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La Vacuna Contra La Insensatez

El libro 'La vacuna contra la insensatez' de José Antonio Marina explora cómo desarrollar defensas cognitivas contra la manipulación y la desinformación. Marina argumenta que la inteligencia debe ser entendida no solo como capacidad cognitiva, sino también como un concepto ético que se manifiesta a través de la acción y la bondad. Propone un enfoque de 'inmunología mental' para identificar y combatir las trampas cognitivas y afectivas que afectan nuestra racionalidad.

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La Vacuna Contra La Insensatez

El libro 'La vacuna contra la insensatez' de José Antonio Marina explora cómo desarrollar defensas cognitivas contra la manipulación y la desinformación. Marina argumenta que la inteligencia debe ser entendida no solo como capacidad cognitiva, sino también como un concepto ético que se manifiesta a través de la acción y la bondad. Propone un enfoque de 'inmunología mental' para identificar y combatir las trampas cognitivas y afectivas que afectan nuestra racionalidad.

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La vacuna contra la insensatez

El filósofo José Antonio Marina dedica su nuevo


libro, 'La vacuna contra la insensatez' (Ariel), a
analizar cómo podemos desarrollar defensas
cognitivas frente a la manipulación, los errores y
la desinformación
José Antonio Marina

Fragmento de la portada del nuevo libro de José Antonio Marina

Me interesa que usted sea muy inteligente. Y a usted, que yo lo sea.


Y a ambos que los dos nos comportemos como tales. Ayudar a
conseguirlo es el objetivo de este libro. Está claro que entiendo por
inteligencia algo diferente a lo que miden los test o a lo que utilizan
los timadores. Es otra cosa. Es la gran solucionadora, y eso la obliga
a ir más allá de lo cognitivo, alcanzar el ámbito de la acción y, más
allá de la acción, el de la mejor acción, el reino de lo kalos kai
agathos, de lo verdadero, lo bueno y lo bello. Aunque los psicólogos
:
lo nieguen, al final de su trayecto evolutivo la inteligencia se
convierte en un concepto ético. Por haberlo olvidado, por haber
confundido a los “listos”, que van a lo suyo, con los “inteligentes”,
que aspiran a lo universal, nos debatimos en los dominios de la
estupidez. (…) Que personas poco inteligentes hagan cosas poco
inteligentes es fácilmente comprensible. Lo que resulta difícil de
entender es que personas muy inteligentes hagan estupideces.

En los estudios americanos sobre el tema, aparece como ejemplo el


lío del presidente Clinton con una becaria, que estuvo a punto de
hacerle perder la Presidencia de Estados Unidos. O el caso del
presidente Johnson, cuyo gran objetivo era promover la Gran
sociedad en que todos podrían vivir dignamente, pero se empantanó
en la guerra del Vietnam, que acabó haciéndole perder la
Presidencia y la salud. Un caso especial es el del presidente George
W. Bush, cuya dificultad para atender a razonamientos complejos y
su falta de curiosidad era reconocida incluso por sus colaboradores,
aunque en el test de inteligencia daba una puntuación alta, lo que le
permite a Keith Stanovich ponerle como ejemplo para distinguir entre
inteligencia y racionalidad. Bush tenía a su juicio una inteligencia alta,
pero una racionalidad baja.

Tengo una visión náutica y dramática de la inteligencia. Es un barco


navegando en un mar oscuro y tormentoso, en el que, como dijo el
sentencioso Séneca, “el buen piloto aun con la vela rota y
desarmado, repara las reliquias de su nave para seguir su ruta”.
Tendemos a hablar de la inteligencia y de la razón como si fueran
unas facultades innatas, que aparecieron armadas ya de punta en
blanco como decían los griegos que sucedió a Palas Atenea, la diosa
de la inteligencia, que nació perfecta de la cabeza de Zeus. Con la
inteligencia no sucedió así. No hubo una creación instantánea del
animal racional. Somos el resultado de una larga y azarosa evolución
que nos llevó desde el instinto a la razón, que no obedeció a ningún
:
plan, sino que se hizo a salto de mata, resolviendo los problemas que
las mutaciones genéticas y el entorno, incluido el entorno social,
planteaban. Esa evolución nos ha dotado de una inteligencia
poderosísima pero vulnerable, con puntos ciegos, mecanismos
equivocados, trampas cognitivas y emocionales en las que caemos
irremediablemente, y de las que tenemos que aprender a salir.

Cuando este libro ya estaba a punto de imprimirse, he sentido la


necesidad de detener el proceso para incluir un prólogo de urgencia.
¿Qué suceso me ha incitado a hacerlo? El triunfo de Donald Trump,
sus dos primeros meses de gobierno y su movilización de la
ultraderecha mundial. Sin pretenderlo -y desde luego sin desearlo-
tengo frente a mí un colosal ejemplo de todo lo que he estudiado en
este libro: el éxito de una gigantesca campaña de persuasión
utilizando trucos elementales y tecnología sofisticada. Trump ha
vencido abrumadoramente en el combate de las ideas y de la
comunicación política y seguirá haciéndolo mientras nadie sea capaz
de enfrentarse a él en ese nivel. Las críticas que se reducen a un
insulto -es un loco, es un payaso, un ignorante, solo pretende
enriquecerse- son insolventes. No se han percatado de la
envergadura del fenómeno político que estamos viviendo.

Los obsesos del poder siempre han mentido, pero la situación actual
es nueva. No es que se acepten las mentiras; es que se ha extendido
la idea de que nada puede ser mentira porque nada puede ser
verdad. Si lo que digo no concuerda con la realidad, la culpa es de la
realidad, no mía. La realidad depende de mi poder. No hay ninguna
otra fuente de legitimación.

Los obsesos del poder siempre han mentido, pero la situación


actual es nueva. No es que se acepten las mentiras; es que se ha
extendido la idea de que nada puede ser mentira porque nada
puede ser verdad.
:
La filosofía posmoderna, duramente criticada por el pensamiento
conservador en sus inicios, afirma precisamente eso, que la realidad
no interesa, que todo es discurso, y que quien se adueña del
discurso, se adueña de la realidad. Desde esa perspectiva, todo,
incluida la ciencia, son relatos, meras construcciones sociales. Esa
propuesta aparentemente tan revolucionaria encanta a todos los
autócratas. Para un dictador resulta estupendo que un filósofo le
diga que puede determinar lo que es verdad. Es decir, que la filosofía
posmoderna legitima las mentiras de Trump.

Nos asedian personas que quieren persuadirnos de algo: de que


compremos, votemos, obedezcamos, demos nuestro
consentimiento, amemos, odiemos. Es posible que intenten
convencernos con buenas razones, que tendremos que saber
evaluar, pero lo más frecuente es que utilicen técnicas de persuasión
sofisticadas, que aprovechen nuestras chapuzas evolutivas (…).
Estos fallos de diseño -kluges, bugs, propensiones generalizadas al
error- se caracterizan porque producen ilusiones, sesgos o
evidencias que mantienen su fuerza aunque la razón nos diga que
son falsas. Una persona puede saber que los fantasmas no existen y
seguir teniendo miedo a los fantasmas. Un pacifista puede
emocionarse al ver un desfile militar. Un defensor sincero de los
derechos de la mujer puede mostrar respuestas machistas en el test
de asociaciones implícitas. Los fallos de diseño funcionan como
trampas cognitivas y afectivas que provocan creencias, afectos, y
conductas insensatas. Permiten la entrada en el sistema mental de
cada individuo de agentes patógenos que alteran el funcionamiento
de la inteligencia.

La inmunología mental intenta identificar estos procesos para


poder eliminarlos, si es posible, o, al menos, controlarlos. Para
introducir orden en un terreno selvátivo voy a agrupar las agresiones
externas en tres categorías:
:
-Informaciones falsas: Es el proceso más elemental. Aprovechando
vías de comunicación normales se difunden ideas o noticias falsas
que confunden a la víctima. No se trata de errores involuntarios, sino
de mentiras intencionadamente difundidas.

-Virus mentales: Son mensajes cognitivos o afectivos que


aprovechan las vulnerabilidades de una persona, las chapuzas
evolutivas, las fisuras en la racionalidad, pero con la finalidad
expresa de alterar los sistemas de control. Estos virus debilitan la
autonomía del sujeto suavemente, sin que se percate. La atención
voluntaria es una de sus presas más importantes. Si alguien se
adueña de mi atención, se adueña de mi libertad.

-Marcos de insensatez: Son estructuras más complejas, que


incluyen informaciones falsas, virus, creencias, movilizaciones
emocionales, instituciones sociales, costumbres. Las ideologías son
un buen ejemplo.

A la vista de la frecuencia con que caemos en trampas cognitivas y


afectivas y de los sufrimientos que de ello se derivan, desde hace
muchos años me ronda la idea de elaborar una “vacuna contra la
insensatez”, que nos proteja. No me importa utilizar una analogía
médica, porque una larga tradición emparenta la filosofía con la
medicina. Me remito a Epicuro: “De la misma manera que de nada
sirve un arte médico que no erradique la enfermedad de los cuerpos,
tampoco hay utilidad ninguna en la filosofía si no erradica el
sufrimiento del alma”.

Que personas poco inteligentes hagan cosas poco inteligentes es


fácilmente comprensible. Lo que resulta difícil de entender es que
personas muy inteligentes hagan estupideces.

Tenemos los conocimientos suficientes para elaborar un conjunto de


vacunas que nos doten de un sistema inmunitario eficaz. Unas son
:
generales, y otras están dirigidas a desactivar virus concretos. Este
libro presenta un catálogo de virus y un catálogo de vacunas. Pero el
análisis de la situación nos permite afirmar la existencia de dos
supervacunas, ambas en crisis en este momento: el pensamiento
crítico y la acción ética. La eficacia del pensamiento crítico es fácil
de comprender, pero considerar la acción ética como una
supervacuna merece una explicación.

Expondré mi tesis de una forma estrepitosa, para que llame la


atención: la máxima creación de la inteligencia es la bondad. ¿Por
qué? Porque la bondad no es esa meliflua resignación
sentimentaloide con que quieren confundirla, sino la briosa acción
creadora de la justicia, la genial constructora de la felicidad pública.
La ética no es un aerolito caído de otro mundo para imponer orden:
es el máximo despliegue de la inteligencia práctica. La teleología de
la inteligencia nos lleva en la línea teórica a la ciencia y en la práctica
a la ética. Y la práctica está por encima de la teoría.

Relacionar la inteligencia con la conducta (y no solo con la resolución


de problemas teóricos) supone un cambio esencial en el modo de
considerarla, porque de ser un concepto psicológico necesitamos
ampliarlo hasta convertirlo en un concepto ético. Es una exclusiva de
la inteligencia humana, que así rompe su continuidad con la animal.
Cada vez que desde hace muchos años he dicho que trabajaba en
una teoría de la inteligencia que comenzaba en la neurología y
terminaba en la ética, la mayor parte de mis colegas han mostrado
su irritación o su desconcierto ante lo que consideraban un derrape
injustificado, tal vez fruto de algún tipo de ebriedad benevolente.
¡Qué tendrá que ver la inteligencia con la ética! Creo que no habían
entendido mi proyecto.

Se lo volveré a explicar en formato tuit en cursiva. Todos están de


acuerdo en que una buena definición de inteligencia es su capacidad
:
de resolver problemas. También yo lo estoy, con tal de que esa
afirmación se lleve a sus últimas consecuencias. Los problemas
pueden ser teóricos y prácticos. También estamos de acuerdo. Los
teóricos se resuelven cuando conocemos la solución, mientras que
los prácticos solo se resuelven cuando la ponemos en práctica, que
suele ser lo más difícil. De acuerdo también. Podemos continuar. Los
problemas prácticos más urgentes, universales, comprometidos,
complejos, son los que surgen de la convivencia humana y de la
búsqueda de la felicidad. Si fallamos en esto, lo demás importa poco.
La encargada de resolverlos es la ética. Ahora llega la conclusión
más estrepitosa. La puesta en práctica de las mejores soluciones, es
decir de la ética, es lo que denominamos “bondad”, que es por lo
tanto la máxima manifestación de la inteligencia humana.
Consecuencia: El test definitivo de inteligencia debería ser el test
que midiera la bondad.

Ya está dicho y veo a mis colegas psicólogos cognitivos echarse las


manos a la cabeza o, utilizando una expresión muy antigua,
mesándose los cabellos y rasgándose las vestiduras. Lo siento. ¿No
están de acuerdo con la conclusión? Díganme con qué paso de la
argumentación no están de acuerdo. ¿No es resolver problemas la
función de la inteligencia? ¿No hay problemas teóricos y prácticos?
¿No se solucionan estos mediante la acción? ¿La felicidad no es el
problema que todos queremos resolver? ¿No se encarga la ética de
resolverlo? ¿No es la bondad la realización de la ética?

¿Derechas o izquierdas? Lo importante es acertar en la perspectiva

Si tuviéramos la inteligencia suficiente, si no estamos demasiado


debilitados por los virus culturales que tenemos alrededor,
emprenderíamos una vacunación masiva contra la insensatez. Aún
tengo la esperanza de que lo hagamos.
:
** 'La vacuna contra la insensatez' (Ariel)
llega a las librerías el próximo 7 de mayo.
:

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