por violación abierta de sus disposiciones. El principio de la cosa juzgada
no parte del supuesto de la perfección del juez, ya que resulta imperativo el
reconocimiento de su naturaleza humana y, por tanto, falible.

Tampoco podría negarse que las equivocaciones de los jueces, cuando en


ellas incurren, constituyen fuente de injusticias y de violaciones a los
derechos de quienes tienen interés en los resultados del proceso, razón que
justifica la existencia de múltiples medios de control previos, concomitantes
y posteriores a la adopción de los fallos, a fin de asegurar que quien se
considere lesionado en sus derechos pueda obtener que se corrija el rumbo
del proceso, impugnar el fallo que le es adverso y verificar en diferentes
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ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

momentos procesales si el juicio se ajusta a las prescripciones


constitucionales y legales, dentro de un conjunto de garantías que nuestra
Carta Política cobija bajo la institución del debido proceso consagrada en
su Artículo 29.

La ley, en su desarrollo, establece recursos judiciales ordinarios y


extraordinarios, impedimentos, recusaciones, principios de valoración y
contradicción de las pruebas, nulidades y oportunidades de impugnación
contra las providencias proferidas por el juez, entre otros medios cuyo objeto
es el de verificar la observancia de la legalidad, la imparcialidad del juzgador,
el respeto a los derechos de los afectados por sus decisiones y el mayor
grado de justicia en el contenido de estas, además de las formas de
responsabilidad patrimonial del Estado y del propio juez por los perjuicios
que ocasione un yerro judicial debidamente establecido por la jurisdicción
correspondiente.

Pero la misma idea de justicia sugiere la de un punto definitivo a partir del


cual la sentencia no pueda ser modificada. Habiéndose llegado a él, una vez
agotados todos los momentos procesales, concluidas las instancias de
verificación jurídica sobre lo actuado y surtidos, si eran procedentes, los
recursos extraordinarios previstos en la ley, no puede haber nuevas opciones
de revisión del proceso, en cuanto la posibilidad de que así suceda
compromete en alto grado la prevalencia del interés general (Artículo 1º
C.N.), representado en la necesaria certidumbre de las decisiones judiciales.

Agréguese a lo dicho que, si de naturaleza humana hablamos, no es menos


falible la del juez que actúa en sede de tutela que la del juez encargado de
fallar en los procesos ordinarios. Repárese en que, a la luz de la
Constitución, son los mismos jueces encargados de fallar los procesos
ordinarios los que, por mandato expreso del constituyente, tienen bajo su
responsabilidad la decisión de las demandas de tutela, por lo cual es cuando
menos inverosímil suponer que si un determinado juez actúa dentro del
proceso ordinario está en capacidad de lesionar los derechos fundamentales
por su equivocación o por su dolo, pero que no corren tales riesgos las
sentencias que ese mismo juez profiera cuando lo haga a propósito de las
acciones previstas en el Artículo 86 de la Constitución. Téngase presente
que, tal como lo estatuye el Decreto 2591 de 1991, sus competencias para
efectos de tutela no están distribuidas por especialidades, lo cual permite
que en gran parte de los casos se acuda en ejercicio de esta acción ante un
juez de especialidad diferente al de conocimiento; más aún, la disposición
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ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

del Artículo 40 de dicho estatuto, cuando se trate de sentencias emanadas


de salas especializadas de los tribunales, dispone que conozca de la acción
contra sus providencias otra sala, necesariamente encargada de administrar
justicia en un ramo diferente. En estas circunstancias, agravadas por el
perentorio término de diez (10) días dentro de los cuales tiene que resolverse
sobre la demanda de tutela, no existe ninguna garantía de menor error
judicial y, menos aun, de perfecta protección de los derechos cuando se
defiende la tutela contra sentencias como única fórmula para implantar la
justicia supuestamente ignorada en el proceso.

Pero, además, no es lícito acudir a los casos singulares de equivocación


judicial como instrumento dialéctico para presumir que todos los jueces
aplican errónea o indebidamente la normatividad jurídica, que todos
prevarican o que todos cometen injusticia en sus fallos. Suponer que la
regla general es la decisión judicial desacertada e incorrecta, implica una
descalificación anticipada sobre la idoneidad de la administración de justicia
y de los numerosos medios de defensa judicial previstos por el ordenamiento
jurídico para realizar en los casos concretos los fines propios del derecho.

En este aspecto, asiste la razón al procurador general, Carlos Gustavo Arrieta


(1992), cuando, en concepto rendido ante esta Corte, afirma que se viola
la Constitución (Artículo 83) si se supone por vía general que los jueces no
actúan razonablemente en derecho.

Por otra parte, cuando, como corresponde a la Corte, se hace una


interpretación de las normas constitucionales para establecer su verdadero
sentido, ha de emplearse un método objetivo, que implique la consideración
general y abstracta de la preceptiva analizada en sus alcances generales y
abstractos. No puede partirse del casuismo, que utiliza la formulación de
eventos extremos y excepcionales, con la aspiración de tomar supuestos
que corresponden a circunstancias insulares como aplicables al
entendimiento común de las disposiciones materia del examen.

De allí que no resulten aceptables para efectos del presente juicio de


constitucionalidad ciertos ejemplos, invocados para sustentar la tesis que
favorece la procedencia de acciones de tutela contra sentencias. Situaciones
de error judicial exagerado, en muchas de las cuales juega más la imaginación
que el rigor científico -como ocurre con la planteada frecuentemente sobre
una teórica sentencia mediante la cual una persona pudiera ser condenada
a la pena de muerte o a la cadena perpetua-, debilitan ellas mismas el
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ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

argumento que pretenden apoyar, en cuanto escapan de la realidad cotidiana


y construyen el análisis jurídico, que de suyo exige ponderación, sobre la
base deleznable de hechos ficticios, o en relación con unos pocos casos
tomados de la realidad y de contornos hábilmente dramatizados, cuya
singularidad los caracteriza precisamente como excepcionales.

Agréguese a lo dicho que la acción de tutela no es el único mecanismo


orientado a la protección de la persona humana y sus derechos esenciales.
Todos los procesos y la integridad del aparato judicial tienen ese mismo fin,
de donde se desprende la falacia de los argumentos que tienden a presentar
el conjunto de garantías representadas en la idea misma del proceso
(Artículo 29 de la C.N.) como un rígido esquema formalista que sacrifica al
hombre y desconoce sus derechos. Si así fuera, la propia Carta, lejos de
exigir que la verdad jurídica con efectos concretos se dedujera siguiendo
"las formas propias de cada juicio", habría prohibido los procesos,
sustituyéndolos por la tutela, lo cual no acaeció.

El principio de especialidad, que sirvió de base a la creación y


perfeccionamiento de las distintas jurisdicciones, estaría igualmente siendo
amenazado, toda vez que al permitirse el ejercicio de la acción de tutela en
forma indiscriminada contra cualquier tipo de sentencias judiciales, llegaría
el momento en que el mecanismo "subsidiario" se convertiría en principal
medio para ser interpuesto no solo en diferentes instancias del proceso,
sino a cambio de este, viniendo así a suplir todos los medios que permiten
acceder normalmente a la administración de justicia y, lo que es más grave,
llegando a convertirse en un instrumento único de petición ante los jueces,
con menoscabo de la estructura judicial.

La coherencia es rasgo característico de todo orden y es evidente que, como


ya se ha dicho, un sistema jurídico, cuyo sentido y razón radican
precisamente en el imperativo de introducir criterios ordenadores de la
vida en sociedad con arreglo a los principios y valores que la inspiran y
sostienen, está llamado a ser coherente para no caer en el absurdo de
convertirse -precisamente él- en motivo de confusión.

Así, pues, no corresponde a las reglas de hermenéutica ni se compadece


con los principios de la lógica asumir que el constituyente de 1991 consagró
la acción de tutela como medio de defensa contra los resultados de los
procesos que él mismo hizo indispensables en el Artículo 29 de la
Constitución para asegurar los derechos de todas las personas. Debe
82
ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

entenderse, por el contrario, como lo ha entendido desde su instauración


el constitucionalismo, que los procesos han sido instituidos para salvaguarda
de la justicia y la equidad, con el propósito de asegurar a los gobernados que
el Estado únicamente resolverá las controversias que entre ellos se susciten
dentro de límites clara y anticipadamente establecidos por la ley, con el
objeto de evitar los atropellos y las resoluciones arbitrarias, desde luego
dentro de la razonable concepción, hoy acogida en el Artículo 228 de la
Carta, sobre prevalencia del derecho sustancial, cuyo sentido no consiste
en eliminar los procesos, sino en impedir que el exagerado culto a las
ritualidades desconozca el contenido esencial y la teleología de las
instituciones jurídicas.

Así concebido, el proceso cumple una función garantizadora del derecho y


no al contrario, razón por la cual no puede afirmarse que su efectiva
aplicación ni la firmeza de las decisiones que con base en él se adoptan
tengan menor importancia para la protección de los derechos
constitucionales fundamentales que el instituto previsto en el Artículo 86
de la Constitución.

D. La tutela contra providencias judiciales frente al principio de la


autonomía de los jueces

El principio de autonomía de los jueces, reconocido en nuestra


Constitución, adquiere dos matices especiales. El primero, una
independencia externa que se traduce en la imposibilidad de que las otras
ramas del poder y los grupos de presión interfieran en las decisiones
judiciales; y la independencia interna, que se hace manifiesta en la potestad
que tienen los funcionarios judiciales de tomar las decisiones en sus
providencias sin la intromisión de los jueces superiores. Vale la pena recordar
que sí existe una garantía para el justiciable, traducida en el derecho, para
que un juez superior y en algunos casos plural, revise la legalidad (Art. 31
de la C.P.) de los fallos dictados por jueces inferiores, sin que ello implique
una subordinación del juez de inferior al de mayor jerarquía.

La garantía de un tribunal independiente supone el cumplimiento de varios


presupuestos, como lo son: a) ser juzgado por un tribunal competente
establecido por la ley (juez natural); b) tribunal independiente, traducido
en la libertad del juzgador en la toma de sus decisiones.

83
ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

De ningún modo se podría preservar la autonomía e independencia


funcional de un juez de la República, si la sentencia por él proferida en un
caso específico quedara expuesta a la interferencia proveniente de órdenes
impartidas por otro juez ajeno al proceso correspondiente, probablemente
de especialidad distinta y, además, por fuera de los procedimientos
legalmente previstos en relación con el ejercicio de recursos ordinarios y
extraordinarios, como sucede en el caso de las tutelas contra providencias
judiciales.

Así lo manifestó la Corte (sentencia T-543, 1992):

(…) Aunque se admitiera, en gracia de discusión, que, a pesar de las razones


enunciadas, fuera procedente la acción de tutela para que un juez impartiera
órdenes a otro en relación con las providencias proferidas por su Despacho,
tal posibilidad de todas maneras resultaría contraria al espíritu y al
mandato del artículo 86 de la Constitución, pues reñiría con su carácter
inmediato, en cuanto la orden habría de retrotraerse necesariamente al
proceso culminado, con la inequívoca consecuencia de la invalidación,
total o parcial, de etapas anteriores a la adopción del fallo, prolongando
indefinidamente la solución del litigio.

Y seguidamente manifestó:

Ahora bien, de conformidad con el concepto constitucional de autoridades


públicas, no cabe duda de que los jueces tienen esa calidad en cuanto les
corresponde la función de administrar justicia y sus resoluciones son
obligatorias para los particulares y también para el Estado. En esa
condición no están excluidos de la acción de tutela respecto de actos u
omisiones que vulneren o amenacen derechos fundamentales, lo cual no
significa que proceda dicha acción contra sus providencias. Así, por
ejemplo, nada obsta para que por la vía de la tutela se ordene al juez que ha
incurrido en dilación injustificada en la adopción de decisiones a su cargo
que proceda a resolver o que observe con diligencia los términos judiciales,
ni riñe con los preceptos constitucionales la utilización de esta figura ante
actuaciones de hecho imputables al funcionario por medio de las cuales se
desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, ni tampoco cuando
la decisión pueda causar un perjuicio irremediable, para lo cual sí está
constitucionalmente autorizada la tutela pero como mecanismo
transitorio cuyo efecto, por expreso mandato de la Carta es puramente
temporal y queda supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez
ordinario competente (artículos 86 de la Constitución Política y 8º del
Decreto 2591 de 1991). En hipótesis como estas no puede hablarse de

84
ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

atentado alguno contra la seguridad jurídica de los asociados, sino que se


trata de hacer realidad los fines que persigue la justicia.

Aun cuando la postura inicial de la Corte privilegió el principio de autonomía


funcional del juez, este, como la mayoría de los principios, quedó relegado
al enfrentarse con la acción de tutela contra providencias judiciales, como
fundamento del derecho de acceso a la justicia, y la protección de los
derechos fundamentales que pueden verse afectados en el trámite de un
proceso.

E. La necesidad de armonizar el sistema jurídico frente al tema

Como se expresó desde el primer capítulo del presente trabajo, y teniendo


en cuenta las disímiles manifestaciones jurisprudenciales y doctrinarias,
corresponde hallar un punto de encuentro que permita la aplicación de la
acción de tutela contra providencias judiciales, sin atentar contra el acceso
a la administración de justicia desarrollado a través de sus presupuestos
constitucionales y legales. De esta forma se garantiza el principio de plenitud
del ordenamiento jurídico, relacionado con el uso correcto de los
instrumentos, remedios y recursos procesales, teniendo en cuenta también
la conducta desplegada por el particular en el proceso, para la defensa de
sus propios intereses, y el respeto de las instituciones en las que se ha fundado
la administración de justicia, que son fundamento de todo Estado social
democrático y constitucional de derecho, como la cosa juzgada y la seguridad
jurídica.

Para ello trataremos, si se nos permite y sin ánimo presuntuoso, de exponer


algunos pensamientos que consideramos útiles para la discusión.

1. La separación de los errores o las violaciones en el curso del proceso


(in procedendo) y los errores o violaciones en la sentencia (in
iudicando)

Aquí nos referimos a lo útil que puede resultar la acción de tutela para la
protección de los derechos fundamentales vulnerados en el trámite del
proceso, pero utilizada como un presupuesto más de defensa, acompasado
con los remedios procesales, sistema de nulidades y recursos, teniendo como
límite temporal que no se haya pronunciado sentencia de fondo que ponga
fin al litigio.

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ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

Si recordamos los lineamientos jurisprudenciales propuestos por la Corte


Constitucional para la procedencia de la acción de tutela contra
providencias judiciales, esto atañen a la violación del debido proceso,
entendido como ese número de garantías constitucionales de las que somos
titulares cuando nos vemos envueltos en la administración de justicia a
través de la existencia de un proceso.

Pero esos derechos y garantías constitucionales también tienen forma de


protección procesal con el correcto uso de los remedios, recursos y si se
quiere con el propio sistema de nulidades, que buscan la materialización
del derecho de acceso a la administración de justicia, el derecho al proceso
mismo y la realización de la no indefensión, como fundamento de la
existencia de una correcta administración de justicia67.

Esto quiere decir que en todo caso para que en el curso del proceso y antes
de que se profiera sentencia, se pueda interponer la acción de tutela por
violación de algún derecho fundamental, es menester que el particular haya
hecho uso de los remedios procesales existentes para evitar tal vulneración,
y si a pesar de ello el derecho reclamado resulta vulnerado, en seguida se
proponga la acción de tutela para el restablecimiento del derecho vulnerado
en el curso del proceso, y no dejar hasta último momento para hacer la
reclamación cuando ya se haya dictado sentencia, y esta haya sido contraria
a los intereses del reclamante. Pues, de lo contrario, se estaría utilizando la
acción para tratar de enderezar el camino a quien en el proceso fue
negligente, descuidado o desidioso, lo cual atenta contra la cosa juzgada, la
seguridad jurídica, y la inmutabilidad de las decisiones judiciales.

Por tal motivo, la aplicación correcta de los mecanismos de defensa procesal68


con los que cuentan las partes, hace que en principio la acción de tutela no
proceda, o de proceder, sea en forma excepcional para evitar un perjuicio
irremediable, conforme al mismo querer del intérprete constitucional en
sus inicios (sentencia T-542 de 1992). No obstante, en estos casos siempre
queda la posibilidad de que si no se ha acabado el proceso, dentro de este se
remedie la protección del derecho fundamental, o incluso una vez proferida
sentencia, mediante la interposición de los recursos.

67
En suma, nos referimos al alcance dado por la propia corte Constitucional cuando se refiere a "la tutela
jurisdiccional efectiva".
68
Dentro de los remedios procesales encontramos: los recursos, el sistema de nulidades, y demás remedios
consagrados por los códigos de procedimiento.

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ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

Si las partes en el proceso hacen uso de los mecanismos de defensa,


garantizan por lo tanto que toda la actividad del Estado se desplegó para
decidir una controversia de manera justa.

2. La conducta endoprocesal del interesado

Ahora bien, la colaboración de las partes es indispensable para lograr una


correcta administración de justicia; por eso, si en el curso de un proceso se
presenta la violación de un derecho fundamental, resulta pertinente
determinar la postura de quien alega haberla sufrido, esto es, si el daño
tuvo como causa determinante la conducta procesal del interesado (incuria,
descuido, desinterés), pues no se puede hablar de limitación al derecho, si
por su descuido no utilizó los mecanismos propios de defensa, convalidando
en muchos casos las violaciones que se pudieron presentar.

La vulneración no nace de la sola infracción sobre las reglas procesales, ya


que el quebrantamiento no provoca en todos los casos la eliminación o la
disminución sustancial de los derechos que correspondan al justiciable,
muchas veces, en razón a su propia conducta se materializa la infracción y,
en tal evento, la infracción proscribe.

Otro tanto ocurre en los actos in iudicando, es decir, por los posibles errores
que comete el juez al momento de dictar sentencia, al hacer valoración de
los medios de prueba y de las normas y demás valores involucrados en el
respectivo acto; aquí será presupuesto necesario la interposición de los
recursos contra la respectiva providencia, recursos ordinarios y
extraordinarios que eviten la consumación de un error al momento de
juzgar.

3. El tiempo y la posibilidad de sanear el proceso en audiencia

En todo caso, es necesario tener en cuenta un límite temporal para la


interposición de la acción, límite que se sugiere se establezca en primer
lugar teniendo como base si la infracción se produjo en el trámite del proceso
antes de sentencia, que permitirá presentar la acción antes de que el juez se
pronuncie de fondo, y que hoy con la implementación de los sistemas de
oralidad en casi todas las áreas del derecho69, es más fácil entrar a determinar
ese límite temporal, ya que la mayoría de los procesos tienen una audiencia
69
Ver Ley 1395 de 2010, reforma en materia de procedimiento civil; ley 1435 de 2011, reforma en materia de
derecho administrativo y de lo contencioso administrativo.

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ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

preliminar, en la cual el juez tiene la obligación de sanear el litigio, con el


fin de evitar nulidades posteriores o incluso la posibilidad de sentencias
inhibitorias.

Es en esta audiencia en la que las partes y el juez tienen la oportunidad


estelar de corregir los yerros que afecten el proceso, incluyendo aquellos
actos en los que se desconocen derechos constitucionales fundamentales.
Y si existe la violación de uno de estos derechos, el particular podrá acudir
siempre a la acción de tutela hasta antes de que el juez profiera decisión de
única o de primera instancia, de no ser así, debe entenderse que se está de
acuerdo con lo hasta ahora realizado.

Ahora bien, siguiendo con las reformas en materia de oralidad, terminada


la audiencia preliminar, se fija fecha y hora para audiencia pública de
juzgamiento, en la que se evacúan las pruebas y se dicta sentencia70. Si
durante esta ocurre la vulneración de derechos de contenido legal y
constitucional, lo procedente es la revisión de la sentencia por un juez de
superior jerarquía a través de la interposición de los recursos contra la
providencia dictada, con el fin de restablecer estos derechos71.

Nótese la importancia de separar los actos procesales, de los actos de


decisión, pues en los segundos si persiste la vulneración de un derecho
fundamental a pesar de la interposición del recurso, la eventual acción de
tutela solo podrá incoarse en referencia a la vulneración del derecho
fundamental proveniente del acto de decisión.

Igualmente, procederá la acción de tutela contra actos posteriores a la


sentencia, que atenten contra el derecho de defensa de los asociados, como
por ejemplo, cuando no se permita el ejercicio de los recursos o estos se
concedan inadecuadamente, limitando así el derecho de impugnación y la
garantía de revisión de legalidad por jueces superiores.

70
Ver leyes 1395 de 2010 y 1435 de 2011.
71
La impugnación es una garantía más del derecho de acceso a la administración de justicia, que se materializa
con el derecho que tiene el justiciable para que un tribunal superior examine la legalidad de las decisiones
judiciales. Tiene como presupuestos, la revisión desde el punto de vista formal, existencia de errores de derecho;
y la revisión desde el punto de vista material, errores de hecho en la valoración de las pruebas. Que en suma
llevan al desconocimiento de garantías de orden constitucional.

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ACCESO A LA JUSTICIA VERSUS ACCIONES DE TUTELA

4. Causal de casación referente a la violación de derechos fundamentales


en el trámite del proceso

Vale la pena plantear la posibilidad de que en una reforma a los códigos de


procedimiento, se estudie la inclusión de una causal más de casación,
dedicada exclusivamente al estudio de la decisión judicial en cuanto a la
violación de derechos fundamentales. Recuérdese que como la demanda
de casación presenta algún rigorismo especial, determinaría la obligación
del justiciable de demostrar el derecho fundamental vulnerado, y la
trascendencia de la violación, hasta el punto de que si no se hubiere vulnerado
ese derecho, la decisión hubiese sido diferente, de lo contrario, si la
vulneración alegada en nada afecta lo resuelto, no vale la pena dejar sin
efecto la sentencia, salvaguardando así esos pilares que ha desarrollado el
derecho procesal y la administración de justicia, como lo son la cosa juzgada
y la seguridad jurídica.

Siempre es importante resaltar la trascendencia que tenga la violación del


derecho fundamental reclamado, frente a la decisión del juez, toda vez que
si a pesar de la violación, la decisión sigue siendo la misma, se debe privilegiar
esta en beneficio de la cosa juzgada, la seguridad jurídica y la prevalencia
del derecho sustancial.

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