Queridos hermanos, la Palabra de Dios llama a anunciar su evangelio y trabajar
en su obra, sin pereza tal como lo dice en Pablo, nos exhorta en 2 Timoteo 2:15
Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no
tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. Esto significa
estudiar las Escrituras y vivir conforme a ellas, con cuidado y esmero, sabiendo
que nuestro Señor espera fruto de nuestro esfuerzo. De igual modo, Colosenses
3:10,12 nos recuerda que: Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como
para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la
recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís
En la vida cristiana cada don espiritual debe ser cultivado, no enterrado. Pablo
exhorta a Timoteo en 2 Timoteo 1:6 Por lo cual te aconsejo que avives el fuego
del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos y a no
descuidar lo. Según Romanos 12: 6,8 De manera que, teniendo diferentes
dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a
la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la
enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad;
el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría. cada uno
tiene un carisma distinto. Así, Dios nos da alientos, enseñanza, servicio y otros
dones para usarlos en la comunidad. No son para recibirlos sentados, sino para
ejercerlos: se nos manda usarlos “con solicitud” o “con alegría” según
corresponda.
Dios además nos hace corresponsables de multiplicar la fe. El apóstol Pablo
insiste en 2 Timoteo 2:2 Lo que has oído de mí ante muchos testigos,
encárgaselo a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a
otros. En otras palabras, al experimentar el fruto del evangelio en nuestra vida, no
debemos guardarlo egoístamente: debemos instruir a los nuevos creyentes con
cariño, formarlos en la verdad y animarlos a progresar. Cada hermano adulto
puede así formar discípulos e invitar a otros a crecer, como buenos discípulos que
saben compartir lo aprendido.
Al aplicar estos principios por vuestra propia cuenta, veréis que la verdad de Cristo
se hace viva. Dios no reparte sus bendiciones «por arte de magia», sino que
promete bendecir el esfuerzo fiel. En la parábola de los talentos en Mateo
25:26,30 Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías
que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto,
debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido
lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que
tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que
no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las
tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Siguiendo estas
Escrituras, comprendemos que debemos usar lo que hemos recibido; así crece la
cosecha del Señor. Que cada uno de nosotros pueda decir al final: “He trabajado
para el Reino con todo mi corazón”, y oír del Señor las palabras de aprobación.
Que Dios les guíe a esforzarse y a servir con gozo, usando sus dones para
edificación mutua. Amen.
Referencias bíblicas:
2 Timoteo 2:15;
Colosenses 3:23-24
2 Timoteo 1:6
Romanos 12:6-8
1 corintios 15:58
2 Timoteo 2:2
Mateo 25:26-30
Antes de cantar y orar, los invito a un instante de calma interior. Pensemos en las
pequeñas cosas que Dios ha puesto en nuestras manos: un gesto amable, una
palabra que escucha, un don que a veces guardamos por miedo o por comodidad.
¿Qué ocurre si las regamos con cariño y constancia? Poco a poco dan fruto. La
Escritura nos recuerda que el servicio verdadero nace del corazón y no del ruido;
que lo que se cultiva con paciencia crece. Que este momento nos suavice el
ánimo y nos abra a la responsabilidad gozosa: servir sin buscar aplausos,
aprender con humildad y ofrecer lo que somos para la edificación del otro. Si
escuchamos con atención, Dios nos mostrará el primer paso que debemos dar.
Queridos hermanos, la Palabra de Dios llama a anunciar su evangelio y trabajar
en su obra, sin pereza tal como lo dice en Pablo, nos exhorta en 2 Timoteo 2:15.
Esto significa estudiar las Escrituras y vivir conforme a ellas, con cuidado y
esmero, sabiendo que nuestro Señor espera fruto de nuestro esfuerzo. De igual
modo, Colosenses 3:10,12 nos recuerda que:
En la vida cristiana cada don espiritual debe ser cultivado, no enterrado. Pablo
exhorta a Timoteo en 2 Timoteo 1:6. Según Romanos 12: 6,8 cada uno tiene un
carisma distinto. Así, Dios nos da alientos, enseñanza, servicio y otros dones para
usarlos en la comunidad. No son para recibirlos sentados, sino para ejercerlos: se
nos manda usarlos “con solicitud” o “con alegría” según corresponda.
Dios además nos hace corresponsables de multiplicar la fe. El apóstol Pablo
insiste en 2 Timoteo 2:2 En otras palabras, al experimentar el fruto del evangelio
en nuestra vida, no debemos guardarlo egoístamente: debemos instruir a los
nuevos creyentes con cariño, formarlos en la verdad y animarlos a progresar.
Cada hermano adulto puede así formar discípulos e invitar a otros a crecer, como
buenos discípulos que saben compartir lo aprendido.
Al aplicar estos principios por vuestra propia cuenta, veréis que la verdad de Cristo
se hace viva. Dios no reparte sus bendiciones «por arte de magia», sino que
promete bendecir el esfuerzo fiel. En la parábola de los talentos en Mateo
25:26,30. Siguiendo estas Escrituras, comprendemos que debemos usar lo que
hemos recibido; así crece la cosecha del Señor. Que cada uno de nosotros pueda
decir al final: “He trabajado para el Reino con todo mi corazón”, y oír del Señor las
palabras de aprobación.
Que Dios les guíe a esforzarse y a servir con gozo, usando sus dones para
edificación mutua. Amen.