Libro Del Profeta Habacuc
Libro Del Profeta Habacuc
HABACUC
1
HABACUC
HABACUC
Con comentarios exegéticos
ÍNDICE
ÍNDICE ...........................................................................................................................................................2
INTRODUCCIÓN ..........................................................................................................................................3
CAP 1..............................................................................................................................................................7
CAP 2............................................................................................................................................................11
CAP 3............................................................................................................................................................16
ANEXO ........................................................................................................................................................21
1.-El justo vivirá por la fe .........................................................................................................................21
BIBLIOGRAFÍA ..........................................................................................................................................22
2
HABACUC
INTRODUCCIÓN
Su persona y tiempo
Habacuc es uno de los profetas de los que menos se conoce. El título del libro no indica su lugar de nacimiento ni el
nombre de su padre1. Tampoco el período en el que vivió. Es curioso este desarraigo del lugar de origen, la familia y
la época. Porque Habacuc aparece a lo largo de sus pocas páginas como un profeta profundamente inserto en la
problemática de su tiempo. Pero es también un símbolo, porque este hombre, superando su momento histórico, se
sumerge en la problemática de la historia en cuanto tal y de la acción de Dios en ella. En este sentido, se puede decir
que es un discípulo de Isaías, aunque sin restarle originalidad.
Por otra parte, Habacuc es hijo de su tiempo2. Han pasado los años en que el profeta, aparentemente, se limitaba a
escuchar la palabra de Dios y transmitirla. Igual que su contemporáneo Jeremías, toma la iniciativa, pregunta a
Dios, exige una respuesta, espera. La profecía se convierte en diálogo entre el profeta y Dios, del que saldrá la
enseñanza para los contemporáneos y para las generaciones futuras. Así, como fruto quizá de mucho tiempo de
reflexión y de oración, surgió su obra, breve sin duda, pero una de las más profundas del Antiguo Testamento.
En una época en la que el recuerdo reciente de la opresión asiria se une a la experiencia del dominio egipcio y
babilonio es quizá donde mejor encaja el libro de Habacuc, uno de los más interesante y difíciles del Antiguo
Testamento3. La obra comienza exponiendo la queja del profeta:
¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que escuches?
¿Te gritaré «violencia» sin que salves? (1,2)
Habacuc no comprende que Dios contemple impasible las luchas y contiendas de su tiempo, la opresión del faraón y
de su marioneta, Joaquín, y el Señor le responde que piensa castigar a los opresores egipcios mediante otro imperio,
el babilonio (1,5-8). Sin embargo, la respuesta de Dios es insatisfactoria. Porque, al cabo de poco tiempo, los
babilonios resultan tan déspotas y crueles como los asirios y egipcios. Y el profeta se queja de nuevo a Dios (1,12-
17). Le duele la alegría con la que el nuevo imperio se apodera de las naciones y mata pueblos sin compasión. No
comprende que Dios «contemple en silencio a los traidores, al culpable que devora al inocente». Y así, en actitud
vigilante, espera una nueva respuesta de Dios (2,1).
Y este replica que el momento de la venganza está cerca, llegará sin retraso (2,2-5). Entonces, todas las naciones
oprimidas podrán entonar un canto burlesco contra el gran imperio vencido (2,6-20). Esta copla, compuesta por
cinco «ayes», es una de las acusaciones más enérgicas contra el imperialismo. No preocupa al profeta la opresión de
Judá; se sitúa en una perspectiva universal, poniendo sus ojos en todos los países - saqueados (v. 8), destruidos (v.
10), humillados (vv. 15s.) por la gran potencia. A costa de ellos se ha enriquecido Babilonia (vv. 7.9). Pero esta
actitud contiene un germen de autodestrucción: «destruyendo a tantas naciones has planeado la afrenta de tu casa y
has malogrado tu vida» (v. 10). El castigo lo llevarán a cabo las naciones oprimidas, incluso la naturaleza
participará en él (v. 17).
El problema de la justicia de Dios sigue en pie. Y Habacuc, a pesar de sus diálogos con Dios, no le encuentra
solución. Pero supera el problema con una postura de fe, convencido de que todo imperio opresor, cualquiera que
sea, terminará siendo castigado. La novedad de Habacuc consiste en que Dios aparece no como quien juzga y
condena un imperio, sino como quien juzga y condena toda forma de imperialismo.
Estructura
La estructura de Habacuc sugiere la unión de tres unidades que fueron en un momento independientes y que con
posterioridad se agruparon para constituir una nueva unidad mayor de sentido. En la presente forma del texto estas
tres unidades remiten a una doble referencia textual: actúan como dadoras de un mensaje individual pero a la vez las
1
Su nombre Habacuc es de sentido desconocido y quizá sea esa la razón por la cual su forma griega en la Septuaginta sea
Ambakoum, una palabra en apariencia desvinculada de la hebrea y que parece cercana al nombre de una planta de la región de
Asiria.
2
La mención en 1,6 del surgimiento de los caldeos permite ubicar la redacción en tiempos del rey Yoyaquim de Judá que reinó
en 609 luego de la muerte de Josías y hasta 598. En esa época Judá quedó bajo el dominio egipcio hasta la batalla de
Carquemish (605) tras la cual los babilonios adquirieron el control de Canaán. En uno u otro caso, Israel sufrió la opresión de
las potencias y padeció las violencias e injusticias que modelaron el mensaje del profeta. Junto con Nahum y Sofonías forman
el grupo de tres profetas preexílicos del siglo.
3
En el libro de Daniel (14,33-39) aparece el profeta Habacuc transportado por un ángel al foso de los leones en Babilonia, para
llevar comida a Daniel. No sabemos qué pudo dar origen a esta curiosa leyenda, tan poco relacionada con el contenido del libro
de Habacuc.
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tres se integran para generar el mensaje del conjunto. Es así que a las palabras de queja del comienzo (1,2-4) se
responde dentro de la misma unidad con la intervención de Dios (1,5-11); pero también esa queja es respondida en
la estructura mayor en los últimos versos del libro (3,17‑19).
Es de observar que la respuesta de la estructura mayor es distinta a la de la primera en varios aspectos, pero entre
ellos resalta que mientras la primera es dada por Dios mismo, en el segundo caso la respuesta se expresa como
convencimiento del profeta y es presentada en su propia voz. De modo que para ejercer una hermenéutica fundada
es preciso leer cada texto tanto en su contexto literario inmediato como en relación con el -panorama mayor de la
obra.
Estructura literaria
Se trata de un gran tríptico cuyas partes coinciden con los tres capítulos que integran la obra:
a) Diálogo entre el profeta y su Dios;
b) Maldiciones contra el opresor;
c) Llamada a la intervención de Yahvé.
La primera parte (cap. 1) se compone de dos segmentos casi simétricos: 1,2-11; 1,12-17, que podían representarse
mediante la siguiente correspondencia:
1,2-4 Preguntas y reproches 1,12-14 Preguntas y reproches
1,5-11 Descripción del enemigo 1,15-17 Descripción del enemigo
(idolatría política, v. 11b) (idolatría política, v. 16a)
La segunda tabla del tríptico (cap. 2) se compone de dos secciones: 2,1-6a; 2,6b-20. El comienzo de la primera (2,1)
se corresponde estructuralmente con 1,2-4 (introducción de la intervención oral de Yahvé). En 2,2-6a responde
Yahvé a la pregunta de 1,2 (¿Hasta cuándo...?).
La tercera parte (cap. 3) es una plegaria hímnica compuesta de distintos elementos: súplica (v. 2); teofanía (vv. 3-
15); y una confesión teñida de angustia (v. 16) y de esperanza (vv. 17-19).
Título 1,1
I. Diálogo entre Habacuc y Dios 1,2−2,5
II. Ayes contra los injustos 2,6−20
III. Oración de Habacuc 3,1-19
Tras el título, las tres partes responden a géneros literarios distintos: diálogo, quejas y salmo de victoria. Al igual
que Nahúm la obra se presenta como profecía pero especifica que fue recibida en forma de visión. Sin embargo no
encontramos en sus palabras ninguna visión narrada al estilo de Am 7,1 y 8,1 donde dice «Esto me mostró…»; o 9,1
que dice «Vi al Señor…». Es probable que sean las respuestas de Dios —las que son dichas en primera persona—
quienes indujeron a calificar de visiones el contenido del libro a fin de evitar dar la idea de que Dios habló de
manera directa al profeta.
La forma en que se articulan las tres partes de la obra no es evidente sino que debe explorarse el texto para
descubrirla. Los vínculos vienen de la coherencia temática establecida por la pregunta por el silencio de Dios ante
las injusticias (parte I), por la prosperidad del que hace el mal al otro (parte II), y el reclamo del profeta que no
quiere que Dios lo exponga a la experiencia de ver las injusticias y la humillación ante las cuales se siente impotente
(parte III). Esto es claro en el diálogo inicial y se prolonga — aunque matizado— en los ayes donde el tema general
es la esperanza en Dios que ejercerá su poder para castigar a los injustos y a los que caen en la idolatría con el fin de
relativizar el mensaje del verdadero Dios. En cierta medida esta segunda unidad es también una respuesta a las
quejas de 1,2−2,5 pero ahora expresada en forma de confianza en que Dios actuará y hará que su justicia finalmente
se cumpla para rescatar a las víctimas del mal. El círculo semántico que comenzó con la desesperanza —y quizá la
desconfianza— en la acción de Dios a favor de los oprimidos se completa al cerrar el libro con un himno en el cual
se celebra la futura llegada de Dios desde el desierto para castigar a los impíos y proteger a los justos.
Rasgos literarios y valores religiosos
Numerosos críticos consideran que el libro constituye en conjunto una liturgia penitencial. De ahí que, posiblemente
con razón, conciban a Habacuc como uno de los profetas cultuales responsables de la preparación y ejecución de
tales liturgias. De hecho, el libro comienza con un reproche que hace recordar la amargura de ciertos salmistas (p.e.
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Sal 13,2-3; también 83,2-5), un reproche que brota de la contemplación de las injusticias y la anarquía social que
azotan el país.
Con un pragmatismo histórico muy propio de la profecía, Habacuc piensa que la presencia del expoliador
neobabilónico tenía una mera función judicial, punitiva, querida por Yahvé.
El Dios israelita tiene prevista su actuación liberadora, que habrá que aguardar con una esperanza activa. A este
respecto, conviene destacar el uso que hace el profeta de la tradición del éxodo, que él actualiza y describe mediante
elementos literarios de honda raigambre mitológica. El dios de siempre actuará como siempre a favor de quienes
nutran su existencia con la fe y la esperanza.
Diversas interpretaciones del libro
El libro de Habacuc es uno de los más discutidos del AT. El problema básico es el siguiente: en diversos momentos
(1,4.13; 2,4) contrapone la actitud y el destino del inocente y del culpable. Pero ¿quién es el inocente y quién el
culpable? ¿Se trata de un conflicto interno entre diversos grupos judíos o de un conflicto entre Judá y alguna o
algunas potencias extranjeras? Las opiniones son muy variadas.
a) Ciertos autores piensan en un problema interno entre judíos honrados y judíos malvados, explotadores,
capitaneados por el rey Joaquín (609-598). El libro reflejaría la problemática del año 605 aproximadamente. Contra
esta interpretación se podría objetar que 1,17; 2,5.8 parecen referirse claramente a una potencia extranjera, no al rey
judío ni a un grupo concreto dentro del pueblo.
b) Para la mayoría de los comentaristas, el libro habla de la opresión de Judá por un país extranjero. Pero ¿de qué
pueblo se trata? Hay opiniones todos los gustos:
– Los asirios; según los partidarios de esta opinión, la obra sería anterior al año 612, fecha de la caída de
vive.
– Los egipcios, que mataron al rey Josías en la batalla de Meguido y pusieron en su lugar al impío e
indeseable Joaquín. La obra sería posterior al año 609.
– Los babilonios o caldeos, a los que alude expresamente 1,6. La obra sería de los años 612-538, aunque la
mayoría de estos autores se inclina a datarla en 605-600.
– Las tribus árabes del norte, que siempre fueron un peligro para Judá, incluso durante el período preexílico.
– Los persas. Teoría algo extraña; lo poco que conocemos del período persa destaca más bien las buenas
relaciones de los judíos con este imperio.
– Los griegos, capitaneados por Alejandro Magno. El libro habría sido escrito entre la batalla de Isos (333)
y la de Arbela (331).
– Los seléucidas, bajo el reinado de Antíoco IV Epífanes. La obra pertenecería a los años 175-163. Esta
opinión carece de fundamento, porque hacia el año 190 estaba fijado el canon de los Doce profetas menores.
– Un enemigo mítico, un ejército celeste.
c) Un tercer grupo de comentaristas realiza una síntesis de estas dos primeras posturas: 1,2-4 se refiere a las
injusticias dentro de Judá; 1,12-17, a las que comete el imperio babilónico.
d) Haak ha propuesto que el malvado es el rey Joaquín, enemigo de Babilonia; el justo, el rey Joacaz, que había sido
deportado y que los babilonios colocarán en el trono.
Teología de Habacuc
Habacuc plantea la incomprensión del sufrimiento del inocente y el aparente triunfo de la maldad sobre el bien. En
ese sentido está muy cerca de las quejas de Job, del cual puede considerarse un antecedente teológico.
Las respuestas no satisfacen al profeta pero conducen a la afirmación final en la cual es la fe la que da sustento a la
vida del creyente (2,4). Aunque duela, se le insta a esperar confiado la respuesta de Dios.
Saber poco o nada de su existencia no nos aleja de su experiencia. 3,16 habla de cómo en su vida hubo un profundo
sentimiento de angustia («Oí y se conmovieron mis entrañas; a la voz temblaron mis labios; pudrición entró en mis
huesos, y dentro de mí me estremecí…») acompañado de una fe que le permitió superar ese momento. Por esa razón
la teología de Habacuc no debemos buscarla esforzándonos en ubicar cronológicamente sus páginas o en el intento
de reconstruir su personalidad sino en el testimonio de confianza en momentos cuando la vida parece corromperse
sin límite y la fe es el lugar sólido donde encuentra sostén. En su mensaje la justicia concreta no llega a consumarse
pero se nos transmite el íntimo convencimiento de que toda forma de opresión será juzgada y condenada por Dios.
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HABACUC
Mensaje de Habacuc
Habacuc, como otros profetas, se enfrenta al problema de la historia.
Pero no se fija en cuestiones concretas, sino en el sucederse de grupos opresores, con una panorámica mucho más
ambiciosa y global. Nahún, preocupado por la opresión de su pueblo, había dado como respuesta el castigo de
Nínive. A Habacuc esto no le basta. Porque el castigo de un grupo opresor supone simplemente su sustitución por
una potencia imperialista, más cruel incluso que los personajes anteriores. Con ello no se resuelve nada. Sigue en
pie el problema de la justicia de Dios en la historia, y Habacuc, a pesar de sus diálogos con el Señor, no le encuentra
solución teórica ni práctica. Pero supera el problema con una postura de fe, convencido de que todo grupo opresor,
cualquiera que sea, terminará castigado por Dios. La novedad de Habacuc consiste en que presenta a Dios como
quien juzga y condena no a un imperio, sino a toda forma de opresión.
El mayor mensaje de este profeta no radica en el contenido teológico de su obra, aunque es muy importante, sino en
la postura vital que él adopta. Sólo el diálogo con Dios, la pregunta, la objeción, la actitud de fe, la esperanza contra
toda esperanza, constituyen el camino para interpretar el curso de la historia y los problemas que plantea.
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En nombre de su pueblo, el profeta se queja a Yahvé de las desgracias públicas. Este texto, afín a los lamentos del
Salterio y de Jeremías, podría referirse a los desórdenes interiores de una sociedad, pero se tiene en perspectiva la
opresión caldea. ¿Por qué la justicia y la bondad de Yahvé (su santidad) toleran el triunfo del impío?
El mensaje de este profeta es de los más breves y de los más desconocidos. Una lástima, porque el tema que trata es
de perenne actualidad: la injusticia del imperialismo. En su época, el recuerdo reciente de la opresión asiria se une a
la experiencia del dominio egipcio y babilónico. Tres imperios distintos, una misma opresión.
El profeta comienza quejándose a Dios. No comprende que Dios contemple impasible las desgracias de su tiempo,
la opresión del faraón y de su marioneta, el rey Joaquín. Y el Señor le responde que piensa castigar a los opresores
egipcios mediante otro imperio, el babilónico (1,5-8). Pero esta respuesta de Dios es insatisfactoria: al cabo de poco
tiempo, los babilonios resultan tan déspotas y crueles como los asirios y los egipcios. Y el profeta se queja de nuevo
a Dios: le duele la alegría con la que el nuevo imperio se apodera de las naciones y mata pueblos sin compasión. No
comprende que Dios «contemple en silencio a los traidores, al culpable que devora al inocente». Y así, en actitud
vigilante, espera una nueva respuesta de Dios.
La visión que llegará sin retrasarse es la de la destrucción de Babilonia. El injusto es el imperio babilónico, que será
castigado por Dios. El justo es el pueblo judío y todos los que confíen en la acción salvadora del Señor.
Epígrafe
Este encabezamiento del libro suena literalmente: «proclamación que vio el profeta Habacuc», es decir,
«proclamación [de lo] que vio...». El término hebreo por “proclamación” (u “oráculo”) deriva de una raíz que
significa “levantar”, “alzar”; de ahí “alzar (la voz)” = “proclamar”. Los profetas hebreos tenían conciencia firme de
que su palabra emanaba de una fuente inequívoca: el propio Yahvé. El verbo “ver” (o el sustantivo “visión”) no
implica necesariamente visualización de algo o de alguien.
1 Oráculo que vio el profeta Habacuc.
La “visión” de Habacuc no está sustentada por la visualización de algo o de alguien. Se trata más bien de una visión
intelectiva, es decir, de una interpretación de la situación política interna de Judá y de la cercanía amenazante de los
babilonios.
1,2 -2,5 Quejas y esperanza
Aparece un diálogo entre Habacuc y Dios construido en dos series.
Queja 1,2-4
Respuesta 1,5-11
Queja 1,12−2,1
Respuesta 2,2-5
Lo que caracteriza a esta unidad es que las respuestas parecen no ajustarse a las preguntas (en este caso expresadas
en las quejas). Al comienzo se reclama por la maldad, la injusticia y por el hecho de que el impío prevalece sobre el
justo. Sin embargo en la primera respuesta no se responde con exactitud a ese reclamo más se anuncia el envío de
los caldeos (1,6) quienes personifican la justicia (1,7) y tiene capacidad de derrotar a los pueblos que se le ponen
delante. El elogio de los caldeos solo puede entenderse en el contexto de la caída de Nínive en sus manos en el año
612 a.C. donde Israel celebra la derrota de esa ciudad capital de una nación cruel y opresora. Sin embargo es difícil
leer la primera queja en ese contexto debido a que todo indica que el profeta actuó durante los años 609 al 597
cuando ya era evidente que el nuevo dueño del mundo —el Imperio neobabilónico— no era menos cruel que su
antecesor. El mensaje se aclara al ir hacia la segunda queja (1,12−2,1) donde se afirma que los caldeos fueron
levantados por Dios para hacer justicia y castigar a los impíos pero al cabo de poco tiempo ha resultado que también
ellos avasallan a los justos y violentan a los fieles. Hay una muy fina crítica en el hecho de señalar que «ofrecen
sacrificios a su red y queman incienso a su malla» (1,16) pues pone en evidencia el carácter ideológico de su
religiosidad: allí no hay interés por Dios sino poder militar y vocación de dominio. Es claro que el autor busca
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HABACUC
identificar las prácticas idolátricas con la inclinación a ejercer el poder sobre el prójimo para oprimirlo y para
aprovecharse de sus pertenencias. El profeta en consecuencia espera una respuesta de su Dios (2,1). La dinámica
literaria de esta unidad exige unas palabras de Dios para no dejar al profeta —y al pueblo— en la desesperanza y en
el sentimiento de abandono de su propio Señor. Los vs. 2,2-5 invitan a la confianza en que la justicia buscada será al
fin recibida. Las palabras finales reconocen que el poderoso se ha apartado del programa para el cual había sido
convocado y que en consecuencia no prosperará su proyecto. «El justo vivirá por la fe» (2,4), más el que busca
oprimir al prójimo verá fracasar sus planes.
El profeta interroga y Dios responde
El Señor enfrenta al profeta con una situación, le hace vivirla y reaccionar ante ella. Gritos e interrogaciones indican
que ya lo está viendo como Dios quiere. Todo se vuelve oracular: no sueños ni visiones, sino la dura realidad, con
su sentido que hay que descifrar. Esa realidad es el dominio de la injusticia, el atropello del «derecho», que «la ley»
debía garantizar. En la eterna contienda de «malvado e inocente» el culpable triunfa, el «honrado» y su «derecho»,
salen derrotados.
En el horizonte comienza el movimiento de los caldeos que acabarán por conquistar Jerusalén y reducirla a ruinas.
Dentro de la predicación de los profetas, Habacuc aporta una doctrina nueva: se atreve a pedir a Dios cuentas de su
gobierno del mundo. Ciertamente, Judá ha pecado, pero ¿por qué Dios, que es santo, que tiene ojos demasiado puros
para ver el mal, escoge a los caldeos bárbaros para ejercer su venganza? ¿Por qué ha de castigar al malo otro peor
que él? ¿Por qué parece que Dios ayudase al triunfo de la fuerza injusta?... Es el problema del mal, planteado en el
plano de las naciones.
Es una lectura reconstruida sobre el texto del profeta en la que aparece primeramente una lamentación, una queja
por la opresión y la violación del derecho en Judá.
Habacuc es un profeta de los siglos VII-VI a. C. Pero es un profeta que no habla al pueblo, sino que habla con Dios;
le pregunta, le interpela ante lo que ven sus ojos. Así es todo el libro. ¿Hay respuestas para el hombre de Dios que
quiere defender los valores radicales de la vida? La respuesta de Dios, según la experiencia teológica y espiritual del
profeta, el hombre de Dios, es que, quien sepa mantenerse fiel en medio de la injusticia y la violación de los
derechos, vivirá. La promesa de vida es la síntesis más completa de toda la predicación del profeta. Es una promesa
a Israel, pero es una promesa que incumbe a todos los cristianos: el mal nunca se apoderará de la historia
definitivamente.
La fe en la Biblia (emunah) no es defender una doctrina, sino tener una experiencia radical de “confianza” en Dios.
Eso es lo que propone el profeta, y en ese sentido es como lo entendió Pablo para lanzar al judaísmo o al judeo-
cristianismo de su tiempo el reto que habría de darle la identidad religiosa verdadera.
1,2
El v. 2 responde al desgarro psicológico de la persona acosada por el mal, en un escenario en el que sólo se oye el
eco de sus propios gritos, que rebotan en el ominoso silencio de lo alto.
2 ¿Hasta cuándo, Señor, | pediré auxilio sin que me oigas, | te gritaré: ¡Violencia!, | sin que me salves?
«¿Hasta cuándo...?» es el interrogante angustioso de quien se siente abandonado por Yahvé o de quien sufre
intranquilo la demora de sus actos de liberación (por considerarlos urgentes).
3 ¿Por qué me haces ver crímenes | y contemplar opresiones? | ¿Por qué pones ante mí | destrucción y
violencia, | y surgen disputas | y se alzan contiendas?
Los desórdenes se articulan en tres parejas de sustantivos (algunos con un alto grado de sinonimia). La primera tiene
rasgos genéricos; la segunda se concreta en delitos sociales; la tercera sugiere recursos al ámbito jurídico. Aunque
no es fácil determinar con exactitud el significado concreto de alguno de los términos en cuestión, el profeta dibuja
con breves pinceladas una sociedad en descomposición y gravemente dislocada.
4 Por ello, la ley se debilita | y el derecho jamás prevalece, | el malvado acorrala al justo | y así sale el derecho
pervertido.
La ley y el derecho son instituciones sociales creadas básicamente para evitar que los poderosos devoren a los
humildes. Pero si el derecho está ausente o se tuerce, los honrados serán presa fácil de los depredadores sociales.
1,5-11.- Responde Dios.
Tras breve introducción, describe un pueblo y sus campañas. Con tal viveza, que ese pueblo ocupa la escena como
protagonista. Pero no es así: la respuesta comienza con hnny = yo y termina con «su dios», lo decisivo se enuncia al
principio y es la iniciativa histórica del Señor; lo del fin es una ilusión que el imperio añade a su crueldad.
8
HABACUC
Aunque este segmento poético carece de una introducción que presente al interlocutor, no hay duda de que se trata
de Yahvé. Y, aunque a simple vista no lo parezca (¡verbos en plural!), responde a las quejas del profeta, como lo
sugieren los dos verbos iniciales: “mirar/ ver” y “contemplar”, que remiten al v. 3ab. Yahvé hacía contemplar al
profeta injusticias y opresiones, que le producían amargura y desolación; ahora la angustia se va a convertir en
estupefacción: Yahvé va a llevar a cabo una obra increíble.
Se ofrece un bosquejo amplio y colorista del nuevo invasor que barrerá todo el Próximo Oriente. La descripción
comienza con la combinación de dos aspectos, que tratan de ofrecer una sensación de totalidad: intensidad y
extensión. Por una parte, los caldeos son «un pueblo cruel y fogoso». El adjetivo “cruel” traduce un término hebreo
(mar) que significa básicamente “amargo”. Se trata de una figura retórica donde “amargo” equivale a “que causa
amargura”, es decir, “cruel” o “despiadado”. La palabra “fogoso” traduce propiamente el participio de un verbo
(mihar) que significa “apresurarse” o “ser veloz”. Los invasores se caracterizan, pues, por sus incursiones rápidas,
eficaces e inmisericordes.
5Mirad, contemplad atentos a las naciones, | llenaos de espanto, | pues en vuestros días se hará tal obra | que
no la creeríais si os la contasen.
Sin introducción oracular habla Dios invitando a extender la mirada al panorama internacional. El profeta estaba
polarizado mirando hacia dentro o hacia un imperio determinado; le falta horizonte y Dios se lo impone. En cuanto
al tiempo, respondiendo a la queja inicial «¿hasta cuando?, Dios lo limita sin precisar demasiado: «en vuestros
días». Hasta ahora el profeta contemplaba la realidad inmediata de la injusticia y la iniciativa incontrastada del
injusto; pronto tomará el Señor la iniciativa histórica, moviendo los hilos de un pueblo hasta ahora poco conocido.
La acción de Dios va a ser inesperada, paradójica, «increíble»; el profeta ha de estar preparado para identificarla y
reconocerla; en este caso no habrá fe de oídas.
6 Movilizo a los caldeos, | pueblo duro e impetuoso, | que ensancha la tierra con su venida, | se apodera de
gentes que no son suyas.
Desde el principio exhibe ese pueblo un brío implacable, su movilidad ilimitada, su rapacidad de lo ajeno.
El imperio neobabilónico sólo es la vara utilizada temporalmente por Yahvé para castigar a su pueblo y
reconducirlo al buen camino.
La finalidad de la expansión neobabilónica es «adueñarse de países ajenos». Aquí “países” (miška-nôt) equivale
propiamente a “asentamientos” (humanos), sin especificar su naturaleza social o política.
El verbo “adueñarse” (ya-raš) implica expulsión de los autóctonos o ya asentados4.
7 Temible y terrible, | él es la fuente de su derecho y su decisión.
Sigue una rápida y eficaz descripción de avances y conquistas. El poeta concentra su atención en la caballería el
galope militar le sugiere. Imágenes de animales feroces, que sirven también para calificar la acción bélica.
Para los israelitas, que constituían un pueblo insignificante y casi siempre sometido a distintas potencias, una nación
grande, vigorosa y dominadora tenía algo de sobrenatural, de tremendum.
8 Sus caballos, más veloces que panteras, | más feroces que lobos nocturnos. | Sus jinetes cargan, de lejos
cabalgan, | vuelan como águila lanzada sobre su presa. 9 Todo en ellos es violencia, | sus rostros miran hacia
Oriente, | reúnen como arena a los prisioneros.
La guerra tiene para ellos algo de juego y burla. El recurso a los leopardos y los lobos como imágenes de la
velocidad y la agilidad no es habitual en el AT. Del leopardo es destacada su astucia para el acecho (véase Jr 5,6; Os
13,7); y del lobo, su ferocidad y rapacidad (véase Gn 49,27; Jr 5,6; Ez 22,27; So 3,3). Sería éste el único caso de la
Biblia hebrea en que lobos y leopardos sirven a un poeta para describir las mencionadas habilidades. Sin embargo,
la imagen del águila que viene a continuación aúna los rasgos de velocidad y voracidad («se lanza a devorar»). Su
estatuto literario en el AT es más sólido que el de leopardos y lobos.
10 Se ríe de los reyes | y se burla de los príncipes. | Se mofa de todas las fortalezas, | construye rampas y las
conquista.
Habacuc se está refiriendo al emperador caldeo, que «se burla de los reyes, los soberanos le provocan risa».
4
Se trata del verbo usado con frecuencia en el Deuteronomio para describir la acción divina de expulsar de Canaán a sus
habitantes para dar el territorio a los israelitas.
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La risa de autosuficiencia del poderoso emperador neobabilónico tiene como objetivo reyes y fortalezas, es decir,
dos símbolos de poder y de consistencia. La maquinaria bélica caldea se mueve sin obstáculos por todo el Próximo
Oriente. No hay poderes ni estructuras defensivas que se le resistan.
1,11
El emperador caldeo no cae en la cuenta, o no acepta, que sólo es un instrumento en manos de Yahvé para castigar a
su pueblo, y nada más. Es decir, el dios hebreo está por encima de él. Sin embargo, el conquistador caldeo no acepta
tal soberanía, adoptando una actitud de ateísmo práctico, al hacer de su potencial bélico el supremo referente, el
instrumento inapelable que deja marginada a la divinidad. El profeta, quizá sin percibir todo el alcance de sus
palabras, está criticando una de las más funestas ideologías de todos los tiempos: la divinización y absolutización
del poder.
11 Entonces se renueva su ardor, | sigue y se instala. | Para él, su fuerza es su dios.
11.-Después azotará el viento y desaparecerá, por hacer de su fuerza su dios.
Concluye el oráculo divino con una expresión definitiva. Ese pueblo sacraliza su fuerza militar Podría ampliar la
fuerza le da órdenes y le permite cumplirlas, podría analizar atribuyendo a su Dios sus conquistas, en realidad está
divinizando su fuerza. La frase queda plantada al final, vibrando y provocando el estupor y la reflexión de los
lectores No es extraño que semejante oráculo provoque la protesta del profeta.
El “viento” de Ha 1,11 no es otra cosa que una imagen de la destrucción que se cierne sobre el imperio
neobabilónico.
Nueva pregunta del profeta
Siguen las palabras de Habacuc como un debate apasionado con Dios, casi un interrogatorio. Los diez versos se
podrían declamar como interrogaciones retóricas. ¿Dónde quedan la justicia y la santidad de Dios?
1,12-17.-Las vejaciones del opresor
Da inicio aquí la segunda parte del primer panel del tríptico (1,12-17) que integra el libro de Habacuc. Las analogías
formales con la primera parte (1,2-11) son evidentes. Las dos comienzan con una queja dirigida a Yahvé (1,2-3a;
1,12-13), para describir a continuación los desmanes y atropellos que se viven en el país (1,3b-4; 1,14); finalmente
hay una descripción del agresor caldeo (1,6-11; 1,15-17).
12 Señor, ¿no eres, desde siempre, mi Dios? | ¡Oh, Santo, que no muramos! | Señor, lo pusiste para sentenciar;
| ¡oh, Roca!, lo estableciste para juzgar.
El profeta impotente miraba y gritaba, Dios poderoso mira y se calla el silencio de Dios se hacía insoportable al
principio, ahora se hace incomprensible, escandaloso.
El v. 12 proclama la persistencia de Yahvé en la historia. La pregunta es sin duda retórica, de ahí el tono evidente de
reproche. Otra traducción posible sería: «Tú existes desde siempre, Yahvé; tú eres mi Dios, mi santo. Tú no
mueres».
La expresión adverbial «desde antiguo» (o «desde siempre») no denota lo que la teología cristiana ha definido como
“eternidad”. Eso podría deducirse de la confesión «no mueres»; es decir, Yahvé es desde siempre y para siempre.
Pero no. No estamos en el ámbito metafísico, sino en el histórico. La expresión simplemente apunta al momento
primigenio (“antiguo”) en que Yahvé se manifestó en la historia a favor de su pueblo por primera vez.
13Tus ojos, puros para contemplar el mal, | no soportan ver la opresión. | ¿Por qué, pues, ves a los traidores y
callas, | cuando el malvado se traga al justo?
El v. 13ab está en relación con el v. 3ab. El profeta no comprende cómo Yahvé, que todo ve y todo controla, puede
contemplar el mal y permanecer inactivo. Es probable que el “mal” y la “opresión” mencionados se refieran a las
injusticias arraigadas en Judá. Y no es para menos la perplejidad del profeta. ¿Cómo es posible que el dios israelita,
que, desde la tradición del éxodo, se define como un dios incapaz de contemplar la opresión sin intervenir, se
mantenga ahora cruzado de brazos?
14 Tratas a los hombres como a peces del mar, | como a reptiles sin dueño. 15 Los atrapa a todos con su
anzuelo, | los arrastra con su red; | los amontona en su barca | contento y alegre. 16 Por eso ofrecen sacrificios
a su red | e incienso a su barca, | pues en ellos tienen su sustento, | su ración y comida abundante. | ¿Seguirá
vaciando su red, | asesinando pueblos sin compasión?
10
HABACUC
Habacuc se siente como uno de esos peces y con esa perspectiva contempla al pescador, y reclama es posible que
semejante partida de pesca la haya organizado el Dios santo.
El profeta se queja de que, en las circunstancias históricas que está viviendo, da la impresión de que los hombres no
aventajan en mucho a los animales. Esta impresión queda resaltada por el uso de la conjunción “como”. La mención
del “guía” en el v. 14b pone al lector en una pista que se bifurca.
Por una parte, si Yahvé es el dueño y el guía de Israel, parece que se haya ocultado, pues los hombres son «como
reptiles que carecen de guía». Y, considerando las circunstancias desde el otro ángulo, cabría deducir que el nuevo
guía, el que de verdad ejerce como dueño y guía de los hombres, no es otro que el conquistador caldeo, que sin duda
se cree un dios.
CAP 2
2,1-4.-El justo vivirá por su fidelidad
El comienzo (2,1) propone una comprensión habitual de la naturaleza del ministerio profético: permanecer alerta a
la eventual escucha de la palabra divina.
En la tradición literaria del AT, el centinela es símbolo del pueblo que espera anhelante la luz de la aurora (véase
Sal 130,7). La luz del crepúsculo matutino, por contraposición a la oscuridad de la noche (imagen de abandono y de
muerte: Jl 2,2; 3,4; Am 5,18.20; Sal 107,10; Jb 3,4; 10,21), coincide con el tiempo de la salvación, con la
manifestación liberadora de Yahvé (véase Is 9,1; 42,7; 58,10; 60,1-3)
Esta escena del profeta centinela que otea el horizonte, esperando la llegada de algún mensajero que anuncie la
caída del opresor, recuerda el oráculo de Is 21,1-10, donde se proclama la caída de Babilonia. También aquí se
habla del profeta-centinela (Is 21,6.8) que aguarda impaciente que llegue alguien con albricias (Is 21,9).
1 Aguantaré de pie en mi guardia, | me mantendré erguido en la muralla | y observaré a ver qué me responde,
| cómo replica a mi demanda.
Con esa tensión aborda el profeta su nueva tarea, que es ser centinela. Mirar, por si Dios actúa de nuevo en un
momento imprevisible, escuchar, porque Dios le debe una respuesta (Is 21,6), aunque él no pueda fijar el plazo (Jr
42,7).
La respuesta del Señor: el justo por su fe vivirá
La frase «para que pueda leerse de corrido» (v. 2c) resalta magistralmente en el contexto inmediato. El hebreo dice
literalmente: «para que pueda correr el que la lea». Naturalmente, el poeta quiere decir que quien tenga la tablilla en
sus manos pueda leer su contenido sin dificultad. Pero el uso del verbo “correr” conduce al verso siguiente, donde
se dice que la visión se dirige hacia una meta prevista; que puede retrasarse, pero que sin duda la alcanzará. Es
decir, la visión “corre” hacia su meta.
2Me respondió el Señor: | Escribe la visión y grábala | en tablillas, que se lea de corrido; 3 pues la visión tiene
un plazo, | pero llegará a su término sin defraudar. | Si se atrasa, espera en ella, | pues llegará y no tardará.
La respuesta de Dios es un mensaje que abrirá una nueva etapa de expectación y esperanza. El primer anuncio se
tenía que cumplir «en vuestros días» (1,5), este segundo se cumplirá pronto.
El designio divino se realizará en el tiempo, sin que el hombre pueda saber cuándo. Sólo se le exige que espere, sin
sentirse defraudado por su eventual retraso: «vendrá ciertamente, sin retraso»
4 Mira, el altanero no triunfará; | pero el justo por su fe vivirá.
La tardanza del consuelo divino provoca en el israelita una doble respuesta. Puede que suplique a Yahvé con cierta
amargura «que apresure su acción» (Is 5,19; véase Sal 4,7); alternativamente, puede ser que, con cierto tinte de
ateísmo práctico, piense que «Yahvé no hace ni bien ni mal» (So 1,12), o que «ha abandonado el país» (Ez 8,12).
Habacuc contrapone «el que no la espera anhelante» (v. 4a) con «el hombre leal» (v. 4b), es decir, el que desiste de
la esperanza con el que se mantiene firme en la espera, demostrando así fidelidad a Yahvé y confianza en su
palabra. Se trata de dos actitudes contrapuestas ante la promesa de la futura “visión”.
5 ¡Cuánto más el orgulloso | se portará como traidor y fanfarrón, | saliéndose de sus límites! | Ese que abre
sus fauces como el Abismo | es como la muerte y no se sacia; | juntó para sí a todos los pueblos | y reunió para
sí a todas las naciones.
11
HABACUC
En la tradición del Deuteronomio lo que asegura la vida es la observancia de los mandamientos. Si Habacuc no
polemiza con ese principio, pues su contrario es otro, al menos se distancia de él y siembra un germen que podrá
superarlo (pues puede haber una hinchazón de observancias)
La comparación con la muerte y el infierno califican siniestramente al personaje e.
2,6
La persona orgullosa, desobediente a la autoridad establecida (véase Dt 17,12), supone una continua amenaza para
el orden creado por Yahvé. Pero el orgullo humano, en cuanto contrapuesto a las disposiciones divinas, tiene
también dimensiones políticas.
La “altanería” es una cualidad divina (= majestad) que se transforma en defecto nocivo (= orgullo) cuando el ser
humano se apropia indebidamente de ella. De ahí que Habacuc “sepa” que el soberano caldeo «nada conseguirá» (v.
5b). La crítica a la política imperialista pasa por el reconocimiento de la majestad absoluta de Yahvé sobre todos los
pueblos.
6 ¿Y no pregonarán todos estos un poema, | una adivinanza, un enigma a su costa?
La codicia insaciable se vuelve contra él, de modo que un día los pueblos oprimidos y explotados corearán su
fracaso.
La exclamación inicial sobre la inseguridad que ofrece la riqueza se refiere a la actividad depredadora del
conquistador de pueblos (2,5ef), y retoma la idea de 1,14-15.
El orgullo humano, sea individual, nacional o supranacional, reta a la majestad de Yahvé y al orden por Él
establecido. Las consecuencias funestas de la altanería humana en general es continuamente subrayada en la Biblia
hebrea: tradición sapiencial (p.e. Jb 35,12; 40,11-12; Pr 8,13; 11,2; 14,3; 15,25; 16,18);
2,6b-20.- Ayes por la violencia y la idolatría
A continuación se presentan los ayes contra los injustos. Esta unidad se articula con el final de la anterior, en
particular en la segunda respuesta de Dios. En estos ayes se desarrolla lo que allí fue anunciado respecto a los
caldeos. Son cinco estrofas (que comienzan en los vs. 6.9.12.15.19) que poseen una estructura semántica similar y
que a la vez sugieren un cierto orden concéntrico:
MOTIVO ACCIÓN
2,6 saqueo serán saqueados
2,9 ganancias injustas se pedirá cuentas
2,12 violencia, asesinatos conocimiento de Dios
2,15 corrupción destrucción destrucción
2,19 idolatría exaltación de Dios
Los cinco “ayes” no son endechas que lamentan una muerte no deseada, sino coplas satíricas, epigramas que
anticipan el fracaso del asesino de pueblos y que, al mismo tiempo, proclaman la confianza en la palabra de Yahvé.
Quieren ser una respuesta a la “visión” de 2,4. Estas cinco imprecaciones reúnen algunas características típicas de
los “dichos cultuales”. Se diría que tienen la función de exorcizar la presencia del enemigo.
En todos los casos se anuncia el motivo de la lamentación refiriéndose a un acto de injusticia o avasallamiento
cometido por los caldeos y se hace explícita la acción reparadora que se obrará. Veamos como ejemplo la segunda
estrofa:
Anuncio: «Ay del que codicia ganancias injustas...» (v. 9)
Acción: «Porque la piedra clamará desde el muro...» (v. 11)
Entre las acciones hay dos tipos. Tres describen actos de reparación en el campo social y político (las 1, 2 y 4) lo
que resulta acorde al carácter de las agresiones que las motivan. Pero los párrafos correspondientes a las
lamentaciones 3 y 5 presentan afirmaciones sobre la naturaleza del Dios de Israel. El v. 2,14 —por otra parte el ay
central de la estructura concéntrica— está destinado a exaltar que el conocimiento del Dios de Israel llenará la
tierra. Desde el punto de vista semántico se opera un traslado de la esfera política («edifican la ciudad con
sangre...») al de la relación con Dios: la violencia contra los débiles supone la ignorancia de la calidad de Dios. En
consecuencia la respuesta en este caso no es en el plano social sino teológico para mostrar la continuidad de ambos
y revelar que los actos cometidos en el escenario histórico tienen consecuencias sobre la esfera de la fe y la relación
12
HABACUC
con Dios. Dicho de otro modo, el conocimiento de Dios pondrá en evidencia la crueldad y la injusticia de los actos
cometidos.
El ay con el que se cierra la unidad (2,19-20) es el único que no describe un acto de violencia social sino de
idolatría. ¿Será que también en Israel hay quienes son seducidos por las prácticas del opresor? Se discute si se dirige
a los caldeos o a los israelitas, pero es difícil imaginar que el profeta le hable a un pueblo extranjero al que por otra
parte poco le importarían las palabras de un profeta de otro Dios. La mención de la idolatría de los caldeos ha de ser
oída y leída como una denuncia de la propia práctica idolátrica en el seno de la comunidad israelita.
6b Dirán: | ¡Ay del que acumula | lo que no es suyo! | ¿Hasta cuándo amontonará | para él prendas
empeñadas? 7 ¿No se levantarán de pronto tus acreedores, | se despertarán los que te asustan | y te saquearán
en su provecho?
Este primer “ay” comparte con el segundo la crítica del expolio imperialista de los neobabilonios, depredadores de
numerosas naciones. El interrogante entre paréntesis («¿hasta cuándo? », véase 1,2a) parece ser obra de algún
escriba. De ser así, cabría pensar que, en la época en que copia el texto, todavía no se había cumplido la “visión” de
2,2, y que Judá seguía padeciendo inclemencias políticas bajo el yugo caldeo.
Primer ay. Recoge la expresión «ajeno» de 1,6b. Si se separa la palabra hebrea “objetos empeñados”, en dos
mitades, se obtiene un sentido burlesco «masa de barro», aludiendo quizá a las tablillas de barro donde se
registraban haberes y transacciones. Un día el codicioso imperio perderá los objetos y se quedara con el barro El
verbo que traducimos por «sacudir» suena muy parecido a «sudar» los hiciste sudar en trabajos forzados, ellos te
zarandean y te despojan.
Curiosamente, los saqueos del conquistador son considerados “prendas empeñadas”, es decir, bienes no propios.
Para Habacuc, el llamado “derecho de conquista” carece de legitimidad. El conquistador tiene que devolver lo
robado, por las buenas o por las malas (véase v. 7), pues se trata de ganancias inmorales (véase v. 9).
8 Puesto que expoliaste incontables pueblos, | te expoliarán todos los demás, | por la sangre humana y la
violencia | en el país, sus ciudades y sus habitantes.
Explica la razón de la caída del opresor: «Por haber saqueado a tantas naciones, serás saqueado». El resto de los
pueblos, ahogados en “crímenes” y “violencia” (v. 8c), harán presa en los caldeos. Sorprende el paso del plural
(“naciones”, “pueblos”) al singular (“país”, “ciudad”), como si el poeta, tras contemplar una desoladora panorámica
internacional, volviese los ojos a la triste realidad que presenta su exhausto país5.
9 ¡Ay del que enriquece su casa | con pérfidas ganancias, | poniendo bien alto su nido | para protegerse así de
la adversidad!
La expresión de Habacuc “poner el nido en lo alto” se corresponde perfectamente con “poner el nido en los cedros”
(árboles proverbiales por su gigantesca altura.
La expresión hebrea traducida como «ganancia inmoral» (bes a‘ra-‘; v. 9ab) sería, al pie de la letra, «ganancia
[fruto] del mal». Resulta así elocuente el paralelismo con «la garra del mal» (v. 9d). Es decir, quien acumula
ganancias injustas arrastra al mismo tiempo en su seno todo el mal que ha perpetrado. Y dicho mal, tarde o
temprano, se volverá contra él, destruyéndolo. Por eso, nada conseguirá “poniendo el nido en lo alto”, creyendo que
así se encontrará a salvo de la desgracia. Utilizando la misma imagen, podría decirse que en el poder injusto anida la
autodestrucción. Una temática de indudable sabor sapiencial.
2,10
Continúa la crítica al expolio imperialista que comenzaba en el “¡ay!” anterior. El carácter impersonal del v. 9 «¡Ay
de quien...!» deja paso a la denuncia personalizada del v. 10 («Planeaste... tú mismo... »). Teniendo en cuenta el
contexto general, resulta más que evidente que el v. 9 tiene bajo el punto de mira al conquistador caldeo.
10 La vergüenza de tu casa has planeado | y has pecado al exterminar tantas naciones; 11 las piedras de los
muros gritan, | las vigas de madera claman.
Personaliza el poeta la moraleja. El conquistador caldeo, al poner en movimiento toda su máquina de guerra y
sembrar la destrucción por diferentes naciones, acumulando así poder, no era consciente de que, en definitiva,
estaba planeando «la deshonra de su casa» (v. 10a). De nuevo el término “casa”: la casa (o dinastía) construida
inmoralmente (v. 9b) acabará siendo humillada y vilipendiada. Pero no será necesario culpar del hecho a nadie: «tú
mismo te malogras» (v. 10c).
5
El término hebreo por «país» (’ere$) no tiene por qué referirse necesariamente a Israel, pues puede significar también “tierra”,
“territorio”, y aludir, en consecuencia, al conjunto de los territorios devastados por los caldeos.
13
HABACUC
El poeta se mueve en el ámbito de una retribución “endógena”, generada por la propia actuación del ser humano, a
tenor del conocido epigrama de Os 8,7: «Sembraron viento y cosecharon tempestades».
12 ¡Ay del que construye su ciudad con sangre | y la asienta en el crimen!
La mención de la “casa” en los versos precedentes arrastra consigo el uso de los verbos “construir” y “asentar” del
v. 12. Pero aquí no se trata de la casa-dinastía, sino de la capital del imperio neobabilónico; y el poeta hace hincapié
no tanto en el expolio material cuanto en un elemento concomitante: sangre y crímenes. El término “sangre” resalta
por su extraordinaria dureza, si tenemos en cuenta que las viviendas eran construidas con adobes (ladrillos bastos
confeccionados con barro, paja y agua). Aquí, la sangre sustituía al agua.
2,13-14
Habacuc sueña con un futuro en que la tierra se vea anegada por el conocimiento de Yahvé («como las aguas
colman el mar»). Es muy probable que, dado el contexto internacional en que se ubica la predicación de Habacuc, la
mencionada “tierra” haga referencia a la oikumene conocida por los israelitas de entonces.
La conexión entre justicia y conocimiento del Señor es correcta y tradicional. La referencia al fuego en 13b puede
haber atraído un verso leído con sentido escatológico, sugiriendo que la conflagración internacional preludiará la
instauración de un nuevo régimen religioso.
13 ¿Noes voluntad del Señor del universo | que se afanen las naciones para el fuego | y los pueblos trabajen en
vano? 14 Pues se llenará la tierra | del conocimiento de la gloria del Señor, | como las aguas cubren el mar.
Los vv. 13 y 14 están unidos por una doble imagen de elementos antagónicos: el fuego y el agua, respectivamente.
Es evidente que, a tenor de la mentalidad bíblica, “pueblos” y “naciones” hacen referencia a los países
tradicionalmente enemigos y opresores de Israel, y Yahvé tiene un plan sobre su futuro. La “fatiga” y el
“agotamiento” que derrochan en la construcción de su imperio será trabajo baldío, esfuerzo vano, pues todo acabará
pasto de las llamas. ¿Para qué servirá tanto afán? «Para nada» (v. 13c). Una nación o ciudad asentada sobre el
crimen no puede sobrevivir: se autodestruirá como consumida por el fuego, el fuego de su propio ardor destructor;
se fatigará en balde, en un ejercicio inútil que desemboca en la nada. También es posible que el fuego mencionado
sea real: por regla general, una ciudad conquistada era destruida a sangre y fuego.
A la imagen del fuego destructor se opone la del agua regeneradora (v. 14). Este elemento es relacionado por el
profeta, en el ámbito de la imagen, con el conocimiento de la gloria de Yahvé. El teologúmeno de la gloria de
Yahvé constituye un tema recurrente en la Biblia hebrea6.
La expresión «gloria de Yahvé» hace referencia a la majestad y el poder divinos7. Puede ser perceptible en una
intervención salvífica (véase Ex 16,7) o en una teofanía (véase Ex 24,16). De hecho, la gloria de Yahvé puede
manifestarse al ser humano (véase Lv 9,6.23; Nm 16,19; Is 40,5; Ez 3,23). Pero «gloria de Yahvé» (o simplemente
«Gloria», sin calificaciones) es una fórmula denominativa del ser divino; es decir, equivale sin más a «Yahvé».
La fórmula «dar gloria a Yahvé» (o a su nombre) hunde sus raíces tanto en la autocomprensión religiosa del
israelita, como ser contingente y dependiente, cuanto en la comprensión de la divinidad como única realidad
necesaria, definida por su grandeza, poder y majestad.
«Gloria de Yahvé» equivale sin más al nombre divino, por lo que la mencionada expresión vale por «conocimiento
de Yahvé», en referencia a su gloria, majestad y poder. El conocimiento (da‘at) de Yahvé alberga, entre otras, dos
características. Por una parte, se trata de un conocimiento práctico y reflejo, según puede deducirse de la raíz
hebrea. De hecho, la expresión “sin conocimiento” (véase Dt 4,42; 19,4; Jos 20,3.5; Is 5,13; Jb 36,12; 38,2) implica
involuntariedad e inconsciencia.
2,15-17
El Líbano del que habla Habacuc no debe ser identificado con la cadena montañosa que se alza al Norte del
territorio israelita.
6
La raíz de la que deriva el término hebreo traducido como “gloria” (ka-bôd) significa básicamente “ser pesado”, “tener
entidad” (peso específico, diríamos), y de ahí “ser importante”, “gozar de dignidad”. En consecuencia, “gloria” es la cualidad
que confiere reconocimiento, respeto y dignidad a quien la posee.
7
Conviene ofrecer un apunte histórico-religioso sobre el origen de la expresión «gloria de Yahvé». Es muy posible que, en sus
orígenes, la “gloria” fuese identificada con el sol naciente, cuando sus rayos rasgaban las últimas tinieblas del crepúsculo
matutino, inundando la tierra de luz, calor, color y vida. Incluso es probable, según algunos autores, que el propio templo de
Jerusalén tuviese practicada en sus muros una tronera abierta a oriente, por la que penetrarían los primeros rayos del sol. De ser
así, no es de extrañar que, en ciertos estratos de la tradición bíblica, la “gloria” divina sea identificada con el fuego (véase Ex
24,17) o definida como “resplandor” (véase Is 4,5; 60,1; Ez 1,28; 10,4).
14
HABACUC
Con relativa frecuencia, el Líbano hace referencia en el Antiguo Testamento a toda Palestina, al monte Sión o al
conjunto arquitectónico de templo y palacio real. Los animales sirven asimismo de referente poético de los
habitantes de un país. A este respecto, los paralelismos externos del v. 17 son elocuentes:
A. La violencia del Líbano te cubrirá amenazante
B. y la matanza de animales te aterrará,
B’. por tus crímenes, por la violencia al país,
A’. a la ciudad y a todos sus habitantes.
Resultan evidentes las siguientes correspondencias: Líbano = país, ciudad; animales = crímenes, violencia. El
contexto bélico es claro. Habacuc tiene en mente los desmanes del invasor caldeo en Palestina.
Con el tema de la embriaguez con vino drogado (v. 15ab) está relacionada la mención de «la copa de Yahvé» (v.
16c), que no hace sino subrayar la temática bélica.
15 ¡Ay del que hace beber a su compañero, | mezclando su bebida hasta embriagarlo | y ver así su desnudez!
16 Te saciaste de vergüenza, no de gloria, | bebe también tú, y enseña tu prepucio. | Que el Señor te haga
beber | la copa de su cólera, | y cambie tu gloria en vergüenza. 17 Pues la violencia hecha al Líbano caerá
sobre ti | y el exterminio de sus fieras te aterrará, | por la sangre humana y la violencia en el país, | en sus
ciudades y en todos sus habitantes. 18 ¿Para qué sirve un ídolo | si es ídolo de artesano, | una imagen fundida,
un oráculo engañoso? | ¿Cómo confía el artesano en su producto, | si fabrica dioses mudos?
Los temas de la desnudez, del licor drogado y de la copa están en relación con la temática bélica en toda la tradición
profética del Antiguo Testamento. Existe en los profetas una serie de textos en los que la capital de un determinado
país es comparada a un cuerpo femenino. Los poetas en cuestión, cuando quieren describir la falta de seguridad de
una ciudad o su inminente caída en poder de las tropas enemigas, utilizan el tema de la desnudez femenina. En estos
textos, el desnudo es una imagen de la falta de defensas en una ciudad, de la ausencia de guarnición en un país, o
también de la inutilidad de dichas defensas ante la “violación” militar por parte del enemigo y de las consecuencias
humillantes de ésta.
El delito mezcla una lascivia perversa con el disfrute de la humillación ajena. La acción adquiere valor de símbolo
que describe eficazmente y califica otras maneras de tratar a pueblos sometidos. Se los embriaga con dones fútiles y
valores falsos, después se los despoja y se celebra su humillación. Hay muchos productos que embriagan y muchas
desnudeces vergonzosas, y hay una burla de la humillación ajena.
El símil del cuerpo femenino resulta obvio si se tiene en cuenta que en hebreo, igual que en muchas lenguas
modernas, las ciudades y los países tienen nombre femenino: son como la madre que acoge a los hijos en su regazo.
Ahora bien, el problema del texto de Habacuc radica en el hecho de que el cuerpo descrito es el de un hombre, no el
de una mujer.
Aunque la imagen sea novedosa y ciertamente llamativa, el resultado es el mismo. El conquistador ha dejado al
descubierto las “vergüenzas” de los países vecinos, tras embriagarlos con un “licor drogado” (v. 15), una imagen
ésta del aturdimiento que incapacita para la defensa o para dar una respuesta equivalente. Más aún, su escalada de
violencia alcanza “el país” y “la ciudad”, alusiones al territorio israelita y a su capital, respectivamente. La visión de
Habacuc pasa así de lo internacional a lo nacional.
2,19-20
El texto de Habacuc se limita a comparar implícitamente a los dioses caldeos, incapaces de salvar, con Yahvé, el
dios salvador por definición, capaz de escuchar al atribulado y dirigirle una palabra de aliento y esperanza. La
capacidad de hablar por parte de Yahvé se expresa con la frase «¿Podrá enseñarte?» (v. 19c). Aunque se trata
probablemente de una glosa, sirve para definir la transmisión eficaz de la palabra divina.
19 ¡Ay del que dice a la madera: ¡levántate!, | y a la piedra muda: ¡despierta! | ¿Es ella quien enseña? | Ahí
está, chapada de oro y plata, | pero sin rastro de espíritu en su seno. 20 Pero el Señor está en su santo templo: |
¡Silencio ante él toda la tierra!
El último de los ayes se centra en la crítica de la idolatría. La temática no es nueva. Aparece magistralmente
desarrollada en Is 44,9-20, y será después adoptada con arte por el autor del libro de la Sabiduría (14,22-31). Según
nuestro autor, los conquistadores tienen un motivo añadido para estar preocupados: sus dioses no tienen vida.
El autor se concentra en el oráculo: si su condición y apariencia es mentirosa, no lo es menos el oráculo que se les
atribuye. Resumiendo: son todo un montaje de mentiras y fraudes. En contraste se yergue solitario, simplemente
15
HABACUC
nombrado, presente en la invocación, trascendente en su templo celeste, el Señor. Pura invocación de la fe, evitando
por ahora títulos y descripciones; eso vendrá en el capítulo siguiente. Un silencio numinoso debe acoger la
invocación y la acción histórica del Señor; silencio universal ante el Señor del universo.
Los dioses caldeos son identificados exclusivamente con la materia de la que están confeccionados. En
consecuencia, son incapaces de oír los gritos rituales “Espabila” o “Despierta”. De estos gritos da testimonio la
plegaria israelita.
CAP 3
El libro termina con un poema magnífico (3,1-16) que presenta al Señor como un guerrero de dimensiones
cósmicas, dispuesto a castigar a los enemigos y a salvar a su pueblo. En la redacción actual del libro, este poema
indica que es Dios mismo quien lucha contra los caldeos para acabar con el imperio despótico.
Y el profeta, consolado con esta certeza, entona los versos finales (3,17-19). El curso atormentado de la historia es
transpuesto a imágenes del mundo agrícola y ganadero. Y aunque todo aparezca inmerso en desolación y muerte, la
fe en Dios ayuda a mantener una postura de optimismo.
Llamada a la intervención de Yahvé
Esta última sección del libro de Habacuc presenta ciertas complejidades8, aunque, a grandes rasgos, se trata de una
plegaria hímnica compuesta de tres piezas: súplica introductoria (v. 2); teofanía (vv. 3-15); relato en forma de
confesión personal (vv. 16-19). Esta última podría ser desglosada en dos: angustia y compasión ante el desastre que
se cierne sobre el opresor (v. 16) y esperanza a pesar de que el país está en ruinas (vv. 17-19).
Sin el cap. 3, el libro perdería la llamada a la esperanza exigida por la angustia que se abatía sobre la población de
Judá; en segundo lugar, los “ayes” de 2,6b-20, a pesar de su carácter execratorio y su eficacia para el hombre
primitivo, no pueden sustituir a la acción divina, diseñada en el cap. 3; finalmente, la teofanía de 3,3-15 reúne
elementos literarios muy arcaicos, que podrían justificar la defensa de la originalidad del capítulo, o al menos de
una parte de él.
La oración de Habacuc
Este título, como ocurre con las cabeceras de algunos libros proféticos, puede ser indicio de la mano de un redactor
o un recopilador. Difícilmente tiene su origen en el propio profeta.
El capítulo final es una oración atribuida al profeta que incluye anotaciones musicales que revelan que es probable
que fuera utilizada en las liturgias del templo. Su altura literaria es inmensa y se podría colocar junto a textos como
Ex 15 y Jue 5 con los cuales se vincula por el tema de la exaltación del Dios victorioso en la batalla frente a los
enemigos de Israel y porque comparte con ellos un lenguaje arcaico, que sugiere un origen de cierta antigüedad.
En 3,1 se menciona que es un canto de estilo particular (sigionot, Sal 7,1) denominación que en el salmo 7 lo
relaciona con la súplica y en este caso con la exaltación de Dios. Su carácter cultual se observa en la marca de pausa
en el canto presente al concluir los vs. 3, 9 y 12. Al cerrar la oración —que en este caso también puede denominarse
himno— se anota que debe ejecutarse con instrumentos de cuerdas. Estas indicaciones denotan el uso autónomo del
poema pero no necesariamente su origen secundario.
En todo caso su función en la totalidad de la obra es la de afirmar la soberanía, grandeza y justicia de Dios que
habían sido cuestionadas en los textos previos.
El texto consta de tres partes organizadas en torno al tema de la venida de Dios y la justicia que ha de impartir sobre
la tierra. La primera parte (vs. 2-6) ubica a Dios al llegar desde el sur. Temán y Parán son dos lugares vinculados
con el Sinaí (Dt 33,2; Jue 5,4-5) que sirven para colocar el mensaje en el contexto de aquella gesta y evocar los
triunfos de la conquista de Canaán. Ahora el mismo Dios avanza sobre los enemigos actuales —aunque no se los
menciona— y se presenta en todo su poder y capacidad de juzgar la tierra (ese es el significado de la expresión
«medir la tierra»). Los pueblos poderosos le temen y se clama por misericordia en el día de su ira.
Salmo de Habacuc
8
Algunos autores dudan de la originalidad de todo este cap. 3, dado que falta en el pesher de Habacuc encontrado en Qumrán.
Pero tal ausencia no puede justificar por sí sola el carácter espurio del capítulo. Por una parte, pudo perderse sin más, o la
comunidad esenia, por los motivos teológicos que fuesen, no consideró oportuno comentarlo; por otra, hay razones de carácter
interno que podrían abogar por su originalidad.
16
HABACUC
El himno9 describe al Señor como guerrero de proporciones cósmicas. Toda la naturaleza siente su presencia o está
a su servicio cielo y tierra, montes y colmas, ríos y mares, aguas y océano, sol y luna. Pero su «salida» es para
salvar a su pueblo enfrentándose con los paganos. El Señor guerrero dispone de caballos y carros, arco y saetas,
flechas y lanza. No sale a luchar contra el océano como antaño (creación y paso del Mar Rojo), sino contra el
malvado, su casa y sus huestes. Se pone en marcha en el sur, Temán y Parán, a su paso deja temblando los
campamentos beduinos de Cusan y Madian, llena el escenario cósmico. Se apresura contra el enemigo, contra su
capitán, porque urge salvar in extremis a su pueblo indefenso, víctima de la voracidad agresora.
1 Oración del profeta Habacuc, a modo de lamentación.
El himno lleva una introducción y un colofón que se refieren al uso litúrgico y parecen notas posteriores (como
sucede en la mayoría de los salmos). Se clasifica el poema entre las «súplicas» o intercesiones y se atribuye al
profeta Habacuc.
3,2.-Súplica
La petición de clemencia hacia el enemigo por parte de Habacuc supone una gran novedad en el desarrollo de la
antigua religión israelita.
Las expresiones «oír tu fama» y «ver tu obra» aparecen en contextos (probablemente cultuales) donde se rememora
la acción salvífica de Yahvé en la historia. El verbo “oír” se explica desde las catequesis homiléticas del templo
(también desde la catequesis familiar), donde se transmitía de generación en generación el recuerdo de la liberación
de Egipto, hazaña suprema del Dios de Israel. Por su parte, el verbo “ver” se refiere probablemente, según algunos
expertos, a las dramatizaciones procesionales y cultuales del evento del éxodo.
2Señor, he oído tu fama; | me ha impresionado tu obra. | En medio de los años, realízala; | en medio de los
años, manifiéstala; | en el terremoto, acuérdate de la misericordia.
Ver y oír se sintetizan. El profeta ve la obra anunciada (1,5) suplica que llegue el día prometido.
En medio de una situación histórica trágica, signo de la cólera divina, el profeta oye y contempla una visión terrible
y liberadora. Entonces pide a Dios que suceda la visión, mejor dicho, que Dios mismo le «dé Vida» y la «haga
conocer», como hecho histórico en el discurrir de los años, como comienzo «vivo» de una era de compasión.
Habacuc reclama de Yahvé una nueva y urgente intervención en su propia época («en medio de los años»). Tal es el
sentido de los verbos “hacer revivir” y “dar a conocer” (v. 2cd), que aluden respectivamente a los verbos “ver” y
“oír” del v. 2ab. Y termina el profeta su súplica con una frase que sobrecoge por su humanismo religioso: pide a
Yahvé que no se exceda en su cólera contra el enemigo de Israel, que no olvide su proverbial compasión, que en su
cólera dé cabida a sus entrañas de misericordia. Habacuc.
3,3-6.-La llegada de Yahvé
La teofanía de los vv. 3-15 reúne elementos literarios tradicionales, con los que se pretende dramatizar, en el plano
del mito, la liberación de Egipto.
La teofanía comienza con una descripción del poder de Yahvé, identificado como dios de la tormenta. “Majestad” y
“gloria” (v. 3cd) son términos tradicionales que describen la presencia sobrecogedora de la divinidad.
3 El Señor viene de Temán; | el Santo, del monte Farán; | su resplandor eclipsa el cielo, | la tierra se llena de
su alabanza;
La venida desde el sur puede aludir al Sinaí o ser motivo autónomo. La segunda parte recuerda de cerca la visión de
Is 6,3, con la misma insistencia en las vocales largas A O) cambiando «gloria» en «alabanza». La tierra responde al
cielo, la alabanza al esplendor, escenario es el universo.
Temán está en relación con Edom (o Seír), territorio del que probablemente constituía un distrito.
Por su parte, Parán (Farán) era una estepa (con una montaña que lo identificaba) relacionada en la tradición del
Pentateuco con las manifestaciones divinas en el desierto (véase Nm 10,12; Dt 1,1).
4 su brillo es como el día, | su mano destella velando su poder. | Ahí se esconde su poder. 5 La Peste lo
precede, lo sigue la Fiebre; 6 se para y sacude la tierra, | mira y desbarata a los pueblos; | se desmoronan las
montañas antiguas, | se encogen las colinas eternas, | eternos son sus caminos.
9
Numerosos comentaristas piensan que este salmo no pertenece a la obra original. Aducen los siguientes argumentos: las
indicaciones litúrgicas (3,1.3.9.13.19), la falta de referencias históricas, el distinto género literario con respecto a los caps. 1-2 y
la mención del «ungido» en 3,13. Todos estos datos son ciertos, pero no obligan a negar la autenticidad del salmo. Más bien
habría que probar lo contrario, yesos argumentos no bastan. Porque el salmo hace perfecto sentido dentro de la obra, trata el
mismo problema y culmina en una afirmación capital (3,16b) relacionada con la temática de los dos primeros capítulos.
17
HABACUC
Las montañas representan lo ancestralmente sólido y estable de la tierra, además, el dorso de las montañas forma la
calzada cósmica de Dios (Am 4,13, Miq 1,3).
El Yahvé guerrero va escoltado por dos plagas: la Peste y la Fiebre (v. 5). Se trata de personificaciones poéticas, no
de hipóstasis divinas. Su función consiste, sin duda, en subrayar el carácter funesto de la inminente intervención de
Yahvé. Por lo que respecta a la Peste, es obvio que el profeta tiene presente la tradición de las plagas. En la
tradición literaria del Antiguo Testamento desempeña la función de castigo divino (véase Ex 9,15; Lv 26,25; Nm
14,12) o de maldición (véase Dt 28,21); generalmente van asociados a ella el “hambre” y la “guerra”, personificada
ésta en la “espada”.
Por lo que respecta a “Fiebre” (hebreo rešep), es la traducción aproximada de un término relacionado con el calor
intenso y la luz. De hecho, Rešep era la divinidad fenicia del relámpago y el trueno.
Es probable que Habacuc se esté refiriendo al mencionado dios fenicio, de modo que también se podría traducir:
Ante él marcha la Peste,
y Rešep sigue sus pasos.
Hablar de los “antiguos senderos” de Yahvé hace referencia sin duda a su permanente forma de actuar,
principalmente liberadora. En este sentido, el término traducido aquí por “senderos” tiene idéntico valor teológico
que otro (más frecuente en la Biblia) que significa “caminos” (derâkîm). La expresión «caminos de Yahvé», con el
sentido de modelo habitual de actuación salvífica o bien de disposiciones éticas, aparece en numerosas ocasiones.
3.7-15.-El combate de Yahvé
La parte segunda (vs. 7-15) presenta el triunfo de Dios a partir de sus victorias contra los madianitas (Nm 25,17-18)
y las «tiendas de Cusán», ambos pueblos ubicados en el sur, lugares por donde Israel merodeó en busca de entrar en
la tierra prometida. La función de esta estrofa es llevar tranquilidad a Israel y afirmar que la acción de Dios es
contra sus enemigos y no contra ella misma. Las alusiones a aquel tiempo glorioso se completan con las varias
ocasiones donde el mar y el agua son mencionados para evocar el cruce del mar Rojo y del río Jordán, y la
soberanía de Dios sobre la naturaleza se expresa en el dominio sobre el sol y la luna. El himno finaliza con la unidad
3,16-19 donde se dice con altísima belleza poética que a pesar de las adversidades —la angustia, el miedo— el
creyente confía en que Dios cumplirá su promesa de justicia y protección.
Es preciso destacar la dinámica interna de esta unidad para luego ubicarla en el contexto mayor de toda la obra. Se
parte de la presentación del Dios que llega del desierto y concluye con la declaración de confianza aún en un
contexto adverso como es el presente del narrador. En el centro de la unidad queda la declaración de la soberanía de
Dios sobre las aguas, los astros y las naciones. Leer los extremos a la luz del centro permite observar que el texto
quiere destacar que tanto la acción justiciera de Dios como la confianza en que su promesa será cumplida se
construyen sobre la afirmación de su soberanía sobre la totalidad de la creación.
7 He visto demolidas las tiendas de Cusán, | tiemblan los refugios de la tierra de Madián.
Posiblemente el poeta describe el efecto de un viento huracanado barriendo la estepa con los campamentos nómadas
(véase 1s 21,1).
Los geógrafos suelen localizar Madián al este del golfo de Áqaba, justo al sur de Edom (parte meridional de la
actual Jordania), es decir, al noroeste de Arabia (véase Ex 2,11ss). Dado su paralelismo con Madián, es probable
que Cusán sea un antiguo nombre o una denominación poética de dicho país.
8 ¿Se inflama tu ira, Señor, contra los ríos, | contra los ríos tu cólera, | contra el mar tu furor, | cuando
cabalgas en tus caballos, | en tus carros victoriosos? 9 Has desnudado tu arco, | llenas de flechas tu aljaba, |
con torrentes hiendes la tierra. 10 Te ven las montañas y tiemblan, | pasa una tromba, brama el océano, |
levanta sus brazos en alto.
El océano responde a la lluvia desatada en un gesto de alzar sus brazos de agua.
La acción combativa de Yahvé afecta a la horizontalidad de la tierra, para expandirse después en las dos direcciones
de la verticalidad (“montes - abismo”), es decir, abarcando la totalidad de lo creado y ampliando sus efectos al
océano subterráneo primordial (Abismo), símbolo del caos y de los poderes del mal. El agua (“ríos”, “diluvio”) es
aquí un elemento destructivo en manos de Yahvé, que afecta incluso al mundo subterráneo, que, personificado,
«alza su voz, levanta en alto sus manos» en señal de desesperación y/o súplica.
11El sol y la luna están firmes en su órbita, | a la luz de tus flechas caminan, | al resplandor de las lanzas de
tus relámpagos.
Ante el fulgor de los rayos y relámpagos, flechas y lanzas de Dios sol y luna se retiran y se esconden.
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HABACUC
Es curioso observar la paradoja ofrecida por el poeta: sol y luna, las principales fuentes de luz para los antiguos
israelitas, se sienten atenazados «a la luz de tus raudas saetas, al fulgor deslumbrante de tu lanza». La luz natural
parece ser absorbida por el cegador brillo que desprenden las armas divinas. Naturalmente, “saetas” y “lanza” son
metáforas por “rayos”, como ha quedado dicho. En cualquier caso, Yahvé tiene a sus órdenes elementos que
sobrepasan en poder a cualquier creatura.
12Caminas airado por la tierra, | furioso pisoteas a los pueblos; 13 sales a salvar a tu pueblo, | a salvar a tu
ungido; | aplastas el techo de la casa del malvado, | desnudas sus cimientos hasta la médula.
La oposición «el malvado/tu pueblo» responde a la repetida de «malvado/inocente» (1,4 15), eje de toda la profecía.
Mientras los malvados usan de violencia para eliminarse unos a otros, el pueblo honrado confía y es salvado por
Dios. No entra en el Juego del poder y la violencia, sino que aguanta y espera. La «casa» del malvado, arrasada de
techo a cimientos, puede representar el centro de su dominio y el depósito de sus rapiñas (2,9).
Su “casa” (en hebreo bayit, que también significa “palacio” en un contexto regio) será abatida hasta sus cimientos.
Si la casa es una imagen de seguridad, estabilidad y permanencia en el tiempo, su destrucción implica la
desaparición del imperio que mantiene atenazada a la “casa de Israel”.
3,14-15
El profeta Habacuc trata de formular literariamente su fe en la capacidad de Yahvé de liberar una vez más a su
pueblo, de arrancarlo de las garras de potencias extranjeras, es decir, de recrearlo.
14Con sus flechas atraviesas | la élite de sus tropas, | que se agitan para descuartizarme, | como si se tratase
de agarrar | a un pobre en una trampa. 15 Pisas por el mar con tus caballos, | revolviendo las aguas del
océano.
Derrotado el enemigo y salvado el inocente, el vencedor se retira cabalgando majestuosamente.
El término hebreo traducido aquí por “pobre” (‘ânî) es muy común en el AT. Aparte de su referencia a la pobreza
material, dicho término denota también la pobreza psicológica (sentimiento de marginación) y social (marginación
real). Evidentemente no se trata aquí de un pobre en concreto; el vocablo, de rasgos colectivos, está sin duda en
relación con el “pueblo” del v. 13a (quizá también con el “ungido”), es decir, refleja la situación de los judaítas
acosados como animales. El término “escondrijo” denota en hebreo lo oculto y recóndito, donde el ojo humano no
puede tener acceso (véase Is 45,3; Jr 49,10), o la guarida de un animal (véase Sal 10,9; 17,12; Lm 3,10). Dice
Yahvé en referencia a los israelitas: «¿Pensará alguien ocultarse en escondrijo donde yo no lo vea?» (Jr 23,24).
3,16-19.-Conclusión: Temor humano y fe en Dios
La fama de Yahvé consiste en su perenne capacidad, como creador, de rescatar (recrear) a su pueblo mediante la
aniquilación de sus agresores. La posibilidad de “oír” implica guardar silencio para escuchar el relato de las hazañas
de Yahvé. Desde este punto de vista, parece obvio que la llamada al silencio de 2,20b («¡silencio ante él la tierra
entera!») pretende ser una introducción al cap. 3.
3,16
La confesión del v. 16 implica que el profeta ya está convencido de la intervención salvífica de Yahvé. La
convicción es sin duda profunda, pues en ella está comprometida la personalidad entera del profeta: entrañas, labios,
huesos, pasos, es decir, sentimiento, palabra, cuerpo y acción. Estos cuatro elementos, típicos de la antropología
hebrea, se estremecen, tiemblan o titubean.
16 Lo escuché y temblaron mis entrañas, | al oírlo se estremecieron mis labios; | me entró un escalofrío por los
huesos, | vacilaban mis piernas al andar; | gimo ante el día de la angustia | que sobreviene al pueblo que nos
oprime.
El profeta se contagia del temor y temblor general. Puede compararse esta reacción con la de Is 21,3.
El “oír” del profeta (3,2.16) se corresponde con el “no escuchar” de Yahvé al comienzo del libro (1,2). Yahvé
parece no escuchar, pero en realidad lo que pretende es que el israelita fiel escuche el contenido de la visión y
confíe en la inminencia de su realización histórica (cf. 2,2-3). Sólo así pondrá a salvo su vida (cf. 2,4).
17Aunque la higuera no echa yemas | y las viñas no tienen fruto, | aunque el olivo olvida su aceituna | y los
campos no dan cosechas, | aunque se acaban las ovejas del redil | y no quedan vacas en el establo, 18 yo
exultaré con el Señor, | me gloriaré en Dios, mi salvador. 19 El Señor soberano es mi fuerza, | él me da piernas
de gacela, | y me hace caminar por las alturas. Al director del coro, con cítaras.
Expresa el poeta el júbilo después de la agitación, haciendo eco a la petición inicial «en la Ira la compasión» Is
61,10.
19
HABACUC
En la poesía hebrea, higuera, vid y olivo son con frecuencia imágenes que aluden referencialmente a las capas más
nobles de la sociedad israelita. No en vano se trata de los árboles y arbustos más emblemáticos de Palestina.
El término hebreo traducido aquí como “fuerza” (hayil) significa también “ejército” (fuerza militar),
“fortuna/riquezas” (fuerza económica) y “hazañas/proezas” (resultado del poder militar). El salmista es consciente
de que, en definitiva, sólo Yahvé posee la auténtica fuerza, una dinámica eficaz (Sal 59,12; 118,15s; 136,15), y de
que sólo él la dispensa (Sal 18,33.40). Ni un nutrido ejército ni una imponente caballería pueden dar garantías de
fiabilidad en la lucha (Sal 33,16s; 76,6).
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HABACUC
ANEXO
El término hebreo traducido aquí por «hombre leal» (u «hombre recto»: saddîq, v. 4b) ha sido vertido por muchos
intérpretes, desde siglos atrás, como “justo”, traducción que dio pie a la polémica sobre la justificación por la sola
fe. Dicho término, sin embargo, presenta en hebreo una gran riqueza polisémica. Puede significar “honrado”,
“honesto”, “íntegro”, “justo”, “inocente”, con sentido ético o forense; o bien “fiel”, “leal”. En este último sentido,
saddîq es el hombre o la mujer que se mantiene firme dentro de un “orden”, de una red establecida de relaciones:
familiares, políticas o sociales. Parece evidente el paralelismo antonímico entre «el que no la espera anhelante» y
«el hombre leal»; o, mirando desde el ángulo contrario, resalta la sinonimia «esperar con anhelo» y «ser leal».
Teniendo en cuenta el contenido básico del segmento 2, 1-4, relativo al cumplimiento inminente del contenido de la
“visión”, lo que Yahvé exige, por medio del profeta, es confianza y espera anhelante en dicha llegada. Ésa será la
condición de posibilidad de subsistencia («seguirá vivo», v. 4b). Aunque Habacuc no la menciona explícitamente,
se puede deducir que el trasfondo es la alianza entre Yahvé y su pueblo. El futuro está condicionado por la
confianza, la fidelidad y la esperanza. Esta figura del creyente israelita, aunque definida en otros términos, coincide
casi con la del “pobre de Yahvé”, propuesta, por Sofonías.
Y se llega al texto citado por Pablo en relación con su doctrina de la justificación por la sola fe (véase Rm 1,17; Ga
3,11), que tantos ríos de tinta hizo correr entre reformistas y contrarreformistas: «El orgulloso no la espera anhelante
«mas el hombre leal seguirá vivo por su fidelidad» (v. 4). Según esta traducción, que puede ser lingüísticamente
correcta y perfectamente adecuada al contexto general del libro, podría cabalmente pensarse en la inutilidad de las
discusiones teológicas, pues la traducción parece no dejar lugar a dudas. Sin embargo, existen traducciones (ya
añejas) alternativas, que han fomentado el disenso entre los distintos intérpretes.
San Pablo, que sólo cita la segunda mitad del verso, utilizó probablemente la versión de los LXX. La traducción
convencional reza así: «pero el justo vivirá por la fe», o bien «pero el justo por la fe vivirá».
La discusión durante la llamada Reforma basculó entre estas dos traducciones. Según la primera, el que es justo
vivirá mediante la fe; según la segunda, el que es justo por la fe (mediante la fe) vivirá. Es decir, algunos teólogos
subrayaban el aspecto de la sola fe (sin necesidad de las obras) como fuente de la justificación, a tenor de una
controvertida interpretación paulina. Sin embargo, es posible que el propio Pablo ofrezca una exégesis no legítima
del texto de Habacuc (lingüísticamente hablando), a parte del hecho obvio de que el profeta no está hablando para
nada de la justificación por la fe. Un elemental estudio lexicográfico de todo el verso así lo revela.
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HABACUC
BIBLIOGRAFÍA
.- MORLA VÍCTOR. Nahúm – Habacuc, Sofonías. Comentarios a la Nueva Biblia de Jerusalén. Desclée De
Brouwer, S.A., 2009
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