2º Bachillerato
La poesía desde 1939 a los años 70. Tendencias, autores y
obras representativas
Tras la guerra civil, el exilio exterior de buena parte de los escritores que sobrevivieron (afines a la
República), el asesinato de Federico García Lorca, de José María Hinojosa o el encarcelamiento y
muerte de Miguel Hernández y otros más, dejaron sin modelos a las nuevas generaciones poéticas. La
producción lírica de los que se quedaron en lo que se conoció como el exilio interior tuvo que esquivar
una fuerte censura.
Dentro de España, en 1942, muere de tuberculosis en la cárcel Miguel Hernández, representante del
tránsito la poesía tradicional a la comprometida políticamente. En su obra se estudian:
* Una primera etapa de influencia gongorina, reflejada Perito en lunas (1933).
*Una segunda etapa determinada por la pasión amorosa con El rayo que no cesa (1936) cuyo centro
vital es la pasión amorosa, bien hacia la pintora Maruja Mallo, o para Josefina Manresa, que después
será su mujer, y ante la que la moral provinciana se convierte en un freno importante. En este libro
Hernández ha abandonado el barroquismo de su obra anterior y presenta una poesía más desarraigada
bajo las influencias de sus amigos Neruda y Aleixandre. Aunque son sonetos incluye la famosa
"Elegía”a Ramón Sijé, en tercetos encadenados.
*Tercera etapa. Poesía al servicio de la guerra y la República: Viento del pueblo (1937). A esta etapa
pertenece también El hombre acecha (1938-39), un poemario en el que la palabra es todavía símbolo
de resistencia; aunque la muerte del primer hijo y la derrota de la guerra sumen al poeta en la
desolación.
*Cuarta etapa: poesía desnuda y profunda (las metáforas se han reducido sensiblemente en busca de
una expresión directa y esencial). Son los poemas, escritos la mayoría en la cárcel. Uno de los poemas
es “Nanas a la cebolla”, dedicado a su segundo hijo.
Con el panorama de desolación interior que se vive en España, por su importancia y por su magisterio,
es muy importante la poesía del exilio, que procede sobre todo de autores consagrados. El tema
recurrente de muchos de estos autores es la patria perdida y ocupada por el bando vencedor, que
aunque en un primer momento se rechaza, luego irá surgiendo desde la añoranza. Desde el exilio
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llegarán noticias sobre Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez. Es la etapa que se titula como
etapa verdadera: Espacio es sin duda el gran libro poético del exiliio; León Felipe, con la obra
Español del éxodo y del llanto (1939), es una de las obras cumbre de la literatura del exilio. Fuera están
también Concha Méndez, que aunque su obra más importante es anterior en este tiempo publica la
antología Poemas 1926-1986; o Luis Cernuda, que ya en su periodo de madurez, viviendo en México,
publica Variaciones sobre tema mexicano (1952), Poemas para un cuerpo (1957) y Desolación de la
Quimera (1962), publicado un año antes de fallecer.
LA POESÍA TESTIMONIAL: POESÍA ARRAIGADA Y DESARRAIGADA.
En los años 40, la producción literaria está ligada a las revistas literarias. La revista Garcilaso, fundada
con apoyo oficial del régimen franquista, consolida una poesía al servicio de la dictadura. Su director
fue José García Nieto (Tú y yo sobre la tierra, 1944) y sus autores son Luis Rosales (La casa
encendida, 1949), Leopoldo Panero (Escrito a cada instante, 1949) o Luis Felipe Vivanco, José
María Pemán, Dionisio Riduejo, entre otros.
Los temas fundamentales son Dios, la patria, el paisaje castellano o el amor; muestran un admirable
dominio de la técnica y una poesía esteticista y de evasión que Dámaso Alonso denominó “poesía
arraigada”, ofreciendo una visión positiva del mundo y obviando la dura realidad española del
momento.
Como contrapunto a esta, nace en León la revista Espadaña, que reúne a una serie de escritores que
reclaman una poesía con mayor contenido humano y existencial, que refleje la desgarradora realidad
española de la época, “poesía desarraigada” la llamó Dámaso Alonso. Sus temas son la angustia
histórica (causada por la guerra) y la angustia existencial (la ausencia de Dios, la soledad, la muerte...).
Fecha clave es el año 1944 en que se publica Hijos de la ira de Dámaso Alonso (“Madrid es una
ciudad de más de un millón de cadáveres”) y Sombra del Paraíso de Vicente Aleixandre. En este
grupo, destacan autores como Gabriel Celaya, Eugenio de Nora, Carlos Bousoño, Victoriano
Crémer, José Hierro o Antonio G. de Lama, el fundador de Espadaña.
Además de los dos polos señalados (poesía arraigada y poesía desarraigada), hay escritores que
intentan enlazar con la generación del 27, con una poesía barroca, preciosista de temática
frecuentemente religiosa. Se trata del grupo reunido en torno a la revista Cántico, agrupados en
Córdoba, con autores como García Baena, Juan Bernier o Ricardo Molina. Junto a estos, en torno a
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la revista Postismo (abreviatura de postsurrealismo, de la que solo vio la luz un número), surge otro
movimiento heredero del surrealismo anterior a 1936. Fundado por Carlos Edmundo de Ory, en su
poesía, el deseo se constituye en el motor del mundo. Los principales recursos estilísticos son
metáforas encadenadas que tienen su base en el sueño, la alucinación y el subconsciente. Reivindican
la imaginación, el sentido lúdico del arte. En ese movimiento podemos situar también la poesía de
Gloria Fuertes, en torno a los cuarenta funda el grupo Versos con faldas junto a María Dolores de
Pueblos y Adelaida Lasantas, dedicado durante dos años a ofrecer recitales y lecturas por los bares y
cafés de la capital.
LA POESÍA SOCIAL
Los años 50 se caracterizan por la consolidación del llamado “realismo social”. 1955 es una fecha
importante, pues dos libros de poemas marcan un hito: Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y
Cantos iberos de Gabriel Celaya. En ellos, ambos poetas superan su anterior etapa de angustia
existencial para situar los problemas humanos en un marco social. Su estela será seguida por muchos
de los que antes se inscribían en la “poesía desarraigada”.
Los años cincuenta están dominados por la poesía social, que supeditaba las exigencias de estilo a la
función testimonialista o revolucionaria. El lenguaje poético se ponía al servicio de unos temas:
sordidez de lo cotidiano, injusticia social, miseria, trabajo mecánico, vida sin horizontes, opresión
política... Aunque los destinatarios requerían un estilo llano y fácil, la presencia de la censura hizo
formalmente los autores se alejaran del público al que iba destinada.
En cuanto a la temática, hay que destacar la gran proporción que alcanza el tema de España, más
obsesivo aún que en los noventayochistas y con un enfoque distinto (más político). Dentro de la
preocupación general por España y del propósito de un realismo crítico, se sitúan temas concretos que
resultan paralelos a los tratados en la novela y el teatro de la misma tendencia: la injusticia social, la
alienación, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad y de un mundo mejor...
Estilísticamente, se trata de una poesía que emplea un lenguaje claro de tono coloquial, sencillo y
directo, dirigida a “la inmensa mayoría” y que sigue la estela de A. Machado o M. Hernández.
Los autores relevantes de este periodo son: José Hierro (Quinta del 42, 1952), Gabriel Celaya
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(Cantos iberos, 1955), Blas de Otero (Pido la paz y la palabra, 1955) y Ángela Figuera Aymerich
(Los días duros, 1953)
LA POESÍA DEL CONOCIMIENTO
Desde finales de los 50 y ya en los años 60, comienza una renovación de quienes, sin dejar los temas
sociales, buscaban una mayor elaboración del lenguaje poético y un desplazamiento de lo colectivo a lo
personal. Para ellos, el poema es un instrumento que permite al ser humano -y, por tanto, al poeta-
conocer el mundo y conocerse. Aunque reciben varias denominaciones, como “promoción de los
sesenta”, la que más éxito alcanza será la de generación del 50 o grupo del 50.
Sus integrantes huyen a la vez del frío garcilasismo clasicista, del estridente
desgarramiento existencial, de la poesía arraigada y desarraigada y de la literatura comprometida,
seguida por Blas de Otero, Gabriel Celaya y otros autores estrechamente asociados a la lucha política
contra el franquismo. La reivindicación social, que en el fondo sentían ajena, la sustituyen por
preocupaciones civiles y éticas, con una nueva lírica intimista que se preocupa por el lenguaje, y aporta
un cierto coloquialismo que no separa demasiado la lengua poética de la hablada, por lo que no siguen
una línea academicista, e incorporan reflexiones metafísicas y filosóficas. Es una generación que huye
de lo impostado y del tono solemne, tan frecuente en la literatura falangista de la época y en la
propaganda antifranquista que la refleja, usando con frecuencia una cierta ironía distanciadora. Quizás
el nexo de todos ellos es su de intimistas.
Aunque sus obras son muy diferentes, se puede establecer un temática común: la reflexión sobre el
paso del tiempo (el tiempo pasa y destruye, solo la infancia y la adolescencia se verán como un paraíso
perdido); la amistad, el amor o el erotismo; y en general la preocupación por el Hombre; o también la
reflexión sobre la creación poética. En algunos poemas también tratan asuntos de tema social y
político.
Los autores más representativos son: Ángel González (Grado elemental, 1962), Jaime Gil de Biedma
(Compañeros de viaje, 1956), J.M. Caballero Bonald (Las adivinaciones, 1952), María Victoria
Atencia (Cañada de los ingleses, 1961), Francisco Brines, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez,
José Agustín Goytisolo, Carlos Barral, Pilar Paz Pasamar y Julia Uceda entre otros.
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