Introducción a la cultura de pensamiento
1. Conceptualización y fundamentación de la cultura de pensamiento
A lo largo del día en la vida de cualquier persona se producen infinidad de situaciones en las que tiene que decidir, argumentar, elegir entre diferentes
opciones, saber si fiarse o no de una fuente de información, resolver problemas, realizar predicciones, etc. Realizamos estas acciones de manera
natural, combinando distintas habilidades que están presentes casi sin que hayamos reparado en ellas, pero hacerlo no significa necesariamente
hacerlo bien. Muchas veces nuestros actos obedecen a planteamientos previamente meditados pero, en muchas ocasiones, actuamos por impulso, sin
valorar diferentes alternativas, o decidimos de manera precipitada, sin prever las consecuencias, realizando un pensamiento que no es efectivo.
Cuántas veces hemos utilizado en nuestras clases expresiones del tipo: "Piensa bien antes de responder", "¿qué opinas sobre lo que ha dicho tu
compañero?", "¿cómo llegaste a esa conclusión?", "¿has pensado bien lo que vas a hacer?", "fundamenta o argumenta tu respuesta" o "reflexiona
sobre lo que hemos hablado". Afortunadamente, lo hemos hecho muchas veces. Con todas ellas estamos invitando a nuestro alumnado a pensar pero
¿les hemos enseñado a hacerlo?, mejor aún, ¿les hemos enseñado a hacerlo bien, a sacar partido a todo el potencial de su pensamiento?, ¿sabemos
cómo formar buenos pensadores?
Nuestra escuela proviene de una cultura de almacenamiento de contenidos y datos, ocupando esta función un papel predominante. Ciertamente, la
memoria es un factor relevante de la inteligencia, necesario y de gran ayuda en muchos contextos y situaciones de la vida, pero no es especialmente
útil cuando se trata de resolver cuestiones en las que han de combinarse elementos de distinta índole: conceptuales, técnicos, procedimentales,
emocionales, etc. en los que hay que poner en marcha de manera conjunta habilidades para elegir, tomar decisiones, analizar en profundidad,
comparar o contrastar, entre otras; en definitiva, resolver problemas o dar respuesta a situaciones que se presentan en la vida cotidiana. Disponer de
información es muy importante, pero lo realmente trascendente es lo que hacemos con ella, es decir, cómo la transformamos en conocimiento útil
para resolver problemas o tomar decisiones.
Enseñar a pensar tiene objetivos más amplios que el de obtener éxitos académicos o enseñar conocimientos. Se trata de movilizar procesos
cognitivos que permitan manejar la información de forma reflexiva, sin automatismos, en cualquier situación de la vida, ya sea académica, personal,
social o laboral, que impliquen acuerdos, negociación o toma de decisiones. Estas son habilidades que se activan de manera frecuente en el aula
cuando el alumnado se agrupa para realizar un trabajo, realiza un reparto de roles o responsabilidades, se organiza, da opiniones sobre algo para
tomar acuerdos, etc. Seguro que te resultan familiares las expresiones: "Es que no saben trabajar en equipo, no saben organizarse y pierden el
tiempo", "Le pregunto el porqué de algo y no sabe contestar", "Parece que no piensan" o "Tiene oportunidad de expresarse y me dice que no sabe
cómo explicarlo". En la mayoría de las ocasiones subyace una falta de entrenamiento, la ausencia de una práctica ordenada, consciente y rigurosa
que permita adquirir procesos mentales adecuados que se pongan en funcionamiento cuando se necesitan.
"Enseñar a pensar" ("teaching thinking") ha sido eje fundamental de las reformas educativas en educación infantil, primaria y secundaria en gran
parte de los países occidentales a finales de los años ochenta y principios de los noventa, aunque ya se hablaba de ello desde los años 60. Los
procesos de pensamiento y las estrategias de aprendizaje han supuesto un paradigma de investigación en la psicología educativa y la formación
docente cobra sentido en la medida en que la puesta en práctica en las aulas genera espacios que permiten constatar la mejora de los aprendizajes
que realiza el alumnado y que le acompañarán durante toda su vida. Porque si algo hay que destacar como relevante del pensamiento es que está
presente en la vida de un ser humano desde las más tempranas manifestaciones cognitivas hasta que acaba su vida.
Podemos encontrar abundante bibliografía sobre este tema y constatamos la existencia de amplitud de experiencias y planteamientos que, aunque en
algunos casos difieren entre sí, comparten la idea común de que el modelo educativo que exige la sociedad actual precisa del fomento del
autoconocimiento, la autorregulación y adaptabilidad a un entorno en constante proceso de modificación. Puede parecer obvio, incluso teórico, pero
lo cierto es que si el mundo cambia y no cambian los procesos de enseñanza, muy posiblemente no estaremos dando respuesta a las necesidades de
aprendizaje. Frente al tradicional énfasis de la enseñanza en el conocimiento de contenidos y en las habilidades básicas, nos situamos en el
conocimiento funcional, estratégico y metacognitivo para formar personas capaces de conocerse y conocer, de regularse y regular, de solucionar
problemas y actuar de manera resiliente frente a ellos. Por ello, se hace necesario trabajar no solo "el conocimiento académico, sino también el de
las destrezas necesarias para adaptarse a las circunstancias de su entorno y solucionar nuevos problemas" (Marrero y cols., 1989, p. 135).
La mayoría de estudios en relación con el pensamiento coinciden en que cuanto más se explicita en el aula la enseñanza del pensamiento, más
efectiva resulta. Cuando el clima de reflexión en el aula es alto, se produce un aumento de la valoración de la capacidad de pensar por parte del
alumnado y cuando se da una alta integración de la enseñanza del pensamiento en los contenidos trabajados en el aula, se da mayor conciencia del
alumnado sobre aquello que está aprendiendo.
Cuando hablamos de cultura del pensamiento nos referimos a una forma de enseñar y de aprender en la que se hacen visibles los mecanismos
mentales que usamos para sacar conclusiones, resolver un problema, dar respuestas, etc. desgranando los "pasos" que sigue nuestra mente para
llegar a esas conclusiones o dar esas respuestas y no otras. La cultura del pensamiento promueve un aprendizaje para la compresión que es propio de
las escuelas inteligentes.
Visibilizar el pensamiento proporciona una comprensión más profunda de los contenidos, un aumento de la motivación por el aprendizaje, un
desarrollo de las habilidades de pensamiento y aprendizaje de los estudiantes, un desarrollo de las actitudes del alumnado hacia el pensamiento, una
mejor disposición ante las oportunidades de pensamiento y aprendizaje; y, finalmente, genera un cambio de cultura en el aula, una comunidad de
pensadores comprometidos de manera entusiasta al encontrar motivos (motivación) en su propio aprendizaje.
David Perkins y Robert Swartz, entre otros, han trabajado y desarrollado en profundidad el uso de rutinas y destrezas de pensamiento integradas
en los contenidos curriculares en el aula; algunas de ellas serán objeto de estudio en este curso.
David Perkins es doctor en Matemáticas e Inteligencia Artificial por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), co-director emérito del
Proyecto Zero desde hace 25 años y actualmente es co-director senior y miembro del comité directivo de dicho proyecto. Estudia cómo funciona la
mente humana y busca estrategias "para desarrollar el pensamiento crítico y creativo de los alumnos y lograr un aprendizaje más rápido con una
comprensión completa". Con ese objetivo fundó en 1967 junto a Howard Gardner y otros investigadores el denominado Proyecto Zero en la Escuela
de Educación de la Universidad de Harvard. Ha trabajado en profundidad las rutinas de pensamiento y su uso en el aula.
Veamos a David Perkins en el siguiente vídeo explicando algunas rutinas sencillas para enseñar a pensar:
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/09/30/ciencia/1380568807.html (2 minutos)
(En caso de tener problemas de visualización del vídeo que aparece en este artículo de El Mundo prueba esta URL alternativa: Vídeo de David Perkins
en El Mundo)
Robert Swartz dirige el NCTT, The National Center for Teaching Thinking, en Estados Unidos. Es Doctor en Filosofía, graduado en la Universidad
de Harvard y profesor emérito en la Universidad de Massachusetts en Boston. Su trabajo, junto al de otros colegas, se ha centrado en el Aprendizaje
Basado en el Pensamiento (TBL, siglas de Thinking Based Learning) a través de la infusión del pensamiento crítico y creativo en los contenidos
curriculares: "Enseñar a pensar para conseguir buenos pensadores, personas que puedan hacerse cargo de sus vidas y alcanzar sus objetivos". Robert
Swartz utiliza el término infusión refiriéndose a la integración de la enseñanza de habilidades de pensamiento en la enseñanza de los contenidos
curriculares. Esta integración está íntimamente ligada a la programación desde el punto de vista competencial de nuestro sistema educativo.
Veamos a Robert Swartz en este interesante vídeo valorando la importancia del pensamiento crítico en la escuela:
https://youtu.be/QFRWosmu0D4 (5 min)
Finalmente, comentar que se considera que el pensamiento eficaz está formado por destrezas de pensamiento, hábitos de la mente y metacognición.
Destrezas de pensamiento entendidas como procedimientos específicos que conducen a una reflexión profunda según cada ejercicio de pensamiento,
hábitos de la mente como formas automatizadas y coherentes en las que el ser humano tiende a comportarse cuando piensa y que pueden ser
constructivas o no, por ejemplo, escuchar con empatía, controlar la impulsividad, preguntar y responder con interés o, por el contrario, mantener una
postura inflexible, comunicar sin precisión o la estrechez de miras. Y metacognición entendida como el acto de pensar sobre cómo pensamos,
reflexionando sobre la conjunción de los dos elementos anteriores, actuando según la valoración de la tarea que se nos solicita y el plan que
diseñamos para llevarla a cabo. A través de la metacognición tomamos conciencia de los pasos que sigue nuestra mente para resolver una cuestión,
evaluando si han sido adecuados o no, e incorporando el resultado de esas reflexiones en futuras actuaciones. Las rutinas de pensamiento se insertan
en este marco en la medida en que suponen un entrenamiento eficaz para prestar atención, focalizar, observar con detenimiento y fomentar el
pensamiento con destreza.
Objetivos
1. Identificar conceptos básicos y fundamentos de la cultura de pensamiento.
2. Analizar y reflexionar sobre la importancia de enseñar a pensar en la escuela como vía para el éxito académico, personal, social y profesional.
3. Conocer y valorar la utilidad del uso de rutinas y destrezas de pensamiento como métodos para enseñar a pensar y trabajar el pensamiento de
calidad en el aula.
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