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Fernández Ubiña, La Crisis Del Siglo III

El documento analiza la crisis del siglo III en el Imperio Romano, desafiando la narrativa historiográfica que la considera un periodo de decadencia. Se argumenta que las dificultades enfrentadas por Roma eran parte de contradicciones internas ya presentes en siglos anteriores, y que el siglo III también experimentó momentos de estabilidad y bienestar. La interpretación de esta crisis ha sido influenciada por perspectivas culturales y religiosas modernas que idealizan épocas anteriores y distorsionan la realidad histórica.

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Fernández Ubiña, La Crisis Del Siglo III

El documento analiza la crisis del siglo III en el Imperio Romano, desafiando la narrativa historiográfica que la considera un periodo de decadencia. Se argumenta que las dificultades enfrentadas por Roma eran parte de contradicciones internas ya presentes en siglos anteriores, y que el siglo III también experimentó momentos de estabilidad y bienestar. La interpretación de esta crisis ha sido influenciada por perspectivas culturales y religiosas modernas que idealizan épocas anteriores y distorsionan la realidad histórica.

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Transiciones en la antigüedad

y feudalismo

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00 INVESTIGACIONF.Sr MIIRXISTllS

1 of 15
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LA CRISIS DEL SIGLO III: REALIDAD HISTÓRICA Y


DISTORSIONES HISTORIOGRÁFICAS

José Fernández Ubiña


Universidad de Granada

Durante el período que separa la entronización del emperador Cómo-


do (180 d.C.) y la de Diocleciano (finales del 284), Roma conoció algunos
de los momentos más trágicos y caóticos de su historia. Las invasiones de
germanos y persas, las guerras civiles, los estragos de la peste, la despo-
blación de algunas regiones, el aumento de la presión fiscal y el empo-
brecimiento de amplias masas populares situaron al Imperio en condi-
ciones tan difíciles que algunos llegaron a temer -y otros a desear- su
propia desaparición. Los sentimientos pesimistas de algunas fuentes han
conmovido tanto a tantos historiadores modernos que no sólo estos mo-
mentos críticos, sino el siglo m en su conjunto, han venido a considerar-
se como el preludio fatídico de la decadencia y fenecimiento de la civili-
zación clásica.
La «crisis del siglo m» es, sin embargo, un mito historiográfico. Las
fuentes no avalan tantas y tan extendidas miserias en tan prolongado pe-
ríodo de tiempo. En realidad, todos los elementos de las contradicciones
internas que definen el principado (autoridad imperial y senatorial; po-
der civil y militar; privilegios de Italia y explotación de las provincias;
evergetismo urbano y cargas curiales ... ) habían mantenido un equilibrio
inestable durante los siglos I y II, y ya entonces habían propiciado mo-
mentos no menos críticos que los documentados para la tercera centu-
ria: desde la insurrección militar del año 14, apenas muerto Augusto, has-
ta la incapacidad de Marco Aurelio para sufragar con fondos públicos la
resistencia a las invasiones bárbaras; desde el año trágico de los cuatro
emperadores que compiten por el trono a la muerte de Nerón hasta la
guerra civil de Avio Casio contra el emperador filósofo. El principado es-
tá igualmente poblado de emperadores ineptos o nefastos, unánimemente
vituperados por la historiografía romana: Tiberio fue descrito como un
hipócrita resentido, Calígula como un sádico perverso, Claudio como un
subnormal, Nerón como impío parricida, Domiciano como un déspota ...
incluso la dinastía humanista de los Antoninos contó en sus filas a em- •
peradores tan denostados como Adriano y por supuesto Cómodo, con el
2 of 15 que se supone comienza una edad de hierro para el decrépito Imperio.
26
La crisis del siglo m: realidad histórica y distorsiones historiográficas~---------,.,,~- ___ 27

1 Los problemas agrarios de Italia, la concesión de la ciudadanía romana


cadencia tardoimperial». Por esta razón, el siglo m, antesala de la decadencia
a numerosos provinciales, la incipiente barbarización del ejército o la di-
romana, fue objeto de un interés muy particular que se mantendrá vivo has-
fusión espectacular de algunos cultos orientales son, a modo de mues- ta la actualidad,2
tra, testimonios irrefutables de las transformaciones políticas, sociales e
Pero semejante visión historiográfica no se sustentaba tanto en la natu-
ideológicas sufridas por el sistema imperial en sus dos primeros siglos:
raleza de las fuentes literarias como en las experiencias culturales de la Eu-
«Considerándolo de cerca -escribió Petit-, se llega a la conclusión de
ropa moderna, sobre todo en la ruptura del humanismo con los esquemas
que la historia del Imperio no fue más que una sucesión de crisis en el
teológicos del medioevo. El debate ideológico, y hasta la simple erudición
seno de un apogeo completamente superficial.}) 1 Consecuentemente,
romanista de estos siglos, tomaron la forma de una meticulosa reconstruc-
el siglo siguiente no puede ser en modo alguno calificado en su conjun-
ción histórica: Lorenzo Valla (1440} pudo así demostrar la falsedad de la do-
to como una época de (<crisis>) o de <<decadencian. Por el contrario, ex-
natío Constantini y de las cartas de Jesús al rey Abgaro de Edesa, Leonardo
tensas regiones del Imperio conocieron entonces períodos de bienestar,
BruniAretino y Flavio Biondo polemizan poco después sobre las fechas y las
el largo reinado de los Severos (193-235) fue en general de estabilidad po-
causas de la vacillatio o inclinatio imperial, Juan Bodin refuta en su Metho-
lítica y de recuperación socioeconómica y, en fin, desde Galieno (253-
dus {1566) la identificación calvinista del Imperio romano con la cuarta mo•
268) se ponen en práctica eficaces medidas reformistas que permitirían
narquía de Daniel, Lowenklav reivindica la figura histórica de Juliano frente
la definitiva recuperación del Imperio bajo Diocleciano y Constantino. Si a Constantino (Apología en defensa de Zósimo, 1576) y Godefroy, por citar un
Roma es durante el siglo IV el indiscutible amo del mundo, ello prueba la
último y relevante ejemplo, elabora un estudio sobre el Codex Theodosianus
capacidad del régimen augústeo para superar sus antagonismos internos (1665) que sigue siendo hoy una obra de referencia. 3 Las evocaciones que
y las amenazas del exterior. Para cuestionar semejante evidencia, se ha entonces se hacían sobre la época monárquica o republicana (por ejemplo,
argumentado que éste no era ya el Estado altoimperíal, sino un Imperio Petrarca o Maquiavelo) carecían, en cambio, de ese espíritu crítico, pues só-
con rasgos diferentes tanto en sus estructuras sociales como en sus su- lo eran proyecciones ideológicas de las élites cultas europeas a un mundo
perestructuras jurídicas o ideológicas. Es cierto. Pero de aquí no cabe de-
clásico nútificado, pasado y a la vez eterno. Naturalmente, todos tenían la
ducir que el siglo m fuese una enfermedad mal curada, a no ser que se convicción, que pocos compartirian hoy, de que la decadencia equivale al
idealice el principado como un período de armonía social y de esplendor
abandono de las tradiciones antiguas, en este caso de las virtudes republi-
espiritual frente al Imperio cristiano, barbarizado y cuasi feudal de la an- canas, cuya recuperación era precisamente el ideario político de los hom-
tigüedad tardía. En realidad, es aquí, en la contemplación del Bajo Im- bres del Renacimiento y de la Ilustración.
perio como declive de la cultura clásica, donde descansa en última ins-
Las luchas religiosas de la Europa moderna no hicieron sino afianzar esta
tancia la valoración del siglo m como una época de crisis. orientación historiográfica, pues el movimiento reformista dijo inspirarse en
la pureza del cristianismo primitivo a la par que tachaba a los católicos con•
trarreformistas de proseguir la tradición ritualista, autoritaria y vacua de la
EL SIGLO III EN LA ffiSTORIOGRAFIA CLASICISTA
gran Iglesia postconstantiniana. Precisar el momento en que aquel cristianis•
mo inmaculado de los orígenes se convierte en la religión corrompida de la
A lolf pfoneros de la historiografía moderna, los humanistas del Quattro- Iglesia triunfante o bien negar este proceso pasó, por tanto, a constituir una
cento y los ilustraWos del xvm, les interesó mucho más la época imperial de tarea de vital trascendencia, como puede ilustrar en España la obra de Fer-
Roma que la monárquica y republicana. Los eruditos europeos de aquellos nando de Mendoza en pro de la ortodoxia del Concilio de Ilíberris y de su va-
siglos, que sintieron una admiración singular por el mundo clásico, se preo- lidez histórica para justificar la política antiherética de Felipe ll. Con una pers-
cuparon muy especialmente por las causas y las circunstancias de su final, pectiva más general, éstos son también los criterios con que el abad jansenis-
algo que ellos sólo podían entender con criterios pesimistas y que convirtie-
ron de hecho en el paradigma de cualquier momento histórico de decaden-
2 Para una visión historiográfica más detallada, cf. esp. MAZZARINO, S. Storia romana e storiografia
cia. Así pues, la historia de la historiografía sobre el imperio se caracteriza,
moderna, Nápo!es, 1954, pp. l l yss.; fDEM. El fin del mundo antiguo, México, 1961, pp. 74 y ss. MOM!GUANO,
por una parte, por su notable precocidad respecto a las otras etapas de la his- A. «La formazione della moderna storiografia sull'impero romano», en Contributo alla storia degli
toria de Roma y, por otra, por su elaboración retrospectiva, a la luz de la «de- studi classici. Roma, 1956, pp. 107 y ss. CHR!ST, K. ~oer Untergang des rOmischen Reiches in antiker
und modemer Sicht», en Der Vntergang des rllmischen Reiches, Darmstadt, 1970, pp. 1-31; MAZZA, M.
Lotte sociali e restaurazione autoritaria nel m secolo D. C., Roma-Bari, 1973, pp. 17 y ss.
J GODEFROY (GornoRurnus). Codex Theodosianus cum perpetuiscommentariisJ. Gothofredi, Ed. Ritter,
r PITTrr, P. La paz romana, Barcelona, 1976, p. 258.
pp. 1736 y SS,

3 of 15
28, _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ JoséFemd1tdez Ubiña

ta Sebastien Lenain de Tillemont escribe la Histoire des empereurs {de Augus-


to al siglo VI, 1690 ss.) y su contrapunto eclesiástico Mémoires pour servir al'-
histoire ecclésiastique des six premiers siecles (París, 1699 ss.), obras que pre-
¡ La crisis del siglo m: realidad histórica y distorsiones historiográficas--------- 2 9

del ejército. A la humillación de las clases dirigentes se contraponen los pri-


vilegios concedidos a unos soldados cada vez más barbarizados en todos los
aspectos, como a su juicio ilustraba la política de los Severos. A sabiendas de
tenden aunar la historia política y religiosa a la manera cristiana del siglo xvu. 4 que era una explicación insuficiente, Gibbon eleva su perspectiva teórica y
La tradición historiográfica que interpretaba el imperio como decaden- reflexiona sobre el milagro de que un imperio tan vasto lograse perdurar tan
cia de la Roma clásica alcanzará su cénit con la obra del ilustrado inglés Ed- largos siglos. Es entonces cuando advierte la inconsistencia del dictum vol-
ward Gibbon, The Decline and Fall of the Roman Empire (1776-1787), 5 cuyo teriano {«cet Empire est tombé parce qu'il existait. 11 faut bien que tout tom-
propósito-expuesto sustancialmente en los capítulos 15 y 16- era sin em- be»). para apostillarlo con un criterio más histórico: <tThe decline of Rome
bargo el contrario de Tillemont: narrar el fin del mundo antiguo ante los em- was the natural and inevitable effect of inmoderate greatness.»8
bates de la barbarie y de la religión cristiana, desde el esplendor de la dinas- Así pues, el siglo UJ es sólo el inicio de una decadencia multisecular y na-
tía de los Antoninos hasta la caída de Constantinopla en poder de los turcos tural, orgánica, cuya mejor expresión es la progresiva degradación del ejérci-
el año 1453. Gibbon supera el anticuarismo humanista y la filosofía de la His- to ciudadano desde los tiempos de Mario. Si Montesqui.eu ya había relacio-
toria de los ilustrados, sobre todo Voltaire y Montesquieu, pero también se nado la virtud republicana con la eficiencia militar y vio aquí el pilar de la
vio limitado por los prejuicios ideológicos de unos y otros. 6 Su propia data- grandeza romana,9 para Gibbon la degeneración del ejército no era sino el re•
ción de la decadencia es ya un posrulado anticuarista, pues sólo en ese espí- tlejo de la degeneración social del Alto Imperio: i<Orillado el requisito de pro-
ritu cabría iniciarla con precisión el afio 180, con la entronización de Cómo- piedad, acaudillaban siempre los ejércitos romanos oficiales de nacimiento
do, el hijo degenerado del gran Marco Aurelio. De ahora en adelante, las vie- y educación hidalga; pero los meros soldados, al par de las tropas mercena•
jas virtudes romanas, la libertad y la moralidad política, no harán sino periclitar rias de la Europa moderna, se alistaban entre las heces, y aun con frecuencia
ante el avance de fuerzas disolventes. Para hacer una afirmación tan con- entre los mayores forajidos que afrentaban el linaje humano.>, 10 Aunque Gib-
tundente era necesario elevar el período anterior, el de los Antoninos, a una bon sintió especial predilección por los temas militares, incluyendo los de su
grandeza histórica igualmente desmesurada, y de hecho Gibbon sólo puede propia época, sus consideraciones aristocráticas reflejan en este caso el fuer-
describir y justificar teóricamente un período tan prolongado de decadencia te espíritu elitista de los ilustrados y su desprecio al pueblo llano. Por eso él
{casi 1300 años) convirtiendo el siglo u en una época paradisíaca: «Si se tra- juzga igual de degradante la Constitutio Antoniniana, que universalizaba la
tase de puntualizar el plazo de la historia del mundo en que el linaje huma- ciudadanía romana en tiempos de Caracalla, y se adhiere sin reservas a los
no floreció y prosperó más señaladamente, nombraríase sin titubear el que planteamientos despechados de los historiadores prosenatoriales, en espe-
medió desde la muerte de Domiciano hasta el advenimiento de Cómodo», 7 cial de aquellos que como Tácito o Dion Casio representan con fidelidad la
El declive de esa edad mítica se materializa en un pésimo gobierno imperial, c<storiografia antimperiale della liberta perduta.»11 Ni él ni historiador algu-
la pérdida del poder por parte del senado y la degeneración política y racial no de la Ilustración se interesó por ningún aspecto de lo que hoy entendemos
como historia social: el desarrollo provincial, las formas de trabajo y depen-
dencia, la expansión de la ciudadanía romana... Todas estas cuestiones, que
4 DfA.Z TotEDO, A. ~ Concilio de El vira a la luz de Femando· de Mendoza», en Sodalitas, III, 1983, son las que realmente pueden explicar las transformaciones del siglo m, lepa-
pp.109-23. saron inadvertidas o, peor aún, las percibió como testimonio de la decaden~
s GrnooN, E. Hístoria de la decadencia y ruina del Imperio Romano, Madrid, 1984 (Barcelona, 1842),
en adelante citada como GmaoN.
cia y de la degeneración del viejo y virtuoso orden romano tradicional. En es-
61.a obra de Gibbon ha sido objeto inagotable de análisis en nuestro siglo. Entre los estudios más reden• ta perspectiva, cabe afirmar que Gibbon no constata una crisis peculiar du-
tes cabe recordar WHITE, L {ed.). The transformation ofthe Roman World. Gibbon 's Problem after twocen- rante el siglo III, sino que ahí situó el punto de partida de un declive multisecular.
turies, Berkeley-Los Angeles. 1966; BowERsocK. G. W yOJvE,J. (eds.). Edward Gibbonand theDeclinearul Así pues, su interpretación estuvo limitada por dos prejuicios: en primer lu-
Fall ofthe Roma.n Empire, Cambridge, Mass., 1977; DuCRfil' P. (ed.). Gibbon et Romea la lumierede l'his-
toriographie nwdeme. Ginebra. 1977; MoMIGL!ANO. A. «Gibbon's contribution to historlcal method,,, en
Historia, 1 (1954), pp. 450 y ss.; fDEM. «Edward Gibbon fuori e dentro la cultura italiana», en Sesto Contribuw a VOUAIRE. Dictionnaire philosophique, I, 260; GiaaoN, cap. 38, p. 402: «La decadencia de Roma era
alta sroria degli studi classici e del mondo antia), Roma, 1980 (estos y otros artículos sobre Gibbon pue- natural e inevitablemente el paradero de tan descompasada grandeza!... ¡. Sencilla y obvia es la rela-
den verse reunidos en MoMIGUANO, A. Suifondamenti delia storia antica, Turin, 1984, pp. 312 y ss.); ción de su ruina; y en vez de inquirir por qué se estrelló el imperio romano, debiéramos antes pas-
ÜlADOOCK. P. B. Edwant Gibbon: Luminious Historian, Standford, 1987. mamos de su dilatada duración.»
7 GIBBON, cap. UI, p. 98 (cf. en este mismo sentido las palabras iniciales de su obra: p. 19). Sobre la ide- 9 MONTESQUIEU. Considerations sur les causes de lagrandeur des romains et de leur décadence, París,
alización de esta época, cf. GIARRIZZO, G. E. Gibbon e la cultura europea del Settecento, Nápoles, 1954, 1968, pp. 32 y SS.
pp. 244 y ss.; U)MAS, E J. «Observaciones de E. Gibbon sobre los Antoninos desde la atalaya de la Ilustración,,, 10 G!SBON, cap. I, p. 25.
en GAsco, E y FALQUE. E. {eds.J. EJpasadorenacidn, Sevilla. 1992, pp. 141-171,esp. pp.141-155.
4 of 15 ll CAl.vANI, V. y GIAllOINA, A. Stnriaantica. Roma, Roma➔ Bari, 1978, PP· 201 y SS.
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gar, por su propia conciencia de clase, por su contento de pertenecer a la mi~ teológicos de la hagiografía eclesiástica, y establece las bases para una co-
noria privilegiada que regía el mundo: ((Cuando contemplo -escribe en su rrecta comprensión histórica del triunfo del cristianismo.
Autobiografia-- la suerte común de los mortales tengo que reconocer que he Sin esta ruptura gibbmúana, sería inconcebible el análisis fundamental de
sacado un gran premio en la loteria de la vida. La mayor parte del globo está J. Burckhardt sobre Constantino y su tiempo (1852). Superando los esquemas
sumida en la barbarie o en la esclavitud; en el mundo civilizado, la clase más empiristas de la Altertumswissenschaft, que aún prevalecían en el romanticis-
numerosa se halla condenada a la ignorancia y a la pobreza y la doble suerte mo final del siglo xrx, Burckhardt comprendió que la conversión de Constan-
de mi nacimiento en un país libre y esclarecido, en una familia honorable y tino no era tanto un drama personal cuanto la manifestación más signíficati-
rica, es la venturosa contingencia de uno contra millones.,} 12 En segundo Iu~ va de la pervivencia de la espiritualidad pagana en el cristianismo. Por eso, pa-
gar, porque esta conciencia clasista le lleva a evocar el mundo clásico como ra él la época de Constantino no se identifica con la obra del emperador, sino
la cultura exquisita e impar de la que todo ilustrado se sentía heredero. Se tra~ con la evolución cultural (Kulturgeschichte) del siglo m. Aunque influido por
ta, en suma, de una contemplación parcial del clasicismo, desautorizada por Gibbon, el planteamiento burckhardtiano es en cierto modo antagónico al de
el relativismo cultural de la antropología moderna y por un conocimiento todos los ilustrados, pues en absoluto considera que el clasicismo muriese an-
más riguroso del mundo antiguo, de sus contenidos populares, de sus varia- te el avance arrollador de la cultura cristiana. Muy al contrario, su interés pri-
das expresiones espirituales y de su evolución histórica. mordial es describir el proceso exquisitamente histórico de la continuidad:
La ideología elitista de Gibbon se deja traslucir igualmente en su valora- {(Resumiendo todo lo dicho hasta aquí, veremos que no sólo la disolución del
ción del cristianismo como causa y sobre todo como consecuencia de la de- paganismo favorece, de un modo general, al cristianismo, sino que muchos
cadencia romana. 13 Se inspiraba para ello en la polémica desatada siglos an- de los síntomas de esa disolución contienen como un prenuncio del cristia-
tes por Johannes LOwenklau (1576}, cuando reivindicó la veracidad histórica nismo, se acercan a él. En primer lugar, la mezcla de dioses era muy apropia-
de la tradición pagana sobre Constantino, que lo presentaba como un em- da para preparar el terreno a una nueva religión. Desnacionalizaba lo divino
perador hipócrita y cruel, incapaz política y militarmente, un opresor fiscal y y lo hacía universal{ ... ]. Además, el contenido esencial de las ideas paganas tar-
un asesino que sólo encontró paz, al final de sus días, en la conversión inte- días era bastante análogo al cristianismo.»16 No era una idea aislada y brillan-
resada a una fe cristiana, dispuesta a perdonar los crímenes más execrables.14 te del entonces jovendsimo Burckhardt. Su tesis emana en realidad de una
La polémica nos interesa además porque la crisis imperial se desplaza ahora concepción histórica revolucionaria (en relación con la pobreza teórica del
del siglo m al siglo rv y será por tanto en este último donde se fecharán los fac- historicismo optimista que lo circundaba, inspirado por Mommsen, y que tan
tores disolventes del esplendor de Roma, desde los emperadores más pérfi- injustamente marginó su obra),17 al comprender que la época imperial no in-
dos y la opresión fiscal hasta eJ declive núlitar y la propia corrupción ecle- teresa por la grandeza de sus personajes, sino por la trascendencia de las trans-
siástica. Gibbon otorga, sin embargo, un margen de sinceridad a la conver- formaciones culturales y más concretamente por el proceso que abocó en la
sión de Constantino, teniendo en cuenta la cargada atmósfera espiritual de hegemonía social y espiritual del cristianismo, que para él era también el ac-
la época: 1<En temporadas de fervor religioso se echa de ver que hasta los es- ta de nacimiento de la vieja Europa. Se entiende así la importancia del siglo m,
tadistas más atinados están abrigando el mismo entusiasmo que infunden a cuyo estudio ocupa la mayor parte de su obra, al margen de sus convulsiones
los demás[ ... ]. Aplausos desmerecidos suelen a veces sacar a la luz prendas militares o monetarias. Lo que se verificó entonces no fue un enfrentamiento
efectivas, y la religiosidad especiosa de Constantino, si era al principio mera- violento, sino la «demonización del paganismo}>, un declive natural y general
mente afectada, pudo luego, al impulso de alabanzas, ejercicio y ejemplo, re- de la cultura clásica -e incluso de la sociedad, con la perceptible degenera-
dundar en fe veraz, entrañable y fervorosa.))ts En esta perspectiva, aceptan- ción racial de sus élites-, que apenas logrará sobrevivir bajo la bandera ex-
do la realidad del Christianismus politicus de Constantino y a la par expli- traña del cristianismo triunfante: «Toda la historia de esta época es un testi-
cándola como producto ideológico de su tiempo, Gibbon supera tanto los
prejuicios anticristianos de los filósofos ilustrados como los apriorismos
16 BuncKHABDT, J. Del paganismo al cristianismo. La época de Constantino el Grande, México, 1982,
pp. 238·2..19. Cf. l.OWITH, K. }JI sentido de la Historia, Madrid, 1968, pp. 37-52.
17 El estudio más completo es el de KAEGI, W. J. Burckhardt. Bine Biographie, 4 vols.,
12 GrnB0N, E. Autobiografia, Buenos Aires, 1949, p. 158.
13
Basilea/Stuttgart, 1950-1967. Cf. además MAZZARTNO, S. «Burckhardt politologo. ''L'etii di Costantinon
GrnB0N, E. Autobiografia, 124; Historia, cap. 37, p. 308.
14 MAZZAR!NO, s.El fin del mundo antiguo, PP· 93 y SS. MAzzA, M. Op. cit., pp. 31 y SS. Cf. además e la moderna ldeazione storiografica», en Antico, rardoantico ed era costantiniana, Roma, 1974,
pp. 32-50, y MOMIGLIANO, A. ~rntrnduzione al!a Griechische Kulturgeschlchte di Jacob Burckhardt»,
CANDAU, J. M. «Introducción» a Zósimo, en Historia Nueva, Madrid, 1992, esp. pp. 30 y ss. (amplia
en Sui fondamenti della storía antíca, pp. 393-409 (con un «Appendice critico-bibliografica», en
actualización bibliográfica en pp. 66·83).
15 GrnsoN, E. Autobiograjia. p. 73; Historia, cap. 20, p. 364.
pp. 404-409). •

5 of 15
32 _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ JoséFemá11dezUbiilü La crisis del siglo m: realidad histórica y distorsiones historiográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ 3 3

monio elocuente del envejecimiento y decadencia de la vida romana, en lo chas,20 cuyas leyes se hicieron extensivas, de manera entusiasta y mimética,
que no incumbe culpa alguna al cristianismo[ ... ].» Para avalar su tesis, Burck- a todos los aspectos de la vida social y del desarrollo histórico. La historio-
hardt recurre a diversos testimonios monumentales y escritos (Séneca. Plinio, grafía de la época emplea con profusión los novísimos conceptos de raza, he-
Petronio, Floro, Dion Crisóstomo, Dion Casio, Quintiliano, Juvenal, Aulo Ge- rencia, rasgos físicos, degeneración, factores climáticos, crecimiento demo-
lio, Eliano, Ateneo, Macrobio...), sin advertir que la mayoría de estos autores gráfico, superpoblación, etc., y un postulado nada inocente comienza a te-
denigraron su propio tiempo y exaltaron los tiempos pasados sin ánimo de ner carta de ciudadanía: el orden social es un orden natural. Llegado a este
denunciar la realidad social (de la que ellos eran beneficiarios), sino de ex- punto, el llamado darwinismo sociológico no era, pues, sino una burda jus-
presar más bien su tímida oposición al principado y su vinculación nostálgi- tificación de las desigualdades impuestas por un capitalismo rampante.
ca a la ideología de la libertas senatorial. ta En este ambiente escribe Otto Seek su célebre Geschichte des Untergangs
Eliminar el antagonismo entre paganismo y cristianismo fue ciertamen- der antiken Welt, una obra meritoria en cuanto descubre por primera vez el
te una de las aportaciones más valiosas de Burckhardt, pero había en su obra Bajo Imperio a la historiografía positivista, pero que, a la postre, no es sino la
una observación sobre la degradación racial de las élites, que tendría un ex- aplicación de los criterios racistas y darwinistas antes mencionados a la his-
traordinario desarrollo y una desafortunada aplicación sociológica por los toria del Imperio romano.21 A diferencia de Burck.hardt, que explicaba la de-
movimientos racistas de la modernidad: «Si miramos al tipo físico no pode- generación social y cultural del Imperio como un proceso orgánico y espiri-
mos negar que en esta época se produce una degeneración de la raza, por lo tual, Seek formula una tesis cientificista y dogmática en consonancia con su
menos en las clases altas. El juicio no se basa únicamente en las manifesta- propio tiempo: la decadencia de Roma fue debida a la eliminación de los me-
ciones de autores que, en diversas ocasiones, aludieron ya muy pronto a al- jores (Ausrottung der Resten), un planteamiento anómalo de los principios
go parecido, sino que es el arte mismo quien nos proporciona la prueba más darwinistas pues deduce una evolución en sentido inverso, en beneficio de
irrefutable en numerosos monumentos, hasta en aquellos que no permiten los peores, durante el Bajo Imperio. Seek nos interesa especialmente por su
ninguna excusa por virtud de la torpeza del artista.»19 La evolución biológi- contemplación positiva del siglo rn: si hubo una época catastrófica en la his-
ca de los pueblos y de las culturas era en efecto una concepción histórica toria de Roma, ésa sería la época de Constantino y de sus sucesores, a los que
con ilustres antecedentes clásicos y cristianos, como Séneca, Floro o Cipriano, consagra la mayor parte de su obra. La decrepitud había alcanzado a todas
que habían encontrado en ella una fácil explicación para los problemas de su las esferas de la vida pública y privada del principado: el Imperio recaía en
propio tiempo. El romanticismo decimonónico recupera esta idea desde su manos despóticas de ineptos, corruptos y cobardes, al igual que las restantes
perspectiva más gratificante: el encanto de unos pueblos jóyenes, salvajes y instituciones cívicas del Imperio; el ejército debía recurrir a levas obligatorias
aún no corrompidos por la civilización, que vienen a renovar y revitalizar Ro- y apenas si lograba alistar a marginados sociales, provinciales y bárbaros; la
ma en los años de su senectud. La visión de la vejez como decadencia {o vi- religiosidad había perdido su autenticidad original en provecho de los cultos
ceversa} se adornó con tonos cientifistas (y hasta poéticos) tras las indaga- orientales; la sociedad había igualado por abajo a la aristocracia tradicional
ciones de Darwin sobre la evolución de las especies publicadas en estas fe- y a los espíritus más sublimes con los antiguos esclavos, libertos, provincia-
les y extranjeros, que son convertidos en ciudadanos por Caracalla como re-
conocimiento legal de la naturaleza plurinacional, no romana, del Imperio;
18 Ct: MAcMul.LEN, R Enemies o/ tite Roman order. 'lreason, unrest am1 alienation in the Empire, Londres, la economía, simbolizada en el sistema de patronato, se sustentaba en el pa-
1992, pp. 1 y ss. y 242·244; Bum::HARDT, J. Del paganismo al cristianismo, pp. 242 y ss. En su rasitismo y el servilismo social, y éstos eran también los rasgos de la produc-
Weltgeschíchtlische Betrachtungen (traducción catalana, Considerado ns sobre la histbria universal,
Barcelona, 1983) Burclchardt insiste en esta confluencia cultural del cristianismo y del paganismo tar- ción literaria y artística. Consciente de esta situación calamitosa, Marco Au-
dorromano. El profesor de la Universidad de Keele, G. Nussbaum, que compensa sobradamente su invi• relio intenta fortalecer las legiones y mej0rar la agricultura alistando a los bár•
dencia fisica con una penetrante agudez.ahistórica, me llamó epistolarmente (junio, 1994) la atención baros y asentándolos como colonos. Aunque ya era demasiado tarde, fue esta
sobre este precedente burckhardtiano (que yo desconocía cuando escribí «Le Concile d'Elvire et !'Esprit
du paganisme,,, en DHA, 19, 1, 1993. pp. 309-318), con palabras que reproduzco como agradecimien-
to a este colega singular y como síntesis de la aportación teórica del gran historiador de Basilea: «He
has a view there that the key concept for understandingwhat happens in history is the concept of meta" 20 DARWIN, CH. On the origins o/species by means af naturalselectWn, Londres, 1859. La más célebre
morphosis [...]. And he asserted that there j:ras been only one fully completed metamorphosis so far, contemplación poética de la decadencia es el soneto que Verlaine dedica a Georges Courteline: «Je
and that was the transformation of the Western Roman Empire into the Ro man Catholic Church, or suis l'Empire ala fin de la décadence,/ Qui regarde passer les grands Barbares blancs..•• » Uadis et
perhaps we should call it Western Christendom. It is an interesting idea, how well it will stand up to naguere, 1884); cf. MArulou, H.-1. ¿Decadencia romana o antigüedad tardía? Siglos111-V1, Madrid, 1980,
scnltiny I don't know. But it struck me, reading your paper, that the Council ofElvira as expounded by pp. 12 yss.
Ubiña might well be cited in support of Burckhardt's thesis.» 21 SF.EK, O. Geschichtedes Untergangs derantiken Welt, 6 vals., Stuttgart, 1894. La alta valoradón que

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19 BUB.cru,ymT, J. Del paganismo al cristin.nismo, p. 246. hace del autor y su obra M. Mazza (op. cit., pp. 57 y ss.) no me parece convincente.
La crisis del siglo m: realidad histórica y distorsiones historiográficas,~-------- 35

savia vigorosa la que evitó el colapso definitivo, frenó durante el siglo m los im- sordón gradual de las clases cultas por las masas y la simplificación consiguiente
pulsos decadentes y dio a Roma sus postreros momentos de gloria. No fueron de todas las funciones de la vida política, social, económica e intelectual, o sea,
p~es las gentes extemae los responsables de su ocaso final. Nunca habrían po- aquel proceso al que damos el nombre de barbarización del mundo antiguo. La
dido doblegarla si no hubiera estado ya moribunda por sus propios males. evolución del mundo antiguo es para nosotros una lección y una advertencia.
Pero estos pueblos jóvenes, dirigidos por la excelencia de una realeza electi- Nuestra civilización no perdurará sino a condición de no ser la civilización de
va que recaía en los más capaces de la nobleza y del Volk (al contrario de lo una sola clase, sino la civilización de las masas. Las civilizaciones orientales fue-
que acaecía en Roma), asimilaron con rapidez los aspectos más avanzados ron más estables y duraderas que la grecorromana porque, hallándose basadas
de la cultura clásica, desarrollaron sus potencialidades productivas, crecie- principalmente en la religión, eran más accesibles a las masas. Otra enseñanza
ron demográficamente y pronto se percataron de que su área de expansión es que las tentativas violentas de nivelación no han conducido jamás a la eleva-
natural eran los territorios despoblados del viejo y racialmente degenerado ción de las masas; no han hecho más que aniquilar a las clases superiores, ace-
Imperio. lerando así el proceso de barbarización. Pero la interrogación última se alza cov
En la misma medida que el imperialismo prusiano y el darwinismo socioló- mo un fantasma siempre presente y contra el cual ningún exorcismo vale: ¿Es
gico animan la indagación de Seek, la revolución bolchevique y el materialismo posible extender a las clases inferiores una civilización superior sin degradar el
histórico constituyen el contrapunto contemporáneo de las tesis de Rostovtzeff contenido de la misma y diluir su calidad hasta desvanecerla por completo? ¿No
sobre el declive del hnperio romano alo largo del siglo m, cuando las masas cam- está condenada toda civilización a decaer apenas comienza a penetrar entre las
pe~inas e incultas, en complicidad con los brutales emperadores soldados, ani- masas?>, 24
quilaron a la «burguesía urbana» del Imperio y, con ella, a la cultura dásica.22 La conclusión pesimista de Rostovtzeff se ha contrapuesto a menudo con
Nunca hasta ahora esa centuria había recibido una consideración tan indívi- el optimismo que irradiaba Gibbon en el célebre capítulo 38 de su History:
~ualizada Ynegativa, y quizá sin la aportación de este célebre ruso blanco, exi- (<Aquella revolución extraordinaria -escribía el historiador inglés- tiene su
liad~ en Oxford, la ((crisis)) del siglo m carecería de la entidad historiográfica que cabida provechosa en la instrucción del siglo presente. Todo patriota tiene
ha disfrutado hasta hoy. Y ello a pesar de algunos errores manifiestos y de su que anteponer y ensalzar exclusivamente los intereses y la gloria de su patria;
idealización de las clases medias de las ciudades romanas (a las que denomina mas corresponde a un filósofo el ensanchar sus miras y conceptuar Europa a
burguesía urbana), que habrían sido las clases hegemónicas del Alto hnperio y fuer de una gran república, cuyos varios moradores han venido a encumbrarse
las responsables de su esplendor económico y cultural. Aunque Rostovtzeff silen- al mismo nivel de instrucción y de cultura. Seguirá el equilibrio del poder con
cia aspectos tan fundamentales como la relación de esta clase con los medios sus vicisitudes, y alternativamente sobrepujará la prosperidad en nuestro rei-
de producción y con los aparatos de Estado, cree que su bienestar derivaba de no o en alguno de los inmediatos; mas tales acontecimientos parciales no al-
la explotación de las clases irúeriores, particulannente del proletariado urbano canzarán a dañar esencialmente al estado general de bienandanza, al siste-
Ydel pequeño campesinado. La crisis estalló por la negativa burguesa a ampliar ma de artes, leyes y costumbres con que tanto descuellan en el orbe los eu-
su base social, pennitiendo que los elementos más activos de las restantes cla- ropeos y sus colonias. Las naciones montaraces del globo son enemigas
ses pudieran gozar también de sus privilegios. La sociedad se polarizó así en dos comunes de la sociedad civil; y podemos inquirir ansiosamente si está toda-
grupos irreconciliables, burguesía urbana y masas explotadas. Aliadas éstas con vía amagando a Europa una repetición de aquellas desventuras que aniqui-
los emperadores-soldados, cuyos ejércitos nutrían,23 el siglo mes el momento laron las armas e instituciones de Roma. Quizá las mismas reflexiones ilus-
de las luchas de clases más grandiosas de la Antigüedad. Pero su resultado no trarán la ruina de aquel imperio poderoso, y explicarán las causas probables
fue, como nunca lo ha sido, la mejora de las condiciones de vida de los insur- de nuestra seguridad presente.»25 Aunque las conclusiones de uno y otro son
gentes, sino la generalización de sus miserias económicas y culturales ·a toda la diametralmente opuestas, ambas emanan de la misma fuente. No del análi-
sociedad. Lo que sigue al siglo m es sólo ignorancia, despotismo oriental y bu- sis crítico del mundo antiguo, sino del estado de ánimo con que la burguesía
rocracia cortesana: «El fenómeno principal del proceso de decadencia fue la ab- moderna a la que ellos pertenecían afrontaba la realidad de su propio tiem-
po: la etapa de expansión imperialista en el siglo XVI11 de Gibbon y las incer-
tidumbres sociales ante el avance de las ((masas» comunistas en la Europa de
22 HOSTOVI7.EFf; M. Historia econOmica y social del imperio romano, 2 vo!s., Madrid, 1962 (original
principios del siglo xx que le tocó vivir a Rostovtzeff.
inglés de 1926}.
23
En la primera edición inglesa de su obra Rostovtzeffhab!aba abiertamente de las legiones roma-
nas como si fuesen «el ejército rojo de campesinos», juicio que eliminó en ediciones posteriores:
Cf. la excelente y algo jocosa valoración de MoMJGUANO, A. Studies in Historiography, Londres, 1966, 24 RosTOYrlF.FF, M. Op. cít., vol. U, p, 489.
pp. 91-104. 25 GnmoN, cap. 38, p. 404.

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3 6 _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Joié FernátulezUbiña La crisis del siglo m: realidad histórica y distorsiones historiográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ 3 7

LA RENOVACIÓN HISTORIOGRÁFICA MODERNA! EL SIGW m COMO ÉPOCA DE lumen habló de «decadencia», aun cuando los siglos siguientes fuesen
TRANSFORMACIÓN SOCIOECONÓMICA Y DE INNOVACIÓN CUCTURAL analizados en el volumen I de la Cambridge Mediaeval History, coordi-
nado igualmente por Baynes. Desde entonces hasta hoy la historiografía
El rasgo principal de la historiografía más reciente sobre el siglo rn es el antigua y medieval oscilará entre la valoración del siglo III ~o~o punt_o
abandono del concepto de (tcrisis>, por el de <(Continuidad y transforma- final de la Antigüedad clásica o bien como un período trans1tono de en-
ción», una idea que ciertamente ha fascinado a no pocos historiadores ac- sis que será superada por Diocleciano y Constantino. En es~e últi~o s:1-
tuales, aun cuando no todos se hayan preguntado seriamente si acaso trans- puesto, la cuestión principal estriba en dilucidar si el nuevo 1mpeno cns-
formación y crisis no pudieran tener el mismo significado.26 En todo caso, tiano es una continuación de la mítica edad antonina o si por el contra-
la idea de una evolución histórica, frente a la de ruptura o decadencia, no rio la superación de la crisis se ha verificado al precio de una transformación
presupone renunciar a cierta idealización del mundo antiguo ni desemba- radical de sus estructuras socioeconómicas, de sus instituciones políti-
razarse consiguientemente del lastre negativo con que los filósofos ilustra- cas y de sus expresiones ideológicas. La respuesta nunca será fácil. 28 Su-
dos, Gibbon o Rostovtzeff, hipotecaron la interpretación del siglo m. De he- perada en todo caso la contemplación elitista del mundo antiguo como
cho, no pocos historiadores contemporáneos se mantienen fieles a esta vi· un conjunto de valores absolutos y normativos, superiores a los de cual-
sión tradicional, estiman la dinastía de los Antoninos como el período más quier otra cultura o período histórico, el siglo m comienza a ser analiza-
glorioso de Roma y creen incluso que a partir del siglo m se inicia la Edad do desde una perspectiva más crítica del material literario Ytomando en
Media. Pero si algo realmente novedoso define en este sentido a la histo• consideración las numerosas aportaciones de la arqueología, la epigra-
riografia más reciente es la integración del mundo antiguo en la evolución fla y la numismática. Esta pluralidad de enfoques ha hecho posible, ~or
histórica como una etapa más que, en aspectos importantes (esclavitud, ar- una parte, diferenciar etapas y aspectos históricos de desarrollo e m-
te, religiosidad, etc.), se prolonga durante el período medieval y puede por fluencia desigual. Por otra, algunas tesis formuladas siglos atrás por los
tanto estudiarse en confrontación con el mismo. En otras palabras, el cla- grandes maestros de la Ilustración o del romanticismo decimonónico han
sicismo ha dejado de ser el reflejo especular de las élites modernas, sus va- sido replanteadas sin prejuicios clasicistas: en la esfera artística, literaria
lores han recuperado su dimensión histórica real y, en fin, nadie lo reme- y religiosa, por ejemplo, las transformaciones del siglo m, que siempre
mora hoy como crítica de la realidad presente o alternativa utópica de fu. fueron destacadas como testimonio de la decadencia cultural, se valoran
tu.ro. Se ha superado así la ambigüedad ancestral de los estudios clásicos ahora como el nuevo lenguaje de una sociedad transformada pero tan
como recreación de la cultura contemporánea: el clasicismo no es ya, ni clásica como la del siglo u. Sin pretender ser exhaustivos, éstas son en mi
quizá vuelva a serlo jamás, la bandera ideológica que acogió durante siglos opinión algunas de las lineas más innovadoras de la investigación reciente
los proyectos reformistas de unas minorías ilustradas que lo evocaron co- sobre este período:
mo el modelo más sublime de sus propias aspiraciones culturales y que es- l. En la esfera socioeconómica e institucional (ámbitos que el mundo
tudiaron, por tanto, su declive en una perspectiva menos histórica que sen- clásico no diferenciaba),29 cabe destacar los estudios sobre·la economía
timental.27 monetaria y la inflación, temas que habían sido ignorados en los trabajos
Crisis and Recovery, el título que N. H. Baynes, su coordinador, dio en 1939 de los primeros decenios de este siglo. La obra pionera de Mickwitz in-
al volumen final de la célebre Cambridge Ancient History, ilustra bien el tentó ya probar que las reformas monetarias de Diocleciano y Constanti-
desacuerdo de sus autores con las tesis pesimistas de Rostovtzeff y la no, sobre todo el solidus áureo, sirvieron para impulsar los cambios y la
orientación de los estudios tardorromanos en los últimos decenios. Una econorrúa privada del Bajo Imperio, cuestionándose así el estancamien-
visión absolutamente negativa del siglo mera insostenible, y de hecho
ninguno de los historiadores que participaron en la redacción de este vo-
26 Sobre este aspecto, cf. MAIBR, R G. Las transformaciones del mundo mediterrdnea. Siglos lll·V/11,
Bilbao, 1972, pp. 2-15, y P1GANIOL L'Empire Chrétien, Parls, 1947. Ala manera de la CAH, en el vol. 3. I
26 MAzzARlNo, S. El fin del mundo antiguo, cap.XIII, pp. 189 y ss.; MAZZA, M. Op. cit., cap. II, pp. 93 de la Storia di Roma dirigida por MüMIGUANO, A. y ScHIAVONE, A. {Roma-Bari.1988) Y subtitulado c~~i
y ss. Los trabajos más importantes han sido reproducídos en KAGAN, D. (t.>d.). The End of the Ro man e trasformazioni se analizan los aspectos más diversos del siglo m, pero ninguno de sus autores utili-
Empire. Decline or transformation?, Toronto, 1978. za los términos «crisis- o «decadencia». Más significativo es si cabe el coloquio celebrado en Estrasburgo
27 En esta atmósfera debe entenderse la sentencia orteguiana ante el fin de la cultura clásica: «El en 1981 y editado por E. FR.ÉWmscon el título Cri.se et redressement dans les provinces europée~nes.de
fenecimiento de una civilización es, para el hombre, la escena más saturada de melancolía~ (ORTEGA l'Empire (milieu me-milieu we siecle ap. J.-C.) (Estrasburgo, 1983): ninguna de sus once contnbucw+
YGASSET, J. «Sobre la muerte de Roma», en Obras completas II. El Espectador (1916-1934), Madrid, nes aborda aspecto alguno del siglo JU desde un presupuesto de ffCrisis» o «decadencia».
1966, p. 537). C!.. CANFORA, L Ideologías de los estudios clásicos, Madrid, 1991, esp. pp. 5-8 (ffPrólogo 29 Cf. a este respecto las precisiones de M.Az:zAJuNo, S. contra C!tOCE, B. en la citada Swria roma.na e

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ala edición espaflo!a,,J y235 y ss. swriagrafta moderna, pp. 69 y ss.
José FemdndEZ Ubifta La crisis del síglo 111: realidad histórica y distorsiones historiográficas _ _ _ _ _ _
___3 9

to y el dirigisrno estatal que han atribuido a esta época historiado res de ciudades (artesanos , comercian tes, profesion ales ... ), sin que apenas se
inspiració n teórica muy diversa, desde el modernis ta Meyer al filomar- viesen afectados los altos funcionar ios y militares (retribuid os al menos
xista Walbank.3o Prosiguie ndo las ideas de Weber sobre el fisco romano parcialme nte en especie o en monedas de oro) ni ~~po~o los sectores so-
como oikos, Mickwitz defendió además la existencia de un sistema eco- ciales más humildes (cuya econorrúa se basaba pnontana mente enlamo-
nómico bipolar en la Roma tardía: ante la inflación reinante, la burocra- neda de bronce). En todo caso, debe tenerse en cuenta que la moneda an-
cia y el ejército recurrían a una economía natural y exigían que los pagos tigua no era fiduciaria y que su función en una economía de base agraria
se hiciesen en especie, mientras que los contribuy entes veían más venta-
como la romana era relativam ente poco important e. 33
joso hacerlo en moneda devaluada tal y como refleja el pasaje de la His- Es, sin embargo, indudable que a lo largo de este siglo.el Imperio su_-
toria Augusta sobre la adaeratio.31 La consiguie nte lucha social entre la fre una profunda reestructu ración social, residiendo prec1sar:1ente aqm,
burocraci a imperial y los contribuy entes (collatoresy possessoresJ resuel- según creo, el cambio más trascende nt~ de esta é~oca. Fenom_eno per-
ta definitiva mente a favor de éstos, sería para Mickwitz la causa principal ceptible en sus líneas generales, su propia con_1pleJ1dad Yla vaned~d te-
de la desintegra ción del estado romano. Como es sabido, en fechas pos- rritorial del Imperio exigen estudios monográf icos (locales y de periodos
teriores Mazzarino volvió sobre esta problemá tica haciendo important es concretos ) que realcen los matices de su naturalez a y evolución. El fac-
matizacio nes a la visión liberal del historiado r finlandés y concluyen do tor desencad enante del proceso, como ya apreció Weber, pudo ser la no-
con una tesis opuesta en el plano social: para Mazzarino, en efecto, nin- table disminuc ión de esclavos y su sustitució n por colonos, con el con-
guna contradic ción relevante enfrentó a la burocraci a y a los terratenie n- siguiente declive de la economía mercantil en beneficio de la producció n
tes, sino que, por el contrario, ambos grupos formaron una alianza cla- autárquic a local desde fines del siglo n. El hecho de que I_os esclavos no
sista frente a las clases trabajadoras.32
fuesen ya simple botín de guerra sino trabajado res domésticos, que a me-
Los estudios numismát icos no han resuelto, sin embargo, interrogan - nudo nacen, se reproduce n y mueren en la casa del propietari o, hizo aún
tes fundamen tales del siglo m. La fortísima depreciac ión de la ley mone- más reducidos los márgenes de beneficio obtenidos por su explotació n.
taria a mediados de este siglo, cuando algunas monedas de plata llegan a Quizá por ello las clases dominant es compensa ron esta pérdida acenft
contener apenas un 1 por 100 de este metal; la emisión de nuevos tipos y tuando la explotació n de otros sectores sociales, como los jornaleros , co-
valores, como el antoninia nus y el aurelianus; la recuperac ión de la con- lonos y pequeños propietari os. Los grupos más débiles de las antig~as
fianza en la moneda de bronce o la citada reforma constantin iana prue-
ban los profundos desajustes económic os de la época, pero no así sus con-
oligarquías municipa les pierden~~ estatus.privi~~gíado ~lgunos cuna-
les engrosan las filas de los humiliores, cahficac1on genenca de los sec-
!
secuencia s sociales y económic as concretas . No estamos seguros de que tores sociales dominado s por la minoría de los potentiores {burócrat as,
sea correcto hablar de inflación ni tampoco podemos explicar por qué la clérigos y terratenie ntes). Las necesidad es fiscales _Y militares del estad~,
depreciac ión del numerario no siempre repercutió en los precios. En con- incremen tadas en estos decenios de guerras contmuas , recaerán preci-
secuencia , es tema sujeto a debate si los trastornos monetario s afectaron samente sobre estos grupos de marginad os agravando aún más su situa-
por igual a todos los sectores sociales o acaso golpearon particular men- ción, mientras que los más poderoso s procuran eludir sus obligacio n:s
te, como afirman algunos historiado res, a las clases más dinámicas de las políticas y fiscales, conforma ndo en Occidente centros de P?_der aut~-
nomo y de tipo feudal. El proceso no fue lineal. La recuperac1on econo-
30 Mro:wm, G. Geld und Wfrtschaft im rOmischen mica, la paz con el exterior o la política decidida de un emperado r aut~-
Reich des vierten Jahrhundert.s, 1932; MEYER, E.
«La evolución económica de la Antigüedad», en El historiador y la historia antigua. México, ritario suponía lógicamen te un retorno más o menos p_rolongado_a~ régi-
1983,
pp. 65-135 (original alemán de 1895); WAL!lANk, F. W. La pavorosa revolución. La decadencia
del Imperio men del principad o, a )a recuperac ión del protagom smo mumc1pa l e
romano en Ocddente, Madrid, 1978, pp. 91 y ss.
31 Vit. Caludii,
XN, 14: «Nade debe abonarse en d)nero, y si en algún sitio falta algo, no debe sumi- incluso a la represión y control de Jos sectores privilegiados más dísco-
nistrarse ni tampoco pagarse en dinero», ordena el emperador Valeriano al gobernador
de Siria.
Cf. WEBER, M. «La decadencia de la cultura antigua. Sus causas sociales», en BwCH, M.
y otros. La
transición del esclavismo alfemla.lismo, Madrid, 1975, pp. 35-57. 33 cr. BouN, s. Stateand Currency in the Roman Empire to 300A D., Upsala, 1958, pp. 248 yss.;
32 MAzzARINo, S. Aspetti sociafi del quarto seco/a CAi.tu,
Ricerche di storia ran:Jo-romana. Roma, l 95 I, pp. 47-71 1.-P. La politique monétaire des empereurs romains de 238 a 311, París, 1969, pp. 292 Y
y 137-217; fDEM, L'Impero romano ll, Roma-Bari, 1980. pp. 495 y ss., 673 y ss.; IOEM. El fin del mundo ss.; IOEM,
anti- «Approchesnumismatiques de l'histoire du me sii!cle (238 11.311)», enANRW.If,2 {1975), PP·
guo. pp. 160 y ss.; fDEM. «¿Se puede hablar de revolución social al fin del mundo antiguo?», en BJ.Orn, 594-613;
M. y MAz:zA, M. Op. cit., pp. 273 y ss. CRAWFORD, M,H. «Finan ces, coinage and money from the Severans to
otros. La transición del esclavismn al feudalismo, pp. 131 y ss. Cf. además St\ERMm. «Programmes Constantine» en ANRW, II, 2 (1975), pp. 560-593; MARTINO, F. DI!. Historia económica de la Roma
politi- anti•
ques a l'époque de la crise du m siecle,,, en CHM, 4, 2 (1958), pp. 310-329 y los trabajos teóricos gua, Mactrid.'1985, vol. U. pp. 453 y ss., 465 y 502; CAVADA Nm:m, ~- La crisis eco~ó~ico•monetaría
de inspi-
ración marxista recogidos en PElrr, P. y otros. El modo de producción esclavista, Madrid, 1978. del s. m. ¿Un mito historiográfico?, Santiago, 1994 (sobre dos tesonllos dela provincia de Lugo).

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40 _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ JaséFernándezU
biila
La crisis del siglo 111: realidad histórica y distorsiones historiog ráficas-- ------- 4 1

los. Esta es la realidad que define al siglo IV, época de aparente estanca-
en particular, mantuvo intacto el orgullo de su rancio abolengo Yla fide-
miento social -con profesiones hereditaria s y colonos adscritos a la tie-
lidad a sus tradiciones.36
rra-, pero también de espectacul ar movilidad gracias a1 beneficio im-
El siglo m da un nuevo perfil a las instituciones más importante s del esta-
perial o a las perspectiva s nuevas de la carrera eclesiástica.34
do: el ejército, el emperador y la corte. La historiografía ilustrada y románti-
Las transforma ciones sociales tuvieron, pues, una motivación econó- ca, como ya vimos, se percató bien de ello. Desde Mario, el ejército romano
mica, pero su expresión más visible fue de carácter cívico por afectar a las
acentuó su carácter permanente y profesional, abriendo sus filas a los des-
curias municipale s que habían sido el pilar clave del Imperio. Por esta ra- heredados primero y luego a los propios bárbaros. Desde el siglo n la cons-
zón, la crisis urbana del siglo m no es un fenómeno esencialme nte ar-
cripción es local y con los Severos se legaliza el matrimonio de los soldados.
queológico sino político, constatable sobre todo a través de la epigrafía.
El limes se defenderá, pues, con gentes que habitan aquellas regiones, traba-
Es la crisis del sector decurional, el ardo que animó la vida municipal del
jan sus tierras y, tras su licenciamiento, son reemplazados por sus propios hi-
Imperio y su economía de base esclavista y mercantil. La epigrafía al-
jos. Gran parte de los contingentes son bárbaros, que usan sus propias armas
toimperial es pródiga en testimonios de su beneficienc ia ciudadana, de
y tácticas, y que defienden el Imperio a cambio de tierras: la economía natu-
sus dispendios evergéticos y de sus carreras políticas. Cuando se quiebran
ral, diría Weber, aplicada a la milicia. En otras palabras, el ejército se barba-
los fundament os de este ordo -la economía esclavista y mercantil -y el
riza y se civiliza a un mismo tiempo. Paralelamente, la sociedad civil tiene que
poder central es incapaz de protegerlo frente a las tendencias autárquicas
organizar con frecuencia su propia defensa y sus instituciones socio políticas
de los potentes terratenien tes, muchos de sus component es pasan a en- sirven frecuentemente a este fin: en este sentido, como señaló MacMullen, la
grosar las filas de los humiliores, ptros son obligados a sostener las cargas
vida civil y militar tienden realmente a contluir. 37 En lo que afecta a la corte,
municipale s (obnoxii curiae) y otros, los más privilegiados (possessores,
el siglo llI contempla el fin de Roma como capital única, la renovación de la
principales, exactores), asimilados de hecho a los potentiores, se sirven de nobilitas y la dignificación orientalizante y sacrosanta del emperador como
sus atribucione s fiscales para aumentar su riqueza y poder, expoliando deus et dominus. El poder se distancia ceremonialmente de sus súbditos en
aún más al pueblo. La vida municipal ha cambiado de significado para to- la misma medida que intensifica su explotación en beneficio de los poten-
dos. Nadie se interesa ya por ocupar cargos públicos y son muy pocos quie- tiores. Es, pues, absolutamente impensable una alianza imperial con el cam-
nes pueden y quieren sufragar las tradicionales actividades evergéticas del pesinado, como afirmaba Rostovtzeff. Por el contrario, lo que realmente se
cursus honorum. Nada prueba mejor estos cambios sociopolíticos que el
produjo con Diocleciano y Constantino fue una intensificación de las formas
descenso radical de los epígrafes de las oligarquías municipale s a media-
de explotación materializada en el colonato, el nuevo sistema de impuestos
dos del siglo m. Pero, una vez más, la generalización teórica debe dar pa- (más eficaz y opresivo) y las levas obligatorias para servir en el ejército. En pa-
so a estudios concretos, acotados en el tiempo y en el espacio, pues sólo
labras de Ste. Croix, (<estos rasgos eran los que requerian un mayor aumento
así entenderem os por qué los curiales y magistrado s locales, que ahora de la autoridad y del prestigio del emperador, para reforzar el dominio cada
están soportando el peso de las transformaciones socioeconómicas en ca- vez mayor que terúa la clase dirigente».38 Estamos, pues, ante una transfor-
si todo el Imperio, aparecen en momentos y provincias determinad as, in- mación de gran alcance social y político, que desvela el papel decisivo de la
cluso durante el siglo 1v, como un sector poderoso, temido y odiado por milicia en las estructuras del Imperio. Augusto había sustentado el ejército
la población más humilde.35 Aunque fuese indirectam ente, todo ello pro- del principado en una reforma financiera (vicesima hereditatium y centesima
pició la renovación de la clase senatorial, que ahora se nutre de los ele-
rerum venalium) que afectó sobre todo a las clases superiores, y durante el
mentos más ambiciosos de la aristocracia provincial, de la Corte, de 1a Alto Imperio, cuando las victorias y el botín militar equilibran todavía los cos-
Iglesia y del ejército. El orden senatorial se hizo así tan heterogéne o como
ya lo eran las curias locales, de modo que sólo en contados lugares, Roma
36 JoNl:S, A H. M. «El trasfondo social de la lucha entre el paganismo y el
cristianismo», en MoMlGUANO,
34 HoPKINS, M. K. «Social mobillty in the La ter Reman Empi.re: A (ed.J. El conflicto entre et paganismo yel cristianismo en el siglo w, Madrid, 1989, pp.31 Yss; BAf!NES,
the Evídence ofAusonius», en CIQ, T. D. «Who were the Nobllityofthe RomanEmpire?», Phoenix28 {1974), pp. 444-449; JACQUFS, F. «L'ordine
11 (1961), pp. 239-249; MAcMm.u,N, R. «Social mobfüty and the Theodosian Code», en]RS, 1964,
pp. 49-53; JoNES, A. H. M. The Later Roman Empire, 3 vals., Oxford, 1964, esp. vol. II, pp. 105 y ss. senatorio attraverso la crisis del UI secolo~, en Societá romana e impero tardoantico, l. Istituzioni, ceti,
economíe, Roma, 1986, pp. 81-225; Unlm, J. E «Aristocracia provincial y Cristianismo en la Bética del
35 LEPELLEY, C. «Qot curiales, tot tyranni. L'image du décurlon oppresseur au Bas-Empire»,
en Crise s. rv,,, en GoNZÁU:Z, C. (ed.J. La Bética en su problemática histórica, Granada, 1991, pp. 31 ·62.
et redressement,, pp.143-156; GARNSEY, P. «Aspects ofthe decline ofthe urban aristocracyin the Empire»,
37 MAcMUll.EN, R. Soldieraml civllian in the later Roman empire, Harvard U. P.,
enANRIN,' n, 1 (1974), pp. 229-252; Mll.J.AR, F. ~Emplre and city,Augustus to Julian: Obligations, Excuses 1963, pp. 152 Yss.
38 STI:.. Caorx. G. E. M., Op. cit., p. 436. Cf. en el mismo sentido MAlmNo,
and Status», en]RSO, 73 (1983), pp. 76-96; S11:.. CaoIX, G. E.M. DE. La lucha de clases en el mundogrie- F. DE. Op. cit., pp. 483 y ss.
Sobre las atríbuciones imperiales de esta época, M1UAR, F. TheEmperor in the RomafL World (31 B.C.-
goanriguo, B~celona, 1988, pp. 542-552.
10 of 15 A.D. 337), Londres. 1977, pp.203yss.
José Femández Ubiña La crisis del siglo rn: realidad histórica y distorsiones historiográficas,~-------- 4 3

tos bélicos, este ejército se mantiene como una institución fiscalmente no Spiitantikeal mundo clásico grecorromano, idea que luego ha sido manteni-
opresiva para la ciudadanía. Los problemas del siglo III trastocaron este difiw da por la generalidad de los historiadores de la Antigüedad.
cil equilibrio socioeconómico: aumentan los gastos militares y disminuyen 2. Es sin duda en el ámbito superestructural donde las transformaciones
sus contraprestaciones, pero las ineludibles refonnas militares y financieras del siglo m aparecen de manera más evidente y radical. Pero también ha sido
no serán ahora sufragadas por los ricos sino por los pobres, sea directamen- aquí donde se han dado las interpretaciones más divergentes y las contro-
te-mediante impuestos o levas obligatorias-, sea indirectamente-con el versias más encendidas. Pensemos, como ilustración, en el arte, la literatura
empeoramiento de sus ya pésimas condiciones de vida. 39 y la vida religiosa:
El debate acerca de la continuidad institucional entre la Antigüedad tar- Bianchi Bandinelli mostró que ni siquiera cabía hablar de lenguaje nue-
día y el Alto Imperio, que hunde sus raíces en la historiografia decimonónica vo para el arte tardorromano, aun cuando sean indiscutibles las influencias
del romanticismo final,40 necesita un nuevo planteamiento a la luz de este de origen parto y oriental en las representaciones del emperador, sino más
contexto sociopolítico. Un punto de obligada referencia es la obra de Dopsch bien de la desintegración de la koíné artística helenístico-romana. 43 Lo más
y Pirenne, medievalistas enfrentados en sus concepciones teóricas, pero coinw esencial de la iconografía y del estilo de esta época estaba ya presente en las
cidentes en minimizar de tal modo la trascendencia de las invasiones bárba- producciones artísticas de las clases medias provinciales y de la plebe roma-
ras que el primero retrasa la fecha final del mundo antiguo hasta Carlomag- na. Su elevación a estética dominante reflejaría, pues, el auge de estos secto-
no y el segundo hasta las invasiones árabes. El austríaco Dopsch no minus- res sociales, convertidos en el armazón del Imperio frente al decliv~ de los or-
valoraba por ello la aportación cultural de los germanos, sino que revalorizaba dines tradicionales que, identificados con los cánones figurativos del hele~
su identidad nacional frente a la civilización bajoimperial, que aquellos ha- nismo, habían elaborado un arte propio de Roma «como centro de poden,.
brían asinúlado a la manera que hicieron los romanos con el helenismo: la Lejos de reflejar una época oscura, el arte ((plebeyo» del siglo m inspirará a los
continuidad fue, pues, absoluta, tanto en las instituciones como en la cultu- autores cristianos, que muy pronto se percataron de sus posibilidades peda-
ra y en las formas económicas urbanas (Keine Kulturziisur und keine Katas- gógicas para la difusión doctrinal entre las masas de fieles: frente al realismo
trophe), 41 En el mismo sentido, aunque inspirándose en Fustel, el belga Pi- helenista y la representación del hombre como medida de todas las cosas, el
renne concluía que fue la llegada de los árabes, la transformación del Medi- nuevo arte emociona y enseña a los fieles mediante figuras frontales y estili-
terráneo en un lago musuhnán, lo que puso fin al intercambio de mercancías zadas que se asocian según criterios religiosos y perspectivas irracionales.
e ideas, propicia la crisis del reino merovingio y permite a la Iglesia indepen- Buscando la expresividad y la espiritualidad, este arte se desinteresa del in-
dizarse del emperador bizantino, erigiéndose en la autoridad principal, si no dividuo como tal y reproduce tan sólo lo que en él pueda haber de incorpó-
única, de Occidente. Entonces, entre los años 650 y 750, adquiere Europa una reo y trascendente. No hubo, pues, declive alguno de los gustos estéticos, co-
nueva fisonomía, definida por el feudalismo y la autoridad eclesiástica, pero mo creyó la historiografía tradicional, ni menos aún degeneración racial
con los claroscuros que empiezan a perfilar los estados en formación. Cario~ (Burckhardt) o ratificación de que cada pueblo tiene su arte (Mommsen). La
magno, que culmina este proceso, es la gran respuesta occidental a la obra historiografia reciente nos ha enseñado, por el contrario, que el arte es un len-
aniquiladora de los fieles de Mahoma. 42 De este modo, serían precisamente guaje cuyas claves deben entenderse con criterios históricos y sin los prejui-
dos medievalistas los primeros en razonar teóricamente la vinculación de la cios clasicistas dominantes en Europa al menos desde Winckelmann. 44 El ar-
te plebeyo interesa al historiador como testimonio elocuente del triunfo de
la arístocracia rural, aun cuando su ámbito físico sea con frecuencia la ciu-
lS JoNES, A.H.M. Augusto, Buenos Aires, 1974, pp. 136 y ss. MANN, M. Las fuentes del poder social[, dad bajoimperial, feudalizante y cristianizada, especie de sucedáneo de los
Madrid, 1991, pp. 359 y ss. Pero la incidencia del «estado de guerra» del siglo m sobre la sociedad municipia romanos, cuyas funciones clásicas nunca dejará de emular. La nuew
civil y las instituciones ha dado lugar a más tópicos en la historiografia de segunda mano que a plan- va estética se impuso de hecho en la topografía urbana, que desde el siglo m
teamientos y soluciones teóricas rigurosas, según muestra el reciente estudio de CARR1i;, r.-M.
"L'esercito: trasfonnazioni funzionali ed economie locali», en GIARINA, A. (ed.). Societá romana e
se 11cristianizfü> con no menos intensidad que se cristianizaron las institucio-
impero tardoantico, l. lstiruzioni, cetí. economie, Roma-Bar!, 1986, pp. 449-488, nes político~religiosas o la espiritualidad: iglesias, baptisterios, martyria, mo-
40 Por ejemplo, HEGEL, C. F. (Geschichte d. Stilateruerfassung [taliens, I, Leipzig, 1844-1847) creyó
encontrar los oñgenes de las instituciones medievales en el mundo bárbaro, mientras que Fuste!
afirmaba por el contrario su procedenciarom'ana {Fusrnt DE COULANGES, N. Histoires des lnstitutions 43 BJANCH! BANDINEW, R. «Fonnación y disolución de la "koine" helenístico romanai1, en De/ Helenismo
poli tiques de L'ancienne Fmnce, I, 1875). a la Edad Media, Madrid, 1981, pp. 49-71.
~t DoPSCH, A. Fundamentos económicos y sociales de la cultura europea (de César a Carlomagno), -u Sobre este aspecto, cf. BIANCHI BANDINELU, R. Op. cir., pp. 35 y ss.; IDEM. Introducción a la arqueo-
Madrid, 1982 {original alemán, Viena, 1923-1924). logía cldsica como· historia del arte antiguo, Madrid, 1982, pp. 41 yss.; GRABAR, A Las vías de lacre-
4i PrnF.NNF., H. Mahomet et Charlemagne, París-Bruselas, 1937 (Madrid, 1978). ación en la iconografia cristiana, Madrid, 1991, pp. 15 y ss.

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44 _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ JoséFemándezUbiila La crisis del siglo m: realidad histórica y distorsiones historiográficas--------- 45

nasterios... reflejan el nuevo rumbo de la vieja locura romana de la piedra, es- tóricas o religiosas que estrictamente históricas. 47 Así pues, los cambios lite-
to es, de un evergetismo que ha perdido su dimensión política y se ha teñido rarios confirman la ausencia de rupturas bruscas, la progresiva difusión de
de religiosidad. 45 formas y temas impropios del estilo sublime tradicional y una orientación
No es otra cosa lo que acaece en el ámbito literario, al que debemos pres- más popular de la escritura. Aunque Altheim consideraba el éxito de la no-
tar consideración dado que el período imperial se ha interpretado principal - vela como una expresión formal de la decadencia cultural y del cataclismo
mente a la luz de las fuentes escritas. Pero rara vez se ha tenido en cuenta que, que conmovió al Imperio en aquel tiempo, los testimonios que él mismo apor-
a diferencia de la mentalidad moderna, los autores antiguos contemplaron ta {Petronio, Apuleyo, Longo, Jámblico ... ) prueban que la «crisis)) no se cir-
el acaecer histórico no en clave de progreso sino de declive y corrupción. Des- cunscribe al siglo m, que el nuevo género literario coincide con el resurgi-
de Hesíodo, la literatura clásica sólo conoce el ocaso. Mazzarino ha mostra- miento de culturas nacionales {copto, sirio, persa, árabe, bereber...) y que no
do espléndidamente este rasgo pesimista en hlstoriografia romana desde que hace sino reflejar las reacciones sociales ante una realidad en tantos aspec-
Polibio pone en boca de Escipión Emiliano, el día mismo de la destrucción tos novedosa y extraña. 48
de Cartago, los versos con que Héctor despidió aAndrómaca: ((Llegará un día El cambio más significativo es el religioso. Pero también aquí estamos ra~
en que la sagrada Ilión haya perecido, y Príamo y el pueblo de Príamo, el óp- zonablemente convencidos de que la oposición paganismo/cristianismo se
timo lancero)), versos que Escipión pronuncia pensando en Roma, pues pre- percibe mejor en la hlstoriografía moderna que en las fuentes antiguas. Pa-
sentía que su destino no sería diferente al de Troya, ni al de los asirios, me- ganos y cristianos, imbuidos todos de la cultura clásica, vivieron l_as mismas
dos, persas o macedonios. 46 El historiador moderno debe, además, advertir inquietudes espirituales, como puso de relieve Dodds, si bien hoy traslada-
el moralismo y la retórica de los clásicos así como su aristocrático desinterés ríamos al siglo rv las experiencias más sublimes de lo que él llamó (1una épo-
por la suerte de las clases más humildes. Por esta razón, la historiografía clá- ca de angustia». Las tesis de los grandes maestros de finales del siglo XIX e
sica fue incapaz de _captar la realidad como conflicto de fuerzas y de elaborar inicios del xx -el protestante Harnack, el católico Duchesne o el modemis~
un discurso razonado sobre la evolución económica o de las mentalidades. ta Loisy-, que subrayaban sin pretenderlo la idea de crisis ante la expan-
El interés primordial por los acontecimientos contemporáneos, a los que se sión del cristianismo y de las religiones mistéricas, deben revisarse a la luz
daba siempre una preeminencia absoluta sobr{I cualqtúer circunstancia del de la evolución espiritual sufrida por la piedad tradicional. Pues también és-
pasado, aumentó este lastre del pensamiento antiguo. Como antítesis a esta ta, como el arte o la literatura, no refleja tanto un enfrentamiento ideológi-
limitación del realismo y de la conciencia Wstórica, los cristianos encontra- co cuanto una lenta transformación vivificada por los cambios sociales de
ron en la Biblia un estilo sencillo y un sorprendente protagonismo popular, la época imperial. 49
que se ejemplificaba tanto en los humildes protagonistas de sus libros como
en el propio mito de la encarnación de Jesús. La figurá más aparentemente
insignificante, indecisa y hasta cobarde, como Pedro, podía estar llamada a CONSIDERACIONES FINALES
desempeñar un papel extraordinario. Esta es la fuerza del género hagiográfi-
co y el tremendo impacto social de la literatura apocalíptica. Cuando los au- La «crisis del siglo m)) es un mito y un tópico historiográfico equívoco, pues
tores paganos o cristianos (Dion Casio, Herodiano, Cipriano, Historia Augus- lo que realmente entró en crisis fue el sistema augústeo, cuyas contradicciow
ta. .. ) hablan de decadencia o de la proximidad del fin, el historiador actual no nes estallaron en múltiples momentos críticos, revolucionarios a veces, des-
puede entenderlo en su literalidad formal, sino en el contexto cultural que
animaba a unos y otros, imbuidos siempre de concepciones mucho más re-
47 AUERBACH, E. Mimesis. 1A representadón de la realidad en la literatura occidental, México, 1975,
pp. 9 y ss.; GABBA, E. «Llteraturw>, en CltAwFoao. M. (ed.}. Fuentes para el estudio de la Historia Antigua.
45 FEVRIER, P. A. «Pennanence et heritages de l'Antiquité dans la topographie des villes de l'Occident Madrid, 1986, pp. 13-91. Sobre los autores y obras que proclaman lUla decadencia general y la inminen~
durant le Haut Moyen Age,., en Sett. Stud. Alt. Medioeu., XXI {1974), pp. 41-138; fnEM. «Images de la cia del fin en los siglos IV y v, cf. CouacEu.E, P. Hiswire littéroire des im.wions gennaniques, París, 1964. Para
ville dans la Chétienté naisante.., en XI Gong. int. Arch. Chr., vol II, pp. 1371-1392; GAllClA M0!lEN0, L otros períodos, cf. MAcMUW!N, R Le dédin de RDme et la corruptit:m du pouvoir, París, 1991, pp. 15 y ss.
A. «La cristianización de la topografia de las ciudades de la Península Ibérica durante la Antigüedad 4a ArrnEIM, F. Visión de la tarde y de la mañana. De la Antigüedad a la Edad Media, Buenos Aires,

Tardía», en AEArqu., 50-51 (1977-1978), pp. 311-321; MANsuEU.1, G. A. «La clttit romana nei primi 1965, pp. 16 y SS.
secoli dell'impero», enANRW, U, 12, l (1982), pp.145-178; lnEM. «Trasformazione cristiana della cittA 49 Dooos. Paganos y cristianos en una época de angustia. Algunos aspectos de la experiencia religio-

antiea», VI Cong. naz. diArcheologia cristiana. Pesaro-Ancona, 1983, pp. 51-61; T.ESTINI, P. «Spazio sa desde MarcoAurelio a Constantino, Madrid, 1975; MAcMuu.EN, R. «What difference did Christianlty
cristiano'nella tarda antichitit e nell'alto medioevo,., ibídem, PP. 31-48. make?», en Hisroria35 (1986), pp. 322-343; UaOO, J. F. «Espiritualidad pagana y cristiana en el Mundo
'46 POUBIO. xxxvm, 22 (APIANO. Púnica, 132); !liada. N, 164-5 yVI, 448-449. MAzzARINO, s. El fin del Mediterráneo del Bajo Imperio», en Muliloz, F. (ed.). Confluencia de culturas en el Mediterráneo,
mundo antiguo, pp. 8 y ss.; MARRou, 1.-H. Op. cit., pp. 127 y ss. 12 of 15 Granada, 1993, pp. 57-78.
46 ___ .__ - - - - - - - - - - - - - - - - - - - fose Fernández Ubíña La crisis del siglo m; realidad histórica y distorsiones historiográficas------,--- 4 7

de la propia dinastía Julio-Claudia. En ocasiones, especialmente durante el do frecuentemente señalada. Quizás esto no cuestione la verosimilitud de
reinado de Dedo y sus sucesores, el 1mperio afrontó ciertamente vicisitudes su diagnóstico fatalista, pero al menos nos advierte de su interés por los
tan graves (reinados independientes de las Gallas y Oriente, movimientos se- paralelismos más que por el análisis de una precisa realidad histórica. En
cesionistas norteafricanos, conquistas persas y germanas... } que su desinte- todo caso, tanto él como Dion no hacen sino reflejar el resentimiento de
gración política estuvo a punto de consumarse. Pero no hubo una crisis cen- las clases superiores por la pérdída de sus privilegios en época imperial y
tenaria ni universal. Y el Imperio conocerá después momentos y problemas ambos creen inconscientemente, como todos sus coetáneos, que los pe-
no menos difíciles, sobre todo en Occidente, que provocarán de hecho su de- ríodos de bienestar dependen de las cualidades morales del emperador.
sintegración. La solución no se contemplaba, pues, como el resultado de una determi-
Las fuentes literarias sobre la supuesta crisis del siglo m son inconsisten- nada política imperial, sino como la restauración de los valores tradicio-
tes. En primer lugar, porque no se ha tenido en cuenta los sentimientos aris- nales.si
tocráticos y pesimistas que inspiran la literatura clásica ni la razón escatoló- 3. Es precisamente- esto, la marginación política del Senado ante el po-
gica y antihistérica que vertebra la exégesis cristiana. En segundo lugar, por- der omnímodo de la monarquía militar, lo que impulsó a los historiado-
que los testimonios disponibles son demasiado imprecisos y escasos para un res nostálgicos del siglo IV, en especial los inspirados en la reacción filo-
imperio tan vasto y un tiempo tan dilatado: senatorial de Juliano o en la posterior de Eugenio ahogada en la batalla
1. Dion Casio (LXXII, 36, 4) afirma, efectivamente, que el Imperio pasa del río Frigido (Aurelio Víctor, SHA, Eutropio, Pesto__ . Amiano incluso), a
de una época áurea a otra de hierro y herrumbre con la muerte de Marco contemplar la anterior centuria como la última ocasión perdida para res-
Aurelio. Pero esta afirmación es evidentemente retórica y apenas ocupa taurar el prestigio de su clase política: un ejercicio de propaganda, más
dos líneas (267, 14 - 268, 21) del epítome dellíbro 72 realizado porXifilino que de objetividad histórica, pues se negaba a reconocer la evidencia de
en el siglo XI. Recuérdese que la obra de Casio consta de 80 libros y que es- que el principado había muerto con anterioridad, con las reformas seve-
te autor, perteneciente a las élites senatoriales, abordó su trabajo históri- rianas del ejército y de las cohortes pretorianas, sin que luego el Senado
co (por inspiración divina) como homenaje a Septimio Severo, emperador tuviese ya la menor posibilidad de recuperar el protagonismo perdido, ni
que, según él, había inaugurado... una nueva era de esplendor para Roma bajo los denostados emperadores-soldados ni tampoco bajo los supues-
(LXXIII, 23; LXXV; 3) y supo igualmente apreciar que el declive tuvo una lar- tos emperadores prosenatoriales de aquel siglo (Gordiano, Valeriana, Tá-
ga gestación durante el principado, sin excluir siquiera el reinado de Mar- cito, Probo... ).53
co Aurelio. so 4, Los cristianos de esta época, sobre todo los grupos minoritarios he-
2. Herodiano, historiador de la época de Filipo {244-249) y posible li- réticos o rigoristas, creyeron aún con más convencimiento que el Imperio
berto imperial, también dice vivir tiempos difíciles: {{Si alguien pasara re- y el mundo terrenal tardarían poco en desaparecer. Pero la literatura apo-
vista a todo el período que arranca de Augusto, desde que el régimen ro- calíptica se remonta al siglo anterior, proseguirá en los siguientes y, como
mano se transformó en poder personal, no encontraría en los cerca de queda dicho, no persigue analizar objetivamente la realidad, sino buscar
doscientos años que van hasta los tiempos de Marco Aurelio ni tan conti- en ella los signos escatológicos del final de los tiempos. Paradójicamente,
nuos relevos en el poder imperial ni tales cambios de suerte en guerras ci- pretendían así responder a los paganos que atribuían las calamidades de
viles y exteriores, ni conmociones en los pueblos de las provincias y con- la época a la impiedad cristiana, aunque de este modo no hacían sino dar
quistas de ciudades, tanto en nuestro territorio como en muchos países
bárbaros, ni movimientos sísmicos y pestes ni, finalmente, vidas de tira-
52 Como ocurrirá Juego con tantos emperadores del siglo m, en Cómodo se cebó la hostilidad del
nos y emperadores tan increíbles que antes eran raras o ni siquiera se re-
sector nobiliario representado por !os historiadores mencionados, cuyos relatos son en su conjun-
cordaban,)) 51 La inspiración tucididea de este pasaje (esp. Tuc., I, 1) ha si- to «una gigantesca ficción montada con las piezas prefabricadas que ofrecía el mito del tirano a! uso
en ta época»; EsPTNOSA, U. «El reinado de Cómmodo: subjetividad y objetividad en la antigua histo•
riografia», en Gerlón, 2 (1984}, 113·148, p. 149. -
50 MttlM, F. AStudyo[CassiusDio, Oxford, 1964, pp. 8-13 y 138-150; G/\SCO, E «Buenos y malos empe- 53 Es ilustrativa a este respecto la tendenciosidad de !a tradición histórica sobre Ga!ieno, al

radores en Casio Dio», en La imagen de la realeza. en la Antigüedad, Madrid, 1988, pp. l 15-140. Para que se retrató como un monstruo Impío, responsable de todo tipo de males, incluso de las cala-
su evocación de la República como crítica de la monarquia imperial y el concepto senatorial de «cri- midades naturales, pero no de sus victorias: Cf. HoMo, L. «L'empereur Gallien et la crise de
sis», cf. EsPTNOSA, U. Debate Agrippa-Mer:enas en Cassius Dio. Una respuesta politica a las problemas l'Empire romain au me siecie», en RH, 113 (1913), pp. 1-22 y 225-267, y en general POLVER!Nl, L.
del fmperio romano en época severiana, Madrid, 1982, pp. 23 y ss. y 189 y ss. «Storiografia e propaganda. La crisi del III seco!o nella storiografia del tv», en I canali della pro-
51 HERODIANO. Historia del imperio romano después deMarcoAurelio, l, 4 (Traducción de TORRES, J. J., paganda nel mondoantico, a cargo de SoROJ, M., Milán, 1976, pp. 252-270, que analiza !os tex-
Madrid, 1965, p. 86). tos más significativos.

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la razón a sus acusadores.54 Éste es el caso de Cipriano, cuyos escritos se pecialmente críticos, pero quizá no tanto de la transformación profunda de
han citado reiteradamente para probar la {<Crisis del siglo m». Su tratado Ad las estructuras sociales y de las mentalidades. 57 En cualquier caso, paganos
Demetrianum, de mediados de este siglo, hace en efecto una descripción y cristianos, defensores y detractores de la sociedad clásica, compartieron
patética del momento, pero su intención prioritaria es exculpar a los cris- sentimientos comunes a este respecto. Y no sólo en su valoración pesimista
tianos de las calumnias formuladas en su contra por los coetáneos: «Nos y negativa. Ambas concepciones del mundo y de la historia coincidieron tam-
achacan que estallan muchas guerras, que causan estragos la peste y el bién en la sublimación optimista de la realidad, haciendo de ella el preludio
hambre, que prolongadas sequías nos dejan sin lluvia[ ... ]. A este propósiH de una edad dorada. El contrapunto pagano al reino mesiánico de Cristo po-
to tú, que ignoras el plan divino y la verdad, debes saber en primer lugar demos encontrarlo en los ideales políticos del emperador Probo. La Histo-
que el mundo ha entrado ya en su senectud, que no se mantiene con aque- ria Augusta pone en su boca palabras esperanzadoras sobre un futuro idíli-
llas fuerzas que tenía antes ni con aquel vigor y firmeza con que había flo- co donde ni siquiera los ejércitos imperiales tendrán razón de ser: «Ya no se
recido anteriormente[... ]. En los campos disminuyen los labradores, en los fabricarán armas en ninguna parte del mundo. No serán necesarios los apro-
mares los marinos, en los campamentos los soldados [... J. Sábete que está visionamientos militares; los bueyes arrastrarán el arado y los caballos vivi-
vaticinado que aumentarían estos males en los últimos tiempos, que se rán únicamente para labores pacíficas. No habrá guerras ni existirán cauti-
multiplicarán las adversidades y, al acercarse el día del juicio, se encende- vos. En todos los lugares reinará la paz, los jueces y las leyes de Roma» (Vita
rá más y más la ira de Dios enojado para enviar castigos al género huma- Probi, XX, trad. de GARcfA, B.). Al igual que en el tratado Ad Demetrianum, la
no.» 55 Cipriano retoma, pues, temas clásicos de decadencia biológica y so- enfermedad ha sido también aquí fríamente diagnosticada: el ejército es la
cial para ilustrar las creencias apocalípticas del cristianismo. Por eso la de- sanguijuela del Imperio. Pero a falta de una escatología religiosa pagana, el
cadencia es un hecho del que sólo cabe dar fe, no analizarlo ni explicarlo cronista debe recurrir a la escatología política que contempla el proceso his-
racionalmente como haría un historiador moderno. Si en él no hay asomo tórico como una jerarquía de metales: los tiempos actuales de hierro darán
de alegría por esta constatación, ello se explica solamente por su patrio- pronto paso al aurum seculum, feliz y pacífico, que devolverá a Roma el do-
tismo_y su cultura clásica, que en modo alguno quiere ver desaparecer. minio del mundo. sa
Otros cristianos de esta y de otras épocas no ocultarán, en cambio, su con- La transformación imperial de los siglos 11-1v (y su continuación en la
tento por el anunciado fin del mundo y de Roma, por la instauración del llamada Antigüedad Tardía) puede contemplarse en su globalidad, en la
reino de los justos donde los últimos serán los primeros, como vemos en «larga duración», mediante el análisis de la evolución ideológica {artísti-
Tertuliano cuando vociferaba adversus institutiones maiorum, auctorita- ca, literaria y religiosa especialmente}, institucional (corte, ejército y ma-
tes receptorum, leges dominantium, argumentationes prudentiurn, adver- gistraturas ciudadanas} y socioeconómica (autarquía regional, deprecia-
sus vetustatem, consuetudinem.s6 ción monetaria, declive comercial, colonato y relaciones de patrocinio),
En ausencia de una teoría de la evolución histórica y de la idea de pro- pero ni siquiera en esta perspectiva cabe privilegiar al siglo m. El sistema
greso como transformación del presente, la literatura antigua sólo tiene vo- augústeo afrontó entonces numerosos problemas o (<crisis» de alcance
cablos negativos para designar los cambios sociales. Los hombres del siglo m
tuvieron indudablemente conciencia de algunos aspectos o momentos es- s7 ALFOLDI. G. ("The Crisis ofthe Third Century as Seen by Contemporaries», en GRBS, 15, 1974,
pp. 89-111) cree, sin embargo, que la conciencia de crisis (Krisenbewusstsein) fue tan profunda que
54 Cf. ARNomo. Adv. nat., II, pp. 45-46; Orígenes. Comm.. in Matth.,36 y C. Celsum, 7, pp. 72 y ss. Sobre muchos coetáneos también se percataron de las diversas mutaciones que entonces sufría el Imperio,
las profecías que anuncian el fin de Roma y del mundo, cf. fuentes y bibliografra en MAl.z.A, M. Op. aun cuando el pesimismo no estuvo tan generalizad.o como cabria esperar {esp. pp. 103 y 107),
SIi Enestecont_exto ideológico debería quizá entenderse el papiro egipcio (fuy, 20) que alude al edic-
cít., 511, n. 14, que también las cita como testimonios de la crisis. Pero en los datos que él aporta
puede constatarse que estas profedas van del siglo D al wy, por tanto, dilkilmente pueden conside- to de Severo Alejandro dispensando a sus súbditos del aurum coronarium.. Consciente de la situa-
rarse testimonios de la crisis del siglo m. Sobre los oráculos de este género pertenecientes al siglo iv, ción de «decadencia,. (klinon), el emperador propone corno solución la restricción en los gastos y
que se supone de relativa recuperación, cf. CllADWlCK. H. «Grades of the End in the Conflict of Paganism el fortalecimiento de las virtudes morales. de la sophrosyne y de la philanthropfa imperial (CT. PREAUx,
and Christianity in the Fourth Century», en Mémorial; FESTUGIERE, A-J. Antic¡uité palenne et chré- C. «Sur le déclin de l'Empire au me siecle de notre ére. Apropos de R Fayum 20», en CE, 1941, pp. 123
y ss. Pero Seston cree que podrla tratarse de una falsificación de época de Juliano el Apóstata para
tienne, Ginebra, 1984, pp. 125-129.
SS ÜPt\W,10. Ad Demetrianum, 2-5 (traducción de CAMro, J., Madrid, 1964, pp. 274-277}. Cf. ALFOI.DY, G.
apoyar su política fiscal: REA, 1942, pp. 224-233). Otro tanto cabe decir del discurso anónimo Eis
Basileía(dirigido a un emperador innominado, se discute si éste sería Antonino Pío, Macrino, Filipo
«Der heilige Cyprian und die Krise des rómischen Reiches», en Historia. 22 {1973), PP. 479-501.
ss TERTULIANO. Ad Nat., II, 1, 7. Cf. FREDOUll.l..E, J.-C. Turtullien et la conversion de la culture antique,
elArabe, Decio o Galieno), que retorna los ideales de las paidefagriega y ensalza las mismas virtu•
París, 1972, pp. 74 y ss. y 235; otras referencias y bibliografia en MAzzA, M. Op. cit., 512, n. 16 y MAzlARINo, des imperiales: humanismo, amor a la paz, moderación y prudencia (d. MA22A. M. Op. dt., pp. 513-514,
S. «La democratizzazione della culturanel MBasso Impero~», enAntico, tardoantico ed era constanti- n. 24; MAzzAruNo. L'impero romano, pp, 626-627 y 813, y JoNES, C. P. «Aelius Aristides, Bis Basilela,.,
niana. ppf/4-98; IDEM. El fin del mundo antiguo, pp. 6yss. 14 of 15 en]RS, 62, 1972, pp.134-152).
50 _____ - - - - - - - - - - - - - - ______ fose Ferndndez Ubiña La crisis del siglo m; realidad histórica y distorsiones historiográficas-----~---- 51

local o temporal, que apenas pueden precisarse a grandes rasgos con la do romano vuelve, sin embargo, al punto de partida humanista e ilustra-
ayuda de la arqueología, la numismática y la epigrafía.59 Sirva de ejem- do: el Bajo Imperio es la clave para entender la cultura romana que vivifi-
plo el reciente informe arqueológico sobre las ciudades hispanas duran- cará Europa como 1<il rn secolo e i1 metro della storia imperiale)). En este
te los siglos IHV d.C. elaborado por P. Sillieres, donde se afirma que sólo sentido, el triunfo de Burckhardt sobre Mommsen ha sido total. 62 Pues hoy
hay datos fiables de tres ciudades y que de ninguna pueden ofrecerse es- estamos razonablemente convencidos de que el principado contenía en
tratigrafías precisas. Go sus contradicciones las formas supuestamente «decadentes» del mundo
En otras palabras, la documentación no literaria constata hechos im- antiguo, que el Imperio romano sólo es comprensible como preparación
precisos (en sus motivaciones concretas y en su cronología) que podrían del impero cristiano, es decir, del Bajo Imperio. Una vez más, en Historia
avalar el proceso global de la «crisis»: amurallamientos, deterioro de la vi- es la anatomía del hombre la que da las claves para entender la anatomía
da urbana, declive del evergetismo y de la actividad política tradicional ... del mono, y no al revés.
Pero deja sin respuesta las interrogantes sobre sus causas históricas, sus eta-
pas, sus soluciones. Además, otros datos arqueológicos cuestionan la rea-
lidad misma de un período crítico o bien confirman su carácter limitado.
Lo que hoy se necesita precisar, también arqueológicamente es, pues, la cro-
nología, el sentido y el alcance de las transformaciones urbanas, la nueva
función de los municipios y su relación socioeconómica con el desarrollo
rural.61
El espíritu clasicista de la tradición historiográfica ha marcado con sig -
no negativo y ha magnimizado los factores supuestamente responsables
de la caída de Roma (cristianismo, invasiones, despotismo imperial, bar-
barización militar... ), dejando en el olvido circunstancias y procesos his-
tóricos de singular relieve. Todo ello está siendo reconsiderado actualmente.
Mazzarino, por ejemplo, cree con razón haber demostrado que la revolu-
ción social desencadenada por la reforma monetaria de Constantino tuvo
un alcance similar al de su revolución religiosa, y recuerda otros aspectos
ya señalados de la investigación más reciente. La historiografía del mun-

59 Miu.JTTT, M. «Vvhosecrisis?The archaeologyofthethlrdcentury. awamin~, en KJNc,A yHF.N!G, M.


{eds.). The Roman West in the Third Cenrury. Contributions fromArchaeology ami Hístory (BAR 109),
Oxford, 1981, pp. 525-529. Por eso G. BRAVO definecorrectamenteeste período como «el siglo de las cri-
sis»: Poder polftico y desarrollo social en la Roma antigua. Madrid, 1989, p. 208.
60 Se trata de Ampurias (cuyo fórum se abandona a partir del siglo n), Munigua (varios edificios

importantes están en ruinas desde finales del siglo n y durante todo el siglo m) y Belo (su macellum
sufre una lenta ruina en las mismas fechas y la basílica se abandona con los Severos). Sin embargo
la crisis no afectó por igual a las tres: Munigua parece despoblarse en la segunda mitad de la ter-
cera centuria, pero Belo, a tenor de los datos numismáticos y de las cerámicas, mantuvo su activi-
dad económica. Ampurias sería abandonada a fines del siglo m y sus habitantes se reagruparon en connections ofRome and Central Italyin the late second and third century: the evidence ofthe Terme
!a vecina Sant Martl En todos los casos parece obvio que la población se habituó de algún modo a del Nuotatore excavations, Ostia», pp. 487·503) el declive comercial de Italia debe retrotraerse a prin•
vivir entre las ruinas de sus edificios públicos y que el paisaje urbano del siglo IV se renovó profun- cipios del siglo n. El reciente estudio de G. BRAVO concluye Igualmente que tampoco en Hispania puede
damente: construcción de casas en el fórum de Be/o, utilización de !as ruinas de Munigua como hablarse de «crisis» económica y social, sino todo lo contrario («La otra cara de la crisis: el cambio
cementerio y construcción de murallas, desaparición de espacios y edificios públicos {fórum, basí- social», en Ciudad ycomunidadcfvica enHlspania, pp. 153-160, esp. 157). En esta misma línea se pro•
licas.. J, etc. S!WERES, P. «Vivait-on dans des mines au u siecle ap. J.-C.? Approche du paysage urbain nuncla AncF., J. «La ciudad en la España tardorromana: ¿continuidad o discontinuidad?», en m!DEM,
de l'Hispanie d' a pres quelques grandes fouilles récentes», en Ciudad y comunidad civica en Híspania pp. 177-184 y LEPEu..EY, C. «Universalité et permanence du modele de la cité dans le monde romain»,
(siglos fly Il1 d. C), Madrid, 1993, pp. 147-151 (con bibliografia especifica}. rn!DEM, pp. 13~23 (con biblíograffasobre la permanencia de la vida urbana en Occidente y Asia Menor).
61 Las diversas contribuciones arqueológicas a la obra antes citada de K!NG, A. y HENTG, M. (1ñe Roman 62 M.-\7.7.NUNO, S. L 1mpero romarw, vol. III, p. 813; fDEM. Storia romana e storiografia moderna, pp. 59-63;
West in the Thirrl. Centu,y) prueban que el siglo m fue un período de desarrollo muy desigual en las IDEM. ~Burckhardt, il "Tardo antico~ e una lezione di Mornmsen su Trafano», en Antico, tardoantico ed era
diversas regiones del Imperio occidental: según el estudio de CARI\NP!Nt, A. y PANEllA. C. («The trading cosrantiniana, pp. ll ·31.

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