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De La Modernidad A La Posmodernidad

El documento aborda la evolución del pensamiento desde la Ilustración hasta la posmodernidad, destacando la influencia de pensadores como Kant, Rousseau, Marx y Nietzsche. Se analizan las transiciones filosóficas a través del Idealismo alemán, el existencialismo y la filosofía analítica, así como la crítica a las estructuras sociales y morales. Finalmente, se menciona la revitalización de la filosofía en España con figuras como Unamuno y Ortega y Gasset.
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De La Modernidad A La Posmodernidad

El documento aborda la evolución del pensamiento desde la Ilustración hasta la posmodernidad, destacando la influencia de pensadores como Kant, Rousseau, Marx y Nietzsche. Se analizan las transiciones filosóficas a través del Idealismo alemán, el existencialismo y la filosofía analítica, así como la crítica a las estructuras sociales y morales. Finalmente, se menciona la revitalización de la filosofía en España con figuras como Unamuno y Ortega y Gasset.
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DE LA MODERNIDAD A LA POSMODERNIDAD

La Ilustración

Este movimiento tiene su origen en Inglaterra -que disfruta desde 1698 de un régimen
político liberal y de una libertad de pensamiento y de expresión superior a la de los
demás países europeos-, pero el espíritu de la Ilustración se extiende rápidamente por
todo el continente y, sobre todo, por Francia, que se convierte en el baluarte de las
nuevas ideas. Es en Francia donde el pensamiento ilustrado va a alcanzar su radicalidad
paradigmática, quedando más al descubierto las posibilidades y límites de este modelo
de pensamiento... El influjo del pensamiento inglés va a ser determinante para la
Ilustración francesa, pero pensadores como Voltaire, Diderot, Montesquieu, Rousseau
son algo más que difusores de ese pensamiento inglés... La Ilustración francesa alcanza
un valor prototípico, convirtiéndose en una especie de vanguardia del pensamiento
europeo de la época.
Las ideas ilustradas suponen, ante todo, una reivindicación del hombre y de todo lo
humano. Bacon, uno de los autores más admirados por los Ilustrados, había hablado del
“advenimiento del reino del hombre”, y ésta es también la meta de los ilustrados, que
aspiran a configurar un mundo iluminado por la presencia del hombre.
Frente al mundo anterior, en que el hombre se encontraba subordinado al poder político
de los regímenes absolutistas y al poder intelectual y religioso de unas iglesias aliadas
con el poder político, los ilustrados -que pertenecen en su mayor parte a la burguesía-
van a proclamar que no existe otra ley que la del pensamiento. Diderot acuña la
metáfora de la luz que dará nombre al siglo: imagina la razón disipando las tinieblas
de la ignorancia y la superstición y dando origen a un mundo más instruido y, por ello,
más virtuoso y feliz. Kant, por su parte, verá en el derecho a pensar por uno mismo la
esencia de la Ilustración.
Por lo que se refiere a la religión, se ha presentado muchas veces a los pensadores
ilustrados como antirreligiosos y ateos, y aunque es cierto que algunos de ellos -los
materialistas- mantienen posiciones negadoras de la existencia de Dios, la mayoría más
que ateos son antieclesiásticos. Pretenden luchar contra todo tipo de prejuicio y
tratan de hacer de la religión algo más amable y más humano, donde no existen las
imposiciones, los dogmas, los fanatismos, ni los procesos inquisitoriales o las guerras de
religión. Para ello, intentan liberarla de la artificiosidad que, en su opinión, adquiere en
las distintas iglesias oficiales. De ahí su defensa de la tolerancia.
Bajo la divisa de la razón, los ilustrados van a tratar de construir un mundo en el que
triunfe la libertad de pensamiento y de conciencia, convencidos de que, únicamente
de esta manera, el hombre podrá vivir con dignidad y aparecerán en su horizonte la
justicia y la felicidad. No son pensadores solitarios preocupados por los grandes
problemas metafísicos, al margen de los problemas sociales de su tiempo. En este
sentido, la ciencia -la ciencia de Newton- pasa a ser el modelo y prototipo del saber,
puesto que es ella la que permite describir el universo, hacer posible su dominio y
extender sus beneficios a toda la humanidad. La idea de progreso en el conocimiento
científico se considera además como paralelo al progreso político moral. Esto en
modo alguno es proposición evidente, como pone de manifiesto el Discurso sobre las
artes y las ciencias de Rousseau, que constituye un poderoso ataque contra ella. El
pesimismo de Rousseau choca frontalmente con el entusiasmo de los demás ilustrados.
Por ello, Rousseau es un ilustrado especial, porque es muy crítico con algunas de las
creencias de los ilustrados. Así, destaca por la importancia concedida a los
sentimientos frente a la razón (con lo cual abre paso al romanticismo), por poner en
cuestión la creencia ingenua según la cual el progreso científico-tecnológico va de la
mano con el progreso moral, por su creencia en el llamado “mito del buen salvaje”,
según el cual los hombres son buenos por naturaleza, pero es nuestra vida social, el
relacionarnos con los demás, lo que nos hace malvados, por su teoría del contrato social,
o por su noción de la voluntad general; su obra se entiende como una alternativa al
liberalismo moderno, claramente individualista.
Entre todos los pensadores destaca Kant porque representa la madurez de la
Ilustración: por un lado, en el ámbito de la teoría del conocimiento, pretende mediar
entre el racionalismo y el empirismo, proponiendo una visión del conocimiento que
tiene en cuenta las aportaciones de ambos (el conocimiento es fruto de la colaboración
entre los sentidos y el entendimiento y la razón) y señala sus insuficiencias (ambos se
equivocan por no tener en cuenta las aportaciones del otro); por otro lado, en lo que se
refiere a la moral, propone una teoría ética novedosa en la historia de la filosofía que
recibe el nombre de ética formal, que se caracteriza por atender no a los contenidos de
los imperativos morales sino a su forma, a la intención que late detrás de nuestras
acciones en cuanto están determinada por el deber y no por cualquier otro motivo ( el
miedo, el interés, el placer, etc.).

La filosofía en el siglo XIX

La filosofía contemporánea comienza con el movimiento conocido con el


nombre de Idealismo alemán, a finales del siglo XVIII, que, partiendo de la filosofía de
Kant, lleva la tesis general del Idealismo a su máxima expresión. El rasgo más
fundamental del idealismo consiste en tomar como punto de partida para la reflexión
filosófica no el mundo exterior o mundo externo, sino lo que llamamos Yo, Sujeto,
Alma, Espíritu o Conciencia. Existen diversos tipos de idealismo, como el idealismo
empírico de Berkeley, el idealismo transcendental de Kant, o el idealismo absoluto de
Hegel, para quien lo verdaderamente real lo constituye el llamado Espíritu Absoluto
(que podemos identificar con Dios), en el que se da una reconciliación entre lo racional
y lo real, entre la filosofía moderna (el sujeto) y la clásica (la sustancia). Esta
reconciliación no es algo dado, sino que se va produciendo a lo largo de la historia.
La filosofía hegeliana dominó el primer tercio del siglo XIX, y el resto de la filosofía de
este siglo puede considerarse como una reacción ante su filosofía. Podemos destacar, en
este sentido, a la filosofía de Marx (1818-1883). Reaccionó contra el idealismo de
Hegel, defendiendo una concepción materialista del hombre, la sociedad y la historia. El
objetivo de Marx era analizar críticamente la sociedad burguesa capitalista, su
modo de producción (concepto marxista que engloba tanto la estructura económica
como los elementos jurídicos, políticos e ideológicos de un sistema social dado en un
momento histórico concreto) y la interpretación teórica que dicha sociedad hace de la
realidad, del ser humano y de su historia, con el fin de conseguir la transformación de
un mundo injusto, desigual y explotador para la mayoría de los seres humanos.
Para Marx, lo que define al ser humano no es la racionalidad o la conciencia, sino el
trabajo, la organización social de las condiciones materiales que aseguren nuestra
reproducción y supervivencia. Las condiciones materiales y económicas en las que
viven los seres humanos determinan su pensamiento y todas sus creaciones culturales
(derecho, arte, ciencia, religión, filosofía, creencias, costumbres, etc.). El cambio en la
historia se explica a partir de los cambios que se producen en la organización económica
de las sociedades. Su filosofía de la historia recibe el nombre de materialismo
histórico.
También podemos considerar antihegeliano a Nietzsche (1844-1900), cuya filosofía
tiene un claro objetivo: afirmar la vida, exaltar los valores genuinamente vitales, que no
es más que resaltar por encima de todo la “voluntad de poder” (que tiene como
precedentes el conatus de Spinoza y la voluntad de vivir de Schopenhauer, el
instinto, la intuición, la fuerza creadora). Esta afirmación vitalista choca frontalmente
con la cultura predominante en Occidente desde hace más de dos mil años, una cultura
que filosófica, científica y religiosamente ha presentado la vida humana como una
realidad de segundo orden, dependiente de otra más verdadera y luminosa que es la
realidad ideal. Por ello su pensamiento es especialmente crítico con la filosofía de
Sócrates y de Platón, verdaderos responsables de haber inventado esa otra realidad ideal
(el Mundo de las Ideas), la religión judeocristiana, que asume el platonismo
distinguiendo esta vida de la “verdadera” vida, la vida que hay después de la muerte, o
la Ilustración, que prolonga esta visión de la realidad, proponiendo Nietzsche frente a
ellos una transvaloración de todos los valores tradicionales.
Finalmente, también en línea antihegeliana se sitúa el pensamiento de
Kierkegaard, precursor de la filosofía existencialista, y que plantean de un modo
radical el problema del sentido de la existencia humana, enfocado desde una perspectiva
individual, subjetiva.

La filosofía en el siglo XX

En el siglo XX encontramos diferentes corrientes filosóficas. Destacamos las


siguientes:
La filosofía analítica, que se caracteriza por su admiración y respeto por las ciencias
naturales y que tiene como objeto principal el análisis del lenguaje. Al hilo de la
reflexión sobre el lenguaje, encontramos dos etapas en este movimiento filosófico: una
primera, que considera que el lenguaje lógico-formal es el adecuado para realizar un
análisis de los grandes problemas de la filosofía, y una segunda etapa, en la que se
renuncia a la búsqueda de ese lenguaje ideal, partiendo para tal análisis del lenguaje
ordinario y de la existencia de una pluralidad de juegos lingüísticos sin privilegiar a
ninguno sobre los demás (así, no es lo mismo el juego de lenguaje de la ciencia que el
de la religión, que el de la moral, etc.). Destacan autores como Russell o Wittgenstein.
Los existencialistas plantean de un modo radical el problema del sentido de la
existencia humana, enfocado desde una perspectiva individual, subjetiva. Las dos
características fundamentales de todas las filosofías de la existencia son, de un lado, la
importancia dada a la subjetividad, intentando recuperar al ser humano en su
singularidad, al ser humano concreto con sus cualidades propias que lo hacen único e
insustituible, y en segundo lugar a la prioridad concedida a la existencia frente a la
esencia, el ser humano no tiene esencia como sí la tienen las cosas, sino existencia, que
se define como proyecto, que será lo que libremente proyecte ser. Destacan autores
como Heidegger o Sartre.
Hacia el segundo tercio del siglo XX se desarrolla un intento de actualización
del marxismo a las nuevas condiciones que presentaba el capitalismo, intentando
explicar por qué las predicciones de Marx acerca de la revolución comunista no se
habían producido, en torno a la llamada Escuela de Francfort. De la segunda
generación de esta escuela destaca J. Habermas, quien, siguiendo los postulados de la
escuela pero atendiendo al giro lingüístico producido en la filosofía, trata de abordar el
tema clásico de la filosofía, el análisis de la razón, postulando la existencia de una
razón comunicativa o dialógica que le permite analizar las patologías (es decir, las
“enfermedades”) de la sociedad contemporánea a la vez que proporciona un camino
para la resolución de los conflictos sociales desde una base kantiana. Su filosofía se
conoce como teoría de la acción comunicativa.
En el siglo XX encontramos también otras corrientes de gran importancia, que
guardan diversas relaciones con las anteriores, como la fenomenología (Husserl), la
hermenéutica (Gadamer, también interesada en el lenguaje), el racionalismo crítico
(Popper), la posmodernidad (Lyotard, Vattimo) o la deconstrucción (Derrida, a
finales del siglo XX).
En cuanto a la filosofía española, habría que decir que en el último tercio
del siglo XIX se revitaliza por el contacto con las filosofías europeas, lo que producirá
sus frutos en los inicios del siglo XX. Destacamos a dos grandes pensadores, Unamuno
y Ortega y Gasset.
Por lo que se refiere a Unamuno, el tema central de su pensamiento es el hombre
concreto, individual, “el hombre de carne y hueso”; señala la incapacidad de la
inteligencia para alcanzar el auténtico conocimiento de lo humano, pues la inteligencia
trabaja con conceptos universales, tiende a la abstracción, prescindiendo de los aspectos
individuales, singularizadores. Así asume la idea de que existe un conflicto insuperable
entre la razón y la vida, pues ambas se necesitan y a la vez se excluyen. Por ello
Unamuno insiste constantemente en la importancia de los elementos no racionales
(sentimiento, deseo, voluntad).
El pensamiento de Ortega y Gasset pasa por diversas etapas, como el objetivismo, el
perspectivismo o el raciovitalismo. Para Ortega, el punto de partida de la filosofía, la
“realidad radical”, no es ni el mundo (como creían los clásicos) ni el yo (como creen
los modernos), sino la co-existencia del yo con el mundo que constituye la vida (“Yo
soy yo y mis circunstancias”, que para entender adecuadamente debemos
contraponerlo al “Pienso luego existo” de Descartes). Ortega defiende no una “razón
pura” sino una “razón vital”, la razón que medita sobre la estructura de la vida misma,
la razón que estudia esa continua improvisación que es la vida. Tampoco existe,
propiamente, el hombre, por lo menos el hombre abstracto, pues el hombre no tiene
naturaleza, sino historia.

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