LA LITERATURA DEL SIGLO XIX 1
Lengua castellana y Literatura – 1º Bachillerato
LA LITERATURA DEL SIGLO XIX
Dos grandes corrientes se desarrollaron a lo largo del siglo XIX: el Romanticismo, que había
comenzado a extenderse por Europa de acuerdo con la voluntad transformadora de este momento, y,
posteriormente, el Realismo, que pondría su atención en el análisis de la sociedad contemporánea.
LA LITERATURA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX:
EL REALISMO Y EL NATURALISMO
A mediados del siglo XIX predominan en los medios artísticos los principios estéticos del realismo. Se
denomina realismo al movimiento cultural característico de la sociedad burguesa a la que no agradaban las
fantasías idealistas románticas. Aunque siguen perviviendo muchos rasgos románticos en el arte realista, el
realismo surge por depuración o desaparición de elementos románticos más idealistas.
1. EL REALISMO EN ESPAÑA
Es una corriente literaria que se desarrolla en Europa y en España durante la segunda mitad del siglo
XIX. Surge como reacción al Romanticismo y está influido por las teorías de Comte, Darwin y Mendel.
Coincide con el desarrollo y hegemonía de la nueva clase dominante.
Influidos por los novelistas europeos —Stendhal, Dickens, Flaubert— los escritores españoles que
han conocido las novedades de la novela por entregas y el Realismo literario deciden escribir, en palabras
de Galdós, “una novela de verdad y de caracteres, espejo fiel de la sociedad en que vivimos”. Así, designan
a la clase media, que en la forma de hablar del siglo XIX comprende también la burguesía, como la “fuente
inagotable” de su novelística.
La imaginación, protagonista del arte romántico, va a ser sustituida por la observación del arte
realista. El yo y los temas exóticos ceden su protagonismo a la realidad inmediata, a lo humilde y cotidiano.
La lírica y el drama dejan paso a la novela, porque el Realismo, en literatura, se va expresar narrativamente,
aunque se cultiven formas poéticas y dramáticas con la misma estética. El lenguaje realista se vuelve
minucioso y descriptivo en la construcción de personajes o en la recreación del ambiente. Las técnicas
narrativas se diversifican.
2. EL NATURALISMO EN ESPAÑA
Se conoce como naturalismo una corriente literaria que se desarrolló durante el último tercio del
siglo XIX, fundamentalmente en Francia, y que tuvo como principal impulsor a Émile Zola, quien
proporcionó en sus novelas las claves del naturalismo:
La literatura entendida como ciencia cuyo objeto de estudio es el medio social. La literatura debe
analizar científicamente el comportamiento humano siguiendo los principios de la observación y la
experimentación.
La literatura naturalista se basa en la teoría del determinismo, es decir, la idea de que el hombre se
encuentra condicionado por su herencia genética y su ambiente social. Esto explica la propensión
de los naturalistas por ambientes miserables y sórdidos y por personajes tarados, alcohólicos,
embrutecidos o enfermos, ya que estos les permiten demostrar la influencia determinante de la
biología y del medio social.
Técnicamente, la literatura naturalista se caracteriza por:
o Descripciones minuciosas que dan cuenta del carácter o del ambiente.
o Reproducción fiel del lenguaje hablado.
o Narrador impersonal y objetivo: el novelista se comporta como el científico: se limita a
exponer y analizar los hechos, sin intervenir.
Intención moral: las novelas tienen, además, una intención moral. Influidos por las ideas socialistas,
los naturalistas piensan que, ya que no se puede modificar la herencia biológica, sí es posible
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igualar las condiciones sociales en que viven los hombres. La novela naturalista contribuiría a
proporcionar un conocimiento más exacto de los seres humanos y de la sociedad, con el fin de
poder mejorarlos.
En España la temprana traducción de las obras de Zola hizo que se conociera bastante pronto, pero
levantó enseguida una gran polémica y su penetración en la literatura española fue muy dificultosa. Se
acusa al naturalismo de inmoral y anticatólico, en su defensa Emilia Pardo Bazán escribe una serie de
artículos recogidos en su libro La cuestión palpitante (1883), donde defiende a Zola, pero rechaza el
determinismo naturalista. El mismo Zola interviene en el debate indicando que desde presupuestos
católicos, sólo se puede adoptar un naturalismo puramente formal, artístico y literario.
El naturalismo español aprovecha del movimiento naturalista ciertos recursos narrativos y su interés
por los ambientes míseros y degradados, pero no acepta la idea de convertir la literatura en una ciencia.
Aparte de Pardo Bazán, se advierten rasgos naturalistas en obras de Galdós como La desheredada, en La
Regenta de Clarín y en algunas novelas de Palacio Valdés.
De todas formas, sí existe un naturalismo radical en la obra de ciertos autores como Alejandro Sawa
o Eduardo López Bago, quien denomina a sus obras novelas médico-sociales.
3. LA POESÍA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX
Durante la segunda mitad del siglo XIX se compuso abundante y variada poesía, que debe entenderse
en un contexto en el que la burguesía dominante impone sus gustos dentro de un modelo de sociedad
donde cultura y política parecen unidas. Pueden distinguirse tres tendencias poéticas:
a) Poesía realista antirretórica
Adoptó formas expresivas nuevas que la alejaban del Romanticismo. Es la lírica que con más
propiedad puede denominarse realista. Se reivindica un lenguaje prosaico y antirretórico, que supere la
retórica romántica, y que, de acuerdo con la mentalidad positivista y burguesa, sirva de cauce para las
nuevas ideas y no las oculte bajo el peso de la carga ornamental. Esta poesía se abre camino desde
mediados de siglo gracias a la figura de Ramón de Campoamor. El ideal poético de Campoamor es el
prosaísmo: el uso de un lenguaje claro y sencillo que acerque la poesía a la prosa. Otras características de
su poesía son la ironía, el escepticismo, la sentenciosidad, las apelaciones al sentido común, etc. Entre sus
obras destacan Doloras (1846), Pequeños poemas (1872-4) y Humoradas (1886-8).
b) Poesía realista grandilocuente
La poesía realista grandilocuente enlaza con el neoclasicismo a través de la figura de Quintana, tanto
en sus temas de carácter cívico como en su preocupación por la forma rotunda y bien construida. El autor
más representativo de esta tendencia es Gaspar Núñez de Arce, que compone poemas de tono
declamatorio próximos a la grandilocuente oratoria política de la época.
c) Poesía intimista posromántica
La poesía intimista posromántica, cuya figura fundamental es Gustavo Adolfo Bécquer, busca
superar el Romanticismo retórico y trivial a través de la condensación y la simplificación formales, como
medio de sugerir con la palabra, la imagen y el símbolo las ideas que rozan lo inefable. Junto a Bécquer,
Rosalía de Castro constituye uno de los máximos exponentes de la lírica posromántica, caracteriza por el
intimismo y la melancolía.
3.1. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER (1836-1870)
3.1.1. Obra lírica
La obra lírica de Bécquer está recogida en su obra Rimas que, en su edición de 1871, son setenta y
nueve poemas breves, asonantados en general, y de metros variados, en los que se funda la importancia de
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Bécquer en la literatura. De estos poemas, solo quince se publicaron en vida del autor. Bécquer las reunió
para editarlas en un libro y se las entregó a su protector, el ministro González Bravo, que se había
comprometido a publicarlas, pero en un saqueo en el domicilio de este durante los tumultos de 1868,
desapareció el original. Posteriormente, el autor reprodujo los textos de memoria, sin un orden
determinado, al final de un cuaderno que, con el título de Libro de los gorriones, bajo el epígrafe “Poesías
que recuerdo del libro perdido”, se conserva en la Biblioteca Nacional. Tras la muerte del poeta, sus amigos
prepararon una edición de las Rimas, publicada en 1871, en la que los poemas aparecen ordenados en
cuatro grupos:
Rimas I - XI El tema de estos poemas es la reflexión sobre la creación poética y sus motivos básicos:
el amor, el misterio, etc. Trata además del deseo de expresarse mediante la poesía.
Rimas XII- XXIX Las diecisiete rimas de este grupo obedecen a una contemplación afirmativa y confiada
de la belleza femenina y del amor.
Rimas XXX- LI El más abundante cuerpo de la poesía becqueriana está constituido por rimas amargas y
dolientes, con tonos que van de la melancolía hasta la ira y la desesperación, en las que
poetiza su experiencia de amor desengañado por Elisa Guillén, quien lo abandonó por
otros hombres.
Rimas LII-LXXVI Tratan de la soledad y de la muerte desde un punto de vista desolado y pesimista.
En 1914 se dio a conocer el manuscrito del Libro de los gorriones, que cuestionaba el ordenamiento
de la edición de 1871 e incluía tres rimas más (LXXVII-LXXIX). En las ediciones posteriores de las Rimas, los
poemas llevan un número romano (el de la edición de 1877) y otro arábigo (el del Libro de los gorriones).
Los núcleos temáticos de la poesía de Bécquer están relacionados con el ordenamiento que sus
amigos hicieron de las Rimas:
Poesía y creación artística: Bécquer concibe la poesía como una forma de expresión inmediata de
emociones íntimas que están más allá del poeta mismo y que solo esperan al escritor que sepa
formularlos. Se trata de una concepción romántica de la literatura, frente a la idea clásica del arte
como elaboración meditada y concienzuda. Sin embargo, Bécquer se aleja de estos conceptos
románticos debido a su formación literaria. Llega así a una poesía sintética, normalmente breve,
nada grandilocuente y en la que la expresión de las ideas se apoya a menudo en objetos materiales.
La inspiración no se explica sin la razón que da la forma definitiva al poema. Por tanto, es difícil
desligar por completo a Bécquer de la estética realista que empezaba a dominar en su época. Los
poemas de Bécquer, partiendo de la realidad cotidiana, intentan expresar ideas (belleza, amor,
poesía) que se resisten a ser formuladas con palabras.
Amor, desengaño amoroso y decepción: el amor, relacionado con la poesía, la naturaleza y Dios, es
el tema central de las Rimas; es un ideal inalcanzable, y la amada, expresión máxima de la belleza,
resulta ser un ideal, un ser inaccesible, un misterio intangible, que se desvanece como un sueño. El
resultado final no es otro que el fracaso de la experiencia amorosa, el desengaño. La decepción se
muestra, unas veces, con ironía, crueldad y sarcasmo, y otras, con la angustia más profunda y la
desesperación sin límites del yo poético.
Soledad y muerte: la soledad es un sentimiento consustancial al yo lírico romántico, para el que la
naturaleza, aun en su aspecto más agresivo, puede constituir un refugio. El individuo se siente solo
en la soledad del mundo y no encuentra respuestas para los interrogantes vitales (¿De dónde
vengo?; ¿Adónde voy?). La soledad se intensifica frente al enigma de la muerte y queda simbolizada
en la tumba abandonada, que ya todos ignoran.
El sueño y la naturaleza: la realidad se percibe como una integración de lo racional y lo soñado;
existe una fusión entre mundo y sueño. Los sueños permiten la expresión del espíritu y la fantasía,
en ellos se presentan zonas y seres misteriosos, desconocidos, un mundo de visiones que enriquece
la percepción del universo. Aunque la naturaleza es a veces un marco impasible e indiferente, en
muchas de los poemas de Bécquer es expresión de los sentimientos del yo lírico, quien busca la
integración en el mundo natural. En general, se presenta en constante movimiento, y las imágenes
relacionadas con la luz y el aire adquiere especial importancia.
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En cuanto al estilo poético de Bécquer, tras su aparente sencillez y espontaneidad, hay una cuidada
elaboración de los textos. Buena parte de los aciertos expresivos de Bécquer proceden de su maestría en
amalgamar los artificios retóricos de la poesía culta con los de la poesía popular.
Así sucede, por ejemplo, en la métrica: utiliza, a veces estrofas clásicas (octava real, serventesio,
quintilla, combinaciones de endecasílabos y heptasílabos), así como el empleo de formas populares (copla
asonantada, seguidilla). Rasgo general de sus versos es la preferencia por la rima asonantada, con la que
evita la sonoridad estridente del Romanticismo.
Compositivamente, los poemas de Bécquer suelen ser breves y, muchas veces, parecen quedar
truncados al cerrarse con un verso quebrado que condensa la idea expresada y abre nuevas sugerencias.
Los más extensos utilizan normalmente el paralelismo como técnica estructurante (correlaciones
bimembres o trimembres, antítesis, anáforas, repeticiones…); y no es extraño que sus diversas estrofas, con
preferencia por las de cuatro versos, concluyan también con un pie quebrado. Todas las rimas prueban su
pensada construcción y su trabajada arquitectura.
El lenguaje becqueriano también es sencillo en apariencia. No son raras las metáforas (saeta…/
hoja…/ gigante ola…/ luz…/ esa soy yo) y también son habituales las comparaciones(como la brisa que la
sangre orea, tus ojos/ verdes como el mar…). Las imágenes se construyen casi siempre con palabras que
aluden a realidades materiales, sensoriales. Por eso su lenguaje poético abunda en vocablos referentes a la
naturaleza (golondrinas, búho, viento, huracán, campanillas, madreselvas, violeta, árbol, mar) o a la
música (arpa, lira, compás, cadencia, laúd). Tampoco falta el léxico más prosaico (átomo, máquina, roncar,
comer, engordar, billete de banco, diccionario), que revela la influencia de la poesía realista, al lado de un
vocabulario todavía romántico (suspiros, sueño, dolor, vértigo). Sin embargo, lo más importante del léxico
de Bécquer es su capacidad de sugerencia más allá de su significado denotativo: los elementos de la
realidad se corresponde con emociones íntimas, o a través de ellos se descubren otros sentidos
insospechados u ocultos en la misma realidad descrita. Esta es la razón por la que se puede considerar a
Bécquer como un poeta presimbolista.
3.1.2. Obra en prosa
Como prosista, Bécquer escribió, además de numerosas colaboraciones periodísticas, una inconclusa
Historia de los templos de España (1857), dos colecciones de cartas, Cartas literarias a una mujer (1860) y
Cartas desde mi celda (1864), así como las Leyendas, que aparecieron en la prensa entre 1858 y 1864 y que
se recogieron en un libro en 1871 en el mismo volumen de las Rimas.
Las Leyendas son un conjunto de relatos cortos de carácter fantástico y ambientación romántica (la
Edad Media, el mundo oriental o morisco, el halo de misterio, la noche…) Muchas de ellas son muy
conocidas: El caudillo de las manos rojas, El Monte de las Ánimas, El Miserere, La corza blanca, El beso…
Las Leyendas se encuentra muy cerca del Romanticismo tradicional, por los precedentes del género
(Zorrilla, Espronceda, duque de Rivas, la novela histórica) y por los temas que desarrolla (la mujer ideal, el
desengaño, el ansia de amor absoluto…), así como por los personajes (caballeros, galanes, artistas, bellas
mujeres) y por los ambientes exóticos o legendarios. Pero Bécquer acierta a crear un nuevo género, el de la
leyenda lírica. La prosa becqueriana destaca en las Leyendas por sus valores rítmicos y musicales y por sus
calidades pictóricas, que preludian ya las narraciones modernistas.
3.2. ROSALÍA DE CASTRO (1837-1885)
Aunque escribió también en prosa, destaca sobre todo como poetisa. Compuso versos tanto en
gallego, Cantares galegos (1863) y Follas novas (1880) como en castellano, En las orillas del Sar (1884).
Con Rosalía de Castro nos encontramos ya muy cerca de la poesía contemporánea entendida como
comunicación de una experiencia personal: aflora de forma directa el mundo interior, se manifiesta la
subjetividad abiertamente y no envuelta en el tono declamatorio y muchas veces superficial del
Romanticismo externo.
Cantares galegos. Escrita en gallego, en ella aparece la añoranza de la tierra natal lejana, además
de la crítica por la situación de muchos de sus paisanos. Por ello algunos poemas tienen un tono
de protesta y rebeldía.
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Follas novas. Poemario compuesto también en gallego en el que el paisaje de su tierra se convierte
en un escenario para versos que expresan el dolor y el desengaño vital.
En las orillas del Sar. Escrita en castellano, en ella Rosalía de Castro continúa, con un tono
melancólico y pesimista, poetizando el paso del tiempo, las ilusiones perdidas y la deseada muerte
que libere el dolor de vivir. En esta obra, Rosalía de Castro alcanza muchos momentos de honda
emoción y de expresión de una intimidad conflictiva que anticipan lo más granado de la poesía
posterior.
En cuanto a su técnica, Rosalía, influida como Bécquer por la obra del alemán Heinrich Heine y por la
poesía popular, emplea un lenguaje emocionado e intimista que huye de la grandilocuencia. La constante
presencia de elementos de la naturaleza aporta a sus versos un tono de autenticidad, de experiencia
vivida.
Utiliza versos y estrofas hasta entonces poco usuales, como las estrofas polimétricas que combinan
versos alejandrinos, decasílabos, pentasílabos, etc. Esta innovación la convierte en una pionera de la poesía
moderna, y su influencia la reconocerán poetas posteriores como Juan Ramón Jiménez o Federico García
Lorca, entre otros.
4. LA PROSA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX
Para el desarrollo de la prosa realista tienen una gran importancia el auge del periodismo. La mayor
parte de los prosistas del XIX escriben para un periódico. La prensa, por pura necesidad de proximidad al
lector, contribuye a forjar una prosa directa, flexible y liberada de la grandilocuencia romántica. Uno de los
géneros periodísticos, el artículo de costumbres, va a evolucionar hacia la novela prerrealista, próxima
todavía al costumbrismo y construida de manera poco orgánica mediante la mera suma de escena
costumbrista.
Cuando la novela realista triunfa, el costumbrismo periodístico va siendo sustituido en la prensa por
el cuento. Suelen reflejar la España contemporánea y prefieren el entorno urbano y los ambientes
burgueses.
El costumbrismo está en la base de otro aspecto característico de la novela realista: el gusto por la
novela regional. En Andalucía están ambientadas muchas de las novelas de Fernán Caballero y de Valera,
en Cantabria las de Pereda, en Asturias las de Palacio Valdés, etc. En estas novelas se observan
minuciosamente las costumbres locales.
4.1. LA NOVELA REALISTA
La novela se consideró el género más adecuado para observar, representar y explicar la realidad
social. La novela realista se caracteriza por:
Descripción minuciosa y detallada de la realidad externa, para lo cual el escritor pasa por una fase
de observación y documentación. La observación rigurosa y la reproducción fiel de la vida están en el
centro de la doctrina realista. El escritor se documenta exhaustivamente sobre el terreno o en los
libros para conseguir la máxima exactitud ambiental o psicológica. Esta exactitud se ejerce en dos
terrenos y siempre con intención moral o social:
– La pintura de costumbres nos muestra gran diversidad de ambientes: urbanos o rurales,
refinados o populares, aunque hay preferencia por los ambientes burgueses.
– La pintura de caracteres que da origen a la novela psicológica donde se analizan los
temperamentos y las motivaciones de los personajes
Ubicación próxima de los hechos: Frente a la evasión espacio-temporal del Romanticismo, los
autores realistas escriben sobre lo que conocen, con lo que sitúan sus obras en el presente y en
lugares próximos. La mirada se desplaza a lo cotidiano, eliminando el subjetivismo y la fantasía y
controlando los excesos imaginativos y sentimentales.
Frecuente propósito de crítica social y política: La intencionalidad sociopolítica varía según la
ideología particular de cada escritor. En general, los autores conservadores describen la realidad para
mostrar su degradación y postular un retorno a los valores tradicionales. Los progresistas también
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muestran las lacras sociales, pero éstas, según ellos, obedecen a la pervivencia de una mentalidad
conservadora que lastra el avance hacia el mundo nuevo.
Estilo sencillo y sobrio. Se prefiere una prosa sobria, a veces cuidada, a veces familiar. En los
diálogos, la lengua se adaptará a la índole de los personajes; de ahí, por ejemplo, el reflejo del habla
popular. Se trata de reflejar el estilo coloquial, incluso con incorrecciones y vulgarismos. El ideal del
estilo es la claridad y la exactitud, como corresponde al deseo de acercar la labor del escritor a la del
científico.
Verosimilitud: Las historias son como fragmentos de realidad. Aunque inventadas por su autor, se
basan en la experiencia cotidiana, y tanto los protagonistas como los ambientes son creíbles.
Desaparecen del relato los sucesos increíbles, los hechos maravillosos y las aventuras insólitas.
Protagonistas individuales o colectivos:
Novelas psicológicas: Los protagonistas de las novelas suelen ser individuos que se relacionan
problemáticamente con su mundo. El novelista hace hincapié en el análisis psicológico del
personaje.
Novelas de ambientación social: Los protagonistas son grupos sociales completos, que
permiten al novelista dar una visión global de la sociedad contemporánea. En este caso el
autor describe los más variados ambientes y comportamientos con la aparición de grupos
sociales ignorados (burguesía, proletariado, mendigos, desclasados…)
Narrador omnisciente: El narrador maneja por completo los hilos del relato: lo conoce todo,
interviene en la obra con sus juicios sobre hechos y personajes y con observaciones dirigidas al
lector. Con el tiempo, el ideal de objetividad conduce a atenuar las apariciones del narrador en la
obra. Junto con la narración tradicional y el estilo indirecto, destacan el diálogo, el estilo indirecto
libre y el monólogo interior.
Uso del estilo indirecto libre: se trata de un estilo narrativo en el que se insertan en la voz del
narrador enunciados propios de un personaje, que se reconocen mediante marcas que descartan la
vinculación de ese registro del lenguaje o punto de vista con el narrador. En el enunciado del
narrador fragmentos del discurso de los personajes que no son introducidos expresamente mediante
marcadores o conectores (verbos de palabra y pensamiento o nexos introductorios del enunciado).
Ejemplo: Juan estaba agotado, los pensamientos se agolpaban en su mente, no, jamás volvería a
subir corriendo1
Didactismo: es corriente que los autores pretendan con sus novelas ofrecer una lección moral o
social. Ello es así en las llamadas novelas de tesis, en las que el escritor desea demostrar una idea
general a la que quedan subordinados el argumento, los personajes y el ambiente de la obra.
Estructura lineal: los hechos transcurren de forma lineal en el tiempo, aunque no son extrañas las
vueltas atrás para contar episodios pasados, pero estas no interrumpen más que provisionalmente el
hilo general de la narración.
Descripciones minuciosas: las descripciones interiores y exteriores y las de los mismos personajes
son extremadamente detalladas, de modo que en las obras a veces predomina la descripción sobre la
narración. Esto se relaciona con la obsesión de los realistas por el dato exacto, típica del positivismo.
Aproximación del lenguaje al uso coloquial: el lenguaje narrativo se aproxima a la lengua de la
conversación, que se eleva a la categoría de lengua literaria. Los autores se esfuerzan en adecuar el
lenguaje a la naturaleza de los personajes, que hablan con arreglo a su condición social, a su origen
geográfico o a sus propias particularidades.
1
El estilo directo es un estilo narrativo en el que se inserta en el relato la voz de los personajes reproduciendo literalmente lo que dicen. El estilo
directo se caracteriza por la presencia de verbo de lengua o sentido (dijo, exclamó, gritó, etc.), seguido de dos puntos y aparte, precedido de un
guión, las palabras textuales del personaje.
Juan estaba agotado, suspiró y dijo:
“Jamás volveré a subir corriendo.”
El estilo indirecto es, por otra parte, otro estilo narrativo en el que se introduce la voz de los personajes. En este caso, el verbo de lengua o sentido
es seguido de la conjunción completiva que o si y a continuación se reproducen las palabras de los personajes modificadas:
Juan estaba agotado, suspiró y dijo que jamás volvería a subir corriendo.
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4.1.1. Principales autores realistas
TRANSICIÓN DE LA PROSA ROMÁNTICA A LA NOVELA PRERREALISTA
Fernán Es el seudónimo de la escritora Cecilia Böhl de Faber, hija de uno de los introductores
Caballero del Romanticismo en España: Nicolás Böhl de Faber. Su obra se ha considerado
precursora del realismo español, pero la abundancia de elementos románticos y, sobre
todo, el didactismo católico y la idealización de tipos y paisajes, la alejan de los
presupuestos centrales del realismo. Entre sus obras más conocidas destacan La
gaviota y La familia de Alvareda.
Pedro Antonio Es también un escritor prerrealista, cercano aún al Romanticismo y a la prosa
de Alarcón costumbrista. Sus novelas no son de gran calidad: sus personajes carecen de
individualidad y están construidos con un maniqueísmo absoluto, las situaciones
argumentales son inverosímiles y su lenguaje peca de excesiva verbosidad. Una
sorprendente excepción es la novela corta El sombrero de tres picos (1874).
CONSOLIDACIÓN DE LA NOVELA REALISTA
Juan Valera Es un escritor peculiar dentro del movimiento realista. Defiende el carácter poético de
la novela y postula un tipo de narración que estudie el interior de los personajes.
Reclama una literatura que cree objetos bellos que deleiten al lector, dejando a un lado
cualquier preocupación por la sociedad del momento. En consecuencia, sus novelas
suelen moverse dentro de marcos ideales donde se difuminan los conflictos sociales.
Tampoco sus personajes hablan de manera realista; su estilo es culto y academicista.
Las descripciones exteriores son poco frecuentes. La construcción narrativa es hábil y,
aunque el narrador interviene en los relatos, el uso de la ironía pone distancia entre los
personajes y el autor. El amor es el tema de la mayor parte de su obra narrativa en la
que destaca Pepita Jiménez (1874), Doña Luz (1879), Juanita la Larga (1895) y
Morsamor (1899).
José María de Es el máximo representante, dentro del realismo, de la novela tradicional. Defiende en
Pereda sus obras un patriarcalismo rural e idílico frente a los males del mundo urbano y
burgués. Casi todas sus novelas transcurren en la región cántabra y son un ejemplo de
novela regional. Sus obras presentan muchos defectos: personajes acartonados,
moralismo abrumador, constantes intromisiones del narrador, argumentos faltos de
intriga, etc. Sin embargo, son apreciables su gran calidad descriptiva tanto de paisajes
como de personajes. Entre sus novelas destacan: El sabor de la tierruca (1882), Pedro
Sánchez (1883), Sotileza (1884), La puchera (1889) y Peñas arriba (1895).
Emilia Pardo Aristócrata gallega, fue persona cultivada y buena conocedora de las corrientes
Bazán literarias europeas de su tiempo. Su obra narrativa es muy variada: tuvo unos
comienzos románticos, y tras sus escarceos naturalistas, será seguidora del
espiritualismo ruso e, incluso, al final de su producción, de la estética modernista en
boga. Defiende, pues, todo lo novedoso, pero en el fondo su obra tiene un hilo
conductor unitario que le proporciona coherencia: su ideología cristiana y
conservadora. Así, el naturalismo, tan presente en novelas como La tribuna (1882), Los
pazos de Ulloa (1886) y La madre Naturaleza (1887), es siempre puramente formal:
situaciones escabrosas, ambientes degradados, señores decadentes y criados brutales,
crudas descripciones, escenas de desmesurada violencia, etc. Pero el determinismo
naturalista sólo es externo y circunstancial, pues es corregido por la fe religiosa.
Tiene mucho interés el más de medio millar de cuentos que la condesa de Pardo Bazán
publicó en la prensa, parte de los cuales reunió en diversos volúmenes: Cuentos de
Marineda, Cuentos de Navidad, Cuentos de amor, Cuentos sacroprofanos, Cuentos de
la tierra…
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4.1.2. BENITO PÉREZ GALDÓS (1843-1920)
4.1.2.1. Primeras novelas
Publicadas durante la primera década de los setenta, casi todas son novelas de tesis en las que se
contraponen dos ideologías, conservadora y liberal. Galdós no oculta sus simpatías por la España liberal, y
la intención didáctica de las obras es explícita. Títulos de esta época son La Fontana de Oro (1870), Doña
Perfecta (1876), Gloria (1877), Marianela (1878) y La familia de León Roch (1878). Pese al esquematismo
de sus ambientes y personajes, se advierte en estas obras una evolución técnica que culminará en el gran
Galdós posterior.
4.1.2.2. Novelas españolas contemporáneas
Así llamó Galdós a las novelas que publicó a partir de La desheredada (1881). Esta magnífica obra,
influida en parte por las ideas naturalistas de Zola, no presenta ya de forma elemental acciones y
personajes, sino que estos son fruto ahora de una cuidada evolución psicológica. Algunas otras novelas de
este periodo son El amigo Manso (1882), La de Bringas (1884) y Miau (1888).
Todas estas obras analizan con maestría el mundo de la clase media. La visión galdosiana de esta
sociedad mesocrática se plasma generalmente en Fortunata y Jacinta (1886-7), su obra más ambiciosa. Se
trata de una novela extensa y cuidadosamente construida, que desarrolla, sobre la base de diversos
triángulos amorosos, la convulsa y cambiante vida social madrileña entre 1873 y 1876, entrelazando
calculadamente los elementos de ficción y los históricos.
En esta obra, Galdós despliega sus mejores artes narrativas: minuciosa captación de ambientes y
tipos, uso magistral de los diálogos, empleo de novedosos monólogos interiores, sabio manejo narrativo
de múltiples anécdotas argumentales, etc. En ella alcanza su cumbre el realismo total galdosiano. A los
elementos genuinamente realistas, Galdós incorpora recuerdos, sueños, imaginación, locura, símbolos.
Todo ello se integra de tal forma que da por resultado un acabado fresco social pero no se trata de una
sociedad abstracta, sino de un mundo poblado por numerosas individualidades, que son las que transmiten
al lector esa fuerte impresión de verdad.
4.1.2.3. Últimas novelas
La crisis de la estética realista y el interés por buscar nuevos cauces expresivos se manifiestan
claramente en sus novelas desde 1889. De este periodo son La incógnita (1889), Realidad (1889), Ángel
Guerra (1891), Tristana (1892), la tetralogía que tiene como protagonista al usurero Torquemada (1889-
1895), Nazarín (1895), Misericordia (1897) , El caballero encantado (1909).
En todas ellas ensaya originales procedimientos narrativos: novelas dialogadas, narraciones
epistolares, introducción de elementos fantásticos, sueños, símbolos, etc. En alguna es también visible la
influencia del espiritualismo de la novela finisecular europea. La modernidad narrativa galdosiana tiene su
raíz en la progresiva radicalización ideológica del Galdós, que le lleva a buscar vías estéticas diferentes
como modo de comprender la realidad en toda su extensión.
4.1.2.4. Episodios Nacionales
Los Episodios Nacionales, constituidos por cuarenta y seis novelas dispuestas en cinco series de diez
episodios cada una (excepto la última, que quedó inacabada con solo seis), pretenden reconstruir en forma
novelada la historia del siglo XIX español. Las dos primeras series fueron escritas entre 1873 y 1879, al
tiempo que sus primeras novelas; las tres últimas entre 1898 y 1912.
Los Episodios son un intento de entender desde la literatura los conflictos que dividen la sociedad
española a partir de la que novela Galdós, quien acude a la Historia para explicar su propio presente y las
convulsiones político-sociales que siguen al derrocamiento de la monarquía borbónica en 1868.
Las dos primeras series muestra la ideología liberal de Galdós. Abundan en recursos folletinescos,
aunque se apartan de la novela histórica romántica por la proximidad de los hechos narrados y porque la
Historia no es un mero marco decorativo.
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Casi veinte años después don Benito reemprende la redacción de los Episodios. Se percibe
claramente que Galdós ha madurado como novelista: mezcla de narradores en primera y tercera persona,
monólogos, novelas epistolares que ofrecen la impresión de intimidad al tiempo que proporcionan la
ilusión de crónica histórica…
En estos últimos episodios se advierte también el conocimiento de primera mano de los hechos por
parte de Galdós, pues la época se corresponde con la de su propia juventud madrileña, que el escritor juzga
ahora desde sus nuevas posiciones ideológicas republicanas.
4.1.2.5. Temas e influencias
Las obras de Galdós, aunque ambientadas en su mayoría en Madrid, son una completa visión de
conjunto de la sociedad española de su época. En sus novelas Madrid concentra todas las contradicciones
sociales e históricas del país y se ha convertido en una gran ciudad cuyo complejo mundo presenta con
pluma maestra el novelista. Aunque las clases medias son las que ocupan el primer plano de sus obras, la
mirada de Galdós presta atención a todas las esferas sociales. Todo ello se expone en íntima relación con
las vicisitudes históricas que dan lugar a esta nueva sociedad que arrolla a su paso los viejos moldes
estamentales.
La sensación de vida en acción de las novelas de Galdós hacen que sus obras ofrezcan una reflexión
sobre la condición humana: el tiempo que todo lo cambia, las reacciones psicológicas ante las situaciones
extremas, las ambiciones, el dolor, los suelos, las ilusiones, las fantasías, el amor, los diversos placeres, los
ambientes sórdidos, todo desfila ante los ojos del autor y bajo la mirada de Galdós, dura y sarcástica en
ocasiones, tierna y humanísima en otras, irónica en las más.
Los modelos literarios de Galdós son muy diversos. Es apreciable la influencia de los escritores
realistas: Balzac, Dickens, Flaubert, Dostoyevski y Tólstoi. Es también muy notable la influencia de la
literatura: la Celestina, la picaresca, los clásicos del siglo XVI y XVII, y particularmente Cervantes, de quien
aprende Galdós el recurso fundamental de la ironía, que le permite alejarse de lo narrado y ver más
objetivamente a sus personajes.
4.1.2.6. Estilo
El ideal estilístico galdosiano es el lenguaje llano y sencillo. La prosa de Galdós es
extraordinariamente ágil y de apariencia espontánea, pero siempre producto de una meditada elaboración.
Sus personajes se expresan de acuerdo con su condición y quedan caracterizados por su forma de hablar.
En realidad, lingüísticamente, Galdós es también un creador. Es en él constante su alerta ante el lugar
común y la retórica manida (frases hechas, locuciones tópicas, formulismos de la prensa y del
parlamento…) Pero, además de denunciar el lenguaje anquilosado y las fórmulas burguesas de la
conversación, Galdós se sirve de esas mismas locuciones y coloquialismos fosilizados como cantera de su
creatividad y juega con los sentidos literal y metafórico de muchos tópicos, rompiendo con el automatismo
de las selecciones léxicas y valiéndose de esos mismos clichés en la génesis de situaciones narrativas o en la
caracterización de personajes, para los que emplea constantes metáforas asociadas con su profesión,
aficiones, etcétera.
4.1.3. LEOPOLDO ALAS, “CLARÍN” (1852-1901)
El escritor Leopoldo Alas, Clarín, publicó multitud de artículos periodísticos de contenido político
defendiendo su ideario republicano. Es autor además de numerosos escritos de crítica literaria, en los que
analiza con ironía las tendencias de la época y censura las obras de mala calidad, con el fin de guiar y
aconsejar al público lector.
En cuanto a su obra de creación, es casi exclusivamente narrativa, a excepción de algunos poemas
juveniles y su drama Teresa (1895), que intenta conjugar la crítica social y el espíritu evangélico, dentro de
una estética de intensa concentración dramática y escenográfica naturalista.
Pese a su brevedad, es su obra narrativa la que le concede un puesto de primer orden en las letras
españolas. Solo escribió dos novelas: La Regenta y Su único hijo, algunas novelas cortas (Pipá, Avecilla, Las
dos cajas, Doña Berta, El Señor…), varios fragmentos novelescos inconclusos y poco más de cien relatos
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breves, publicados en su mayoría en la presa y que recopiló, junto a otros inéditos, en volúmenes
independientes: Pipá (1886), El Señor y lo demás, son cuentos (1893), Cuentos morales (1896) y El gallo de
Sócrates (1901).
4.1.3.1. Las grandes novelas
Su único hijo (1891)
Narra la vida en una pequeña capital de un frustrado matrimonio, cuyas relaciones con los
componentes de una compañía de actores sitúan la acción en un ambiente extraño y degradado. Clarín
juzga duramente la moralidad de la sociedad que retrata, cuyos rasgos, ocultos bajo una máscara de
pseudorromanticismo trasnochado son el egoísmo, la rapacidad, el engaño, la hipocresía y la mentira.
Los personajes viven en la más extrema soledad y se mueven por intereses materiales en un medio
social que condiciona su comportamiento con una mezcla de determinismo naturalista y sensualismo
decadente. El protagonista es un individuo pusilánime que realiza un ímprobo esfuerzo por vencer esa
debilidad y reafirmar su identidad. El personaje oscila entre lo ridículo y lo sublime. Su fuerza de voluntad lo
hace elevarse por encima de la realidad que lo rodea y forjarse un destino propio elegido personalmente.
La importancia en la novela de la voluntad, de la familia, de la infancia, del espíritu religioso, del
tiempo de la memoria, de lo subjetivo, responde a la angustia ante la sociedad, el desarraigo y el miedo al
mundo.
La Regenta (1885)
La Regenta se encuadra dentro de dos modelos típicos de la novela realista: la novela de adulterio,
que tiene como protagonista a una mujer burguesa profundamente insatisfecha y la novela de sacerdote
que narra el conflicto entre la castidad impuesta y el instinto natural.
Los protagonistas de la novela son dos: Ana Ozores y el Magistral, Fermín de Pas. Ambos personajes
tienen en común su desclasamiento: ella, hija de un aristócrata liberal, acaba como esposa del viejo y
ridículo regente de la Audiencia; él, de humilde origen, está escalando a los más altos puestos de poder del
cabildo catedralicio. En los dos se produce una profunda insatisfacción: Ana, frustrada humana y
sentimentalmente en el marco de una ciudad levítica, añorando una madre que no tuvo y un hijo que no
tiene; el Magistral, sometido a la férrea voluntad de su madre y sin meta humana alguna, excepto la
ambición desmedida del poder.
El tercer personaje en importancia es Álvaro Mesía, dirigente liberal de la provincia y tenorio por
excelencia de la misma. Ana termina en manos del insustancial Mesía, con lo que consuma su propia
degradación.
En el fondo, la auténtica protagonista de la novela es la sociedad provinciana en su conjunto. Clarín
disecciona en Vetusta, nombre literario de Oviedo, las mezquindades, frustraciones y pequeñeces de la
sociedad española de la Restauración. Satiriza sin piedad los comportamientos de la clase dominante de la
sociedad canovista: clero, nobles, indianos, burgueses desfilan por sus páginas dando muestras de su
frivolidad, hipocresía, orgullo, mediocridad y miseria moral. La extensa fauna de personajes de la novela
está casi por completo marcada por los mismos rasgos de los protagonistas: frustración, insatisfacción,
sexualidad reprimida. Hay pocos personajes y éstos no tienen la entidad suficiente para cambiar los
derroteros de la sociedad podrida.
La estructura de la novela está muy pensada. Todos los elementos están interrelacionados: reflejan
las relaciones de sus tres personajes y todo se organiza en función de ello. Consta de dos partes simétricas
y bien equilibradas. La primera se desarrolla en tres días y la segunda en tres años. Esta desproporción es
solo aparente, porque en la primera parte se rememoran retrospectivamente muchos años.
Al principio la acción es más lenta, ya que se describen en detalle personajes y ambientes que son
fundamentales para el desarrollo de la novela. La segunda parte es más rápida y dinámica, hasta el
desenlace de la obra.
En La Regenta, es muy importante la influencia del ambiente sobre los personajes, por ello se ha
insistido en su carácter naturalista. En efecto, tanto el mundo exterior (la ciudad en que viven, el ambiente
callejero, las relaciones sociales) como el más próximo a los personajes (su familia, su infancia, su
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formación) los condicionan de modo definitivo. Incluso la naturaleza se relaciona con los movimientos
anímicos de los personajes: la lluvia constante, las estaciones del año…
Dos son las notas dominantes en el ambiente que envuelve a los personajes de la novela: el tedio y la
lujuria. En la cerrada ciudad provinciana todo se repite hasta el aburrimiento, y personas como Ana Ozores
no encuentran más salida a su hastío que el refugio en libros y sueños románticos, perfectamente inútiles
como solución vital. La sexualidad, más o menos reprimida, es la vía de escape de muchas frustraciones.
Objetos, ambientes y personajes parecen rodeados de un halo de erotismo que impregna sus movimientos,
sus conversaciones, sus sueños y sus pensamientos.
Clarín ensaya en esta novela múltiples recursos narrativos. Lejos de las novelas de tesis, el autor deja
hablar a los personajes, que charlan o piensan en alto constantemente. Cada personaje se expresa de
acuerdo a su carácter, formación, nivel social… Muchos están caracterizados por sus tics lingüísticos.
El narrador, en consonancia con los principios naturalistas, se distancia de sus personajes y deja que
ellos mismos vayan construyendo sus historias particulares mediante el uso consciente y reiterado del
estilo indirecto libre. Ello no obsta para que el narrador externo intervenga cuando le interesa, anticipando
acontecimientos, sembrando pistas falsas para intrigar al lector, contraponiendo su visión de la realidad
con la que de ella dan los distintos personajes, etc. No se trata nunca de un tosco narrador omnisciente,
sino que mediante la ironía el autor revela su inteligentísima mirada sobre los seres y las cosas.