Resumen de "La significación y el sentido" – Emmanuel Levinas
I. Significación y receptividad
Levinas parte de la distinción entre el dato sensible y la significación. Se pregunta
si la experiencia ofrece contenidos puros que luego se cargan de sentido o si, por
el contrario, la significación es constitutiva del mismo aparecer. La tradición
intelectualista (de Platón a los positivistas lógicos) sostiene que el sentido
proviene del contenido intuible. Husserl prolonga esta tradición aunque la
transforma, postulando una intuición categorial que da cuenta de significaciones
no sensibles. Sin embargo, Levinas propone que la significación no surge de la
percepción frustrada, sino que está ya allí, haciendo posible la percepción misma.
La experiencia es siempre interpretación en un horizonte cultural y lingüístico.
II. Significación, totalidad y gesto cultural
Levinas profundiza el vínculo entre significación y totalidad. La significación no es
una suma de datos, sino un ordenamiento libre, una creación. El cuerpo
encarnado es condición de posibilidad de esta apertura significativa. La
percepción es a la vez recepción y expresión, y está ligada al gesto cultural. El
sujeto no es un mero receptor del ser, sino partícipe activo que lo reúne. El
lenguaje y la expresión no traducen un pensamiento previo, sino que ya son
pensamiento. El pensar se encarna y se realiza en la cultura.
III. El antiplatonismo de la filosofía contemporánea de la significación
Levinas destaca que la filosofía contemporánea (Heidegger, Merleau-Ponty,
Bergson) rompe con el platonismo: no hay inteligible sin devenir. El sentido no
está antes de la historia y de las culturas, sino que emerge en ellas. No se puede
alcanzar el inteligible fuera del lenguaje y la expresión. El pensamiento no se
opone a las formas históricas sino que nace con ellas. La fenomenología muestra
que el cuerpo, la técnica, la sociedad y la historia son condiciones
trascendentales.
IV. La significación “económica”
Contrapone la riqueza polisémica de la cultura con la pretensión unívoca del
discurso técnico-económico. Este último busca fijar el sentido en función de
necesidades humanas, pero esas necesidades también están culturalmente
determinadas. La técnica pretende ser neutral, pero es ya una interpretación del
ser. La orientación económica no puede justificar por sí sola la multiplicidad del
sentido. La cultura no puede reducirse a funcionalidad técnica sin perder su
profundidad.
V. El sentido único
Levinas analiza la búsqueda de un sentido único como aspiración legítima. La
pluralidad de culturas no disuelve la necesidad de comprensión común. No se
trata de abolir la diversidad sino de fundar una unidad desde ella. Esta unidad no
se impone desde un modelo ideal, sino que se alcanza en la reciprocidad y
traducción lateral entre culturas. Así, el sentido único no es una abstracción
universalizante, sino una tarea ética, de hospitalidad semántica entre diferentes.
VI. El sentido y la obra
La obra de arte o cultural es el lugar donde el sentido se manifiesta sin clausura.
La obra no es un mensaje transparente sino apertura al sentido. No comunica un
contenido, sino que instaura una relación. No representa algo, sino que significa
en su propia existencia. La obra es signo no remitido a otro signo. En ella hay una
inagotabilidad del sentido que desborda toda captación conceptual.
VII. Sentido y ética
La ética es el ámbito donde el sentido se da como responsabilidad. Más allá del
lenguaje, la significación se manifiesta como el rostro del otro, como
interpelación. La ética no es una instancia derivada del conocimiento, sino su
condición. El otro no es un contenido para mí, sino la ruptura misma de mi
mundo. En esta relación asimétrica, el sentido ya no es posesión sino don. El
lenguaje verdadero es llamado, súplica, respuesta.
VIII. Ante la cultura
Levinas denuncia el riesgo de fetichizar la cultura y olvidar su dimensión ética.
Las culturas pueden cerrarse sobre sí mismas y absolutizar sus propios signos.
La verdadera cultura es apertura al otro, hospitalidad. No se trata de conservar
formas sino de responder por el otro. La alteridad es lo que impide que la cultura
se vuelva totalitaria. La cultura debe ser superada hacia la ética.
IX. La huella
La huella es el modo más radical de significación. No remite a una presencia
plena ni a una ausencia pura. Es una marca que indica una alteridad que pasó,
sin ser contenida. La huella es el signo del otro que me convoca sin presentarse.
No es representación sino evocación. Es el modo en que el rostro del otro me
compromete sin que pueda asirlo. La significación más alta es la que no puede
ser tematizada: es la responsabilidad sin retorno.
Interpretación final
Levinas transforma radicalmente la noción de significación: de ser una función
representacional o lingüística, pasa a ser una experiencia ética. El sentido no
nace del encuentro entre sujeto y objeto, sino de la relación asimétrica entre el yo
y el otro. En este giro, el lenguaje no es instrumento de conocimiento sino
invocación. La cultura, el arte, la filosofía y la política se redefinen en función de
esta responsabilidad infinita. Frente al pensamiento occidental centrado en la
identidad y la presencia, Levinas propone un humanismo de la alteridad, en el
que el otro es la condición de posibilidad del sentido.