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Función y Campo de La Palabra y Del Lenguaje en Psicoanálisis

Lacan- Escritos 1

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Funcién y campo de la palabra y del Ienguaje en psicoanilisis! En particular, no habra que olvidar que la separacién en embriologia, anatomia, fisiologia, psicologia, sociologia, clinica, no existe en la naturaleza y que no hay mis que una diseiplina: la neurobiologia la que la observacién nos obliga a a epiteto humana en lo que nos concierne, (Cita ESCOGIDA PARA EXERCO DE UN INSITTUTO DE PSICOANALISIS, ey 1952, El discurso que se encontrar aqui merece ser introducido por sus circunstancias, Porque Heva sus marcas. El tema fue propuesto al autor para consttuir el informe teérico usual, en la reunién anual que la sociedad que representaba entonces al psicoanalisis en Francia proseguia desde hacia dieciocho afios en una tradicién que se habfa, ‘wuelto venerable bajo el titulo de "Congreso de los Psicoanalistas de Lengua Francesa", extendide desde hacia dos aites a los psicoanalistas de lengua ro- mance (y en el que se comprendfa a Holanda por una tolerancia de len- guaje). Ese Congreso debia tener lugar en Roma en el mes de septiembre de 1958, En el intervalo, ciertas disensiones graves acartearon en el grupo fi luna secesién, Se habian revelado con ocasi6n de la fundacién de un “insti= tuto de psicoanaliss", Se pudo escuchar entonces al equipo que habia lo- grado imponer sus estatutos y su programa proclamar que impediria hablar cen Roma aquel que junto con otros habia intentado introducir una concep 6 con ese fin todos los medios que estaba en sa poder. 1 Informe del Congreso de Roma celebrado en el situ di Psicologia della Universi li Roma et 26 ye 27 de septiembre de 1958 252 ESCRITOS 1 No parecis sin embargo a aquellos que desde entonces habian fundado la nueva Sociedad Francesa de Psicoanslisis que debiesen privar de la manifes- ‘acién anunciada a la mayoria de estudiantes que se adherian a su ense- fhanza, ni siquiera que debiesen renuciar al lugar eminente donde habia, sido proyectada, Las simpatias generosas que vinieron en su ayuda del grupo italiano no los colocaban en situacién de huéspedes inoportunos en la Ciudad universal. En cuanto al autor de este discurso, pensaba estar asistido, por muy des. igual que hubiese de mostrarse ante la tarea de hablar de la palabra, por al- jguna comnivencia inscrita en aquel lugar mismo. Recordaba en efecto que, mucho antes de que se revelase all la gloria de la mas alta citedra del mundo, Aulio Gelio, en sus Noches dicas, daba al hugar Namado Mons Vatizanus a etimologia de vagive que designa los primeros bal- buceos de la palabra, Si pues su diseurso no hubiese de ser cosa mejor que un vagido, por lo me- nos tomaria de ello el auspicio de renovar en su diseiplina los fundamentos que ésta toma en el lenguaje, Esta renovacién tomaba asimismo de la historia demasiado sentido para que él por st parte no rompiese con cl estilo tradicional que sitia el “in forme” entre la compilacign y la sintesis, para darle el estilo i puesta en tela de juicio de los fundamentos de esa diseiplina, Puesto que sus oyentes eran esos estudiantes que esperan de nosotros la palabra, fue sobre todo pensando en ellos como fomenté su discurso, y para remunciar en su honor a las reglas que se observan entre augures de remedar lrigor con la minueia y confundir regla y certidumbre, Enel conflicto en efecto que fos habia levado a la presente situaci6n, se har ban dado pruebas en cuanto a su autonomia de temas de un desconoci- ‘miento tan exorbitante, que la exigencia primera correspondia por ello a una reaccién contra el tono permanente que habia permitide semejante exceso, Es que mis allé de las circunstancias locales que haban movado este con cto, habia salido a lus un vicio que las rebasaba con mucho, Ya el solo he- cho de que se haya podido pretender regular de manera tan autoritaria la formacién del psicoanalista planteaba la cuestién de saber silos modos esta- blecidos de esta formacién no desembocaban en el fin paraddjico de una mi norizacién perpetuada. Giertamente, las formas iniciiticas y poderosamente organizadas en las que Freud vio la garantia de la transmisién de su doctrina se justifican en la posicién de una diseiplina que no puede sobrevivirse sino manteniéndose en el nivel de una experiencia integral feo de una YUNCION ¥ CAMPO DELA PATABRA 293, Pero :no han llevado a un formalismo decepeionante que desalienta la ini= ciativa penalizando el riesgo, y que hace del reino de Ia opinién de los doc tos el principio de una prudencia décil donde la autenticidad de la investiga cidn se embota antes de agotarse? La extrema complejidad de las nociones puestas en juego en nuestro do- ‘minio hace que en ningtin otx sitio corra un espivitu, por exponer su juicio, iis totalmente el riesgo de descubrir su medida Pero esto deberia arrastrar la consecuencia de hacer nuestro propésito primero, sino es que tinico, de la iberacién de las tesis porla ehucidacién de los principios Laseleccidn severa que se impone, en efecto, no podria ser remitida a los aplazamientos indefinides de una coopeién quisquillosa, sino a la fecundi- dad de la produccién conereta y a la prucha dialéctica de sostenimicntos contradictorios, Esto no implica de nuestra parte ninguna valorizacién de la divergencia. Muy al contrario, no sin sorpresa hemos podido escuchar en el Congreso in- cernacional de Londres, al que, por no haber cumplide las formas, veniamos como demandantes, a tna personalidad bien intencionada para con nos otros deplorar que no pudigsemos justficar nuestra secesién por alin desi cuerdo doctrinal. .Quiere esto decir que una asociacion que quiere ser inter. nacional tiene otro fin sino el de mantener el principio de la comunidad de nuestra experienc! Sin duda es el secreto de Polichinela que hace un buen rato que ya no hay tal, y fue sin ningsin escandalo como al impenetrable seior Zilboorg, que po niendo aparte nuestro caso insist en que ninguna secesién fuese admitida sino ‘titulo de debate cientifico, el penetrante sefior Wilder pudo replicar que de confrontar los prineipios en que cada uno de nosotros cree fundat su experien: «ia, nuestros mutos se disolveran bien pronto en la confusién de Babel. Creemos por nuestra parte quc, si innovamos, no estd en nuestros gustos hacer de ello un mérito En una diseiplina que no debe su valor cientifico sino a los conceptos tec ricos que Freud forjé en el progreso de su experiencia, pero que, por estar ‘odavia mal crticados y conservar por lo tanto la ambigiiedad de la lengua vulgar, se aprovechan de esas resonancias no sin incurrir en malentendidos, nos pareceria prematuro romper la tradicidn de su terminologia, Pero nos parece que esos términos no pueden sino esclarecerse con que se cestablezca su equivalencia en el lenguaje actual de la antropologia, incluso en los iltimos problemas de la flosofia, donde a menudo el psicoanaliss no tiene sino que recobrar lo que es suyo, 254 ESCRITOS 1 ‘Ungente en todo aso nos parece la tarea de desbrozar en nociones que se amortiguan en un uso de rutina el sentido que recobran tanto por un re tomoa su historia como por una reflexion sabre sus fundamentos subjetivos. Esta es sin duda la fancién del docente, de donde todas las otras depen- den, y es en ella donde mejor se inscribe el precio de la experiencia, Descuideseta y se obliterariel sentido de una aecién que no recibe sus efee- {08 sino del sentido, y las reglas téenicas, de reducnse a recetas, quitan a la ex periencia todo aleance de conocimiento ¢ incluso todo criterio de realidad. Pues nadie es menos exigente que un psicoanalista sobre lo que pucde dar que no esté lejos de considerar él mismo como mi ica, a falta de saber dénde situarla en una concepcisn de su campo que no, se le ocurre hacer concordar con su prictica El exergo cuyo adlorno hemos transportado a este prefacio es un ejemplo de ello bastante lindo, Por eso también, cestd acaso de acuerdo con una concepcién de la forma: ign analitica que serfa la de una escuela de conductores que, no contenta con aspirar al prvilegio singular de extender la licencia de conductor, imagi> nase estar en situacién de controlar la construceién automoxilistica? sta comparaci6n valdra lo que valga, pero sin duda vale tanto como las que corren en nuestras asambleas mis graves y que a pesar de haberse origi- nado en nuestro discusso a los idiotas, ni siquiera tienen el sabor de los ca melos de iniciados, pero no por eso parecen recibir menos un valor de uso. de su caricter de pomposa inepeia, La cosa empieza en la comparacién de todos conacida del candidato que se deja arrastrar prematuramente ala prictica con el cirujano que operaria, sin asepsia, y Mega hasta la que incita a llorar por esos desdichados estudi «es desgarrados por el contlicto de sus maestros como nities por el divorcio de sus padres, Sin duda, ésta, la hima en nacimiento, nos parece inspirarse en el respeto debido a Ios que han sufrido en efecto Io que Tlamaremos, moderando nues- uo pensamiento, una presién en la enseiianza que los ha sometide a una dura prueba, pero puede uno preguntarse también, escuchando su trémolo cen la boca de los maestros, si os limites del infantilismo no habrin sido sin previo aviso retrotrafdos hasta la tonteria Las verdades que estas frases hechas recubren merecerfan sin embargo que se las sometiese a un examen nvis serio, Método de verdad y de desmistficacién de los carmutlajes subjetivos, gma nifestaria el psicoanlisis una ambicién desmedida de aplicar sus principios a su propia corporacién, o sea, a la concepeidn que se forjan los psicoanalistas YUNCION ¥ CAMPO DEA PALABRA 295, de su papel ante el enfermo, de su lugar en la sociedad de los espiritus, de ‘sus relaciones con sus pares y de su misién de ensefianza? ‘Acaso por volver a abrir algunas ventanas a la plena luz del pensamiento de Freud, esta exposicién aliviaré en algunos la angustia que engendra una aaccién simboliea euando se pierde en su propia opacidad. Sea como sea, al evocar las circunstancias de este discurso no pensamos en absoluto en excusar sus instliciencias demasiado evidentes por el apresura rmiento que de ellas recibi6, puesto que es por el mismo apresuramiento por cl que toma su sentido com su forma, Aris de que hemos demostrado, en tn sofisma ejemplar del tiempo in- ersubjetivo? la funcién del apresuramiento en la precipitacidn logica donde la verdad encuentra su condicién irrebasable. [Nada creado que no aparezca en la urgencia, nada en la urgencia que no cengendre su rebasamiento en la palabra, Pero nada también que no se haga en ella contingente cuando viene su momento para el hombre, donde puede identificar en una sola razén el pars ‘ido que escoge y el desorden que denuncia, para comprender su coherencia cn lo real y adclantarse por su certidumbre respecto de la accién que los pone en equilibrio, INTRODUCCION ‘Vamos a determinar esto mientras estamos todavia en el afelio de nuestra materia, pues cuando leguemos al periheli, el calor seri capar de hacérnosta olvidar: LICHTENBERG “Flesh composed of suns, How can such be?", exclaim the simple R Brownino, Parleying with certain people Es tal el espanto que se apodera del hombre al descubrir la figura de su poder, que se aparta de ella en la accién misma que es la suya cuando esa la muestra desnuda, Es el caso del psicoanalisis, El descubrimiento 2 Gl. "E tiempo ligica y el aterto de certdumbre antcipada" en este tomo, pi 236 EscRrTos 1 —prometeico— de Freud fue una accién tal; su obra nos da testimonio de ello; pero no est menos presente en cada experiencia humildemente Me- vada a cabo por uno de los obreros formados en su escuela, Se puede seguir al filo de los atios pasados esa aversién del interés en cuanto a las funciones de la palabra y en cuanto al campo del lenguaje. Ella motiva los “cambios de meta y de técnica” confesados en el movimiento y cuya relacién con el amortiguamiento de la eficacia terapéutica es sin em> bargo ambigua. La promocién en efecto de la resistencia del objeto en la teo- ria en la técnica debe ser sometida ella misma a la dialéctica del anlisis que no puede dejar de reconocer en ella una coartada del sujeto, ‘Tratemos de dibujar la pica de este movimiento, Considerando esa lite- ratura que llamamos nuestra actividad cientifica, los problemas actuales del psicoanalisis se desbrozan netamente bajo tres encabezados: A] Funcisn de lo imaginario, diremos nosotros, o mas directamente de los fantasmas, en la enica de la experiencia y en la constitucién del objeto en los diferentes estadios del desarrollo psiquico. El impulso vino aqui del psi= coanalisis de los nifios, y del terreno favorable que ofrecta a las tentativas como a las tentaciones de los investigadores la cercanta de las estructuracio nes preverbales. Fs all también donde su culminacién provoca ahora wn re tomo planteando el problema de la sancidn simbolica que ha de darse a los fantasmas en su interpretacién, B) Nocisn de las relaciones libidinales de objeto que, renovando la idea del progreso de la cura, reestructura sordamente su conduccién. La nueva perspectiva tomé aqui su arranque de la extensién del método a las psicosis yde la apertura momentinea de la técnica a datos de principio diferente. El psicoanaliss desemboca por ahi en una fenomenologia existencial, yaun en ‘un activismo animado de caridad. Aqui también una reaccién nitida se ejerce ¢n favor de un retomo al pivote técnico de la simbolizacién. ] Importancia de la contratransferencia y, correlativamente, de la forma ign del psicoanalista. Aqui el acento vino de los azoros de la terminacisn de acura, que convergen con los del momento en que el psicoaniliss didctico acaba en la introduceién del candidaco a la prctica, ¥se observa la misma oscilacién: por tna parte, y no sin valentia, se indica el ser del analista como. clemento no despreciable en los efectos del anilisisy que incluso ha de ex: ponerse en st conduccién al inal del juego; no por ello se promulga menos enérgicamente, por otra parte, que ninguna soluciGn puede provenir sino de tuna profundizacion cada ver mis extremada del resorte inconsciente, Estos tres problemas tienen un rasgo comin fuera de Ia actividad de pio- neros que manifiestan en tres fronteras diferentes con la vitalidad de la expe- YUNCION ¥ CAMPO DEA PALABRA. 297 riencia que los apoya. Es la tentacidn que se presenta al analista de abando- nar el fundamento de la palabra, y esto precisamente en terrenos donde su uso, por confinar con lo inefable, requeriria més que nunca su examen: a s- ber, la pedagogia materna, la ayuda samaritana yla maestria dialéctiea. Fl pe- ligro se hace grande si abandona ademis su lenguaje en beneficio de lengua: {Jes ya instituidos y respecto de los cuales conoce mal las compensaciones que olvecen a la ignorancia, En verdad nos gustaria saber mas sobre los efectos de la simbolizacién en el niio, y las madres oficiantes en psicoandlisis, aun las que dan a nuestros nuis altos consejos un aire de matriarcado, no estén al abrigo de esa confi. sin de las Tenguas en la que Ferenczi designa la ley de la relacién nifio- adultos Las ideas que nuestros sabios se forjan sobre la relacién de objeto acabada son de una concepcién mas bien inciertay, si son expuestas, dejan aparecer luna mediocridad que no honra ala profesion, No hay duda de que estos efectos donde el psicoanalista coincide con el tipo de héroe moderne que ilustran hazaiias irrisorias en una situacién de cextravio— podrian ser corregidos por una justa wuclta al estudio en el que el psicoanalista deberia ser maestro, el de las fanciones de la palabra Pero parece que, desde Freud, este campo central de nuestro dominio haya quedado en barbecho. Observemios eusinto se cuidaba él mismo de ex: cursiones demasiado extensas en su periferia: habiendo descubierto los esta: dios libidinales del niio en el anlisis de los adultos y no interviniendo en el pequciio Hans sino por intermedio de sus padres; deseifrando un patio en tero del lenguaje del inconsciente en el delirio paranoide, pero no utili= zando para eso sino el texto clave dejado por Schreber en la lava de su eatis- trofe espiritual. Asumiendo en cambio para la dialéctica de la obra, como para la tradicién de su sentido, yen toda su altura, la posicién de la maestria 2Quiere esto decir que si cl lugar del maestro queda vacio, es menos por el hecho de su desaparicién que por una obliteracién creciente del sentido de sw obra? :No basta para convencerse de ello comprobat Io que ocurre en ese lugar? ‘Una téenica se transmite ali, de un estilo macilento y aun reticente en su opacidad, y al que toda aereacidn critica parece enloquecer. En verdad, to- mando el giro de un formalism levado hasta el ceremonial, y tanto que {5 Ferencsi: “Confusion of tongues between the adult nd the child” Pt four of Psch, 1918, xxx, i, pp. 225-280 238 EScRITOS 1 puede uno preguntarse si no cae por ello bajo el mismo paralelismo con la neurosis obsesiva, a través del cual Freuel apunté de manera tan convincente al uso, sino ala génesis, de los rtos religiosos. La analogfa se acentia si se considera la literatura que esta actividad pro- duce para alimentarse de ella: a menudo se tiene en ella la impresién de un curioso citenito cerrado, donde el desconocimiento del origen de los térmi nos engendra el problema de hacerlos concordar, y donde el esfuerzo de re- solver este problema refuerza este desconocimiento. Para remontarnos a las causas de esta deterioracién del discurso analitico, cs legitimo aplicar el método psicoanalitico a la colectividad que lo sostiene. Hablar en efecto de la pérdida del sentido de la accién analitica es tan cierto y tan yano como explicar el sintoma por su sentido, mientras ese sen- ido no sea reconocido, Pero es sabido que, en ausencia de ese reconoci- ‘miento, laaccién no puede dejar de ser experimentada como agresiva en el nivel en que se coloca, y que en ausencia de las “resistencias” sociales en que €l grupo analitico encontraba ocasién de wanquilizatse, los limites de su 10 lerancia a su propia actividad, ahora “concedida” si es que no admitida, no dependen ya sino de la masa numérica por la que se mide su presencia en la scala social Estos principios bastan para repartir las condiciones simbdlicas, imagimarias y reales que determinaran las defensas —aislamiento, anulacion, negacidn y fen general desconocimiento— que podemos reconacer en la doctrina, Entonces si se mide por su masa la importancia que el grupo norteameri- cano tiene para el movimiento analitco, se apreciarn en sa peso las condi- ciones que se encuentran en él En el orden simbélico, en primer lugar, no se puede descuidar la impor tancia de ese factor del que hablabamos en el Congreso de Psiquiatria de 1950, como de una constante caracteristiea de un medio cultural dado: con- dicidn aqui del antihistoricismo en que todos estan de acuerdo en reconocer cl rasgo principal de la “comunicacién” en los Estados Unidos, y que a nes. uo entender esta en los antipodas de la experiencia analitica. A lo cual se aiade una forma mental muy autéctona que bajo el nombre de beharviourisma domina hasta tal punto la nocién psicoldgica en Norteamérica, que esti claro que a estas alturas ha recubierto totalmente en el psicoanaliss la inspi- racién freudiana. En cuanto los otros dos érdenes, dejamos alos interesados el euidado de apreciar lo que los mecanismos manifestados en la vida de las sociedades psi- coanalitcas deben respectivamente a las relaciones de prestancia en el inte rior del grupo y a los efectos de st libre empresa sentidos sobre el conjunto. YUNCION ¥ CAMPO DELA PALABRA 239 del cuerpo social, asf como el exédito que conviene dar ala nocién subrayada por uno de sus representantes ms Kicidas, de la convergencia que se ejerce entre la extrancidad de un grupo donde domina el inmigrante y la distancia ci6n a que lo atrac la fmcién que acarrean las condiciones arriba indicadas de la cultura. Aparece en todo caso de manera innegable que la concepcisn del psicoa: nilisis se ha inelinado allf hacia la adaptacién del individuo al entorno social, la buisqueda de los patterns de la conducta y toda la objetivacién implicada en lanocién de las human relations, y es ésta sin duda una posicién de exclusi6n privilegiada con relacin al objeto humano que se indica en el término, ma cido en aquellos parajes, de human engineering, Asi pues a la distancia necesaria para sostener semejante posicién es a la que puede atribuirse el eclipse en el psicoanzliss de los términos mis vivos de sa experiencia, el inconsciente, la sexualidad, cuya mencidn misma pare _que debiese borrarse préximamente. No tenemos por qué tomar partido sobre el fornsalismo y el espiritu tende- ril, que los documentos oficiales det grupo mismo sefalan para denunciar- los. El fariseo y el tendero no nos interesan sino por su esencia comin, fuente de las dificultades que tienen uno y otro con la palabra, y especial= mente cuando se trata del lang shop, de hablar del oficio. Es que la incomunicabilidad de los motives, si puede sostener un magiste- rio, no corre pareja con la maestria, por lo menos la que exige ana ense- fianza. La cosa por lo demas fre percibida cuando fue necesario hace poco, para sostener su primacia, dar, para guardar las formas, al menos una leec Por eso la fidelidad indefectiblemente reafirmada por el mismo bande ba cia la enica tradicional previo balance de las pruebas hechas en los campos: frontera enumerados més arriba no carece de equivocos; se mide en la susti- ‘cin del término clasico al término ortodexo para calificar a esta técnica. Se prefiere atenerse a las bucnias maneras, a falta de saber sobre la doctrina de- cir nada “Afirmamos por nuestra parte que la técnica no puede ser comprendida, ni por consiguiente correctamente aplicada, si se desconocen los conceptos que la fundan. Nuestra tarea sera demostrar que esos conceptos no toman st pleno sentido sino orientindose en un campo de lenguaje, sino ordensin- dose a la fameién de la palabra. Punto en el que hacemos notar que para manejar algiin concepto freu diamo, la lectura de Freud no podria ser considerada superfhua, aunque fuese para aquellos que son homénimos de nociones corrientes. Como lo demucs- tra la malaventura que la temporada nos trae a la memoria de una teoria de 240 ESCRITOS 1 los instintos revisada de Freud por un autor poco despierto a la parte, Ila: ‘mada por Freud expresamente mitica, que contiene, Manifiestamente no po- dria serlo, puesto que la aborda por el libro de Marie Bonaparte, que cita sin cesar como tin equivalente del texto freudiano y esto sin que nada advierta de ello al lector, onfiando tal vez, no sin razén, en el buen gusto de éte para no confunditlos, pero no por ello dando menos prueba de que no entiende ni jota del verdadero nivel de la segunda mano. Por cuyo medio, de reduce cién en deduceidn y de induccién en hipétesis, el autor concluye con la es tricta tautologia de sus premisas falsas: a saber, que los instintos de que se trata son reductibles al arco reflejo, Como la pila de platos cuyo derrumbe se destila en la exhibicién chisica, para no dejar entre las manos del artista mis que dos trozos desparejados por el destrozo, la construccidn compleja que va desde el descubrimiento de las migraciones de la libido a las zonas er6genas: hhasta el paso metapsicolégica de un principio de placer generalizado hasta el tinto de muerte, se consierte en el binomio de un insinto exstico pasivo odelado sobre la actividad de las despiojadoras, cars al poeta, y de un ine Linto destructor, simplemente identificado con la moticidad, Resultado que merece una meneién muy honrosa por el arte, voluntario ono, de levar hasta el rigor ls consecuencins de tn malentendido, 1. PALABRA VACIA Y PALABRA PLENA EN LA REALIZAGION PSICOANALATICA, ex suyero Donne en ma bouche parole vraie et estable et fay de moy langue cault, LLINTERSELLE CONSOLACION, CAPITULO XLV: QU'ON NE DOTT PAS CEACUN (CRORE ET DU LEGIER TREBUCHEMENT DE PAROLES. Charla siempre, Divisa DEL PENSAMENTO “CALSISTA"® Ya se dé por agente de curacién, de formacién 0 de sondeo, el psicoanslisis no tiene sino un medium: la palabra del paciente. La evidencia del hecho no, 4 [Alusén al poema de Rimbaud: “Les chercheuses de poux". 15) 5. Juego de palabras cous, eausae, significa también, en el lenguaje popu: lar “charae™ 13), cexcusa que se la desatienda, Ahora bien, toda palabra llama a una respuesta ‘Mostraremos que no hay palabra sin respuesta, incluso sino encuentra ims que el silencio, con tal de que tenga un oyente, y que éste ¢s el meollo, de su funcidn en el analiss, Pero si el psicoanalista ignora que asi sucede en la funcién de la palabra, no experimentard sino ms fuertemente su llamado, y si es el vacio el que pe ‘meramente se hace oir, es en si mismo donde lo experimentaré y ser més allé de la palabra donde buscar una realidad que colme ese vacio. Llega ast a analizar el comportamiento del sujeto para encontrar en él lo que no dice. Pero para obtener esa confesién, es preciso que hable de ello ‘Vuelve entonces a recobrar la palabra, pero wuelta sospechosa por no haber respondido sino a la derrota de su silencio, ante el eco percibido de su pro- pia nada. Pero zqué era pues ese llamado del sujeto mis alld del vacfo de su decir? Liamado a la verdad en su principio, a través del cual itubearsn los Hamados de necesidades mis humildes, Peto primeramente y de golpe llamado pro- pio del vacio, en la hiancia ambigua de una seduccién intentada sobre el otro por los medios en que el sujeto sivia su complacencia y en que va a adentrar el monumento de su narcisismo, “ia estamos en la introspeccién!”, exclama el prudente caballero que se las sabe todas sobre sus peligros. Giertamente no habra sido é1, confiesa, el Uilimo en saborear sus encantos, si bien ha agotado sus provechos. Lastima que no tenga ya tiempo que perder. Porque oiriais estupendas y profundas cosas, si legase a vuestro divin. Esextraio que un analista, para quien este personaje es uno de los prime- ros encuentros de su experiencia, se valga todavia de la introspeccidn en el psicoanilisis. Porque apenas se acepta la apuesta, se escabullen todas aque lias bellezas que crefa uno tener en reserva. Su cuenta, de obligarse a ella, pa- recerd corta, pero se presentan otras bastante inesperadas de nuestro hom= bre como para parecerle al principio tontas y dejarlo mudo un buen momento, Suerte comin.” Capta entonces la diferencia entre el espejismo de mondlago cuyas Fanta sias acomodaticias animaban su jactancia, ¥el trabajo forzado de ese discurso sin escapatoria que el psicdlogo, no sin humorismo, y el terapeuta, no sin as. tucia, decoraron con el nombre de “asociacién Hbre”, 6 Pirro reelaborado (1966) 242 ESCRITOS 1 Porque se tata sin duda de un trabajo, y tanto que ha podido decirse que cexige un aprendizaje y aun llegar a ver en ese aprendizaje el valor formador de ese trabajo. Pero tomado asi, qué otra cosa podria formar sino wn obrero, calificado? Yentonces, zqué sucede con ese trabajo? Examinemos sus condiciones, st fruto, con la esperanza de ver mejor asf su meta y su provecho. Se hab reconocido a la pasada la pertinencia del término durcharbiten a que equivale el inglés awrking through, y que entre nosotros ha desesperado a los traductores, aun cuando se ofteciese a ellos el ejericio de agotamiento mar- cado para siempre en la lengua francesa por el cuiio de tn maestro del esto: Cien veces en el tear volved a poner:.,7 pero ze6mo progresa aqui la obra? Lateoria nos recuerda la triads: frustracién, agresividad, regresidn. Es una cexplicacién de aspecto tan comprensible que bien podria dispensarnos de comprender. La intuicin es gil, pero una evidencia debe sernos tanto mis sospechosa cuando se ha convertido en lugar comin, Si el ani sorprender su debilidad, convendré no conformarse con el recurso ala afec- tividad, Palabra-tabii de la incapacidad dialéctica que, con el verbo intelatua lizar,cuya acepei6n peyorativa hace mérito de esa incapacidad, quedarsn en la historia de la lengua como los estigmas de nuestra obtusién en lo que res. pecta al sujeto® Preguntémonos mis bien de dénde viene esa frustracién, :Bs del silencio del analista? Una respuesta, incluso y sobre todo aprobadora, ala palabra va cia muestra a menudo por sus efectos que es mucho més frustrante que el si- lencio. -No se tratard ms bien de una frustracién que seria inherente al die. curso mismo del sujeto? :No se adentra por él el sujeto en una desposesin ids y ms grande de ese ser de si mismo con respecto al cual, a fuerza de neuras sinceras que no por ello dejan menos incoherence la idea, de recti- ficaciones que no llegan a desprender su esencia, de apuntalamientos y de defensas que no impiden a su estatua tambalearse, de abrazos narcisistas que se hacen soplo al animarlo, acaba por reconocer que ese ser no fue nunca sino su obra en lo imaginario y que esa obra defrauda en él toda certidum- bre? Pues en ese trabajo que realiza de reconstruitla para ot, vuelve a encon- ‘rar la alienacién famdamental que le hizo construirla como otra, y que la des- tind siempre a serle hurtada por otra? 17g (sc fos sur le mete, remeter wore ourage., Boileau, Arpt que 13) 8 Habiamos exrito primeramente en materia de psiologia (1966). 9 Parrato relaborad (1968), YUNCION ¥ CAMPO DELA PATABRA 243, Este go, cuya fuerza definen ahora nuestros teéricos por la eapacidad de sostener una frustraciOn, es frastracin en so esencia. Fs frustracién no de tun deseo del sujeto, sino de-un objeto donde su desco estéalienado y que, cuanto més se elabora, tanto mas se ahonda para el sujeto la alienacisn de st oce. Frustracién pues de segundo grado, y tal que aun cuando el sujeto en ‘su discurso levara su forma hasta la imagen pasivizante por la cual el sujeto ‘s€ hace objeto en la ceremonia del espejo, no podria con ello satisfacerse, puesto que aun sialcanzase en esa imagen su mas perfecta similitd, seguiria siendo el goce del otro lo que harfa reconocer en ella. Por eso no hay res puesta adecuada a ese diseurso, porque el sujeto tomaré como de desprecio toda palabra que se comprometa con su equivocacién." Laagresividad que el sujeto experimentara aqui no tiene nada que ver con la agresividad animal del desco frustrado, Esta referencia con Ia que muchos se contentan enmaseara otra menos agradable para todos y para cada uno: la agresividad del esclavo que responde a la frustracién de su trabajo por un de- seo de muerte Se concibe entonces cémo esta agresividad puede responder a toda inter venci6n que, denunciando las intenciones imaginaras del discurso, desarma el objeto que el sujeto ha construido para satisfacerlas. Bs lo que se Hama en efecto el anilisis de las resistencias, cya vertiente peligrosa aparece de diato, Esti sefalada ya por la existencia del ingenuo que no ha visto nunca ma- nifestarse otra cosa que la significacién agresiva de las Fantasias de sus suetos.® 10) Es date el punto de eruramiento ee usa demiacion tanto pritica come tes ientficar el ago con la diaciplina del aujeto es confundir el maginario con el dominia de los instinton Ea por ello expo- here a erones de juilo en ta conduccion del tratamiento, asia apunta a lun reforzamiento del qoen muchas neurosis motivadse por au estructura ‘demasiado fuerte, lo cual es un callejn sn aida. ;No hemos led, bajo la pluma de nuesuo amigo Michael Balint, que un reforzamiento del age debe Ser favorable a sujeto que sute de gaculatio aca, porgue le peratiria tuna Suspensién mis prolongada de su deseo? ,Cémo pensario sin embargo, ses precisamente al hecho de que su desco est sugpendido dela funcion imaginaria del egal que el sujeto debe el cortocteulto det acto, sobre e! ‘cual clinica pricoanatica muestra claramente que et ligado a la ident fieacién narcisita con la pareja? 11. Juego de palabras entre mips “desprecio',y mprisg “equivocacidn" 7) 12 Esto en el wabajo mismo al que damos a palma al final de muestra intro- dduccidn (1966). Queda sefalado en lo que sigue que la agresvia no es Sino un efecto lateral ele la rastracin salir, wi bien sede ser reforrad por certo tipo de intervencin; que, como tal no esa tax de la pareja frustracion-regresin 244 ESCRITOS 1 Ese mismo es el que, no vacilando en alegar en favor de un salista” que se propondia transformar al sujeto en su presente por explica- ciones sabias de su pasado, traiciona bastante hasta en su tono la angustia, que quiere ahorrarse de tener suspendida de la de su intervencidn. Que el expediente al que se lanza pueda ser en algiin momento benéfico para el sujeto, es cosa que no tiene tro alcance que una broma estimulante y no nos ocuparsi més tiempo, Apuntemos més bien a ese hi ef nunc donde algunos creen deber encerrar la maniobra del aniliss, Puede en efecto ser itil, con tal de que la intencidn 1¢ pensar que la libertad de su paciente esté imaginaria que el analista descubre alli no sea separada por él de la relac simbolica en que se expresa, Nada debe alli leerse relerente al yodel sujeto que no pueda ser reasumido por é! bajo la forma del yo [je], sea, en pri- “Nate sid exo sno para eyara se Toque pied se tl no ese punta permanente de la asuncién que el sujeto hace de sus espejismos, _dGnde podsfa asirse aqui un progreso? E] analista entonces no podria acosar sin peligro al syeto en Ia intimidad de su gesto, o aun de su estitica, salvo a condicién de reintegrarlos como par tes mudas de su discurso narcisista, y esto ha sido observado de manera muy sensible, incluso por jévenes practicantes, El peligro all no és el de la reaccién negativa del sujeto, sino mas bien el de su captura en uma objetivacin, no menos imaginaria que antes, de su es tética, o aun de su estatua, en un estatuto renovado de su alienacién, Muy al contrario, el arte del analista debe ser el de suspender las certidumne bres del sujeto, hasta que se consuman sus tltimos espejismos. Yes en el dis curso donde debe escandirse su resolucién. Por vacio que aparezca ese discurso en efecto, no es asi sino tomandolo en su valor facial: el que justifica la frase de Mallarmé cuando compara el uso comin del lenguaje con el intereambio de una moneda cuyo anverso y euyo reverso no muestran ya sino figuras borrosas y que se pasa de mano en mano “en silencio”. Esta metéfora basta para recordarnos que la palabra incluso en el exiremo de su desgaste, conserva su valor de tésera Ineluso sino comunica nada, el discurso representa la existencia de la co- smunicacin; incluso si nega la evidencia, afirma que la palabra constinuye la 18 (Precio al Tht du vrs, de Ren€ Gi "Narrar, ensefiar, incluso deser bir exo marcha yan ai basta evalquiera quis, para intereambir el ppensamiento human, tomar 9 poner en la mano del oto en silencio uma Piers de moneda.” (Ewes comps, Paris, La Plie, p. 857) 98) verdad; incluso si esté destinado a engaiiar, especula sobre la fe en el testi- Por eso el psicoanalista sabe mejor que nadie que la euestién en él es en- tender a qué “parte” de ese discurso esta confiado el sérmino significativo, y ces asi en efecto como opera en el mejor de los casos: tomando el relato de luna historia cotidiana por un apélogo que a buen entendedor pocas pala bras, una larga prosopopeya por una interjeccién directa, o al contrario un simple lapsus por una declaracién harto compleja, y aun el suspiro de un si- lencio por todo el desarrollo iico al que suple. Asi, es una puntuacisn afortunada la que da su sentido al diseurso del su. Jeto. Por eso la suspensién de la sesidn de la que la téenica actual hace un alto puramente cronométrico, y como tal indiferente a la trama del discurso, ddesemperia en él un papel de escansién que tiene todo el valor de una inter vencién para precipitar los momentos concluyentes. Y esto indica liberar a ese término de su marco rutinario para someterlo a todas ls finalidades Gti= les de la eniea. Ast es como puede operarse la regresin, que no es sino la actualizacién fen el discurso de las relaciones fantascadas restiruidas por un ego en cada ctapa de la descomposicién de su estructura, Porque, on fin, esta regresign no es real; no se manifiesta ni siquiera en el lenguaje sino por inflexiones, gi- 10s, "wopiezos tan ligeros” ["trebuchements si legiers") que no podrfan en \ltima instancia sobrepasar el artficio del habla "babyish"en el adulo, Impu- tarle la realidad de una relacién actual con el objeto equivale a proyectar al sujeto en una ilusién alienante que no hace sino reflejar una coartada del psicoanalista Por eso nada podria extraviar mis al psicoanalista que querer guiarse por tun pretendido contacto experimentado de la realidad del sujeto, Este ca- melo de la psicologia intuicionista, incluso fenomenolégica, ha tomado en el uso contemporsnco una extensién bien sintomatica del enrarecimiento de los efectos de la palabra en el contexto social presente, Pero su valor obsesivo se hace flagrante con promoverla en una relacisn que, por sus reglas mismas, cexcluye todo contacto real. Los jévenes analistas que se dejasen sin embargo imponer por lo que este recurso implica de dones impenetrables, no encontrarin nada mejor para dar marcha atris que referirse al éxito de los controles mismios que padecen. Desde el punto de vista del contacto con lo real, la posbilidad misma de es- {0s controles se convertiria en un problema, Muy al contrario,el controlador ‘manifesta en ello una segunda visibn (la expresion cae al pelo) que hace para él la experiencia por lo menos tan instructiva como para el controlado. 1248 EscRrTos 1 Y esto casi tanto mis cuanto que este llimo muestra menos de esos domes, que algunos consideran tanto ms incomunicables cuanto mis embarazo_ provocan ellos mismos sobre sus secretos téenicos. Larazén de este enigma es que el controlado desempeia ali el papel de filtro, 0 incluso de refractor del discurso del sujeto, y que asf se presenta ya hecha al controlador una estereografia que destaca ya los res 0 cuatro regis: twos en que puede leer la partitura constituida por ese discurso, Si el controlado pudiese ser colocado por el controlador en una posicién suubjetiva diferente de la que implica el término siniestro de control (ventajo- samente sustituido, pero sélo en lengua inglesa,"* por el de supervision), el mejor fruto que sacarfa de ese ejercicio serfa aprender a mantenerse él ‘mismo en la posicién de subjetividad segunda en que la situacién pone de entrada al controlador. Encontraria en ello la vfa auténtica para aleanzar lo que la clisica formula de la atencién difusa y aun distrafda del analista no expresa sino de manera muy aproximada, Pues lo esencial es saber a lo que esa atencién apunta: se- guramente no, todo nuestro trabajo esta hecho para demostrarlo, a un ob- jeco mas alla de la palabra del sujeto, como algunos se constrifien a no per- derlo munca de vista. Si tal debiese ser el camino del analisis, serfa sin dada ‘otros medios a los que recurriria, o bien se odo que se prohibiese los medios de su fin, El inico objeto que esté al alcance del analista es la relacién imaginaria que lo liga al sujeto en cuanto ya, y, falta de poderlo elimina, puede utili- zarlo para regular el eaudal de sus orejas, segtin el uso que la fisiologta, de acuerdo con el Evangelio, muestra que es normal hacer de ella: orias para no or, dicho de otra manera, para hacer la ubicacidn de lo que debe ser ofdo, Pues no tiene otras, ni tercera oreja, ni cuarta, para wna transatidicién que se desearia directa del inconsciente por el inconsciente. Diremos lo que hay que pensar de esta pretendida comunicacién, ‘Hemos abordado la fancién de la palabra en el anilisis por el sesgo més ingrato, el de la palabra vaeia, en que el sujeto parece hablar en vano de al: guien que, aunque se le pareciese hasta Ia confusién, nunca se uniré a él en. la asuncién de su deseo. Hemos mostrado en ella la fuente de la deprecia- cidn creciente de que ha sido objeto la palabra en la teoria ya técnica, y he- mos tenido que levantar por grados, cual una pesida rueda de molino eaida sobre ella, lo que no puede servir sino de volante al movimiento del andlisis el tinico ejemplo de un mé um expaiol a8] YUNCION Y CAMPO DEA PALABRA. 247 ‘a saber, los fuctores psicofisiol6gicos individuales que en realidad quedan ex: cluidos de su dialéctica, Dar como meta al analisis el modificar su inereia pro- pia es condenarse alla ficcién del movimiento, con que cierta tendencia de la técnica parece en efecto satisfacerse, Si dirigimos ahora nuestra mirada al otro extremo de la experiencia psicoa nalitica —a su historia, a su casuistica, al proceso de la cura—, hallaremos motivo de oponer al aniliss del hic ef nunc el valor de la ananmesis como in dice y como resorte del progreso terapéutico, ala intrasubjetividad obsesiva la intersubjetividad histévica al analisis de la resistencia la interpretacin sim- blica. Aqui comienza la realizacién de la palabra plena, Examinemos la relacién que ésta constituye. Recordemos que el método instausrado por Brewery por Freud fue, poco después de st nacimiento, bautizado por una de las pacientes de Brewer, Anna O., con el nombre de "talking cure”, Recordemos que fue la experien- cia inaugurada con esta histérica la que los llews al deseubrimiento del acon- tecimiento patégeno llamado traumatico. Si este acontecimiento fue reconocido como causa del roma, es que la pest en patron de uo (en is“ ener) determin vantamiento del otro, Aqut el término “toma de conciencia”, tomado de la ‘eorfa psicalégica de ese hecho que se elaboré en seguida, conserva un pres: tigi que merece la desconfianza que consideramos como de buena regla res- pecto de las explicaciones que hacen oficio de evidencias. Los prejuicios psi= col6gicos de la época se oponfan a que se reconociese en la verbalizacién como tal otra realidad que la de su flatus vocis. Queda el hecho de que en el estado hipnético esti disociada de la toma de conciencia y que esto bastaria para hacer revisar esa concepcién de sus efectos. ero zedmo no dan aqui el ejemplo los valientes de la Aufhebung behaviow sista, para decir que no tienen por qué conocer si el sujeto se ha acordado de cosa alguna? Unicamente ha relatado el acontecimiento, Diremos por nes: ta parte que lo ha verbalizado, o para desarrollar este término cuyas reso- nancias en francés [como en espafiol] evocan una figura de Pandora dife- rente de la de la caja donde habria tal vez que volverlo a encerrar, lo ha hecho pasar al verbo, o mis precisamente al sposen el que se refieren en la hora presente a los origenes de su persona, Esto en un lenguaje que permie ‘su discurso ser entendido por sus contemporsneos, y mas atin que supone el discurso presente de éstos. Asf es como la recitacién del epas puede incluir tun discurso de antatio en su lengua arcaica, incluso extranjera, incluso pro- aba elle. ‘248 EScRITOS 1 seguirse en el tempo presente con toda la animacion del actor, pero es ala manera de un diseurso indirecto, aslado entre comillas en el curso del relato, 4 51 se representa, es en un escenario que implica la presencia no sélo de coro, sino de espectadores, La rememoracién hipnética es sin duda reproduccién del pasado, pero so- bre todo representacién hablada y que como tal implica toda suerte de pre sencias, Es a la rememoracién en vigilia de lo que en el anslisis se ama cx riosamente “el material”, lo que el drama que produce ante Ia asamblea de los ciudadanos los mitos originales de la Urbe es ala historia que sin duda cesté hecha de materiales, pero en la que una nacién de nuestros aprende a leer los simbolos de un destino en marcha, Puede decitse en len guaje heideggeriano que una y otra constituyen al sujeto como grursend, es decir como siendo el que asi ha sido. Pero en la unidad interna de esta tem- poralizacién, el siendo [dant: ent] sefiala la convergencia de los habiendo sido. Ex decir que de suponer otros encuentros desde uno cualquiera de esos mo- aentos que han sido, habria nacido de ello otro ente que lo haria haber sido. dde manera totalmente diferente. La ambigiiedad de la revelaci6n histérica del pasado no proviene tanto det titubeo de su contenido entre lo imaginario y lo real, pues se sitia en lo uno yen lo otro, No es tampoco que sea embustera, Es que nos presenta el n miento de la verdad en la palabra, y que por eso twopezamos con la realidad de lo que no es ni verdadero ni falso, Por lo menos esto es lo més turbador de su problema. Pues de la verdad de esta revelacisn es la palabra presente la que da test= smonio en la realidad actual, y la que la funda en nombre de esta realidad. Ahora bien, en esta realidad sélo la palabra da testimonio de esa parte de los poderes del pasado que ha side apartada en cada enerucijada en que el acon: ccimiento ha escogido. Por eso la condicién de continuidad en la anamnesis, en la que Freud imide la integridad de la curacién, no Gene nada que ver con el mito bergso- niiano de una restauracién de la duracién en que la autenticidad de cada ins. ‘ante seria destruida de no resumir la modulacién de todos los instantes an- ecedentes. Fs que no se trata para Freud ni de memoria biolégica, ni de su mistificacién intuicionista, ni de la parammesia del sintoma, sino de rememo- racién, es decir, de historia, que hace descansar sobre el Gnico fel de las cer- idumbres de fecha la balanza en la que las conjeturas sobre el pasado hacen ‘oscilar las promesas del faruro, Seamos categoricos, no se trata en la anamne- sis psicoanalitica de realidad, sino de verdad, porque ¢s el efecto de una pa labra plena reordenar las contingencias pasadas dindoles el sentido de las YUNCION ¥ CAMPO DELA PALABRA 249 neeesidades por vent, tales como las constituye la poca libertad por medio de la cual el sujeto las hace presentes Los meandros de la bisqueda que Freud prosigue en la exposicién del caso del “hombre de los lobos" confirman estas expresiones por tomar en ellas su pleno sentido, Freud exige una objetivaci6n total de la prueba mientras se trata de Fechar la escena primitiva, pero supone sin més todas las resubjetivaciones del acon- tecimiento que le parecen necesarias para explicar sus efectos en cada vuelta en que el sujeto se reestructura, es decir, otras tantas reestructuraciones del acontecimiento que se operan, como él lo expresa, nackiriglch,retroactivae rmente.!® Es més, con una audacia que linda con la desenvoltura, declara que considera legitimo hacer en el analisis de los procesos laelisién de los inter- valos de tiempo en que el acontecimiento permanece latente en el sujeto.!® Es decir que anula los tiempos para comprenderen provecho de los momentos de concluirque precipitan la meditacién del sujeto hacia el sentido que ha de de- cidirse del acontecimiento original. ‘Observemos que el tiempo para comprendery el momento de concur son fn ciones que hemos definido en tn teorema puramente l6gico,!” y que son far riliares a nuestros alumnos por haberse mostrado muy propicias al analisis dialéctico por el eual los guiamos en el proceso de un psicoas Es ciertamente esta asuncién por el sujeto de su bistoria, en cuanto que est constituida por la palabra dirigida al otro, la que forma el fondo del nuevo método al que Freud da el nombre de psicoanilisis, no en 1904, como lo enseviaba no ha mucho una autoridad que, por haber hecho a un lado el rmanto de un silencio prudente, mostr6 aquel dia no conocer de Freud sino el titulo de sus obras, sino en 1895.!* ‘debit del tezmino, BN. 1 p. 803 [el waducto espaol dice @ postr A. x, p. 42 [con posteriordad) 26 GW xu, p- 72,21, idmasIineas. Se uelvea encontarsubrajada en la nota la nocidn de Nackrighehhei. Ging pschanabses,p. 356, 0. 1:B.N 0, p 803, nota A. xvu,p. 43,0. 19. 17 GL pp. 19201 de esta recopilacin, 18 En th aniclo al aleance del lector francés menos exigent, puesto que ap Fecid en la Ree Nnwolopiqucuya clecckin se encuentra habitualmente en las bibliotecasde las sala cde guard, El cisparate aqui rexediad iustra entre ovos cémo dicha autotdad ala que saludamos en las pp. 283-240 se tidis com a radars. 1250 ESCRITOS 1 Al igual que Freud, tampoco nosotros negamos, en este anslisis del sen- Lido de su método, la discontinuidad psicorisiolégica que manifiestan los es tados en que se produce el sintoma histérico, ni que éste pueda ser tratado, por métodos —hipnosis, incluso narcosis— que reproducen la discontin dad de esos estados. Sencillamente, y tan expresamente como él se prohibid a partir de cierto momento recurrir a ellos, desautorizamos todo apoyo to- ‘mado en esos estados, tanto para explicar el sintoma como para curatl. Porque sila originalidad del método esté hecha de los medios de que se priva, es que los medios que se reserva bastan para constituir un dominio ea yor limites definen la relatividad de sus operaciones. Sus medios son los de la palabra en cuanto que conliere a las funciones del individu un sentido; su dominio es el del discurso concreto en cuanto, campo de la realidad transindividual del sujeto; sus operaciones son las de la historia en cuanto que constituye la emergencia de la verdad en lo real Primeramente, en efecto, cuando el syjeto se adentra en el andlisis, acepta luna posicién mas constituyente en sf misma que todas las consignas con las que se deja mas 0 menos engaiiar: la de la interlocucién, y no vemos incon- veniente en que esta observacién deje al oyente confundido.1? Pues nos dara ocasién de subrayar que la alocucién del sujeto supone wn “alocutario" 2 di= cho de otra manera, que el locutor”! se constituye aqui como intersubjetivi- dad, En segundo lugar, sobre el fandamento de esta interlocucién, en cuanto ineluye la respuesta del interlocutor, es como el sentido se nos entrega de lo que Freud exige como restitucién de la continuidad en las motivaciones del sujeto. El examen operacional de este objetivo nos muestra en efecto que no se satisface sino en la continuidad intersubjetiva del diseurso en donde se consticuye la historia del sujeto. Asi es como el sujeto puede vaticinar sobre su historia bajo el efecto de tuna cualquiera de esas drogas que adormecen la conciencia y que han reci= 19. ego de palabras entre sneocution estrone “confndi, “xsd”, sos habla paras pared” Se drge sexe (gran) Oro cna tora hemos relorzado despite gobiersa alga fork en laren el rine al que nox mjetamos toda en eg fea el de intersubyetvidad (1966), smos estos rminos de lorado Edouard Pichon, que, tanto eas indicaciones que dio para el nacimlento de nuestra dacplina como para lax que lo gularon en fs tnieblas de las personas, most una adiinac aque silo padenioereferiraauejercicio de la semen, bido en nuestro tiempo el nombre de “sueros de la verdad”, en que la segu ridad en el contrasentido delata la ironia propia del lenguaje. Pero la retrans- ‘isin misma de su discurso registrado, aunque fuese hecha por la boca de su médico, no puede, por llegutle bajo esa forma alienada, tener los mismos efectos que la interlocucién pricoanalitica, Por eso es en el planteo de un tercer término donde el descubrimiento freudiano del inconsciente se esclarece en su fundamento verdadero y puede ser formulado de manera simple en estos términos: El inconsciente es aquella parte del diseurso concreto en cuanto transindi- vidual que falta a la disposiein del sujeto para restablecer la continuidad de su discurso consciente. Asi desaparece la paradoja que presenta la nocién del inconsciente, si se la refiere a una realidad individual, Pues reducirla a la tendencia inconsciente s6lo es resolver la paradoja eludiendo la experiencia quie muestra claramente que el inconsciente participa de las fanciones de la idea, incluso del pensa- nniiento. Como Freud lo subraya claramente, cuando, 10 pudiendo evitar del pensamiento inconsciente la conjuncién de términos contrariados, le da el vistico de esta invocacién: sit venia verbo. Asi pues le obedecemos echandole la culpa al verbo, pero a ese verbo realizado en el discurso que corre como, cen el juego de la sortija® de boca en boca para dar al acto del sujeto que re cibe su mensaje el sentido que hace de ese acto un acto de su historia y que le da su verdad. Yentonces la objecién de contradiccién in terminis que eleva contra el pen= samiento inconsciente una psicologia mal fundada en su légica eae con la distincién misma del dominio psicoanalitico en cuanto que manifiesta la rea lidad del discurso en su autonomfa y el eppursi muove! del psicoanalista coins cide con el de Galileo en su incidencia, que no es la de la experiencia del he- cho, sino la del experimentum ments. E] inconsciente es ese capitulo de mi historia que esté marcado por un blanco u ocupado por un embuste: es el capitulo censurado, Pero la verdad puede volverse a encontrar; lo mis a menudo ya esti escrita en otra parte. A. saber: cn los monumentos: esto ¢s mi cuerpo, ¢s decir, el niicleo histérico de la neurosis donde el sintoma histérico muestra la estructura de un lenguaje 22 {Juego tradicional en Francia, que consiste en hacer corter una sorta alo large de una cinta que ls jugadores en cirelo sostenen e de tal manera que tea df adivinare s] 252 ESCRITOS 1 yyse descilra como una inscripeidn que, una vez recogida, puede sin pérdida rave ser destruida; — en los documentos de archivos también: y son los recuerdos de mi infancia, impenctrables tanto como ellos, ewando no conozco st prove en la evolucién semantica:y esto responde al stocky alas acepeiones del vocabulario que me es particular, como al estilo de mi vida y a mi caraeter; — en la tradicién también, y aun en las leyendas que bajo una forma he- roificada vehiculan mi historia; — en los rastros, finalmente, que conserva nes, necesitadas para la conexiGn del capitulo adulterado con los eapitulos que lo enmarcan, y cuyo sentido restablecersi mi exégesis. Bl estudiante que tenga la idea lo bastante rara, es cierto, como para que nuestra ensefianza se dedique a propagarla— de que para comprender «Freud, la lectura de Freud es preferible ala del sefior Fenichel, podri darse cuenta emprendiéndola de que lo que acabamos de decir es tan poco origi= nal, incluso en su frasea, que no aparece en ello ni una sola metafora que la obra de Freud no repita con la frecuencia de wn motivo en que se transpa- inevitablemente sus distorsio- Podri entonces palpar mis ficilmente, en cada instante de su prictica, c6mo a la manera de la negacidn que su redoblamiento anula, estas metifo- ras pierden su dimensin metaférica, y reconoceré que sucede asi porque él ‘opera en el dominio propio de la metifora, que no es sino el sindnimo del desplazamiento simbélico, puesto en juego en el [Juxgari mejor después de eso sobre el desplazamiento imaginario que mo- iva la obra del seiior Fenichel, midiendo la diferencia de consistencia y de cficacia técniea entre la referencia a los estadios pretendidamente organicos del desarrollo individual y la biisqueda de los acontecimientos particulares de la historia del sujeto, Es exactamente la que separa la investigacidn hist6- rica auténtica de las pretendidas leyes de la historia, de las que puede decirse que eada época encuentra su ilésofo para divulgatlas al capricho de los valo- res que prevalecen en ella [No quiere decir que no haya nada que conservar de los diferentes sentidos descubiertos en la marcha general de la historia a lo largo de esa via que va de Bossuet (jacques Bénigne) a Toynbee (Amold) y que puntiian los edifi- cios de Auguste Comte y de Karl Marx. Cada uno sabe ciertamence que valen «an poco para orientar Ia investigacién sobre un pasado reciente como para presumir con alguna ra7én acontecimientos de maiiana. Por lo demés son lo. bastante modestas como para remitir al pasado mariana sus certidumbres, y YUNCION ¥ CAMPO DELA PALABRA 253, tampoco demasiado mojigatas para admitr los retoques que permiten prever lo que sucedié ayer, Si su papel es pues bastante magro para el progreso cientifico, su interés sin embargo se siti en otro sitio: esta en su papel de ideales, que es conside= ruble, Pues nos leva a distinguirlo que puede lamarse las furiciones prima: sia y secundatia de la historizacién, Pues afirmar del psicoanilisis como de la historia que en cuanto ciencias son ciencias de lo particular no quiere decir que los hechos con los que tie- nen que vérselas sean puramente accidentales, si es que no facticios,y que st valor ultimo se reduzea al aspecto bruto del trauma, Los acontecimientos se engendran en una historizacién primaria, dicho de otra manera, a historia se hace ya en el escenario donde se la represen- ‘ard una ver eserita, en el fuero interno como en el fuero exterior. En tal época, tal motin en el arrabal parisino de SaintAntoine es vivide: por sus actores como victoria o derrota del Parlamento o de la Corte; en tal otra, como victoria © derrota del proletariado o de la burguesia. Y aunque sean “los pueblos", para hablar como Rev, los que siempre pagan los destro~ 205, no es en absoluto el mismo acontecimiento hist6rico, queremos decir que no dejan la misma clase de recuerdo en la memoria de los hombres. A saber: que con la desaparicién de la realidad del Parlamento y de la Corte, el primer acontecimiento retornari a su valor traumsitico susceptible de un progresivo y auténtico desvanecimiento, si no se reanima expres ‘mente su sentido. Mientras que el recuerdo del segundo seguira siendo muy vivido incluso bajo la censura lo mismo que la amnesia de la represién es tuna de las formas mis vivas de la memori sntras haya hombres para somieter su rebeldia al orden de la lucha por el advenimiento politico del proletariado, es decir; hombres para quienes las palabras clave det materia lismo dialéctico tengan un sentido. Yentonces seria decir demasiado que fuésemos a trasladar estas observa- ciones al campo del psicoanilisis, puesto que estin ya en él y puesto que el desinuincamiento que producen alli entee la tenica de desciframiento del inconsciente y a teoria de los instintos,y aun de las pulsiones, cae por su pro pio peso. Lo que enseiiamos al sujeto a reconocer como st inconsciente es su histo- ria; es decir que lo ayudamos a perfeceionar la historizaci hechos que determinaron ya en su existencia cierto niimero de “vueleos” hist6ricos. Pero si han tenia ese papel ha sido ya en cuanto hechos de his- toria, es decir, en cuanto reconocidos en cierto sentido o censurados en cierto orden, 1 actual de los 254 ESCRITOS 1 Asi, toda fijacién en un pretendido estadio instintual es ante todo estigma hist6rico: pagina de vergitenza que se olvida o que se anula, o pagina de glo- ria que obliga. Pero lo olvidado se recucrda en los actos, y la anulacién se ‘pone a lo que se dice en otra parte, como la obligacin perpet bolo el espejismo preciso en que el sujeto se ha visto atrapado, Para decitlo en pocas palabras, los estadios instintuales son ya cuando son vividos organizados en subjetividad. Y para hablar claro, la subjetividad del nitio que registra en victorias y en derrotas la gesta de la educacién de sus esfinteres, gorando en ello de la sextalizacién imaginaria de sus orifi= cios cloacales, haciendo agresién de sus expulsiones exerementicias, seduc- cidn de sus retenciones, y simbolos de sus relajamientos, esa subjetividad no 1s fundamentalmente diferente de la subjetividad del psicoanalista que se ejer- cita en restituir para comprenderlas las formas del amor que él llama pre genital Dicho de otra manera, el estadio anal no es menos puramente histérico cuando es vivide que euando es vuelto a pensar, ni menos puramente fan dado en la intersubjetividad, En cambio, su homologacién como etapa de tuna pretendida maduracién instineual leva derechamente a los mejores 6s fritus a extraviarse hasta ver en ello la reproduccidn en la ontogénesis de un estadio del filum animal que hay que ir a buscar en los éscaris o aun en las medusas, especulacin que, aunque ingeniosa bajo la pluma de un Balint, eva en otros a las ensofiaciones mis inconsistentes, incluso a la locura que vaa buscar en el protozoo el esquema imaginario de la efraccién corporal cuyo temor gobernarfa la sexualidad femenina, Por qué entonces no buscar la imagen del yo.en el camardn bajo el pretexto de que uno y otro recobran después de cada muda su caparazén? ‘Un tal Jaworski, en los atios 1910-1920, habia edificado un muy hermoso sistema donde “el plano biolégico" volvia a encontrarse hasta en los confines: de la cultura y que precisamente daba al orden de los crustéccos s cényuge nal no recuerdo, en alguna tardia Edad Media, bajo el encabe- zado de un coniin florecimiento de la armadura; no dejando vida por lo ‘dems de su correlato humano a ninguna forma animal, y sin excepeuat a los -moluseos ya las chinches. La analogia no es la metifora, yel recurso que han encontrado en ella los filésofos de la naturaleza exige el genio de un Goethe, cuyo ejemplo mista no es alentador. Ninguno repugha més al espiritu de nuestra disciplina, es alejandose expresamente de él como Freud abrié la via propia a la interpre tacién de los suefios,y con ella a la nocién del simbolismo analitica, Esta no- cién, nosotros lo decimos, esti estrictamente en oposicién con el pens. histérico, miento analégico, del cual una tradicién dudosa hace que algunos, incluso entre nosotros, la consideren todavia solidaria, Por eso los excesos en el ridiculo deben ser utilizados por su valor de abri- dores de ojos, pues por abrir los ojos sobre lo absurdo de ana teoria, los re- conducirin hacia peligros que no tienen nada de teéricos Esta mitologia de la maduracién instintual, construida con troz0s escogi= dos de Ia obra de Freud, engendra en efecto problemas espirituales cuyo var por condensado en ideales de mubes riega de retorno con sus efluvios el mito. original. Las mejores plumas destilan su tinta en plantear eeuaciones que si tisfagan las exigencias del misterioso genital love (hay expresiones cuya extrac fieza congenia mejor con el paréntesis de un término prestado, yrubrican su tentativa por una contesion de nom ligut). Nadie sin embargo parece conmo- cionado por el malestar que resulta de ello, y mas bien se ve alli ocasién de alentar a todos los Mimnchhausen de la normalizacién psicoanalitica a que se tiren de los pelos con la esperanca de aleanzar el cielo de la plena realizacion del objeto genital, y aun del objeto a secas. Si nosotros los psicoanalistas estamos bien situados para conocer el poder de las palabras, no es una raz6n para hacerlo valer en el sentido de To inso- luble, ni para “atarfardos pesados ¢ insoportables para abrumar con ellos las espaldas de los hombres", como se expresa la maldicién de Cristo los fare se0s en el texto de San Mateo. Asila pobreza de los términos donde intentamos incluir un problema sub- jetivo puede dejar que deseara ciertos espiritus exigentes, por poco que los comparen con los que estructuraban hasta en su confusién las querellas ane tiguas acerca de la Naturaleza y de la Gracia®* Asf puede dejar subsist temo- res en cuanto a la calidad de los efectos psicoligicos y sociolégicos que pue- den esperarse de su uso, ¥ se haran votos porque una mejor apreciacién de las funciones det logos disipe los misterios de nuestros carismas fantasiosos. Para atenernos a una tradi sn mas clara, tal vez entendamos la maxima célebre en la que La Rochefoucauld nos dice que "hay personas que no ha brfan estado nunca enamoradas sino hubiesen odo nunca hablar del amor", no en el sentido romsintico de una “realizacién” totalmente imagina ria del amor que encontraria en ello na amarga objecién, sino como un re 23 sa referencia aa porta del erisianismo anunciaba otra més precisa en ‘ene jansenist: sea Pascal, cya an igen apes nos bigs ‘ecomenrarlo iodo para legar a toque esconde de inestimable para el a lista en esta fecha Gunio de 1966) todavia en reserva 256 EScRITOS 1 nto auténtico de lo que el amor debe al simbolo y de lo que la pa labra lleva de amor Basta en todo caso referirse a la obra de Freud para medir en qué rango secundaria ¢ hipotético coloca la teor‘a de los instintos. No podria a sus ojos resistir un solo instante contra el menor hecho particular de una historia, in Siste, y el narcsiomo genital que invoca en el momento de resumir el caso del hombre de los lobos nos muestra bastante el desprecio en que siia el orden constituido de los estadios libidinales. Es mas, no evoca all el conflictoinstin- tual sino para apartarse en seguida de él, y para reconocer en el aislamiento. simbélico del "yo no estoy castrado”, en que se afirma el sujeto, la forma compulsiva a la que queda encadenada su eleccidn heterosexual, contra el efecto de caprura homosexualizante que ha sufrido el yo dewuelto a la matriz imaginaria de la escena primitiva. Tal ¢s en verdad el conflicto subjetivo, donde no se trata sino de las peripecias de la subjetividad, tanto y tan bien que el "yo" [id gata y pierde contra el "yo" al capricho de la catequizacién religiosa o de la Aufklirangadoctrinadora, conllicto de euyos efectos Freud hha hecho pereatarse al sujeto por sus oficios antes de explicémoslos en la dia- léctica del complejo de Edipo. Fs en el analisis de un caso tal donde se ve bien que la realizacién del amor perfecto no es un fruto de la naturaleza sino de la gracia, es decis, de luna concordancia intersubjetiva que impone su armonia a la naturaleza des- garrada que la sostiene, Pero zqueé es pues ese sujeto con el que nos machaca usted cl entendi- rmiento?, exclanna finalmente un oyente que ha perdido la paciencia, No he- ios recibido ya del seior Pero Grullo la leccién de que todo lo que es expe: nentado por el individuo es subjetiva? —Boca ingenua cuyo elagio ocupar mis tilkimos dias, abrete una ver mis para escucharme. No hace falta cerrar los ojos. El sujeto va rnucho més all de lo que el individuo experimenta “subjetivamente”, tan lejos exactamente como la verdad que puede alcanzar, y que acaso salga de esa boca que aca bis de cerrar ya. Si, esa verdad de su historia no esti toda ella en su pequeiio papel, y sin embargo su lugar se marca en él, por los tropiezos dolorosos que experimenta de no conocer sino sus réplicas, incluso en paginas cuyo desor- den no le da mucho alvi. (Que el inconsciente del sujeto sea el discurso del otro es lo que aparece ais claramente alin que en cualquier otra parte en los estudios que Freud consagrs a lo que él llama la telepatia, en cuanto que se manifiesta en el con- texto de una experiencia analitica. Coincidencia de las expresiones del su jeto con hechos de los que no puede estar informado, pero que se mueven YUNCION Y CAMPO DELA PALABRA. 257 siempre en los nexos de otra experiencia donde el psicoanalista es interlocu- ‘or; coincidencia igualmente en el caso mis frecuente constituida por una convergencia puramente verbal, incluso homonimica, © que, siincluye un acto, se trata de wn acting out de tn paciente del analista ode un hijo en ant lisis del analizado, Caso de resonancia en las redes comunicantes de discurso, del que un estudio exhaustivo esclareceria los hechos anilogos que presenta la vida corviente La omnipresencia del discurso humano pod tal vez un dia ser abarcada bajo el cielo abierto de una omnicomumnicacién de sa texto. Que no es decir que sera por ello més concordante, Pero es éste el campo que nuestra expe siencia polariza en una relacidn que no es entre dos sino en apariencia, pues odo planteo de su estructura en términos tinicamente duales le es tan inade- cuado en teoria como ruinoso para su técnica. 1, SiMBOLO Y LENGUAJE COMO ESTRUCTURA Y LIMITE DEL CAMPO. PSIcoANALirico Tiyy ppv 8 xe Kad op. EVANGELIO SECON Saw JUAN, vim, 2524 Haga palabras cruzadas (CONS#JOS A UN JOVEN PSICOANALISTA Para retomar el hilo de lo que venimos diciendo, repitamos que es por re duccién de la historia del sujeto particular como el anlisis toca unas Gestal- tm relacionales que extrapola en un desarrollo regular; pero que ni la psico- logia genética, ni la psicologia diferencial, que pueden ser por ese medio csclarecidas, son de su incumbencia, por exigir condicion y de experiencia que no tienen con las suyas sino relaciones de homonimia, ‘Vayamos atin mis lejos: lo que se destaca como psicologia en estado bruto de la experiencia comin (que no se confunde con la experiencia sensible ‘mas que para el profesional de las ideas) —a saber: en alguna suspensién de la cotidiana preocupacién, el asombro surgido de lo que empareja alos seres cen un desparejamiento que sobrepasa el de los grotescos de un Leonardo 0 de un Goya; o la sorpresa que opone el espesor propio de una piel ala cati= es de observacidn 26 [(Dectanle, pues 1 quién eres? Dioles esis) “Pues ni mis ni mens, 50 mismo que os vengo diciendo". AS) 258 ESCRITOS 1 cia de una palma animada por el descubrimiento sin que todavfa la embote el deseo—, esto, puede decirse, es abolido en tna experiencia arisca a estos caprichos, reacia a esos misterios. Un psicoanalisis va normalmente a su término sin entregarnos més que poca cosa de lo que nuestro paciente posee como propio por su sensibilidad ‘alos golpes y alos colores, de la prontitud de sus asimientos o de los puntos facos de su carne, de su poder de retener 0 de inventat, aun de la vivacidad de sus gustos Esta paradoja es slo aparente y no procede de ninguna carencia personal, y sise la puede motivar por ls condiciones negativas de nuestra experiencia, tan ‘s6lo nos urge un poco mis a interrogara ésta sobre lo que tiene de positivo. Pues no se resuelve en los esfterzos de algunos que —semejantes a esos fi- lésofos que Platén escarece porque su apetito de lo real los lleva a besar a los érboles— van a tomar todo episodio donde apunte esa realidad que se e= cabulle por la reaceiGn vivida de la que se muestran tan golosos. Porque son esos mismos los que, proponiéndose por objetivo lo que esta mis alli del Len iguaje, reaccionan ante el *prohibido toca” inserito en nuestra regla por una especie de obsesién, No cabe dudar de que, en esta via, husmearse reeipro- camente se convierta en la quintaesencia de la reaccién de transferencia, No ‘exageramos nada: tn joven psicoanalista en su trabajo de candidatura puede en nuestros dias saludar en semejante olfateo de su sujeto, obtenido despues de dos o tes aiios de psicoanslisis vano, el advenimiento esperado de la re- lacién de objeto, y recoger por ello. dignus est intrae cle nuestros sufragios, aque avalan sus capacidades, Si el psicoanslisis puede Llegar a ser una ciencia —pues no lo es todavia, y sino debe degenerar en su técnica —cosa que tal vez ya esté hecha—, de- bbemos recuperar e! sentido de su experiencia, [Nada mejor podriamos hacer con este fin que volver a la obra de Freud, No basta declararse técnico para sentirse autorizado, por no comprender a lun Freud III, a refutarlo en nombre de un Freud IL al que se eree compren der, y la misma ignorancia en que se esti de Freud Inno excusa el que se con sidere alos cinco grandes psicoanalisis como una serie de casos tan mal esco~ gidos como mal expuestos, aunque se mostrase asomibro de que el grano de verdad que escondian se haya salvado2® ‘Vudlvase pues a tomar la obra de Freud en la Traumdeutung para acordarse 25 Expres recog de In boca de wo dels psicoanalistas mis interesados cen este debate (1966). YUNCION ¥ CAMPO DELA PALABRA 259 aside que el suefio dene la estructura de una frase, o ms bien, sihemos de atenernos a su letra, de un rébus2® es decit, de wna eseritura, de Ia que el ‘suco del nifio representaria la idcogratia primordial, y que en el adulto re- produce cl empleo fonético y simbélica a la ver de los elementos significan- tes, que se encuentran asimismo en los jeroglificos del antiguo Egipto como. en los caracteres cuyo uso se conserva en China. Pero aun esto no es mas que descframiento del instrumento, Es en la ver. si6n del texto donde empieza lo importante, lo importante de lo que Freud nos dice que esté dado en la claboracién del suetio, es decir, en su ret6rica Elipss ypleonasmo, hipérbaton o silepsis,regresidn, repetiién, aposicién, tales son los desplazamientos sinticticos, metifora,catactess, antonomasia, slegoria, metonimia ysinéedoque, las condensaciones semanticas, en las que Freud nos enseia@ leer las intenciones ostentatorias 0 demostrativs,disim- ladoras 0 persuasivas, vengathas 0 seductoras, con que el sujeto modula st dliscurs0 oni Sin duda ha establecido como regla que hay que buscar siempre en él la expresion de un deseo. Pero entendmoslo bien. Si Freud admite como mo- tivo de un suefio que parece estar en contra de su tesis el deseo mismo de contradecilo en un sujeto que ha tratado de convencer:” zeémo no legaré ‘vadmitir el mismo motivo para él mismo desde el momento en que, por ha berlo alcanzado, es del otto (préjimo) de quien le retornaria su ley? Para decislo todo, en ninguna parte aparece més claramente que el deseo del hombre encuentra su sentido en el deseo del otro, no tanto porque el otro guard las llaves del objeto deseado, sino porque su primer objeto es ser reconocido por el otro. Quien de entre nosotros, por lo dems, no sabe por experiencia que en cnanto el anilisis se adentra en la via de la transferencia—y éste es para no- sotros el indicio de que lo es en efecto—, cada su 10 del paciente se inter- 26 [Esa expresin usizda por el propio Freud en La inderpetacin de os suis (Trauma. . W, wa, p- 284) omitida en la edicicn de Amo- ‘ort, . 285. Lot dbusson acerjo grdficos en los que, a pari del Sgnifcante o el siguticado de ios elementos ednicososimbticos, debe econstruitseuia frat. En las paginas de entretenimiento de as revista itustrada se lor denomina en espaol —impropiamente—"jerogicos” as) 27 GL. Gegenwunscherdume, en Traundevtung, GW, upp. 156157 y 168.164 ‘Tra. ingles, Standard Edition, v, pp. 1ST y 157188. Trad, francesa, ed lean, pp. M0 y 14. "rad. espaol .N, 1 pp. 380-1 335; A, 1, pp. 198 745. 260 ESCRITOS 1 preta como provocacién, confesién larvada o diversiGn, por su relacién con eldiscurso analitico, y que a medida que progresa el anilisis se reducen cada, vvex mas a la fancidn de elementos del didlogo que se realiza en él? En cuanto a la psicopatologia de la vida cotidiana, otro campo consagrado por otra obra de Freud, es claro que todo acto fllido es un discurso logrado, incluso bastante lindamente pulido, y que en el lapsus es la mordaza la que gita sobre la palabra y justo con el cuadrante que hace falta para que un buen entendedor encuentre lo que necesita Pero vayamos derecho a donde el libro desemboca sobre el azar ylas ere cencias que engendra,y especialmente a los hechos en que se dedica a demos. war la eficacia subjetiva de lis asociaciones sobre niimeros dejados a la suerte de una eleceién inmotivada, incluso de wn sorteo al azar, En ninguna parte se revelan mejor que en semejante éxito las estructuras dominantes del campo psicoanalitico, Yel llamado hecho a la pasada a mecanismos intelec tuales ignorados ya no es aquf sino la excusa de desaliento de la confianza to- tal concedida a los simbolos y que se tambalea por ser colmada mas alld de code limite. Porque si para admitir un sintoma en la psicopatologia psicoanalitica, new r6tico 0 no, Freud exige el minimo de sobredeterminacién que constituye tun doble sentido, lun conilicto presente no menos simddlico, si nos ha enseiiado a seguir en el texto de las asociaciones libres la ramificacién ascendente de esa estirpe sim- bélica, para sitar por ella en los puntos en que las formas verbales se entre cruzan con ella los nudos de su estructura, queda ya del todo claro que el sin= fmbolo de un conflicto difunto mis alli de su funci6n en se resuelve por entero en un aniliss del lenguaje, porque él mismo esta estructurado como un lenguaje, porque es lenguaje cuya palabra debe ser librada A quien no ha profundizado en la naturaleza del lenguaje es al que la ex periencia de asociacién sobre los niimeros podria mostrarle de golpe lo que cs esencial captar aqui, a saber, el poder combinalorio que dispone sus equi- vyocos,y para reconocer en ello el resorte propio del inconsciente, En efecto si de unos ntimeros obtenidos por corte en Ia comtinuidad de las cifras del mtimero escogido, de su casamiento por todas las operaciones: de la aritmética, incluso de la divsién repetida del nsimero original por uno. de los eros cisiparos, Ios niimeros resultantes® muestran ser simboli- zantes entre todos en la historia propia del sujeto, es que estaban ya latentes 28 Es preciso, para apreciar el fruto de estos procedimientos, compenctrase ‘dels nots promovidas por nosouros desde esa época, que se encuentran YUNCION Y CAMPO DEA PALABRA 261 cn la elecciGn de la que tomaron su punto de partida —y entonces si se re fata como supersticiosa Ia idea de que son aqui las cifras mismas las que han. determinado el destino del sujeto, forz0so es admitir que es en el orden de cexistencia de sus combinaciones, es decir, en el lenguaje concreto que re presentan, donde reside todo lo que el an Veremos que los filélogos y los emégrafos nos revelan bastante sobre la se guridad combinatoria que se manifiesta en los sistemas completamente in- conscientes con los que tienen que vérselas, para que la proposicién aquf ex: presada no tenga para ellos nada de sorprendente, Pero si alguien siguiese siendo reacio a nuesta idea, recurrirfamos, una ver mis, al testimonio de aquel que, habiendo descubierto el inconsciente, no carece de titulos para ser creido cuando seviala su lugar: no nos dejarsien faa. Pues por muy apartada de nuestro interés que esté —y con razon—, EI chiste y su relacin con lo inconsciene sigue siendo la obra nxis incontrovertible por ser la ms transparente, donde el efecto del inconsciente nos es demos: trado hasta los confines de su finura; yel rostro que nos revela es el mismo del espiritu® en la ambigiiedad que le confiere el lenguaje, donde la otra cara de su poder regio es la “agudeza", por la cual su orden entero se ano- nada en un instante —agudera en efecto donde su actividad creadora devela su gratuidad absoluta, donde su dominacién sobre lo real se expresa en el reto del sinsentido, donde el humor, en la gracia malvada del espirita libre, simboliza una verdad que no dice su ilima palabra, lay que seguir en los rodeos admirablemente apremiantes de las lineas de este libro el paseo al que Freud nos arrastra por ese jardin escogido del mis amargo amor. Aqui todo es sustancia, todo es perla, El espiritu que vive como desterrado cn la creacién de la que es el invisible sostén sabe que es ducio en todo ine. ante de anonadarla, Formas altivas o pérfidas, dandistas 0 bonachonas de esa realeza escondida, de todas ellas, aun de las msis despreciadas, Freud sabe hacer brillar el esplendor secreto, Historias del casamentero recorriendo los guctos de Moravia, figura difamada de Eros y como é1 hijo de la penuria y del esfuerzo, guiando por su servicio discreto la avidez del mentecato, y de ilisis revela al sujeto como st in- de Emile Borel en su libro sobre za sobre la trvalidad de To que se bbtiene asf de "nouble” apart de un nimero cualquiera (1966). 20 [En francés, a palabra asptsignifia a lave “spice “ingeni “praia, “cist”. El autor ula loe dos sentidoe 13) 262 ESCRITOS 1 pronto escarmciéndolo con una pti iuminante en su sinsentide:"Aquel te deja eoapr asa verdad, comenta fren, “xen realidad Fe de trol mieara” en efecto laverda la que pr su Boe roa ala mascara, pero es parade el pit aopte oss ini enon asia que no esque Ssraagena lagi que no es ms queampa conic incso que ag no leg sina desnbral, Hep est sempre en oe si.“ exp ti auderalsupone en fect na condiconaia sj: noc esprit [aera sino que yoacepto como al, rogue Freud que sabe de qu habla i inguraova pare aintencn dl indo een efecto més manifest ment reba por elallago dl seen ninguna pre se hace ser mejor Insinan que hacemes de uno yon; pesto nos esprecoque ao tne haya extato cn mi hallo par que encuente en mi per, So the reco qu sia Sendo a pra que enga efecto. Lo cal omasu har por la head, an en scala por Fred del rer ejente were ar pues, y pore echo de qe cite no rd pede ens canna Cio nec, En poss abr pant gr del Ot el abner qe tselace ac despa chive ns supe aed ‘Una sola arn de aida pra el exp a chatra dea verdad qu se plc ‘hora bien eso conieme dzectamente a nest problema El despre ci arta pos nveigaiones sb la eng de ssn, qe se con sda varios sumarosde musts places de ames esp de Ios aos 1920, no responde para nus ipa a nada menos qe 3 un Cambio de objeto, aya tendencaaalinearse cn el nel mi chato dao Inunicain, pn armoniarse con les objets naeospropestos a at nica, abr de responder lve del Balance btnte mano que lox me ido alan de ss estas 2Cémo agotaria en efecto la palabra el sentido de la palabra o, por mejor decir con el logicismo positvista de Oxford, el sentido del sentido, sino en el acto que lo engendra? Ast el vueleo goetheano de su presencia en los orige nes: “Al principio fue Ia accién’, se vuelea a su ver: era ciertamente el verbo el que estaba en el principio, y vivimos en su creacién, pero es la accién de nuestro espirity la que contin esa creaciGn renovindola siempre. Yno po- ‘nsalfacory results of psychoanalytic therapy” Prychoanalytic Quayey, 19, 393407 YUNCION ¥ CAMPO DELA PATABRA 263, demos volvernos hacia esa accién sino dejindonos empujar cada vez mis adelante por ella No lo intentaremos por nuestra parte sino sabiendo que ésta es su via, Nadie puede alegar ignorar la ley; esta férmula transcrita del humorismo de tun Cédigo de Justicia expresa sin embargo la verdad en que nuestra expe- riencia se funda y que ella confirma. Ningiin hombre la ignora en efecto, puesto que la ley del hombre es la ley del lenguaje desde que ls primeras pax labras de reconocimiento presidieron los primeros dones, y fueron necesae sos los dnaos detestables que vienen y huyen por el mar para que los hom bres aprendiesen a temer a las palabras engafiosas con los dones sin fe, Hasta entonees, para los argonauitas pacificos que unen con Jos nuclos de un co- rmercio simbélico los islotes de la conmunidad, estos dones, su acto y ss obje- tos, su ereeci6n en signos y su fabrieacién misn palabra que se los designa con su nombre. sen esos dones, o bien en las palabras de consigna que armonizan con ellos su sinsentido saludable, donde comienza el lenguaje con la ley? Porque «30s dones son ya simbolos, en cuanto que el simbolo quiere decir pacto, yen cuanto que son en primer lugar sgnificantes del pacto que constituyen como Significado: como se ve bien en el hecho de que los objetos del intercambio simbélico, vasijas hechas para quedar vacias, escudos demasiado pesados para ser usados, haces que se secaran, picas que se hunden en el suelo, estan dest- nalos a no tener us, sino es que son superflues por su abundancia. Bsa neutralizacin del significante es la totalidad de la naturaleza del lene suaje? Tomado asi, se encontraria su despuntar entre las golondinas de ma por ejemplo, durante el pavoneo, y materializada en el pez que se pasan de pico en pico y en el que los et6logos, si hemos de ver con ellosen esto el ins- trumento de una puesta en movimiento del grupo que seria un equi de la fiesta, eendrian total justificacién para reconocer un simbolo, Se ve que no retrocedemos ante una bisqueda fuera del do de los origenes del comportamiento simbdlico, Pero no es ciertamente por cl camino de wna elaboracién del signo, el que emprende despues de tantos otros el sefior Jules H, Massermann,*® en el que nos detendremos un ins cestin tan mezclados con la 31 GE enue otros: Do Kam, de Maurice Leenardt, caps. 9% 52 Jules H. Massermann, "Language, behavior and djamie psychiauy", Iter Journal of Pychoan, 1944, 192, pp. 18.

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