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Nuevo Diario 30 12 24

El documento destaca la importancia de los primeros cuatro días del año, desde el 31 de diciembre hasta el 3 de enero, en la tradición católica, recordando eventos significativos como la celebración de San Silvestre, la Maternidad Divina de María, y las conmemoraciones de San Basilio y San Gregorio Nacianceno. Se enfatiza la relevancia de los Concilios Ecuménicos, especialmente el de Nicea, que definieron la divinidad de Cristo y el papel de María como Madre de Dios. Además, se menciona la necesidad de reconocer y celebrar estos días en el contexto del año jubilar y la historia de la Iglesia.

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El documento destaca la importancia de los primeros cuatro días del año, desde el 31 de diciembre hasta el 3 de enero, en la tradición católica, recordando eventos significativos como la celebración de San Silvestre, la Maternidad Divina de María, y las conmemoraciones de San Basilio y San Gregorio Nacianceno. Se enfatiza la relevancia de los Concilios Ecuménicos, especialmente el de Nicea, que definieron la divinidad de Cristo y el papel de María como Madre de Dios. Además, se menciona la necesidad de reconocer y celebrar estos días en el contexto del año jubilar y la historia de la Iglesia.

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Los 4 días que marcan todo el resto del año por comenzar.

En búsqueda de la salud integral.

Padre Manuel Antonio Garcia Salcedo, PhD.

Arquidiócesis de Santo Domingo.

4 días, desde el 31 de diciembre y los 3 primeros días de enero


pueden pasar muy desapercibidos No es una falta de la gente. No han
encontrado quien se lo diga, quién les haga a caer en razón. Quien les
celebra ha de hacer un mea culpa.

El 31 de diciembre, celebramos en la Iglesia una conmemoración en


el séptimo día de la Octava de la del nacimiento del Señor,
entonando, como indica el calendario litúrgico de la Conferencia de
los Obispos Dominicanos, el Gloria in excelsis Deo et in terra pax
hominibus bonae voluntatis (Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz
a los hombres de buena voluntad), el canto de gloria de Los Ángeles a
los Pastores anunciándoles una buena noticia de gozo: hoy en la
ciudad que de Belén ha nacido el Salvador, Cristo Jesús. Se trata del
Papa San Silvestre I.

Para quienes no conocen al Papa del siglo IV DC, San Silvestre.


primero hemos de recordar que acontecía durante su papado, en el
año 325 DC se celebró el I Concilio Ecuménico de Nicea. En este año
2025, año jubilar, estamos celebrando un nuevo aniversario del
primer Concilio universal de la Iglesia. El mismo conducido por los
delegados del Papa, entre ellos, el famoso obispo Osio de Córdoba,
torturado durante la última persecución en todo el imperio romano
contra la Iglesia, cuya paz no llega hasta el año 313 DC.

El Papa San Silvestre I aprueba los decretos conciliares por la


autoridad que le compete como Obispo de Roma, sucesor de San
Pedro y San Pablo, Recordemos que del Concilio de Nicea I nace el
Credo de Nicea que rezamos con un gesto litúrgico especial en la
Santa Misa el día de Navidad, día de precepto.

A dicho credo se le agregan las cláusulas doctrinales del I Concilio


Ecuménico de Constantinopla del año 381 DC al Credo del Concilio de
Nicea. En la Misa de Navidad recordemos ese signo tan hermoso, nos
arrodillamos en la parte de la Encarnación al decir: por nosotros los
hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y por obra del Espíritu
Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre. ell que no
puede arrodillarse hace una reverencia profunda, gesto de humildad
unido a un momento de silencio eucarístico, tal como el silencio de la
Virgen María y el silencio de San José ante el Niño recién nacido que
nos ha sido dado.

La única otra ocasión en el año que hacemos esto es el 25 de marzo,


pero si en Semana Santa se traslada esta solemnidad de la
Anunciación o la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo, así lo
hicieron los Obispos en todo el Mundo, después de la Octava de
Pascua de resurrección. En Cuaresma cuando se celebra esta
solemnidad con el Gloria, se canta el Aleluya, se usan vestiduras
blancas, igual que el día San José y el día de la Catedra de San Pedro.
con las vestiduras blancas El Papá San Silvestre I además de aprobar
el Concilio de Nicea y su credo en el que declaramos que Cristo de la
misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho, bajó del cielo
por nuestra salvación al encarnarse por el Hágase de la Virgen María,
por su Fiat, concibiendo por obra y gracia del Espíritu Santo sin
concurso de varón, ha marcado en lo adelante la historia de todos los
concilios de la Iglesia Católica. También este Papa tiene en su haber
pastoral de santidad el hacer consagrado la basílica a San Juan de
Letrán.

Mucha gente tiene la impresión de que la basílica de San Pedro


Apóstol en la colina del Vaticano, lugar en que fue crucificado boca
abajo San Pedro es la Iglesia sede papal principal. En Roma hay
cuatro basílicas papales: la Basílica de San Pedro Apóstol, la Basílica
de San Pablo extramuros donde fue San Pablo Apóstol decapitado por
ser ciudadano romano, a diferencia de San Pedro martirizado
crucificado, a San Pablo le tocó el martirio de los ciudadanos romanos
que cometían alta traición contra el emperador ser decapitado,
porque San Pablo solamente llamaba Señor su Dios a Cristo Jesús y
nunca al emperador que se adjudicaba los títulos de hijo de Dios, del
amado, del Rey de Reyes y otros que en la Iglesia solamente le
pertenecen al hijo de María, Nuestro Señor Jesucristo. Tercero, está la
Basílica mayor de Santa María, Madre de Dios, templo en el cual el
Papa Francisco, como buen jesuita sumamente mariano, al inicio y a
la vuelta de sus viajes apostólicos, siempre va a visitar a la Virgen y
llevarle ofrenda sencilla de flores por los frutos esperados de su
misión. Pero la Iglesia sede del Obispo de Roma, de la que es titular
es San Juan de Letrán. Aquella basílica que vioo los 5 Concilios
Ecuménicos reformadores de la Edad Media.

El nombre de San Juan hace referencia a la profesión de fe de Concilio


de Nicea con nuestro credo que declara la Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, quien no es un hombre más y es semejante a todos
nosotros, menos en el pecado, como reza la Plegaria Eucarística IV.
Tan importante es el Concilio de Nicea porque condenó la herejía de
Arrio, un sacerdote con mucho carisma, que a la gente conquistaba,
pero enseñaba por esa tierra de Egipto que Jesucristo no era divino
del todo, sino un hombre que había alcanzado la perfección, y por
tanto podía participar de la esfera de Dios utilizando una filosofía
platónica fuera del contexto en que la Iglesia Católica enseñaba por
medio de la razón las verdades de fe, según la expresión clásica:
creo para entender y entiendo para creer, máxima famosa de San
Anselmo que nos recuerda la necesidad de la filosofía, pero enseñada
de acuerdo a la Divina Revelación.

La enseñanza errada de Arrio cundió como pólvora enseñando por


todas partes. La iglesia condenó esta herejía en el Concilio de Nicea
con el Papa Silvestre a la Cabeza quien ya lo había hecho
previamente. De ahí la importantísima misión del Papa en el plano de
la fe, y de la tradición de la Iglesia romana cuya sede lleva el
patrocinio de San Juan Apóstol, como indica el Evangelio en prólogo
ese prólogo que se proclama en la Misa del día de Navidad, también
se proclama el segundo domingo de Navidad y por supuesto que el
día 31 de diciembre, día de San silvestre I: En el principio era la
Palabra, el Verbo, y el Verbo estaba con Dios y junto a Dios, y el Verbo
es Dios… Y el Verbo se ha hecho carne y habitó entre nosotros, de la
carne Inmaculada de María Santísima por obra del Espíritu Santo para
la salvación del mundo.

1 de enero, primer día del año, conclusión de la Octava de Navidad


celebramos la Maternidad Divina de la siempre Virgen María, Madre
de Señor Jesucristo, Madre de la Iglesia, Madre nuestra y Madre de
todos los hombres

María de Nazaret es la Theotokos, título únicamente dado, y a nadie


más se le puede dar que no sea a la Virgen Madre de Dios. No se
dejen confundir. Quienes no confiesan la fe en la Theotokos niegan la
divinidad de Jesús. La Iglesia desde sus orígenes confesó a María de
manera solemne y vinculante desde sus orígenes. Para clarificar la fe
de todo cristiano, en el Concilio Ecuménico de Éfeso del año 431 DC
ratifico para María Virgen, el titulo Madre verdadera de Dios.

Las letanías del Santo Rosario o Lauretanas lo confirman: María, hija


del Padre.. ruega por nosotros. María Madre de Dios Hijo, Dios y
hombre verdadero… ruega por nosotros, María, esposa del Espíritu
Santo, ruega por nosotros.

El día 2 de enero, como cada año, celebramos la Memoria Obligatoria


de los Santos Padres, Obispos o Patriarcas y Doctores de la Iglesia:
San Basilio y San Gregorio Nacianceno.
El Papá San Pío V, el primero que en usar la vestidura toda blanca, su
habito dominico, el Papa del Concilio de Trento de la reforma de la
Iglesia Católica que reafirmo nuestra identidad católica dada en los
sacramentos, en la moral, en la doctrina y en el accionar declaró a
San Basilio y San Gregorio nacianceno doctores de la Iglesia,
especializado en el Espíritu Santo del Padre y del Hijo.

Estos Santos Obispos, San Basilio de Cesarea y San Gregorio de


Nacianzo, el primero compuso ese maravilloso primer tratado acerca
del Espíritu Santo, combatiendo a quienes negaban la divinidad del
Espíritu de Dios. Si en Nicea se combatioo a los arrianos que negaban
la divinidad de Jesús, San Basilio y San Gregorio Nacianceno, Padres
Capadocios, junto con todos los obispos de su tiempo fieles a la
Iglesia Católica y al Papa afirmaron la divinidad propia del Espíritu
Santo en el Concilio Ecuménico de Constantinopla I que fue conducido
por el mismo San Gregorio Nacianceno. De este Concilio se completa
el credo que rezamos los domingos en Misa, el Credo de
NiceaConstantinopla del año 381 DC en el cual declaramos: creo en el
Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que procediendo del Padre por
el Hijo, recibe una misma adoración y gloria y que habló por los
profetas. Todo lo que continúa acerca de la Iglesia en el credo, la
Comunión de los Santos, es decir, la Iglesia Una, Santa, Católica y
Apostólica, donde el Espíritu Santo habló por los profetas, es decir, la
enseñanza del Papa y de nuestros Obispos, el perdón de los pecados,
es decir, un solo bautismo y su renovación en los Sacramentos de la
Iglesia, la resurrección de la carne o de los difuntos, de los muertos y
la vida eterna, ese reino que no tendrá fin, es obra del Espíritu Santo
del Padre y del Hijo.

Damos gracias porque al comulgar del Cuerpo y la Sangre de Cristo,


el mayor milagro que existe, se realiza la obra del Espíritu Santo que
es la tranquilidad, la paz a la hora del servicio que se lleva en una
vida de sencillez y humildad, especialmente en la comunidad eclesial,
en la Iglesia. Es el mismo Espíritu Santo que nos da valentía, respeto
hacia los demás, especialmente a las autoridades de la Iglesia, nos da
la templanza, nos conduce directo a la solidaridad con los
desfavorecidos, a la adhesión a la verdadera Fe de los Santos Padres
de los primeros siglos de la Iglesia, que nos da solidaridad con los
desafortunados en lugar de estar haciendo cosas mágicas o
llamativas o adjudicándole al Espíritu Santo milagros que no
provienen de la fuente de vida que es el mismo.

Por último, el día 3 que este año nuevo es viernes primero de mes
celebrando el Santísimo Nombre de Jesús nuestra confesión de que
Jesucristo, Dios y hombre verdadero, como lo confiesa la Iglesia en el
IV Concilio de la Iglesia celebrado en Calcedonia en el año 451 DC.

La Navidad continúa. San José por el anuncio que recibe en sueños


del Ángel impone el nombre al recién nacido de Jesús que significa
solo Dios salva o solo Dios es la salvación. A la Virgen María se le
anuncia que se llamará Jesús el niño nacido por obra del Espíritu
Santo. Yeshúa o Jesús, en hebreo Josué porque salvará al pueblo de
todos sus pecados.

Recapitulemos en orden cronológico. Por el Concilio de Nicea


evocamos al Papa San Silvestre I cuya memoria es cada 31 de
diciembre celebrado con la fe de Nicea del año 325 DC con la
confesión de la divinidad del de Hijo de María, la Virgen Santísima. En
el año 381 DC por el San Damaso I se celebró el Concilio Ecuménico
de Constantinopla I con figuras importantísimas, sobre todo por quien
condujo el Concilio, el Patriarca de Constantinopla, el obispo de la
capital imperial del mundo cristiano, San Gregorio Nacianceno,
afirmando la divinidad del Espíritu Santo del Padre y del Hijo,. El III
Concilio Ecuménico bajo la guía del Papa San Celestino I fue celebrado
en Éfeso en el 431 DC, lugar de los últimos días en la tierra de la
Virgen María, declarándola Theotokos, la Madre de Dios hijo, y el IV
Concilio Ecuménico de Calcedonia del año 451 DC, con el pastoreo y
ratificación del Papa San León magno se declara a Cristo Jesús, Dios y
hombre verdadero, cuyo nombre es el Santísimo. Esto celebramos en
la Iglesia en los primeros días del año civil. Hay que darlo a conocer,
por la razón del año jubilar, el aniversario de Nicea y los 60 años de la
clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II, la voz del Espíritu Santo
para nuestro tiempo. Este es el sentido de estos días primeros del
2025 y de todos los años. No otro.

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