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Cuentos Indigenas de Mexico

El documento presenta una colección de cuentos indígenas de México que incluyen relatos sobre el origen de los nombres de los animales, la historia del maíz y la astucia de los insectos en una guerra. Cada cuento transmite enseñanzas sobre la importancia del esfuerzo, la inteligencia y las consecuencias de la pereza. A través de personajes como el pájaro, la gallina y el conejo, se reflejan valores culturales y lecciones de vida.

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Cuentos Indigenas de Mexico

El documento presenta una colección de cuentos indígenas de México que incluyen relatos sobre el origen de los nombres de los animales, la historia del maíz y la astucia de los insectos en una guerra. Cada cuento transmite enseñanzas sobre la importancia del esfuerzo, la inteligencia y las consecuencias de la pereza. A través de personajes como el pájaro, la gallina y el conejo, se reflejan valores culturales y lecciones de vida.

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CUENTOS

INDÍGENAS
DE
MÉXICO
EL PÁJARO RELOJ

Cuentan los antiguos señores, que no había pasado mucho tiempo


después de la creación de los animales, cuando Dios recordó que no
le había dado nombre a ninguno. Por esta razón, anunció que haría
una fiesta en la cual habría una carrera. Todos los animales correrían y
conforme fueran llegando les iría dando su nombre. Correrían juntos
aves y animales de la tierra.

Quetzal animal cultura MayaEl Señor Dios lo comunicó al lider de los


animales y fue así como quedó concretada la carrera.
Entre todos los animales que hay en este mundo existe un pequeño
pájaro muy hermoso, debido a su plumaje multicolor y a su larga cola.
A distancia se veía como un animal perfecto. Y así como cuando
vemos a una persona hermosa pero de corazón muy feo o malo, este
pajarillo se veía muy hermoso pero le encantaba dormir demasiado, se
pasaba de dormilón.
Quetzal animal cultura MayaEl día que se anunció la carrera a todos
los animales y también los festejos; este hermoso pájaro se durmió.
Del pico de otras aves lo supo.
– Huum, si así vas a dormir el día de la carrera, no podrás ganar tu
nombre, te encanta dormir.
Le dolió tanto este comentario, que empezó a pensar en la manera de
participar y poder ganar su nombre. Esto era lo que pensaba:
– Es verdad lo que dice mi compañero, me encanta dormir ¿Qué haré
entonces? De otra manera no podré tener mi nombre.
Pasaron dos días en los cuales solo esto pensaba. Entonces decidió
dormirse en medio del camino, pues así, cuando oyera el ruido de
todos los animales, el solamente se levantaría e iría atrás de sus
compañeros.
Así como lo pensó, así lo hizo. No había salido aún el sol cuando fue a
terminar de dormir en medio del camino.
Cuando amaneció, todos los animales participaron en la carrera, sin
embargo, este pequeño pájaro no los oyó pasar, no sucedió lo que
había pensado.
Mientras todos los animales estaban felices de haber recibido su
nombre de la boca de Dios, esta ave apenas despertaba.
Contento estaba cuando despertó y no encontró a nadie sobre el
camino y comenzó a correr. Sin embrago, mas contento se puso
cuando sentía que al batir las alas con la fuerza acostumbrada volaba
mas rápido, sentía que no pesaba. Sin saber porqué, viró la cabeza
para ver si venía algún animal corriendo, cuando reventó en llanto.
Se hallaba asustado. Buscaba su hermosa cola, pero no quedaba mas
que una delgada pluma. al mirar el sol y ver que se encontraba en
medio del cielo, comenzó a comprender porqué no había ningún
animal; todos habían pasado sobre su cola, la habían pisoteado.
Estaba llorando cuando llegó hasta la meta. El señor Dios, al ver a
este pajarito se aguantaba las ganas de reír por el aspecto que tenía
su cola.
El Señor le dijo así:
– ¿Ves lo que te pasa por dormilón? En este día te pongo el nombre
de Recto, porque así quedó tu cola. Recto, no te la voy a componer,
para que se acuerden tú y tus descendientes cuál es la razón por la
que no debemos dormir demasiado.
EL ORIGEN DEL MAÍZ PARA LOS HUMANOS

Hace mucho tiempo, pero mucho tiempo, la rata robaba el maíz del
tapanco para llevarlo a otra tierra, rodeada de agua. Era la única
dueña del maíz. Agujereaba el tapanco para robar las mazorcas.

Un día, durante sus viajes, el cuervo descansaba en la isla y le


preguntó a la rata: —¿A qué te dedicas? La rata le contestó que
estaba comiendo maíz.

Sabiendo que los humanos no consumían maíz y recordándose de


Dios, quien le había mandado, el cuervo le dijo a la rata: —Yo ando a
donde quiera. ¿Me das tu maíz para llevarlo a la tierra en donde vivo?
Allá no hay maíz.

La rata no quiso deshacerse de sus bienes. Pero también ya estaba


fastidiada y quería estar lejos de donde vivían otros seres. Después,
contestó al cuervo: —Te doy mi maíz, pero me tienes que llevar al
lugar donde vives. Así se pusieron de acuerdo.

El cuervo sacó las mazorcas, la rata se subió en su lomo y juntos se


fueron a la tierra del cuervo. Así quedaron.

Ahora, todos los seres humanos comen maíz y también las ratas
todavía roban las mazorcas de las casas.
LA GUERRA DE LOS INSECTOS

Un día corrió la voz en el bosque, de que iba a estallar la guerra entre


burros, lobos, pumas, jabalíes y tejones contra avispas, abejas,
abejorros y demás insectos con aguijones; todos los animales se
prepararon para esta lucha. Los toros afilaron bien sus cuernos, los
burros cómo dar sus patadas, los pumas ensayaban saltos. Los
jabalíes y lobos amacizaban sus colmillos, mientras los changos
amontonaban frutas para usarlas como proyectiles.
Por otro lado los insectos hacían lo mismo, preparaban sus aguijones;
en los dos bandos había preocupación por quién iba a ganar, porque
era necesario utilizar cuanta maña había; los cuadrúpedos se sentían
ya victoriosos al saber de sus fuerzas.
Desde luego también los insectos hacían planes para derrotar al
poderoso enemigo. Cuando llegó el día señalado, todos estaban
preparados, el jefe de los cuadrúpedos era el puma; por el otro lado el
líder de los insectos era una abeja, por su inteligencia. Al iniciar la
lucha los insectos pusieron en práctica su plan, comenzaron por picar
la parte donde empieza el rabo del puma, éste al sentir el dolor optó
por huir con la cola entre las patas, igual suerte corrieron los demás
animales. De esta manera fue como los insectos pequeños y débiles
ganaron gracias a su inteligencia.
EL CONEJO

Así se hizo la persona que se llamaba Conejo. Entonces ése… aah…


anda- ba por dondequiera. Y así llegó a un pueblo. Allí en el pueblo,
como por la esquina, allí parado gritó. Así dijo:
—Yo vendo maiz con todo y costales.
Así dijo.
Aaaah, pues lo escuchó la esposa de la cucaracha.
—¡Ah!, allá está una persona parada que vende maíz con todo y
costal. —Mmmm.
—¿Le vamos a comprar?
— Sí. ¡Háblale, que venga!
Se fue.
—¿Tú eres el que vende el maíz?
—Sí.
—Aaaah… ¿Cuánto cuesta?
—Pus tanto.
—Aaaah, ándale pues.
Y le dio. Y [el conejo] se fue de parranda… se emborrachó por ai. Y lo
gastó. Y otra vez se paró. Pus el mismo día les dio un plazo… a la
gente, a la que le pidió prestado el dinero. El mismo día, les dijo.
LA GALLINA

Un día la gallina encontró un grano de maíz. Lo recogió con su pico, y


dijo a sus tres amigos:

—¿Quién me va a ayudar para que siembre este grano de maíz?

Dijo el puerco:

—Yo no.

Dijo el gato:

—Yo no.

Dijo el perro:

—Yo no.

Así pues, dijo la gallina:

—Yo sembraré el grano solita.

Llegó el día cuando la gallina quería dar tierra a su planta de maíz. Y


dijo:

—¿Quién me va a ayudar a darle tierra a mi planta de maíz?

Y los tres dijeron que no. Dijo el puerco:


—Yo no.

Dijo el gato:

—Yo no.

Dijo el perro:

—Yo no.

Así pues, dijo la gallina:

—Yo le echo tierra solita.

Llegó el día cuando la gallina quería limpiar su milpa, y dijo:

—¿Quién me va a ayudar para que limpie mi milpa?

Dijo el puerco:

—Yo no:

Dijo el gato:

—Yo no:

Dijo el perro:

—Yo no.

Así pues, dijo la gallina:

—Yo la limpiaré solita.

Lo mismo sucedió cuando la gallina quería cosechar su mazorca, al


desgranarla, al utilizarla para hacer nixtamal, y al molerla para hacer
tortillas. Entonces les preguntó:

—¿Quién me va ayudar a comer mis tortillas?


Cuando hizo la invitación para comer tortillas, entonces los tres juntos
aceptaron. Dijo el puerco:

—Yo sí.

Dijo el gato:

—Yo sí.

Dijo el perro:

—Yo sí.

La gallina les dijo:

—Cuando quería que me ayuden, ustedes se negaron, y ahora solita


comeré mis tortillas.

Así les pagó con la misma moneda, porque fueron flojos.

El rey y su hija

Un rey tenía una hija que quería casarse, pero ella no sabía con quién.

El rey llamó a todos los jóvenes del pueblo para que ella escogiera al
que más le gustara.

Luego, vinieron muchos jóvenes, pero ella no sabía con quién casarse.

El rey dijo:

—Mi hija se casará con el que haga un milagro.

—¡Bien! —dijeron todos ellos.

Primero pasó un joven pobre y el rey le dijo:

—Soltaré cien conejos y usted verá cómo le hace para juntarlos todos.
El joven tenía una flauta de carrizo y la tocó. Inmediatamente se
acercaron todos los conejos. Esto sucedió en el monte.

Entonces el joven llamó al rey, para que viera que estaban los cien
conejos juntos.

Pero el rey no quedó contento, y le dijo:

—Si es usted tan valiente, lo vamos a encerrar en una casa de


paredes fuertes con dos mil cuatrocientas tortillas adentro. Cuando
amanezca, no quiero ver ni una sola tortilla. Se las tiene que comer
todas.

Lo encerraron, pues, con los dos mil cuatrocientas tortillas. A la


medianoche el joven agarró la flauta de carrizo y la tocó.
Inmediatamente se acercaron mil ratas. Estos animales se comieron
todas las tortillas.

El rey quedó muy contento, y le dijo:

—Usted se casará con mi hija.

Y así fue como sucedió que la hija de un rey se casó con un joven
pobre.

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