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ITG Scott Wallach Unidad 3

El documento es un material didáctico para la Universidad Nacional de Quilmes, que prohíbe su reproducción sin permiso. Incluye un índice general que abarca temas sobre la historia feminista, género y clase, y reflexiones sobre la teoría feminista en la historia. La introducción destaca la importancia de analizar el conocimiento sobre la diferencia sexual y su relación con la organización social a lo largo de la historia.
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ITG Scott Wallach Unidad 3

El documento es un material didáctico para la Universidad Nacional de Quilmes, que prohíbe su reproducción sin permiso. Incluye un índice general que abarca temas sobre la historia feminista, género y clase, y reflexiones sobre la teoría feminista en la historia. La introducción destaca la importancia de analizar el conocimiento sobre la diferencia sexual y su relación con la organización social a lo largo de la historia.
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fNDICE GENERAL

Prefacio a Ia edici6n revisada en ingles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11


Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
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Introducci6n . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

Primera parte
HACIA UNA HISTORIA FEMINISTA

I. La historia de las mujeres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33


II. El genera: una categoria util para el amllisis hist6rico . . . . . . . . 48

Segunda parte
GENERO Y CLASE

III. Sabre lenguaje, genera e historia de la clase obrera . . . . . . . . . . 77


IV. Las mujeres en La formaci6n de Ia clase obrera en Inglaterra . . . 95

Tercera parte
EL GENERO EN LA HISTORIA

V. Identidades masculinas y femeninas en el ambito laboral. La


polftica del trabajo y la familia en la industria parisina del
vestido en 1 848 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 25
VI. El mundo del trabajo a traves de las estadfsticas. La "Estadfstica
de la industria en Paris ( 1 847- 1 848)" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 48
VII. "jObrera!, palabra s6rdida, impfa . . . " Las mujeres obreras en
el discurso de la polftica econ6mica francesa ( 1 840- 1 860) . . . . . 1 78

9
10 tNDICE GENERAL

Cuarta parte
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lGUALDAD Y DIFERENCIA

VIII. El caso Sears . . . . . . 209


. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

IX. Historiadoras profesionales en los Estados Unidos ( 1 884- 1 984) . . 22 1


X. Algunas reflexiones adicionales sabre genera y polftica . . . . . . 245 .
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Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Referencias bibliogrdficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 1 9
indice analitico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 325
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INTRODUCCI6N

Pienso en estos ensayos como en mis ensayos del Pembroke Center, porque
se inspiran en las discusiones que tuvieron lugar durante los afios que fui
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directora del Pembroke Center for Teaching and Research on Women, de la


Universidad de Brown. Allf, un grupo destacado de becarias se comprome­
ti6 con un tipo de pensamiento directo y profunda que cambia las mentes
y abre nuevas direcciones para la investigaci6n y la escritura. En el semi­
nario del Pembroke Center tuve que tomarme en serio, a la fuerza, la teorfa
posestructuralista, y luchar con las implicaciones que se derivan de esta en
el campo de la historia social. El proceso fue gratificante y a la vez diffcil.
Durante el mismo me plantee la mayorfa de las cuestiones filos6ficas mas
importantes y urgentes que he tenido que enfrentar como feminista que
intenta escribir la historia de las mujeres; al mismo tiempo, tal proceso me
llev6 a emprender una crftica mas profunda que la que antes habfa formula­
do sobre los presupuestos de mi disciplina. Por el hecho de haber aprendido
mucho de los academicos literarios sobre el posestructuralismo, tambien
me encontre con los problemas inevitables que enfrentan quienes desean
adentrarse en unos campos disciplinarios novedosos. Fueron problemas de
lenguaje y traducci6n, de adaptabilidad de los paradigmas de las disciplinas
reinantes y de significaci6n -si es que la hay- de las supuestas oposicio­
nes entre metodos y proyectos de historia y literatura. Experimente a fondo
estos problemas, no solo como cuestiones abstractas, sino como cuestiones
de identidad profesional y polftica.
Como los ensayos fueron un medio de exploraci6n de estos problemas,
pueden parecer parciales, inconclusos o disparatados. Los temas y los mate­
riales fundamentales de que tratan son variados, pero estan vinculados entre
sf por el genero y la historia y por el intento de hacer la conexi6n entre estos
dos terminos. Tornados en su conjunto, los ensayos estan distribuidos de tal
manera que construyen un argumento de forma acumulativa. Por esta raz6n
no deberfan leerse al azar, como artfculos independientes, sino de forma se­
cuencial como capitulos de un libro. Aunque muchos de los capftulos apa­
recieron originalmente como artfculos, otros se han escrito practicamente
de nuevo para desarrollar los temas comunes de genera e historia.
19
20 INTRODUCCI6N

En estos ensayos, el genero significa conocimiento de la diferencia sexual.


Empleo el termino conocimiento, como Michel Foucault, en el sentido de
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la comprensi6n que producen las culturas y sociedades sobre las relaciones


humanas, en este caso sobre aquellas entre hombres y mujeres.1 Tal cono­
cimiento no es absoluto ni verdadero, sino siempre relativo. Se produce de
formas muy complejas, dentro de marcos epistemicos muy amplios, con una
historia aut6noma o casi aut6noma. Los usos y significados de tal conoci­
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miento son impugnados polfticamente y constituyen los medios por los cua­
les se construyen las relaciones de poder, dominaci6n y subordinaci6n. El
conocimiento se refiere no s6lo a ideas sino a instituciones y a estructuras,
a pnicticas cotidianas y a rituales especializados, todos ellos constitutivos de
las relaciones sociales. El conocimiento es una forma de ordenar el mundo; y
como tal, no es previo a la organizaci6n social sino que es inseparable de ella.
Por consiguiente, el genero es la organizaci6n social de la diferencia sex­
ual. Pero esto no significa que el genero refleje o instaure las diferencias
fisicas, naturales y establecidas, entre mujeres y hombres; mas bien es el co­
nacimiento el que establece los significados de las diferencias corporales.
Tales significados varian a traves de las culturas, grupos sociales y epocas,
porque no hay nada de lo que se refiere al cuerpo, incluyendo los 6rganos
reproductivos de las mujeres, que determine unilateralmente c6mo deben
forjarse las divisiones sociales. Unicamente podemos concebir la diferencia
sexual como una funci6n de nuestro conocimiento del cuerpo, y este cono­
cimiento no es "puro", no puede aislarse del papel que juega en un am plio
campo de contextos discursivos. Por consiguiente, la diferencia sexual no es
la causa originaria de la cual podria derivar fundamentalmente la organi­
zaci6n social. Por el contrario, la explicaci6n debe buscarse en terminos de
una organizaci6n social variable. Segun este enfoque, la historia no figura
exclusivamente como un registro de cambios en la organizaci6n social de
los sexos, sino tambien, y de forma crucial, como participante en la produc­
ci6n del conocimiento sobre la diferencia sexual. Parto de que las represen­
taciones de la historia del pasado ayudan a construir el genero en el presente.
Si queremos analizar c6mo ocurre esto, debemos prestar mucha atenci6n
a los supuestos, las pnicticas y la ret6rica de la disciplina, a cosas que, o
bien se dan por sentadas, o bien estan tan fuera de las practicas habituales
que normalmente no llaman la atenci6n de los historiadores. Dichos su­
puestos, practicas y ret6rica se gufan por las ideas de que la historia puede
documentar fielmente la realidad vivida, de que los archivos son deposi­
tos de hechos, y de que las categorfas "hombre" y "mujer" son transparentes.
INTRODUCCI6N 21
De igual modo, todo esto puede extenderse al analisis de las practicas ret6ri­
cas de los historiadores, a la construcci6n de los textos hist6ricos y a la po­
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litica -esto es, a las relaciones de poder- constituida por la disciplina. En


estos ensayos, la historia constituye a la vez un objeto de atenci6n analftica
y un metodo de analisis. Vista segun estos dos aspectos al mismo tiempo, la
historia proporciona los medios necesarios para la comprensi6n del proceso
que produce conocimiento sobre el genero, en el cual ella contribuye.
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Si bien los temas de genero e historia configuran la unidad de este libro,


nos queda la preocupaci6n por la teoria. Aunque los historiadores no hayan
sido formados (al menos en los Estados Unidos) para ser reflexivos o rigu­
rosos en sus teorfas, creo que para hacer una historia feminista es impera­
tivo rastrear las cuestiones te6ricas. Esto se deriva de la frustraci6n que he
experimentado ante las repercusiones tan limitadas que estaba teniendo la
historia de las mujeres en los estudios hist6ricos en general, y de mi conse­
cuente necesidad de comprender por que las cosas eran asf. Mi motivaci6n,
que comparto con otras feministas, era y sigue siendo claramente polftica:
sefialar las desigualdades entre hombres y mujeres y cambiarlas. Por otra
parte, hay un motivo que las feministas comparten con quienes estan impli­
cados en los cambios de representaciones respecto de otros grupos margi­
nados de la historia por cuesti6n de raza, etnicidad, clase y genero. Aunque
parezca una declaraci6n simple, tales operaciones son dificiles de llevar a
cabo, especialmente si no se han analizado la construcci6n, la legitimaci6n,
los desafios y el mantenimiento de las jerarqufas de genero.
Las dificultades son evidentes en algunos de los dilemas encontrados
en la historia de mujeres, como cuando se intent6 trabajar dentro de los pa­
rametros existentes en esta disciplina. Al descubrir nuevas informaciones
sobre las mujeres, las historiadoras se imaginaron que iban a reequilibrar
la balanza despues de largo tiempo de abandono. Pero lo que equivalfa a
una aprobaci6n casi ingenua, de caracter positivista, muy pronto las llev6
a formular una critica del positivismo. Otros hechos podfan documentar la
existencia de mujeres en el pasado, pero esto no cambiaba necesariamente
la importancia que se atribufa (o la falta de esta) a las actividades de las mu­
jeres. En efecto, el trato aparte que recibian las mujeres podia servir para
confirmar su relaci6n marginal y particularizada con aquellos sujetos (va­
rones) ya marcados como dominantes y universales.
Junto a la aceptaci6n inicial del positivismo de la historia existfa la creen­
cia implicita en el pluralismo, en la posibilidad de expandir las categorfas Y
temas existentes hasta incluir a las mujeres. Pero el hecho de escribir sobre
22 INTRODUCCI6N

mujeres trabajadoras o miembros de la clase trabajadora, no cambia de


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forma efectiva las definiciones establecidas de tales categorias, ni se arroja


luz sobre las razones que llevaron a la historia escrita del trabajo a ignorar,
durante tanto tiempo, los indicios de la existencia de las mujeres. Aparte de
las alusiones a los prejuicios masculines, no habia que rendir cuentas por la
falta de atenci6n a las mujeres en el pasado y, si los prejuicios masculines fue­
ran la causa de ello, no habia nada que garantizara (excepto la fe en el pro­
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greso de la democracia) que no se seguiria permaneciendo en el camino de


la promesa de una igualdad plural. Se crey6 que se pedia realizar un amili­
sis de la discriminaci6n, el cual se extendi6 hasta las mismas categorias de
clase, trabajador y ciudadano, incluyendo a hombres y mujeres.
La necesidad de examinar estas categorias desde otra perspectiva, era tam­
bien causada por la dificultad de analizar la desigualdad de genero dentro de
la estructura de la historia social. Aqui, la idea -explicitamente teorizada
(como marxismo, behaviorismo o modemizaci6n) o bien tomada simple­
mente como una descripci6n exacta de los hechos- de que las categorias de
la identidad reflejan la experiencia objetiva pareci6 que conducia a unas
explicaciones que muy a menudo servian mas para confirmar que para cues­
tionar las ideas preestablecidas sobre las mujeres. Al suponer que las muje­
res tienen caracteristicas especificas e identidades objetivas, y que estas, por
su naturaleza firme y predecible, son diferentes de las de los hombres, y que
ademas generan necesidades e intereses femeninos que pueden ser defini­
dos, los historiadores dieron a entender que la diferencia sexual es un fen6-
meno natural mas que social. La busqueda de un analisis de la discriminaci6n
qued6 atrapada por una l6gica circular en la cual la "experiencia" explica
la diferencia de genero y la diferencia de genero explica las asimetrias de la
"experiencia" masculina y femenina. Como de costumbre, las visiones de
la experiencia masculina y femenina apelan a definiciones normativas que ya
existen, o bien las incorporan. La historia de mujeres escrita desde esta posi­
cion, Y la politica que se desprende de ella, terminan por anclar las ideas de
una diferencia sexual inalterable, ideas que suelen justificar la discriminaci6n.
Creo que una polftica feminista mas radical (y una historia feminista mas
radical) requiere una epistemologia mas radical. Precisamente porque la
politica feminista plantea cuestiones de epistemologfa, relativiza el estatus
de todo el conocimiento, vincula el conocimiento con el poder y teoriza todo
esto en terminos de operaciones de diferencia, creo que el posestructuralis­
mo (o al menos algunos de los enfoques que se asocian generalmente con
Michel Foucault y Jacques Derrida), pueden aportar una s6lida perspectiva
INTRODUCCI6N 23
analftica al feminismo. No estoy sugiriendo la aplicaci6n dogmatica de las
ensefianzas de ningun fil6sofo en particular, y soy consciente de las crfti­
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cas feministas sabre las mismas. Aun asf, quiero sefialar que los espacios
y las formas que los nuevas horizontes intelectuales que ellos abrieron han
dado no s6lo promesas sino frutos.
Quiza el cambia mas dramatico en mi propio pensamiento surgi6 al
plantearme preguntas sabre la fonna en que se construyen o legitimizan
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algunas jerarqufas como las del genera. Poner el enfasis en la fonna invita a
un estudio de los procesos, no de los origenes, y de las multiples -en lugar
de simples- causas, de la ret6rica o del discurso, mas que de la ideologfa
o de la conciencia. Tal enfasis no deja de prestar atenci6n a las estructuras
e instituciones, pero insiste en la necesidad de entender que significan es­
tas organizaciones para comprender c6mo funcionan.
Por supuesto, los posestructuralistas no fueron los primeros en preo­
cuparse por el significado, pero presentaron una forma distinta de estu­
diarlo, hacienda hincapie en su caracter variable y volatil, y en la naturaleza
polftica de su construcci6n. Si los significados de los conceptos son ines­
tables, abiertos a discusi6n y a una redefinici6n, entonces estos requieren
una atenta repetici6n, reafirmaci6n y aplicaci6n de parte de quienes ya han
aprobado una u otra definicion. En lugar de atribuir un significado trans­
parente y compartido a los conceptos culturales, los posestructuralistas han
insistido en que los significados son inherentes al lexico de una cultura sino
que mas bien son dinamicos y potencialmente siempre cambiantes.2 Por con­
siguiente, el estudio de los significados dirige nuestra atenci6n hacia los com­
plejos procesos que establecen los significados, hacia las formas en que tales
conceptos, como el de genera, adquieren la apariencia de alga fijo, hacia
los desafios planteados por las definiciones normativo-sociales, y hacia las
formas en que se manifiestan estos desafios; en otras palabras, hacia las re­
laciones de fuerza involucradas en la construcci6n y aplicaci6n de los signifi­
cados de una sociedad: hacia la politica.
La menci6n de la polftica hace surgir inevitablemente la cuesti6n de la
causalidad: (quien se beneficia del control o de la discusi6n sabre los signi­
ficados? (De que naturaleza es este interes y cual es su origen? Hay dos for­
mas de contestar a estas preguntas. La primera, en terminos de un interes
determinado objetivamente, absoluto y universal (dominaci6n econ6mica o
sexual, por ejemplo ); la segunda, en terminos de un concepto de interes pro­
ducido en el plano del discurso, relativo y contextual. La segunda respuesta
no es la inversa de la primera, mas bien desecha la oposici6n entre la deter-
24 INTRODUCCI6N

minacion objetiva y sus efectos subjetivos. En ambos casos, reconocemos


los efectos del "interes" para crear grupos sociales (clases o generos, por
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ejemplo). Pero, en el primer caso existe una supuesta separacion entre las
condiciones materiales y las acciones y pensamientos humanos que supues­
tamente aquellas generan. En el segundo, tal separacion no es posible puesto
que el "interes" no es inherente a los actores ni a sus posiciones estructura­
les sino que es producido por el discurso. En consecuencia, los objetos de
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estudio son fenomenos epistemologicos que incluyen a la economia, la in­


dustrializacion, las relaciones de produccion, las fabricas, las familias, las
dases, los generos, la accion colectiva y las ideas politicas, asi como las pro­
pias categorias de interpretacion.
El segundo enfoque complica la explicacion lineal de la experiencia, la
identidad y la politica que acompafi.a al primero. No concebimos la experien­
cia como una serie de circunstancias objetivas que condicionan la identi­
dad; la identidad no equivale a un sentido de si mismo, determinado obje­
tivamente y definido por necesidades e intereses; la politica no significa que
sujetos individuales, ubicados de forma similar, tomen conciencia colectiva­
mente. La politica es mas bien el proceso por el cual las interacciones del
poder y el conocimiento constituyen la identidad y la experiencia. En esta
perspectiva, identidades y experiencias son fenomenos variables, organiza­
dos discursivamente en contextos particulares o configuraciones. En conse­
cuencia, de ello se desprende (como dice la teorica de cine Teresa de Lauretis)
que "la conciencia nunca puede determinarse ni alcanzarse de una vez por
todas, porque los limites discursivos cambian segun las condiciones histo­
ricas".3 Por eso las diferencias politicas entre mujeres no pueden explicarse
como una falsa conciencia. Vista desde esta perspectiva, la politica feminis­
ta resulta mas autoconsciente y autocritica, y se vincula inextricablemente
con los analisis de genero y de produccion del conocimiento sobre la diferen­
cia sexual. Para la identidad politica, como para las instituciones sociales y
para los simbolos culturales, la politica feminista es una forma de produc­
cion del conocimiento. En Iugar de existir una separacion entre la politica
feminista y los estudios academicos sobre el genero, ambos forman parte
del mismo proyecto politico que consiste en el intento colectivo de enfren­
tarse a la actual distribucion del poder y cambiarla.
Para la historiadora feminista se trata de una atractiva perspectiva teo­
rica que convierte los analisis criticos del pasado y del presente en una opera­
cion continua; se puede interpretar el mundo mientras se intenta cambiarlo.
Esta perspectiva tambien insiste en la necesidad de examinar el genero de
INTRODUCCI6N 25
forma concreta, en su contexto, y de considerarlo como un fenomeno his­
torico que se produce, reproduce y transforma en diferentes situaciones
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a lo largo del tiempo.


Esta postura le resulta familiar a quien se dedica profesionalmente a
la historia y constituye una nueva y profunda manera de pensar acerca de la
disciplina. Por esto, cuestiona la fiabilidad de los terminos que se han tornado
por autoevidencias al pasar a formar parte de la historia. La historia ya no
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trata mas de las cosas que les ocurrieron a las mujeres y a los hombres, ni
de la forma en que estos reaccionaron; al contrario, trata de como se han
construido las significaciones subjetivas y colectivas de hombres y mujeres
vistos como categorfas de identidad. Si las identidades cambian con el tiem­
po y dependen de contextos diferentes, entonces no podemos utilizar simples
modelos de socializacion que conciban el genero como un producto mas o
menos estable de la educacion de la temprana infancia en la familia y en la
escuela. Tambien debemos prescindir de la tendencia de un gran sector de
la historia social a crear compartimentos, porque entonces se relega el sexo
y el genero a la institucion de la familia, se asocia la clase social con el lugar
de trabajo y la comunidad, y se situa exclusivamente la guerra y los asuntos
constitucionales en el ambito de la "alta politica" de los gobiernos y los esta­
dos. Como que todas las instituciones adoptan algunas divisiones en el tra­
bajo, del mismo modo que las estructuras de muchas instituciones se basan
en la division sexual del mismo (aunque tales divisiones excluyan a uno de
los sexos), y como las referencias al cuerpo legitiman a menudo las formas
que adoptan las instituciones, el genero resulta ser, por lo general, un aspecto
de la organizacion social. Al genero puede encontrarsele en muchos lugares,
ya que se apela a los significados de la diferencia sexual y estos se invocan y
se discuten como un aspecto de tantas luchas por el poder. Por consiguiente,
el conocimiento de la diferencia sexual, desde una perspectiva social y cul­
tural, se produce en el curso de la mayorfa de los acontecimientos y los pro­
cesos que se estudian como historia.
Sin embargo, para encontrar al genero en la historia no basta con hacer
una lectura tfpica, literal y tematica de la disciplina; aquf se requiere otro tipo
de exegesis. Ademas del posestructuralismo, el trabajo de los criticos lite­
rarios ha sido de una gran ayuda para mi. Todos ellos seiialan la importan­
cia de la textualidad, de la forma en que se presentan y estructuran los argu­
mentos, asi como de lo que se dice literalmente. Y prestan gran atencion a
la necesidad de desenredar aquello que Barbara Johnson llama "las fuerzas
en guerra de significacion dentro del propio texto" .4 Este enfoque se basa
26 INTRODUCCI6N

en el presupuesto de que el significado se transmite por medio de contrastes


implfcitos o explicitos, por medio de una diferenciacion interna.
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Desde esta perspectiva, las definiciones positivas se basan en la negacion


0 represion de algo que a su vez es presentado como antitetico respecto de la
definicion dada. Y las oposiciones categoricas reprimen las ambigiiedades
internas de cada categoria. Cualquier concepto unitario se basa y a la vez
contiene el material reprimido o negado, y por eso es inestable, no unifica­
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do. Tal como sefi.ala Johnson: "La diferencia no se engendra en el espacio de


las identidades; la diferencia es lo que hace la totalizacion de la identidad
de uno o el significado imposible de un texto".5 Las oposiciones preestable­
cidas ocultan la heterogeneidad de cualquier categoria, no dejan ver el grado
de interdependencia de aquellos terminos que se presentan como opuestos;
es decir, que los terminos derivan su significado de los contrastes internos
mas que de una antftesis pura o inherente a ellos. Ademas, la interdepen­
dencia es normalmente jerarquica, con un termino dominante, prioritario y
visible, y el termino opuesto, subordinado y secundario, a menudo ausente o
invisible. Y para ser mas exactos, el segundo termino esta presente y tiene
una importancia fundamental porque es requerido para la definicion del pri­
mero. Aunque algunos pares de oposiciones parecen repetirse de forma pre­
decible en algunas culturas, sus significados especfficos derivan de las nue­
vas combinaciones de contrastes y oposiciones. Las discusiones sobre el
significado conllevan la introduccion de nuevas oposiciones, la inversion de
jerarqufas, el intento de exponer los terminos que se han suprimido, de desa­
fiar el estatus natural de los aparentes pares dicotomicos, y la presentacion
de su interdependencia e inestabilidad internas. Este tipo de analisis, que
Jacques Derrida teorizo como la "deconstruccion", hace posible estudiar
sistematicamente (aunque nunca de forma total o definitiva) los procesos
complejos que producen los significados. Para el historiador, todo esto afi.ade
una nueva e importante dimension al proyecto de la exegesis.6
Asimismo, todo ello socava la capacidad del historiador o historiadora
de sostener la neutralidad de su profesion, o bien presentar cualquier histo­
ria particular como una historia completa, universal y objetivamente deter­
minada. En vez de eso, si uno admite que los significados se construyen a
traves de las exclusiones, entonces debe reconocer y aceptar la responsabili­
dad de las exclusiones dentro de su propio proyecto. Tal enfoque reflexivo y
autocritico pone en evidencia el estatus particularista de todo conocimien­
to historico y el papel activo de quien produce el conocimiento. Ademas,
socava las demandas de autoridad basadas en explicaciones totalizantes, en
INTRODUCCI6N 27
categorfas de amilisis esencialistas (ya sean de naturaleza humana, raza,
clase, sexo o "los oprimidos"), o en narrativas sinteticas que reconocen una
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unidad inherente al pasado.


Aunque se haya escrito muchfsimo acerca de los problemas del empleo
de metodos asociadas principalmente con textos (y, por consiguiente, con
la literatura) para el estudio de la historia, creo que se ha desvirtuado gran
parte del debate. Las oposiciones entre texto y contexto, ficcion y verdad,
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arte y vida, estructuran las autorrepresentaciones de la literatura y de la his­


toria. Cada disciplina define sus conocimientos por contraste con otros
objetos de investigacion y otros metodos de interpretacion. Asimismo, cada
disciplina resuelve las ambigiiedades de su propio proyecto utilizando al
otro de contraste. En el proceso, cada cual articula las reglas y las conven­
ciones que los identifican como campos diferenciados de conocimiento,
hacienda necesariamente enfasis en ciertos metodos y materiales. Para algu­
nos textos universitarios literarios, el problema de la lectura, del acto de
escritura y de la identidad del autor se han convertido, desde hace pocos
afios, en algo tan importante que han opacado otras cuestiones sociales o
politicas. Para muchos historiadores sociales los archivos son lugares sa­
grades donde uno entresaca de los documentos los "hechos" del pasado.
Los trabajos de ficcion, cuando entran en el campo del historiador, se exa­
minan como materiales tematicos que pasanin a documentar ampliamente
los procesos sociales o los acontecimientos politicos que sean prioritarios
para la investigacion.7
Estas diferencias pueden crear obstaculos para el trabajo interdisciplina­
rio de aquellos que se definen a sf mismos totalmente dentro de los parame­
tres de la disciplina, pero son menos molestas desde la perspectiva teorica
que estoy discutiendo. Esta perspectiva concibe la produccion del conoci­
miento cultural como su objeto y se implica en el analisis de las formas de
produccion del conocimiento. La historia y la literatura son formas de cono­
cimiento si las tomamos como disciplinas o como cuerpos de informacion
cultural. Como tales, ambas son susceptibles del mismo tipo de analisis, uno
que se aplique a los conceptos, significados, codigos lingiifsticos y a la orga­
nizacion de la representacion. Este enfoque analitico toma muy en serio los
limi tes de las disciplinas y los diferentes generos que elias representan, pero
hace de estos un tema de investigacion mas que una serie de condiciones
previas para el trabajo academico. Tal enfoque madera los intercambios
disciplinarios entusiastas, un ejemplo de los cuales serfa la tendencia entre
algunos historiadores, influenciados por crfticos literarios, de hacer de los
28 INTRODUCCI6N

textos escritos la (mica materia viable para la historia. Otro ejemplo seria
el uso entusiasta de la historia que hacen algunos academicos literarios, co­
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mo una fuente externa de informacion que podrfa explicar lo que ocurre en


sus textos. Cuando, en lugar de todo lo dicho, tomamos las disciplinas como
produccion y productoras de conocimiento cultural, entonces encontramos
que lo que esta en juego no es solo la tecnica literaria de la lectura sino una
teoria epistemologica que ofrece un metoda de analisis de aquellos proce­
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sos mediante los cuales se constituyen los significados y mediante los cua­
les nosotros construimos los significados.
Por otra parte, esta teoria es profundamente polftica en sus implicacio­
nes, porque coloca el conflicto en el nucleo del analisis, al suponer que la
jerarqufa y el poder son inherentes a los procesos lingi.ifsticos que se anali­
zan. Aunque los criticos hayan etiquetado la deconstruccion de "nihilista" y
"deconstructiva", me parece que estos epftetos sustituyen una evaluacion
seria de sus posibilidades. Puede que el objetivo de algunos crfticos de la de­
construccion sea hacer una exposicion interminable de las contradicciones
de la misma y por eso sean incapaces de aprobar o de sentirse comodos al
avalar un programa politico propio. Pero tambien hay ejemplos evidentes
de polfticas que se potencian con este enfoque, politicas que tienen auto­
conciencia critica respecto a las jerarqufas sociales existentes sino que tam­
bien son capaces de seiialar las premisas de sus operaciones; politicas que
son auto-conscientemente crfticas respecto a sus propias justificaciones y
exclusiones, y por eso rechazan una instancia absolutista o totalizadora.
Existen, por ejemplo, teoricos en leyes y teoricos feministas que se pronun­
cian y actuan desde posiciones eticas al tiempo que reconocen la complejidad
y la contradiccion de las mismas.8 Su ventaja consiste en su capacidad para
tratar cuestiones institucionales e intelectuales de esas mismas posiciones
eticas, y en rechazar oposiciones entre materialismo e idealismo, entre los
temas estudiados y los estudios disciplinarios sabre los mismos, enfocando­
los todos ellos como aspectos de la produccion del conocimiento y del poder,
concebido este no como un proceso unitario sino como procesos multiples
y complejos.
Tal perspectiva epistemologica permite realizar el tipo de evaluacion
crftica de la disciplina que las historiadoras feministas necesitan para con­
seguir su objetivo de constituir a las mujeres en s�jetos historicos. Porque
la historia tambien crea sus significaciones a traves de la diferenciacion y
de esta manera organiza el conocimiento del mundo en esta direccion. La
forma que ha adquirido el conocimiento -la destacable ausencia o la subor-
INTRODUCCI6N 29
dinaci6n de las mujeres en las narrativas del "surgimiento de la civilizaci6n",
sus particularidades con respecto al Hombre Universal, su confinamiento
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en los estudios de lo domestico y lo privado- indica la existencia de una


polftica que establece y refuerza ciertas prioridades, que reprime a algunos
sujetos y concede mayor importancia a otros, que naturaliza ciertas catego­
rias y descalifica a otras. No es una polftica conspiradora ni auto-interesada
ni de estrechas miras; mas bien protege la tradici6n corporativa ya estable­
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cida. Sin embargo, la disciplina de la historia produce a traves de sus prac­


ticas, un conocimiento sobre el pasado (en lugar de reunirlo o reflejarlo)
e, inevitablemente, tambien sobre la diferencia sexual. En este sentido, la
historia opera como un tipo particular de instituci6n cultural que aprueba
y anuncia las construcciones de genero.
El concepto tan relativizado de genero como un conocimiento hist6-
rico especffico de la diferencia sexual permite a las feministas forjar una
herramienta analftica de doble filo, que puede generar nuevos conocimien­
tos sobre las mujeres y la diferencia sexual as{ como desafiar criticamente las
polfticas de la historia o de cualquier otra disciplina. Entonces, la historia
feminista se convierte no s6lo en el intento de corregir o suplir el registro
incomplete del pasado, sino en una forma de comprensi6n critica de la ma­
nera en que opera la historia como espacio de producci6n del conocimien­
to sobre el genero.
Los ensayos reunidos en el presente volumen son intentos, esfuerzos
tentativos para perfeccionar el tipo de analisis al que vengo refiriendome,
para ejemplificar un enfoque feminista del genero, la polftica y la historia.
He intentado tratar criticamente la historia como disciplina, como texto
escrito, y como registro de acontecimientos del pasado, con el objeto de su­
gerir c6mo debemos producir nuevos conocimientos a traves de una refle­
xi6n crftica sobre los procesos por los cuales el conocimiento es y ha sido
producido. Me interesa especfficamente, como feminista el conocimiento
sobre la diferencia sexual, sobre el genero. Como historiadora estoy particu­
larmente interesada en hacer la historia del genero, sefialando los significa­
dos variables y contradictories que se atribuyen a la diferencia sexual, a los
procesos politicos por los cuales dichos significados se desarrollan y con­
tradicen, a la inestabilidad y maleabilidad de las categorias de "mujer" Y
"hombre", y a las formas en que estas categorias se articulan una respecto
a la otra, aunque no sea de forma consistente ni igual cada vez.
Aunque quiero insistir en que las cuestiones del genero iluminaran no
s6lo la historia de las relaciones entre los sexos sino tambien toda la historia,
30 INTRODUCCI6N

0 la mayor parte de ella, sea cual sea su tema especifico, tambien soy cons­
ciente de los resultados necesariamente parciales que producini tal enfo­
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que. No abogo por una vision total ni por haber encontrado la categorfa que
al final explican1 todas las desigualdades, todas las opresiones, toda la his­
toria. Mi demanda es mas modesta: el genero ofrece una buena manera de
pensar sobre la historia, sobre la forma en que se han constituido las jerar­
quias de la diferencia -inclusiones y exclusiones- y de teorizar la politica
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(feminista). Creo que tal aceptaci6n de parcialidad no implica reconocer el


fracaso en la busqueda de una explicaci6n universal, sino que mas bien su­
giere que la explicaci6n universal no es, ni nunca ha sido, posible. En efec­
to, mi demanda presta una atenci6n crftica a las politicas (es decir, a las
dinamicas del poder) de la "totalidad" tanto si son presentadas como un
analisis (mono) causal o como una narrativa principal, como si son invoca­
das por los historiadores o los activistas politicos.
En circulos de historiadores y politicos se ha expresado la preocupaci6n
de que este tipo de posturas crfticas acaban con la historia y con la politica
como las conocemos. Esto puede ser verdad, pero tambien concede a las
practicas establecidas una existencia permanente que antes nunca habian
tenido. Es precisamente al exponer la ilusi6n de la permanencia o la verdad
perdurable de cualquier conocimiento especifico sobre la diferencia sexual
que el feminismo historiza la historia y la politica, abriendo asi el camino
para el cambio. Si vamos a repensar el genero, si van a producirse nuevos
conocimientos acerca de la diferencia sexual (un conocimiento que cuestione
incluso la primacia de la oposici6n macho/hembra), entonces tambien de­
bemos pensar de nuevo la historia de la politica y la politica de la historia.
Este libro es un intento, inevitablemente parcial, de hacer algo de esto.
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial. P RIM ERA PARTE

HACIA UNA HISTORIA FEMINISTA


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I. LA HISTORIA DE LAS MUJERES*

Pienso que lo que uno quiere es mucha informacion -(.y


por que uno de esos brillantes estudiantes de Newnham
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o Girton no podrian darla?-; (_a que edad se caso?; (.Y


aproximadamente cmintos hijos tuvo?; (.como era su
casa?; (.tenia un cuarto propio?; (_cocinaba?; (.tendria
probablemente una criada? Todos estos hechos estan
en alguna parte, segun parece, en los registros parro­
quiales y en los libros de cuentas. La vida de Ia mujer
isabelina comun debe haberse esparcido quien sabe por
donde, acaso alguien pueda recogerla y hacer un libro
con ella. Pienso que serfa ambicioso y demasiado osa­
do buscar en las estanterias libros que no estan alii para
sugerirles a los estudiantes de esos famosos Colleges que
deberian reescribir Ia historia, aunque confieso que a
menudo esta parece un poco rara, tal como es, irreal,
desequilibrada; pero, (_acaso no podrian ellos afiadir
un suplemento a Ia historia? Por supuesto, dandole un
nombre poco llamativo, asi las mujeres podrian figurar
en ella sin impropiedad.
VIRGINIA WOOLF, Un cuarto propio

DURANTE la ultima decada, el llamado de Virginia Woolf en favor de una his­


toria de las mujeres -que habfa escrito mas de 50 afios antes- ya ha obte­
nido una respuesta.1 Inspirandose directa o indirectamente en la agenda
polftica del movimiento de mujeres, los historiadores no s6lo documentaron
las vidas de mujeres de mediana edad en varios periodos hist6ricos, sino

* La version original de este ensayo aparecio en Past and Present: A Journal of Historical
Studies (1983), num. 1 0 1, pp. 1 4 1 - 1 57, bajo el titulo "Women in History: The Modem Period".
Los derechos de autor est<'in reservados a The Past and Present Society, 1 75 Banbury Rd.,
Oxford, Inglaterra. Agradezco a Ellen Furlough y a Sherri Broder las suger.encias de Ia primera
version. Aunque yo misma haya revisado sustancialmente el articulo original, las referencias
bibliognificas que aparecen en las notas no estan completamente actualizadas.
33
34 HACIA UNA HISTORIA FEMINISTA

que tambien trazaron cambios en las posiciones economicas, educativas y


politicas de las mujeres de varias clases sociales en la ciudad, en el campo
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y en las naciones-estado. Los libreros se han llenado de biografias de muje­


res olvidadas, de cronicas de movimientos feministas y de cartas de autoras
femeninas; los tftulos de los libros tratan de temas tan dispares como el
sufragio y el control de la natalidad. Han aparecido revistas academicas de­
dicadas exclusivamente a los estudios sobre las mujeres y al area todavfa
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mas especializada de la historia de las mujeres.2 Al menos en los Estados


Unidos se celebran importantes congresos dedicados a la presentacion de
trabajos academicos sobre la historia de las mujeres.3 Todo ello viene a afia­
dirse a lo que ya se ha denominado con razon "el nuevo conocimiento acer­
ca de las mujeres".
La produccion de este conocimiento se da a traves de una notable diver­
sidad en cuanto a temas, metodos e interpretaciones, tanto que resulta im­
posible limitar el campo a una simple interpretacion o postura teorica. No
solo existe una amplia variedad de temas de estudio, sino, ademas, muchos
estudios de casos y muchos puntos de vista interpretativos que no se diri­
gen unos a otros ni tratan las mismas preguntas. Ademas, la historia de las
mujeres no tiene uoa larga ni definible tradicion historiografica, dentro de
la cual puedan debatirse y revisarse dichas interpretaciones. Por el contra­
rio, el tema de las mujeres o bien se ha insertado en otras tradiciones o bien
se ha estudiado de forma aislada dentro de estas. Mientras algunas histo­
rias de mujeres trabajadoras se plantean, por ejemplo, cuestiones feminis­
tas contemporaneas acerca de las relaciones entre salarios y el estatus so­
cial, otras enmarcan sus estudios al interior de los debates entre marxistas
y entre los marxistas y los teoricos de la modemizacion sobre el impacto del
capitalismo industrial.4 La reproduccion comprende un vasto terreno en
el cual la fertilidad y la contracepcion se estudian de diversas maneras. Algu­
nas veces estas se tratan dentro de los confines de la demografia historica co­
mo aspectos de "la transicion demografica". Tambien se suelen ver ya sea den­
tro del contexto de las discusiones sobre los complejos analisis politicos de
los economistas politicos maltusianos y de los lfderes trabajadores socialis­
tas, o bien dentro de estructuras muy distintas, en las evaluaciones sobre las
repercusiones de la "ideologfa de la domesticidad" en el siglo xrx en cuanto
al poder de las mujeres en sus familias. Y a(m otro enfoque hace hincapie
en los debates feministas sobre la sexualidad y la historia de las reivindi­
caciones de las mujeres en cuanto al derecho de control sobre sus propios
cuerpos. Ademas, algunos marxistas-feministas han redefinido la reproducci6n
LA HISTORIA DE LAS MUJERES 35
como el equivalente funcional de l a producci6n, en u n esfuerzo por incorpo­
rar a las mujeres en el corpus de la teoria marxista.5 En el campo de la polfti­
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ca, algunas investigaciones han pretendido demostrar simplemente que las


mujeres debian encontrarse "en publico", o bien ilustrar la incompatibilidad
hist6rica entre las demandas feministas, por un lado, y la estructura y la
ideologia de los sindicatos y los partidos politicos organizados, por el otro
(la "incapacidad" del socialismo, por ejemplo, para incorporar al feminis­
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mo). Otro enfoque bastante diferente de la politica examina la organiza­


ci6n interna de los movimientos politicos de las mujeres como una forma
de documentar la existencia de una cultura femenina especifica. 6
Mas que en muchas otras areas de la indagaci6n hist6rica, la historia
de las mujeres se caracteriza por tensiones extraordinarias: entre la politi­
ca practica y la erudici6n academica; entre los niveles establecidos en el
seno de cada disciplina y las influencias interdisciplinarias; entre la actitud
ate6rica de la historia y la necesidad de una teoria para el feminismo. Los
historiadores feministas sienten estas tensiones de muchas maneras, quiza
mas agudamente cuando intentan identificar a un publico potencial para
sus trabajos. La naturaleza dispar de tal publico puede conducir al empleo
de argumentos desiguales y confusos en ensayos y libros individuales, lo
cual hace imposible el tipo habitual de ensayo sintetico sobre el estado de
este campo de estudio.7
En cambio, se puede intentar desenredar de todo este vasto cumulo de
escritos alguna idea de los problemas que se enfrentan al producir nuevos
conocimientos acerca de las mujeres. Sea cual sea el alcance del tema y su
variedad, hay una dimension comun en la tarea de estos esfuerzos academi­
cos de escuelas diferentes. Esta consiste en hacer de las mujeres el foco del
cuestionamiento, el tema de la historia, un agente de la narrativa, tanto si
es una cr6nica de acontecimientos politicos (la Revoluci6n francesa, los rna­
tines Swing, la primera o la segunda Guerra Mundial) y de movimientos
politicos ( el cartismo, la utopia socialista, el feminismo, el sufragio de las
mujeres), o si es un recuento mas analftico del desenvolvimiento de proce­
sos de cambio social a gran escala (industrializaci6n, capitalismo, moder­
nizaci6n, urbanizaci6n, construcci6n de los estados-naci6n). Los titulos de
algunos de los libros que abordan la historia del movimiento de las mujeres a
principios de la decada de los setenta expresan explfcitamente las intenciones
de sus autores: aquellas que estaban "ocultas de la historia" se "volvieron vi­
sibles".8 Aunque algunos tftulos de libros recientes anuncien muchos temas
nuevos, su misi6n sigue siendo la construcci6n de las mujeres como sujetos
36 HACIA UNA HISTORIA FEMINISTA

hist6ricos. Este esfuerzo va mas alla de la busqueda ingenua de los antece­


dentes heroicos del movimiento de mujeres contemporaneo, para hacer
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una nueva evaluaci6n de los niveles establecidos de significaci6n hist6rica.


Culmina en la serie de preguntas que tan eficazmente planteaba Virginia
Woolf: (puede un enfoque centrado en las mujeres "afiadir un suplemento
a la historia" sin por ello "reescribir la historia"? Aparte de esto, (que debe
implicar una reescritura feminista de la historia?
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Estas preguntas han marcado la estructura del debate y la discusi6n


entre quienes se han ocupado de escribir sobre las mujeres durante los ulti­
mos 1 5 afios. Aunque se observen unas lfneas claras, unas diferencias discer­
nibles, tales preguntas se entienden mejor como asuntos de estrategia que
como divisiones fundamentales. Cada estrategia tiene sus lfmites y pone
enfasis en aspectos particulares, cada una plantea de forma algo diferente la
dificultad de la escritura de las mujeres en la historia. El efecto acumulati­
vo de estas estrategias ha sido la creaci6n de un nuevo campo de conoci­
miento, marcado no s6lo por tensiones y contradicciones sino tambien por
una compleja y creciente comprensi6n de lo que conlleva el hecho de "rees­
cribir la historia".
Esta comprensi6n no s6lo ha surgido de los debates internes en el cam­
po de la historia de las mujeres; tambien se ha ido configurando en relaci6n
con la misma disciplina de la historia. Las feministas han documentado la
vida de las mujeres en el pasado, han aportado informacion que represen­
ta un desaffo hacia las interpretaciones aceptadas de algunos periodos o
acontecimientos en particular. Tambien han analizado las condiciones es­
pecfficas de la subordinaci6n de las mujeres y por todo ello se han encon­
trado con la poderosa resistencia de la historia, en tanto cuerpo disciplina­
rio de conocimiento y en tanto instituci6n profesional. El hecho de haber
enfrentado tal resistencia ha dado una ocasi6n para experimentar distintas
formas de ira, alejamiento y la formulaci6n de nuevas estrategias. Esto tam­
bien ha provocado analisis sobre la naturaleza de la misma historia, tan pro­
fundamente dividida en generos. El proceso global ha suscitado una inda­
gaci6n en torno a los terminos crfticos, los conceptos y la teorfa, que son
condiciones previas de la reescritura feminista de la historia.
Muchas investigaciones han girado en torno a la cuesti6n de la mujer
como sujeto, es decir, como un sujeto activo de la historia. (C6mo pueden
las mujeres conseguir el estatus de sujetos en un campo que las ha subsu­
mido o ignorado? (Bastara con hacer visibles a las mujeres para rectificar
el abandono del pasado? (C6mo podrfan afiadirse las mujeres a una histo-
LA HISTORIA DE LAS MUJERES 37
ria que se presenta como el relata universal de la humanidad, que pone
como ejemplos las vidas de los hombres? Puesto que la especificidad o la
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particularidad de las mujeres ya ha hecho de elias unas representantes inade­


cuadas del genera humano (de que manera la atenci6n que se preste a las
mujeres podni socavar esta idea en lugar de reforzarla? La historia de la
historia de las mujeres durante la ultima decada y media ilustra la dificul­
tad de encontrar respuestas faciles a todas estas preguntas.
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En este ensayo examinare esta historia como una forma de exploraci6n


de los problemas filos6ficos y politicos que han encontrado quienes produ­
cen nuevas conocimientos sobre las mujeres. Me ocupare principalmente
de la producci6n academica estadunidense sobre los siglos XIX y xx por­
que estoy mas familiarizada con ella, y porque en los Estados Unidos es
donde se han elaborado de forma mas completa los debates te6ricos sobre
la historia de las mujeres.9

Un enfoque del problema de la constituci6n de las mujeres en sujetos his­


t6ricos -el primero que se hace cronol6gicamente- consisti6 en recoger
informacion sobre elias y en escribir "la historia de elias" (como la llamaron
algunas feministas). Al jugar con la palabra "historia",* la intenci6n era dar
valor a una experiencia que ha sido ignorada -y en consecuencia devalua­
da- y dar al mismo tiempo agenda femenina en el quehacer de la historia.
Los hombres podfan verse como un grupo mas de actores hist6ricos; y la
disciplina debfa tomar explicitamente en cuenta a las mujeres, tanto si sus
experiencias fueron similares o diferentes a las de los hombres.
"La historia de elias" ha sido utilizada de muy distintas formas. Algunas
historiadoras recogen datos sobre las mujeres para demostrar su semejanza
esencial como sujetos hist6ricos respecto a los hombres. Tanto si descubren
la participaci6n de las mujeres en los acontecimientos politicos mas impor­
tantes, como si escriben acerca de las acciones politicas de estas en su pro­
pia nombre, los historiadores intentan introducir un tema nuevo -las mu­
jeres- en categorfas hist6ricas ya establecidas, e interpretan sus acciones
en terminos reconocibles para los historiadores politicos y sociales. Un ejem­
plo de este enfoque es el mirar al movimiento politico de las mujeres desde la
perspectiva de los miembros de la base, y no de la de sus lideres. En la mejor

* El termino her-story (Ia "historia de elias") hace un juego de palabras con el adjetivo po­
sesivo femenino en ingles h er, y el sustantivo story (relata o narraci6n). La palabra her-story se
opone a Ia h istory, o historia que, segun esta lectura iconoclasta, estarfa compuesta por el adje­
tivo posesivo masculino en ingles h is, y el sustantivo historia. [T.]
38 HACIA UNA HISTORIA FEMINISTA

tradicion de la historia social del trabajo (inspiradas por la obra de E. P.


Thompson), Jill Liddington y Jill Norris presentan un recuento sensible y
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esclarecedor de la participacion de las mujeres obreras en la campafi.a a


favor del sufragio en lnglaterra. Sus materiales, extrafdos en su mayor parte
de los registros de Manchester y de los relatos orales que recolectaron, do­
cumentan la participacion de las mujeres obreras en la lucha para obtener
el voto (las historias previas lo describieron como un movimiento casi por
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completo de clase media) y vinculan las reivindicaciones de estas mujeres a


favor del sufragio con su trabajo, con su vida familiar y con las actividades
del sindicato y de los organizadores del Partido Laborista. Se cuestiona la
predominancia y el buen hacer del ala Pankhurst de este movimiento por
su elitismo y su insistencia en el separatismo de las mujeres (una posicion
rechazada por la mayorfa de sufragistas).10 El libro de Steven Hause sobre
la historia del movimiento del sufragio de las mujeres en Francia es otro
ejemplo ilustrativo. El autor interpreta la debilidad y la pequefi.a talla del
movimiento (en comparacion con sus homologos ingleses y estaduniden­
ses) como el producto de las ideologfas e instituciones del catolicismo fran­
ces, del legado del derecho romano, del conservadurismo de la sociedad
francesa y de la peculiar historia polftica del republicanismo frances, espe­
cialmente del Partido Radical durante la Tercera Republica.1 1
Otra estrategia asociada con "la historia de elias" aporta pruebas sobre
las mujeres y las utiliza para desafiar las ideas recibidas sobre el progreso
y la regresion. A este respecto, se ha compilado un cumulo de pruebas para
demostrar que el Renacimiento no represento un autentico renacimiento
para las mujeres, 12 que la tecnologia no condujo a la liberacion de las mu­
jeres, ni en el lugar de trabajo ni en el hogar, 13 que "el tiempo de las revolu­
ciones democniticas" excluyo a las mujeres de la participacion polftica,14
que la "afectuosa familia nuclear" limito el desarrollo emocional y personal
de las mujeres, 1 5 y que el surgimiento de la ciencia medica privo a las mu­
jeres de autonomfa y del sentido de comunidad femenina. 1 6
Otro tipo de investigacion, siempre desde la posicion de "la historia de
elias", se aleja de la estructura de la his toria convencional y presenta una
nueva narrativa, una periodizacion diferente y diferentes causas. Esta pre­
tende esclarecer las estructuras de las vidas de las mujeres comunes y de las
mujeres notables, y descubrir la naturaleza de la conciencia feminista o feme­
nina que motivo su comportamiento. Se admiten habitualmente el patriar­
cado y la clase como los contextos en el interior de los cuales las mujeres de
los siglos XIX y xx definieron su experiencia, y se destacan los momentos
LA HISTORIA DE LAS MUJERES 39
en que se intensifico la colaboracion entre mujeres de distintas clases para
luchar directamente contra la opresion de las mujeres. El aspecto mas des­
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tacable de este enfoque consiste en que se basa exclusivamente la agenda


social de las mujeres, en el papel activo que tuvieron las mujeres en su his­
toria, y aquellos aspectos de su experiencia como mujeres, que son nftida­
mente distintas de la experiencia de los hombres. Las pruebas utilizadas en
este tipo de investigacion documentan las expresiones, ideas y acciones de
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las mujeres. La explicacion y la interpretacion se estructuran dentro de los


terminos de la esfera de las mujeres: mediante el examen de la experiencia
personal y de las estructuras familiares domesticas, de las reinterpreta­
ciones colectivas (propuestas por mujeres) de las definiciones sociales del
papel de las mujeres y de las redes de amistad femenina que provefan un
sustento ffsico y emocional.
La exploracion de la cultura de las mujeres nos ha conducido hasta las
ideas brillantes de Carroll Smith-Rosenberg al "mundo de amor y ritos de
las mujeres" en Estados Unidos durante el siglo XIX,17 a una insistencia en los
aspectos positives de la ideologfa domestica del mismo periodo,18 a una lec­
tura dialectica de la relacion entre las acciones polfticas de las mujeres de
clase media y las ideas sobre el sexo femenino, que las confinaron en los am­
bites domesticos1 9 y a un analisis de la "ideologfa reproductiva" que constru­
yo el mundo de las burguesas del norte de Francia a mediados del siglo XIX.20
Esto ha llevado a Carl Degler a argumentar que las mujeres americanas
crearon por sf mismas la ideologfa de su esfera separada para mejorar su
autonomfa y estatus. En dicha version de los hechos, las mujeres crearon
un mundo que no estaba ni dentro de ni en oposicion a las estructuras opre­
sivas o a las ideas que otros les habfan impuesto, y lo crearon para fomen­
tar un conjunto de intereses de grupo, definidos y articulados desde dentro
del mismo grupo.2 1
El enfoque de "la historia de elias" ha tenido importantes repercusiones
en la erudicion historica. Por la acumulacion de pruebas sobre las mujeres en
el pasado, este enfoque refuta las declaraciones de quienes insisten en que
las mujeres carecen de historia, que no tuvieron un lugar significative en los
relatos sobre el pasado. Y todavfa va mas lejos, al modificar algunos de
los criterios de significacion historica, cuando afirma que "la experiencia
subjetiva y personal" importa tanto como "las actividades publicas y politi­
cas", lo que vale mas que decir que las ultimas influencian a las primerasY
Asimismo, demuestra que es necesario conceptualizar el sexo y el genero en
terminos historicos, si es que algunos de los motivos de las acciones de las
40 HACIA UNA HISTORIA FEMINISTA

mujeres han de ser comprendidos. Tambien establece la legitimidad de


las narrativas acerca de las mujeres, asf como la importancia general de las
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diferencias de genero en la conceptualizacifi.on y la organizaci6n de la vida


social. No obstante, este enfoque corre algunos riesgos al mismo tiempo.
Primero, algunas veces mezcla dos operaciones separadas: la valoraci6n de
la experiencia de las mujeres (considerandola de valor para el estudio) y la
evaluaci6n positiva que cada mujer dijo o hizoY Segundo, tal enfoque tiende
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a aislar a las mujeres como si fueran un tema especial y separado de la histo­


ria, tanto si dicho enfoque persigue cuestiones distintas, si presenta diferentes
categorfas de analisis, o si tan solo examina documentos diferentes. Actual­
mente se esta desarrollando para los interesados una importante historia de
mujeres para complementar y enriquecer las historias convencionales, pero
tambien esta corre el riesgo de ser consignada a la "esfera separada" que con
el tiempo se ha asociado exclusivamente con el sexo femenino.

"La historia de elias" se ha desarrollado en relaci6n con la historia social.


En efecto, esta toma a menudo la iniciativa de los metodos y concepciones
desarrollados por los historiadores sociales. La historia social clio, en dife­
rentes formas, un gran apoyo a la historia de las mujeres. Primero, aport6 las
metodologfas para la cuantificaci6n, para la utilizaci6n de los detalles de
la vida cotidiana y para los prestamos interdisciplinarios de la sociologfa,
demografia y etnografia. Segundo, conceptualiz6 como fen6menos hist6ri­
cos las relaciones de familia, la fertilidad y la sexualidad. Tercero, la historia
social desafi6 la linea narrativa de la historia politica ("los hombres blancos
hicieron la historia") tomando como temas de sus investigaciones los pro­
cesos sociales a gran escala, tal como se manifestaban en muchas dimen­
siones de la experiencia humana. Esto nos conduce a la cuarta influencia,
la legitimaci6n de un interes centrado en grupos habitualmente excluidos
de la historia polftica. El relato de la historia social trata fundamental­
mente procesos o sistemas (como el capitalismo o la modernizaci6n, depen­
diendo de la actitud te6rica del historiador), pero se narra a traves de las
vidas de grupos particulares de gente, que son los sujetos manifiestos, aun­
que no siempre actuales, de la narrativa. Puesto que las relaciones humanas
de todo tipo constituyen una sociedad, se pueden estudiar una variedad de
grupos y temas para evaluar el efecto de los procesos de cambio, y resulta
relativamente facil extender la lista de los obreros, campesinos, esclavos,
elites y diversos grupos sociales o laborales hasta incluir a las mujeres. Asf,
por ejemplo, se emprendieron estudios sobre el trabajo de las mujeres, como
LA HISTORIA DE LAS MUJERES 41
muchos estudios sabre los obreros, para evaluar los efectos del capital ismo
o para comprender sus operaciones.
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Estos estudios nos han conducido a Ia proliferacion de aquella "masa


de informacion" que pedfa Virginia Woolf. Tambien han documentado Ia
extraordinaria gama de trabajos que las mujeres mantienen y han trazado
patrones sabre Ia participacion de Ia mujer en Ia fuerza de trabajo segun Ia
edad, el estado civil y los ingresos del hagar, dejando de lado Ia idea de que
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se puede generalizar, categoricamente, sabre las mujeres y el trabajo. Los


estudios han mostrado que las mujeres constitufan sindicatos e iban a Ia
huelga, aunque lo hacfan siguiendo ritmos diferentes a los de los hombres.
Dichos estudios tambien han examinado escalas de salarios y han trazado
cambios en las oportunidades de empleo, sugiriendo una mayor importan­
cia de Ia demanda respecto de Ia oferta en Ia estructuracion de los mercados
de trabajo femenino.24
De igual modo, tam bien existe un rico debate interpretativo. Algunos his­
toriadores insisten en que los ingresos salariales mejoran el estatus de las
mujeres; otros, que las mujeres eran explotadas por ser una oferta de traba­
jo barata y, en consecuencia, los hombres percibieron a las mujeres como
una amenaza para el valor de su propio trabajo. Mientras algunos historia­
dores sefialan que las divisiones familiares del trabajo atribufan un valor
economico al papel domestico de una esposa, otros han argumentado que el
conflicto familiar esta basado en el control de los salarios. Quienes sostienen
que esta segregacion sexual socava el control de las mujeres sabre su trabajo
y limita su capacidad organizativa para declararse en huelga son desafiadas
por quienes sugieren que, cuando las mujeres tienen bajo su control los re­
cursos suficientes entonces emprenden acciones colectivas identicas a las de
los hombres. Todo esto indica Ia necesidad no solo de mirar a las mujeres
sino de analizar su situacion en relacion con los hombres, de introducir en
los estudios generales de Ia historia del trabajo cuestiones sabre Ia organiza­
cion familiar y de los mercados del trabajo que sufren segregacion sexualY
La historia social, a Ia vez que ha permitido Ia documentacion sabre te­
mas como el de Ia historia del trabajo de las mujeres, tambien ha presentado
problemas para los historiadores feministas. Por un lado, Ia historia social
hizo un Iugar para el estudio de las mujeres al particularizar y pluralizar los
temas de las narrativas historicas -ninguna figura universal individual po­
drfa representar Ia diversidad de Ia naturaleza humana. Por el otro, Ia his­
toria social redujo a los agentes humanos a una funcion de fuerzas econo­
micas, hacienda del genera uno de sus muchos subproductos. Las mujeres
42 HACIA UNA HISTORIA FEMIN ISTA

no son mas que uno de los grupos que movilizan recursos, un grupo moder­
nizado o explotado, que lucha por el poder, o que es excluido de alguna polf­
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tica. Las cuestiones feministas sabre Ia particularidad de las mujeres y Ia


importancia de las relaciones sociales entre los sexos tienden a desplazarse
0 a subsumirse dentro de los modelos econ6micos y behavioristas.
Tanto "Ia historia de elias" como Ia historia social establecen a las mu­
jeres como sujetos hist6ricos; en efecto, muy a menudo hay enfoques que
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se superponen o forman intersecci6n en Ia historia de las mujeres. Sin em­


bargo, difieren en sus implicaciones fundamentales porque cada uno adop­
ta una perspectiva analftica algo distinta. La historia social admite que Ia
diferencia de genera puede explicarse dentro del marco existente de Ia actual
explicaci6n (econ6mica); es decir, el genera no es una cuesti6n que requie­
ra ser estudiada en sf. En consecuencia, el tratamiento de Ia historia social
de las mujeres tiende a ser demasiado integracionista. "La historia de elias",
en contraste, admite que el genera explica las diferentes historias de hom­
bres y mujeres, pero no teoriza acerca de c6mo el genera opera hist6rica­
mente. Por esta raz6n, sus relatos parecen ser (micamente sabre mujeres y
pueden leerse de una forma demasiado separatista.

Por supuesto, los intentos de conceptualizaci6n del genera tambien for­


man parte de Ia historia de las mujeres y han circulado a traves de discu­
siones y debates desde un principia. Joan Kelly, en sus ultimos trabajos,
estableci6 que el objetivo principal de Ia historia de mujeres era Ia creaci6n
del sexo "como un aspecto fundamental de nuestro analisis del arden so­
cial, a! !ado de otras clasificaciones como Ia clase y Ia raza". 26 Para Natalie
Zeman Davis el objetivo era "comprender el significado de los sexos y de los
grupos de genera en el pasado hist6rico".27 Esto podrfa llevarse a cabo exa­
minando las definiciones sociales del genera, seglin las expresaban hom­
bres y mujeres y segun las construyeron e influenciaron las instituciones
polfticas y econ6micas, las cuales reflejan una gama de relaciones que inclu­
yen no s6lo el sexo sino tam bien Ia clase y el poder. Los resultados arrojarian
nueva luz tanto en lo que se refiere a Ia experiencia de las mujeres como a
las practicas sociales y polfticas.
Hasta ahara, el estudio del genera ha sido, en general, una cuesti6n de
metoda para los historiadores. Este consiste en comparar Ia situaci6n de las
mujeres a Ia de los hombres, implicita o explicitamente, basandose en el de­
recho, en Ia literatura prescriptiva, en Ia representaci6n iconografica, en Ia
estructura institucional y en Ia participaci6n polftica. Temma Kaplan, por
LA HISTORIA DE LAS MUJERES 43
ejemplo, examino en Los anarquistas de Andalucia (Anarchists of Andalu­
cia), los distintos llamamientos de este movimiento politico a hombres y
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mujeres, y las diferentes formas, todas elias complementarias, en que hom­


bres y mujeres campesinos y obreros se organizaron para la lucha revolu­
cionaria. El estudio paralelo de hombres y mujeres dentro del movimiento
anarquista nos muestra como se servfan de ciertos aspectos de las relacio­
nes de genera para articular el ataque de este movimiento politico concreto
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contra el capitalismo y el Estado.28 Tim Mason desarrollo importantes ideas


acerca de "la funcion reconciliadora de la familia" en la Alemania nazi, a
resultas de una investigacion sobre la posicion de las mujeres y las polfti­
cas hacia elias. El material factual que recogio sobre las mujeres, de quie­
nes dice que fueron, mayoritariamente, "no actores" en la politica del perio­
do, aporto una nueva posicion estrategica, excepcional y provechosa, desde
cuya perspectiva el comportamiento de los actores podrfa ser reinterpre­
tado, y de verdad que deberfa serlo".29 Tomando en cuenta la sugerencia
de Foucault (en la Historia de la sexualidad ), segun la cual la sexualidad no
fue reprimida sino que estaba en el centro de los discursos modernos, Judith
Walkowitz ahondo en la campafia de Josephine Butler contra las enfermeda­
des contagiosas en la Inglaterra del final de la epoca victoriana. Walkowitz
situo la relacion de este exitoso movimiento de mujeres, cuyo objetivo era
combatir el doble lenguaje de la moralidad sexual, en el contexto de las divi­
siones economicas, sociales, religiosas y polfticas de la sociedad inglesa.30
Dicho estudio sefiala la importancia que tuvieron los miembros del Parla­
mento y las maximas figuras profesionales, hombres y mujeres, en los debates
sabre la conducta sexual. Estos debates se realizaban "en publico", y daban
lugar a cambios legales e institucionales. Por consiguiente, la conducta sexual
fue una cuestion polftica explfcita, por lo menos durante algunas decadas.
La articulacion de los significados de las diferencias sexuales tambien
fue crucial en determinados momentos de la Revolucion francesa, cuan­
do la ciudadanfa y la participacion politica estaban en curso de definicion.
Darlene Levy y Harriet Applewhite estudiaron las proclamas que ilegalizaban
los clubes de mujeres en 1 793, en nombre de la proteccion de la feminidad Y
la domesticidad. Y Lynn Hunt llamo la atencion respecto a la forma en que los
jacobinos utilizaban la masculinidad para representar al pueblo soberano.31
Todos estos estudios comparten una preocupacion comun con la politi­
ca, y mas especfficamente con los gobiernos en cuyo ambito se negocian
formalmente las relaciones de poder. Como tales, estas nos indican la impor­
tancia de conectar el estudio del genera con el estudio de la polftica. Esto
44 HACIA UNA HISTORIA FEMINISTA

es asf porque las ideas y las estructuras politicas configuran y marcan los
lfmites del discurso publico y de todos los aspectos de la vida, incluso de
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aquellos ciudadanos que estan excluidos de la participaci6n en la polftica.


Los "no actores", segun el termino de Mason, actuan de acuerdo con las
normas establecidas en el ambito politico; la esfera privada es una creaci6n
publica. Incluso quienes no figuran en las relaciones oficiales participan
hacienda la historia; y quienes estan silenciosos hablan con elocuencia de
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los significados del poder y de los usos de la autoridad polftica.


Tal hincapie conduce directamente la historia de las mujeres a la histo­
ria polftica, campo donde prevalecen las narrativas cuyos sujetos centrales
son masculines. Dicho enfasis tambien empieza a desarrollar una forma de
pensar hist6ricamente sobre el genero, porque llama nuestra atenci6n so­
bre las maneras en que se producen los cambios en el mundo del derecho, en
la polftica y en las representaciones simb6licas. Ademas, tal enfasis conlle­
va una explicaci6n social en vez de una explicaci6n biol6gica o caracterol6-
gica de las diferentes conductas o de las desiguales condiciones de hom­
bres y mujeres. Sin embargo, al mismo tiempo, este hecho parece socavar
el proyecto feminista al olvidar a los agentes femeninos y al disminuir, im­
plfcitamente, la importancia hist6rica de la vida personal y social -familia,
sexualidad, sociabilidad- las areas en las cuales las mujeres han participado
visiblemente.

Las contradicciones que presentan estos distintos enfoques con referenda


a la historia de las mujeres no han impedido la producci6n de nuevos cono­
cimientos al respecto. Esto es evidente en la multiplicaci6n de los trabajos
y cursos sobre la historia de las mujeres, y en el creciente numero de revis­
tas especializadas y libros que los editores han capitalizado de tan buena
gana. Las contradicciones tambien han resultado productivas en otros
aspectos; al buscar una soluci6n han impulsado esfuerzos para formular
teorias, y han asentado una reflexi6n sobre el proceso mismo de la escritu­
ra de la historia. Cuando estos distintos enfoques se ponen en dialogo unos
con otros, entonces pueden llevar mas lejos el debate; pero creo que s6lo
podran conseguirlo cuando los terminos clave del analisis sean examinados
Y redefinidos. Esos terminos de analisis son tres: la mujer como sujeto, el
genero y la polftica.
Aunque la producci6n academica sobre la cuesti6n del "sujeto" sea cada
vez mas abundante (especialmente en psicoanalisis) y deberia formar parte
de la discusi6n sobre las mujeres en la historia, tan s6lo quiero hacer aquf
LA HISTORIA DE LAS MUJERES 45
una puntualizaci6n. Esta tiene que ver con la cuesti6n de la particularidad de
las mujeres -que la experiencia de "la historia de elias" se ha encargado
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de hacer tan evidente- en relaci6n con la universalidad de los hombres. La


figura abstracta del individuo poseedor de derechos, que se convirti6 en el
centro del debate politico liberal en los siglos XVII y XVIII, por alguna raz6n
se encam6 en la figura masculina y es esa historia (history o la "historia de
ellos") la que los historiadores han contado con toda suerte de detalles. Los
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estudios academicos feministas reiteradamente enfrentan la dificultad de


incluir a las mujeres en esta representaci6n universal puesto que, como sus
trabajos lo muestran, el contraste entre la particularidad femenina sirve
para asegurar la universalidad de la representaci6n masculina.
Parece includable que concebir a las mujeres como actores hist6ricos,
con el mismo status que los hombres, nos exige tener una idea de la par­
ticularidad y de la especificidad de todos los sujetos humanos. Los histo­
riadores no pueden utilizar un sujeto representative (mico y universal para
las diversas poblaciones de una determinada sociedad o cultura, sin conce­
der un grado distinto de importancia a un grupo en detrimento de otro.32
No obstante, la cuesti6n de la particularidad plantea cuestiones sobre las
identidades colectivas y sobre si todos los grupos pueden compartir siem­
pre la misma experiencia. (C6mo hacen los individuos para convertirse en
miembros de los grupos sociales? (Como se han definido y formado los gru­
pos de identidad? (Que mueve a la gente a actuar como miembros de un de­
terminado grupo? ( Son comunes o variables los procesos de identificaci6n
grupal? (C6mo se las arreglan aquellas mujeres que estan marcadas por
multiples diferencias (mujeres negras 0 mujeres obreras, lesbianas de cla­
se media u obreras negras lesbianas) para determinar los puntos mas des­
tacados de una u otra de estas identidades? (Pueden concebirse estas dife­
rencias desde una perspectiva hist6rica, cuando todas juntas constituyen
los significados de las identidades colectivas e individuales? (C6mo podemos
escribir historia tomando en cuenta la sugerencia de Teresa de Lauretis en
el sentido de que las diferencias entre las mujeres se entienden mejor como
"diferencias dentro del colectivo de las mujeres"?33
Si el grupo o categoria "mujeres" debe ser objeto de investigaci6n, enton­
ces el genero -los multiples y contradictories significados atribuidos a la
diferencia sexual- es un instrumento analftico de importancia.34 El termi­
no "genero" sugiere que las relaciones entre los sexos son un aspecto prio- '
ritario de la organizaci6n social (en lugar de derivar de las presiones econ6-
micas o demognificas); que los terminos de identidad femenina y masculina
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estan, en gran parte, determinados culturalmente (y no son enteramente


producidos por los individuos o las colectividades); y que las diferencias
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entre los sexos constituyen estructuras sociales jerarquicas que a la vez son
constituidas por estas.
El giro hacia la historia politica que han dado quienes estan interesa­
dos en escribir sabre el genera, ha introducido ideas de impugnacion, con­
flicto y poder en el proceso de la determinacion cultural de los terminos de
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diferencia sexual. Pero al estudiar el poder tal como se ejerce y en relacion


con las autoridades gubemamentales, la disciplina de la historia ha elimi­
nado innecesariamente algunos ambitos importantes de experiencia. Esto
no habrfa ocurrido si se�Jmbiera Gtilizado una idea de "politica" mas am­
plia, una que concibiera todas la� relaciones desiguales como algo "politi­
co" ya que estas implican una distribucion desigual del poder, y tampoco
hubiera ocurrido si se hubiera preguntado como tales relaciones desigua­
les se han establecido, rechazado o mantenido. Aquf parece valido citar en
extenso la discusion de Foucault sabre las relaciones de poder en el primer
volumen de la Historia de Ia sexualidad:

El problema a resolver no debe pues consistir en lo siguiente: habida cuenta


de determinada estructura estatal (como y por que "el" poder necesita instituir
un saber sobre el sexo? No sera tampoco: c:a que dominacion del conjunto sirvio
el cuidado puesto (desde el siglo XVIII) en producir sobre el sexo discursos ver­
daderos? Ni tampoco: (que ley presidio a! mismo tiempo, a Ia regularidad del
comportamiento sexual y a Ia conformidad de lo que se decfa sobre el mismo?
Sino, en cambio: en tal tipo de discurso sobre el sexo, en tal forma de extorsion
de Ia verdad que aparece historicamente y en lugares determinados (en tomo a!
cuerpo del nifio a proposito del sexo femenino, en Ia oportunidad de practicas de
restricciones de nacimientos, etc. ), c:cuales son las relaciones de poder, las mas
inmediatas, las mas locales, que estan actuando? c:Como toman posibles esas espe­
cies de discursos e, inversamente, como esos discursos les sirven de soporte? [ . . . ]
Grosso modo: en Iugar de referir a Ia forma (mica del gran Poder todas las vio­
lencias infinitesimales que se ejercen sobre el sexo, todas las miradas turbias que
se le dirigen y todos los sellos con que se oblitera su conocimiento posible, se
trata de inmergir Ia abundosa produccion de discursos sobre el sexo en el cam­
po de las relaciones de poder multiples y moviles".35

Este enfoque acabaria con las evidentes dicotomfas como el Estado y la


familia, lo publico y lo privado, el trabajo y la sexualidad. Y plantearia pre-
LA HISTORIA DE LAS MUJERES 47
guntas sobre las conexiones internas entre los ambitos de la vida y la orga­
nizacion social que ahora se abordan por separado. Con esta nocion de poli­
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tica se puede presentar una critica de la historia que la caracterice no sim­


plemente como un registro incomplete del pasado sino como un elemento
participative en la produccion del conocimiento que legitimiza la exclusion
o la subordinacion de las mujeres.
Por lo tanto, el genera y la politica no son antiteticos, ni el uno respecto
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al otro, ni para el rescate del sujeto femenino. Definidos mas ampliamente,


estos diluyen las distinciones entre lo publico y lo privado e invalidan los
argumentos sobre las cualidades independientes y particulares del caracter
y la experiencia de las mujeres. Asimismo, el genera y la polftica desafian
la exactitud de las distinciones binarias preestablecidas entre hombres y mu­
jeres, en el pasado y en el presente, y presentan la naturaleza autenticamente
politica de la historia escrita en esos terminos. Sin embargo, la sola decla­
racion de que el genera es una cuestion politica no es suficiente. La com­
prension de la potencialidad radical de la historia de las mujeres llega con ,
los escritos de las historias que se basan en las experiencias de las mujeres y
que analizan las distintas formas en que la politica construye el genera y el
genera construye la politica. La historia feminista se convierte asi, no en
el recuento de las grandes obras llevadas a cabo por las mujeres sino en
la exposicion de las tan a menudo silenciadas y ocultadas operaciones del
genera, que son, sin embargo, fuerzas con una presencia y una capacidad
de definicion en la organizacion de la mayoria de sociedades. La historia de
.
las mujeres debe enfrentarse criticamente a la politica de las historias exis­
tentes, y asi empieza inevitablemente la reescritura de la historia.

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