33
Articulación político económica
Política, Estado y clases en el
kirchnerismo: una interpretación*
C A R L O S M. V I L A S **
Este artículo presenta los que el autor considera rasgos principales de lo
que usualmente se denomina kirchnerismo y propone una interpretación
que pone énfasis en la articulación de factores políticos y económicos.
Afirma como cuestión central el impulso a una estrategia de desarrollo que
ve en la expansión del consumo de las clases populares un estímulo a la
inversión productiva y al crecimiento y una dimensión social de la demo-
cracia, implicando condiciones de viabilidad político-institucionales tanto
como económicas que la emparentan con la tradición del peronismo y más
genéricamente con el populismo económico latinoamericano. El análisis
permite concluir que sin perjuicio de sus limitaciones y ambigüedades, el
kirchnerismo estimuló el crecimiento y distribuyó socialmente sus frutos a
lo largo de doce años; sin embargo no consiguió modificar la configuración
estructural de la economía ni sus modos predominantes de vinculación
externa, ni alterar el desempeño de sus principales actores, cuestiones que
pusieron un techo a la experiencia y contribuyeron a las tensiones y con-
flictos que habrían de expresarse políticamente en el resultado electoral de
noviembre de 2015.
Palabras clave: Kirchnerismo – Populismo económico – Articulación político-
económica –Estrategias de desarrollo
realidad económica 305 (2016) pp. 33-63
ISSN 0325-1926
* Este texto terminó de redactarse en marzo de 2016. El artículo forma parte de una compila-
ción sobre el Estado en el kirchnerismo a ser publicada durante el presente año por la
Universidad Nacional de General Sarmiento.
** Universidad Nacional de Lanús
34 realidad económica 305 (1.01/15.02.2017) ISSN 0325-1926
Politics, State and classes during Kirchnerism:
an interpretation
This article presents that which the author considers to be the main features of what
is usually called Kirchnerism and suggests an interpretation which emphasizes the
articulation of economic and political factors. He places the promotion of a develop-
ment strategy which sees in the expansion of comsumption of popular classes an
incentive for productive investment and growth and a social dimension of democracy
as a central matter, thus involving conditions of political, institutional and economic via-
bility which links this matter to the traditions of Peronism and, more generically, to
Latin American economic populism. The analysis allows to conclude that, beyond its
limitations and ambiguities, Kirchnerism fostered growth and socially distributed its
results throughout twelve years; however, it did not manage to modify the structural
conformation of economy nor its main ways of external connection, or to alter the per-
formance of its main actors, which are matters that put a limit to the experience and
contributed to tensions and conflicts that would have a political expresion in the elec-
tion results of November 2015.
Keywords: Kirchnerism - Economic populism - Political and economic articulation -
Development strategies
Fecha de recepción: diciembre de 2016
Fecha de aceptación enero de 2017
C.M. VILAS / Política, estado y clases en el kirchnerismo 35
Introducción
Uno de los aspectos más visibles de los gobiernos de Néstor Kirchner
(2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) fue el activo
papel desempeñado por el estado en el desenvolvimiento de la economía y
las relaciones entre clases y otros actores sociales. La consigna “recuperar
la política”, tuvo como complemento “recuperar el estado” como herramien-
ta de gestión política y de involucramiento activo en una variedad de asuntos
que en la década de 1990 fueron considerados ámbitos propios del capital o
de la libre autogestión de la sociedad civil -en su acepción neoliberal de
“arréglense como puedan”-. La asunción de nuevas funciones y la reformu-
lación de otras ya en ejercicio demandaron la ampliación y la transformación
de la red de instrumentos de intervención y gestión y, en consecuencia,
mayor dotación de recursos fiscales, materiales, humanos y técnicos, un
nuevo modo de vinculación del estado con el conjunto de la sociedad, y una
redefinición de las vinculaciones externas. El “regreso del estado”, de acuer-
do con otra de las consignas de entonces, fue también regreso al estado como
arena política donde las clases sociales dirimen sus conflictos y como herra-
mienta de construcción de poder. La contradicción entre estado y mercado,
de acuerdo con la interpretación convencional de la época, enturbió con fre-
cuencia la comprensión de que el conflicto y los acuerdos entre uno y otro
son modos de manifestarse la dinámica de las fuerzas sociales, los intereses
en pugna y las respectivas visiones de la organización y la orientación del
conjunto social.
Lo verdaderamente relevante en este viraje, porque marcó un claro con-
traste con la etapa precedente y apuntó hacia los nuevos horizontes de la
acción gubernamental, fue el cambio de los objetivos que habrían de orien-
tar el desempeño estatal y, por lo tanto, los aparatos, procesos y herramien-
tas institucionales y los recursos movilizados a esos efectos. En esta medida
las transformaciones en el estado y en su desenvolvimiento no sólo implica-
ron la modificación de su dimensión administrativa u operativa, sino un
principio de institucionalización de una fórmula de poder político que pro-
movía al rango de interés nacional la respuesta a gran parte de las demandas
y expectativas del amplio arco de actores que habían sido severamente afec-
tados por el régimen de convertibilidad y la profunda y extendida crisis
social y política en que desembocó en 2001-2002.
El kirchnerismo surgió de esa crisis; por razones de necesidad política
tanto como por preferencias doctrinarias, tuvo en el estado su principal
herramienta de acción. Lo primero derivó de las circunstancias que rodearon
el arribo de Néstor Kirchner al gobierno nacional; lo segundo obedeció a su
trayectoria política y personal.
Este texto resume los que el autor considera rasgos principales del kirch-
36 realidad económica 305 (1.01/15.02.2017) ISSN 0325-1926
nerismo y propone una interpretación del mismo que pone énfasis en la
articulación de factores políticos y económicos, frente a cierta tendencia en
poner el acento en unos u otros. La tesis central del trabajo es que el rasgo
principal del kirchnerismo consistió en el impulso a una estrategia de desa-
rrollo que veía en la expansión del consumo de las clases populares un estí-
mulo a la inversión productiva y al crecimiento y una dimensión social de la
democracia. Esa estrategia implicaba condiciones de viabilidad político-ins-
titucional y no sólo económicas, que la emparentaron con la trayectoria tra-
dicional de la economía política del peronismo y, más difusamente, con las
estrategias populistas de acumulación. Las características predominantes en
los escenarios y actores previnieron la reedición de intentos pasados; el
reconocimiento realista de los nuevos relieves del mapa político-económico
y cultural de la sociedad y del mundo permitió al kirchnerismo abrirse paso
en medio de múltiples restricciones. Sin perjuicio de sus limitaciones y
ambigüedades, el kirchnerismo generó crecimiento y distribuyó socialmen-
te sus frutos a lo largo de doce años. Sin embargo no modificó la configura-
ción estructural de la economía argentina ni sus modos predominantes de
vinculación externa; es discutible que lo haya buscado, pero si lo buscó exis-
ten hipótesis que argumentan por qué no lo consiguió. La herramienta
estratégica de su desempeño fue el estado y en esa fuerza estuvo también su
debilidad: en la democracia argentina la conducción del estado es, por defi-
nición constitucional, transitoria.
1. El camino
Como todo fenómeno de cierta envergadura política, el kirchnerismo fue
una conjugación de elementos estructurales y coyunturales, personales e
institucionales, doctrinarios y pragmáticos, dentro de una delimitación
paramétrica definida por el carácter dependiente del capitalismo argentino,
que también se intentó flexibilizar. En consecuencia quienes lo reducen a
sus facetas estrictamente económicas -como es evidente por ejemplo en la
insistencia en referirse a él como la posconvertibilidad, o sea como lo que
vino después de la convertibilidad- narran, con mayor o menor acierto, sola-
mente una parte de la historia al mismo tiempo que muestran renuencia en
arriesgar una caracterización de mayor enjundia teórica del tipo de capita-
lismo promovido en la última década. De manera similar, la reducción del
kirchnerismo al papel desempeñado por el liderazgo político -equivalente a
la practicada respecto de fenómenos coetáneos en otros países de América
del Sur- subraya subjetividades y margina los escenarios institucionales y
sociales que hacen posible el surgimiento de determinado tipo de conduc-
ción política.
Proveniente de una provincia periférica de la que había sido gobernador
durante tres mandatos consecutivos, habiendo accedido a la presidencia de
C.M. VILAS / Política, estado y clases en el kirchnerismo 37
la República con apenas 22% de los votos por la negativa de Carlos Menem a
competir en el balotaje; con reducida gravitación en el Partido Justicialista y
en el Congreso Nacional, con una economía en cesación de pagos y una
sociedad civil protagonizando violentos estallidos sociales, el estado fue el
instrumento con el cual el kirchnerismo impulsó su proyecto político. Y,
dentro del Estado, la rama ejecutiva: Néstor Kirchner y Cristina Fernández de
Kirchner restituyeron a la presidencia de la República la autoridad política
que la Constitución Nacional le reconoce y que se venía diluyendo desde los
tramos finales de la segunda presidencia de Carlos Menem.
En estas condiciones el período de gobierno que se abría enfrentó un doble
desafío inmediato: reactivar el proceso de acumulación para estabilizar la
salida de la crisis económica y restablecer la legitimidad de las instituciones
de la democracia representativa para superar la crisis política -vale decir
recuperar un principio de orden que diera sustento al ejercicio del poder
político y a la configuración de un nuevo tipo de hegemonía a través del des-
pliegue de la gestión estatal-. Para lo primero resultaba imprescindible la
colaboración de los empresarios con el involucramiento que el estado
habría de desplegar en la economía así como la de la principal expresión
social del peronismo: el movimiento obrero y sus grandes organizaciones
gremiales; para lo segundo, la de su tradicional expresión política, el Partido
Justicialista.
En la óptica kirchnerista se trató de dos caras de la misma cuestión: la
recomposición del proceso de acumulación mediante estímulos a la inver-
sión debía generar recursos para dar respuesta a los reclamos populares
que alimentaban la protesta social -empleo, salarios e ingresos, protección
social-, así como a las de “memoria, verdad y justicia” referidas al enjuicia-
miento y castigo a los responsables de crímenes de lesa humanidad cometi-
dos por la dictadura, y a una variedad de demandas sobre cuestiones cultu-
rales, estilos de vida, etc. emergentes de una sociedad civil crecientemente
diferenciada. A su turno, la desactivación del conflicto social producto de la
satisfacción de las demandas por efecto de la reactivación económica y de las
políticas públicas, consolidaría el sustento social del sistema político. Desde
la perspectiva de Kirchner y sus colaboradores, esto último suponía ampliar
su propia base electoral y su gravitación territorial por encima del reducido
piso inicial, en un sistema político en que el nuevo gobierno nacional debía
convivir con autoridades provinciales, municipales y partidarias preexisten-
tes. El calendario electoral derivado de la provisión constitucional de reno-
vación parcial de las cámaras legislativas cada dos años imprimió una diná-
mica de corto plazo al logro de este objetivo, tanto mayor cuanto que la con-
formación del poder legislativo obedecía a la correlación de fuerzas políticas
que había colapsado en octubre-diciembre 2001-correlación de fuerzas en
la que, de todos modos, Néstor y Cristina Kirchner tenían una incidencia
menor-.
38 realidad económica 305 (1.01/15.02.2017) ISSN 0325-1926
Kirchner supo sacar ventaja de algunas decisiones adoptadas por los interi-
natos presidenciales que se sucedieron tras la caída del gobierno de la
Alianza. La moratoria de la deuda externa dispuesta durante la breve gestión
de Adolfo Rodriguez Saá permitió diferir por varios años el tratamiento
frontal del espinoso asunto.1 La salida del régimen de convertibilidad dis-
puesta en enero 2002 por el presidente provisional Eduardo Duhalde con
una fuerte devaluación favoreció un primer momento de reactivación que
tuvo lugar operando sobre la capacidad ociosa acumulada en años anterio-
res y por el efecto de protección que implicó el nuevo tipo de cambio; la
transferencia de ingresos que provocó (una caída de 35% del salario real)
abarató el costo laboral en la industria y contribuyó a recomponer la tasa de
ganancia de las empresas. La obligación impuesta a los grandes exportado-
res de liquidar divisas directamente en el Banco Central inició un proceso de
acumulación de reservas de libre convertibilidad. Ya en el segundo semestre
de 2002 se podía advertir una leve recuperación del crecimiento, con cierta
generación de empleos y muy reducido incremento del salario real
(Basualdo, Lozano y Schorr, 2002). Pero la transferencia de ingresos provo-
cada por la devaluación dio fuerte impulso a mayor empobrecimiento y desi-
gualdad. El coeficiente Gini de distribución de ingresos había subido de .448
en octubre 2001 a .537 en el mismo mes de 2002 (área metropolitana); la
pobreza, que en el primero de esos meses abarcaba al 25,5% de los hogares
y 35,4% de las personas, se extendía un año después a 42,3% de los hogares
y 54,3% de las personas; se duplicó la proporción de hogares en situación de
indigencia (de 8,3% a 16,9%). El diseño de un programa de transferencias
(laxamente) condicionadas de ingresos hacia los grupos de mayor vulnerabi-
lidad, junto a otras acciones de política asistencial, más la convocatoria anti-
cipada a elecciones presidenciales, contribuyeron a descomprimir la tensión
social (Vilas, 2005).2
1
La presidencia interina de Rodriguez Saá dio los primeros pasos en materia de derechos
humanos y cuestionamiento a la legislación de impunidad y en la relación con organizacio-
nes piqueteras que luego serían otros tantos pilares de la gestión Kirchner. Jorge Taiana fue
designado Secretario de Derechos Humanos (Taiana había ocupado similar cargo en la
gobernación de Felipe Solá en la provincia de Buenos Aires, había sido Secretario Ejecutivo
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, y fue prisionero político
durante siete años); la organización Madres de Plaza de Mayo fue recibida por el presiden-
te interino en la Casa Rosada, así como dirigentes de organizaciones de desocupados.
2
La hipótesis de una Argentina insurgente o al menos preinsurreccional fue planteada por
algunos pequeños grupos de izquierda militante a partir de los acontecimientos que tuvie-
ron lugar entre diciembre 2001 y julio 2002, que sólo habrían podido ser sofocados por el
ejercicio brutal de la represión policial. Pero la crisis política de la que esos acontecimien-
tos fueron componente importante fue procesada institucionalmente por el mismo sistema
político contra el que esos reclamos se dirigían, y la consigna “!Que se vayan todos!” ter-
minó convirtiéndose en el lema de un pequeño partido político conducido por exmilitares
“carapintadas” que, lo mismo que aquellos grupos de izquierda, recogieron porcentajes ínfi-
mos de votos.
C.M. VILAS / Política, estado y clases en el kirchnerismo 39
El impacto de los años finales de la convertibilidad sobre la producción
industrial contribuyó a que los tramos iniciales de la reactivación se llevara
a cabo sin incremento significativo de la IBIF, operando sobre la capacidad
instalada ociosa de las firmas. A su vez la crisis creó condiciones en el mundo
laboral para desalentar las demandas sindicales de recomposición salarial
que presionaran sobre la recuperada tasa de ganancia de las empresas. El
mercado de trabajo experimentó una profunda fragmentación durante la
década anterior, que se ahondó con la crisis. La capacidad de acción sindical
se vio debilitada por el incremento exponencial del desempleo y la consi-
guiente pérdida de afiliados: casi 40% de la población laboral estaba desocu-
pada o subocupada y otro tanto eran asalariados no registrados.3 La
mayoría de los grandes sindicatos industriales y de servicios, representantes
de la porción del mercado laboral integrado por los trabajadores registrados,
no desempeñó un papel relevante en la protesta social, que fue protagoniza-
da por una amplia variedad de organizaciones sociales que expresaban
mucho más eficazmente los cambios que se habían registrado de manera
brutal en el mapa laboral y en las condiciones y perspectivas de vida de
mucha gente: demandas de asistencia inmediata para paliar los aspectos más
urgentes de la cotidianeidad, experimentos autogestionarios, nuevas moda-
lidades de organización y solidaridad popular, planes de empleo de emer-
gencia (Palomino, 2005; Bisio y Mendizábal, 2005).
El énfasis en estos antecedentes inmediatos llevó a veces a considerar al
experimento kirchnerista una especie de continuidad recargada del intento
iniciado durante el interinato presidencial de Eduardo Duhalde (por ejemplo
Damill y Frenkel, 2015).4 Éste habría tenido que encargarse del trabajo sucio
inmediato para salir de la crisis pero le faltaron los tiempos políticos para
sacar fruto de ello, cosa que sí pudo y supo hacer Néstor Kirchner.
La visión continuista se basa sobre una caracterización incompleta del
diseño kirchnerista; la devaluación de enero 2002 y derivadamente la apre-
ciación del dólar habrían instalado una especie de “piloto automático” para la
reactivación y su continuidad en el tiempo (Azpiazu y Schorr, 2010; CENDA,
2010).5 Además de excluir el papel particularmente activo que la política fis-
cal desempeñó durante toda la década, el acento puesto en el tipo de cambio
implicó definir los alcances y limitaciones de la experiencia: un dólar alto era
3
De acuerdo a la EPS del INDEC en 2002 la tasa de desocupación en los 24 agregados del país
promediaba 18% (20% en el Gran Buenos Aires), y la de subocupación 20% en ambas
mediciones. De acuerdo con la misma fuente los trabajadores asalariados no registrados
(“en negro” o informales) constituían entre 40 y 45% de la fuerza laboral.
4
Vid Remes Lenicov (2012) para una versión de este breve período desde la perspectiva de
uno de sus principales actores.
5
Curia (2011) pone el acento, en cambio, en la necesidad de un tipo de cambio competitivo.
Cfr. la crítica de Amico (2013) al énfasis en el tipo de cambio y la desatención al papel, que
considera estratégico, de la política fiscal.
40 realidad económica 305 (1.01/15.02.2017) ISSN 0325-1926
tanto la condición de posibilidad como el techo del programa. Como las
monedas locales de las economías dependientes son siempre vulnerables a
los movimientos de las monedas de las economías capitalistas más avanza-
das, esta caracterización parcial puede ser interpretada como una conclu-
sión anticipada que ya se contenía en la definición del problema: el kirchne-
rismo contenía en su seno el germen de su propio agotamiento…hasta la
siguiente devaluación.6
2. El proyecto
El discurso inaugural del presidente Kirchner (25 de mayo de 2003) expli-
citó los principales aspectos de su programa de gobierno: derechos huma-
nos, fin de la impunidad, crecimiento orientado por la demanda, creación de
empleos, recuperación de los salarios, integración de las cadenas producti-
vas, dinamización de las exportaciones, profundización de la relación con el
MERCOSUR, inclusión social de los sectores más vulnerables de la población
particularmente castigados por el régimen de convertibilidad y la crisis,
desarrollo de infraestructura económica y social, fortalecimiento de las capa-
cidades estatales de planeamiento y articulación con los actores del mercado
que favoreciera una mejor inserción en la economía global.
(…) El estado se incorporará urgentemente como sujeto económico activo, apun-
tando a la terminación de las obras públicas inconclusas, la generación de trabajo
genuino y la fuerte inversión en nuevas obras. Tenemos que volver a planificar y
ejecutar obra pública en la Argentina, para desmentir con hechos el discurso único
del neoliberalismo, que las estigmatizó como gasto público improductivo.
(…)Es el estado el que debe actuar como el gran reparador de las desigualdades
sociales en un trabajo permanente de inclusión a partir del fortalecimiento de la
posibilidad de acceso a la educación, la salud y la vivienda promoviendo el progre-
so social basado en el esfuerzo y el trabajo de cada uno. Es el estado el que debe via-
bilizar los derechos constitucionales, protegiendo a los sectores más vulnerables de
la sociedad, es decir los trabajadores, los jubilados, los pensionados, los usuarios y
los consumidores.
(…) En nuestro proyecto ubicamos en un lugar central la idea de construir un capi-
talismo nacional que genere alternativas que permitan reinstalar la movilidad
social ascendente. No se trata de cerrarse al mundo. No es un problema de nacio-
6
Curiosamente esta idea parece haber estado presente en la devaluación forzada de enero
2014. La versión continuista y su corolario se encuentran también en algunos análisis de
izquierda (por ejemplo Bonnet 2015; Mercatante 2015), para quienes las limitaciones del
ensayo kirchnerista muestran la futilidad inevitable, en el largo plazo, de los intentos de
impulsar un capitalismo estabilizado basado sobre algún tipo de alianza de clases capital-tra-
bajo. De alguna manera la tesis regresa a los planteamientos sobre la no viabilidad del desa-
rrollo del capitalismo latinoamericano, que fue parte central de las discusiones sobre la
dependencia en la década de 1960: cfr. Mantega (2005).
C.M. VILAS / Política, estado y clases en el kirchnerismo 41
nalismo ultramontano sino de inteligencia, observación y compromiso con la
Nación. (…) Para eso es preciso promover políticas activas que permitan el creci-
miento y el desarrollo del país, la generación de nuevos puestos de trabajo y una
mejor y más justa distribución del ingreso. Como se comprenderá el estado cobra
en eso un papel principal.7
Del planteamiento presidencial podía inferirse que los trabajadores ya no
serían la variable de ajuste del modelo más allá de lo que deriva de las carac-
terísticas estructurales del capitalismo,8 asunto que, más allá de la carga retó-
rica, dejaba entrever un cambio importante en el sesgo hasta entonces pre-
dominante en las políticas de la convertibilidad. El bienestar de las clases
populares tampoco sería un efecto diferido del crecimiento (“crecer para
distribuir”), como en el enfoque desarrollista convencional, sino un ingre-
diente del mismo -es decir el consumo, expandido por el crecimiento del
empleo y de los ingresos, como un estímulo a la inversión productiva-. Este
no era el esquema favorito de los grupos que más se habían beneficiado de
la década neoliberal y de la gigantesca transferencia de ingresos producto de
la devaluación de enero 2002. Emparentaba en cambio con la trayectoria
histórica -salvo la anomalía menemista- de la política económica de los
gobiernos peronistas (Curia, 2011; Rougier, 2012).9 Desde una perspectiva
más amplia, el capitalismo nacional propuesto por Kirchner mostraba una
relación de parentesco con los rasgos centrales del populismo económico
latinoamericano: el consumo popular como uno de los motores de la acu-
mulación, crecimiento extensivo, desarrollo del mercado interno, promoción
estatal del proyecto económico en función de ciertos valores de equidad
social que a su turno eran vistos como motorizadores de ese tipo particular
de crecimiento, promoción de mayor autonomía externa, arbitraje político
de las contradicciones de clase, dirección estatal del proceso político y econó-
mico (Vilas, 1981).
La propuesta de construir un capitalismo nacional y poco después la con-
vocatoria a una burguesía nacional, en una Argentina integrada al capitalis-
mo globalizado, cuando la economía local había alcanzado elevados niveles
de concentración y centralización y estaba embarcada desde las décadas pre-
cedentes en un sostenido proceso de extranjerización, fueron tomadas como
muestras de anacronismo estructural (por ejemplo Basualdo, 2004; Galetti,
2004). Los señalamientos acerca de la reducida gravitación dentro de la clase
7
Discurso de asunción, en www.telam.com.ar/notas/201304/15624-10-discursos-memo-
rables-de-nestor-kirchner.html.
8
Variable de ajuste que se efectiviza mediante decisiones de política económica (devaluacio-
nes monetarias, reformas tributarias, tarifas, recortes en la seguridad social o extensión de
la vida laboral, etc.) formalmente externas al proceso de producción, que explicitan la desi-
gual distribución del poder político entre clases y reducen el ingreso real o la calidad de vida
de los trabajadores desde afuera de la relación directa capital-trabajo.
9
Tal vez podrían incluirse en esta línea algunos breves momentos de las gestiones presiden-
ciales de Arturo Illia y Raúl Alfonsín: cfr. sobre este último Restivo y Rovelli (2011).
42 realidad económica 305 (1.01/15.02.2017) ISSN 0325-1926
capitalista de lo que usualmente se consideraba burguesía nacional eran
acertados en cuanto mostraban la cartografía empresarial del vértice más
alto de la pirámide.10 Esas cifras soslayan sin embargo el peso de las firmas
que se ubican debajo de la cúspide, orientadas fundamentalmente al merca-
do interno y abrumadoramente de propiedad nacional; salvo las que consi-
guieron acoplarse al dinamismo de las grandes, en su mayoría nutrieron las
filas de los perdedores del neoliberalismo.11
El planteamiento de Kirchner parece haber obedecido a una lógica elemen-
tal. En ninguna de sus variantes puede existir el capitalismo sin empresarios
y empresas que inviertan productivamente, generen excedente y lo reinvier-
tan también productivamente, a cambio de una tasa de ganancia. Tampoco
puede existir sin trabajadores asalariados, pero la variable estratégica es
siempre la tasa de ganancia del capital, incluso cuando se trata de establecer
las condiciones en que tiene lugar la inserción laboral en el proceso econó-
mico.12 El estado puede complementar al empresariado privado, puede regu-
lar su comportamiento colectivo o sectorial, pero no puede prescindir de él
o forzarlo a trabajar a pérdida. Precisamente uno de los aspectos más desta-
cados de todas las experiencias de “salir del atraso” es el activo involucra-
miento del estado en el desarrollo y consolidación de una burguesía indus-
trial y en la promoción de la rentabilidad de sus inversiones: desde el “capi-
talismo tardío” en la Europa de la segunda mitad del siglo XIX al “milagro
asiático”, el populismo y el desarrollismo latinoamericanos del siglo XX. Es
válido argumentar que, teóricamente, el capitalismo no es el único modo de
organización del proceso económico, pero ese no era, en la Argentina de la
crisis, un asunto que figurara en la agenda de discusión y de acción política
de sus principales actores.
La formulación presidencial puede interpretarse como haciéndose cargo
de las tensiones y debates que, a lo largo de la década de 1990 y durante la cri-
sis, se habían puesto de manifiesto dentro y entre las fracciones y organiza-
ciones gremiales empresarias respecto de las políticas impulsadas desde el
estado, sus efectos discriminatorios hacia algunos sectores del capital y
sobre las vías para salir de la convertibilidad (Basualdo, 1999; Castellani y
Szkolnik, 2011; Merino, 2014; etc.).13 Lo nacional de la interpelación kirch-
10
De acuerdo con la Encuesta Nacional a Grandes Empresas del INDEC, las empresas de capi-
tal nacional, no asociadas de alguna manera con capitales extranjeros, representaban a ini-
cios de la década de 2000 sólo 6,1% del valor bruto de producción de las 500 mayores
empresas, 3,9% del valor agregado bruto y 15,7% de las exportaciones, frente a 11,9%,
8,9% y 41,7% en la participación de las empresas extranjeras (Wainer y Schorr, 2014; tam-
bién CENDA, 2010; Azpiazu, Manzanelli y Schorr, 2011).
11
Según el Censo Nacional Económico, en 2004-05 este sector representaba casi 99% del
total de establecimientos, con 50% del valor agregado y 66% del empleo.
12
Esto es lo que algunos autores llaman “restricciones estructurales del estado frente al capi-
tal”. Cfr Green & Sutcliffe (1987), Przeworski & Wallerstein (1988).
13
No carece de interés señalar que Kirchner lanzó su convocatoria a la burguesía nacional en
C.M. VILAS / Política, estado y clases en el kirchnerismo 43
nerista ponía el acento en la diferenciación dentro del mundo empresarial y
expresaba la necesidad de estimular a un sector de la clase, muy golpeado
por el diseño político y macroeconómico anterior, a incorporarse a un pro-
yecto en el que había espacio para muchos de sus reclamos. En otras pala-
bras, sumar a fracciones del empresariado al proyecto de crecimiento
económico y distribución de ingresos, garantizándoles tasa de ganancia,
mercado interno y proyección exterior. El desenvolvimiento ulterior mos-
traría que el papel de burguesía nacional podía ser desempeñado por cual-
quier empresa o grupo de empresas que en una determinada coyuntura
tomara las decisiones que de ella esperaba la conducción política del estado:
maximizar la producción, generar empleo y estimular, vía salarios, el consu-
mo. Lo nacional refería, en consecuencia, a una conjunción de variables
socioeconómicas y políticas; no suponía una relación fija o preferencial del
estado con determinadas categorías empresariales más allá del efectivo
desempeño de éstas. En tal sentido el capitalismo nacional del kirchnerismo
puede ser visto como una variante específica del capitalismo dirigido, más
que meramente regulado. 14
Las observaciones respecto de la avanzada concentración y extranjeriza-
ción de la economía argentina y los obstáculos que de ello se derivaban para
el proyecto kirchnerista, junto con las prevenciones acerca del cuestionable
protagonismo que pudiera asumir la mayoría, o una parte significativa, del
resto del universo empresarial -en ambos casos técnicamente correctas-
suponían una vocación de transformación estructural del capitalismo argen-
tino que, en esos primeros momentos, no eran evidentes en el discurso ofi-
cial. Observaciones que al mismo tiempo dejaban sin respuesta el desafío
político planteado por la realidad: ¿qué y cómo hacer si los más grandes no
quieren y los más chicos no alcanzan?
El kirchnerismo respondió con el estado. La viabilidad económica de un
proyecto capitalista como el enunciado por el presidente depende en grado
importante de la efectividad con que el estado estimule la adhesión de los
inversores y administre las presiones redistributivas de los trabajadores y
los movimientos sociales en niveles compatibles con la tasa de acumulación
y con el papel asignado en ella al consumo popular; la viabilidad política
depende de la capacidad de generar una base de apoyo social suficientemen-
te amplia que se sostenga electoralmente en el tiempo. Que lo logre o no, y la
una reunión con la dirección de ADEBA (Asociación de Bancos Argentinos) en la que la
organización se comprometió a aportar 500 millones de pesos para un plan de obras públi-
cas (Clarín, 2/10/2003). Meses antes el banquero Jorge Brito, al asumir la presidencia de
ADEBA, había planteado la necesidad de “recrear una burguesía nacional” con protagonis-
mo en las definiciones de política sobre los asuntos que les afectaban (La Nación,
9/4/2003).
14
El discurso de Kirchner equivalía a la expresión del entonces presidente chino Deng Xiao-
ping: “No importa si el gato es blanco o negro, sino si caza ratones”.
44 realidad económica 305 (1.01/15.02.2017) ISSN 0325-1926
medida y el modo en que lo haga, son función de múltiples factores, entre los
que se destacan las características organizativas y las capacidades operativas
previas del estado, el momento y grado del desarrollo socioeconómico y polí-
tico en el que se pone en marcha el proyecto, y las características de las fuer-
zas actuantes.
3. La construcción política y el estado como herramienta
Consciente del desprestigio social de buena parte del sistema político por su
responsabilidad en la debacle de 2001-2002 (del que los resultados del “voto
bronca” de octubre 2001 y los acontecimientos siguientes habían dado testi-
monio), Kirchner inició su presidencia haciendo equilibrio entre su larga
afiliación al Partido Justicialista y la preocupación por mostrar externalidad
respecto de la política del período neoliberal y de la colaboración parlamen-
taria de las representaciones del PJ con ella.15 La metáfora del pingüino, lo
patagónico, las reiteradas menciones a la proveniencia del lejano sur, se
combinaron con una evidente dilución de la estética peronista tradicional en
los actos políticos de convocatoria masiva.16 Las referencias a su generación
política le dieron crédito ante los organismos de derechos humanos -un
ámbito en el que hasta entonces había mantenido un perfil público bajo-, las
víctimas sobrevivientes y los familiares que no habían obtenido respuestas a
sus reclamos, y tendieron puentes hacia una juventud radicalizada a partir
de los acontecimientos de diciembre 2001 en Plaza de Mayo y adyacencias.17
Elaboró convergencias con sectores del progresismo (Frepaso, sectores del
radicalismo, clases medias de adhesiones tradicionalmente fluctuantes) al
15
Ya a principios de enero 2002 el entonces gobernador Kirchner había declinado el ofreci-
miento del recientemente inaugurado presidente interino Duhalde de desempeñarse como
Jefe de Gabinete de Ministros.
16
Vid. la nota de Martín Piqué “Sí a Mercedes, no a la marcha”, Página 12, 21/7/2005.
Irónicamente la insistencia en cantar “la marcha” provenía de los grupos de mayor militan-
cia kirchnerista de la juventud que, en una de sus consignas más representativas, coreaban
“Somos de la gloriosa Juventud Peronista/somos los herederos de Perón y de Evita”.
17
“Formo parte de una generación diezmada. Castigada con dolorosas ausencias. Me sumé a
las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puer-
ta de entrada de la Casa Rosada. No creo en el axioma de que cuando se gobierna se cambia
convicción por pragmatismo. Eso constituye en verdad un ejercicio de hipocresía y cinismo.
Soñé toda mi vida que éste, nuestro país, se podía cambiar para bien. Llegamos sin renco-
res pero con memoria. Memoria no sólo de los errores y horrores del otro. Sino que tam-
bién es memoria sobre nuestras propias equivocaciones”. Discurso de asunción como pre-
sidente de la República, 25 de mayo 2003, cit. Una enunciación parecida había sido formu-
lada diez días antes al oficializarse que Menem no competiría en una segunda vuelta y puso
en alerta a los sectores del poder económico más vinculados con la dictadura cívico-militar:
vid la nota de José Claudio Escribano “Treinta y seis horas de un carnaval decadente” en La
Nación, 15/5/03, y el análisis de Horacio Verbitsky en Página 12, 18/5/2003.
C.M. VILAS / Política, estado y clases en el kirchnerismo 45
mismo tiempo que renovó esfuerzos para alcanzar la conducción del PJ.
Abrió un diálogo con los movimientos de trabajadores desocupados e incor-
poró a algunos dirigentes de las diferentes organizaciones a funciones de
gobierno en áreas de incumbencia directa en sus reclamos; a partir de
entonces las principales organizaciones del sector se convertirían (con alti-
bajos, adhesiones y rupturas), en interlocutores y efectores de aspectos
importantes de la política social del gobierno. La presencia de Fidel Castro en
la asunción presidencial fue un fuerte mensaje para los grupos de izquierda
que, hasta entonces, consideraban a Kirchner un remedo de Menem y
habían anticipado abstenerse en el balotaje que finalmente no tuvo lugar.18
La depuración de las cúpulas de las fuerzas armadas y de seguridad dis-
puesta inmediatamente después de su asunción, el inicio de la renovación de
la Corte Suprema de Justicia, la anulación de las leyes de obediencia debida y
punto final, contribuyeron desde el plano institucional a la construcción de
una amplia coalición social que no tardaría en generar resultados políticos.
En septiembre 2003 el candidato apoyado por Kirchner ganó en segunda
vuelta la elección de Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires -un distrito siempre esquivo al peronismo-. En las elecciones parla-
mentarias de octubre 2005 el presidente consiguió instalar las principales
candidaturas en todas las provincias, cosa que no habría sido posible sin el
acuerdo con los gobernadores peronistas y, en general, los peronismos pro-
vinciales. El kichnerismo triunfó en 17 provincias (entre ellas la de Buenos
Aires) y alcanzó la mayoría en la Cámara de Diputados. Los resultados expli-
citaron el amplio apoyo social a la construcción política de Kirchner, su con-
solidación como jefe político del peronismo nacional y su condición de “pre-
sidente dominante” (Ollier, 2015).
El diseño kirchnerista suponía la eficacia del estado en el arbitraje de las
tensiones y conflictos de clase en consonancia con el nuevo planteamiento
político-económico, es decir ejerciendo la dirección de la dinámica de las cla-
ses. Para ello fue necesario adecuar el aparato estatal a la consecución de los
nuevos objetivos y la consiguiente reconfiguración de las relaciones de
poder que tenían expresión en él.
La ampliación del aparato estatal y de sus capacidades de recaudación y
asignación de recursos constituyó una de las dimensiones de mayor visibili-
dad de los gobiernos kirchneristas. La administración estatal creció en orga-
nismos, áreas de incumbencia y recursos. Se crearon nuevos ministerios de
acuerdo con la relevancia política asignada a las respectivas áreas; el más
destacado de ellos por la amplitud de su cobertura y el volumen de recursos
fue el de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios (hasta 2012
subsumía las áreas de energía, minería, comunicaciones, transporte, obras
18
Vid. el discurso pronunciado por Fidel Castro en la escalinata de la Facultad de Derecho de la
UBA el 26 de mayo 2003. www.archivo.lavoz.com.ar/2003/0530/813.pdf
46 realidad económica 305 (1.01/15.02.2017) ISSN 0325-1926
públicas, recursos hídricos, vivienda y desarrollo urbano); otros surgieron
de la promoción a ese rango de anteriores secretarías: Industria, Turismo,
Agricultura Ganadería y Pesca; el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad
Social, y el de Desarrollo Social tuvieron un fuerte incremento en estructura,
recursos y peso institucional.
El aparato del estado creció y, en líneas generales, mejoró su desempeño,
aunque muchas de las modificaciones se hicieron sobre la marcha y fre-
cuentemente en respuesta a desafíos inmediatos de tipo político que conspi-
raron contra la eficientización de los servicios prestados; fue evidente
además la superposición de diferentes esquemas de gestión pública que
habían venido implementándose en las décadas previas. El más amplio invo-
lucramiento estatal y los requerimientos de nuevas competencias explican el
crecimiento del empleo público, que de todas maneras fue relativamente
moderado.19
A pesar de un discurso crítico hacia las privatizaciones de empresas efec-
tuadas en la década anterior, no estuvo inicialmente en el interés del gobier-
no recuperarlas ni en general incrementar el involucramiento empresarial
del estado. Las decisiones que se tomaron en tal sentido obedecieron a situa-
ciones ligadas con cada caso, en general referidas a graves incumplimientos
contractuales, o bien a consideraciones de soberanía nacional. Las renacio-
nalizaciones incluyeron a empresas como Correo Argentino (2003), Aguas
Argentinas (2006), Astilleros Tandanor (2007), Aerolíneas Argentinas y
Austral Líneas Aéreas (2008), Fábrica Militar de Aviones (2009), YPF
(2012), líneas ferroviarias Sarmiento, Mitre y Belgrano Cargas (2012-13).
En 2004 se creó la empresa estatal ENARSA en el terreno de la energía y en
2006 AR-SAT, para la producción de satélites de comunicación. En 2008 se
estatizó el sistema de jubilaciones y pensiones, privatizado en los noventa y
se creó el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA); además de aten-
der los problemas específicos del área, la medida permitió ampliar las cober-
turas, elevar sus montos e incorporar al nuevo sistema el programa más
importante de la política social del gobierno de Cristina Fernández de
Kirchner: la Asignación Universal por Hijo. La estatización del sistema pre-
visional permitió asimismo que el estado se hiciera cargo de las inversiones
de las AFJP en una variedad de empresas, y designar en los respectivos direc-
torios a sus representantes. Esa participación nunca fue mayoritaria, pero
permitió a la autoridad económica acceder a información relevante sobre el
19
El crecimiento conjunto (Administración Nacional, universidades nacionales, sistema finan-
ciero, empresas y sociedades del estado y otros entes públicos) fue de alrededor de 45%
entre 2003 y 2012; el sector que más creció fue el del personal universitario, que llegó a
representar al final del período casi 35% del total como efecto de la agresiva política de cre-
ación de nuevas universidades. También se incrementó el personal del poder judicial: casi
43% en el período (López y Zeller, 2015).
C.M. VILAS / Política, estado y clases en el kirchnerismo 47
funcionamiento de las empresas. El gasto público creció del 17 % del PIB al
34%, traccionado por la seguridad social y, a partir de 2007, por las trans-
ferencias corrientes al sector privado (IARAF, 2015). La base fiscal se
amplió merced al incremento de la recaudación por efecto del crecimiento
económico y la mayor eficiencia del sistema recaudatorio, incluyendo los
recursos provenientes de las retenciones a las exportaciones primarias y los
derivados de la estatización de los fondos de previsión social.
En 2005 se adoptaron dos medidas que ampliaron significativamente la
autonomía decisoria del estado: una drástica reestructuración y canje de la
deuda externa en default desde 2001 y la cancelación por anticipado de la
totalidad de la deuda con el FMI. En 2010, durante la primera presidencia de
Cristina Fernández de Kirchner se dispuso la reapertura del canje de deuda
en default desde 2001, haciendo posible el ingreso de tenedores de bonos
que no habían ingresado al anterior. Sin embargo no se eliminaron del
ordenamiento legal nacional las normas que habilitaban la prórroga de
jurisdicción para las disputas judiciales referidas a asuntos patrimoniales en
los que el estado nacional interviene y tampoco se encararon acciones con-
ducentes a la denuncia de los tratados bilaterales de inversión firmados en la
década de 1990 que incluían esa prórroga. En 2012 la sentencia del juez
Thomas Griesa de Nueva York en torno de la demanda de los bonistas que no
se presentaron a los canjes (holdouts y “fondos buitre”) acotó el margen de
maniobra del estado argentino en el sistema financiero internacional. El
gobierno de Estados Unidos, a través de la Secretaría del Tesoro, anunció su
oposición a la concesión de nuevos préstamos del Banco Mundial y el Banco
Interamericano de Desarrollo. En 2013 la Argentina regularizó su situación
con el CIADI; en 2014 llegó a un acuerdo con el Club de París sin pasar pre-
viamente por la supervisión del FMI.
El fortalecimiento de la participación en MERCOSUR y en otras alianzas
regionales (UNASUR, CELAC) tuvo el mismo objetivo de ampliar la auto-
nomía decisoria a través de un regionalismo que mejorara las condiciones
de participación en la globalización.
Kirchner imprimió una nueva conducción al aparato estatal, que se tradu-
jo en una marcada centralización de decisiones en el presidente, que Cristina
habría de continuar y fortalecer. De acuerdo con la Constitución Nacional el
Poder Ejecutivo de la Nación es desempeñado “por un ciudadano con el títu-
lo de ‘Presidente de la República’” (art. 87); es “el jefe supremo de la Nación,
jefe del gobierno y responsable político de la administración general del
país” (art. 99 inc. 1). El presidente tomó al pie de la letra la provisión consti-
tucional; consolidó la conducción política de los asuntos de gobierno y acotó
a cuestiones fundamentalmente técnicas la gravitación de los aparatos liga-
dos con la gestión económica y financiera en el diseño de las políticas res-
pectivas. Esto fue particularmente notorio respecto del Banco Central y el
48 realidad económica 305 (1.01/15.02.2017) ISSN 0325-1926
Ministerio de Economía. En el período de la convertibilidad ambos habían
sido herramientas relevantes y agencias de interlocución privilegiada con los
organismos financieros multilaterales y la banca internacional (Blustein,
2005). Kirchner asumió la definición y la conducción de la política econó-
mica, limitando las competencias de los ministros del ramo. La autonomía
del Banco Central, uno de los pilares del esquema neoliberal y una reiterada
exigencia de los organismos y el sector financiero, fue reducida para poner-
la a tono con la conducción política del Ejecutivo; Alfonso Prat Gay, hereda-
do del interinato de Duhalde, renunció a la presidencia del BCRA por dife-
rencias de criterio con Kirchner (2004); lo mismo ocurrió con su sucesor
Martín Redrado en enero 2010. Después de la renuncia de Roberto Lavagna
(2005) por desavenencias con la conducción presidencial -también Lavagna
provenía de la gestión Duhalde-, el gobierno contó con una sucesión de
ministros de Economía de bajo perfil y cortos mandatos hasta el inicio del
segundo período presidencial de Cristina Fernández de Kirchner en 2011.
También el Ministerio del Interior, encargado de las relaciones con las pro-
vincias y los municipios, experimentó acotamientos políticos; gobernadores
e intendentes pasaron a mantener relaciones directas con el presidente,
especialmente en cuestiones electorales, coparticipación federal, transferen-
cias del Tesoro, desconcentración de programas sociales, financiamiento y
ejecución de obras públicas -asunto éste en el que el Ministerio de
Planificación Federal alcanzó fuerte peso político, pero siempre bajo la
orientación presidencial-. La proverbial fragilidad fiscal de las provincias
amplió el canal de negociación entre éstas y el gobierno central. En 2012 le
fue transferida la Secretaría de Transporte, hasta entonces dependiente del
Ministerio de Planificación Federal.
En el ámbito del Ministerio de Defensa el presidente asumió en plenitud su
condición constitucional de Jefe de las Fuerzas Armadas.
Es frecuente vincular este tipo centralizado de ejercicio presidencial con
factores psicológicos -el argumento fue dirigido con particular insistencia y
agresividad contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner-. Desde una
perspectiva más fácilmente verificable y afín al análisis político, puede inter-
pretarse como un recurso para neutralizar la labor de anillos burocráticos y
redes de políticas subsistentes de gestiones orientadas hacia otro tipo de
objetivos, sensibles a las presiones y solicitaciones de actores con intereses
y objetivos no siempre compatibles con los del Ejecutivo, y que vulneran la
necesaria unidad de propósito de la gestión pública.
4. Los más y los menos
El capitalismo kirchnerista generó crecimiento, distribuyó socialmente sus
C.M. VILAS / Política, estado y clases en el kirchnerismo 49
frutos, y lo hizo durante doce años. Destacar estas tres cuestiones, en las que
el estado desempeñó un papel estratégico, no releva de reconocer sus limi-
taciones y ambigüedades. Dado lo infrecuente de este resultado, es razonable
comenzar por él.
Entre 2003 y 2014 el PIB creció a una tasa media anual de 6,1%, con un
primer quinquenio 2003-2007 de tasas altas (8,8% promedio anual) y una
marcada desaceleración posterior (5,3% promedio en 2008-2012 y 1,7% en
2013-14) pese a la recuperación de 2010-2011.20 El crecimiento fue acom-
pañado por una importante acumulación de reservas y un superávit de la
cuenta corriente del balance de pagos. Éste, junto con el superávit fiscal pri-
mario, componía el esquema de “superávit gemelos” de la presentación ofi-
cial de la macroeconomía del modelo: solvencia fiscal, saldos externos positi-
vos y tipo de cambio competitivo. El crecimiento se alcanzó sin recurso a
endeudamiento externo y, por lo contrario, con un considerable desendeuda-
miento.
La distribución del ingreso mejoró; el índice de Gini decreció durante toda
la década y se redujo la incidencia de la pobreza y la indigencia como efecto
del crecimiento del empleo y los salarios, las políticas de transferencias
directas de ingresos y de subsidios y la ampliación de la cobertura en segu-
ridad social.21 El salario real creció de manera sostenida, apoyado en el cre-
cimiento del empleo y en el cambio político-institucional que significó el
regreso al sistema de negociaciones paritarias libres bajo orientación esta-
tal.
El cuadro 1 presenta tres momentos en una distribución segmentada de
ingreso de los hogares en el Gran Buenos Aires, ilustra acerca de los cambios
profundos experimentados en menos de una década y ayuda a explicar el
mal humor que los grupos sociales más pudientes exteriorizaron a lo largo
de los gobiernos Kirchner. En un contexto sostenido de crecimiento de los
ingresos, es claro que, en términos relativos, a los grupos de menores ingre-
sos les fue comparativamente mejor que a los más ricos.
La pobreza urbana disminuyó ininterrumpidamente entre 2003 y 2011; el
impacto de las políticas sociales, en sentido amplio, neutralizó el efecto que
la desaceleración del crecimiento en 2008-12 podría haber tenido en la
20
En 2010 el PIB creció 9,5%, y 8,4% en 2011: CEPAL, Balance preliminar de las economías
de América Latina y el Caribe, varios años. El Balance preliminar correspondiente a diciem-
bre 2015 estimó para ese año un crecimiento del 2%, mientras el FMI lo bajó a 0,4%, simi-
lar al de 2014. Con posterioridad a la finalización de este texto, el INDEC informó que la eco-
nomía argentina creció 2,1% a lo largo de 2015 (Ámbito Financiero, 31/3/2016).
21
De acuerdo con la CEPAL en 2012 la pobreza en el GBA abarcaba a 4,3% de las personas,
y la indigencia a 1,7% (Cepal 2014 cuadro1). Según el Banco Mundial el coeficiente de
Gini era 42,5 promedio en 2006-2010, y 42,3% en 2011-2015: www.datos.bancomun-
dial.org/indicador/SI.POV.GINI
50 realidad económica 305 (1.01/15.02.2017) ISSN 0325-1926
Cuadro 1. Distribución del ingreso de los hogares, GBA.
40% más 20% antes del
Año 30% siguiente 10% más rico
pobre 10% más rico
2004 13,1 21,4 25,5 40,0
2011 17,3 24,9 27,2 30,6
2012 18,2 26,1 26,9 28,3
Fuente: CEPAL (2014) cuadro II.A.1
reducción de la pobreza; de todos modos ésta creció en 2012 y 2013, estabi-
lizándose en el bienio siguiente en los valores de ese último año. Programas
como la Asignación Universal por Hijo (con 3,6 millones de beneficiarios en
2014-15), o la incorporación de algo más de 3 millones de personas al siste-
ma previsional, contribuyeron a incrementar los ingresos de las familias y a
formalizarlos, protegiéndolos de mediaciones punteriles. A mediados de
2015 más de 17 millones de personas eran atendidas por transferencias
estatales a través del sistema previsional y de la seguridad social contra 6,5
millones en 2003.
El crecimiento del empleo y el regreso al régimen de negociación paritaria
permitió a los sindicatos de la industria y los servicios recuperar la gravita-
ción institucional y la intervención en el mercado de trabajo que habían per-
dido con la crisis. El salario real de los trabajadores amparados por conve-
nios colectivos aumentó y se mantuvo por encima de la tasa de inflación
incluso después de 2008, cuando ésta se aceleró e incentivó las pujas redis-
tributivas, pero un tercio de la población trabajadora no estaba registrada,
proporción que se mantuvo con pocas variaciones durante todo el kirchne-
rismo. La caída de la tasa de desempleo estimuló la conflictividad laboral y el
resurgimiento del conflicto de clase; la empresa y sus adyacencias, ya no
más el barrio, fue el escenario de los reclamos. La inserción institucional
recuperada por los sindicatos favoreció el regreso a la diferenciación de los
intereses sectoriales corporativos y a una autonomía relativa de éstos res-
pecto de las políticas gubernamentales que de una manera u otra afectaban
al conjunto de los asalariados registrados, o directamente a la capacidad de
acción o los recursos de las organizaciones.22
El desarrollo del proyecto se llevó a cabo a través de una sucesión de con-
flictos y negociaciones entre el gobierno y el poder económico; el keynesia-
22
Ejemplos del primer caso son el reclamo sindical de elevación del mínimo no imponible en
el impuesto a las ganancias de los asalariados, o la eliminación de los aumentos “no remu-
nerativos” sobre los que no se practicaban aportes para la seguridad social y su incorpora-
C.M. VILAS / Política, estado y clases en el kirchnerismo 51
nismo implícito en la convocatoria kirchnerista y la reorientación hacia el
mercado interno no eran atractivos para una matriz de mercado altamente
concentrado en un pequeño grupo de empresas extranjeras o con estrechos
vínculos con ellas y fuerte articulación corporativa del capital productivo y el
financiero.23 De todas maneras mientras el esquema tipo de cambio
alto/superávit gemelos se mantuvo sin mayores tensiones, la industria contó
con divisas para satisfacer su dependencia estructural de importaciones, los
altos precios generaban una alta rentabilidad al complejo agroexportador a
pesar de las retenciones, los saldos favorables contribuían al crecimiento de
las reservas y al fortalecimiento de la base fiscal del estado, los ingresos rea-
les de los trabajadores mejoraban, el peso institucional de las organizaciones
sindicales se recomponía, el gasto fiscal atendía las demandas de quienes
aún no ingresaban al mercado formal de trabajo, y los candidatos impulsa-
dos o apoyados por el gobierno ganaban las elecciones.
El “viento de cola” de los términos favorables del intercambio impulsó el
crecimiento del producto y alimentó discusiones dentro y fuera del gobier-
no acerca de la pertinencia de algunas teorías económicas que formaban
parte de las premisas del capitalismo nacional; en la euforia de los commodi-
ties, se tiró por la ventana a Prebisch. Sin embargo, mirando todo el perío-
do, la demanda interna tuvo un comportamiento muy dinámico.
Principalmente en los dos primeros gobiernos Kirchner el consumo y la
inversión motorizaron el crecimiento más que las exportaciones (Schorr,
2012; Amico, 2013; Damill y Frenkel, 2015). El consumo creció a una tasa
media anual de 7,7% hasta 2011, liderado por el consumo privado. En cam-
bio el comportamiento activo de la inversión estuvo fundamentalmente a
cargo de la inversión pública y en consecuencia fue una faceta de la política
fiscal de gasto. No obstante el elevado margen de rentabilidad del capital
(Agostino, 2015; Michelena, 2009) las grandes empresas, en particular las
que operan en las ramas industriales de alto nivel de concentración, mayor
grado de extranjerización y más alto coeficiente de importaciones, tuvieron
un comportamiento inversionista a la retranca; en general optaron por con-
vertir en divisas la rentabilidad en pesos y remesarla al exterior, recurrien-
do a los mecanismos que ya habían probado su eficacia en los años de la con-
vertibilidad (HCDN, 2005; Gaggero et al, 2014; Manzanelli et al., 2015;
Cassini, 2015).
La fuga de capitales se incrementó a partir de 2008, año en que convergie-
ron el estallido del conflicto por las retenciones a las exportaciones agríco-
ción a salario. En el segundo grupo se ubican el encuadramiento sindical de determinadas
categorías de trabajadores, o el manejo directo de los fondos de obra social.
23
Ya a fines de la década de 1960 la investigación de Cardoso sobre la ideología de las bur-
guesías industriales en la Argentina y el Brasil había puesto en evidencia el poco entusias-
mo de este sector por propuestas nacional-desarrollistas y su mayor interés en vinculacio-
nes con el capitalismo (por entonces incipientemente) transnacionalizado (Cardoso, 1971);
también Trindade (1982).
52 realidad económica 305 (1.01/15.02.2017) ISSN 0325-1926
las, la crisis de la banca Lehman y su amplia y rápida repercusión interna-
cional, la aceleración de la inflación que hasta entonces se había mantenido
en torno del 10% anual, y la progresiva apreciación de tipo de cambio. El
stock remesado ese año superó en más del doble al remitido en 2002-2007,
con alta correlación con la variación negativa de las reservas del BCRA
(Manzanelli et al., 2015; Gaggero et al., 2014). Esta afectación de parte
importante del ahorro de las firmas de los grupos concentrados restó poten-
cialidad a la acumulación de capital y definió una rentable alternativa a la
expansión e integración de la matriz productiva interna -algo que, posible-
mente, nunca estuvo en la mente o el interés de esa fracción de la burgue-sía-
. Se recurrió a restricciones administrativas a las importaciones, que reper-
cutieron en la caída del producto por el sesgo tradicionalmente importador
de las ramas industriales/agroindustriales que más aportaban a las exporta-
ciones; la balanza comercial se hizo deficitaria, en lo que incidió la caída de
los precios internacionales de los granos. La instalación de controles cambia-
rios no frenó la fuga de divisas ni la demanda de los particulares, que ya no
se circunscribía a los grandes operadores; éstos sin embargo, y los princi-
pales medios de comunicación, insistieron en las complicaciones e incomo-
didades que los controles imponían a los más pequeños.24 La inflación se ins-
taló en torno del 22-25% a partir de 2008; contribuyó a la progresiva apre-
ciación del tipo de cambio, alimentando adicionalmente las corridas hacia el
dólar, y echó combustible al conflicto redistributivo.
A pesar de lo que habría podido inferirse del discurso oficial y, en sentido
opuesto, de la evidencia brindada por el comportamiento de las grandes fir-
mas del capital concentrado, no hubo un intento sistemático de modificar los
sesgos de poder dentro del universo empresarial. Aumentó el número de
empresas ubicadas debajo de la cúspide, se les otorgaron incentivos imposi-
tivos y líneas de créditos, pero no se impulsó una matriz productiva que
redujera su dependencia respecto de aquellas. Los grandes proyectos de
inversión impulsados por el estado fueron mayoritariamente aprovechados
por las firmas de la cúspide empresarial; la concentración de capitales
avanzó.
Con el cambio en los escenarios el estado pasó de ser el catalizador de la ini-
ciativa privada a asumir un rol más activo en la generación de los efectos que
24
De acuerdo con la AFIP en los primeros 11 meses de 2015 se vendieron, 8.518,8 millones
de dólares en un total de 13,3 millones de operaciones minoristas (compra con fines de aho-
rro, turismo, deudas locales, entre otros), con un promedio de US$ 636 por operación. El
39% de esas operaciones representaba 20% del valor de las compras (un promedio de US$
327 por operación) y estuvo a cargo de personas físicas con un ingreso mensual de hasta
20 mil pesos, equivalentes a unos 2.200 dólares: Ámbito Financiero, 11 de noviembre 2015.
También Zaiat (2014) para una lista parcial las grandes empresas que impulsaban las corri-
das sobre el dólar.
C.M. VILAS / Política, estado y clases en el kirchnerismo 53
el diseño original pretendía del mercado. Programas de control de precios
minoristas, acordados con los principales operadores mayoristas del merca-
do, moderaron el impacto de la inflación en una canasta amplia de produc-
tos de consumo y uso final. Hubo reticencia gubernamental, sin embargo, a
aplicar la ley de abastecimiento, que establece un sistema integral de control
temporal de precios.25
Las políticas gubernamentales continuaron transfiriendo recursos para
sostener el consumo de los sectores más vulnerables y estimular la inver-
sión. Las tarifas de los servicios públicos se mantuvieron prácticamente con-
geladas durante todo el período, a un costo fiscal creciente. Las transferen-
cias corrientes al sector privado crecieron a partir de 2007; se buscó de esta
manera preservar el valor de los salarios, sostener la ganancia de las empre-
sas y prevenir despidos como recurso patronal para reducir costos; también
fueron un desestímulo a la realización de inversiones por las empresas,
aceptando los argumentos de éstas respecto de los márgenes de rentabili-
dad.26 Complementariamente se incrementó la asignación de recursos al Plan
REPRO (Reactivación Productiva) y se dotó de más recursos el Programa
“Argentina Trabaja” de incorporación al empleo productivo a través de la for-
mación de cooperativas de trabajo; el “Prog.r.es.ar” contaba a fines de 2015
con algo más de 900mil beneficiarios.27 A través de la expansión del gasto el
estado asumió funciones promocionales en respuesta al comportamiento
empresarial predominante y a sus efectos en el mercado de trabajo y el con-
sumo. Los programas sociales explicitaban la creciente atención estatal a los
grupos de población que quedaban fuera de la protección del mercado for-
mal de trabajo y de la gestión sindical, por lo tanto de mayor vulnerabilidad.
El gasto público fue instrumento de inclusión social y sostén y estímulo del
crecimiento del producto, sin contrapartida suficiente por el lado de los
ingresos: los ingresos de exportación disminuyeron por la caída de los pre-
cios externos y la retención de las ventas como mecanismo de presión de los
productores para la quita de las retenciones, y el conflicto con los fondos bui-
tre complicaba y encarecía el acceso a financiamiento externo. La continui-
25
La ley 20.680 data de 1974 (tercera presidencia de Perón) y siempre ha sido resistida por
los grupos productores, elaboradores y comerciales que fijan precios.
26
Tomando 2007 como año base, en 2008 el monto total de los subsidios a las empresas fue
69% más alto en precios corrientes; 314% mayor en 2011, 597% en 2013 y 1.130% en
2014. Este último año el 92% de esas transferencias fue a energía, combustibles y minería,
y a transportes, frente a 84% en 2007.
27
El Plan REPRO (creado en 2002 durante la presidencia provisional de Duhalde) permite al
estado hacerse cargo temporalmente de parte del salario del trabajador para prevenir licen-
ciamientos o despidos por caída de la producción o problemas financieros severos de la
empresa. El Progresar (Programa de Respaldo a Estudiantes Argentinos) se dirige a jóvenes
sin empleo, con empleo informal o salario inferior al mínimo, para que inicien o completen
sus estudios.
54 realidad económica 305 (1.01/15.02.2017) ISSN 0325-1926
dad en ascenso de la fuga de capitales y el pago de los compromisos de deuda
externa presionaban sobre la cuenta corriente de la balanza de pagos. Hacia
2012, los superávit gemelos se transformaron en déficit gemelos. Una vez
más la restricción externa reaparecía en lo que, para algunos observadores,
constituía el fin del ciclo kirchnerista y su proyecto de capitalismo nacional.
El problema al que se enfrentó el kirchnerismo era cómo mantener la polí-
tica de inclusión social y expansión del consumo con tasas decrecientes de
crecimiento y progresiva vulnerabilidad fiscal y externa, sin “enfriar” la eco-
nomía o haciéndolo al menor grado, y costo social, posible.
Una variedad de trabajos -muchos de ellos referidos en las páginas prece-
dentes- señala las limitaciones, bloqueos internos y conflictos externos de la
macroeconomía del kirchnerismo. Es cuestionable reducir el kirchnerismo,
o cualquier otra estrategia de desarrollo, a mera macroeconomía, o suponer
que las contradicciones en la macroeconomía expliquen por sí solas, en el
caso del kirchnerismo, las complicaciones que se presentaron a partir del
cambio de escenarios. Sin perjuicio de su especificidad, la mecánica y “las
leyes” de la macroeconomía son expresión de configuraciones dadas, o pre-
tendidas, de poder entre clases y fracciones y, a través de ellas, entre la eco-
nomía nacional y los actores que gravitan en el sistema internacional. Esas
configuraciones alimentan valores, discursos, representaciones colectivas.
Las manifestaciones macroeconómicas de las tribulaciones del esquema
kirchnerista -déficit fiscal, pérdida de competitividad del tipo de cambio,
corridas sobre el dólar, restricción externa- pueden ser vistas, desde una
perspectiva más amplia, como la manifestación de una lucha política entre
fuerzas que movilizan, como recurso, su desigual gravitación sobre los ins-
trumentos macroeconómicos, y en donde lo que realmente vale es el balan-
ce integral final. La historia argentina de las últimas décadas ilustra sobre
“golpes de mercado” exitosos tanto para provocar la caída de un gobierno
(Alfonsín 1989) como para forzar modificaciones profundas en su progra-
ma electoral (Menem 1990, 1991).28
Los años finales de la gestión presidencial de Cristina Fernández de
Kirchner ofrecen el espectáculo poco frecuente en la política argentina de los
últimos sesenta años de un gobierno intentando preservar el núcleo de su
proyecto originario por encima de las dificultades sobrevinientes. Ante la
necesidad de flexibilizar el frente externo regularizó la relación con el CIADI
y con el Club de París, desarrolló una amplia diversificación de relaciones
28
Según Burgueño (2013) a mediados de 2011 en el Ministerio de Economía se elaboró un
plan para regresar a los mercados financieros, bajar la inflación, reducir subsidios y prepa-
rar una devaluación ordenada. La gigantesca corrida cambiaria que tuvo lugar poco antes de
las elecciones presidenciales de octubre (US$ 17.545millones) cambió el escenario y llevó a
descartarlo, ante lo que se interpretó como un intento desestabilizador del sistema financie-
ro.
C.M. VILAS / Política, estado y clases en el kirchnerismo 55
económicas y comerciales con nuevas contrapartes (la República Popular
China, Medio Oriente) e instaló en la agenda de la ONU y en la opinión inter-
nacional la posición argentina en el litigio con los fondos buitre. Cuánto de
esto podría haber aportado resultados más allá de lo inmediato, qué acciones
emprendería el gobierno en esos nuevos escenarios externos, son cuestio-
nes que quedan abiertas a la especulación. Lo que no dejaba gran marco a la
especulación era el innegable deterioro del frente político kirchnerista.
El conflicto en torno de la resolución 125, detonado en momentos en que
los precios agrícolas internacionales estaban en alza y aparentemente “sin
techo” -por lo tanto, en condiciones para ser encarado como un conflicto del
tipo “todos ganan” aunque algunos ganaran más que otros-, explicitó el
carácter político de lo que estaba en juego más allá del tema específico y de
la dimensión pecuniaria. El diseño original de la resolución, que aplicaba el
incremento de la retención a todo el sector agrícola exportador sin diferen-
ciar en la extrema diversidad de situaciones y condiciones, contribuyó
mucho a la amplitud y consistencia de la movilización en su contra. Aparte
de cierta histórica dificultad del peronismo (un fenómeno proverbialmente
urbano) para entender las especificidades del mapa socioeconómico de lo
que a partir de entonces pasó a denominarse el campo, incluyendo sus trans-
formaciones en las décadas recientes, no resulta descabellado pensar que en
la elaboración de la resolución haya gravitado un engolosinamiento guber-
namental ante el aumento aparentemente incontenible de los precios, así
como la relevancia que la solvencia fiscal siempre tuvo en el esquema kirch-
nerista. El enfrentamiento mostró la enorme capacidad de convocatoria y
movilización del sector, su amplia proyección territorial, sus estrechas arti-
culaciones con el capital financiero, con las grandes cadenas de medios, con
amplios sectores de las clases medias urbanas y con partidos políticos que
en general no encontraban hasta el momento una línea compartida de opo-
sición con cierto arraigo social. Sobre todo puso en evidencia la disposición
del sector a encarar un costo económico inmediato -el proyecto que en defi-
nitiva fue rechazado en el Congreso le era más ventajoso que el original- si
ese era el precio para infligir una derrota política al gobierno.
En las elecciones legislativas de 2009 en la provincia de Buenos Aires el
kirchnerismo, que llevaba al expresidente Néstor Kirchner como primer
candidato a diputado, fue derrotado desde la derecha por una alianza de la
que participaban sectores del peronismo provincial; un resultado cuyo
impacto simbólico tuvo más peso que el de la aritmética electoral: Kirchner
y el segundo candidato, el gobernador de la provincia, perdieron frente a un
candidato de trayectoria política marginal. Cristina Fernández de Kirchner
fue reelecta en octubre 2011 con 54% de los votos, pero dos años más tarde
el kichnerismo volvió a sufrir derrota electoral en la provincia, esta vez a
manos del Frente Renovador, un nuevo partido formado por grupos y diri-
56 realidad económica 305 (1.01/15.02.2017) ISSN 0325-1926
gentes que habían sido parte de la coalición originaria con funciones impor-
tantes en distintos momentos del gobierno nacional. El frente territorial se
debilitó por los conflictos con varias provincias en torno de la coparticipa-
ción federal. Sectores de la burguesía nacional alguna vez enrolados en el
“Grupo Productivo” se sumaron a la nueva oposición. Para entonces el
movimiento obrero se había fracturado en cinco centrales sindicales, sólo
dos de ellas abiertamente favorables al gobierno. Además de la migración
hacia formaciones opositoras, los conflictos se explicitaron dentro de las
representaciones parlamentarias del Frente para la Victoria, la coalición
electoral del kirchnerismo. En 2014 la organización más representativa de
la cúpula empresarial, la Asociación Empresaria Argentina (AEA), presentó
un programa económico y político de convergencia y unidad opositora.29La
“defección estratégica” del poder judicial (Helmke, 2003), es decir el viraje
de sectores relevantes del poder judicial del apoyo al enfrentamiento a los
gobiernos a medida que éstos se aproximan a su final, complicó adicional-
mente las cosas para el proyecto kirchnerista.
En estas condiciones el estado redobló su incidencia propiamente política
(institucionalización de relaciones de poder) y simbólica (generador de iden-
tidades), y no sólo administrativa, en el desempeño del proyecto kirchneris-
ta: expresaba una relación política específica de fuerzas y configuraba iden-
tidades derivadas de esa especificidad. Para muchos intérpretes, el kirchne-
rismo “cristinista” asumía, en estas circunstancias, la fisonomía convencio-
nal del populismo: relación vertical directa entre el estado y su máxima diri-
gente y el pueblo; retórica conflictiva con tendencia al maniqueísmo, y otras
características subjetivas que, si bien se mira, están presentes en una varie-
dad amplia de regímenes político-económicos. La especificidad de la estra-
tegia de acumulación/distribución, que definía una persistente línea de con-
tinuidad desde el principio del kirchnerismo y marcaba su diferencia res-
pecto del genus proximus pasó desapercibida para muchos analistas, no así
de algunos actores más perceptivos y más directamente involucrados en la
producción de los acontecimientos.30
5. Consideraciones finales
De acuerdo con el estereotipo difundido por Dornbusch y Edwards (1990)
el populismo latinoamericano está indefectiblemente condenado a terminar
29
La Nación, 22/4/2014; vid también la columna editorial del 10/2/2014. Integraban la
Comisión Directiva las cabezas de empresas como Arcor, Techint, Grupo Roggio,
Laboratorios Bagó, Laboratorios Roemmers, Banco Santander Río, Fiat Argentina,
Supermercados Coto, Grupo Cencosud, Grupo Clarín, La Nación.
30
Esto del populismo siempre ha sido un incordio dentro y fuera del peronismo. El calificati-
vo fue tempranamente disparado por la oposición, especialmente la proveniente de corrien-
tes comunistas y socialistas, contra el primer peronismo, y desde entonces repudiada por
éste. En octubre 2005, en medio del conflicto con la empresa francesa Suez, el entonces
C.M. VILAS / Política, estado y clases en el kirchnerismo 57
en medio de un gigantesco descalabro económico que provoca, también ine-
vitablemente, su caída del gobierno. Esa no es la experiencia argentina: ni el
peronismo ni el kirchnerismo, en tanto variantes criollas del populismo
económico, terminaron por una crisis económica que ellos mismos habrían
provocado, y el que terminó así fue el más elaborado e internacionalmente
celebrado experimento neoliberal ensayado en estas tierras. En 2015 la eco-
nomía del kichnerismo se encontraba, como la del peronismo de 1955, en
proceso de recuperación, con las principales variables económicas bajo
relativo control. El final de ambas experiencias no provino de la macroeco-
nomía sino de la política: autoritariamente a través del golpe de estado de
septiembre 1955, democráticamente en el balotaje de noviembre 2015.
La caracterización del kirchnerismo como una variante del populismo lati-
noamericano no proviene de sus estilos políticos sino, como se expresó más
arriba, de su estrategia económica: promoción de un crecimiento extensivo,
con el consumo como dinamizador de la inversión y del crecimiento, desa-
rrollo del mercado interno, ampliación de la autonomía nacional respecto de
los escenarios económicos internacionales, protagonismo del estado en el
arbitraje de las contradicciones de clase y en la orientación general del pro-
ceso en función de una concepción de la democracia en la que ésta aparece
dotada de eficacia social. Una estrategia capitalista de acumulación y distri-
bución en inestable equilibrio entre cuánto de acumulación es posible en
cada momento sin detrimento de la distribución -porque ésta impulsa el con-
sumo y aporta los votos-, a costa de qué límites poner a la distribución para
no afectar la tasa de acumulación -porque ésta aporta los recursos- (Vilas,
1981). Si se quiere, una variante criolla de la socialdemocracia, en socieda-
des dependientes de los centros internacionales de poder.
¿Hubo realmente un proyecto kirchnerista o sólo se trató de una cadena de
improvisaciones coyunturales? Quienes niegan lo primero argumentan que
en realidad Néstor Kirchner se apoyó en lo llevado a cabo por Duhalde
(incluyendo el apoyo político que éste aportó a su campaña presidencial en
la provincia de Buenos Aires) y en este sentido navegó con el viento a favor
de las condiciones derivadas de la devaluación y de los buenos precios inter-
nacionales. Se señaló en la primera sección de este trabajo que algo de ver-
dad hay en esto; pero no es menos cierto que, cuando el viento empezó a
embajador de Francia manifestó a los medios su preocupación por lo que consideraba
carácter “populista” y “sesentayochista” del gobierno de Néstor Kirchner. La respuesta ofi-
cial fue virulenta: el embajador fue citado a la Cancillería, se rechazaron sus explicaciones
y se remitió una nota formal de queja al gobierno francés expresando el “profundo males-
tar y disgusto por las expresiones del señor jefe de misión de la Embajada de la República
Francesa”. La Nación, 7/10/2005; Página 12, 7/10/2005. No obstante diez años después la
candidata kirchnerista a gobernadora de la provincia de Santa Cruz admitió “A nosotros nos
encanta ser populistas, porque tenemos en claro que buscamos la transformación”. Página
12, 17/10/2015; La Nación, 16/10/2015.
58 realidad económica 305 (1.01/15.02.2017) ISSN 0325-1926
soplar en contra, el proyecto, ahora a cargo del gobierno de Cristina
Fernández de Kirchner, no cambió: siempre fue un capitalismo con distri-
bución de ingresos. Las improvisaciones, el pragmatismo refirieron a las
tácticas adecuadas a las variantes coyunturas, pero el objetivo se mantuvo.31
El voluntarismo extremo que se le criticó cuando las condiciones materiales
del capitalismo argentino y las características de sus actores parecían blo-
quear el empeño gubernamental, puede interpretarse también como fideli-
dad a compromisos anticipados antes incluso de que Néstor Kirchner asu-
miera la presidencia, y que alarmaron a los más atentos vigías de las élites
del poder.
Existió ciertamente un desfase entre el proyecto y los actores de los que se
pretendía acompañamiento y, en general, del grado de desarrollo alcanzado
por el capitalismo argentino cuando el kirchnerismo entró en escena. Esos
actores eran, en realidad, el resultado de ese capitalismo, formalmente defor-
mado y desequilibrado, configurado a partir de la globalización y la financie-
rización de la economía y la sociedad argentinas durante las más de dos
décadas anteriores. Podría incluso afirmarse que lo que muchos observado-
res, y posiblemente también el propio Kirchner, consideraban capitalismo
trunco o deformado, en todo caso extranjerizado, era en realidad el capita-
lismo posible en un país dependiente como la Argentina. ¿Hubo entonces
ingenuidad en los dirigentes kirchneristas, esa ingenuidad a veces recrimi-
nada a los de su generación setentista que tantos males habría acarreado al
país? ¿O bien se trató de un caso límite de realismo político, del tipo del refe-
rido por el general Perón en sus reflexiones sobre la construcción de ran-
chos, o de las recomendaciones del Che Guevara acerca de las peras y los
olmos?
¿Pretendió el kirchnerismo dar demasiadas batallas al mismo tiempo, dis-
persando el poder de fuego de sus baterías? A mediados de 2015, y desde
algunos años antes, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner estaba
comprometido, dentro y fuera del Parlamento, directa o indirectamente a
través de agencias estatales y el apoyo a un amplio arco de organizaciones
de la sociedad civil, en el conflicto con las grandes cadenas multimedios por
la democratización de la comunicación de masas; en la disputa por la demo-
cratización y trasparencia del poder judicial; en el enjuiciamiento y castigo
a los responsables de crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dic-
tadura de 1976-83; en el conflicto con los grandes actores de la economía y
las finanzas por la fuga de capitales, el tipo de cambio y la inflación; con los
bonistas que no se habían acogido a las dos reestructuraciones de la deuda y
con los fondos buitre que aparecieron después.
31
Bonvecchi (2011) elabora un interesante análisis de la sobreposición de las administracio-
nes kirchneristas a las variantes coyunturas para preservar los objetivos estratégicos (“la
resiliencia ante toda contingencia”).
C.M. VILAS / Política, estado y clases en el kirchnerismo 59
En opinión de este autor eran batallas diferentes dentro de una misma con-
frontación a un bloque de poder que es a un mismo tiempo político-econó-
mico e ideológico, con articulaciones estrechas con la economía internacio-
nal y persistente arraigo en el sentido común de mucha gente. En términos
de la teoría de la democracia, pueden ser vistos como manifestaciones del
carácter expansivo de la democracia representativa, que por su propia diná-
mica se proyecta hacia ámbitos usualmente protegidos, en la concepción
liberal, del principio del gobierno de las mayorías. En términos empíricos,
la diversidad de frentes de conflicto estaba unificada por la matriz de inter-
conexiones y vasos comunicantes, en los más altos niveles de la sociedad,
entre los actores y grupos que habían colaborado con la dictadura brindán-
dole apoyo político y asistencia aún en la comisión de sus peores tropelías;
que son cabeza visible de las principales cúpulas empresariales; de donde
proviene buena parte del personal superior del poder judicial, se construye
el apoyo a los fondos buitre y se genera y difunde el discurso legitimador del
bloque de poder contra el que el kirchnerismo estaba empeñado.32
En ese empeño el kirchnerismo siempre tuvo al estado como principal
herramienta; en la medida en que las coaliciones sobre las que se sustenta-
ba se erosionaron por la dinámica de los acontecimientos, la dependencia del
manejo del estado fue una debilidad -si no por otras razones, porque es un
manejo a plazo constitucional-. Los actores sociales que le brindaron el
apoyo más sistemático fueron aquellos que más dependían de la gestión
estatal; por su propia vulnerabilidad carecen de recursos para alcanzar en el
mercado la satisfacción de sus demandas más básicas (empleo, ingresos,
vivienda) alimentando la caricatura del clientelismo como característica cen-
tral de la política social: “planes por votos”. El discurso oficial, en cambio,
machacaba con el reconocimiento de derechos ciudadanos, en una versión
recargada de la tesis marshalliana de la ciudadanía social. Los actores más
organizados, constituidos como sujetos de acción colectiva con anterioridad
al kirchnerismo, con más experiencia en la acción autónoma, más amplios
recursos corporativos -los sindicatos, las clases medias de las organizacio-
nes de la sociedad civil, los pequeños y medianos empresarios- mantuvieron
siempre una relación de externalidad: eran aliados, no fuerza propia.
Tiene mucho de efecto retórico sostener que la gran limitación del kirch-
nerismo consistió en su aparente renuencia o incapacidad de quebrar el blo-
que de fuerzas dominantes y sustituirlo por una nueva alianza de clases, y
que en consecuencia el kirchnerismo fue “el partido del orden”. Ciertamente
la preocupación central del primer gobierno Kirchner fue instalar la con-
ducción del estado en el comportamiento de los dos grandes pilares del capi-
talismo nacional: la burguesía y el movimiento sindical, recomponer el pro-
32
Vid. Verbitsky y Bohoslavsky (2013). El caso del Grupo Clarín es paradigmático de la multi-
plicidad de frentes de conflicto que se superponen en un mismo sujeto.
60 realidad económica 305 (1.01/15.02.2017) ISSN 0325-1926
ceso de acumulación y restablecer el sistema democrático representativo. De
acuerdo con la fórmula con la que Perón, a su regreso del exilio, intentó
refrenar la euforia de los jóvenes peronistas de entonces: “Primero recons-
truir, transformar después”; Kirchner prefirió la metáfora “salir del infierno”.
Es cierto también que el kirchnerismo no introdujo transformaciones
estructurales en el capitalismo argentino; no formaban parte del proyecto,
ni de las fuerzas políticas de mayor gravitación -muchas de las cuales, dentro
y fuera del PJ, se oponían o miraban con desconfianza cualquier tipo de
transformación-. Quienes sí las planteaban, desde la cátedra o la marginali-
dad política, tuvieron dificultades para advertir que, con todas sus limitacio-
nes y ambigüedades constitutivas, el kirchnerismo fue lo que más se arrimó
a un proyecto de ese tipo.
Bibliografía
Agostino, Rodrigo Javier (2015) “Tasa de ganancia en la Argentina de la posconverti-
bilidad (2002-2012). Realidad Económica 291, IADE, pp. 49-76.
Amico, Fabián (2013) “Crecimiento, distribución y restricción externa en Argentina”,
Ciccus, Revista Argentina de Economía 5, pp. 31-80.
Azpiazu, Daniel; Pablo Manzanelli y Martín Schorr (2011) Concentración y extranje-
rización. La Argentina en la posconvertibilidad. Buenos Aires: Capital Intelectual.
Azpiazu, Daniel y Martín Schorr (2010) Hecho en Argentina. Industria y economía.
Buenos Aires: Siglo XXI.
Basualdo, Eduardo M. (2004) “Notas sobre la burguesía nacional, el capital extranje-
ro y la oligarquía pampeana”. Realidad Económica 201, IADE, pp.14-23.
Basualdo, Eduardo M. (1999) “Tendencias y transformaciones de la cúpula empresa-
ria argentina durante la década de los noventa”. Realidad Económica 168, IADE,
pp.32-56.
Basualdo, Eduardo M.; Claudio Lozano y Martín Schorr (2002) “Las transferencias de
recursos a la cúpula económica durante la presidencia de Duhalde. El nuevo plan
social del gobierno”. Realidad Económica 196, IADE, pp.56-84.
Bisio, Raúl y Nora Mendizábal (2003) Visiones y propuestas de los jóvenes cuadros
sindicales sobre el rol de los sindicatos en la Argentina. Buenos Aires:
Universidad del Salvador, Instituto de Investigación en Ciencias Sociales, DT No.
5. http://www.usal.edu.ar/archivos/csoc/docs/idicso-sdti005.pdf
Blustein, Paul (2005) And the Money Kept Rolling In (and Out). The World Bank, Wall
Street, the IMF and the Bankrupting of Argentina. New York: Public Affairs.
Bonnet, Alberto (2015) La insurrección como restauración. El kirchnerismo. Buenos
Aires: Prometeo libros.
Bonvecchi, Alejandro (2011) “Del gobierno de la emergencia al capitalismo selecti-
vo: las relaciones Estado-empresarios durante el kirchnerismo”, en Andrés
C.M. VILAS / Política, estado y clases en el kirchnerismo 61
Malamud y Miguel de Luca (coords.), La política en tiempos de los Kirchner.
Buenos Aires: EUDEBA, pp. 143-153.
Burgueño, Carlos (2013) “El plan económico al que Cristina no se animó”. Ámbito
Financiero, 17/5/2013.
Cardoso, Fernando Henrique (1971) Ideologías de la burguesía industrial en socieda-
des dependientes (Argentina y Brasil). Buenos Aires: Siglo XXI.
Cassini, Lorenzo (2015) “Reinversión de utilidades en la industria manufacturera:
Argentina en la posconvertibilidad”. Realidad Económica 292, IADE, pp.44-63.
Castellani, Ana y Mariano Szkolnik (2011) “«Devaluacionistas» y «dolarizadores». La
construcción social de las alternativas propuestas por los sectores dominantes
ante la crisis de la Convertibilidad. Argentina 1999-2001”. IDAES, Documentos de
Investigación Social No. 18, Universidad Nacional de General San Martín.
CENDA (2010) La anatomía del nuevo patrón de crecimiento y la encrucijada actual.
La economía argentina en el período 2002-2010. Buenos Aires: Cara o
Ceca/CENDA.
CEPAL (2014) Panorama social de América Latina y el Caribe.
www.Repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/37626/S1420729_esp.p
df
Curia, Eduardo Luis (2011) El modelo de desarrollo en Argentina. Los riesgos de una
dinámica pendular. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Damill, Mario y Roberto Frenkel (2015) “La economía bajo los Kirchner: una histo-
ria de dos lustros”. En Carlos Gervasoni y Enrique Peruzzotti, eds., ¿Década gana-
da? Evaluando el legado del kirchnerismo. Buenos Aires: Debate, pp. 115-163.
Dornbusch, Rudiger y Sebastián Edwards (1990) “La macroeconomía del populismo
en América Latina”. El Trimestre Económico 222:121-162.
Gaggero, Alejandro; Martín Schorr y Andrés Wainer (2014) Restricción eterna. El
poder económico durante el kirchnerismo. Buenos Aires: Futuro Anterior/Crisis.
Galetti, Pablo (2004) “¿Qué significa hoy «burguesía nacional»? Realidad
Económica 201, IADE, pp.24-29.
Gigliani, Guillermo y Gabriel Michelena (2013) “Los problemas estructurales de la
industrialización en la Argentina (1962-2010)”. Realidad Económica 278,
IADE, pp.55-74.
Green, Francis & Bob Sutcliffe (1987) The Profit System. The Economics of
Capitalism. Hardmonworth, Middlesex: Penguin Books.
Helmke, Gretchen (2003) “La lógica de la defección estratégica: relaciones entre la
Corte Suprema y el Poder Ejecutivo en la Argentina en los períodos de la dictadu-
ra y la democracia”. Desarrollo Económico 170, pp.179-201.
HCDN, Honorable Cámara de Diputados de la Nación (2005) Fuga de divisas en la
Argentina. Informe final de la Comisión Especial, 2001. Buenos Aires:
FLACSO/Siglo XXI.
IARAF, Instituto Argentino de Análisis Fiscal (2015) Peso relativo del gasto público
62 realidad económica 305 (1.01/15.02.2017) ISSN 0325-1926
argentino. Evolución, determinantes y efectos de su
aumento.www.consejo.org.ar/noticias15/files/consejo-iaraf-gasto-publico-
argentino-oct%202015.pdf
López, Andrea y Norberto Zeller (2015) “El empleo público en el Estado Nacional
(1983-2012)”. Continuidades y rupturas con el paradigma neoliberal”. Revista
Perspectivas de Políticas Públicas 8, pp.27-47.
Mantega, Guido (2005) Teoría da dependência revisitada. Um balanço crítico. Escola
de Administração de Empresas de São Paulo. Fundación Getulio Vargas, Sao Paulo
www.bibliotecadigital.fgv.br
Manzanelli, Pablo; Mariano A. Barrera; Andrés Wainer y Leandro Bona (2015) Ciclo
de endeudamiento externo y fuga de capitales. De la dictadura militar a los fondos
buitre. Buenos Aires: CEFID-AR/Página12/Universidad Nacional de Quilmes.
Manzanelli, Pablo y Martín Schorr (2012) “Extranjerización y poder económico
industrial en Argentina”. Revista Problemas del Desarrollo 170 (43):39-67.
Mercatante, Esteban (2015) La economía argentina en su laberinto. Lo que dejan doce
años de kirchnerismo. Buenos Aires: Ediciones IPS.
Merino, Gabriel (2014) “El Grupo Productivo y las condiciones económicas de su
surgimiento”. Realidad Económica 288, IADE, pp. 59-89.
Michelena, Gabriel (2009) “La evolución de la tasa de ganancia en la Argentina
(1960-2007)”. Realidad Económica 248, IADE, pp.83-106.
Ollier, María Matilde (2015) “El ciclo de las presidencias dominantes: Néstor y
Cristina Kirchner (2003-2013)”. En Carlos Gervasoni y Enrique Peruzzotti, eds.,
¿Década ganada? Evaluando el legado del kirchnerismo. Buenos Aires: Debate, pp.
61-87.
Palomino, Héctor (2005) “Los sindicatos y los movimientos sociales emergentes del
colapso neoliberal en Argentina”. En Enrique de la Garza Toledo (comp.)
Sindicatos y nuevos movimientos sociales en América Latina. Buenos Aires: CLAC-
SO, pp. 19-52.
Przeworski, Adam & Michael Wallerstein (1988) “Structural dependence of the State
on Capital”. American Political Science Review 81 (1):11-29.
Remes Lenicov, Jorge (2012) Bases para una economía productiva. El programa
enero-abril de 2002 y la rápida recuperación de la economía argentina. Buenos
Aires: Miño y Dávila.
Restivo, Néstor y Horacio Rovelli (2011) El accidente Grinspun. Buenos Aires: Capital
Intelectual.
Rougier, Marcelo (2012) La economía del peronismo. Una perspectiva histórica.
Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
Schorr, Martín (2012) “Argentina: ¿nuevo modelo o ‘viento de cola’?”. Nueva Sociedad
237:114-127.
Trindade, Hélgio (1982) “Burguesía y estado en Brasil: Un balance crítico”. Crítica &
Utopía 6:137-159.
Verbitsky, Horacio y Juan Pablo Bohoslavsky, eds. (2013) Cuentas pendientes. Los cóm-
plices económicos de la dictadura. Buenos Aires: Siglo XXI.
C.M. VILAS / Política, estado y clases en el kirchnerismo 63
Vilas, Carlos M. (2005) “Pobreza, desigualdad y sustentabilidad democrática: el ciclo
corto de la crisis argentina”. Revista Mexicana de Sociología 67 (2): 229-269.
Vilas, Carlos M. (1981) “El populismo como estrategia de acumulación: América
Latina”. Críticas de la Economía Política 20/21:95-147.
Wainer, Andrés y Martín Schorr (2014) “Concentración y extranjerización del capi-
tal en la Argentina reciente. ¿Mayor autonomía nacional o incremento de la
dependencia?”. Latin American Research Review 49 (3): 103-125.
Zaiat, Alfredo (2014) Economía a contramano. Buenos Aires: Planeta.