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Analizarán el video de Hillsong España en los minutos 1-al 7;

27al 50; 1 hora 48 minutos al final. Buscaran


en base a las lecturas y la biblia los:
 Elementos POSMODERNOS y sus tips
 Bases de Autoridad.
Al finalizar harán una propuesta de cómo debería trabajar la
iglesia en un contexto posmoderno, que elementos debe tener
en cuenta a la hora de su eclesiología.
1. Autoridad de la experiencia del Espíritu Santo (Minutos 1–7 y 27–50)
En los primeros minutos y durante gran parte del segmento intermedio
del culto, la alabanza moderna —con su música emotiva, luces
dinámicas y lenguaje afectivo— crea un ambiente propicio para una
experiencia espiritual intensa. Esto conecta con la idea del capítulo de
que una base legítima de autoridad en la vida de la iglesia puede surgir
de la experiencia del creyente, cuando “el Espíritu Santo… dirige los
desarrollos de la tradición eclesiástica” y se reconoce que la presencia
de Dios puede manifestarse directamente en el culto. La música actúa
como vehículo para esta experiencia, legitimando la autoridad de
quienes lideran la alabanza: no porque impongan una doctrina, sino
porque facilitan un encuentro espiritual vivo.

2. Autoridad de la comunidad eclesial organizada (Minutos 27–50)


Durante el tiempo de saludos, publicidad de actividades (como la
celebración del Día de la Madre) y participación activa de miembros,
emerge la autoridad basada en la comunidad organizada. Esto refleja lo
que el capítulo define como “la acumulación de siglos de tradición”
convertida en una estructura que tiene voz en la vida eclesial. Aquí,
Hillsong no depende solo de la experiencia individual, sino que fortalece
su autoridad a través de su identidad comunitaria, pastoral y misional —
validada por la participación ferviente de sus integrantes. La iglesia
demuestra que es una institución real, funcional y espiritual, capaz de
sostenerse más allá de la experiencia sensorial del culto.

3. Autoridad de la Palabra y de Jesucristo como centro (Minutos 1:48–


Final)
En los minutos finales, la oración de entrega a Jesús como Salvador
representa la autoridad suprema del Nuevo Testamento. La confesión
pública de la fe reafirma la base bíblica de la iglesia, tal como expone el
capítulo: “una investigación cuidadosa del Nuevo Testamento nos dará
un completo y definitivo sistema de gobierno y práctica eclesiásticos”.
La postura de ofrecer a Cristo obediencia total y reconocer su señorío
conecta directamente con los principios del texto acerca de la autoridad
escrituraria, que sostiene que cualquier desviación radical del modelo
apostólico es una “perversión de su plan divino”. Este acto no es sólo
emocional, sino el cumplimiento de la norma bíblica que llama a una
entrega personal, confesional y pública de fe en Jesús (Romanos 10:9).

4. Autoridad contextual o cultural (Transversal en todo el culto)


La identidad y el estilo cultural del culto —música pop contemporánea,
producción audiovisual profesional, referencia a plataformas digitales—
reflejan otra base legítima de autoridad: la conveniencia cultural o
contextual. El capítulo señala que puede aceptarse que la iglesia se
adapte “a las condiciones de cada época sucesiva” para cumplir con su
misión. Hillsong encarna este enfoque cuando utiliza medios modernos
para comunicar el evangelio. Estas adaptaciones no reemplazan ni
contradicen la Biblia; más bien, actúan bajo su autoridad, siempre que
no se conviertan en norma final por sí mismas.

Al finalizar harán una propuesta de cómo debería trabajar la


iglesia en un contexto posmoderno, que elementos debe tener
en cuenta a la hora de su eclesiología.

Muchas veces me he pregunto cómo puede la iglesia ser fiel a Dios y al


mismo tiempo relevante en un mundo que cambia tan rápido. Vivo
rodeada de personas que buscan lo espiritual, pero sin querer saber
nada de las iglesias tradicionales. Otros viven su fe a su manera, sin
estructura, sin comunidad, sin Biblia. Y la mayoría navega entre el ruido
de las redes sociales, la presión de la inmediatez, y un deseo profundo
de sentido que pocas veces se expresa con palabras.
Frente a este escenario, me doy cuenta de que no podemos seguir
haciendo iglesia como si nada hubiera cambiado. La posmodernidad ha
transformado la forma en que las personas piensan, sienten y creen. No
es solo una moda intelectual; es una forma de vivir. En América Latina,
además, la posmodernidad convive con desigualdades, exclusiones y
heridas que la modernidad nunca resolvió. Como decía Samuel Arriarán,
aquí no vivimos una posmodernidad pura, sino una mezcla compleja:
una “pos-intra-modernidad” donde coexisten el neoliberalismo
económico, el desencanto con las instituciones y el resurgimiento de lo
religioso, todo junto.
En este contexto, creo que la iglesia está llamada a repensarse desde
el Evangelio y para este tiempo. No para adaptarse sin sentido, ni
para diluir su mensaje, sino para encarnarlo con frescura, verdad y amor.
Necesitamos una iglesia que sepa leer el corazón de las personas, que
no desprecie la búsqueda espiritual que hay en el mundo posmoderno,
aunque no siempre se parezca a nuestras estructuras conocidas.
Hoy más que nunca, muchas personas no buscan doctrinas, sino
experiencias. No quieren definiciones frías, sino vínculos reales. Buscan
comunidades donde puedan ser escuchadas, aceptadas y acompañadas.
En ese sentido, como dice el teólogo José Gómez, la espiritualidad
posmoderna no es una amenaza, sino un signo de los tiempos. Es una
oportunidad para que la iglesia redescubra su alma: el encuentro con
Jesús vivo, la belleza del amor, el poder de la comunidad.
Por eso, creo que la iglesia en este tiempo necesita volver a las raíces
del evangelio, pero con los pies bien puestos en la realidad.
Necesitamos una eclesiología que sea:
Cristo céntrica
Una iglesia que ponga a Cristo como centro de todo, que no solo hable,
sino que escuche. Que se interese por las culturas locales, por los
dolores del pueblo, por las luchas de las mujeres, de los jóvenes, de los
pueblos originarios. Que no imponga modelos europeos, sino que valore
lo nuestro, lo mestizo, lo popular. Como decía Arriarán, no podemos
seguir ignorando la historia y la diversidad de nuestros pueblos.
Estética y sensible
El mundo posmoderno es visual, simbólico, emocional. No basta con
tener buenos sermones; la iglesia necesita también tocar el corazón a
través de la música, el arte, el silencio, la belleza. Necesitamos
recuperar lo sensible como una vía para lo espiritual. No como un
escape emocional, sino como una forma de conectar con Dios en lo
profundo.
Comunitaria
Frente al individualismo, necesitamos comunidades donde se viva el
amor concreto. Pequeños grupos, relaciones reales, cuidado mutuo. Una
iglesia que no funcione como una empresa, sino como una familia.
Donde el liderazgo no sea autoritario, sino servicial. Donde cada persona
encuentre un lugar y un propósito.
Abierta al diálogo
El pluralismo llegó para quedarse. No sirve encerrarnos en trincheras.
Necesitamos una fe firme, pero humilde. Una iglesia que dialogue con
otras religiones, con otras formas de espiritualidad, sin miedo, sin
arrogancia. Que reconozca que el Espíritu de Dios puede soplar más allá
de nuestros límites.
Inclusiva y femenina
En una sociedad que está redescubriendo el valor de lo femenino, la
iglesia no puede seguir siendo un espacio de exclusión. Necesitamos
revisar nuestras estructuras patriarcales, abrir espacio al liderazgo de
las mujeres, redescubrir imágenes maternales de Dios y permitir que el
cuidado, la ternura y la reciprocidad modelen nuestra vida eclesial.
Profética y comprometida
Finalmente, no podemos olvidar que el evangelio es buena noticia para
los pobres. La iglesia no puede ser solo un espacio de consuelo
individual, sino un sujeto de transformación social. Necesitamos
comunidades que denuncien la injusticia, que se comprometan con los
marginados, que vivan el amor de Jesús de forma concreta.

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