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Creo en La Resurrección de La Carne

El documento aborda la creencia cristiana en la resurrección de los muertos, afirmando que así como Cristo resucitó, los justos también vivirán eternamente con Él. La resurrección es vista como una obra de la Santísima Trinidad y es un elemento esencial de la fe cristiana, que se ha revelado progresivamente a lo largo de la historia. Se enfatiza que la resurrección no solo implica la vida del alma, sino también la revitalización de los cuerpos mortales en el último día.

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Creo en La Resurrección de La Carne

El documento aborda la creencia cristiana en la resurrección de los muertos, afirmando que así como Cristo resucitó, los justos también vivirán eternamente con Él. La resurrección es vista como una obra de la Santísima Trinidad y es un elemento esencial de la fe cristiana, que se ha revelado progresivamente a lo largo de la historia. Se enfatiza que la resurrección no solo implica la vida del alma, sino también la revitalización de los cuerpos mortales en el último día.

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PRIMERA PARTE

LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO TERCERO
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO

ARTÍCULO 11
"CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE"

988 El Credo cristiano —profesión de nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en
su acción creadora, salvadora y santificadora— culmina en la proclamación de la
resurrección de los muertos al fin de los tiempos, y en la vida eterna.

989 Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha resucitado
verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después
de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que Él los resucitará en el último
día (cf. Jn 6, 39-40). Como la suya, nuestra resurrección será obra de la Santísima Trinidad:

«Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel
que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales
por su Espíritu que habita en vosotros (Rm 8, 11; cf. 1 Ts 4, 14; 1 Co 6, 14; 2 Co 4, 14; Flp 3,
10-11).

990 El término "carne" designa al hombre en su condición de debilidad y de mortalidad


(cf. Gn 6, 3; Sal 56, 5; Is 40, 6). La "resurrección de la carne" significa que, después de la
muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros "cuerpos
mortales" (Rm 8, 11) volverán a tener vida.

991 Creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento
esencial de la fe cristiana. "La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos;
somos cristianos por creer en ella" (Tertuliano, De resurrectione mortuorum 1, 1):

«¿Cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Si no

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hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vana es
nuestra predicación, vana también vuestra fe [...] ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los
muertos como primicias de los que durmieron» (1 Co 15, 12-14. 20).

I. La Resurrección de Cristo y la nuestra

Revelación progresiva de la Resurrección

992 La resurrección de los muertos fue revelada progresivamente por Dios a su Pueblo. La
esperanza en la resurrección corporal de los muertos se impuso como una consecuencia
intrínseca de la fe en un Dios creador del hombre todo entero, alma y cuerpo. El creador del
cielo y de la tierra es también Aquél que mantiene fielmente su Alianza con Abraham y su
descendencia. En esta doble perspectiva comienza a expresarse la fe en la resurrección. En
sus pruebas, los mártires Macabeos confiesan:

«El Rey del mundo, a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna»
(2 M 7, 9). «Es preferible morir a manos de los hombres con la esperanza que Dios otorga de
ser resucitados de nuevo por él» (2 M 7, 14; cf. 2 M 7, 29; Dn 12, 1-13).

993 Los fariseos (cf. Hch 23, 6) y muchos contemporáneos del Señor (cf. Jn 11, 24)
esperaban la resurrección. Jesús la enseña firmemente. A los saduceos que la niegan
responde: "Vosotros no conocéis ni las Escrituras ni el poder de Dios, vosotros estáis en el
error" (Mc 12, 24). La fe en la resurrección descansa en la fe en Dios que "no es un Dios de
muertos sino de vivos" (Mc 12, 27).

994 Pero hay más: Jesús liga la fe en la resurrección a la fe en su propia persona: "Yo soy la
resurrección y la vida" (Jn 11, 25). Es el mismo Jesús el que resucitará en el último día a
quienes hayan creído en Él (cf. Jn 5, 24-25; 6, 40) y hayan comido su cuerpo y bebido su
sangre (cf. Jn 6, 54). En su vida pública ofrece ya un signo y una prenda de la resurrección
devolviendo la vida a algunos muertos (cf. Mc 5, 21-42; Lc 7, 11-17; Jn 11), anunciando así
su propia Resurrección que, no obstante, será de otro orden. De este acontecimiento único, Él
habla como del "signo de Jonás" (Mt 12, 39), del signo del Templo (cf. Jn 2, 19-22): anuncia
su Resurrección al tercer día después de su muerte (cf. Mc 10, 34).

995 Ser testigo de Cristo es ser "testigo de su Resurrección" (Hch 1, 22; cf. 4, 33), "haber
comido y bebido con él después de su Resurrección de entre los muertos" (Hch 10, 41). La
esperanza cristiana en la resurrección está totalmente marcada por los encuentros con Cristo
resucitado. Nosotros resucitaremos como Él, con Él, por Él.

996 Desde el principio, la fe cristiana en la resurrección ha encontrado incomprensiones y


oposiciones (cf. Hch 17, 32; 1 Co 15, 12-13). "En ningún punto la fe cristiana encuentra más
contradicción que en la resurrección de la carne" (San Agustín, Enarratio in Psalmum 88, 2,
5). Se acepta muy comúnmente que, después de la muerte, la vida de la persona humana
continúa de una forma espiritual. Pero ¿cómo creer que este cuerpo tan manifiestamente
mortal pueda resucitar a la vida eterna?

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Cómo resucitan los muertos

997 ¿Qué es resucitar? En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre
cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse
con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos
la vida incorruptible uniéndolos a nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús.

998 ¿Quién resucitará? Todos los hombres que han muerto: "los que hayan hecho el bien
resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación" (Jn 5, 29;
cf. Dn 12, 2).

999 ¿Cómo? Cristo resucitó con su propio cuerpo: "Mirad mis manos y mis pies; soy yo
mismo" (Lc 24, 39); pero Él no volvió a una vida terrenal. Del mismo modo, en Él "todos
resucitarán con su propio cuerpo, del que ahora están revestidos" (Concilio de Letrán IV: DS
801), pero este cuerpo será "transfigurado en cuerpo de gloria" (Flp 3, 21), en "cuerpo
espiritual" (1 Co 15, 44):

«Pero dirá alguno: ¿cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la vida? ¡Necio!
Lo que tú siembras no revive si no muere. Y lo que tú siembras no es el cuerpo que va a
brotar, sino un simple grano..., se siembra corrupción, resucita incorrupción [...]; los muertos
resucitarán incorruptibles. En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de
incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad (1 Cor 15,35-37. 42. 53).

1000 Este "cómo ocurrirá la resurrección" sobrepasa nuestra imaginación y nuestro


entendimiento; no es accesible más que en la fe. Pero nuestra participación en la Eucaristía
nos da ya un anticipo de la transfiguración de nuestro cuerpo por Cristo:

«Así como el pan que viene de la tierra, después de haber recibido la invocación de Dios, ya
no es pan ordinario, sino Eucaristía, constituida por dos cosas, una terrena y otra celestial, así
nuestros cuerpos que participan en la eucaristía ya no son corruptibles, ya que tienen la
esperanza de la resurrección» (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 4, 18, 4-5).

1001 ¿Cuándo? Sin duda en el "último día" (Jn 6, 39-40. 44. 54; 11, 24); "al fin del mundo"
(LG 48). En efecto, la resurrección de los muertos está íntimamente asociada a la Parusía de
Cristo:

«El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará
del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar» (1 Ts 4, 16).

Resucitados con Cristo

1002 Si es verdad que Cristo nos resucitará en "el último día", también lo es, en cierto modo,
que nosotros ya hemos resucitado con Cristo. En efecto, gracias al Espíritu Santo, la vida
cristiana en la tierra es, desde ahora, una participación en la muerte y en la Resurrección de
Cristo:

«Sepultados con él en el Bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la acción de


Dios, que le resucitó de entre los muertos [...] Así pues, si habéis resucitado con Cristo,

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buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios» (Col 2, 12; 3, 1).

1003 Unidos a Cristo por el Bautismo, los creyentes participan ya realmente en la vida
celestial de Cristo resucitado (cf. Flp 3, 20), pero esta vida permanece "escondida [...] con
Cristo en Dios" (Col 3, 3) "Con él nos ha resucitado y hecho sentar en los cielos con Cristo
Jesús" (Ef 2, 6). Alimentados en la Eucaristía con su Cuerpo, nosotros pertenecemos ya al
Cuerpo de Cristo. Cuando resucitemos en el último día también nos "manifestaremos con él
llenos de gloria" (Col 3, 4).

1004 Esperando este día, el cuerpo y el alma del creyente participan ya de la dignidad de ser
"en Cristo"; donde se basa la exigencia del respeto hacia el propio cuerpo, y también hacia el
ajeno, particularmente cuando sufre:

«El cuerpo es [...] para el Señor y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos
resucitará también a nosotros mediante su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son
miembros de Cristo? [...] No os pertenecéis [...] Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro
cuerpo» (1 Co 6, 13-15. 19-20).

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