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Guattari - para Acabar Con La Masacre Del Cuerpo

El texto critica la opresión del cuerpo y los deseos humanos bajo el orden capitalista, que perpetúa la castración y la explotación a través de diversas instituciones. Se aboga por una revolución que libere el cuerpo de las normas sociales y sexuales impuestas, promoviendo una práctica colectiva de liberación del deseo. La lucha por la liberación del cuerpo está intrínsecamente ligada a la emancipación de las mujeres y la eliminación de categorías sexuales tradicionales.

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Guattari - para Acabar Con La Masacre Del Cuerpo

El texto critica la opresión del cuerpo y los deseos humanos bajo el orden capitalista, que perpetúa la castración y la explotación a través de diversas instituciones. Se aboga por una revolución que libere el cuerpo de las normas sociales y sexuales impuestas, promoviendo una práctica colectiva de liberación del deseo. La lucha por la liberación del cuerpo está intrínsecamente ligada a la emancipación de las mujeres y la eliminación de categorías sexuales tradicionales.

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ANARQUÍA CORONADA

Para acabar con la masacre del


cuerpo // Felix Guattari IR A
ARRIBA
Publicada en 3 de junio de 2022

Cualesquiera que sean las pseudotolerancias de que haga alarde, el orden capitalista bajo todas
sus formas (familia, escuela, fábricas, ejército, códigos, discursos…) continúa sometiendo toda
la vida deseante, sexual y afectiva a la dictadura de su organización totalitaria fundada sobre la
explotación, la propiedad, el poder masculino, la ganancia, el rendimiento…
Sin descansar, continúa su sucia tarea de castración, aplastamiento, tortura y cuadriculado del
cuerpo para inscribir sus leyes en nuestras carnes, para clavar en el inconsciente sus aparatos
de reproducción de la esclavitud.
A base de retenciones, estasis, lesiones o neurosis, el Estado capitalista impone sus normas,
fija sus modelos, imprime sus rasgos, distribuye sus roles, difunde sus programas… Mediante
todas las vías de acceso que tiene nuestro organismo, sumerge dentro de lo más profundo de
nuestras vísceras sus raíces mortales, confisca nuestros órganos, desvía nuestras funciones
vitales, mutila nuestros goces, somete todas las producciones vividas al control de su
administración patibularia. Hace de cada individuo un lisiado, cortado de su propio cuerpo,
ajeno y extraño a sus deseos.
Con ayuda de una gran cantidad de terror social que es vivido como culpabilidad individual, las
fuerzas de ocupación capitalista, con su sistema cada vez más refinado de agresión, estímulo y
chantaje, se ensañan en reprimir, excluir y neutralizar todas las prácticas deseantes que no
tengan por efecto reproducir las formas de la dominación.
Es así que se prolonga indefinidamente el reino milenario del goce desdichado, del sacrificio,
de la resignación, del masoquismo instituido, de la muerte: el reino de la castración que
produce al “sujeto”[2] culpable, neurótico, laborioso, sumiso, explotable.
Este añejo mundo, que por todas partes apesta a cadáver, a nosotros nos horroriza y hemos
decidido tomar la lucha revolucionaria contra la opresión capitalista allí donde está lo más
profundamente arraigada: en lo vivo de nuestro CUERPO.
Es el espacio de este cuerpo con todo lo que produce de deseos lo que nosotros queremos
liberar de la influencia “extranjera”. Es en este lugar que nosotros queremos “trabajar” por la
liberación del espacio social. Entre ambos no existe ninguna frontera. yo me oprimo porque yo
es el producto de un sistema de opresión extendido a lo largo de todas las formas de lo vivido.
La “consciencia revolucionaria” es una mistificación siempre que no pase por el “cuerpo
revolucionario”, el cuerpo productor de su propia liberación.
Son las mujeres en rebelión contra el poder masculino —implantado desde hace siglos en sus
propios cuerpos—, los homosexuales en rebelión contra la normalidad terrorista, los “jóvenes”
en rebelión contra la autoridad patológica de los adultos, quienes han comenzado a abrir
colectivamente el espacio del cuerpo a la subversión, y el espacio de la subversión a las
exigencias inmediatas del cuerpo.
Son ellas y son ellos quienes han comenzado a desafiar el modo de producción de los deseos,
las relaciones entre el goce y el poder, el cuerpo y el sujeto, tal como funcionan en todas las
esferas de la sociedad capitalista, al igual que en los grupos militantes.
Son ellas y son ellos quienes han hecho quebrar definitivamente la vieja separación que separa
“la política” de la realidad vivida, para el máximo beneficio tanto de los administradores de la
sociedad burguesa como de aquellos que pretenden representar a las masas y hablarIRen A su
nombre. ARRIBA
Son ellas y son ellos quienes han abierto los caminos de la gran sublevación de la vida contra
las instancias mortales que no cesan de insinuarse en nuestro organismo, para someter cada
vez más sutilmente la producción de nuestras energías, de nuestros deseos y de nuestra
realidad a los imperativos del orden establecido.
Es así que resulta trazada una nueva línea de ruptura, una nueva línea de enfrentamiento más
radical y definitiva, a partir de la cual se redistribuyen necesariamente las fuerzas
revolucionarias.
Ya no podemos soportar que se nos robe nuestra boca, nuestro ano, nuestro sexo, nuestros
nervios, nuestros intestinos, nuestras arterias… para hacer de ellos las piezas y los engranajes
de la sucia mecánica de producción del capital, la explotación y la familia.
Ya no podemos permitir que se hagan de nuestras mucosas, nuestra piel y todas nuestras
superficies sensibles, unas zonas ocupadas, controladas, reglamentadas y prohibidas.
Ya no podemos soportar que nuestro sistema nervioso sirva de retransmisor al sistema de
explotación capitalista, estatal y patriarcal, ni que nuestro cerebro funcione como una
máquina de suplicios programada por el poder que nos cerca.
Ya no podemos sufrir el soltarnos, retener nuestras cogidas, nuestra mierda, nuestra saliva,
nuestras energías, todo esto conforme a las prescripciones de la ley y sus pequeñas
transgresiones controladas: nosotros queremos hacer volar en pedazos al cuerpo frígido,
encarcelado y mortificado que el capitalismo no cesa de querer construir con los desechos de
nuestro cuerpo viviente.
Este deseo de liberación fundamental, que permite introducirnos a una práctica
revolucionaria, llama a que salgamos de los límites de nuestra “persona”, a que trastornemos
en nosotros mismos al “sujeto” y a que salgamos de la sedentariedad, del “estado civil”, para
atravesar los espacios del cuerpo sin fronteras y vivir así en la movilidad deseante más allá de
la sexualidad, más allá de la normalidad, de sus territorios, de sus agendas.
Es en este sentido que algunos de nosotros hemos sentido la necesidad vital de liberarnos en
común de la influencia que las fuerzas de aplastamiento y de captación del deseo han ejercido y
ejercen sobre cada uno de nosotros en particular.
Todo aquello que hemos vivido sobre el modo de la vida personal, íntima, lo hemos tratado de
abordar, explorar y vivir colectivamente. Nosotros queremos derrumbar el muro de concreto
que separa, en interés de la organización social dominante, el ser del parecer, lo dicho de lo no-
dicho, lo privado de lo social.
Hemos comenzado a descubrir juntos toda la mecánica de nuestras atracciones, de nuestras
repulsiones, de nuestras resistencias, de nuestros orgasmos, a llevar al conocimiento común el
universo de nuestras representaciones, de nuestros fetiches, de nuestras obsesiones, de
nuestras fobias. “Lo inconfesable” ha devenido, para nosotros, materia de reflexión, de
difusión y de explosiones políticas, en el sentido en que la política manifiesta, dentro del
campo social, las aspiraciones irreductibles de “lo viviente”.
Hemos decidido romper el insoportable secreto que el poder hace caer sobre todo cuanto toca
al funcionamiento real de las prácticas sensuales, sexuales y afectivas, así como lo hace caer
sobre el funcionamiento real de toda práctica social que produce o reproduce las formas de la
opresión.
Destruir la sexualidad
Al explorar en común nuestras historias individuales, hemos podido valorar hasta quéIRpunto A
toda nuestra vida deseante estaba dominada por las leyes fundamentales de la ARRIBA sociedad
estatal, burguesa, capitalista de tradición judeocristiana, y, en realidad, subordinada a sus
reglas de eficiencia, de plusvalía y de reproducción. Al confrontar
nuestras experiencias singulares, sin importar qué tan “libres” hayan podido parecernos, nos
hemos percatado de que no dejábamos de conformarnos a los estereotipos de la sexualidad
oficial, la cual reglamenta todas las formas de lo vivido y extiende su administración desde las
camas matrimoniales hasta las habitaciones de burdeles, pasando por los baños públicos, las
pistas de baile, las fábricas, los confesionarios, las sex shop, las prisiones, los colegios, los
autobuses, las casas de orgías, etc… etc…
Para nosotros, esta sexualidad oficial, esta sexualidad a secas, no conlleva a un problema en
torno a si queremos acondicionarla, como quien acondiciona sus condiciones de detención. Se
trata de destruirla, de suprimirla, porque no es otra cosa que una máquina para castrar y
recastrar indefinidamente, una máquina para reproducir en todo ser, en todo tiempo, en todo
lugar, las bases del orden esclavista. La “sexualidad” es una monstruosidad, así sea en sus
formas restrictivas o en sus formas llamadas “permisivas”, y está claro que el proceso de
“liberalización” de las costumbres y de “erotización” promocional de la realidad social
organizada y controlada por los administradores del capitalismo “avanzado”, no tienen otro
objetivo que hacer más eficaz la función reproductora de la libido oficial. Lejos de reducir la
miseria sexual, estos tráficos no hacen más que alargar el campo de las frustraciones y de la
“carencia”, la cual permite la transformación del deseo en necesidad compulsiva de consumir a
la vez que asegura la “producción de la demanda”, motor de la expresión capitalista. De la
“inmaculada concepción” a la puta publicitaria, del deber conyugal a la promiscuidad
voluntarista de las orgías burguesas, no existe ninguna ruptura. Es la misma censura lo que
está obrando. Es la misma masacre del cuerpo deseante lo que se perpetúa. Simple cambio de
estrategia.
Lo que nosotros queremos, lo que nosotros deseamos, es reventar la pantalla de la sexualidad y
sus representaciones para conocer la realidad de nuestro cuerpo, de nuestro cuerpo viviente.
Eliminar el adiestramiento
A este cuerpo viviente lo queremos liberar, descuadricular, desbloquear, descongestionar, para
que se libere en sí mismo todas las energías, todos los deseos y todas las intensidades
aplastadas por el sistema social de inscripción y de adiestramiento.
Queremos recuperar el pleno ejercicio de cada una de nuestras funciones vitales con su
potencial integral de placer.
Queremos recuperar las facultades que son verdaderamente elementales como el placer de
respirar, literalmente asfixiado por las fuerzas de opresión y de contaminación; el placer de
comer y de digerir, perturbado por el ritmo del rendimiento y el repugnante alimento
producido y preparado según los criterios de la rentabilidad mercantil; el placer de cagar y el
goce del culo sistemáticamente masacrado por el adiestramiento intrusivo de los esfínteres,
mediante el cual la autoridad capitalista inscribe incluso en la carne sus principios
fundamentales (relaciones de explotación, neurosis de acumulación, mística de la propiedad y
de la limpieza, etc.); el placer de masturbarse alegremente sin vergüenza y sin angustia, ni por
carencia o compensación, sino por el placer de masturbarse; el placer de vibrar, de murmurar,
de hablar, de caminar, de moverse, de expresarse, de delirar, de cantar, de jugar con el cuerpo
de todas las maneras posibles. Queremos recuperar el placer de producir el placer y de crear,
despiadadamente mermado por los aparatos educativos encargados de fabricar trabajadores IR A
(consumidores obedientes). ARRIBA
Liberar las energías
Queremos abrir nuestro cuerpo al cuerpo del otro y de los otros, dejar pasar las vibraciones,
circular las energías y combinarse los deseos para que todos y cada uno puedan dar libre curso
a todas sus fantasías y a todos sus éxtasis, para que puedan vivirse al fin sin culpabilidad, sin
inhibición, todas las prácticas voluptuosas individuales, duales o plurales que tenemos
imperiosamente necesidad de vivir para que nuestra realidad cotidiana no sea esta lenta
agonía que la civilización capitalista y burocrática impone como modelo de existencia a
aquellos que ella enrola. Queremos extirpar de nuestro ser el tumor maligno de la culpabilidad,
raíz milenaria de todas las opresiones.
Conocemos, evidentemente, los formidables obstáculos que tendremos que vencer para que
nuestras aspiraciones no sean únicamente el sueño de una pequeña minoría de marginados.
Conocemos en particular que la liberación del cuerpo, de las relaciones sensuales, sexuales,
afectivas y extáticas, está indisolublemente ligada a la liberación de las mujeres y a la
desaparición de todas las formas de categorías sexuales. La revolución del deseo pasa por la
destrucción del poder masculino y de todos los modelos de comportamiento y de
emparejamiento que aquél imponga, así como pasa por la destrucción de todas las formas de la
opresión y de normalidad.
Queremos acabar con los roles y las identidades distribuidos por el Falo.
Queremos acabar con toda forma de asignación a una residencia sexual. Queremos que ya no
haya entre nosotros hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, poseedores y
poseídos, mayores y menores, amos y esclavos, sino humanos transexuados, autónomos,
móviles y múltiples; seres con diferencias variables, capaces de intercambiar sus deseos, sus
goces, sus éxtasis y sus ternuras, sin tener que hacer funcionar algún sistema de plusvalía,
algún sistema de poder, si no es a modo de juego.
Partiendo del cuerpo, del cuerpo revolucionario como espacio productor de intensidades
subversivas y como lugar donde se ejercen al final de cuentas todas las crueldades de la
opresión, conectando la práctica política a la realidad de este cuerpo y sus funcionamientos,
buscando colectivamente todas las vías de su liberación, producimos ya una nueva realidad
social en la que el máximum de éxtasis se combina con el máximum de consciencia. Ésta es la
única vía que puede darnos los medios para luchar directamente contra la influencia del
Estado capitalista allí donde se ejerce directamente. Éste es el único paso que puede hacernos
realmente fuertes contra un sistema de dominación que no cesa de desarrollar su poder,
de debilitar, de fragilizar, a cada individuo para constreñirlo a suscribir sus axiomas. Para
adherirlo al orden de los perros.
(Traducción del francés: Alan Esbri Cruz)
[1] Escrito publicado originalmente de manera anónima en la revista francesa Recherches n° 12,
1973, edición consagrada a una “gran enciclopedia de las homosexualidades” titulada “Tres
mil millones de perversos”, en la que participaron Gilles Deleuze, Michel Foucault, Jean Genet,
Guy Hocquenghem, Daniel Guérin, Jean-Paul Sartre, entre otros. El gobierno francés decomisó
y destruyó los ejemplares de la revista y tomó cargos contra Félix Guattari, director de la
publicación, acusándolo de “afrontar a la decencia pública”. [N. del T.
[2] Sujet significa en francés tanto “súbdito” como “sujeto”. [N. del T.]
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