CARLOS MARX: BREVE INTRODUCCIÓN A SU PENSAMIENTO
Eduardo Weisz
I) ASPECTOS BIOGRÁFICOS Y CONTEXTO HISTÓRICO
Carlos Marx nació en Tréveris el 5 de mayo de 1818. Esta ciudad
pertenecía a la provincia alemana de Renania, de gran desarrollo
industrial. Su padre era un abogado de origen judío, aunque no
practicante. Federico Engels, con quien Marx compartiría su vida
intelectual y política, nacía dos años más tarde en Bremen, en la misma
provincia, hijo de una importante familia tradicional alemana, con
fábricas textiles en ese país y en Manchester, Inglaterra.
Su país de origen, Alemania, que en rigor sólo se constituiría como
nación unificada recién cinco décadas después de sus nacimientos, no
era ajena a los dos grandes acontecimientos que transformaban
radicalmente el escenario económico, político y social europeo: la
revolución francesa y la revolución industrial. La primera, bajo las
consignas de Libertad, Igualdad, Fraternidad había acabado en 1789 con
el dominio político de la nobleza y el clero –ejercido a través de la
monarquía-, para iniciar el dominio de la burguesía en Francia y,
consecuentemente, impulsar las revoluciones burguesas que a lo largo de
más de un siglo atravesarían a Europa dando al mundo moderno su forma
política.
La revolución industrial, que podemos situar entre fines del siglo
XVIII y principios del XIX, significó la utilización de innovaciones
permanentes que modificaron completamente las bases técnicas de la
producción y las formas de organización del trabajo. Los nuevos tipos
de telares y la máquina de vapor, junto con otras invenciones, dieron
lugar al surgimiento de la gran industria, que progresivamente haría
obsoletos los talleres y las formas artesanales de producción. En el
marco de este proceso tiene lugar la extensión masiva de las relaciones
asalariadas en la producción, es decir, el surgimiento de un nuevo
actor social, el proletariado moderno, que realiza su trabajo a cambio
de un salario, en espacios en los que muy frecuentemente se concentran
centenares de trabajadores en condiciones semejantes.1
1
Es necesario recalcar que tanto el proceso de industrialización como el de las
transformaciones políticas se producen tardíamente en los territorios alemanes, si
se los compara con otras partes del continente europeo. La debilidad de una clase
social dispuesta a reformas políticas, la burguesía, frente a la clase
terrateniente, los Junkers, asociada a la concepción autoritaria del Estado,
Marx termina sus estudios universitarios en jurisprudencia, pero en sus
últimos años de estudio en Berlín dedica mayor atención a estudios
filosóficos. Se vincula a los llamados jóvenes hegelianos, quienes se
abocaban a profundizar en la obra del filósofo alemán Georg Wilhelm
Hegel (1770-1831), sacando de ésta las conclusiones más radicales para
la crítica política y social al régimen dominante. A su vuelta a Bonn,
donde había iniciado sus estudios, Marx se sumará a la redacción de la
Gaceta Renana, de la que participaban varios escritores radicales.
Luego de que la censura prohibió esta publicación, Marx debió mudarse a
Francia donde las posibilidades de expresión eran mucho mayores. Allí
entró en contacto con revolucionarios alemanes y trabajó en la
publicación de los Anales franco-alemanes.
Al poco tiempo de llegar a París, Marx conoció a Engels, quien había
hecho un importante estudio sobre la clase obrera inglesa en el que
Marx encontró grandes coincidencias con sus ideas. Comienza así una
relación intelectual y política que se prolongará por varias décadas,
hasta la muerte de Marx.
En 1844, Marx escribía los que hoy se conocen como Manuscritos
económico-filosóficos, en donde ya se planteaba la importancia del
proletariado en la transformación social, producto de sus condiciones
materiales de existencia en la sociedad moderna.
En los años siguientes, Marx y Engels profundizarían su comprensión del
funcionamiento de la sociedad capitalista y de la explotación del
proletariado por parte de la burguesía, combinando sus estudios con la
actividad política en diferentes círculos.2
En 1847 se funda la Liga Comunista, con grupos de trabajadores e
intelectuales franceses, belgas, ingleses y alemanes. En el marco de
una crisis económica, con crecientes disturbios sociales en la mayoría
retrasan en décadas la modernización alemana y la propia conformación de ésta en
una Nación. Es recién a partir de 1862, cuando el emperador prusiano Guillermo I
nombra como Primer Ministro a Otto von Bismarck, que Prusia desarrollaría
fuertemente la industria. La unificación de Alemania, bajo hegemonía prusiana, se
logra en 1871 luego del triunfo militar de Prusia sobre Francia, proclamándose el
II Reich con Guillermo I como Emperador de Alemania. En este desarrollo
industrial, sobre todo después de la unificación, surgirá en Alemania una
industria poderosa que dará lugar, también, a una clase obrera fuertemente
organizada.
2
Si bien nos detendremos en los conceptos de burguesía, proletariado y
explotación capitalista más adelante, digamos aquí que la burguesía es la clase
social de los propietarios de los medios de producción, es decir, de las fábricas,
los bancos, los grandes comercios, mientras que el proletariado es la clase de los
que sólo poseen su capacidad de trabajo como forma de obtener un ingreso para su
subsistencia. Entre ellos, como veremos, se establece una relación de explotación
por medio del cual la burguesía obtiene sus ingresos a partir del trabajo
realizado por el proletariado.
de los países europeos, esta organización le encarga a Marx y a Engels
que escriban un folleto de divulgación para propagandizar las
conclusiones de sus estudios, naciendo así el Manifiesto Comunista. Si
bien estos estudios estaban aún en sus comienzos, los lineamientos
nodales de la concepción marxista pueden ya encontrarse en esta obra,
cuya cantidad de traducciones y ediciones desde su primera publicación
–febrero de 1848- la convierten en una de las de mayor circulación de
la historia.
En esta obra se destaca el proceso por el cual la burguesía se formó en
el seno del antiguo sistema feudal, cuál fue su papel revolucionario en
la lucha contra ese sistema y el grado sorprendente en que la burguesía
puede desarrollar las fuerzas productivas, las técnicas de producción.
Gracias a este desarrollo, sostenían, se crean las condiciones para que
por primera vez en la historia exista la posibilidad material de
emancipar a la humanidad. Por eso, señalaban, en una nueva sociedad,
comunista, las nuevas técnicas permitirían la producción necesaria para
la satisfacción de las necesidades materiales de toda la humanidad. De
ahí que esa sociedad podría permitir acabar con la lucha entre los
seres humanos.
También describían en este folleto el surgimiento del sector social
capaz de llevar a cabo esa emancipación: la clase proletaria, los
trabajadores asalariados empleados fundamentalmente en la industria. El
Manifiesto Comunista explica el papel de los comunistas en ese proceso
emancipatorio de la humanidad.
Días después de su primer edición, el comienzo de una nueva revolución
en Francia producía la chispa que rápidamente expandió el fuego
revolucionario por la casi totalidad de los países europeos.
Prefigurando las tendencias del capitalismo a hacerse internacional,
tal como fuera dicho en la obra recién aparecida de Marx y Engels, por
primera vez un proceso toma inmediatamente un carácter continental, con
la única excepción de Inglaterra. Es ésta la única oportunidad en que
Marx y Engels participaron directamente en una revolución a través de
sus escritos y de sus actividades en la Liga Comunista.
Al final de este proceso, derrotada la revolución, Marx escribió dos
trabajos de análisis de lo acaecido, La Lucha de Clases en Francia de
1848 a 1850 y El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Es sobre todo en
este último donde aparece con total claridad la riqueza y la
profundidad de los análisis históricos basados en las categorías que
Marx y Engels se encontraban desarrollando.3
Ante el triunfo completo de la reacción conservadora en Europa –1852-,
Marx debió exiliarse en Londres, donde continuó intensamente el estudio
sobre el funcionamiento del modo de producción capitalista,
embarcándose en vastos estudios económicos para lo que sería su obra
más importante, El Capital. Engels, mientras tanto, se instalaba en
Manchester donde durante varios años se encargará de la fábrica del
padre para solventar tanto su actividad teórica y política como la de
Marx.
En 1857-58, comenzarían a desarrollarse conflictos sindicales y
sociales en los países centrales del continente y, a diferencia del
’48, también en Estados Unidos –en este caso ligado a la abolición de
la esclavitud-. Estos desembocarían en las condiciones para que en
1864, por primera vez se forme una organización agrupando a una
importante cantidad de trabajadores y sociedades obreras de diferentes
países: la Asociación Internacional de Trabajadores, conocida también
como Primera Internacional, cuyo Manifiesto Inaugural fue redactado por
el propio Marx.
Durante los años de existencia de la Internacional, entre 1864 y 1871,
Marx combinaría su actividad teórica de preparación de su obra sobre el
capitalismo con una intensísima actividad política en dicha
organización, dirigiendo una de las alas de la misma enfrentada a la
liderada por Mijaíl Bakunin, de tendencia anarquista.
En 1871, luego de la derrota francesa en la guerra con Prusia, los
obreros de París conquistaban el poder, constituyendo el primer Estado
en la historia dirigido por los trabajadores, La Comuna, hasta ser
salvajemente reprimidos luego de dos meses y unos días. Marx, sin
participación directa en ese proceso, realizó un análisis del mismo en
La Guerra Civil en Francia.
Unos años antes, en 1867, Marx había logrado terminar el primer tomo de
su obra más decisiva, cuyo título completo es El Capital. Crítica de la
economía política. Mientras tanto, continuaba sus estudios para el
segundo y tercer tomo. Las condiciones precarias de su existencia, sin
embargo, debilitarían mucho sus últimos años, sin permitirle acabar con
su proyecto. En marzo de 1883, Marx muere dejando una enorme cantidad
3
Desarrollaremos más abajo los distintos niveles de análisis que utiliza Marx,
con lo que quedará claro la complejidad de sus análisis sobre procesos concretos y
específicos.
de manuscritos desordenados que, sólo luego de 11 arduos años, Engels
lograría terminar de publicar. Es decir que la forma final del segundo
y tercer tomo de El Capital fue dada en realidad por quien fuese su más
estrecho compañero. Engels, un año después de publicar el tercer tomo,
muere en 1895 luego de varios años de muy prolífica actividad teórica y
política, ésta última al calor del surgimiento del primer partido
obrero de masas basado en las doctrinas elaboradas por Marx y por él
mismo, la socialdemocracia alemana.
II) ANÁLISIS DE LA METODOLOGÍA MARXISTA
El método de análisis marxista
Plantearemos en este apartado algunos elementos básicos sobre la
metodológía utilizada por Marx para analizar la sociedad.
Comencemos diciendo que el pensamiento de Marx sólo puede situarse en
el mundo moderno, en el que la filosofía había absorbido
definitivamente los principios de la burguesía en ascenso. La razón era
su consigna crítica y con ella combatía todo los resabios conservadores
con los que se obstaculizaba el desarrollo político y económico
burgués. La racionalidad, como se expresaba en el pensamiento
ilustrado, lleva implícita la no aceptación de límites dados por un
orden preestablecido, arbitrario, pues el hombre se sabe ahora capaz de
emplear sus capacidades para satisfacer sus deseos. Esto significa el
intento de controlar más eficientemente la naturaleza para sus propias
necesidades, pero también el de organizar la sociedad de modo que
permita el libre desarrollo de los individuos.
A su vez, la razón realza lo que tienen en común los seres humanos, en
tanto que sujetos pensantes, poniendo en cuestión los privilegios
aceptados en las formas sociales y en los sistemas filosóficos
anteriores.
Partiendo, entonces, de los avances del pensamiento que lo precedieron,
Marx tomará especialmente la concepción dialéctica de la filosofía de
Hegel. Señalaremos muy brevemente algunos elementos que conforman el
método dialéctico.
La dialéctica ve a la realidad social como algo en movimiento, es decir
que los análisis de la misma deben reflejar la dinámica de los
fenómenos: de dónde proceden y cuáles son sus tendencias de desarrollo.
De ahí que para analizar una sociedad determinada, ésta debe ubicarse
históricamente, debe entendérsela como parte de un proceso.
Para la dialéctica, los fenómenos económicos y sociales deben
comprenderse como partes de una totalidad integrada, no en forma
aislada. Estas partes se conectan entre sí de un modo muchas veces
contradictorio, es decir que en su desarrollo chocan entre sí. Esos
choques motorizan el desarrollo de la totalidad, es decir, de la
sociedad, cuyas tendencias aparecen así explicadas a partir de sus
contradicciones internas.
Los cambios permanentes transforman más o menos profundamente aspectos
de la sociedad. Estos cambios producen nuevas tensiones y
contradicciones, las que ante ciertas condiciones, mediante un proceso
revolucionario, llevan a cambios radicales que dan lugar a una nueva
forma social, la que será sujeta a nuevas contradicciones y nuevos
movimientos.
Un aspecto central del método de Marx es el carácter de las
contradicciones que actúan como motor del movimiento de la historia. En
la dialéctica de Hegel, las contradicciones actúan en el mundo de las
ideas, siendo la realidad material y externa, sólo manifestaciones de
lo pensado. Por eso, la filosofía hegeliana se enmarca en las
corrientes idealistas. Para Marx, las ideas son producto de la realidad
material. Esta realidad, en parte producida por la actividad humana, se
representa en la mente humana a través de múltiples mediaciones. Esta
concepción, materialista, parte entonces de evaluar las tendencias
presentes en una sociedad dada enfatizando en las condiciones
materiales presentes en ella. Un análisis idealista, en cambio, tiende
a entender la realidad a partir de las ideas desarrolladas por tal o
cual pensador; esas ideas dan, en esa concepción opuesta al marxismo,
forma al proceso histórico.
Como lo expresara Marx en el célebre Prólogo a la Contribución a la
Crítica de la Economía Política (1859):
El modo de producción de la vida material condiciona el proceso
de la vida social, política e intelectual en general. No es la
conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el
contrario, es su ser social el que determina su conciencia.
En Marx, la comprensión de una realidad no se puede limitar al plano
teórico. El investigador social no es ajeno a su objeto de estudio, y
su misma conciencia está determinada también por sus condiciones
materiales de existencia. El análisis de los mecanismos que dan vida a
la sociedad es inseparable de la práctica política. No se puede
interpretar al mundo en su movimiento sin comprometerse en su
transformación. Tal como hemos visto, la vida de Marx ha estado signada
por esta posición metodológica, combinando permanentemente la actividad
teórica con la actividad política y la intervención en favor de la
emancipación de los trabajadores.
Otro aspecto característico del método marxista es la distinción,
heredada también de Hegel, entre apariencia y esencia. El sentido mismo
de la ciencia es para Marx, el trascender la forma en la que se
manifiestan los fenómenos sociales o de otro tipo, para dilucidar sus
relaciones internas. Es decir, no ceñir un análisis a la apariencia de
lo que se quiere comprender, sino que indagar en su profundidad,
buscando las leyes que gobiernan sus movimientos. Sin embargo, esta
distinción debe interpretarse no como si la apariencia fuera una mera
cáscara, intrascendente para comprender un fenómeno, pues es parte de
su esencia el que se manifieste en una determinada apariencia y no en
otra.
Marx critica al pensamiento vulgar por tomar la apariencia de las cosas
por el fenómeno mismo, por no trascender su forma inmediatamente
visible para rastrear lo que le subyace, pero sin pensar por ello que
esa forma visible es puramente contingente. El análisis debe intentar
explicar por qué sus tendencias internas encontraron específicamente
esa, y no otra, forma de manifestarse. Ambos, apariencia y esencia,
deben poder explicarse como producto de una investigación.
Modo de producción, formación económico-social y análisis
histórico-concreto
La relación entre lo concreto y lo abstracto es fundamental para la
comprensión del método de Marx. El análisis de cualquier realidad
social, concreta, que busque comprenderse debe atravesar una etapa de
abstracción.4 Esto puede verse en el planteo que Marx hace en la
Introducción a la Crítica de la Economía Política:
Parece que el buen método consiste en comenzar por lo real y lo
concreto, que constituyen la condición previa efectiva, y por
consiguiente, en economía política, por ejemplo, por la
4
Señalemos que, según el Diccionario de la Real Academia, abstraer es “separar
por medio de una operación intelectual las cualidades de un objeto para
considerarlas aisladamente…”.
población, que es la base y el sujeto de todo el acto social de
producción. Sin embargo, si se mira más de cerca, se advierte
que ese es un error. La población es una abstracción si se
omiten, por ejemplo, las clases de que está compuesta. Estas
clases son, a su vez, una frase hueca si se hace caso omiso de
los elementos sobre los cuales se basan: por ejemplo el trabajo
asalariado, el capital, etc. Estos suponen el intercambio, la
división del trabajo, los precios, etc. El capital, por ejemplo,
no es nada sin el valor, sin el dinero, los precios, etc. Por lo
tanto, si se comenzara de esa manera por la población, se
tendría una representación caótica del todo y, mediante una
determinación más precisa, mediante el análisis, se llegaría a
conceptos cada vez más simples; de lo concreto figurado se
pasaría a abstracciones cada vez más tenues, hasta llegar a las
determinaciones más simples. A partir de ahí sería preciso
rehacer el camino hacia atrás, hasta llegar finalmente, de
nuevo, a la población, pero ahora ésta ya no sería la
representación caótica de un todo, sino una rica totalidad de
determinaciones y de numerosas relaciones. (…) Lo concreto es
concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, y
por lo tanto unidad de la diversidad. (…) El primer proceso ha
reducido la plenitud de la representación a una determinación
abstracta; con el segundo, las determinaciones abstractas
conducen a la representación de lo concreto por el camino del
pensamiento.5
En otras palabras, Marx nos indica que los fenómenos concretos que
observamos están determinados por múltiples variables. Así, nuestro
objeto de estudio es en realidad la resultante de un caótico cúmulo de
tendencias. Es necesario separar cada una de ellas y analizarlas en
forma independiente, como abstracciones, para después poder retornar al
fenómeno estudiado pero entendido ahora como la síntesis de todas esas
determinaciones abstractas. Sobre este nuevo concreto, el producto de
nuestra elaboración intelectual, sí sabemos ahora las fuerzas internas
que le dan existencia, sus contradicciones y por lo tanto sus
tendencias.
5
Marx, Carlos: Introducción a la crítica de la economía política. Anteo, Buenos
Aires, 1974. p. 41 y ss.
Lo observable, aquello que para Comte constituía lo positivo y a partir
de lo cual se construía el conocimiento, debe ser visto, según Marx,
como algo intrínsecamente contradictorio, como algo en lo que confluyen
múltiples determinaciones. El proceso de abstracción, entonces, permite
entender esas determinaciones, pero en sí no basta para conocer un
hecho concreto: es necesario volver a lo concreto pero conociendo ya
las tendencias que ese hecho a conocer lleva en su interior. Así se lo
puede aprehender, entonces, como el producto de esas tendencias –cada
una con su importancia específica-, y comprender así su dinámica
histórica, su movimiento. Por eso, sintetizando, el método de análisis
social de Marx parte de lo concreto, atraviesa un momento abstracto y
retorna a lo concreto pero ya como producto de múltiples
determinaciones.
La relación entre lo concreto y lo abstracto puede observarse al
analizar los diferentes tipos de análisis que el marxismo hace de las
sociedades. El Capital, la obra fundamental de Marx, es, como
señalamos, un análisis de la sociedad capitalista. Su objeto de
estudio, el modo de producción capitalista, es en realidad una
abstracción, pues en ninguna sociedad real, concreta, y menos aún
cuando esta obra fue escrita, la producción de bienes materiales se
efectúa en una forma social única. Siempre coexisten distintos tipos de
relaciones de producción. Sin embargo, no es posible comprender, por
ejemplo, la dinámica de una sociedad del mundo moderno si no se
analizan las implicancias para su desarrollo de las tendencias
específicas que se derivan de su componente capitalista, aún cuando
éste no exista en forma pura, pues imprime sus características sobre
los restantes tipos de relaciones de producción existentes.
Al referirse a sociedades específicas, Marx utilizará el concepto de
formación económico-social. Al hablar de ésta se consideran no
solamente las tendencias propias del modo de producción dominante, sino
que también las características que le imprimen a la sociedad otros
modos de producción existentes, en muchos casos, resabios de sociedades
anteriores o gérmenes de futuras. El estudio de una formación
económico-social, entonces, se aproxima más a la estructura real de la
sociedad, concreta, pues sintetiza diferentes tendencias con sus
especificidades, dando lugar así a un análisis más rico y profundo de
ella.
Así, por ejemplo, una investigación actual sobre la formación
económico-social de una provincia argentina debería estudiar las
relaciones productivas capitalistas, pero también otras no
caracterizadas por el pago de un salario al productor directo, por
ejemplo, el arriendo de tierras a campesinos que pagan dicho arriendo
con lo que producen en la tierra. En otros sectores de la economía
habrá formas artesanales que también deben integrarse al análisis. Una
descripción de esa formación económico-social debe dar cuenta de esa
diversidad, de ese entramado complejo que conforma la estructura
social. Sin embargo, la importancia del análisis del modo de producción
es que sólo partiendo del carácter capitalista del país, es decir, de
la relación social de producción dominante, pueden entenderse las
tendencias a las que están sujetas esas relaciones sociales no
capitalistas. A través del mercado, de la competencia, de la compra de
insumos, las relaciones capitalistas tiñen, condicionan y restringen
otras relaciones de producción simultáneas.
En los análisis de procesos histórico-concretos, como el que realizó
Marx sobre las revolución de 1848 en Francia, la investigación toma las
tendencias fundamentales dadas por el modo de producción, contempla
otros modos de producción con implicancias en la dinámica social y
política francesa, pero se centra también en los múltiples aspectos que
hacen a la situación social y política concreta: las tradiciones de las
distintas clases, la historia política reciente, los estados de ánimo
de los distintos estratos, e incluso las características personales de
algunos dirigentes. Esto da lugar a un análisis que combina cada una de
estas determinaciones, abstractas en sí mismas, lo que le permite
presentar una sociedad concreta en su complejidad, como síntesis de
múltiples determinaciones. Este nivel de análisis, el
histórico-concreto, recupera y articula los momentos abstractos del
análisis para poder comprender un proceso concreto en sus
especificidades.
Infraestructura, estructura y superestructura de la sociedad
Los aspectos que forman parte de una sociedad concreta pueden, en el
análisis marxista, clasificarse en tres partes relacionadas entre sí.
Todas las sociedades de todos los tiempos han debido proveerse de
insumos para su subsistencia y reproducción. La provisión de alimentos,
vestimenta o vivienda, por señalar los más básicos e indispensables, ha
sido un requisito ineludible de cualquier forma social.
El aspecto decisivo en toda sociedad, para el marxismo, es la forma
social bajo la cual se han producido esos y otros insumos. Las
relaciones sociales de producción conforman la estructura de la
sociedad, su característica más determinante. Esto es lo que hace del
marxismo una filosofía materialista.
Por eso, cualquier análisis de una sociedad debe comenzar por entender
bajo qué relaciones sociales se produce, si la principal relación
social de producción es, por ejemplo, entre propietarios de las
empresas y productores directos que reciben un salario de los primeros.
O, como en la esclavitud, entre productores directos cuya vida, de
conjunto, pertenece a otros, y esos otros: sus dueños. En toda sociedad
suelen coexistir diferentes relacione sociales de producción, aunque
una de ellas sea dominante y tienda a imponerse.
La estructura de la sociedad, no obstante, debe ser compatible con el
grado de desarrollo de las fuerzas productivas, lo que Marx denomina la
infraestructura de la sociedad. Ésta está asociada directamente a la
evolución de las técnicas de producción, de los instrumentos con los
que el ser humano cuenta para producir, de los conocimientos que ha
alcanzado y puede volcar a la producción. La relación social
capitalista, por ejemplo, se corresponde con el desarrollo de la
industria, y sólo con ésta puede constituirse en la relación social
dominante. El mayor o menor avance en la forma de producir fija límites
a las relaciones sociales posibles. Así, señala Marx, la esclavitud era
compatible con un tipo de arado, pero al desarrollarse nuevas técnicas
de arar la tierra, esa relación social no permitía aprovecharlas,
convirtiéndose en una presión para que la sociedad tome otra forma
social, en este caso la del feudalismo.
Por otro lado, las relaciones sociales de producción, la estructura,
debe también corresponderse con las instituciones y las ideas de una
época. El Estado, y las instituciones políticas en general, junto a la
justicia constituyen la superestructura jurídico-política de una
sociedad. Las ideas, creencias, valores, su superestructura ideológica.
Una sociedad en cuya estructura priman las relacione sociales
capitalistas, necesita de un Estado al servicio de esas relaciones, una
justicia que las valide y les de legitimidad, e ideas, valores y
creencias religiosas que les den sustento.
Estos tres aspectos de la sociedad constituyen una totalidad integrada.
Un cambio en alguna de estas partes produce una tensión que debe
resolverse o bien en un cambio social, un cambio en la estructura, o
bien en la destrucción de los factores que vulneraron esa estabilidad.
Si en una sociedad capitalista se desarrolla una ideología que
cuestiona el capitalismo, ésta debe ser atacada y reprimida, o, si el
resto de las partes que componen la sociedad está maduro, dar lugar a
una nueva estructura social y a los cambios revolucionarios que ésta
implica.
Cabe destacar que el análisis de la relación entre estos tres aspectos
de la sociedad no debe de ningún modo entenderse en forma mecánica.
Pese a la preeminencia de la estructura en el análisis marxista, la
base material de la sociedad, ésta de ningún modo implica una
perspectiva lineal según la cual todo en la sociedad deba ser explicado
a partir de la estructura. La superestructura tiene su lógica propia,
condicionada por la estructura pero de ningún modo reducible a ésta.
Las ideas de una sociedad, por ejemplo, no son un mero epifenómeno de
las relacione sociales. Del mismo modo, si la infraestructura es la
base sobre la que se asienta la estructura de la sociedad, los cambios
en la estructura modifican con frecuencia fuertemente esa
infraestructura. Las relacione sociales comunistas, por caso,
permitirían para Marx un desarrollo descomunal de las fuerzas
productivas.
Partiendo de la preeminencia de la base material de la sociedad,
infraestructura, estructura y superestructura tienen entre si una
relación de mutua interdependencia y la forma en la que se entrelazan
entre sí debe ser estudiado en cada caso histórico-concreto.
El devenir histórico de la sociedad
Como señalamos, el concepto de modo de producción describe de modo
abstracto una sociedad. La historia de las sociedades es analizada
desde el marxismo como una sucesión de distintos modos de producción,
en los que las contradicciones internas de cada uno dieron lugar a
cambios cualitativos que modificaron completamente la estructura de la
sociedad y la sociedad en su conjunto.
Los inventos, los desarrollos técnicos, los cambios en la forma de
trabajar, las luchas entre sectores sociales con intereses
contrapuestos, originan las contradicciones que llevan a la transición
entre modos de producción.
En la historia europea, el comunismo primitivo fue el modo de
producción dominante en los orígenes de la civilización. Se caracterizó
por la propiedad colectiva de los medios de producción –la tierra y las
rudimentarias herramientas que s eutilizaban-, y la distribución
igualitaria del producto. A éste le siguió el modo de producción
esclavista, es decir, masas de esclavos que pertenecían a sus dueños, a
los que debían obediencia y para los que trabajaban. Las civilizaciones
griega o romana son ejemplos de sociedades en las que el modo de
producción esclavista fue dominante. A éste le siguió el feudalismo, en
el cual el señor disponía de siervos quienes, a cambio del usufructo de
una parcela de tierra para alimentar a su familia, trabajaban la tierra
del señor entregándole sus productos para su consumo e intercambio.
Este es el modo hegemónico durante la Edad Media.
La generalización del comercio, el surgimiento de las ciudades
modernas, y la imposibilidad de aumentar la productividad bajo estas
relaciones sociales llevaron a la crisis del modo feudal, dando lugar
al capitalismo. Este proceso es analizado por Marx en El Capital,
mostrando los siglos de transformaciones técnicas, económicas,
sociales, políticas, jurídicas, militares y culturales que implicó.
El sistema capitalista, luego de siglos de transformaciones en las
sociedades tradicionales, se consolida recién a mediados del s. XIX.
Desde entonces ha sufrido enormes cambios, pero manteniendo su
característica específica, la propiedad de los medios de producción en
manos de los burgueses, por un lado, y por el otro los proletarios,
asalariados libres que venden a los capitalistas su capacidad de
trabajo durante una determinada cantidad de horas diarias.
Sin embargo, es necesario advertir que de ningún modo Marx tenía en
mente una concepción histórica de etapas sucesivas por las que
necesariamente debían pasar todas las sociedades. Esto lo diferencia
claramente de la concepción positivista, para la cual todas las
sociedades atraviesan los tres estadios planteados por Saint-Simon o
Comte. Un ejemplo de la concepción marxiana al respecto es la posición
que desarrolla Marx pocos años antes de su muerte en discusión con
revolucionarios rusos que acuden a su ayuda para pensar su intervención
en la Rusia de los zares con el objetivo de impulsar el socialismo. En
base a la estructura agraria rusa –parcialmente basada en la producción
comunal-, Marx consideraba que en dicho país podría pasarse
directamente de la forma feudal dominante a una sociedad comunista, es
decir, sin atravesar una etapa capitalista. Nuevamente, el momento
abstracto de pensar la historia no sustituye el análisis concreto de
cada sociedad y de las condiciones realmente existentes en ella. Si
históricamente la crisis de las sociedades feudales dio lugar al
surgimiento de sociedades capitalistas, cada realidad debe ser
estudiada en sus múltiples determinaciones y sólo el análisis
histórico-concreto permite aprehender una sociedad en su singularidad.
Las clases sociales
Para Marx, en el análisis de una sociedad resulta esencial partir de
las clases sociales que la conforman. Para comprender los movimientos
de las sociedades a lo largo de la historia es fundamental, entonces,
entender las distintas clases sociales que intervienen.
El concepto de clase social, estando permanentemente presente en toda
su obra, no fue sin embargo sistematizado por Marx en ninguna de sus
obras. Engels, quien como vimos dio forma a los tomos II y III de El
Capital, puso al final del último tomo unos fragmentos inconclusos en
los que Marx se proponía contestar explícitamente qué es una clase
social. En éstos, Marx sólo señala que una clase no debe identificarse
con aquellos cuyos niveles de ingreso son similares, ni con los
individuos que realizan una determinada actividad, por ejemplo los
médicos, o los trabajadores metalúrgicos.
Hemos visto como para este autor lo fundamental para comprender una
sociedad es el modo en el que en ella se produce. La producción de los
medios de subsistencia responde a una necesidad biológica del ser
humano en cualquier época. Los economistas clásicos habían planteado ya
la importancia del trabajo en la vida humana, en tanto que permite
satisfacer las necesidades básicas. Marx destacará, a diferencia de
dichos economistas, el carácter social del proceso por el cual los
hombres satisfacen esas necesidades. Toda sociedad se basa en
determinadas relaciones que se establecen en dicha producción, sin
asociarse de algún modo los individuos no pueden producir lo que
necesitan.
Lo que dividirá a todas las sociedades en clases será para Marx la
propiedad de los medios de producción, sean éstos tierras, maquinarias
o –como durante la esclavitud- hombres. Para analizar las diferentes
sociedades será central entonces determinar quienes son los
propietarios de los elementos que se requieren para la producción.
Así tendremos en la sociedad moderna, industrial, por un lado la clase
burguesa, propietaria de los medios de producción, y por otro lado el
proletariado, quien sólo posee su propia capacidad de trabajo para
vender al burgués. En la sociedad feudal, predominantemente campesina,
tendremos por un lado a los señores feudales, dueños de la tierra, y
por otro a los siervos, los que sin posesiones, debían trabajar las
tierras del señor feudal para obtener de este modo un ingreso para sí
mismos y sus familias.
Como podemos ver, este análisis de la sociedad nos da un modelo
básicamente dicotómico. En el Manifiesto Comunista, por ejemplo,
folleto destinado a difundir las ideas más generales de los comunistas,
la sociedad se explica con este modelo dicotómico.
Sin embargo, este concepto de clase social en Marx tiene un alto grado
de abstracción. Debemos recordar aquí lo planteado sobre el método de
este autor en cuanto a la relación entre lo abstracto y lo concreto.
Así como un análisis más abstracto permite ver las grandes tendencias
de la sociedad, en las que las dos clases fundamentales son las que
intervienen –modelo dicotómico-, un análisis más concreto deberá
analizar otras clases o sectores de clases cuyos intereses pueden ser
diferentes. Al hacer un análisis de una sociedad específica, se deberán
identificar los diferentes sectores de la burguesía que intervienen,
analizando diferenciadamente los intereses de, por ejemplo, la
burguesía agraria –dueña de las tierras-, la burguesía industrial
–dueña de las fábricas-, o la burguesía financiera –dueña de los
bancos-. Sus intereses, y las políticas por las que pugnan pueden ser
efectivamente diferentes pues lo que beneficia a un sector,
probablemente sea en desmedro de la situación de la otra. Así, en
análisis histórico-concretos, Marx analizará cada clase y cada sector
de clase entendiendo sus características específicas.6
Entre los analistas y continuadores de la obra marxiana es frecuente
destacar otra distinción, la que ha dado lugar a importantes
discusiones teóricas entre los marxistas del siglo XX. Como se ha hecho
notar en dichas discusiones, Marx se ha referido al concepto de clase
de dos formas diferentes. Si centralmente, como hemos visto, la clase
se define por la relación con los medios de producción, hay pasajes de
su obra en el que la pertenencia a una clase tiene también otra
connotación. Se suele llamar clase en sí al concepto de clase que sólo
denota la propiedad o no de los medios de producción.7 Cuando se habla
6
No obstante, cabe señalar aquí lo que desarrollamos al referirnos a lo concreto
y abstracto en el análisis marxiano. El análisis concreto de las clases sociales
en una sociedad dada no anula el modelo dicotómico: éste presenta las clases
fundamentales de la sociedad y por lo tanto su contradicción principal, la que
tiñe todas las otras relaciones entre clases en dicha sociedad. El análisis
concreto, también aquí, incorpora el momento abstracto del proceso de análisis.
7
Así, por ejemplo, en la sociedad capitalista lo que define a la burguesía y al
proletariado en tanto que clases en sí, es la propiedad de los medios de
producción y su carencia respectivamente. En el feudalismo, la propiedad de la
tierra separará a los señores feudales de la servidumbre; en el modo de producción
esclavista la propiedad del principal medio de producción –los esclavos-, define
de clase para sí, en cambio, se quiere referir a una clase en la que
sus miembros reconocen una posición social compartida, así como un
interés común y contrario al de otras clases. Es decir que este
concepto aparece determinado por la conciencia que tiene una clase del
lugar que ocupa en la sociedad. Así, se puede ser miembro de una clase
en sí sin ser consciente de ello, aún cuando esta pertenencia influya
indudablemente en la situación social, en las ideas y en las acciones
de dichos miembros. Esta distinción resultará esencial, obviamente, en
el análisis concreto de las actitudes políticas de una clase, pues de
su consciencia de su situación de clase dependerá el tipo de acciones
concretas que encararán en un determinado momento.8
Podemos observar esta última concepción de clase social en el análisis
pormenorizado que Marx realizó en 1852 sobre el proceso revolucionario
que se había abierto en Francia en 1848 y que culminaría con la
proclamación de Luis Bonaparte, sobrino de Napoleón, como emperador.
Allí, Marx enfatizará los distintos aspectos –económicos, culturales,
religiosos, entre otros- de los principales sectores sociales que
intervinieron en ese proceso. Desde esa perspectiva, central para
entender el comportamiento político de esos sectores, Marx analizará en
El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte a los campesinos del siguiente
modo:
Los campesinos parcelarios forman una masa inmensa cuyos
individuos viven en idéntica situación, pero sin que entre ellos
existan muchas relaciones. Su modo de producción los aísla a
unos de otros, en vez de establecer relaciones mutuas entre
ellos. Este aislamiento es fomentado por los malos medios de
comunicación de Francia y por la pobreza de los campesinos. Su
campo de producción, la parcela, no admite en su cultivo
división alguna del trabajo ni aplicación ninguna de ciencia; no
admite, por tanto, multiplicidad de desarrollo, ni diversidad de
talentos, ni riqueza de relaciones sociales. Cada familia
campesina se basta, sobre poco más o menos, a sí misma, produce
la pertenencia a la clase de los esclavos o a la de sus dueños. En cada caso,
entonces, el concepto de clase en sí está determinado por las relaciones sociales
que se constituyen a través de la propiedad de los instrumentos centrales que se
utilizan en la producción.
8
Para analizar por lo tanto una situación política concreta, en un lugar y
momento determinado, resultará decisiva esta concepción de clase pues de un sector
social que desconoce, por ejemplo, que es explotado por otro no cabe esperar
acciones revolucionarias que cuestionen su explotación.
directamente ella misma la mayor parte de lo que consume y
obtiene así sus materiales de existencia más bien en intercambio
con la naturaleza que en contacto con la sociedad. La parcela,
el campesino, y su familia; y al lado otra parcela, otro
campesino y otra familia. Unas cuantas unidades de éstas forman
una aldea, y unas cuantas aldeas un departamento. Así se forma
la gran masa de la nación francesa, por la simple suma de
unidades del mismo nombre, al modo como, por ejemplo, las
patatas de un saco forman un saco de patatas. En la medida en
que millones de familias viven bajo condiciones económicas de
existencia que las distinguen por su modo de vivir, sus
intereses y su cultura de otras clases y las oponen a éstas de
un modo hostil, aquéllas forman una clase. Por cuanto existe
entre los campesinos parcelarios una articulación puramente
local y la identidad de sus intereses no engendra entre ellos
ninguna comunidad, ninguna unión nacional y ninguna organización
política, no forman una clase. Son por tanto, incapaces de hacer
valer su interés de clase en su propio nombre ...9
Como se puede observar en esta cita, en el análisis histórico concreto
que Marx realiza sobre el campesinado en esta etapa, la idéntica
situación objetiva en relación a los medios de producción no alcanza
para caracterizarlo como una clase, pues carece de la conciencia de sus
intereses comunes y por lo tanto no actúa en consecuencia. Es decir que
esta utilización por Marx del concepto de clase –enfatizando el aspecto
subjetivo- alude a otras características de una clase que las vistas
en, por ejemplo, el Manifiesto Comunista, en donde lo decisivo era el
lugar objetivo frente a los medios de producción.
Señalemos, por último, que, como destaca Marx, en la sociedad
industrial moderna centenares de obreros trabajan en iguales
condiciones dentro de una fábrica, o transitan entre diferentes
empresas en las que experimentan situaciones similares, y viven en
barrios urbanos que agrupan a millones de trabajadores que viven en
condiciones muy parecidas. Estas iguales condiciones de existencia de
los trabajadores generan costumbres afines, valores similares, una
cultura en común. Para el marxismo, esto favorece enormemente las
posibilidades de que los obreros sean conscientes de su situación de
9
Marx, Carlos: El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Ediciones en Lenguas
Extranjeras, Pekín, 1978. p. 129 y ss.
clase y extraigan de las mismas conclusiones políticas. Es decir que el
proletariado moderno está en inmejorables condiciones de devenir una
clase para sí. Esta perspectiva permitió a Marx plantear que, a medida
que se desarrollaba el sistema capitalista, se desarrollaba también
quien sería el encargado de enterrarlo, el proletariado. Debemos
detenernos ahora, para comprender esta apuesta de Marx, en la lógico de
funcionamiento del sistema capitalista.
III) EL MODO DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA
En los modos de producción anteriores al capitalismo, la apropiación
del trabajo de los esclavos o de los siervos por parte de los sectores
sociales dominantes se justificaba por medio de atributos religiosos o
tradicionales, apoyados en el control militar de la sociedad por parte
de los dueños de las tierras.
La dominación de la burguesía, en cambio, se caracteriza por la
contratación formalmente libre de los trabajadores por parte de los
dueños de los medios de producción, es decir, de las fábricas o de las
tierras. En el capitalismo desarrollado nadie está jurídicamente
obligado a trabajar. A su vez, el individuo que trabaja es formalmente
libre como para optar entre las posibilidades existentes en el mercado
para hacerlo. Las relaciones que se establecen en la producción
difieren fuertemente, entonces, de la de las sociedades anteriores,
pues la coacción que obliga al individuo a trabajar es puramente
económica.
Marx va a desarrollar, especialmente en El Capital, los mecanismos por
los cuales también a los trabajadores en el capitalismo se les quita
una parte de su trabajo, que es la que va a constituir la ganancia de
los dueños de las empresas, aun cuando no medie una coacción física,
jurídica o religiosa. Desarrollaremos brevemente, entonces, los
mecanismos a través de los cuales esto sucede.
Históricamente, la posibilidad que una parte del trabajo humano sea
apropiada por un sector de la sociedad implica la existencia de un
excedente. En las primeras etapas de la vida social la infraestructura,
las técnicas y la organización productiva, tenía un grado de desarrollo
tan bajo que el trabajo de todos los integrantes de la comunidad era
necesario para que el producto alcance a cubrir su propia manutención,
por lo que todos los miembros debían ser productores. Sólo a partir de
la experiencia acumulada por generaciones de productores, a través de
descubrimientos e inventos, pudo mejorar la productividad del trabajo.
Es decir que sólo a partir del desarrollo de las fuerzas productivas
esa comunidad pudo comenzar a producir más de lo estrictamente
necesario para su mantenimiento, lo que abrió a su vez la posibilidad
de que un sector pueda quedar liberado de la necesidad de trabajar. A
partir de ese momento, el total del trabajo de quienes producen puede
descomponerse analíticamente en dos partes: el trabajo necesario –para
la subsistencia de los productores- y el trabajo excedente –para el
mantenimiento del sector que no produce, el que gracias a ese excedente
puede constituirse en clase dominante-.
Si tomamos como ejemplo la estructura social en la Baja Edad Media,
encontramos que el siervo y su familia trabajan en las tierras del
señor feudal. En una parte de esas tierras los siervos trabajan para su
propia manutención; éste es, por lo tanto, el trabajo necesario. En el
resto de las tierras, en cambio, el trabajo de los siervos es
excedente: el producto del mismo –producto social excedente-, es
entregado a la clase dominante, los señores feudales, para su propio
usufructo.
Ese producto social excedente toma diferentes formas a lo largo de la
historia, pero sea bajo la forma de productos naturales, de mercancías
destinadas a la venta, o directamente de dinero, es siempre la parte de
la producción que, producida por la clase de los productores, puede ser
apropiada por la clase dominante.
En la sociedad capitalista, ese producto social excedente toma la forma
de plusvalía, concepto sobre el que deberemos detenernos.
El ciclo económico característico del capitalismo es aquel por el cual
el capitalista adelanta una cierta cantidad de dinero D, para con éste
comprar una mercancía M a la que venderá por un dinero D’,
diferenciándose D y D’ solamente en su cantidad. Este movimiento es el
que transforma a D en capital, es decir, en dinero que por medio de un
proceso se transformará en una cantidad mayor de dinero por medio de la
adición de un plusvalor. Es éste la razón de ser del ciclo capitalista,
o, en otros términos, la razón de que exista un inversor que adelanta
su dinero: incrementar su cantidad, la valorización del mismo. Si ese
inversor gastara ese mismo dinero en bienes para su consumo, o lo
ahorrara, estaríamos en presencia de mero dinero. Al ponerlo en un
ciclo para su valorización, ese dinero ya es capital. El dinero
incrementado, D’, es a su vez el comienzo de un nuevo ciclo de
valorización, y en su condición de vehículo consciente de ese
movimiento, el poseedor de dinero se transforma en capitalista, punto
de partida y de retorno de ese dinero.
Como señala Marx, el capitalista se caracteriza por la repetición
racional infatigable de ese ciclo de obtención de ganancias: una
repetición basada en el cálculo de los costos y de las ganancias a
obtener. Lo que el mero atesorador persigue sacando del ciclo de
circulación dinero para su ahorro, el capitalista lo alcanza lanzando
ese dinero nuevamente a este ciclo.10 Por eso dice Marx en El Capital
que el fin directo del capitalista, no es
... la ganancia aislada, sino que el movimiento sin pausa de la
obtención de ganancias. Este impulso absoluto de
enriquecimiento, esta apasionada persecución de valores es común
al capitalista y al atesorador, pero mientras que el atesorador
es el capitalista insensato, el capitalista es el atesorador
racional. El incremento sin pausa de valores, que el atesorador
persigue por medio de sacar de la circulación al dinero, lo
logra el capitalista, más inteligente, al desprenderse de éste
lanzándolo una y otra vez a la circulación.11
El capital es, por lo tanto, dinero en proceso, y D-M-D’ es, por lo
tanto su fórmula general, pues aunque estrictamente representa la
fórmula del capital comercial –que compra una mercancía para venderla
más cara-, en nada varía cuando entre la compra y la venta de esa
mercancía se efectúa un proceso de producción –como en el capital
industrial-, o cuando se trata de un capital que rinde interés –en este
caso D-D’-, como en el caso del capital financiero.
Es evidente que, salvo en operaciones aisladas, la diferencia entre D’
y D –la ganancia del capitalista- no puede deberse a que el comprador
pague más, D’, por una mercancía cuyo valor es D. Por otro lado, esto
sólo haría cambiar de manos el dinero –del comprador al vendedor- sin
que haya creación de más valores. No puede ser, por lo tanto, en el
intercambio de mercancías donde se creen nuevos valores. Marx procurará
10
En esto, Marx coincide con la mirada del capitalismo de otro de los clásicos de
la sociología, Max Weber, para quien: “Ciertamente, el capitalismo es
estrictamente el afán de ganancia, en una empresa capitalista, racional y
continua: ganancia siempre renovada, rentabilidad.”. Weber, Max: Gesammelte
Aufsätze zur Religionssoziologie I. J.C.B. Mohr Verlag, Tübingen, 1988. p. 4.
[traducción propia]
11
Marx, Karl: Das Capital. Kritik des politischen Ökonomie. Verlag Marxistische
Blätter, Frankfurt, 1976. p. 168 [traducción propia].
demostrar de dónde proviene el nuevo valor que surge de la fórmula
general del capital.
Como ya había planteado parcialmente Adam Smith (1723-1790), y sobre
todo David Ricardo (1772-1823), el valor de una mercancía está dado por
el tiempo de trabajo necesario para producirlo, dado el desarrollo de
las fuerzas productivas en una determinada sociedad. Es decir que el
precio de toda mercancía responde, si bien con fluctuaciones debidas a
múltiples factores, al trabajo humano que tiene incorporado.12 El
incremento de valor que surge en el ciclo del capital tiene por lo
tanto lugar solamente en el proceso de producción. Allí, el poseedor de
dinero compra, pagando a su valor, diferentes mercancías –insumos-, las
que atravesado el proceso productivo darán lugar a una mercancía cuyo
valor es mayor que el dinero inicialmente invertido. El secreto de este
incremento es que entre las mercancías adquiridas hay una, sólo una,
que es capaz de crear valor: la capacidad de trabajo o fuerza de
trabajo.
Bajo fuerza de trabajo o capacidad de trabajo entendemos al
conjunto de facultades físicas y mentales que existen en la
corporeidad, en la personalidad de una persona y que ésta pone
en movimiento cada vez que produce valores de uso de cualquier
tipo.13
El poseedor de dinero necesita encontrar en el mercado a quien posea
esta mercancía y esté en condiciones de venderla libremente por un
tiempo determinado, poniéndola a disposición del comprador. Para ello
deberá el vendedor naturalmente carecer de medios de producción que le
permitan utilizar su propia capacidad de trabajo para sí mismo, es
decir, de dinero para adquirir los otros insumos y medios de producción
y producir por su cuenta; esa carencia depende obviamente de procesos
históricos precedentes a la constitución de la relación entre vendedor
y comprador.
El valor de esta mercancía tan particular, la fuerza de trabajo, está
determinado del mismo modo que el de cualquier otra, es decir, por el
tiempo de trabajo necesario para su producción. En este caso, se
12
Las fluctuaciones se deben a que si bien el valor de una mercancía está dado por
el trabajo socialmente necesario que tiene incorporado, su precio efectivo en el
mercado, basado en el valor, está sujeto a variaciones propias de las
fluctuaciones mercantiles.
13
Marx, Karl: Idem. p. 181.
corresponde con el tiempo de trabajo para producir lo que el trabajador
necesita para vivir: sus gastos de vivienda, comida, educación de sus
hijos, etc. Estos dependen tanto de condiciones históricas como de la
coyuntura política, pues de la relación de fuerzas entre empleadores y
empleados dependerá que esos gastos se hagan mínimos o, por el
contrario, tiendan a incluir mayor cantidad de bienes.
Más allá de estas fluctuaciones, lo percibido por el trabajador es
entonces lo necesario para reproducir su posibilidad de trabajar,
recuperar las energías perdidas en el trabajo para poder entregar su
capacidad de trabajo al día siguiente. Esto incluye también, como
dijimos, la formación de una nueva generación –sus hijos- para ser
reemplazado cuando la edad no le permita más hacerlo.
Por lo tanto, en el mercado el capitalista compra diferentes mercancías
que incluyen la fuerza de trabajo, comprando ésta también a su valor.
En la producción los insumos serán consumidos; en el caso de esta
mercancía particular –la fuerza de trabajo-, su uso será el trabajo que
realizará el obrero en el tiempo por el cual se le paga, y por lo tanto
la creación de nuevos valores, los que se incorporarán al producto
terminado.14 El incremento de valor, entonces, está dado por el nuevo
trabajo con que la mercancía saldrá del proceso productivo y es
solamente allí donde podemos encontrar la explicación a la diferencia
entre D’ y D, la plusvalía.15 Pero así como el uso de la fuerza de
trabajo pertenece al capitalista que pagó por ella, el producto de su
uso, el nuevo valor, pertenecerá a él también.
Desde su punto de vista, el proceso de trabajo es sólo el
consumo de la mercancía fuerza de trabajo por él comprada, pero
que sin embargo sólo puede consumir al aportar además los medios
de producción. El proceso de trabajo es un proceso entre cosas
que el capitalista ha comprado, entre cosas que le pertenecen.
De ahí que el producto de este proceso le pertenezca…16
14
La diferencia entre lo percibido por el trabajador, el valor de su fuerza de
trabajo, y lo por él entregado, el trabajo que dará valor a la mercancía, es el
aspecto de la teoría del valor que Ricardo no llega a percibir. Marx, quien tenía
un enorme respeto intelectual por este economista, consideraba que la limitación
de su análisis era producto de ser Ricardo un economista de la burguesía y, por lo
tanto, condicionado a no ver los mecanismos de explotación del modo de producción
burgués.
15
Aunque no lo podamos desarrollar aquí, señalemos que Marx demuestra que la
ganancia de la burguesía comercial y de la burguesía financiera provienen ambas de
fracciones del valor creado en la producción, y que la burguesía industrial debe
resignar en el mercado a favor de las otras fracciones de su clase.
16
Marx, Karl: Idem. P. 200.
En la producción, el trabajador no solamente crea valores nuevos
mediante su trabajo, sino que también mediante el mismo traslada los
valores de los otros insumos, comprados por el capitalista, al nuevo
producto. Esto implica tanto el valor pagado por las materias primas
que desaparecerán al transformarse en el nuevo producto –el hilado en
la tela, por ejemplo-, como la parte correspondiente a la amortización
de la maquinaria necesaria para la producción, incluyendo el lugar
físico en el que tiene lugar la producción. Es decir que el valor del
nuevo producto estará dado por la suma de i) el valor de los insumos
consumidos, ii) el valor proporcional por la maquinaria e instalaciones
utilizadas, y iii) el nuevo valor dado por las horas de trabajo
incorporadas al producto, el que podemos descomponer en una parte
correspondiente a la fuerza de trabajo adquirida por el empresario –el
salario pagado al obrero- y, otra parte, la plusvalía, el valor
producido no remunerado al trabajador.
A través de la puesta en acción de la fuerza de trabajo se
reproduce no solamente su propio valor, sino que también se
produce un valor excedente. Este plusvalor constituye el
excedente del valor del producto por sobre los valores de los
medios de producción consumidos, es decir, el de los medios de
producción y el de la fuerza de trabajo.17
El valor de los medios de producción y de la fuerza de trabajo son,
entonces, las formas que toma el dinero D adelantado por el capitalista
al entrar al proceso productivo. A la parte del capital que se
transforma en medios de producción, y que sólo trasladará su valor al
producto terminado mediante el trabajo del obrero, es decir que
mantiene su valor constante, Marx la denomina capital constante (c).
Por el contrario, al capital convertido en fuerza de trabajo, capital
variable (v). Esta parte del capital invertido incrementa su valor en
la producción: reproduce su valor y crea además un excedente, al que
este autor denomina plusvalor (p).
Por lo tanto, en nuestra fórmula general del ciclo capitalista, D-M-D’,
el dinero inicial, convertido en capital (C) al entrar a dicho ciclo,
se descompondrá en medios de producción y fuerza de trabajo:
17
Idem: p. 223.
C = c + v
Luego del proceso de producción, una vez efectuada la venta del
producto, el capitalista tendrá D’, que, entendido como parte del
proceso de producción es capital, pero ya no el capital originario C
sino C’:
C’ = c + v + p
En su explicación, entonces, Marx pone en evidencia cómo si el
trabajador produce durante la jornada laboral un determinado valor, el
pago que recibirá –su salario- no será lo por él producido sino sólo
una parte de esto, la que resulta de la venta de su fuerza de trabajo.
Dada esta diferencia entre el valor del trabajo que produce el obrero y
lo que se le paga, diferencia de la que se apropia el propietario de
los medios de producción -la plusvalía-, Marx dirá que bajo el
capitalismo los trabajadores son explotados por la burguesía.
Como señala este autor, para el capitalismo la explotación de todos los
trabajadores disponibles representa un peligro pues da a estos últimos
una fuerza de negociación que puede hacer subir los salarios y, por lo
tanto, reducir las ganancias. Por ello el funcionamiento del sistema
requiere de un ejército industrial de reserva, es decir, de un
porcentaje de trabajadores desempleados que manteniendo la demanda de
trabajadores por debajo de la oferta, presione hacia abajo el valor del
salario y discipline a los trabajadores ocupados a través de la amenaza
de su reemplazo por los trabajadores disponibles.
A su vez el propietario de los medios de producción, a través de la
plusvalía, tiene la posibilidad de ampliar el volumen de su producción:
más trabajadores y más máquinas. Así se incrementan sus ganancias y su
poder. En esto el capitalista se ve presionado por la competencia con
otros capitalistas, pues el que está en mejores condiciones y logra
producir con menores costos obligará a la competencia, por medio del
mercado, a reducir sus costos o quedar afuera. Es así, explica Marx,
como las empresas más débiles van cerrando y la riqueza se concentra
cada vez en menos manos.
Como desarrolla Marx, especialmente en La Cuestión Judía (1844), la
democracia en el sistema capitalista se basa en la ficción de que todos
los ciudadanos son iguales frente a la ley y pueden, en igualdad de
condiciones, elegir a sus representantes. Esta igualdad es para este
autor falsa, pues en el funcionamiento cotidiano de la sociedad la
pertenencia a la burguesía o al proletariado da condiciones y
posibilidades totalmente diferentes y hace que la igualdad jurídica se
base, en realidad, en una enorme desigualdad real. De este modo, la
burguesía se asegura el dominio político de la sociedad, siendo
entonces el Estado, lejos de ser neutral, el que garantiza la
continuidad del sistema de explotación. Una estructura social de clases
requiere de un Estado al servicio de la clase dominante.
Digamos, para terminar esta aproximación general a la mirada de Marx
sobre la sociedad capitalista que este sistema, empujado por la
competencia entre capitalistas y la búsqueda por aumentar sus
ganancias, desarrolla enormemente la capacidad productiva del ser
humano, idea que como señalamos ya estaba presente en el Manifiesto
Comunista. Gracias a este desarrollo, la humanidad tiene por primera
vez la posibilidad de producir para satisfacer las necesidades de todos
los hombres y mujeres, mientras que en todas las épocas anteriores la
escasez de alimentos signaba las posibilidades de vida. Para Marx, las
relaciones sociales capitalistas generan enormes desigualdades y
sumerge a millones en la miseria, pero la humanidad ha desarrollado los
instrumentos para evitar esto. Es por eso que, luego de cambios
revolucionarios en la estructura, una sociedad organizada en forma
comunista puede organizar la producción no al servicio de la ganancia
de una minoría –único motor en el capitalismo-, sino para el desarrollo
integral de todos los seres humanos.