Santo Tomás de Aquino: problema de Dios
El Aquinate defendió la independencia y autonomía entre razón y fe. La filosofía y la religión son
ámbitos independientes, son esferas distintas con características propias. La razón (filosofía)
consiste en aplicar unos procedimientos lógicos y se funda exclusivamente en el conocimiento
del mundo sensible a partir del cual se derivan otras verdades denominadas naturales. La fe
(teología) se basa en la Revelación, conjunto de verdades comunicadas por Dios que están
presentes en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia que se aceptan por fe. Sin
embargo, existen cuestiones filosóficas de las que también se ocupa la teología. Tomás de
Aquino denominó Teología natural a la parte de la filosofía que se ocupa de un área
(preámbulos de la fe) de cuestiones teológicas como la existencia de Dios. Para Santo Tomás
existe plena complementariedad entre fe y razón. No puede haber contradicciones entre las
afirmaciones de la teología natural y el resto de la teología. Las verdades teológicas superan a
la filosofía y por eso deben guiarla.
Desde un punto de vista filosófico, Santo Tomás consideró necesario demostrar la existencia de
Dios, ya que, a diferencia de San Agustín, no la consideró una idea innata. Tampoco aceptó el
denominado argumento ontológico de San Anselmo ya que rechazó que la existencia de Dios
pueda demostrarse a partir de su definición. Lo cual implicaría confundir el plano de las
definiciones y el plano de la existencia en la realidad. A su vez, sólo es posible conocer aquello
que se capta mediante los sentidos, lo cual excluye la esencia divina.
Para probar la existencia de Dios, Tomás de Aquino ideó unas demostraciones, a las que
denominó vías.
La primera vía es la del movimiento. Se puede resumir así. Las cosas están en movimiento, y
todo lo que se mueve requiere de un motor que lo ponga en marcha. Este motor o causa del
movimiento ha sido, a su vez, puesto en movimiento por otro motor. Como no puede haber una
secuencia infinita de motores, es necesario pensar que existe un primer motor que mueva y que
a su vez no esté en movimiento. Este primer inmóvil es Dios.
La segunda vía es la causa eficiente. Todos los seres existentes tienen una causa eficiente que
los ha creado. Como nada puede generarse así mismo, siempre se requiere de una causa
externa. Sin embargo, es absurdo pensar que hay una secuencia infinita de causas. Por tanto,
es necesario concluir que existe una primera causa que, a su vez, no ha sido causa. Esta causa
no causada es Dios.
La tercera vía es la de la contingencia. Cada uno de los seres que pueblan el cosmos existe,
pero podría no existir. Eso significa que todo cuanto nos rodea es contingente. Los seres
contingentes proceden por generación de otros seres contingentes, pero no tiene sentido
postular una cadena infinita de generaciones porque, en último tiempo, el cosmos mismo
tomado como unidad también es contingente, ya que podría no haber empezado a existir. Como
de la nada no puede surgir nada, es necesario que haya una divinidad creadora, caracterizada
por haber empezado a existir, sino por haber existido toda la eternidad. Es ser necesario es
Dios.
La cuarta vía es la de los grados de perfección. Todas las personas son capaces de juzgar
hechos y acciones, y calificarlos como mejores o peores, como más o menos nobles. Esto es
posible porque existe un bien supremo en función del cual se puede juzgar todo lo demás. Este
bien supremo es Dios.
La quinta vía es la del orden del universo. En el mundo, todo lo que acontece está dirigido a un
fin; por ejemplo, las plantas no tienen conocimiento y sin embargo obran por un fin. Dado que
los seres naturales no racionales tienden a un fin, ese fin ha tenido que ser impreso por un Ser
inteligente que dirija todos los seres naturales.