UNIVERSIDAD D E OVIEDO
LOS CRUZADOS DEL NORTE EN LAS
COSTAS DE ASTURIAS EN 1147
(Ilustraciones a la crónica de su expedición)
POR
J U A N URIA Y R I U
Con motivo de la celebración del 788 aniversario de la to-
ma de Lisboa a los musulmanes en 25 de Octubre de 1147,
publicóse en Portugal una nueva edición del celebre manus-
crito contenido en un códice existente en la Biblioteca del Co-
legio del Corpus Christi de la Universidad de Cambridge, en
el que una pluma fácil, escribib en forma narrativa los suce-
sos de que fué testigo, formando parte de una expedición de
cruzados dirigida a la conquista de Tierra Santa, que, des-
viando de éste fin por los ruegos de los portugueses, se detu-
vo a ayudarlos en la toma de la gran ciudad atlántica.
28 REVISTA DE L
El autor del relato-sacerdote ilustrado y espfritu observa-
dor-va refiriendo cuanto sucede a los audaces aventureros,
en un latín bárbaro, pero en el que se describen con suficiente
vida y colorido cosas y hechos, al punto de entretener sus
narraciones a cualquier género de lector.
El profesor de Lisboa José Augusto de Oliveira, repasan-
d o la fotocopia del manuscrito, y el texto publicado por Her-
culano, ha logrado una edición más correcta, en página doble;
a un lado el texto latino, y a1 otro la traducción portugue-
s a (1).
P o c o más de sesenta palabras dedica el sacerdote anglo-
saj6n llamado Osberno de Baldr.. a las ocurrencias de la ar-
mada ea las costas de Asturias. Sin embargo n o han sido in-
terpretadas n i comentadas las noticias que de ellas se des-
prenden, algunas de relativo interés a nuestro parecer, por lo
que decidimos hacerlo brevemente en éstas páginas.
(1) La primera noticia d e la existencia d e éste manuscrito apareció em
la obra d e Cooper On Public Records, reducida al tltulo del contenido en
latín. A instancias d e Herculano s e consiguió m h s tarde una copia hecha p o r
el paleografo ingles N. E. Hamiltón, conservador d e la sección d e manus-
critos del Museo Británico, siendo publicada por vez primera en l o s Portu-
galiaa Monumenfa Histdrica, (Scripfores,vol, 1, págs. 392 a 405), con l a s
anotaciones d e HamiItón y o t r a s del propio Herculano que n o conocía el
texto de éste documento cuando escribió el vol. I de s u Historia d e Portugal
publicada en 1846. Hasta el aiio 1935 en que apareció la edición que comen-
t a m o s n o había vuelto a s e r publicada. En España que nosotros sepamos,
ha divulgado s u existencia G.del Mercaddi en s u s Viajas d e Extranjeros por
España t. 1. p. extractando brevemente el contenido relativo a la penlnsufa,
seguramente tomando el extracto del Catálogo d e M S del ...(?)
La edición d e J. A. Oliveira lleva el tftulo siguiente:
Complemento ao volume II de «Lisboaantiga* dejulio de Casfillo-Con-
quiafa de Lisboa aos Mouros ( 1 147) Narrada pelo Cruzado Osberno teste-
munha presencial-Texto latino e s u a traducao para portuges pelo Dr. J o s é
Augusto de Oliveira, Prefacio d o Engenheiro Augusto Vieira Silva-Lisboa S.
lndustriais da C. M. L. 1955.-Un vol. in 4." de 88 páginas dobles con 3 foto-
g r a b a d o s fuera del texto.
UNIVERSIDAD DE OVIEDO 29
En la primavera del año 1147, cerca de ciento setenta
navíos, se hallaban reunidos en el puerto de Dartinoutli
con más de trece mil hombres a bordo (1), prontos a sur-
car el Océano. Erari los cruzados del Norte que inspirados
en el cálido verbo de S a n Bernardo de Clarval, y con la an-
nuencia de Luis VI1 de Francia y de Conrrado 111 de Alemania,
se dirigían a combatir a los enemigos de la fé en el Asia re-
mota.
Allí iban gentes del Rhin inferior, y de la Frisia, mandados
por el Conde Arnold de Arschot, nieto del Duque Godofredo,
los de Flandes al mando de Cristián Gistell, los de Norfolk,
Suffolk, Ket, y Londres, respectivamente, al de Herveo de
Glanvill, Sinión de Dover y André; Saherio de Archelles man-
daba otros.
Del puerto inglés arriba nombrado hiciéronse a la vela,
el vier~iesantes del día de la Ascensión del Señor, plenos de
entusiasmo y de afanes de aventura. El doniingo estaban en el
mar de la Bretafia qiie reconocieron según palabras del cro-
nista de la expedicibn, por s u profundidad y color bastante
oscuro (2).
En 10s días siguientes, la calma que reinaba en el mar, ape-
nas les permitió avanzar en la navegación, pero, el miércoles,
como soplase viento favorable, avivaron la marcha hasta dar
vista a las cumbres de los Pirineos. A la tarde del mismo día
y ya en el mar cantábrico, sobrevino un fuerte temporal
que dispersó las naves en todas las dírecciones. La cerrada
oscuridad de la noche, y la fuerza extraordinaria de las co-
rrientes marítimas, llevavan la desesperación a los ánimos
m6s esforzados; los valientes guerreros del Norte sentían fla-
quear su entereza como conmovidos por el temor de lo sobre-
natural. Oyéronse entonces-dice Osberno -sirenas de voz
(1) A. d e Herculano, Hisforia de Porfugal7.' edic. t. 111, pág. y nota (4).
(2) aSub sequenti dominica costam britanniae profunditatis dimensione,
scilicet LXXV cubitorum el maris nigredine cornperimus».
30 REVISTA DE LA
horripilante, primero como de llanto, después como de risa y
carcajadas, como clamores salidos de un campamento enemi-
go que nos zahiriese con insultos. iCuántos -añade-confe-
saban entre llantos y gemidos sus peca.dos y negligencias y
purificando en torrentes de lágrimas la resolución de su viaje
n o por todos rectamente emprendido sacrificaban a Dios en
el altar de sus corazones arrepentidos!
Ya ante las costas de Asturias al siguiente día, y habiendo
amainado el temporal-continua-aportamos felizmente en
España al puerto de S a n Salvador llamado Mala Rupis (1).
Nombrar a S a n Salvador en la España del siglo XII era
nombrar a Asturias o a Oviedo y así el puerto de San Sal-
vador llamado Mala-rupis es un puerto de Asturias. El pres-
tigio del templo erigído en la ciudad por Alfonso II había al-
canzado universal fama al calor de las peregrinaciones, y el
nombre de su advocación sustituye con frecuencia al de Ovie-
d o en la Edad Media.
Los editores del manuscrito que comentamos reducen el
puerto de Mala-rupis a Gijón, creemos que acertadamente. En
efecto: las palabras que en él siguen a las que acabamos de
comentar, expresan que aquel, dista de la ciudad de Oviedo
diez millas, medida que s i puede ser errónea por defecto se
aproxima a la verdadera; pero además el nombre de Mala-
Rupis indica la existencia de una gran roca o peñón en las in-
mediaciones del ptrerto, circunstancia ésta, aplicable a la pe-
ñ a de Santa Catalina que es precisamente el núcleo urbano
originario de la villa de Gijón. No hay a la distancia aproxi-
mada de diez millas de Oviedo, ningún puerto situado en las
inmediaciones de un peñón, como n o sea el de Gijón.
El nombre que traducido resulta de Peñamala, aparece
consignado por única vez en el manuscrito de Cambridge, sin
(1) ~ P o s i e r aigitur die, paululurn sedatata tempestate, in Hyspania apud
portum Sancfi Salvatoris quae dicitur Mala-Rupis applicuimus~.
UNIVERSIDAD DE OVIEDO 31
que se haya registrado ninguna otra en la diplomática astu-
riana. S u significación lleva a la idea de que los navegantes
del cantábrico habrán bautizado así al puerto que luego s e
llamó Gijón, tal vez por su aspecto de inexpugnable o poco
accesible, que Osberno habrá traducido a su manera (1).
La propia etimologia de Gijón derivado de saxum, peña,
pasando por saixo, seijo y luego Gijo Gijón, con el mismo
origen que el lugar asturiano de Jijún, y los de Jijona (Alícan-
te). Seixas (Norte de Portugal) la sierra santanderina de Sejos,
el apellido Geijo (seguramente de origen toponímico), y otras
muchas palabras de la misma famila, recuerda la palabra rupis
por tener su misma significación.
Hay por consiguiente varias razones que apoyan la re-
ducción geográfica de Mala-rupis a Gijón, y aunque las formas
Gíjia y Gigione existen ya escritas, antes de 1147, es verosin~il
sea debido a que desde antiguo se empleó- la g, en lugar de
la x, que en el dialecto bable sustituye a la S , (xastre por
'
sastre) como tal vez en el castellano guijo de saxum (3).
Tal vez eii el siglo XII Gijón conservase la significación
originaria, caso en el que Osberno pudo emplear Rupis tradu-
(1) Este aspecto s e desprende de las palabras d e la Crónica de Pero Ni-
ñ o que después de afirmar que estaba unida a tierra por una lengua de tres-
cientos pasos de anchura a la baja mar que quedaba reducida a la mitad con
marca alta añade que #tiene un Castillo asentado en unas fuertes peñas en
que bate el mar: e todo lo al a la villa cerrar e s peña tajada muy alta. (edic.
Llaguno, pág. 34). Este pasaje creemos habrá inspirado al P. Mariana (si
es que conocla ésta crónica) refiriéndose al sitio de Gijón por Enrique 111 ce1
sitio e s tan fuerte por s u naturaleza, que por fuerza no la podrán tomar*
(Cap. IV, lib. XIX).
La palabra Mala pudo s e r antepuesta caprichosamente por Osberno irn-
presionado por las circunstancias de s u arribada al puerto y el aspecto d e la
pefia de Santa Catalina; lo probable e s que en 1147 el pueblo asturiano Ila-
mase a la villa de Jovellanos pronunciando un nombre no muy diferente del
que hoy le damos.
32 REVISTA DE LA
ciendo o por mejor decir empleando el sinónimo que n o era,
(o al menos n o le pareció) simplemente rupís, sino Mala-
Rup ís.
La noticia más interesante del manuscrito, viene a conti-
nuación de la que acabamos de comentar, diciéndonos que
alli (en el puerto de Mala-rupis), hay una iglesia célebre por
un convento de monges, que hacía poco había sido destruida
por los moros (1).Ella descubre a nuestro modo de ver un
aspecto de la asturias medioeval silenciado en absoluto hasta
la fecha por nuestros historiadores.
En efecto, la Historia compostelana, casi contemporánea
de los hechos que comentamos, hace alusión a las navega-
ciones costeras que los musulmanes hacían saliendo de Lis-
boa y de otros puertos más al Sur, desde donde remontando
el Atlántico, saqueaban en calidad de piratas los pueblos cer-
canos a las costas de Portugal. Galicia, y Asturias, robar~do
o incendiando las iglesias y castillos a su a!cance. Mataban y
prendían, llevando cautivos, a los que podían coger, y des-
truían ganados y plantíos. esparciendo tal terror entre las
gentes, que las próximas a la costa, abandonaban en la fuerza
del verano s u s hogares, escondiéndose en las cuevas, donde al
menos pudieran salvar la vida (2).
La mísma referencia encontramos en la Crónica Adephonsí
Imperaioris al tratar de la toma de Almería, que era uno de
los centros de donde partían éstas piraterías. Entre los terri-
torios que padecieron semejantes pillajes nombra el de Por-
tugal y el de los asturianos (3). Este peligro n o cesó hasta la
(1) =Ibidem enirn ecclesia a rnauris ante parum temporis fuerat destruc-
ia, monacorum cenobio ceieberrima~.
(2) Hist. Composf. Lib. 1, cap. 103 y Lib. 11, cap. XXI.
(3) La Cr. Adeph. Imp. en el Lit. 11 dice, que como Alfonso VI1 demorase
la toma de aquella ciudad vinieron a él legados genoveses exhoratándole a
que fuese a destruirla, afiadiendo era sede marinorurn latronum, qui cir-
cuentes diversa maría. nunc subito egressi lerra barensi, et terra Ascalonís
et regionis constantinopolitanorum et sicile. et barcinonensis et nunc genuae
nunc Pisae et francorum, aut Portugaliae et Galleciae, ve1 asturianorum
praedas captivos christianos*, etc.
UNIVERSIDAD DE OVIEDO 33
caída de Almería y Lisboa ocurrida precisamente en el mis-
m o año de 1147.
La narración de Osberno arroja en éste punto un fugitivo
rayo de luz en la oscuridad de aquellos hechos, que s i n o se
repitieron muchas veces, n i tuvieron en Asturias la misma
importancia que en Galicia y Portugal, sin duda habrán pre-
ocupado a los dignatarios que tenían el gobierno de la tierra
(Condes y Obispos).
Como el monasterio gijonés, habían destruído también al-
gunos años antes, el de Moraime, en Galicia, (tal vez en la
iisma correría), según consta en una donación del propio Em-
~ r a d o ra dicho Monasterio y s u abad D. Ordoño en 11?9 (1).
La reacción contra hechos de ésta naturaleza di6 lugar na-
da menos que a la construcción de la primera flota importante
que España opuso a los musulmanes. con la llegada del maes-
tro genovés Ogerio a Galicia requerido por el gran Obispo
Gelmirez.
Por lo demás, destrucciones como la del Monasterio gijo-
nés aludido, o la del gallego de Moraime, pudieron ocurrir en
tiempos anteriores. Ya la crSnica de Albelda, refiere, que, en
el reinado de Ordoño 1 los moros llegaban como enemigos en
navíos, hasta el mar de Galicia(l), y aunque fueron vencidos
en aquella ocasión, y tardaron en volver, los textos de las cr6-
nicas Compostelana y de Alfonso VI1 citados en las notas de
la página anterior, n o se habrían escrito si los hechos a que
aluden n o se hubieran repetido.
Conviene por consiguiente tener en cuenta éstas piraterías
cuando se trata del origen de los castillos o fortalezas medio-
evales de la costa asturiana, generalmente considerados como
defensas contra las invasiones o piraterías de los normandos.
(1) En ella leemos: ahac e g o intentione et ratione hoc faciens, scilicet s d
restaurationern ipsius cenobii, quos nostris temporibua destructum est a Sa-
rracenisn, A. López Ferreiro Historia de la Santa Iglesia de Santiago t. 111,
p6g. 107 de l o s Apéndices.
(2) Tratando del reinado d e éste Rey dice el Albetdense aMauris in na-
vibus venientes in frefo gallicano devicti suntm.
3
34 REVlSTA DE LA
Que las de los musulmanes en las costas del Norte eran
proverviales se desprende de otro pasaje de Osberno. En efec-
to, cuando ya lejos de Asturias, los cruzados escuchan en
Oporto la exhortación que su obispo les dirije animándoles a
tomar parte en la conquista de Lisboa, les dice entre otras oo-
sas «¿Cuántas destrucciones de ciudades e iglesias conocis-
teis por vuestros propios ojos o por la narración de sus natu-
r a l e s ? ~ Los
. cruzados no escuchaban pues, otra cosa que una
invitación al recuerdo de lo que habían visto y oído en dife-
rentes puntos del itinerario de Asturias a Oporto.
¿Qué iglesia y convento de monges serían éstos que en Gi-
jón, o en sus inmediaciones, fueron vlctimas de los pilIajes de
los musulmanes? ¿Contiene un lapsus loci ésta referencia del
cronista sajón?
Tomando al pié de la letra las palabras del texto atrás co-
piadas, la iglesia y convento se hallarían en el mismo Gijón,
villa que aquellos tiempos y aún siglos más tarde, se reducía
al recinto amurallado del peñón de Santa Catalina. Siguien-
do Csta interpretación, tendríamos la noticia finica de un mo-
nasterio no registrado por Yepes ni Risco, ni por cuantos eru-
ditos e historiadores trataron de los de Asturias hasta nues-
tros días. Si de manera distinta Osberno apuntó entre sus
notas la referencia trasmitida tal vez por algún eclesiástico gi-
jonés, y descuidó el puntualizar la circunstancia de lugar, el
monasterio en cuestión pudo ser el de San Salvador de Deva
que es el más cercano a Gijón de los que con ésta advocación
conocemos con alguna historia (1).
(1) Las noticias históricas que a él s e refieren s e reducen a las siguien-
tes: inscripción por la que consta fué fundado en el año 962 por la reina Do-
ña Valesquita, (vid. Risco ES. XXXVIII, 17, C . M. Vigil, Aaturias Monumen-
..
tal. p. 375); escritura de s u donación por la misma fundadora a la Iglesia.
UNIVERSIDAD DE OVIEDO 55
Nos inclinamos-a esta última hipótesis, insistiendo en que
dentro de la villa de Gijón se desconoce por cuantos trataron
de su historia la existencia de monasterios. P o r otra parte el
territorio de Gijón, era conocido en los comienzos del siglo
XIII, principalmente, por hallarse en él enclavado el Monas-
terio de San Salvador de Deva, como se desprende de un tex-
to del Arzobispo Ximenez de Rada (1)' lo que revela que el
monasterio tuvo alguna importancia, y al mismo tiempo, que
habrá sido redificado después de su destrucción por los pira-
tas inusulmanes, ya que D. Rodrigo escribió el texto aludi-
d o muchos años después de acaecido éste hecho, y en Cl está
patente la mención del monasterio.
El propio cronista dice en el mismo párrafo que la ciudad
de Gijón estaba entonces desierta, y aunque n o sería acer-
tado tomar semejante afirmación al pie de la letra, pode-
mos aventurar la hipótesis de que en su despoblación pudo
intervenir el relativo estado de inseguridad en que se hallaban
por aquel tiempo los pueblos de la costa, amenazados corno
hemos visto por las piraterías de los musulmaries procedentes
del litoral portugués.
El manuscrito de Oxford continua sus noticias diciéndo-
nos que el puerto de Mala Rilpis dista diez millas de la ciu-
de Oviedo y su Obispo Don Ponce en 29 de Agosto del año 1006 con otros
varios (Risco op. cit. p. 285 y C ,M. Vigil id. p. 62). D. José Caveda y Nava
escribió a mediados del pasado siglo una breve descripción de la iglesia, en
la que reconoce su aspecto monasterial. señalando la existencia de una puer-
tecilla de arco colocada en uno de s u s lienzos lateral es^ tapiada entonces y
que s e comunicaba con las habitaciones de los monges, de las cuales-afia-
de-ni existen siquiera los vertigios (apud. Somoza Oijdn en la Hisforia
General de Asfurias t. 11, p. 601).
(1) De Rebus Hispaniae ~Licetautem civitas sit deserta: giion terra vul-
gariter apellanatur, in qua est monasterium Sancti Salvatorís* Lib. 1V cap.
1v.
36 REVISTA DE LA
dad de Oviedo y que en la Iglesia de San Salvador de ésta
ciudad se hallan las reliquias más preciosas de toda España
(1).Era de esperar que Oeberno mencionase las reliquias de
Oviedo en una época en la que precisamente las peregrinacio-
nes que se emprendian para venerarIas, se hallaban en su ma-
yor florecimiento, y más natural aún ésta mención, si tene-
mos en cuenta que el propio Osberno, formaba parte de un
grupo de peregrinos armados, como lo eran todos los cruza-
dos.
Pocas palabras niás dedica a Asturias éste curioso ma-
nuscrito, diciendo que cerca de Mala Rupis hay una región
montañosa, muy celebrada por las monterías de las fieras y
por la variedad de los frutos, añadiendo a continuación que
seria muy deleitosa si no la tornasen desagradable sus pro-
pios habitantes (2).
La riqueza de la fauna era provervial en Asturias y de las
aficiones cinegéticas de sus naturales tenemos abundantes
pruebas desde el incidente que causó la muerte al Rey Favila
hasta las referencias de los visitadores eclesiásticos de los
monasterios, por las que sabemos que hasta los monges de
Corias se dedicaron alguna vez infringiendo la Regla de San
Benito a la caza mayor que abundaba en las montañas inme-
diatas a aquel cenobio. ¡Cómo no había de llamar la atención
la abundancia de caza mayor en nuestras montañas a los ca-
balleros del norte, si las aficiones venatorias eran la distrac-
ción y el deporte mas común de la nobleza de entonces!
Sin duda hemos de considerar hiperbólica la alusión a la
variedad de frutos en una tierra que tuvo en el pasado fama
(1) ~ D i s t a taufem a civitate Oveti milia X in qua est ecclesia Salvatoris
et toiius Hyspaniae preciosissirne re1iquiarum.m
(2) eAjacet autem provintia rnontuosa, ferarum venatibus ct frugurn ge-
neribus multimodum celeberrirna. admodum delectabilis nisi propriis inha-
bitatoribus fedaretur..
UNIVERSIDAD DE OVIEDO 37
de pobre, aunque ambas cosas lío se excluyen, pero lo que
desde luego excita vivamente nuestra curiosidad es la averi-
guación del motivo que di6 lugar a escribir que los propios
habitantes tornaban desagradable la deleitosa tierra de As-
turias.
¿Se refería con semejantes palabras al aspecto exterior de
los gijoneses deducido de cualquier circunstancia, incluso la
de la indumentaria? ¿son una consecuencia del trato directo
con algunos habitantes de Mala Rupis? ¿Surgió algún inci-
dente al aproximarse las embarcaciones al puerto o al desetn-
barcar en él los expedicionarios a Tierra Santa?
Cualquiera de éstas cosas pudo ocurrir, incluso la últiina
de las apuntadas en éstas interrogaciones, pues n o hemos d e
juzgar muy escaso el número de naves que arribaron a Gijón
a consecuencia de tempestad que dispersó la numerosa flota
que partió de Dartmouth, ni seria fácil que s u presencia ino-
pinada dejase de causar algún sobresalto entre los gijonese d e
aquella época, de manera análoga a lo ocurrido con los veci-
nos de Tazones al tomar por naves enemigas las que condu-
cían a Carlos 1 de España cuando desenibarcó por vez prime-
ra en su reino. No olvidaremos que poco antes de 1147 habian
sido agredidos por los piratas musulmanes.
El motivo de las palabras que examinamos pudo ser tam-
bién fruto del mero capricho del cronista, impresionado por
cualquiera insignificante accidente, ya que en todos los tiem-
pos se escribieron por los viajeros visitantes de todos los pai-
ses, las mayores ligerezas y arbitrariedades.
Desconocernos el tiempo que los cruzados permanecieron
en Gijón. Despues de las palabras apuntadas, el manuscrito
añade que continuaron la navegación llegando a Ribadeo (Ri-
pam Ovies) que dice confina con la provincia de Lugo, dis-
tando veinte millas de la ciudad del mismo nombre (1).
Tales son las lacónicas referencias sobre Asturias del sa-
cerdote anglo-sajón, que una tempestad del proceloso cantá-
brico arrastró hasta nuestras costas, cerca del día de la As-
cención del Señor en la primavera del año 1147.
(1) alnternavigantes ad Ripam Ovies pervenimus, quae ajacet Lucanae
provintiae~.