El documento discute los principios y modelos bíblicos que deben guiar la administración de la iglesia. Señala que aunque muchos conceptos administrativos seculares pueden aplicarse, la administración de la iglesia debe centrarse principalmente en seguir el ejemplo de Jesucristo de humildad, servicio y liderazgo orientado a los demás. El objetivo final debe ser promover el crecimiento espiritual de los miembros y prepararlos para el reino de los cielos.