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Ebook Amor Consciente

El e-book explora el amor y las relaciones interpersonales desde una perspectiva consciente, destacando la importancia de seis pilares fundamentales: responsabilidad, confianza, respeto, comunicación, reciprocidad y trascendencia. A través de reflexiones y herramientas prácticas, se busca ayudar a los lectores a mejorar sus vínculos significativos y a conectar con su esencia. Además, se menciona cómo el tarot puede servir como guía para fortalecer estos pilares en las relaciones.
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Ebook Amor Consciente

El e-book explora el amor y las relaciones interpersonales desde una perspectiva consciente, destacando la importancia de seis pilares fundamentales: responsabilidad, confianza, respeto, comunicación, reciprocidad y trascendencia. A través de reflexiones y herramientas prácticas, se busca ayudar a los lectores a mejorar sus vínculos significativos y a conectar con su esencia. Además, se menciona cómo el tarot puede servir como guía para fortalecer estos pilares en las relaciones.
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TRATAC

Del Amor y la Trascendencia


Valeria Montaña Bonavides
Emilio José Arroyo Gabaldón
INTRODUCCIÓN

Este e-book tiene como objetivo dar luz y crear una mirada consciente en el ámbito
del amor y las relaciones interpersonales que se establecen con los vínculos intensos, que
son de gran valor para nosotros como seres humanos. La espiritualidad no existe para fingir
que todo está bien todo el tiempo ni es una excusa para desviar la atención, sino que se
trata de un espacio para hacernos buenos en el juego de la vida que tiene momentos densos,
de oscuridad, de duda, inseguridad y ceguera frente a los valores fundamentales del ser.

Cuando tenemos buenas herramientas para lidiar con lo que no nos resulta sencillo
en el área del amor, podemos llegar a soluciones reales y concretas para, desde otro
nivel de consciencia, obtener cambios que nos permitan conectar mejor y de forma
más sana con nuestro significativo otro, y por extensión con nosotros mismos.

Desde la experiencia como seres amorosos, terapeutas holísticos y tarotistas,


después de ver a muchas personas en esta área y obtener experiencia relevante, es
un placer poder compartir lo que en este e-book obtendrás: conocimiento invaluable
y consejos sobre cómo aplicar seis pilares fundamentales del amor para que tus
relaciones tengan buenas bases y puedan expandirse mientras creces como persona.
Se hará énfasis en el amor consciente de índole romántico, aunque lo
aprendido pueda servirte para todo tipo de relación adulta y madura.

Se van a abordar conceptos como la responsabilidad, la confianza o fé, el respeto, la


comunicación, la reciprocidad y la trascendencia. Una vez tratado esto, vamos a contarte como
el tarot puede ayudarte a encontrar las soluciones que requieres para fortalecer estos seis pilares.
Confiamos en que estas reflexiones puedan serte útiles y te ayuden a conectar con
la sabiduría que ya reside en ti, y, desde ella, crear un bello faro que te ayude con
su luz a tomar decisiones cada vez más conscientes y alineadas con tu esencia.
“El auténtico amor no es una lucha para combatir la soledad. El
auténtico amor consiste en transformar el aislamiento en soledad, en
ayudar a la otra persona. Si amas a una persona la ayudas a estar
sola. No intentas llenarla. No intentas completar a la otra persona
con tu presencia. La ayudas a estar sola, a estar tan llena de sí misma
o de su propio ser que no te necesite.

Cuando una persona es completamente libre, puede compartir; es el


fruto de ésa libertad. Entonces da mucho pero no es una necesidad;
da mucho pero no supone una negociación. Da mucho porque tiene
mucho. Da porque disfruta dando”.

- Osho.
PRÓLOGO

Abordar con una mirada apreciativa nuestra perspectiva de un amor consciente requiere
de valentía, honestidad y coherencia. Tratándose de un ejercicio que llevamos a cabo para
con nosotros mismos, la reflexión sobre qué significa para nosotros amar y cómo somos
capaces de desplegar ese concepto en nuestras relaciones a través de nuestros actos nos va a
acercar inexorablemente a nuestra propia esencia y por extensión a la esencia del Amor en sí.

La valentía resulta necesaria en este gesto ya que muy probablemente vamos a tratar de aportar
luz a espacios de nosotros mismos que no la poseen aunque la puedan recibir, es decir, vamos
a trabajar en incidir directamente sobre nuestra sombra, hecho para el cual nuestro compañero
va a servir por un lado de espejo y por otro de palanca, poniendo de manifiesto todo aquello que
está velado. Afrontar nuestra propia ignorancia supone mirar de frente tanto nuestros miedos
como una serie de emociones cuya densidad no es sencilla de navegar. Nos van a retar a dar lo
mejor de nosotros mismos, a salir de nuestra zona de confort y en muchas ocasiones a renunciar
a una versión nuestra que está obsoleta en pos de un crecimiento tan complejo como necesario.

También se requiere de un alto grado de honestidad, de justicia, mediante el cual seremos


capaces de no evadir toda problemática que nos incumbe pero que por su índole no
siempre queremos enfrentar, ya sea por su complejidad o por lo incómodo que resulta.
El Amor nos pone de cara con todo aquello
que somos, y resulta prácticamente imposible
ignorar aquello de lo que eres consciente y
sabes que te pertenece. Por último, uno de
los valores que más ha de brillar cuando
acechamos al Amor debe de ser la coherencia,
aplicada a los diferentes ámbitos de la relación
que tenemos con el otro, con nosotros mismos
y también de la alianza que compartimos
como ente. La coherencia nos permite habitar
los diferentes grados de consciencia y realizar
movimientos entre los mismos para avanzar
vertical u horizontalmente en la expansión de
nuestro Ser. Ésta genera un equilibrio entre lo
que sucede en nuestro interior y las diferentes
manifestaciones externas de circunstancias
que son las que alimentan ese fuego interno,
impidiendo que nuestra vida esté articulada de
manera mecánica por nuestro subconsciente,
programado con diferentes patrones en pos
de la educación que hemos vivido, diversas
experiencias personales que nos determinan
por su importancia o la fuerza que puede
tener sobre nosotros la gestión de un trauma.

Dar a luz un espacio donde poder indagar en uno mismo a través del otro y donde poder
mostrar nuestra versión más genuina (y por ende, vulnerable, aunque paradójicamente
pueda parecer lo contrario) supone un reto tan desafiante como hermoso. Esa atmósfera debe
ser de tal calidad que acoja nuestros talentos y nuestros miedos más básicos, nuestra bondad
y nuestra ignorancia, nuestra luz y nuestra sombra, nuestro espíritu y nuestra humanidad.

Al mismo tiempo, el vínculo debe de ser motor de cambio y transformación, de crecimiento


y evolución, de expansión. Para ello es necesario repercutir de manera directa en la vida
cotidiana, en la realidad material en la cual se refleja el resultado de nuestras ideas y
emociones. Para que el amor sea Amor, debe, por definición, poder ser experienciado, no ser
una mera ilusión o ideal, debe de ser desafiado y ese desafío se genera con su puesta en acción.
Muchos valores tiene la condición humana que puedan ser nombrados, pero definitivamente,
la más llamativa es que somos seres que se necesitan entre sí. Somos el mamífero que menos
preparado para la vida nace, haciéndonos totalmente dependientes de nuestros semejantes desde
el momento en el que damos nuestra primera respiración. El periodo de gestación no es suficiente
para darnos todas las herramientas que se necesitan para sobrevivir en un entorno hostil, y
es, gracias a los nuestros, que logramos tener éxito como especie. El ser humano para lograr
valerse por sí mismo, una vez nace, necesita varios años de crecimiento y desarrollo. Ya adulto,
va a seguir requiriendo las relaciones con otros seres humanos para alcanzar su realización.

Dentro de las muchas relaciones que puedan existir hay una que es fundamental para el buen
desarrollo de la especie y su evolución: la relación de pareja. En la actualidad, tenemos el amor
romántico como una preocupación de muchas personas a un nivel extremadamente visceral. El
tener un vínculo de esta calidad y el mantenerlo son asuntos que pueden estar ocupando la mente
más tiempo de lo que tal vez quisiéramos. No sólo eso, también atañe parte de nuestra biología,
nuestro campo emocional y nuestro cuerpo energético. Eso tiene que ver no solo con la descarga
hormonal que produce naturalmente, sino también con un anhelo que traemos de Unidad desde
nuestro nacimiento, donde nos separamos del vientre materno para habitar un mundo en el que
vamos a estar buscando conexión para poder estar sanos. Los vínculos significativos pueden
ayudarnos a lograr experimentar momentos de Unidad, ya que está en nuestra naturaleza (incluso
molecular) el querer compartir energía para sentirnos plenos. Por ejemplo, nuestra bioquímica,
a base de carbono, tiene siempre que compartir un electrón para encontrar su estabilidad.

Para que una relación interpersonal funcione, vendría bien revisar seis pilares fundamentales
que nosotros consideramos básicos a entender, integrar y desarrollar: la responsabilidad, la
confianza, el respeto, la comunicación, la reciprocidad y la trascendencia. Vamos a adentrarnos
en estos conceptos desde un entendimiento empírico y personal, desde lo que para nosotros
significa cada uno de ellos y cómo poder aplicarlos y darles recorrido de manera práctica.
RESPONSABILIDAD
La cualidad que mejor representa nuestro potencial de albergar y ser Amor reside en cuán
capaces seamos de ser responsables de todo aquello que tiene lugar en nuestro marco
perceptivo sin proyectar en el otro y sin sacudirnos como podamos todo lo que pertenece
a nuestro mundo interno en registros tan diversos como el paisaje emocional, el estado
anímico o heridas y traumas que condicionan la manera en que nosotros nos relacionamos
con el mundo. Nuestra incapacidad de gestionar todo lo que nos sucede nos conduce a
intentar separarnos de aquello que nos causa incomodidad o malestar, y para poder realizar
este movimiento necesitamos nuevos espacios en los que depositar aquello de lo que no
queremos formar parte, culpabilizando en la mayor parte de las ocasiones a la persona con
la que compartimos camino y evolución, ya que esta será siempre el espejo más potente y
cercano del que podemos hacer uso. Sucede que es en ese reflejo que vamos a poder apreciar
la sombra de la que buscamos huir y así poder eximirnos a nosotros mismos de cualquier tipo
de identificación con la misma. Hay ciertos roles dentro de nuestra historia que no estamos
dispuestos a asumir. Es, pues, un gesto de enorme poder y soberanía personal hacer el ejercicio
de asunción de todo aquello que nos pertenece, independientemente de cual sea el origen
sobre el cual hizo contacto el suceso para llegar a la superficie y mostrarse ante nosotros.
Asumir nuestra responsabilidad nos conecta
de manera directa con el otro y con su
responsabilidad que ha de ejercer en libertad
en el mismo grado que nosotros ejercemos la
nuestra. Cuando dos personas responsables
deciden unirse para compartir camino se genera
un vínculo muy íntimo en el cual ambos pueden
permitirse mostrar una versión muy genuina
de sí mismos ofreciendo al compañero la
posibilidad de reconocerse en ella. El poder de
transformación que tiene este tipo de vínculo es
brutal, ya que pasamos a ser dueños absolutos
de nuestra realidad y de todo aquello que en ella
acontece. Sí, es cierto que no tenemos control
sobre lo que sucede de puertas para afuera,
que la vida puede traer tempestades y que hay
caminos que no son sencillos de recorrer, pero
todo lo que ocurre hacia adentro pasa a ser de
dominio privado y de nuestra total propiedad,
otorgándonos una inmensa dignidad a la hora
de atravesar todo aquello que es para nosotros.
Debemos de entender esta responsabilidad con
una visión expansiva: cuánto más podamos
abarcar con ella, mayor capacidad de presencia
(consciencia en el presente) podremos sostener
y por lo tanto de forma más coherente y
contundente, en conexión con la vida misma,
vamos a poder responder frente a los retos o
adversidades propias de la condición humana.
Ésta no está solamente ligada a nuestros actos y las consecuencias de los mismos,
sino también a las emociones de las que somos dueños, nuestros patrones de
pensamientos e ideas, nuestros impulsos biológicos y nuestra soberanía energética.
Cuestionarnos nuestra capacidad para poder trascender con el soporte que supone
la compañía de nuestro compañero en dicha actividad la eleva y potencia. Cuando
somos responsables, la belleza y el arte de la vida se manifiestan ante nosotros sin que
podamos evitarlo, y generalmente, esa mirada, tiene los ojos de nuestro compañero.

No existen “parejas felices”, existen personas felices que conforman pareja. En ese
sentido, serían parejas armónicas donde cada uno se hizo responsable de su felicidad.
Es en la ausencia de carencia o necesidad que puede florecer el amor auténtico.
“En contraposición a la unión simbiótica, el amor maduro es ser-uno bajo la
condición de conservar la propia integridad e independencia y, por ello, también la
propia individualidad. El amor del hombre es una fuerza activa que derriba los muros
por los que el hombre está separado de sus prójimos, y que los une con los otros. El
amor le permite superar el sentimiento de aislamiento y separación, pero le permite
también permanecer fiel a sí mismo y conservar su integridad, su ser-así. En el amor
se da la paradoja de que dos seres llegan a ser uno y, sin embargo, siguen siendo
dos...

El amor es una actividad, y no un afecto pasivo. Se puede describir, de una forma muy
general, con la afirmación de que el amor es, sobre todo, un dar y no un recibir”.

Erich Fromm, El arte de amar


CONFIANZA

Puede resultarnos una obviedad, ya que si preguntásemos a la gran mayoría de personas


cual sería uno de los valores básicos dentro de una relación podríamos decir que casi todos,
por no decir todos, recurrirían a la confianza para ponerla en alza, pero, más allá de esto
¿cuántos se paran a preguntarse qué significa para ellos la confianza y como la ejercen dentro
de su relación de pareja? La confianza es un aspecto que está íntimamente ligado con la
fé, que se define como “confianza o buen concepto que se tiene de algo” o “palabra que se
da con cierta solemnidad”. De una manera más cercana y liviana, sabemos que tener fé en
alguien es depositar nuestra seguridad en que esa persona va a saber devolvernos aquello
que esperamos de ella. La fe nace de un espacio muy puro, en conexión directa con nuestra
esencia y por extensión en conexión directa con la Fuente. Es un atributo excelso del Amor.

La fé nos sostiene en nuestros momentos de máxima vulnerabilidad, en los que no


podemos acceder a nuestros propios recursos y ejecutamos un acto de entrega mediante la
rendición a aquello que está por encima de nosotros y que no podemos prever o controlar.
Si la fé nos alivia y nos alimenta en los momentos de mayor complejidad de nuestra
vida ¿Por qué no habríamos de recurrir a ella para que esté al servicio del espacio que
compartimos con nuestro compañero? Ésta puede ser un disparador muy importante para
impulsarnos mutuamente y al mismo tiempo una gran puerta de entrada al crecimiento y
desarrollo de nuestra consciencia mediante la confianza que regalamos a nuestra pareja.
Dicha confianza puede llegar a albergar
cualidades que escapan a nuestra capacidad
de expresión. Cuando esto ocurre, sentimos
una conexión que fluye de un estado de
Unidad en la cual existe una certeza de
algo inefable, que no puede ser definido
pero que despierta un feeling desde tu
espacio de intimidad personal muy sagrado
y el mismo espacio de la otra persona. Ahí
se establece una comunicación sutil que
emana del espíritu de ambos amantes en
la cual el reconocimiento que comienza
a fluir los eleva y los trasciende. Lo
hermoso de la fé es que no necesita de un
objeto o sujeto (por mucho que se pueda
depositar en ellos) que lo reciba, sino que
ya por si misma existe, se manifiesta: la
fe es, no necesariamente se tiene en algo.
Esa fé que es apunta directamente no sólo a lo externo que tiene lugar y acontece en el
mundo, sino lo que la hace más interesante y especial, a lo interno de nosotros mismos. Nos
hace entrar en un estadio de comunión (común unión) que es una auténtica experiencia que
transforma la comprensión desde los sentidos hasta nuestros mecanismos de raciocinio. La
confianza como valor dentro de la relación prolonga el Ser de cada individuo extendiéndolo
y le hace partícipe de algo superior a él mismo, pero que le permite seguir manteniendo
su propia concepción de si, sin que esta se diluya en estados alterados de consciencia.
También vale la pena resaltar el carácter pragmático de la confianza primordial: la que
debemos tener en nosotros mismos. Es un hecho que la primera confianza debe estar
puesta en nuestra capacidad de resiliencia frente a las adversidades, crisis e incluso
rupturas amorosas. Confiamos primero en que si nuestra confianza es traicionada,
sabemos que nos podemos recuperar, que nos podemos volver a armar y podemos entregar
confianza una y otra vez porque se reconstruye desde un lugar primordial. La ejercemos
desde la soberanía personal y la decisión consciente de arriesgar la entrega porque no
tenemos nada que perder, ya que si se pierde, se reconstruye: tenemos un corazón más
elástico de lo que creemos tener. Tener un corazón flexible siempre será más saludable
que tener un corazón rígido, que puede sufrir fisuras debido a la dureza de su naturaleza.
RESPETO
Podríamos entender el respeto como la comprensión profunda (incluso más allá de
lograr entender intelectualmente) de los procesos propios y los del compañero. También
implica experimentar igualdad y reconocimiento del y en el otro. Escuchar para entender
y no para reaccionar implica respeto por la expresión del otro. Utilizar la empatía para
acompañar sin invadir también entra en este ámbito. La admiración suele ser vital en una
relación para que esta perdure pues implica una puesta en valor del valor intrínseco del
otro que además tiene cualidades visibles para ti que valoras mucho, que te hacen sentir
afortunado o afortunada de estar a su lado. De la admiración emana naturalmente el respeto.
Respetar los espacios vacíos, los silencios, la experiencia tal y como se te presenta
y entenderla como valiosa solo por el hecho de ser lo que es te va a ayudar a
tener serenidad y una visión de la misma desde un espacio de no-juicio. Desde
la serenidad, desde la paz interior, vas a poder contemplar con reverencia la vida
haciendo el trabajo que mejor sabe hacer: fluir hacia más Vida, fluir hacia más Amor.
Si entendemos el Amor como
una fuerza evolutiva humana,
sería el respeto no solo un pilar
fundamental, sino también un
lubricante natural a la interacción
con el otro, que más allá de
ser alguien amado, es eso: un
otro, con sus propios procesos
personales a nivel mental,
emocional, físico, en todos
los ámbitos alguien que se ha
construido y se ha configurado
de una forma diferente a ti.
No somos personas difíciles,
somos personas con historias:
entender esto te ayudará a ver al
otro con ojos más compasivos
y respetuosos, generará terreno
fértil para la confianza y los
demás pilares y tendrá como
impronta esta cualidad tan
importante, el respeto.
Respetamos aquello que
consideramos importante.
¿No es acaso importante la vida misma tal y como se presenta? Reconocer que somos personas
con vivencias diversas pero en igualdad de importancia (ya que toda la vida que ha atravesado a
tu significativo otro, independiente de las marcas que le haya dejado, es sagrada, así como toda la
vida que te ha atravesado a ti lo es y lo seguirá siendo). Sí, somos diversos, pero en la diversidad
está la riqueza y la posibilidad de enfrentarla desde la curiosidad y no desde el miedo o el rechazo
te va a ayudar a crecer mucho como persona.
Del mismo modo que aspiramos a respetar lo diferente, debemos de aspirar a respetar lo similar, lo
común, lo igual. En muchas ocasiones mismos polos se repelen por tener una idéntica apariencia
o por compartir esencia. A veces nos resulta complicado identificar aquello que más integrado
tenemos en nosotros mismos, con lo cual se requiere de la virtud del respeto para reconocer
a aquel que ha conquistado las mismas batallas que nosotros. Este es un gesto de humildad
que equipara a seres conscientes permitiéndoles experimentar un acto de Unidad. Ese gesto de
humildad nos invita a acceder de manera directa a una parte muy hermosa de nuestra esencia,
muy relacionada y ligada con el silencio y con la contemplación, donde nos permitimos permitir,
sin juicio, comprendiendo, permitiendo y confiando en algo a lo que pertenecemos pero que está
por encima de nosotros.
Resulta verdaderamente
hermoso poder
compartir este estado,
este espacio, con alguien
que se encuentra más
allá de nuestra propia
piel y templo personal.
Al mismo tiempo se trata
de un gesto de sencillez,
de rendición ante la vida
y aquello que acontece,
que nos permite formar
parte de todo cuánto
el universo suministra
constantemente sin
pedir nada a cambio.
RECIPROCIDAD
El valor de la reciprocidad está profundamente unido al concepto de reconocimiento. Reconocer
tiene su origen etimológico en recognoscere. Re- nos indica repetición, volver a; con- es un
prefijo que significa “todo”, y gnoscere tiene como raíz gno-, que significa conocer. Reconocer
podría traducirse como “volver a conocerlo todo”. Si nos acercamos a la definición con cariño,
podemos apreciar que no es más que la descripción de una experiencia de iluminación súbita
que podemos vivenciar cuando conocemos al otro y permitimos que el otro nos conozca.
Unidad. Esta experiencia está ligada pero no termina en los sentidos. Estos son un medio que
permite a nuestra mente asimilar dicho conocimiento pero que no lo determina, ya que esta
forma de conocer pertenece al mundo de lo sutil, más ligado a la intuición que al intelecto.
Reciprocidad no se define como dar en la misma medida que se recibe, si no en la existencia
de un equilibrio, de una inteligencia superior, que permite la fluidez del Amor en armonía.

También resulta interesante detenernos en la idea de que para que alguien de, se necesita alguien
que reciba. Esta obviedad es tan real como el hecho de que no solemos asociar actividad al
hecho de recibir, ya que ligamos este concepto al dar, pero hay una decisión interesante y un
gesto de aceptación muy importante de aquel que recibe conscientemente. La acción de recibir
desde el corazón está cargada de humildad, de agradecimiento y de rendición. Del mismo
modo, el que da, no pierde, hace ostentación sana de su exuberancia, da porque tiene, porque
puede, da porque en su esencia es abundante y fértil. El que da se da a sí mismo, da vida.
Esto se conecta de forma directa con la idea de que la naturaleza real del Amor es la
de dar (darse) en entrega continua. Reflexionaba Fromm en El arte de amar sobre
la pobreza resaltando que la auténtica tristeza de no tener no residía en la carencia
de posesión, sino en la carencia de la posibilidad de dar. El que haya entregado
algo desde lo más profundo de su corazón conoce la dicha que reside en ese gesto.

A un nivel práctico, hay desgaste energético y erosión del amor si no hay un equilibrio
entre el dar y recibir en movimiento de flujo y reflujo, bilateral. El desgaste de dar sin
recibir genera apatía. El recibir sin dar, sensación de impotencia y con ella, vergüenza y
alejamiento. La reciprocidad es un gesto que permite la existencia del vínculo tal y como se
acuerda tenerlo. Es fácil identificarlo cuando vemos que a interés se responde con interés,
a escucha se responde con escucha, a cariño se responde con cariño. Muchas relaciones
fracasan por desequilibrio en el dar y recibir. Si es reciproco, es sólido. Si no, se diluye.

““El río pasa al lado de un árbol, lo purifica, lo alimenta, le da agua y continúa danzando. No
se aferra al árbol. El árbol deja caer sus flores en profunda gratitud y el río sigue adelante.
El viento llega, baila alrededor del árbol y sigue su camino. Y el árbol presta su perfume al
viento... Si la humanidad creciera y madurara, esa sería la forma de amar”.

Osho.
COMUNICACIÓN

Para comenzar a abarcar allá donde queremos apuntar debemos de empezar por definir qué es
para nosotros la comunicación y cómo la entendemos. Partiendo de que se puede establecer
que comunicar es el “trato de correspondencia entre dos o más personas”, el primer punto en
el que nos gustaría detenernos es en la importancia de la palabra correspondencia. Para que
la comunicación exista, debe de haber correlación entre todos los elementos que participan
de ella, de manera activa o pasiva, pero partícipes al fin y al cabo. Esto podría hacernos caer
en la cuenta de que por mucho que dos personas hablen o intenten transmitirse un mensaje,
si no existe una escucha o una apertura a la recepción del mismo, un entendimiento al fin
y al cabo, real y profundo, no existirá jamás una comunicación. En muchas parejas sucede
que no existe el entendimiento porque realmente no están ejecutando una comunicación
efectiva. Esto puede partir ya de uno para consigo mismo (muy ligado a la responsabilidad),
ya que muchas personas no saben trasladarse mensajes de manera certera y asertiva y, en
algunas ocasiones, no se dan cuenta de los discursos que generan siendo estos muy nocivos y
dañinos para si. Si no sabemos ni siquiera comunicarnos con nosotros, comprenderemos que
resulte tarea ardua el establecer contacto útil con nuestro compañero. Es importante entender
que no toda la comunicación es verbal y que no sólo nos relacionamos con la palabra como
medio, si no que nuestros propios actos y gestos también establecen un flujo para con nuestro
entorno y aquellos con quienes nos relacionamos. Para todo ello también resulta de suma
importancia la necesidad de generar un lenguaje común, un ideario compartido por ambos
integrantes en el cual significado y significante se aúnan para dar lugar a una comprensión
trascendental de aquello que es puesto en juego para ser mirado, integrado, trascendido.
La comunicación desde la presencia se hace necesaria porque es muy distinto escuchar para
entender (toda tu atención está en lo que dice el otro) que escuchar para reaccionar (toda tu
atención está en el ruido de tu propia mente). Cuando escuchas para entender, hay una apertura
sincera al conocimiento, mientras que cuando escuchas para reaccionar, este desaparece para
darle espacio a la autoafirmación de lo que tu crees que debe ser lo que tienes entre manos,
que no necesariamente sabes qué es, lo cual implica abrirle la puerta a un lugar de ignorancia.
Recuerda que no necesariamente lo que tu dices es lo que el otro entiende, porque el prisma
por el cual el otro mira el mundo es distinto al tuyo, si no fuera así, no sería otro. Es muy
distinto decir que sentiste molestia frente a algo (la molestia es tuya) a decir que lo que se
dijo es de por sí molesto. No asumas cosas. Si no sabes, pregunta y pregunta desde el lugar
genuino de querer entender. Tampoco tomes decisiones unilaterales. Algo muy importante
en las relaciones son los acuerdos y los acuerdos se conversan antes de hacerse efectivos.
Asumir que el otro sabe lo que sientes, piensas o quieres solo porque hay atracción
mutua o conexión fuerte es algo en lo cual es fácil caer. Asumir que el otro es otro por
más especial que sea para ti y por más que se sienta una conexión potente será clave.
Una conversación difícil es mejor que una tensión insoportable. Si no se soportan las
tensiones, la relación se rompe. Entiende la comunicación como una clave para aliviar
tensiones, resolver problemas y desatar nudos del choque natural con la otredad.
TRASCENDENCIA
Desde Ars Essentia comprendemos la relación de pareja como uno de los más potentes
motores de cambio que existen en la transformación personal y concebimos la transformación
personal como el principal activo de la expansión de la consciencia y la evolución en sociedad
del ser humano. Es por ello que entendemos que una relación que es sana, adulta, madura y, en
definitiva consciente, debe de propagarse y expandirse más allá de sus propios límites y debe
de incidir de manera directa (como en ella inciden los factores que hemos ido observando) en
aquellos espacios de uno y de la vida cotidiana de uno donde se requiera una mirada ampliada
y el uso del Amor para aportar luz cuando sea necesario. Una relación que no nutre al mundo
y sólo tiene el foco puesto en alimentar a sus dos participantes es una relación estéril, que
no da fruto, que no surte. Podríamos decir que es una suerte de parásito para si mismo, ya
que merma el recorrido y el potencial que toda relación posee por el mero hecho de existir
como tal. La naturaleza de una relación, como la de cualquier persona, es expandirse y la
expansión es la tendencia cada vez más cercana a la Unidad. Cuándo dos se saben uno en
el compartir se saben uno con el otro y al mismo tiempo se saben uno con el mundo y con
el Todo, las fronteras y los límites se desdibujan y la experiencia de Unidad te desborda de
una manera inevitable. Dejas de ser tú para ser Uno en el Amor, y de ese Ser siempre va a
nacer un impulso súbito de albergar y acoger todo aquello que esté dispuesto a serlo. El amor
se nutre de amor y crece de manera exponencial, expandiéndose en su retroalimentación.

Hay belleza en el compartir el regalo que es la vida a través de un vínculo, de ser humano a ser
humano, de alma a alma, de espíritu a espíritu consiste en obtener la perfección a través del
desarrollo de un proceso que ya de por si es perfecto porque acoge incluso aquello que nuestra
propia percepción rechaza. Mostrarnos receptivos a que ese proceso nos atraviese, nos acoja
y nos enseñe nos va a permitir conocer espacios de nuestra alma que hasta ese momento no
habían tenido medios para ser expresados y puestos en escena, y la capacidad de asombrarnos
ante nosotros mismos, nuestro compañero y la Vida se disparará hasta límites insospechados.
CONCLUSIÓN E INVITACIÓN
La invitación final vendría de la mano de un deseo de presencia y conexión con quien eres, en
lo más profundo de tu corazón, ese lugar donde puedes acceder y conectar con tu alma, y que
esto sea una puerta de acceso a y a través del compañero. Es importante para nosotros que más
allá de cualquier cosa, puedas vivir un amor sano y auténtico, con una capacidad de escucha
y valor intrinsico que se encuentra no en como crees que debes ser, sino en como eres en
realidad cuando te despojas de todo lo que te separa de ti mismo para así poder conectar con
tu significativo otro desde un lugar puro. Sabemos que esto suena muy bien y hasta sencillo,
pero reconocemos que no lo es tanto, sobretodo por las dinámicas del pasado, las lógicas del
presente y las expectativas del futuro. Por eso, la invitación final es a leerte las cartas. No
siempre es sencillo vernos desde afuera, estando a bordo de nosotros mismos tantos años.
Somos marineros que han pasado muchas tormentas, pero que por alguna razón seguimos
de pie a pesar de ellas, o puede que incluso estemos viviendo una en este exacto momento y
necesitemos llegar al centro, al “ojo del huracán” para desde la pausa poder ver alrededor y
generar soluciones. A veces, todo lo que necesitamos es un respiro, ver con distancia y seguir
remando. Si llegaste hasta aqui, la invitación es a mirarte con toda la sinceridad que puedas,
a desdoblarte del yo, a entenderte desde un lugar más amplio. Te decimos que puede ser una
buena idea leerte las cartas no solo porque leemos cartas como oficio, si no porque lo hacemos
desde un lugar que cree que hacer consciente lo inconsciente puede llevar a la rectificación
de muchas actitudes que te separan de lo que quisieras experimentar, sentir, y vivir con tu
pareja, esté ya en tu vida o esté por llegar. Las cartas pueden aportar una sana disctancia con
la situación, respuestas, una toma de responsabilidad y por lo tanto acción y evolución. El
poder observar el escenario, la tendencia y la proyección del mismo sin apegarte y desde una
posición de distancia te va a facilitar entender con mayor claridad y desde otros espacios de ti
mismo la situación que estás navegando, y con ello poder determinar nuevas ideas, controlar
de forma diferente tu mundo emocional, enfocar tu energía y hasta disponerte físicamente
para cualquier reto que debas de atravesar. También te ayudará a conectar de forma profunda
con todo aquello que forma parte de tu vida, desde tu pareja a las circunstancias que has
de integrar. Te animamos a mirar espiritualmente esta área de tu vida y desde una mirada
consciente, generar las circunstancias para que la vida te atraviese y siendo más sabia, puede
generar un amor real, trascendente y sincero. ¡Que así sea!
“El río pasa al lado de un árbol, lo purifica, lo alimenta, le da agua y continúa danzando. No
se aferra al árbol. El árbol deja caer sus flores en profunda gratitud y el río sigue adelante.
El viento llega, baila alrededor del árbol y sigue su camino. Y el árbol presta su perfume al
viento... Si la humanidad creciera y madurara, esa sería la forma de amar”.

Osho.
Leete las cartas y encuentra recursos de tarot en:

http://eltarotcomoguia.com

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