Valdez Arroyo Pizarro Violeta PDF
Valdez Arroyo Pizarro Violeta PDF
Visibilizando la sexodiversidad:
el contrapunteo de la
mononormatividad y los poliamores
en Violeta, de Yolanda Arroyo Pizarro
elena valdez
abstract
Recognized in 2016 as the Writer of the Year in Queer Literature by the LGBTT
Community Center of Puerto Rico, Yolanda Arroyo Pizarro is considered one
of the most important lesbian authors in Puerto Rico. Although in her works
she dialogues with island and diasporic pioneers such as Nemir Matos-Cintrón,
Lilliana Ramos-Collado, and Luz María Umpierre, her creative and intellectual
activities challenge the forced disappearance of lesbians and the myth of lesbian
invisibility on the island and also highlight black experience. One of the exam-
ples is her novel Violeta (2013). This work undermines the heterosexual matrix
of Puerto Ricanness, which promotes monogamy, heteropatriarchal family, and
the experiences of kinships and motherhood as forcefully imposed on feminine
sexuality. The sexual dissidence of Arroyo Pizarro’s lesbian characters favors the
creation of sexually diverse environments and polyamory, while the juxtaposi-
tion of their erotic autonomy and racial tensions makes visible the experiences
of Afro-Puerto Rican lesbians. [Keywords: Yolanda Arroyo Pizarro, Violeta,
homonormativity, polyamory, lesbian, decolonial]
The author ([email protected]) holds a Ph.D. in Spanish from Rutgers, the State University
of New Jersey. Her research interests include U.S. Latino/a literature, Caribbean studies, Gender
and Queer Theory. She has published various articles and chapters on Latin American and
Caribbean literature and art, and is currently completing her first manuscript tentatively titled
The Cities of Desire: The Politics of Gender, Sexuality and Urban Space in the Hispanic Caribbean.
Visibilizando la sexodiversidad • Elena Valdez 297
Considerada una de las principales autoras lesbianas de Puerto Rico y una de las
primeras personas que contrae matrimonio con su pareja después de una lucha
ardua, Yolanda Arroyo Pizarro fue premiada en 2016 como Escritora del Año
en Literatura Queer por el Centro Comunitario LGBTT de Puerto Rico, por su
activismo que se centra en la defensa de los derechos de la comunidad LGBTT
en las manifestaciones públicas y la legislación.1 Concretamente, en su bitácora
Boreales y en sus talleres educativos, la autora promueve su producción escrita que
cuenta con una variedad de textos sobre la temática queer. Aunque en sus obras
Arroyo Pizarro dialoga con pioneras isleñas y diaspóricas como Nemir Matos-
Cintrón, Lilliana Ramos-Collado y Luz María Umpierre, a diferencia de ellas la
actividad creativa e intelectual de esta autora, que reside en la isla, no solamente
se centra en desafiar la forzada desaparición y el mito de la invisibilidad lésbica en
Puerto Rico, sino que también recupera y celebra la afroidentidad.2 Un ejemplo de
esto es su novela Violeta (2013), que, inspirada por los cambios legislativos sobre
los derechos LGBT, socava “la matriz heterosexual” de la puertorriqueñidad
que promueve la monogamia, la familia heteropatriarcal, las experiencias de la
afinidad y la maternidad como las coacciones de la sexualidad femenina (Crespo-
Kebler 2003, 190).3 Priorizando el deseo entre personas del mismo sexo, Arroyo
Pizarro se apropia de lo que Kaila Story llama “la desviación como resistencia”
(2016, 374), mostrando así la precariedad de identidades sexuales fijas y estables.
Por eso, en la novela la disidencia sexual de sus personajes lésbicos favorece
la creación de ambientes sexodiversos y de poliamor, al mismo tiempo que la
yuxtaposición de la autonomía erótica y las tensiones raciales visibilizan las
experiencias de las lesbianas afropuertorriqueñas.
En Violeta, Iolante, la narradora principal, es una afrolesbiana residente en
Puerto Rico que tiene una relación íntima, y frecuentemente ilícita, con Vita Santiago,
una puertorriqueña blanca que de niña sufrió abuso sexual. Después de separarse
de Vita, Iolante se casa con Teodoro. Aunque queda embarazada, decide abortar y
se divorcia después de tres años de matrimonio. Vita se muda a San Francisco y se
casa con diferentes mujeres. Violeta, su nueva amante trigueña, le ofrece inseminarse
juntas. El parto provoca una crisis psicológica en Vita, mientras que Iolante conoce a
Yuisa, su pareja ideal. Además de retratar los tumultos dentro del triángulo amoroso,
Violeta contiene referencias históricas a figuras importantes para el nacionalismo y
para el movimiento independendista de Puerto Rico, como Lolita Lebrón y Oscar
López Rivera, que termina excarcelado al final de la novela.4
Subvirtiendo los pilares fundacionales de la matriz heterosexual, Violeta
expone el impacto regulatorio de la monogamia heteropatriarcal sobre la formación
de los roles de género. Si la monogamia se asume a priori para las mujeres, los
hombres disponen de cierta permisividad sexual (King 2014). Por esta razón, son
los personajes femeninos los que la denuncian como el sitio donde se cruzan las
dinámicas raciales, nacionales y de género con el fin de preservar la supremacía
blanca y la dominancia heteromasculina (Schippers 2016, 14–5; Willey 2016, 6–13).
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Precisamente por eso, la sexualidad poliqueer, que incluye a más de dos personas,
se hace tan transgresora y se considera un acto político.
abuelos en un ambiente lleno de moralismo que no veía con buenos ojos la sexualidad
desviada, debido a lo que M. Jacqui Alexander llama “the heterosexualization of
morality and the reinvention of a heterosexual-only tradition” (2005, 204). En otras
palabras, la moral heterosexualizada solidifica los imperativos judeo-cristianos
patriarcales e impone forzadamente los mismos gustos y prácticas sexuales a todos.
Ese pánico alrededor de la moralidad sexual se percibe en la familia de Iolante
en dos momentos. Por un lado, su infancia constituye un ejemplo de la conducta
inapropiada y la sexualidad desviada de su madre que, al abandonarla con los
abuelos, rechaza voluntariamente el culto a la femineidad como un rol dominante en
la cultura caribeña (King 2014, 125). Por otro lado, a pesar de destacar un ambiente
acogedor en su hogar de crianza, Iolante reconoce que sus abuelos desaprueban
sus relaciones homosexuales: “Estoy segura que no hubieran querido para mí una
vida inmoral como aquella, desde su punto de vista… creo que me hubieran dejado
incluso de hablar por la elección que supone ser gay, que supone amar a otra mujer
…” (Arroyo Pizarro 2013, 30). Esta posición moralista respecto de la homosexualidad
repercute en la sociedad, cuyos censores son la Iglesia y el machismo (Martínez-
Reyes 2014–2015, 134). Junto con otras obras puertorriqueñas como Brincando el
charco: Portrait of a Puerto Rican (1994), la película de Frances Negrón-Muntaner, y
“¡Jum!” (1966), un cuento de Luis Rafael Sánchez, Violeta retrata el núcleo familiar
como una de las fuentes de la homofobia y de la exclusión familiar y social.8 Además,
en la novela, el incesto entre Vita Santiago y su padre se convierte en una crítica a la
familia y la sociedad heteropatriarcales como el último bastión de la política social
que esconde la situación alarmante en la isla.
Según Michel Foucault, el incesto es uno de los pecados más graves —además de
las relaciones extramaritales, la violación y la promiscuidad— que rompen las reglas
del matrimonio (1990, 38). Foucault explica que la familia es el lugar más activo de la
sexualidad porque permite el afecto, los sentimientos y el amor, volviendo incestuosa
la sexualidad desde el principio (Foucault 1990, 108–9). En Violeta, Arroyo Pizarro
ofrece una válvula de escape al incesto para revelar, estratégicamente, el colapso
del núcleo familiar como una de las instituciones que reproduce las normas del
heteropatriarcado y de la mononormatividad. Siguiendo esa lógica, el incesto entre
Vita y su padre funciona como el mecanismo que socava la estructura familiar que
lo produjo y que, a pesar de todo, lo preserva gracias a una red de cómplices. Por
ejemplo, en la novela, una tía de Vita —también llamada Violeta— encubre el delito
del abuso sexual infantil. No es coincidencia que su nombre provoque asociaciones
con la violación, a la vez que coincida con el nombre de Violeta, una de las amantes
de Vita que la fuerza a someterse a tendencias heteronormativas, como mostraré más
adelante. Se construye, pues, un círculo vicioso que perpetúa el heteropatriarcado
que, en vez de proteger a los menores de edad, se convierte en la fuente del trauma.
En tanto intelectual y activista, Arroyo Pizarro integra su agenda activista en el
texto para criticar el silencio que existe en torno de la pedofilia y del abuso infantil
en Puerto Rico. Publicada en 2013, Violeta anticipa la atención que posteriormente
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recibe esa situación alarmante debido a que la misma autora no deja de sacarla a la
luz. Por ejemplo, tras la transmisión el 28 de marzo de 2017 de Las terribles garras de
la violencia sexual infantil, el video sobre la investigación de las violaciones sexuales
infantiles en Puerto Rico, la autora escribió en su página de Facebook:
Este es un país de violadores de menores que se salen con la suya. Casi todas las
violaciones y los actos lascivos se dan en el propio hogar. Cuentan con la complicidad y
el silencio de familiares enterados. Cuentan con la complicidad y el silencio de los líderes
religiosos del país que no realizan campañas de prevención. Cuenta con la complicidad
y el silencio institucional del estado y su sistema de instrucción que elimina cartas
circulares. Sí, sepa que la enseñanza con perspectiva de género también trabaja la
prevención de asaltos sexuales. Y mientras usted da hoy el diezmo o la ofrenda, sentadito
en misa o en el culto al lado de un sátiro que toquetea o penetra niños o niñas en la casa,
en la escuela, en el equipo deportivo y hasta en esa misma iglesia o templo, él se confiesa
con su dios, y con la ayuda que usted le facilita se perdona él solito los pecadillos de
la debilidad de su carne. A dios que reparta suerte, a ver a que otro muchachito o
muchachita se papea esta semana con su complicidad y su silencio hipócrita.
En una sociedad heteropatriarcal, Vita e Iolante son estigmatizadas por su autonomía erótica.
Eres inexperta, y ella [Vita] dominante. Un macho alfa dominante que en ocasiones
viste chaleco y corbata, que fuma tabaco y hace líneas de cocaína tres o cuatro veces al
año, nada grave. Una lesbiana que penetra, pero no se deja penetrar, que hace el sexo
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oral y que no permite que tú lo reciproques. Una amante considerada y ávida que te
tiene en una cajita de cristal, para protegerte del mundo porque tú eres su princesa y
ella el príncipe rescatador, apuesto y caballeroso. (2013, 26)
la receptividad de Iolante deshace las jerarquías del acto sexual en las que el hombre
cumple el rol activo, penetra y recibe el placer. Al escribir sobre las prácticas sexuales
lésbicas, Ann Cvetkovich explica: “Allowing oneself to be touched can be an action
just as much as doing the touching is” (1995, 132). La receptividad se percibe como
una posición activa porque presupone recibir y dar placer (Cvetkovich 1995, 134–5).
Al dar el acceso de su cuerpo a Vita, Iolante se presenta receptiva y capaz de recibir
su deseo, lo cual indica la agencia involucrada en el proceso de ser deseada. Vita se
muestra no disponible ante del deseo de su pareja y débil en comparación con ella.
La transgresión en la relación de Vita e Iolante consiste en deshacer las suposiciones
y los binarismos en una pareja lésbica que, a pesar de todo, termina separándose.
Cuando Iolante se casa con Teodoro, el jefe de la empresa donde trabaja, mantiene
una relación ilícita con Vita durante tres años, pero queda embarazada de Teodoro y
decide abortar. Aplicando una vez más la metáfora de la fornicación como el intercambio
sexo-nacional (Rodríguez 2014, 92), queda claro que su matrimonio canaliza los vaivenes
relacionados con las tendencias políticas de Puerto Rico. Iolante muestra un apego a la
causa de Oscar López Rivera y participa en las manifestaciones por su excarcelación,
aunque Teodoro favorece la anexión de Puerto Rico a Estados Unidos.10 Por lo tanto, su
matrimonio reproduce un enfrentamiento donde, por un lado, se encuentra lo patriarcal/
colonial/anexionista (Teodoro) y, por el otro, está lo feminista/decolonial/independiente
(Iolante). A través de este binarismo, Violeta entra en el diálogo con el conocido
ensayo de 1960 “El puertorriqueño dócil”, de René Marqués. Pero si Marqués explora
la condición colonial de la isla alegorizada por el hombre dócil, incapaz de rebelarse
contra la opresión, en Violeta el hombre puertorriqueño, ejemplificado por Teodoro,
aún permanece así, y es la mujer puertorriqueña indócil la que resiste, se rebela y lucha.
A pesar de que este matrimonio aparenta ser un núcleo heteropatriarcal, Iolante
y Teodoro pueden llamarse ambisexuales. Según Yolanda Martínez-San Miguel, la
ambisexualidad no es una identificación con lo hetero o con lo homosexual (2008,
1043), sino que se trata de la resistencia frente a la categorización y a las estructu-
ras binarias que ceden ante la hetero y homonormativización. Así, por ejemplo, al
principio de la novela, Vita consuela a Iolante después de que su novio la traiciona.
También, Teodoro confiesa que una vez le gustó un chico (2013, 43).11 Por lo tanto, el
matrimonio de Iolante y Teodoro está destinado a fracasar antes de concretarse y con-
sumarse. Además de que Iolante comete adulterio con Vita justo antes de las nupcias,
Teodoro está completamente excluido, y físicamente ausente, de la reproducción de
las normas familiares y, por extensión, del futuro de la familia nuclear cuando Iolante
decide hacerse un aborto:
verdadera madre, la que abandonó para irse a vivir alguna aventura. Temes el estigma
y, por qué no, tiemblas de los nervios al pensar en qué harías si un día Vita cambia de
parecer y te deja a solas criando un bebé que ni siquiera es suyo. (2013, 50)
que asume el papel de la mujer que malgasta dinero. Es más, la diferencia de edad entre
ellas —Vita es 14 años mayor— contribuye a la infantilización de Violeta, lo cual establece
el diálogo con la tradición literaria puertorriqueña. En su ensayo seminal Insularismo
(1934), Antonio S. Pedreira describe el colonialismo como la carencia de desarrollo de
Puerto Rico, explicándolo con la condición prematura del país-niño. Ahora bien, si en el
ensayo de este autor el colonialismo se expresa a través de un cuerpo infantil masculino,
Arroyo Pizarro aporta su grano de arena a esta visión remplazando el cuerpo masculino
por uno femenino. Como consecuencia, Violeta sugiere que la nueva docilidad consiste
en la colonialidad de género y en la sumisión ante las dinámicas heteronormativas.
ocasiones hemos hecho el amor, pero no he podido obtener de ella una confesión
honesta sobre por qué ha accedido a dejar a un lado su estereotipada y por demás
consabida actitud masculina para gestar vida en su vientre” (2013, 15). Además, este
embarazo adscribe la maternidad a la sexualidad, tradicionalmente disociada de
ella, al mismo tiempo que da espacio a la no monogamia que desmitifica el vínculo
diádico como la única forma legítima y natural de relación.
A pesar de todos los avances científicos y sociales, el campo de los métodos
reproductivos asistidos permanece muy regulado por el biopoder estatal que
patologiza a todas las parejas. Para recibir el tratamiento médico que cubra el
seguro, la pareja lesbiana localizada fuera del modelo de una familia heteronuclear
debe ser diagnosticada como infértil. Según la Sociedad Americana de Medicina
Reproductiva (American Society of Reproductive Medicine s.f.), la infertilidad
es “the result of a disease... of the male or female reproductive tract which pre-
vents the conception of a child or the ability to carry a pregnancy to delivery. The
duration of unprotected intercourse with failure to conceive should be about 12
months before an infertility evaluation is undertaken…” Al mismo tiempo, los
métodos reproductivos asistidos se convierten en un nuevo mercado de consumo
en la economía capitalista reproductiva porque, en los últimos años, ha aumentado
el número de clínicas y servicios especializados para parejas sin hijos, mujeres
solteras y lesbianas que remplazaron el método más tradicional de recurrir a los
amigos hombres como donantes de semen (Burke y Olsen 2012, 420).17 Por lo tanto,
la patologización y la lógica consumista vuelven a enfatizar la reproducción como
un área de influencia de los poderes neocoloniales en la novela.
Para recibir el tratamiento médico que cubra el seguro, la pareja lesbiana localizada
fuera del modelo de una familia heteronuclear debe ser diagnosticada como infértil.
Ahora bien, la afinidad entre Yuisa e Iolante también se debe al amor decolonial
que incorpora diversas manifestaciones de la sexodiversidad y la cultura poliqueer,
agudizando la conciencia acerca del impacto tóxico de la colonialidad de género
y de la mononormatividad. Las mismas afiliaciones políticas de Yuisa e Iolante
también refuerzan sus afinidades decoloniales: “Yuisa, una activista pro derechos
humanos que colabora con Amnistía Internacional, a quien conocí en una protesta
multitudinaria que exigía la excarcelación del preso político puertorriqueño
Oscar López Rivera” (2013, 92). En este contexto, el nombre de Yuisa adquiere
simbolismo. Yuisa fue una cacica taína en Borinquen que se casó con Pedro Mejías,
un conquistador andaluz de origen africano que creció en la isla de La Española.
La muerte de ambos durante la defensa de un asentamiento español en un ataque
de los indígenas los convierte en mártires de la colonización española.22 El nombre
de la cacica también referencia a la sociedad taína que practicaba la poligamia
y en la que el poder social se heredaba por la línea materna. La colonización
española destruyó las ginocracias e inferiorizó a las mujeres nativas, imponiendo
el sistema moderno/colonial de género y sexo. Si en la leyenda el matrimonio de
Yuisa ejemplifica una relación colonial que establece un núcleo heteropatriarcal
y normativo, al insertarla en el contexto político contemporáneo, Arroyo Pizarro
en su novela decoloniza el origen femenino, lésbico y potencialmente poliamoroso
de la gran familia puertorriqueña, reescribiendo con esto el romance fundacional
isleño: “Perpetuar el mito flojo del parasiempre en nuestra idealización trunca de
una relación ancestral, enraizar el constructo chueco del amor eterno sin importar
qué o perdonándolo todo, ha sido la mentira más angustiosa en la que nos hemos
atragantado ambas” (2013, 132).
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Será porque tú y yo somos de piel oscura, Violeta. Será porque ambas tenemos labios
gruesos... Será porque nuestro nombre significa lo mismo. Será que contigo me
tiene de nuevo, otra vez joven, con la raza mejorada y un tongoneo de seducciones
interminables. Tu juventud le hace creer que no se pone vieja. Le hace creer que no
moriremos. Ninguna de nosotras. Ni tú, ni ella, ni yo. (2013, 98)
organización sin fines de lucro que brinda apoyo a mujeres en situaciones de crisis
en Puerto Rico. Además, al retratar los temas de la violencia, el abuso sexual y la
homosexualidad femenina, la novela de Arroyo Pizarro hace referencia a The Color
Purple (1982), una novela epistolar de Alice Walker sobre la vida de las mujeres
afroamericanas en el estado de Georgia durante la década de 1930. También hay
paralelos con Perfume de violetas (2001), un largometraje mexicano sobre cómo
la amistad entre dos muchachas adolescentes se acaba cuando violan brutalmente
a una de ellas. Además, el color violeta apunta hacia políticas de blanqueamiento
o colorismo (conocido en inglés como shadeism): la frase “un negro violeta”
suele utilizarse como insulto y demuestra prejuicio contra una persona de una
tez “muy” oscura. En contraste con Violeta, quien se embellece (se blanquea)
siguiendo patrones occidentales de la apariencia física, Iolante se describe violeta.
Al redefinir de manera positiva el significado del violeta en el contexto del color de
la piel, ella se enorgullece de su afrodescendencia. En conclusión, resulta que todas
estas connotaciones vuelven a resaltar una mujer rizomática afropuertorriqueña y
queer inspirada por un espíritu de lucha, resistencia y respeto, es decir, el espíritu
representado por el color violeta en la bandera arcoíris.
Ahora bien, la misma Iolante ejemplifica la estructura rizomática del
conocimiento, que se transparenta en una pulsión persistente de dar una etimología
de su nombre cuando se dirige a sí misma:
frutal: “estos muslos de textura de naranja” y “mi pulpa de parcha granulada” (2013,
13). Asimismo, como la vorágine de la naturaleza conquista todo con su fertilidad y
crecimiento, se desborda el cuerpo lésbico para fortalecer sus capacidades rizomáticas:
“mi visible voluptuosidad, de mis carnes grandes de mujer grande, de mis caderas y
amplios glúteos cual venus de otentote” (2013, 10). También se mencionan la celulitis,
la papada y los cachetes, bolsitas de grasa bajo la panza y “los alargados y horripilantes
vellos que le salen a uno de los rotitos de la nariz” (2013, 106).
Al establecer un paralelo entre el cuerpo femenino y la naturaleza, la novela
reescribe la metáfora colonial de una tierra feminizada y un espacio virgen listos
para ser invadidos, penetrados y violados. En otras palabras, Arroyo Pizarro se
reapropia de esa metáfora alejando el cuerpo femenino y la tierra de su imagen
atractiva y fértil, como aparece, por ejemplo, en las observaciones en los diarios
de Cristóbal Colón. Enfatizando lo que puede llamarse un cuerpo repugnante a
los hombres, Violeta aniquila la actitud colonial del hombre como conquistador
y extractor de recursos naturales o como agresor sexual. En contraste, el cuerpo
disidente se convierte en la fuente del placer y el empoderamiento. Resulta,
pues, que el regodeo en un cuerpo diferente y su naturaleza constituye una
respuesta contestataria a las normas de la bioproductividad y la marginalización
de los cuerpos y sujetos como desviados. Esto a su vez refleja la agencia sexual
de las protagonistas de Arroyo Pizarro, que toman control de su sexualidad
y el placer erótico bajo sus propias condiciones, que superan las necesidades
procreativas de la nación (Alexander 2005, 22–3; King 2014, 124). Su autonomía
sexual amenaza a la familia y al Estado y, rompiendo con los confinamientos de la
belleza occidental, descoloniza el cuerpo de la mujer afropuertorriqueña.
hombre y otro pasivo de mujer, la penetración de Iolante por Vita se realiza bajo sus
propias condiciones y deseos, con los que se inaugura un nuevo auge de su amor. En
este contexto, la confluencia del cuerpo y la afinidad fundan la pertenencia queer,
mientras que el apego emocional y físico dispone del potencial de su renovación.
Si al principio de Violeta las relaciones sexuales de Vita e Iolante retrataban la
invisibilidad o abyección de una mujer lesbiana, sus cuerpos lésbicos entrelazados
con las imágenes naturales fomentan los sistemas rizomáticos y renuevan un sentido
de la pertenencia queer y del amor decolonial.
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N o tas
1
El 25 de marzo de 2014, Ada Mercedes Conde Vidal e Ivonne Álvarez Vélez exigieron en una
demanda que Puerto Rico reconociera legamente su matrimonio contraído en el estado de
Massachusetts en 2004. En junio del mismo año, a la demanda se le suman Lambda Legal,
Puerto Rico Para Tod@s y cuatro parejas del mismo sexo. Entre ellas se encuentran Yolanda
Arroyo Pizarro y Zulma Oliveras Vega, que conforman la primera pareja gay que se casa en
Puerto Rico tras el reconocimiento de la Corte Suprema de Estados Unidos del matrimonio de
parejas del mismo sexo como derecho legal el 26 de junio de 2015.
2
Rosamond King explica que la invisibilidad lésbica en las sociedades caribeñas es un
resultado de no nombrar ciertas prácticas sexuales e identidades que existen dentro de ellas.
Refutando el mito de esa invisibilidad, la autora provee muchos ejemplos de la existencia
de las lesbianas caribeñas, entre los cuales se puede nombrar el uso de ciertas palabras que
describen las preferencias y prácticas sexuales (2014, 99).
3 El proyecto de ley 238 del Senado de Puerto Rico, convertido en ley el 28 de mayo de 2013,
prohíbe el discrimen por orientación sexual o identidad de género en el empleo, gestiones públicas
o privadas, acomodaciones públicas y vivienda. Tres días antes de su aprobación, la alcaldesa
de San Juan exigió que la policía capitalina aplicara leyes de violencia doméstica a pesar de la
orientación sexual de la víctima. El 29 de mayo, el gobernador Alejandro García Padilla convirtió
en ley otros dos proyectos de ley que cobijan las protecciones que otorga la Ley 54 de violencia
doméstica a todo tipo de personas, independientemente de su preferencia sexual y su identidad
de género. Sin embargo, varios meses antes, en febrero de 2013, la Corte Suprema de Puerto Rico
ratificó la prohibición practicada de la adopción de niños por parejas del mismo sexo.
4
Oscar López Rivera es un activista puertorriqueño y uno de los líderes militantes de
las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional Puertorriqueña que luchó a favor de la
independencia de Puerto Rico. En 1981, se le sentenció a 55 años de cárcel federal por
conspiración sediciosa. El presidente saliente de Estados Unidos, Barack Obama, le concedió
el perdón en 2016, después de casi 35 años en prisión.
5
Eleanor Wilkinson analiza el rechazo de la monogamia como un acto político que permite
establecer múltiples afinidades y ver una posibilidad transgresora del sexo radical. Con
esto, se subvierte la imagen incuestionable del amor romántico que continúa desigualdades
estructurales (2010, 243).
6 Luisa Capetillo (1879–1922), una anarquista e intelectual puertorriqueña, fue partidaria del
feminismo, el sindicalismo, la igualdad de derechos para la mujer y el amor libre. Se le considera
una de las primeras sufragistas de la isla y la primera mujer en Puerto Rico que usó pantalones.
7
Esta frase, “sin ese rollo binario”, pertenece a Aixa Ardín: “Quizá sea más generacional, pero
lo que más estoy viendo entre los jóvenes ahora es que no hay necesidad de una definición y
cada vez hay más chicos y chicas bisexuales o mejor dicho ‘sin ese rollo binario’… Al corriente,
la identidad más favorecida es la ‘diversa’” (Martínez-Reyes 2014–2015, 132).
8
Entre muchos autores puertorriqueños que retratan el núcleo familiar como un ente
homofóbico represivo, se puede mencionar a Luis Rafael Sánchez, Víctor Fragoso, Manuel
Ramos Otero, Ángel Lozada, Luis Negrón, Mayra Santos-Febres, Ana Lydia Vega, Carmen
Lugo Filippi, Magali García Ramis, Rosario Ferré y Aixa Ardín, entre otros. Sin embargo,
hay que destacar la importancia de “¡Jum!” (1966), de Luis Rafael Sánchez, y Brincando
el charco: Portrait of a Puerto Rican (1994), de Frances Negrón-Muntaner. Por un lado, el
cuento de Sánchez se considera el primer texto que representa la homosexualidad después
de una treintena de años de silencio alrededor del tema, a pesar de la representación de la
316 centro journal • volume xxx • number ii • summer 2018
homosexualidad latente en las obras de René Marques (Cruz-Malavé 1996, 132). Por el otro, la
película de Negrón-Muntaner continúa el tema de la expulsión del sujeto sexual desviado del
imaginario nacional, al retratar la confrontación directa entre Claudia Marín, la protagonista
lesbiana de la película, y su padre. Con esto, la experiencia migratoria se da desde la
perspectiva de una lesbiana puertorriqueña que reside en Estados Unidos. Para el análisis de
Brincando el charco: Portrait of a Puerto Rican y “¡Jum!”, ver Arnaldo Cruz-Malavé (1996) y
Alberto Sandoval-Sánchez (2007), respectivamente.
9
Según el video, la incapacidad de tener relaciones estables puede categorizarse como un
trastorno “borderline”, caracterizado por acciones impulsivas y caóticas hacia otras personas.
10
Las publicaciones, el activismo y la presencia en las redes sociales muestran claramente la
posición política de Arroyo Pizarro, quien se compromete públicamente y participa en múltiples
manifestaciones a favor de la liberación del preso político independentista Oscar López Rivera.
11
La misma Violeta está casada y cría al hijo de su esposo, “convirtiéndose aquello en una
situación perfecta para ti que siempre habías deseado hijos, pero que no estabas dispuesta a
embarazarte porque eso te dañaba la figura” (2013, 13).
12
Mi reflexión parte del trabajo de José Esteban Muñoz (2009). Según el crítico, la queerness
es utópica porque pertenece a la futuridad: “Queerness is not yet here. Queerness is an
ideality. Put another way, we are not yet queer. We may never touch queerness, but we can
feel it as the warm illumination of a horizon imbued with potentiality. We have never been
queer, yet queerness exists for us as an ideality that can be distilled from the past and used to
imagine a future. The future is queerness’s domain” (2009, 1).
13
Duggan define la homonormatividad como “a politics that does not contest dominant
heteronormative assumptions and institutions but upholds and sustains them while promising the
possibility of a demobilized gay culture anchored in domesticity and consumption” (2003, 179).
14
El verbo sexiliarse deriva de sexilio, un neologismo de Manuel Guzmán que se refiere a “the
exile of those who have had to leave their nations of origin on account of their sexual orienta-
tion” (1997, 227).
15
Varios estudiosos ven el impacto negativo de la homonormatividad en la búsqueda de
la respetabilidad y reconocimiento social. Entre ellos, se encuentran Rodríguez (2014),
Warner (1999), Edelman (2004) y Puar (2007), quienes ven la homonormativización como
intrínsecamente negativa. Dadas sus tendencias asimilacionistas, se convierte en una fuente
de generación de exclusiones y desigualdades que refuerzan el sistema dual sexo-género.
16 Por ejemplo, Story (2016) explora el entrecruce entre identidades raciales, sexualidad y
género para interrogar la respetabilidad como una de las formaciones sociales que influyen
sobre las experiencias y la vida de las personas queer de color.
17
Uno de los ejemplos es Waiting in the Wings: Portrait of a Queer Motherhood (1997), de la
autora lesbiana chicana Cherríe Moraga. El libro consta de las entradas de diario que incluyen
las descripciones de la decisión de concebir, el período del embarazo de la autora, las experi-
encias de la maternidad con su pareja y el año difícil del recién nacido.
18
A partir de la década de 1940, el gobierno puertorriqueño inició un programa auspiciado
con fondos de Estados Unidos, que implementa la política de esterilización forzada. Al seguir
la retórica que conecta la ideología eugénica con la pobreza, la sobrepoblación y la presumida
hiperfertilidad de las mujeres puertorriqueñas, la esterilización, conocida también como “la
operación”, se propuso como método de control de la natalidad. De esta manera, sin tener
otras opciones anticonceptivas, se esterilizó a mujeres sin que ellas lo supieran o sin que
conocieran las consecuencias irreversibles de la operación.
Visibilizando la sexodiversidad • Elena Valdez 317
19
Consúltese la sección “LGBTQIA Reproductive Rights” del sitio web de la Sociedad
Americana de Medicina Reproductiva para ver los ejemplos.
20
Aludo al título del ensayo de Judith Butler (2002), “Is Kinship Always Already Heterosexual?”,
en el que la autora explora el impacto del discurso heteronormativo sobre los temas del matri-
monio, el parentesco y la adopción de las personas del mismo sexo.
21 Eve Kosofsky Sedgwick (1985) usa el concepto del deseo triangular de René Girard para
teorizar su concepto seminal de la homosocialidad. El triángulo amoroso en el que dos hombres
compiten por una mujer revela vínculos afectivos asexuales entre los rivales, lo cual resalta un
continuo entre la homosocialidad y la homosexualidad.
22
Estoy usando la versión de Pura Belpré (Sánchez-González 2001, 99). La otra cacica es
Anacaona, de Jaragua (Haití), a quien el gobernador Nicolás de Ovando condenó a la horca.
23
Nuria Arranz (2016) da varias explicaciones de por qué el violeta es el color de la mujer. Por
un lado, es el color de la igualdad, porque se juntan los colores azul y rosado para que salga
violeta. Por otro lado, el violeta es el color característico de la lucha feminista, que tiene un
toque reivindicativo. La metáfora de ponerse las gafas violetas se usa para describir una nueva
manera de mirar el mundo para luchar contra injusticias hacia la mujer.
Ob r as C itadas
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