Jerarquía 1: Pone en Duda Las Nociones Que Limitan La Libertad de Elección
Jerarquía 1: Pone en Duda Las Nociones Que Limitan La Libertad de Elección
[1] En las últimas décadas los matrimonios forzados se han practicado en diferentes
regiones del país como una manera de apaciguar conflictos, siendo uno de ellos, el ocultar y
hacerse cargo mediante el matrimonio de violaciones y los niños concebidos por esta. De
acuerdo con Verano (2024), según Capital Humano y Social [AHS] (2023), "las familias [de
las víctimas] suelen arreglar económicamente el matrimonio [con el agresor] para no
denunciar hechos de violencia sexual contra las niñas y adolescentes". [2] Esta situación
puede verse retratada en la novela social con aires cómicos “Panteón y las Visitadoras” del
escritor peruano y ganador del Nobel de literatura 2010, Mario Vargas Llosa. Se presenta la
siguiente cita:
[5] La obra se desarrolla en el ambiente inhóspito de la selva entre los años 1950 y 1970, se
entiende, como un entorno inhóspito donde poco alcanzan las limitaciones de la ley y
predomina la necesidad de decisiones individuales, y la cita da entrada a la problemática
dónde un [8] panteón conformado por soldados se encuentran la mayoría del tiempo aislado
de la interacción social mientras desarrollan sus deberes, por lo que, se han visto casos de
[9] ataques sexuales a mujeres de la selva y por ende, la solución más factible muchas
veces es el matrimonio, aún ocurriendo en menores de edad. Ahora bien, si bien es cierto
no hay aspecto legal que supervise las razones del porqué el casamiento, el gobierno
peruano ha sido consciente hace poco que este (entre otros aspectos) han sido causales de
matrimonio con menores de edad, en un lineamiento al contexto histórico en el que se
desarrolla la obra, es posible el empleo del Código Civil de 1936, en dónde el artículo 76°
menciona la posibilidad de casamiento de menores de edad con el consentimiento de sus
apoderados. Por lo que recientemente en el 2024, gracias a la ley N°31945 prohíbe el
matrimonio infantil en menores de 18 años en el art. 24 del código civil de 1984. [7] El
matrimonio forzado como solución a la problemática de la violación en la obra pone
en duda las nociones que limitan la libertad de elección, en el libro “El Malestar de la
Cultura”, el filósofo Sigmund Freud (1930) menciona que “no puede soslayarse la medida en
que la cultura se edifica sobre la renuncia de lo pulsional, el alto grado en que se basa,
precisamente, en la no satisfacción (mediante sofocación, represión, ¿o qué otra cosa? )de
poderosas pulsiones”. Lo anterior, sostiene que la represión de los impulsos sexuales y
agresivos es necesaria para la vida en sociedad, pero también genera conflictos psíquicos,
por lo tanto, la idea de que el soldado "se vuelve una pinga loca" puede interpretarse como
la liberación de pulsiones reprimidas en un entorno sin control social estricto. [10] Esto pone
en cuestión el matrimonio forzado.
VIOLENCIA DE PAREJA
Asimismo, la violencia de género sigue siendo un problema persistente en la sociedad,
afectando principalmente a las mujeres, quienes son víctimas de agresiones dentro de sus
relaciones sentimentales [1]. En la novela Conversación en la Catedral [2], de Vargas
Llosa, se muestra esta problemática a través de la historia de Amalia, una mujer que
enfrenta maltratos por parte de Trinidad, su pareja.
Un domingo estaban comiendo un apanado después del cachascán y Amalia vio que
Trinidad la miraba raro: ¿qué te pasa? Déjala a tu tía, que se viniera con él. Se hizo
la enojada, discutieron, me porfió tanto que al final me convenció, le contó después
Amalia a Gertrudis Lama. Se fueron donde Trinidad, a Mirones, y esa noche tuvieron
la gran pelea. Estuvo muy cariñoso al principio, besándola y abrazándola, diciéndole
amorcito con una voz de moribundo, pero al amanecer lo vio pálido, ojeroso,
despeinado, la boca temblándole: ahora cuéntame cuántos pasaron ya por aquí.
Amalia sólo uno (tonta, requetetonta le dijo Gertrudis Lama), sólo el chofer de la
casa en que trabajé, nadie más la había tocado, y Ambrosio: para que no los
chaparan sus papás, pues, niño ¿acaso les hubiera gustado? Trinidad comenzó a
insultarla y a insultarse por haberla respetado, y de un manotazo la aventó al suelo.
Alguien tocó y abrió la puerta, Amalia vio a un viejo que decía Trinidad qué pasa, y
Trinidad también lo insultó y ella se vistió y salió corriendo (Vargas Llosa, 1969, p.
45).
Autores como Rita Segato, escritora y antropóloga argentina, han analizado este
fenómeno como una manifestación del poder masculino sobre el cuerpo femenino, lo cual
se refleja en esta escena [7]. En este sentido, Amalia representa a muchas mujeres
atrapadas en estructuras patriarcales, donde la falta de autonomía y el miedo prolongan
el ciclo de violencia [8]. El comportamiento de Trinidad sigue un patrón de dominación,
pasando de una actitud afectuosa a una violenta al sentirse traicionado en su masculinidad
[9]. Esta dinámica refuerza la normalización de la violencia en relaciones amorosas y
fomenta ciclos de abuso que afectan el bienestar de las mujeres y la estructura social en su
conjunto [10]. A pesar de los avances en derechos de la mujer, este tipo de violencia sigue
siendo un problema grave en América Latina, con estadísticas que demuestran su
prevalencia en distintos ámbitos [1]. Por ello, es fundamental implementar medidas que
prevengan la violencia de género y protejan a las víctimas, promoviendo una sociedad más
equitativa.
Jerarquía 3 Cita 2 Conversación Catedral (INDICADORES 6)REDACTOR Mabel
CASI VIOLACIÓN+COSIFICACIÓN
Guárdese esos dólares para el viaje, Ferrito y usted los necesitan más que yo —dijo
él, muy lentamente, y vio inmovilizarse a la mujer y vio sus ojos, sus dientes—.
Además, usted vale mucho más que todo ese dinero. Está bien, es un negocio. No
grite, no llore, dígame sí o no. Pasamos un rato juntos, vamos a sacar a Ferro,
mañana toman el avión.
—Cómo se atreve, canalla —y vio su nariz, sus manos, sus hombros y pensó no
grita, no llora, no se asombra, no se va—. Cholo miserable, cobarde.
—No soy un caballero, ése es el precio, esto lo sabía usted también —murmuró él—.
Puedo garantizarle la más absoluta discreción, desde luego. No es una conquista, es
un negocio, tómelo así. Y decídase de una vez, ya se pasaron los diez minutos,
señora. (Vargas Llosa, 1969, p. 216).
[7] En tal contexto la mujer no debería ser tratada como una simple mercancía, es
por ello que la filósofa Irigaray (1977) critica que, bajo la influencia de la cultura machista y
patriarcal, la mujer se ha reducido a un objeto con una autonomía limitada, donde ha sido
encasillada en funciones únicamente reproductivas, de satisfacción al deseo masculino y de
subyugación a este, hechos que son completamente erróneos. Puesto que las mujeres han
demostrado tener roles más allá que los impuestos por la sociedad, demostrando tener valía
no solo por su cuerpo sino por su inteligencia. [10] En ese ámbito es importante precisar
que el impacto que tenía la cosificación en una sociedad tan arraigada al machismo fue
negativo, ya que esta negaba la autonomía de la mujer, justificando distintas formas de
violencia y desigualdad hacia estas.
Jerarquía 4 Cita 4 Conversación Catedral (INDICADORES 6)REDACTOR Roxana y
Heinzen
Yo tengo mis ideas y tú las tuyas —dijo Santiago—. Anda, llévame al bulín.
—Al bulín, nones —dijo el Chispas—. Pero te voy a ayudar a que te trabajes una
hembrita.
—¿Y la yobimbina se compra en las boticas? —dijo Popeye.
—Se consigue por lo bajo —dijo Santiago—. Es algo prohibido.
—Un poquito en la Coca—cola, en un hot—dog —dijo el Chispas—, y esperas que
vaya haciendo su efecto. Y cuando se ponga nerviosita, ahí depende de ti.
—¿Y eso se le puede dar a una de cuántos años, por ejemplo, Chispas? —dijo
Santiago.
—No vas a ser tan bruto de dársela a una de diez —se rió el Chispas—. A una de
catorce ya puedes, pero poquito. Aunque a esa edad no te lo va a aflojar, le sacarás
un plan bestial. (Vargas Llosa, 1969, p. 16)
[3] El fragmento anterior evidencia cómo el Chispas, un joven que posee una actitud
despreocupada, visión utilitaria y una mentalidad frívola que se sustenta en el vivir el
momento sin importar las consecuencias. [9] De forma descarada, el Chispas le explica a
Santiago y Popeye los métodos para que la yombimbina pueda ser ingerida por una fémina;
por lo que ellos al recibir esta lección, se sienten preparados para somnificar a Amalia
mediante el uso de esta sustancia y así poder cumplir sus deseos en contra de su voluntad.
[8] La presente idea de normalizar el empleo de las sustancias refleja la percepción
misógina del personaje, quien considera a las mujeres como objetos de deseo. Según él,
pueden ingerir la yombimbina incluso si son menores de edad, minimizando la importancia
de la dignidad de las mujeres e incentivando actos tan atroces como el dopamiento para
aprovecharse de ellas.
De esta forma, se refleja la dinámica de poder entre ambos sexos, donde el hombre
cree que puede actuar como desee para satisfacer sus deseos, respaldado por su posición
socioeconómica más elevada y la supuesta autoridad que esta le otorga sobre la mujer. [7]
Autores como Josefina Miró Quesada y Hugo Ñopo (2022) establecen que las mujeres que
se encuentran en situación de vulnerabilidad son generalmente ciudadanas de “segunda
categoría”, es decir, con una situación económica desfavorable. Esta situación se refleja con
Amalia, pues al ser la empleada del hogar, en una jerarquía de poder está debajo de los
hijos de los patrones (el Chispas y Santiago). En este contexto, el autor expone la
banalización del empleo de sustancias para ejercer control sobre el cuerpo de una mujer,
destacando cómo el poder sustentado en el nivel socioeconómico y el género perpetúa la
violencia e impunidad.
[11] Un contexto similar se presenta en la obra “Un mundo para Julius” de Alfredo
Bryce Echenique, en el cual el abuso es más allá de lo físico y mental, es estructural;
mediante la obra, el autor muestra cómo la sociedad limeña está construida mediante
jerarquías que oprimen a las mujeres, especialmente a las de estratos más vulnerables
como las empleadas. Una de las víctimas es Vilma, quien es abusada por el hijo de los
patrones llamado Santiago.
Por la noche estalló el asunto; Celso y Daniel escucharon gritos provenientes del
cuarto de Vilma y corrieron a ver: lo chaparon en pleno forcejeo. Y no era la primera
vez, confesó Vilma. Diario se le metía al cuarto y ella haciendo todo lo posible por
que nadie se entere. Hoy se había propasado el niño Santiago (...) Tenía tres
arañones en la cara, uno cerca del ojo, producto del forcejeo. Vilma no podría volver
a usar ese uniforme. Así andaban las cosas cuando llegaron Susan y Juan Lucas,
agotados después de un largo día con los Lang. Nilda salió gritándoles la historia en
la cara, pero ellos tardaron bastante en comprender y por fin decidieron postergar el
asunto para el día siguiente.
[9] Mediante el fragmento anterior se visibiliza que Vilma no únicamente sufre por la
agresión como tal, sino también por la falta de justicia y protección, pues este tipo de
violencia se expone como una manifestación cotidiana para ella. Además, el hecho de que
“no podría volver a usar ese uniforme” representa la impunidad, la vergüenza y las
consecuencias con las que debe cargar la víctima en lugar del agresor, pues ya no podría
volver a trabajar en ese hogar, incluso sabiendo que la culpable no es ella. Asimismo, el
acto más allá de ser tratado como una transgresión o un crimen, es tratado como una
situación no prioritaria, reflejado mediante la respuesta superficial que exhibe una estructura
de poder injusta donde el cuerpo y la dignidad de la mujer carece de relevancia. Así, se
encarna, minimiza y normaliza la violencia sexual, especialmente en mujeres de clase baja,
como resultado directo de una jerarquía social desigual.
ACOSO A LA MUJER
En la obra "Conversación en la Catedral" [2] del escritor peruano, Mario Vargas Llosa,
conocido por sus estrechos vínculos con el realismo, el cual, resalta con crudeza la realidad
peruana; se presenta una escena que refleja la cruda realidad social de la época. [3] Cayo
Bermúdez, hombre ambicioso y sin escrúpulos que asciende en el gobierno del General
Odría gracias a su lealtad y su disposición para ejecutar las órdenes más turbias, [8] funge
como testaferro del régimen de Odría. Este personaje simboliza la represión y la corrupción,
quien acosa a una mujer andina llamada Rosa.
[6] En el contexto de los años 60, las mujeres, particularmente las andinas,
enfrentaban numerosas limitaciones y discriminación, siendo vistas como objetos sexuales
sin voz ni capacidad de decisión. El acoso a la mujer andina no solo se manifestaba en el
ámbito privado, sino que se extendía a espacios públicos. Las calles, los mercados y los
lugares de trabajo se convertían en escenarios donde el acoso verbal y físico era una
constante. Las mujeres eran objeto de miradas lascivas, comentarios obscenos y, en
muchos casos, agresiones directas, lo que creaba un clima de miedo e inseguridad. Este
acoso se normalizaba, haciendo que muchas mujeres sintieran que no tenían otra opción
que aceptar estas situaciones como parte de su vida diaria. Vargas Llosa (1969) de su obra
se puede extraer lo siguiente:
Hay la mar de habladurías, don Cayo. A él qué mierda, él hacía lo que le mandaba el
estómago, y el estómago le mandaba tirarse a la muchacha, claro Muy bien, quién
se lo iba a reprochar, cualquier blanquito se encamota de una cholita, le hace su
trabajito y a quién le importa ¿no, don? Pero don Cayo la perseguía como si la cosa
fuera en serio, ¿no era locura? Y más locura era que la Rosa se daba el lujo de
basurearlo. (p. 72)
"La opresión de las mujeres es una construcción cultural que limita su libertad y justifica el
acoso. La lucha por la igualdad es, por tanto, una lucha por la liberación de todas las
mujeres de esa opresión." (De Beauvoir, 1949, p. 123).
INTRODUCCIÓN A LA PROSTITUCIÓN
[2] Mario Vargas Llosa, escritor peruano reconocido por su enfoque crítico hacia el poder y
la corrupción, sus obras frecuentemente cuestionan las estructuras institucionales que
perpetúan injusticias; tal y como en la novela Pantaleón y las visitadoras, [9] en donde
aborda cómo la prostitución es utilizada como un mecanismo de control en el ejército,
evidenciando la hipocresía de una sociedad que, mientras condena ciertas prácticas en
público, las normaliza y las facilita en privado. Esta dualidad entre lo moralmente aceptable
y lo que realmente sucede en la sociedad es un tema recurrente en su producción literaria.
En la siguiente cita: "Las desgracias de la vida empujaron a Maclovia hacia dicho antro para
que un señor equis la explotara e hiciera pingües ganancias con su dignidad de mujer."
(Vargas, 1973, p.200)
[10] Siguiendo esta línea, la situación actual de Perú revela la persistencia de la explotación
sexual y la prostitución, afectando a numerosas mujeres en condiciones de vulnerabilidad. A
pesar de los avances en derechos humanos, la pobreza y la falta de oportunidades empujan
a muchas a la prostitución, reproduciendo las dinámicas de abuso que Vargas Llosa critica.
La corrupción y la ineficacia de las leyes contra la trata de personas agravan esta
problemática, planteando la inquietante pregunta: ¿cómo podemos romper con estos ciclos
de explotación que deshumanizan a las mujeres y perpetúan la desigualdad?
[6] La novela refleja el clima social y político de América Latina en los años 70, una época
marcada por regímenes militares y gobiernos autoritarios que imponían normas estrictas,
especialmente sobre las mujeres. En este contexto, el rol de la mujer estaba limitado por
normas patriarcales que la relegaban a una posición de subordinación; la prostitución, era
tolerada y utilizada como una herramienta de control, es por eso, que en la novela se
observa cómo el sistema militar, en lugar de proteger a las mujeres, institucionaliza su
explotación, lo que resalta la contradicción entre el discurso oficial de moralidad y la realidad
de abuso sistemático. [7] Desde una perspectiva ética y filosófica, la explotación de este
personaje es una clara vulneración del imperativo categórico de Immanuel Kant, tal y como
lo afirma en su libro Fundamentación de la metafísica de las costumbres. "Obra de tal
modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro,
siempre al mismo tiempo como un fin, nunca meramente como un medio." (Kant, 1946, p.
84).
Esta cita refuerza la idea de que la dignidad humana debe ser respetada en todo momento
y que las personas no deben ser tratadas como simples medios para el beneficio de otros.
[8] En la novela, Maclovia es reducida a un objeto de comercio, en un sistema que lucra con
su sufrimiento, sin considerar su dignidad ni su humanidad. La narrativa de Vargas Llosa
muestra cómo estas mujeres no eligen libremente su destino, sino que son empujadas por
las circunstancias y atrapadas en un ciclo de abuso del que es difícil escapar. [7] Esto va en
contra del principio kantiano, ya que se le trata como un medio para el placer de los clientes
y el beneficio económico de los explotadores, en lugar de reconocerla como un ser con
derechos y valor intrínseco.
Además, Kant sostenía que la autonomía moral y la racionalidad de una persona dependen
del acceso al conocimiento y la ilustración. En el caso de Maclovia, su falta de educación y
oportunidades refuerzan su explotación, pues se encuentra en una situación de
dependencia y vulnerabilidad que le impide liberarse de su condición; por lo que, desde esta
perspectiva, su situación no solo es una injusticia social, sino también una negación de su
desarrollo como persona.
Podemos decir que, el poder de la literatura de Vargas Llosa es inmenso, ya que cumple
una función de visibilizar estas problemáticas y generar conciencia sobre la necesidad de un
cambio, es decir que, presenta una mirada crítica hacia estos sistemas de opresión,
denunciando así sus injusticias y exponiendo sus contradicciones.
[1] Hay muchos entornos en los que la visión machista aún perdura, dando lugar a que
muchos estereotipos aún se mantengan, como la castidad de la mujer. La estigmatización
impuesta dependiendo de la vida sexual de la mujer genera gran impacto en la vida diaria
de las que se encuentran conviviendo con un entorno que, al momento de observarlas, son
juzgadas basándose en las experiencias que hayan tenido en este ámbito. Dando pie a la
discriminación y el rechazo a las que no cumplen con los estándares basados en esta
estigmatización. [2] Esta situación, se evidencia en los comentarios de un personaje en la
obra de Pantaleón y las visitadoras, escrita en la siguiente cita:
¿Y tú crees que se quedan en los besos? Qué esperanza, según Alicia estas
diablitas comienzan con travesuras mayores desde el Colegio y aprenden a cuidarse
y todo y cuando se casan las muy sapas hacen el gran teatro para que sus maridos
las crean sin estrenar. Algunas van donde las ayahuasqueras (esas brujas que
preparan la ayahuasca, ¿has oído, no?, un conocimiento que hace soñar cosas
rarísimas) para que las pongan nuevecitas otra vez. Figúrate, figúrate. Te juro que
cada vez que salgo de compras o al cine con Alicia vuelvo colorada de las historias
que me cuenta. Saluda a una amiga, le preguntó quién es y me dice un terrible,
figúrate que, y la que menos ha tenido varios amantes, todas las casas se han
metido alguna vez con militar, aviador o marino, pero sobre todo militar, tiene un gran
prestigio con las charapas, hijita menos mal que a Panta no me lo dejan usar
uniforme. Estas locas aprovechan el menor descuido del marido y, sás, cuernos. De
temblarles, flaca. (Vargas Llosa, 1973, p. 74).
[5] El lugar donde conviven estas féminas, es uno justamente marcado con esta
estigmatización, tratan a las mujeres de acuerdo a los niveles establecidos por este
prejuicio. Las mujeres que han vivido una vida sexual activa antes de casarse corren el
riesgo de que anulen su matrimonio si se descubre ello, [4] pues en el código civil de 1936
se menciona la anulación si la esposa no tiene castidad al momento de contraer nupcias, al
menos, si este hecho es conocido por el marido. Es por esto que muchas ocultan su
pasado, forzándose a mantener una imagen distinta e inventada para que su vida marital se
mantenga. Sin embargo, vivirán sus vidas con el constante temor que si se da a conocer
sus experiencias en el ámbito perderán la cotidianidad que tienen. En el entorno de la
sociedad machista, muchas de ellas dependían de lo que sus maridos pudiesen ganar; sin
embargo, por esto mismo casi siempre se encontraban en una posición inferior sobre sus
cónyuges. No solo vivían con estos temores constantes, sino además, por las mismas
mujeres eran marginadas y vistas con miradas hirientes o comentarios de menosprecios [8]
como lo hacía la esposa de Pantaleón durante su carta, comentando lo “astutas” que son
algunas para lograr engañar a sus pretendientes como lo cuidadosa que debe de ser estas
por lo fácil que es para la gente con el trabajo de su esposo, meterse con ellas. [9] La
estigmatización y todo lo que es consecuencia, se ve evidenciado en la forma de actuar de
todos los que conviven denigrando a estas mujeres. [10] Propiciando un entorno de
discriminación y exclusión por un aspecto tan banal como lo es su libertad sexual.
Si, pues, antes de entrar a Pantilandia estuve de lavandera, como dijiste, y después
donde Moquitos. Hay quienes se creen que las lavanderas ganan horrores y se
pasan la gran vida. Una mentira de este tamaño, Sinchi. Es un trabajo jodido,
fregadísimo, caminar todo el día, se le ponen a una los pies así de hinchados y
muchas veces por las puras, para regresar a la casa con los crespos hechos, sin
haber levantado un cliente. Y encima tu caficho te muele porque no has traído ni
cigarros. Tú dirás para qué un caficho, entonces. Porque si no tienes, nadie te
respeta, te asaltan, te roban, te sientes desamparada, y además, Sinchi, ¿a quién le
gusta vivir sola, sin hombre?. (Vargas Llosa, 1973, p. 201).
[3] Las visitadoras son las mujeres contratadas para realizar los servicios sexuales a
los soldados, aunque parece un sistema regulado, cada chica tiene su propia historia y su
propia cruz, lo que las lleva a tomar estas decisiones. Según Gonzales & Roque (2014), la
historia de género devela que la prostitución no fue un “ingenioso invento” de las prostitutas,
sino el resultado de la necesidad del control del cuerpo de las mujeres y la violenta
imposición de un sistema de dominio masculino. [4] En varios países la formalización de la
prostitución trae división de opiniones, peor aún en una sociedad conservadora o cucufata
como la nuestra, pero eso también lleva al tema de la protección de estas trabajadoras, son
un tema importante también para erradicar al menos la explotación.
[8] El papel que cumplen las visitadoras es el de víctimas bajo nuestra visión de la
historia, aunque se ve como una adaptación a su realidad, en el fondo son mujeres que
están atrapadas en un mundo que no tiene alternativas o cambio. [9] Bajo la apariencia de
un trabajo formal y normal, la novela expone episodios de abuso y control sobre estas
trabajadoras que están expuestas a condiciones inhumanas sin oportunidades de salir de
ese entorno.
[9] En la cita, se puede apreciar un tono despectivo hacia la asesinada por el estilo
de vida que llevaba; en la sociedad actual esto se puede evidenciar en gran medida; así,
una persona, por el simple hecho de ser mujer, ya tiene una “etiqueta en la frente”. [3] El
personaje, no solo era mujer, sino también, drogadicta y prostituta; todo esto hacía que los
investigadores no tomen la investigación con la seriedad e importancia que se debería
tomar un asesinato, sino más bien, empiecen a hablar a cerca de “lo que era”, como si eso
fuera más importante que los hechos y las evidencias forenses que existen y lo hacen notar
como algo secundario en lugar de que sea lo principal.
[9] En este sentido, los policías minimizan y justifican el delito hacia una mujer
principalmente por sus antecedentes, dejándose de lado el crimen y centrándose más en
parte del pasado de la vida sexual de la mujer, en lugar de enfocarse en la evidencia hallada
previamente. Lo que refuerza la idea constante en la sociedad machista, en donde se le
culpa a la víctima por la situación, además se le niega el derecho de justicia. También se
demuestra la cosificación de la mujer y el poco valor que tiene la vida de esta a partir de la
siguiente cita:
[9] Se presenta el asesinato de una mujer, y la manera fría y despectiva en la que los
personajes masculinos hablan sobre ella, exponiendo su insensibilidad y falta de empatía al
reducirla a un objeto de burla e indiferencia. [8] La mujer asesinada es presentada como
una víctima de la violencia y la adicción, evidenciando su vulnerabilidad y la falta de
protección que enfrenta dentro de la sociedad. De igual manera, simboliza la violencia
estructural, siendo esta la base de un sistema que relega a las mujeres a espacios
limitados, devaluados y dependientes (Rella et al., 2019); la dominación y la marginación
ejercida por el simple hecho de ser mujer y ser tratado como un ser de segunda categoría.
En el caso de los policías y el asesino simbolizan la indiferencia de las autoridades,
misoginia y la escasa seguridad, demostrado por la poca compasión de las autoridades,
además de la falta de rigor en las autoridades debido a que se encontraron muchas huellas
pese a ello aún no ha sido capturado y no existe una urgencia real por atraparlo.
[5] De igual manera, a través de la cita, se refleja la crueldad y el salvajismo con el cual se
realizó el crimen, los signos como el olor y los ojos visibilizan la magnitud de la atrocidad del
criminal, lo que genera la idea de que el autor del crimen además de los policías piensan
que el valor de una mujer es insignificante, aunado a la [6] época de los 50 y 70, en donde
la violencia contra la mujer era un tema poco discutido y muchas veces normalizado, lo que
hacía que las víctimas no recibieron apoyo ni justicia. Un ejemplo de ello, sin ir muy lejos, es
el que se puede visualizar en cada uno de nosotros al hablar con un abuelo, un vecino, un
amigo o nosotros mismos; hemos sido víctimas y/o hemos presenciado actos de violencia
que, en la mayoría de los casos, han quedado como anécdotas que se cuentan muy poco.
Ni siquiera se podría haber pensado en una denuncia, como en la actualidad, porque para
realizar una la mujer estaba supeditada a la figura de su esposo (el que muchas veces era
el victimario).
—Escucha, Susan: el chico está saliendo con muchachas; es natural que quiera
desahogarse... En Lima, a su edad, no es fácil, ¿sabes?... La chola es guapa y ahí
tienes... así es...
—Sí, darling, pero ella no tiene la culpa.
—¿De dónde sacas esas ideas, Susan?
—Darling, pero... se... ha... defendido...
—Bien arrepentida debe estar, ¿o tú la crees santa?
—Darling no sé, pero...
—Toca el timbre para que vengan a llevarse el azafate, Susan.
—Darling, Santiago merecería...
—Santiago lo que merece es un poco de golf, esta mañana... Para que se le
despeje un poco la mente... eso lo tranquilizará.
—¿ Y Vilma, darling ?
—Ya te he dicho, mujer: habla con ella y luego yo le daré una buena propina. (Bryce,
1970, p. 70)
[9] Esta conversación destaca cómo la jerarquía social y el machismo se entrelazan para
deshumanizar a las mujeres de clases más bajas, como Vilma. La propuesta de “darle una
buena propina” para silenciar el asunto es un ejemplo claro de cómo se intenta comprar el
silencio y mantener la impunidad, en lugar de abordar las causas profundas del problema.
Este tipo de actitudes refuerza la idea de que, en un sistema patriarcal, la dignidad y el
bienestar de las mujeres son menos importantes que la reputación y la comodidad de los
hombres. Precisamente, este tipo de dinámicas de poder y control son las que sostienen la
violencia de género como un fenómeno social ampliamente normalizado.
Reconocer que, para muchas mujeres, la maternidad está influenciada más por
expectativas impuestas que por decisiones conscientes, no impide que continúe siendo
percibida como una responsabilidad natural dentro de la sociedad peruana. Aunque se han
logrado ciertos avances en la promoción de discursos que defienden la autonomía de la
mujer, aún prevalece una imagen idealizada y abnegada de la figura materna, lo que genera
culpa en quienes no se sienten identificadas con ese estereotipo. Esta tensión, agravada
por la ausencia de redes de apoyo y la desatención del Estado, provoca en muchas madres
una mezcla de emociones: junto al afecto y la dedicación, también surgen el agotamiento, la
frustración e incluso el arrepentimiento, sentimientos que a menudo deben ser ocultados
para no desafiar el modelo de la “madre ejemplar”. [2] Desde esta perspectiva, se puede
analizar los poemas escritos por la poeta Blanca Varela donde expresa su travesía por la
maternidad, y el duelo por la pérdida de un hijo. Primero, la siguiente cita del poema “Casa
de Cuervos” incluido en Ejercicios materiales (1993):
En este sentido, se redacta la idea del sacrificio de madre, donde la primera línea
demuestra la transición entre la vida y el declive, la hierba del nacimiento versus la peste del
sufrimiento y agonía, para finalmente el fuego que renueva. Además, destaca el impacto
desgastante que ha causado en ella con ilusión, la frase “que ilumine mis restos” se
entiende como la transición de vida, la vida de la madre se descompone y entrega al hijo.
Además, el mismo poema estrofas arriba refiere al hijo como “laberinto”, donde la madre
incursiona dentro de la idea de este y se pierde, dando referencia a la pérdida de la
identidad y búsqueda de una nueva salida.
[2] La escritora peruana Blanca Valera ha sido una voz muy potente cuando se trata de
hablar sobre la lucha de las mujeres. En su poema "Si me escucharas", nos muestra cómo
muchas veces las mujeres han sido obligadas a guardar silencio frente a las injusticias que
viven día a día. Una de las frases más impactantes del poema dice:
“Si me escucharas… sabrías que mi voz no tiembla por miedo, sino por años de haber
callado lo injusto.”
Con estas palabras, Valera no solo expresa el dolor de una mujer que ha sido silenciada,
sino también la rabia contenida de tantas otras que no han sido escuchadas.
Al leer esto, podemos pensar inmediatamente en cómo esta situación sigue repitiéndose
hoy, incluso con leyes que buscan protegernos. Por ejemplo, en nuestro país existe la [4]
Ley N.º 30364 que busca prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y los
integrantes del grupo familiar. Esta ley reconoce que la violencia no solo es física, sino
también psicológica, sexual, económica y patrimonial, incluso establece medidas urgentes
para proteger a la víctima, como alejar al agresor o darle atención médica.
[1] Pero la realidad es otra: aunque la ley existe, los casos de violencia no disminuyen, ya
que todos los días vemos noticias de feminicidios, maltratos, abusos, y muchas veces la
justicia llega tarde o no llega nunca.
[7] Desde nuestro punto de vista, esta situación también nos lleva a una reflexión más
profunda; la filósofa Simone de Beauvoir decía: “No se nace mujer: se llega a serlo”, por
esta frase podemos deducir en cómo muchas mujeres han sido formadas desde pequeñas
para soportar, callar y aguantar, como si fuera parte de su destino y cuando una mujer
finalmente decide alzar su voz, a veces se le tilda de exagerada, de conflictiva o de “buscar
problemas”.