CATEGORÍAS
1. Miedo:
El Miedo una expresión de la vulnerabilidad interna
2. Fortalezas:
Los niños abocados hacía afuera
3. Aplicación de la resiliencia sin conocer el concepto
4. Importancia de la persona en función del desarrollo externo o interno.
5. Mediador ante situaciones difíciles en la familia
6. El diálogo- SENTIRSE ESCUCHADOS
El miedo, esa emoción primaria que habita en lo más profundo de nuestro ser, se
presenta frecuentemente como una elocuente manifestación de la vulnerabilidad
interna. Los temores infantiles, ya sean concretos o imaginarios, son un recordatorio
constante de la fragilidad que acompaña el proceso de crecimiento. La educación
socioemocional reconoce el miedo no como una debilidad a erradicar, sino como
una señal que requiere atención y comprensión. Al crear un ambiente donde los
estudiantes se sienten seguros para nombrar y explorar sus miedos, se les ofrece la
oportunidad de desarrollar la autoconciencia y comenzar a construir estrategias para
gestionarlos. Esta aproximación contrasta con visiones que podrían intentar
minimizar o ignorar estas emociones, privando a los niños de la posibilidad de
integrar su vulnerabilidad como parte de su experiencia humana. La capacidad de
transitar por el miedo, de no negarlo sino de comprenderlo, es un paso fundamental
en el camino hacia la resiliencia, permitiendo que la persona se fortalezca a partir de
la propia experiencia de fragilidad.
Paralelamente, en el mismo espacio donde se asoma la vulnerabilidad, florecen las
fortalezas que impulsan a los individuos hacia adelante. Observar a los niños
abocados hacia afuera, desplegando sus talentos y habilidades en diversas
actividades, es ser testigo de la resiliencia en acción, incluso cuando el término
formal les sea desconocido. Estas fortalezas ya sean académicas, artísticas,
deportivas o interpersonales, constituyen los cimientos sobre los que se edifica la
capacidad de afrontar los desafíos. La perspectiva de Boris Cyrulnik sobre la
resiliencia enfatiza que no se trata de una invulnerabilidad innata, sino de un
proceso que se nutre de los recursos internos y externos de la persona. En este
sentido, una educación que identifica y potencia las fortalezas individuales,
celebrando los logros y reconociendo las capacidades de cada estudiante,
contribuye de manera significativa a fortalecer su autoeficacia y su confianza en la
propia capacidad para superar obstáculos. Esta atención a lo positivo, a lo que
funciona, complementa la necesidad de abordar la vulnerabilidad, creando un
equilibrio esencial para el desarrollo integral.
La importancia de la persona en su totalidad, considerando tanto su desarrollo
interno como externo, emerge como un factor crucial en este entramado. Cada
estudiante es un universo único, con sus propias experiencias, emociones y
potencialidades. Su capacidad para desenvolverse en el mundo (desarrollo externo)
está intrínsecamente ligada a su mundo interior (desarrollo interno), incluyendo su
autoconcepto, su autoestima y su capacidad de gestión emocional. En situaciones
familiares difíciles, por ejemplo, un niño puede asumir roles de mediador,
demostrando una madurez y una habilidad para navegar conflictos que hablan de
una resiliencia en desarrollo, a menudo forjada en la necesidad. La educación
socioemocional subraya la necesidad de considerar al estudiante como un ser
integral, cuyas experiencias dentro y fuera del aula impactan su aprendizaje y
bienestar. Fomentar un ambiente de apoyo que reconozca y valore esta complejidad
individual es esencial para nutrir la resiliencia.
Dentro de este espacio de interacción y crecimiento, el diálogo emerge como una
herramienta poderosa y un componente vital para el desarrollo de la resiliencia.
Sentirse escuchado, tener la oportunidad de expresar pensamientos, sentimientos y
preocupaciones en un entorno seguro, valida la experiencia interna del estudiante y
fortalece su conexión con otros. Cuando los niños manifiestan la importancia que
tiene para ellos el diálogo en la resolución de problemas familiares, o la comodidad
que experimentan al ser escuchados por sus padres o cuidadores, se evidencia
cómo la comunicación efectiva construye puentes de comprensión y apoyo. Esta
capacidad de articular el propio mundo interno y de encontrar resonancia en los
demás es fundamental para la construcción de la resiliencia relacional, un aspecto
clave destacado en la psicología socioemocional. El diálogo permite compartir la
carga de las dificultades, encontrar nuevas perspectivas y fortalecer los lazos que
brindan seguridad en tiempos de incertidumbre.
La discusión sobre cómo lograr esto en el aula es continua y vital. ¿Cómo podemos,
como educadores, crear espacios que activamente promuevan la resiliencia? ¿De
qué manera podemos integrar las lecciones sobre gestión emocional y habilidades
interpersonales en el currículo diario? Las experiencias observadas sugieren que
actividades que invitan a la auto-reflexión (como la creación de símbolos
personales), a la expresión emocional a través de medios creativos (como la
representación de historias) y al análisis de narrativas que ejemplifican la superación
de la adversidad (como el uso de ciertas películas) son particularmente efectivas.
A partir de estas reflexiones, se desprenden recomendaciones concretas para
enriquecer la práctica educativa:
● Cultivar la alfabetización emocional: Enseñar explícitamente a los estudiantes
a identificar, nombrar y comprender sus emociones es un primer paso crucial.
Esto incluye explorar la gama de sentimientos que surgen ante diferentes
situaciones y aprender a reconocer cómo las emociones influyen en el
comportamiento.
● Promover el diálogo y la escucha activa: Crear espacios regulares para la
conversación abierta en el aula, donde los estudiantes se sientan seguros
para compartir sus experiencias y perspectivas. Fomentar la escucha activa
entre pares y por parte del educador valida la voz de cada niño.
● Desarrollar habilidades de afrontamiento: Enseñar a los estudiantes
estrategias prácticas para manejar el estrés, resolver problemas y tomar
decisiones constructivas frente a la adversidad. Esto puede incluir técnicas de
relajación, pasos para la resolución de conflictos o enfoques para el
pensamiento creativo.
● Fortalecer las conexiones sociales: Fomentar la colaboración, el trabajo en
equipo y la empatía entre los estudiantes. Promover un sentido de comunidad
en el aula donde todos se sientan valorados y apoyados.
● Identificar y potenciar las fortalezas: Ayudar a los estudiantes a reconocer sus
propios talentos y habilidades, y crear oportunidades para que los desarrollen
y utilicen. Celebrar los logros, tanto grandes como pequeños, para construir
la confianza y la autoeficacia.
● Utilizar narrativas inspiradoras: Incorporar en la enseñanza historias,
películas o ejemplos de la vida real que ilustren la resiliencia, la
perseverancia y la superación de obstáculos. Discutir estas narrativas para
ayudar a los estudiantes a extraer lecciones y aplicarlas a sus propias vidas.