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Tema 8. Santo Tomás de Aquino

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TEMA 8.

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL Y RENACENTISTA I

SANTO TOMÁS DE AQUINO

Santo Tomás nació alrededor del 1224 en Roccasecca, en el Reino de Nápoles, en el seno de una
familia que gozaba de importantes conexiones políticas. De pequeño fue enviado al monasterio de
Monte Casino. Más tarde, fue a la Universidad de Nápoles y allí conoció el pensamiento de
Aristóteles, y, también, tomó contacto con la nueva Orden de Predicadores, debido a lo cual
terminaría tomando el hábito. A partir de entonces se dedicaría a profundizar en la Teología hasta
que en 1273 decide abandonar la vida académica y dedicarse a la vida contemplativa.
1.1. Filosofía y teología.
Santo Tomás distinguía entre el ejercicio racional disciplinar que tiene como fuente sólo la razón
humana, y que ocupa la filosofía, y el ejercicio racional que tiene como fuente la Revelación, y que
ocupa la Teología. Esta distinción no supone una divergencia insalvable entre ellas, pues para Santo
Tomás tanto la «luz natural de la razón» y la «luz de la fe» derivan de un mismo principio: Dios. Ambas
son compatibles, la Teología utiliza la filosofía para realizar su ejercicio racional argumentativo, es
decir, se promueve el carácter científico de la teología. Y su diferencia, de hecho, más que cuanto a
los objetos de ambas disciplinas, estaría en la órbita de estudio, pues la filosofía se centraría en lo
natural, y la teología, en lo sobrenatural. De esta manera, la misma realidad puede ser tratada de
forma diferente si se estudia desde la filosofía o desde la teología. En el caso de la «naturaleza»,
considerada filosóficamente lleva a la investigación de la cosa en ella misma, y considerada
teológicamente hace referencia a Dios creador. La razón, por lo tanto, es un instrumento que prepara
la mente del hombre para recibir la fe proveyéndole de verdades que la fe ya presupone.
1.2. Metafísica.
Tomás de Aquino pensará a Dios racionalmente (Teología natural), a partir de unos principios
metafísicos (Metafísica). Para el dominico, la noción de ente es la primera de cuantas adquiere
nuestra inteligencia, puesto que cualquier cosa que percibimos se nos muestra en primer lugar como
algo que es, es decir, el ente es «lo que es». Es decir, que lo primero que la inteligencia humana
advierte es que algo existe. Ahora bien, el ente se puede decir de manera conceptual o como
extramental, o sea, que no todo lo que es pensado tiene por qué existir realmente. Esto nos lleva a
la cuestión de los universales y, como dijimos al comienzo, al primero de todos los demás principios
metafísicos que Tomás de Aquino pondrá en juego:
1) Universales. Para Santo Tomás, el universal es concepto y existe sólo en la mente, pero con
fundamento en la cosa real. Los universales no estarían formalmente en los individuos, pero sí se
daría en éstos un fundamento para que, a partir de él, la mente pueda formar por abstracción los
conceptos universales y de ahí conocer universalmente.
2) Acto-Potencia. «Acto», que implica terminación del ser de una cosa. En el orden trascendental,
el acto se define como la posesión de la existencia. Existe la posibilidad de una actualidad ilimitada,
un acto puro, pero la posibilidad de su pensamiento no demuestra el conocimiento de su existencia.

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«Potencia» es lo que puede ser determinado por un acto. En el orden trascendental, la potencia es
esencia.
3) Materia y Forma. «Forma» es el principio intrínseco y constitutivo del ser, lo que hace que una
cosa sea lo que es. «Materia» es lo que en un ser recibe de la forma, es decir una determinación. Si
en el orden trascendental, el acto es la posesión de la existencia y la potencia es esencia; la forma es,
por tanto, potencia. En el plano categorial (o predicamental), la forma es acto.
4) Esencia-Existencia. «Esencia», como hemos visto, es el aspecto formal de una cosa y su
principio potencial. Es aquello que hace que una cosa sea lo que es, por lo que distingue a los entes
entre sí. La esencia de las cosas permanecería aún no dándose su existencia. «Existencia» es la
actualidad de una sustancia y en los seres creados no sería subsistente —contingentes—, pero en
Dios la esencia se identificaría con el ser —necesario—, es su propia existencia.
5) Sustancia y Accidentes. Tomás de Aquino refiere respecto al modo de ser como sustancia y
accidentes. Si bien se dice con más propiedad esencia en relación con la sustancia, los accidentes
(que tienen en sí sustancia) se presentan como coprincipios de la sustancia en quien existen: tienen
sustancia, pero en dependencia de la sustancia.
6) Analogía del ser. Tomás de Aquino afirma que, a la hora de nombrar a Dios, el ser en cuanto
ser no es unívoco, ni equívoco, sino análogo; es decir, el ser se dice de diferentes maneras. Por lo
tanto, el ser de Dios es distinto al de la creatura, como también el de las creaturas se distingue entre
ellas, o el que se da entre especies y géneros, etc. Entre Dios y las creaturas se da la analogía porque
su imagen se refleja en el mundo. Las creaturas participan en el ser de Dios.
7) Los trascendentales. En el ser existen aspectos derivados de modo necesario del ente que
conocemos como propiedades trascendentales. El ser tiene tres de estas propiedades: la unidad, la
verdad y la bondad. Aunque también se le añade a veces el ser cosa, el ser algo y la belleza.
8) Causalidad. En el orden de las cosas, estas no tienen un nacimiento espontáneo, sino que
vienen determinadas por causas que observamos en los efectos. Tomás de Aquino utiliza la relación
causal para determinar aquello que real y positivamente influye en una cosa, de modo que dependen
de sí. De esta manera, la afirmación de la participación de los seres creados nos lleva a un ser primero.
Santo Tomás se valdrá de distintos modos de causa: Causa material, formal, eficiente y final. Aunque
también hablará de las causas per accidens o las causas segundas.
1.3. Teología natural.
Tomás de Aquino partirá del hecho cognoscitivo de que todas las ideas (incluida la de Dios) en el
hombre nacen de la experiencia por proceso de abstracción. En este sentido podemos o bien razonar
sobre la existencia de Dios (metafísica), o bien intentar acercarnos a su conocimiento desde la
teología filosófica.
→ Pruebas de la existencia de Dios. Las cinco vías. Metafísicamente Dios es el ser y el acto de ser,
único, infinito, trascendente. Dios, definido aristotélicamente como «pensamiento de pensamiento»
se revela creador. No obstante, para Santo Tomás, la posibilidad de un argumento basado en el
pensamiento, aunque útil metodológicamente, es irrelevante metafísicamente, puesto que la
conexión de las ideas es diferente a la conexión de las cosas. Es por esto por lo que, como decíamos,

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partirá de aquello que puede constatarse empíricamente para tratar de llegar a Dios. Es decir, irá
desde los efectos hasta su causa, desde la existencia hasta la esencia. Pero no lo hará con la intención
de demostrar la existencia de Dios, sino como ejercicio racional con la intención de ver las
condiciones de posibilidad que tiene el hombre de acceder por la fuerza de la razón al conocimiento
de Dios. 1) La vía del cambio (vía del movimiento): hay seres de este mundo que se mueven, pero
todo lo que se mueve es movido por otro, y puesto que no puede regresar hasta el infinito, se ha de
admitir la existencia de un primer motor no movido por otro, inmóvil. 2) La vía de la causalidad
eficiente: nos consta la existencia de causas eficientes que no pueden ser causa de sí mismas, ya que
para ello tendrían que haber existido antes de existir, lo cual es imposible. No puede haber infinitas
causas eficientes, por lo que tiene que haber una primera causa eficiente incausada. 3) La vía de la
contingencia: nos consta que hay seres contingentes, si todos los seres lo fueran, no existiría ninguno,
pero como existen debe tener su causa en un primer ser necesario, pues no puede darse tampoco
una serie causal de seres contingentes. 4) La vía de los grados de perfección: observamos distintos
grados de perfección en los seres de este mundo (bondad, belleza…), y ello implica la existencia de
un modelo con respecto al cual establecemos la comparación, un ser supremo. 5) La vía de la
finalidad: observamos que seres inorgánicos actúan con un fin, pero al carecer de conocimiento e
inteligencia sólo pueden tender a un fin si son dirigidos por un ser inteligente. Luego debe haber un
ser sumamente inteligente que ordena las cosas naturales dirigiéndolas a su fin.
→ Conocimiento de Dios. Ya se ha señalado el carácter pedagógico de las cinco vías, por lo que
esta propedéutica teológica se completó con otras argumentaciones respecto al conocimiento de
Dios. Santo Tomás distinguirá tres vías de conocimiento de la Divinidad por las que el hombre puede
acceder al conocimiento de la esencia divina. 1) La vía de la negación nos permite saber lo que no es
Dios. Como la sustancia divina sobrepasa por su inmensidad todas las formas de nuestro
entendimiento, el hobre no puede aprehenderla tal como es, pero sí que puede conocer negando
todas las imperfecciones de lo creado. 2) La vía de la analogía permite atribuir a Dios las perfecciones
de lo creado, pero mediante una predicación analógica. 3) La vía de la eminencia implica aplicar a
Dios las perfecciones de forma absoluta sin que se incluya modo alguno de ser participada. Los
nombres que significan estas mismas perfecciones de un modo supereminente, aplicable a Dios, se
afirman solamente de Él.
1.4. La creación: la naturaleza.
La revolución del pensamiento de la naturaleza acontecido con el advenimiento del pensamiento
de Aristóteles no dejó indiferente a Tomás de Aquino. Éste, sin embargo, era consciente de la
necesidad de repensarlo desde los presupuestos del contexto cristiano. Así, la naturaleza que puede
ser estudiada en cuanto physis no deja de ser creación. De esta forma, Santo Tomás intenta
responder al problema de la eternidad del mundo de Averroes desde el creacionismo. El mundo,
como decíamos, tiene su explicación propiamente física en los presupuestos de la filosofía natural y
que llevan a una visión desde la óptica de la necesidad; pero, a su vez, esa misma naturaleza es
creación de Dios. El sistema aristotélico implicaba necesariamente la eternidad del mundo, y a su vez,
el concepto de creación tiene como premisa la creatio ex nihilo, o sea, la imposibilidad de la eternidad
del mundo. Santo Tomás argumentaría que la idea de creación era ajena a la mente de Aristóteles,
lo cual no justificaba sus afirmaciones. El dominico se acercará a San Agustín, que le permitía no tener

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que liberarse de un Dios eterno, motor del mundo, a su vez, eterno con él, muy alejado de un Dios
creador y providente.
Tomás de Aquino parte desde los principios metafísicos aristotélicos y señala las diferencias
existentes entre Dios y las creaturas (ser necesario y contingentes). Una contingencia que exige,
efectivamente, la idea de creación; pero la idea de creación ex nihilo no lleva a la creación en el
tiempo. Ambas hipótesis, entonces, serían posibles: tanto la creación temporal, como la eterna. Ante
la duda, Santo Tomas dirá que hemos de acudir a una fuente externa fiable, es el caso de la Escritura
que afirma la creación desde la nada «en el tiempo», lo que hace que se incline la balanza hacia esta
verdad.
1.5. La creación: el ser humano.
En Tomás de Aquino, el alma y el cuerpo forman una unidad sustancial completa. El alma sería la
forma única del compuesto humano que da a la materia informa su corporeidad, vida sensible e
intelectiva. En el alma humana existen tres niveles: alma vegetativa, alma sensitiva, y alma
intelectual, que es la forma sustancial del hombre, por el que es ante todo un ser razonable. El alma
racional subsume las funciones de las inferiores por lo que el alma se entiende como sustancia
intelectual. Aún con todo, en el ente no cabe una yuxtaposición dualista al modo platónico, si Dios
dio al humano un cuerpo es porque este es bueno y debe ser utilizado. De hecho, el cuerpo
proporcionaría al hombre sus características singulares, como el principio de individuación. El ser
humano se muestra, entonces, como un animal racional. Para Tomás de Aquino, el alma ni preexiste,
ni procede del alma de los padres en el momento del acto generativo. Dios crea a cada una de las
almas en el momento de la gestación en la que se infunde el cuerpo. Tomás garantizaría así la
inmortalidad del alma. Cada uno de los niveles del alma tiene sus propias funciones o potencias,
dentro de las cuales las potencias del entendimiento y la voluntad ocupan un lugar preeminente,
pues como hemos visto el alma es sobre todo intelectual, racional. Desde la base del entendimiento
y la voluntad, en el alma estaría la raíz de la libertad. Para que exista libre albedrío es necesario el
concurso de ambas facultades, y en el concurso de ambas facultades el intelecto tiene primacía sobre
la voluntad. Ciertamente, todo agente obra necesariamente a un fin, pero los seres que no poseen
conocimiento tienden al fin como si estuviesen movidos por otros; pero el hombre tiene al fin por sí
mismo. El objetivo de la voluntad libre es el fin que ha sido conocido y presentado por el
entendimiento y que es el bien propio del hombre. Esta afirmación implica que la voluntad precisa
del intelecto, que es quien puede presentarle el sumo bien.
1.6. La actividad cognoscitiva.
El conocimiento parte del conocimiento sensible para, con el entendimiento, ir abstrayendo hasta
obtener los conceptos. Este proceso tiene diversos momentos:
Conocimiento sensible. El conocimiento del mundo tiene como origen la experiencia sensible. Se
partiría de las realidades inferiores, es decir de la realidad sensible y perceptible a partir de los
sentidos externos (los cinco sentidos), y que se interiorizarían a través de los sentidos internos
(sentido común, fantasía, imaginación…). Conocimiento intelectual. El intelecto tiene la capacidad de
conocer la realidad, pero no se identifica con la realidad, sino que está en potencia en relación a ella.
Sólo puede actuar en la medida en que recibe por medio de los sentidos la impresión de la realidad.
El sentido causaría el acto del conocimiento sensible por medio de la imagen. Así la imagen sensible

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se presenta a la inteligencia, al intelecto pasivo. Pero para que esta imagen se transforme en noticia
intelectual, este conocimiento potencial tiene que actualizarse, por la acción del Intelecto agente. El
Intelecto agente es para Tomás de Aquino la luz natural que Dios introduce en el alma humana. Es el
acto que extrae la forma inteligible que está en potencia en la imagen que ha sido formada a través
del contacto de los sentidos con las cosas. El medio para hacerlo es el proceso de abstracción, es
decir, separando las formas (inteligibles) del material sensible universalizándolas. Tomás de Aquino
afirmará con respecto al Intelecto agente que éste debe entenderse como una facultad individual, y
por lo tanto, no como un Intelecto común separado del alma humana.
1.7. La actividad práctica: ética y política.
Tomás de Aquino parte de la consideración teológica, pero la conecta con las condiciones
naturales de la existencia humana (su concepción del hombre y de la persona) desde los
presupuestos de la metafísica. En este sentido, la moral es subalterna del estudio del alma que, a su
vez, tiene en cuenta los presupuestos metafísicos. Se trata de que el alma humana busque el bien
fundamental que descansa en Dios culminando moralmente la vuelta al Padre en el esquema
egressus-regressus. En el actuar humano, donde concursa entendimiento y voluntad como base de a
libertad, se dirige hacia el bien como su fin (ética teleológica). En la actividad moral actúan dos tipos
de principios:
Principios intrínsecos. El hombre debe de dirigirse hacia el bien disponiendo el alma. Esta
disposición recibe el nombre de virtud. Las virtudes que son un hábito adquirido en el alma nos
ayudan, pues, a realizar una buena acción mediando entre la naturaleza humana y el fin perseguido.
A las virtudes de templanza, fortaleza y prudencia, Santo Tomas añadirá tanto las intelectuales, como
las morales y las teologales. Las dos primeras serían de orden natural y necesitarían del auxilio de la
gracia para remontar este orden limitado, son virtudes adquiridas por la acción humana. La tercera
pertenece al orden sobrenatural llevando al fin perfecto; son, pues, virtudes infusas y perfectas.
Principios extrínsecos. Junto a los anteriores, que mueven el alma humana a su fin, la ley (tanto
positiva como divina) ejerce una función pedagógica en el terreno moral. Santo Tomás parte de la
definición general de ley, entendida como cualquier regla del obrar humano. Así tenemos 1) la ley
eterna, que es la razón del gobierno (providencia) divino universal y el fundamento de todas las leyes.
2) La ley natural, que participa de la ley eterna y coincide con la razón. 3) La ley humana (positiva)
que deriva de la natural. Esta es general y atiende a las cosas que conciernen el buen gobierno.
El estudio de la ley conecta con el derecho, cuyo objeto es la justicia y la política. Teniendo en
cuenta que la ley ha de ser justa y que la justicia es una virtud necesaria en el orden político, la
doctrina de la ley afecta a la moral política. Así, existe una justicia legal que regula las partes con el
todo; una justicia distributiva, que regula al todo en relación a las partes; y justicia conmutativa, que
regula las partes entre sí. ES decir, la vida política ha de saber ordenar el cuerpo social formado por
las partes, buscando su fin que es el bien común. Esta ordenación es racional y forma parte, en Santo
Tomás, del orden general del universo. De los regímenes políticos que buscan el bien común
dependiente del número (monarquía, aristocracia y democracia), Tomás apuesta por un régimen
mixto, pero teniendo en cuenta que es en el pueblo, detentador del bien común, donde reside el
poder.

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