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Spanish Post-War Literature on Childhood

The document discusses Spanish post-war literature focusing on works featuring childhood as a theme. It highlights novels by authors like José María Sánchez Silva, Rafael Sánchez Ferlosio, Camilo José Cela, Carmen Laforet, and Miguel Delibes. It provides a detailed analysis of Ferlosio's 1951 novel "Industrias y andanzas de Alfanhuí" which blends fantasy and reality and was considered one of the first examples of magical realism in Spanish literature. It also discusses José María Sánchez Silva's 1952 novel "Marcelino, pan y vino" which deals with the theme of orphanhood. The literature of this period sought to depict the realities

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The document discusses Spanish post-war literature focusing on works featuring childhood as a theme. It highlights novels by authors like José María Sánchez Silva, Rafael Sánchez Ferlosio, Camilo José Cela, Carmen Laforet, and Miguel Delibes. It provides a detailed analysis of Ferlosio's 1951 novel "Industrias y andanzas de Alfanhuí" which blends fantasy and reality and was considered one of the first examples of magical realism in Spanish literature. It also discusses José María Sánchez Silva's 1952 novel "Marcelino, pan y vino" which deals with the theme of orphanhood. The literature of this period sought to depict the realities

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MERIDIAN CRITIC No 1 (Volume 30) 2018

La literatura española de posguerra sobre la infancia

Silvia-Corina POPOVICI (NUŢU)


Universidad „Ştefan cel Mare” de Suceava
[email protected]

______________________________________________________________________

Abstract: The Spanish literature of the post-war period is greatly indebted to young
writers such as José María Sánchez, Sánchez Ferlosio, Camilo José Cela, Carmen Laforet,
Juan Goytisolo, Ana María Matute o Miguel Delibes that were grouped by the literary
critics under the denomination of The Generation of the 50’s, The Mid-Century Generation or, as
Miguel Delibes himself once wrote, the group of “the children of the war”. It was a period
in which the novel, as a literary genre, reemerged and came to be fully exploited with the
means of literary creativity, going beyond its classic and modernist prototypes and moving
towards the social realism as a new turning point in terms of themes, structure, plots and
characters in order to suit the new realities of the time marked by censorship and the need
for renewal. The new twist in literary vision, away from the praising of the glorious times
of war, came to cast a new light over the war with the characters as victims of it in terms
of thinking and acting. The new plots and ways of depicting characters and situations had
to suit the new social realities seen as a revival of the gloomy years of the Civil War. The
emergence of the theme of childhood, with the child as a protagonist, is fully justified by
the need to go back in time and show thing as they actually were, or to talk about present-
day contexts that otherwise could have been banned by censorship. The innocence of the
child is therefore but a means to allude to post-war society in which the orphan, as the
prototype of the child greatly employed in the novels of this period, is confronted with
loneliness, misery, anti-models, lies, treachery and death.
Keywords: childhood, child, teenager, character, plot, Spanish Civil War, The Generation of the 50’s,
social realism, prosopopoeia, picaresque novel, orphan, post-war society.

La literatura española de posguerra, en la que destaca el género narrativo, se


enriquece con las obras maestras de algunos escritores jóvenes que vienen a dar testimonio
de la nueva realidad española tras el aislamiento consiguiente a la guerra civil. Eugenio G.
de Nora habla del hecho subrayando también la personalidad de los autores y del año 1950
como el año del cambio de rumbo de la creación literaria gracias a los éxitos novelísticos
dentro de la evolución de la cultura sostenida por la otorgación de premios, como el
Premio Nadal o el Premio de la Literatura:

“Esta especie de deshielo progresivo, esta tentativa de incorporarse a los


movimientos realmente vivos de la cultura (que hemos podido observar con más o menos
vigor incluso en figuras de la promoción de la guerra como Cela, Gironella, Torrente
Ballester, Delibes, Suárez Carreño, etc.), coinciden ahora, desde 1950 aproximadamente,
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con la formación de la personalidad y el acceso a la conciencia y a la expresión de nuevas


promociones. Irrumpen en la vida y en la literatura, en efecto, inteligencias notablemente
desligadas de las aporías mentales que los recientes conflictos planteaban, hombres cuyas
ideas tratan de contrastarse, cada vez con menor prejuicios, en la vida de cada día, en la
experiencia concreta de todos”. [de Nora, 1993: 733]

Es precisamente la novela española de posguerra la que abre el largo camino de


relatos en los que el niño adquiere el papel protagonista de verdad.
¿Por qué el niño? Primero, aunque no sea éste el motivo concluyente, los
escritores de posguerra estaban marcados por los horrores de la guerra y querían, dentro
del realismo existencial o del costumbrismo, presentar los acontecimientos después de la
guerra para justificar las realidad social o para situar la sensibilidad y la inocencia dentro del
contexto de las consecuencias de la guerra, o los propios autores se identificaban como
víctimas infantiles y aceptaban la influencia de la guerra sobre su vida. Por otra parte, la
niñez tiene el poder de conectar con nuevos espacios imaginarios o míticos y el análisis de
la infancia permite posibilidades múltiples de indagación bajo el contexto posmoderno o
permite aludir a las realidades ásperas de la hora de escribir sin que la censura encuentre
algún motivo para rechazar las obras.
En este campo, se suelen señalar como obras sobresalientes las de José María
Sánchez Silva, Marcelino, pan y vino (1952), Sánchez Ferlosio, con Industrias y andanzas de
Alfanhuí, Camilo José Cela, con La familia de Pascual Duarte y Viaje a la Alcarria, de los cuales
las primeras dos obras mencionadas anteriormente son catalogadas más bien como relatos
para niños. También, destacan escritores como Carmen Laforet o Juan Goytisolo, pero
ninguno trató con tanto éxito el protagonista femenino como lo hizo Ana María Matute o
el protagonista masculino, como Miguel Delibes.
Rafael Sánchez Ferlosio, uno de los representantes importantes de la Generación
del ‘50, trata el tema de la infancia en su obra Industrias y andanzas de Alfanhuí (1951) en la
que se vinculan el mundo fantástico y el real, por lo que la obra fue considerada más para
los niños y menos sobre el niño. Su título parece ser heredado de la literatura inglesa del
siglo XVIII y quiere sugerir que se trata de una novela picaresca, pero el protagonista es un
niño y va a seguirlo así hasta el final de la obra. Además, la presencia del elemento
fantástico la convierte en un relato de una iniciación en un rito mítico del niño al hombre.
En su dedicatoria, el autor habla de su novela como de una “historia castellana y llena de
mentiras verdaderas” dejando al lector decidir qué es mágico y qué es realidad dentro de la
misma. Es precisamente este encadenamiento de elementos fantásticos y reales que
hicieron que la obra fuera considerada el primer relato español dentro del realismo mágico,
corriente que influirá también la obra de Ana María Matute de los años 60. Escrita
inicialmente con la intención de recuperar al género picaresco español, Alfanhuí apareció
como una sorpresa dentro del panorama de la novela española de posguerra más bien por
la riqueza de la interpretación sobre su género: del libro-cuento a anatomía social de la
España rural y provinciana en los años 50, prosopopeya (figura retórica que consiste en
personificar cosas inanimadas o abstractas) [ESPASA, 1999: 903] y novela picaresca. La
novela está protagonizada por Alfanhuí, un muchacho curioso, valiente y pícaro, que vive a
caballo entre la realidad y un mundo mágico. Un día, éste parte de su casa en Alcalá de
Henares con rumbo incierto, pero con el fin de llegar a la lejana casa de su abuela. Hace un
viaje real, literario y mágico desde Guadalajara, cruzando la sierra de Guadarrama hasta
Palencia, lo que llevará al niño a conocer al resto de los personajes del relato uno tras otro,
tal como en el cuento folclórico inglés How Jack went out to seek his fortune. Solo que este vez
La literatura española de posguerra sobre la infancia 291
los personajes de esta road movie surrealista serán un maestro taxidermista, el gallo de la
veleta, el gigante del bosque rojo, la charlatana doña Tere y la marioneta don Zana,
personajes de un mundo cotidiano y fantástico al mismo tiempo. En las páginas de
Alfanhuí, como en algunos cuentos consagrados, cualquier objeto, por modesto o absurdo
que parezca, puede hablar, sentir, razonar, moverse o transmitir “provechosa enseñanza”,
siguiendo el mejor estilo cervantino.
Comentando Las industrias y andanzas de Alfanhuí, Miguel Delibes habla de la obra de
su coetáneo como de la de un poeta que permite al lector a identificarse dentro de ella hasta
que admita como reales algunos de los acontecimientos del personaje central, lo que hace de
la picardía que sea una idealizada dentro de una obra de una originalidad indiscutible:

“Alfanhuí es una vaharada de aire puro, una obra jugosa y fresca en cuya peripecia
uno se ve inmerso desde el primer capítulo, se identifica con ella hasta tal punto que llega a
admitir como real el hecho de que un niño cuelgue unos lagartos al sol para obtener de sus
escurriduras preciosas tintes. Y nada digamos de las aventuras posteriores de este niño y de
los prodigiosos personajes con lo que tropieza. Para mí, Alfanhuí tiene mucho de novela
neopicaresca – con picardía idealizada en fino -, un libro originalísimo, entroncado sin
embargo, con la mejor literatura española.” [Delibes, 2010a: 78]

En el terreno de la prosopopeya, en la misma línea de Alfanhuí, destaca la novela


infantil de José María Sánchez Silva, Marcelino, pan y vino (1952). Tanto éxito tuvo el relato
emocionante de Marcelino, que el famoso escritor para el público infantil y el único español
que obtuvo el Premio Andersen en 1968, volvió a retomar el personaje en Historias menores de
Marcelino Pan y Vino y Aventuras en el cielo de Marcelino Pan y Vino. La novela goza de una
riqueza temática, de los que nos interesa precisamente el tema de la orfandad, un tema
recurrente en la literatura española de posguerra, entre otros temas difíciles abordados con
mucha sutileza. El hilo narrativo sigue a Marcelino, el protagonista de la novela, un chico de
cinco años, desde los primeros días de su existencia, cuando fue encontrado en la puerta de
un convento de monjes, hasta su trágico final, una manifestación de su libero albedrío,
instancia favorecida por la divinidad representada en el texto de Jesús Cristo, personaje
inanimado personificado que marca en el texto el tema religioso.
La ausencia de una madre afecta negativamente a la formación del carácter e ideología
de los hijos. Es el problema que también otros escritores españoles de posguerra, como Ana
María Matute o Miguel Delibes, eligen debatir para evidenciar el carácter incompleto del marco
familiar, con consecuencias en el la evolución de los personajes. La familia incompleta hace que
el niño tenga más a menudo problemas de personalidad, de reconocerse de una manera errónea
en su pertenencia al grupo social, lo que afectará su porvenir.
Para Marcelino, la ausencia de la madre se convierte en un sentimiento tan fuerte,
que el niño le pide al Cristo que le ayude a verla y el niño decide irse al cielo. El tema de la
muerte, otro tema preferido por los escritores de posguerra, es presentado aquí desde el
punto de vista cristiano: Marcelino no se muere, sino que se une a su madre para vivir
eternamente. La novela se convierte en una modalidad de transmitir los preceptos
religiosos, los misterios indescifrables del cristianismo, de una manera asequible, la manera
de ver el mundo, su inocencia, sin hacer caso a las amenazas del infierno, tal como más
tarde, en El príncipe destronado (1963), M. Delibes aprovechará del temor del infierno como
castigo para los niños que hablan mal. El niño elige conservar su inocencia, su niñez, y
desde ahí el líbre albedrio, que contraviene a los preceptos religiosos.
292 Silvia-Corina POPOVICI (NUŢU)

La influencia de la guerra civil no se manifestó sólo en la preferencia de algunos


escritores para emplear el problema de la orfandad, sino que también en un tono novelesco
particular, observado, que se registra como una postura pesimista, depresiva y preocupante,
en el sacar de la sombra de la existencia a lo malo y en el darle voz a los desgraciados. Es este
dolor de vivir que abre temas adyacentes como la soledad, la incapacidad de una
comunicación eficiente, la miseria, el anti-modelo, la trampa, la mentira, la traición, para llegar
al mismo punto final, a la muerte. Es el caso de las obras de Camilo José Cela La familia de
Pascual Duarte y, más tarde, de la novela La guerra de nuestros antepasados, de Miguel Delibes.
El realismo existencial es magistralmente ejemplificado en la obra cumbre de Camilo
José Cela, La familia de Pascual Duarte (1942). Es la historia del desgraciado Pascual Duarte, un
protagonista que se siente perdido en un mundo al que odia, prisionero en un ambiente
cerrado, malvado y amenazador desde su propia niñez, del que no puede separarse y que le
hace terminar en lo mismo, en la condenación a muerte. En este sentido, su familia llega a
ser el representante de una sociedad que alberga a unos individuos pesimistas, de la que no se
puede esperar nada , y que elige ejercitar su propia justicia. El mismo Pascual Duarte se
confiesa en las primeras líneas de sus recuerdos desde la cárcel:

“Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos
cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el
destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas
diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el
camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de
las chumberas. Aquellos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la
cara de inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las
alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y
colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya.” [Cela, 1976: 25]

Pascual Duarte pertenece a la segunda categoría de hombres. Es un hombre


inculto, traumatizado por todo lo que le pasó en la infancia y por el modo de ser de sus
padres, la madre alcohólica y el padre violento. Desde allí vienen su rencor, impulsividad y
su violencia que se ve desde el principio de la novela, a partir desde que mata a su perra a
tiros porque ésta se atrevió mirarlo. A Pascual le pareció que lo escrutaba atentamente y no
pudo resistir su mirada, temeroso de que descubriera su fondo sentimental y tierno, que
niega continuamente. Y sigue asi hasta que termina la novela, lo cual lo llevará a matar sin
escrúpulo ninguno a su madre y a ser condenado a muerte por garrote vil tras varios años
de cárcel. El modo de ser de Pascual está magistralemente subrayado por Miguel Delibes,
coetáneo del autor:

„Pascual acaba disfrazando la ternura de crueldad; es un cuitado que cuando se


lanza ya no sabe detenerse; un hombre delicado a quien mortifica la idea de que su
sensibilidad pueda transcender. Esta actitud es demasiado frecuente en España para que
pueda extrañarnos. Pascual, una vez que avanza un paso, se niega a desandarlo. Se
emborracha de sangre; pero en el fondo, es un manso cordero, un ser sensible, casi un
poeta... Que esto es así no podemos dudarlo. Los crimenes de Pascual responden, en
cierto modo, a un elemental sentido de la justicia; desde este punto de vista, Pascual tiene
algo de reivindicador, de don Quijote; trata de «desfacer entuertos» a golpe de navaja.”
[Delibes, 2010a: 32]
La literatura española de posguerra sobre la infancia 293
Si la visión de la infancia de Cela no es para nada la de una edad feliz, tal como la
percibimos la mayoría de la gente, la visión de la representante más destacada de las
escritoras de posguerra, Ana María Matute, es la de un paraíso perdido, en contrapunto
con el paisaje traumático y doloroso de la vida adulta. El mundo infantil inventado por
Ana María Matute pertenece al tiempo de la guerra civil, la visión de la guerra vista con los
ojos de los niños siendo una costante de la narrativa de la autora. También, los
acontecimientos están marcados por evidentes acentos autobiográficos, lo que hace la
rememoración cada vez más fuerte.
Niño o adolescente, el protagonista de la narrativa matutiana añade a la visión del
escritor mismo una doble perspectiva. El mundo revelado por el niño o adolescente es uno
interno frágil y susceptible y, en relación con el de los adultos, llegará a sufrir carencias de
afecto por parte de los familiares directos. Cada novela de Ana María Matute narra el
proceso doloroso por parte del protagonista del paso de su mundo al de los adultos,
proceso del cual resultará un protagonista dislocado, refugiado en su adentro y arrastrado
por unos hechos que no entiende. Su obra está cargada de lirismo subjetivo, de fantasía y
de imaginación en el percibir las realidades históricas a las que se hace referencia, y la
oposición entre los dos mundos hará que los personajes sean unos seres tristes, a veces
llenos de obsesiones y de inocencia, y que siempre acaben mal. Los niños y los
adolescentes que pueblan el mundo matutiano viven en un entorno marcado de inocencia
que se enfrenta siempre a la cruda y tremenda realidad de los adultos que simpre vencen.
La obra cumbre de Ana María Matute es Primera memoria (1959), la primera de la
trilogía Los mercaderes, junto a Los soldados lloran de noche (1964) y La trampa (1969), y fue la
novela con la que ganó el Premio Nadal en 1960. La obra tiene rasgos autobiograficos
evidentes y toca el tema de la guerra civil, en la que Matia, la protagonista, evoca unos
meses de su vida adolescente durante la misma. Primera memoria es una novela en la que
destaca la introspección, técnica narrativa magistralmente desarrollada en la literatura
inglesa de Virginia Woolf. El tiempo cronológico de la historia matutiana es reducido a
solo algunos meses de verano durante la guerra civil, pero es la yuxtaposición de los puntos
de vista y, desde allí la de los planos narrativos que hacen que el reflejo de las memoria y de
los acontecimientos esté fragmentario, pero todavía más complejo. Es una técnica que
permite al lector experimentar las sensaciones más primitivas sucedidas en el mundo
infantil. También, la técnica permite mostrar las reflexiones retrospectivas subjetivadas de
una mujer sensible, lo que añade al texto un tono nostálgico, reflexivo y subjetivo.
Hablando de la obra de Ana María Matute, Miguel Delibes escribía:

“Se diría que Ana María Matute se ha anclado en la infancia, no se resigna a


abandonar su conciencia de niña, y, de este modo, llena todos sus escritos, bien con
aventuras de infancia o bien con la nostalgia de la niñez perdida. Un tinte de candor, de
ingenuidad doliente, se extiende por todas sus obras, incluso en las más pretendidamente
dramáticas. Y esta puerilidad, este candor – que es, asimismo, la impronta que define las
obras de esta escritora – es, en definitiva, regusto por la realidad mágico- - trágica, se
advierte igualmente en el afán de dejar en la nebulosa los ambientes de sus obras.”
[Delibes, 2010a: 92]

Esta nueva forma de interpretación de la infancia en la literatura, con tintes


autobiográficos evidentes debido a la coincidencia entre la propia experiencia y las
sensaciones de la protagonista – narradora, y el hecho de presentar del mundo exterior de
una manera subjetiva, limitada y personalizada por puntos de vista de la misma
294 Silvia-Corina POPOVICI (NUŢU)

protagonista parece ser una continuación del camino abierto por Carmen Laforet, otra
representante de las escritoras de posguerra que marca, en su única novela Nada (1944).
Sólo que aquí el recurso a la autobiografía sirve para relacionar el yo con el problema social
y, por consiguiente, una modalidad de buscar su identidad dentro de la misma sociedad,
que también es uno de los temas más debatidos en la novela de posguerra, evidentemente,
teniendo en cuenta las realidades sobre las cuales se hace referencia.
El tema de la infancia, junto a otros temas que los escritores de posguerra emplean
en sus obras, es magistralmente desarollada por Miguel Delibes. El protagonista – niño juega
un papel muy bien definido en sus relatos en las que el eje de la narración es el personaje y no
la historia relatada. Y por ello, el autor hizo una atenta selección de textos, sean cuentos o
capítulos, los cuales reunió en una de las dos antologías suyas titulada Los niños (1994).
En el prólogo del volumen Los niños, Delibes define el trabajo de reunir los
fragmentos de sus relatos como a una tarea „placentera”, porque el niño es la encarnación
de todo lo que define la inocencia, el candor y la gracia, y esto es debido al hecho de no
haber sido todavía pervertido por las realidades externas que le influyan el pensamiento o
que le determinen sus acciones. El niño tiene una carga de misterio al que lleva consigo y
es superior al de un adulto y por eso es el niño el que tiene mayor interés humano que un
adulto, incluso para ser protagonista de una novela.

„[…] el niño es un ser que encierra todo el candor y la gracia del mundo y tiene
abiertas ente sí todas las puertas, esto es, está a tiempo de serlo todo en la vida, en tanto el
hombre es un niño que ha perdido el candor y la gracia y ha concentrado en una – el oficio
que desempeña – sus posibilidades. Esto quiere decir que la carga de misterio que un niño
recata es superior a la del adulto y, en consecuencia, su participación en un relato puede
imprimir a éste tanto interés, si no mayor, como el protagonizado por un hombre hecho y
derecho” [Delibes, 2010b: 11]

Las novelas en las que los niños aparecen como protagonistas son ocho: La sombra
del ciprés es alargada (1947), El camino (1950), Mi idolatro hijo Sisí (1953), Las ratas (1965),
Viejas historias de Castilla la Vieja (1964), Las guerras de nuestros antepasados (1975), El príncipe
destronado (1973) y Madera de héroe (1987), aunque hay referencias a la infancia o apariciones
episódicos de niños en cada novela. La selección de los fragmentos que insertó en esta
antología tiene como hilo conductor el protagonismo del niño en novelas o cuentos que
gozaron de mucha aceptación tanto a la hora de ser publicadas en España, como cuando se
editaron en el extranjero, lo que le hizo a Miguel Delibes que se centrase en la época más
inocente y pura de la existencia humana:

“[…] la infancia es la patria común de todos los mortales, que en nuestro ciclo
vital es ésta la etapa más añorada por todos. El hombre no conoce la codicia ni el odio
hasta después de haber rebasado la adolescencia.” [Delibes, 2010b: 12]

El tema de la infancia no viene solo, sino que abrazado artísticamente de los otros
“constantes” de la obra delibesiana, según el escritor lo confesó en el Prólogo de Los Niños:
la muerte y la naturaleza. Y, aunque parezca que las novelas que abarcan el tema de la
infancia presenten una atmósfera idílica de la niñez, no es así. Sólo El camino se inscribe en
un optimismo potencial, asombrado por la muerte de un ser querido en sus últimas
páginas. En las otras novelas, los protagonistas - niños sufren antes los ojos del lector a
solos (La sombra del ciprés es alargada, La guerra de nuestros antepasados) o junto a los demás, o,
La literatura española de posguerra sobre la infancia 295
bajo una apariencia de felicidad e inocencia hacen posible un cierto reflejo de las realidades
sociales externas o de las internas de los otros personajes marcados por obsesiones y
miedos (El príncipe destronado). La más fuerte de las obsesiones es la por la muerte y está
presente en casi todas sus obras. El miedo, por si fuera que adentrásemos más en el asunto,
es la manifestación de una obsesión [Rodríguez, 1989] y cada obra delibesiana es marcada
por un conjunto de ellos. En las obras que abarcan el tema de la infancia que
mencionamos anteriormente podemos hablar, en este sentido, del miedo por la muerte, a la
desaparición del ser querido, o el de quedarse solo en el mundo de los adultos, de las reglas
y de las situaciones impuestas por ellos (La sombra del ciprés es alargada); el miedo a
equivocarse en decidir sobre el porvenir de sí mismo, a lo desconocido que se perfila en
adelante en su vida, a la pérdida de la familia o el entorno familiar y espiritual de su niñez y
parte de la adolescencia del protagonista ( El camino); el miedo a la descendencia, a no tener
a un heredero que continua la línea de la familia y del negocio, a la desilusión en el
proyecto vital del hijo e, incluso, a la muerte de este (Mi idolatro hijo Sisí); el miedo al
cambio de una vida ancestral por la modernidad, a la pérdida de lo poco que los
protagonistas lograron conseguir, aunque sea el mínimo de la subsistencia, y a mudar la
vida en un entorno desconocido (Las ratas); el miedo a la violencia, al atropello, a la
mentira, al salvajismo y a la crueldad (Las guerras de nuestros antepasados); el miedo a la
soledad, al desamparo, a lo desconocido, a la cultura redentora o, incluso, a la libertad (Los
santos inocentes); el miedo al ser castigado por hablar mal, al infierno – tal como está
representado del niño -, a una vida impuesta por el mundo de los hombres y a la guerra (
El príncipe destronado).
La obsesión por la muerte, por la fatalidad, tiene que ver con las experiencias del
propio Delibes durante la Guerra Civil de España que vio todos los horrores de ello con
los ojos de un adolescente sensible y que, más tarde, se convirtió en un periodista que no
paró en defender la injusticia hacia su pueblo y la naturaleza. Lo que no pudo conseguir a
través de sus artículos de prensa, trasladó en sus novelas que, por lo que se puede observar,
le ofrecieron más posibilidades de expresar sus dolores, sus pensamientos y sus
convicciones con la ayuda de un manejo artístico remarcable de la palabra.
Para concluir, podemos decir que la resurrección de la novela española fue
apoyada por la gran preocupación de los escritores de posguerra de revelar su mundo de
una forma artística de excepción. Los representantes de la Generación del Medio Siglo
explotan a un nivel superior las técnicas y las formas narrativas tradicionales y modernas
tanto de la literatura española, como de la literatura universal, para crear obras con un
estatus personal, imposible de duplicar. Y, quizás, lo más importante es la conciencia de
sus roles en la sociedad literaria de la época, ya que todos solían reunirse, discutir y
comentar o tener conferencias sobre sus obras o bien sobre los éxitos de sus coetáneos, lo
que apoyó el desarrollo general de la escritura artística española con identidad propia.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

*** 1999. Diccionario ESPASA de la lengua española, Secundaria, Edición Espasa.


Cela, Camilo José, 1976. La familia de Pascual Duarte, Madrid, Ediciones Destino.
Celma Valero, Mª Pilar, (ed.), 2010. Miguel Delibes, pintor de espacios, Madrid, Visor Libros.
Celma Valero, María Pilar, Rodríguez Sánchez de Leon, María José (coord.), 2013. Miguel Delibes.
Nuevas lecturas críticas de su obra, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca.
296 Silvia-Corina POPOVICI (NUŢU)

Delibes, Miguel, 2010. El camino, Barcelona, Ediciones Destino.


Delibes, Miguel, 2010a. España 1936 – 1950: Muerte y resurrección de la novela, Barcelona, Ediciones
Destino.
Delibes, Miguel, 2010b. Los niños, Barcelona, Ediciones Austral.
Delibes, Miguel, 2015. La sombra del ciprés es alargada, Barcelona, Ediciones Austra.
Delibes, Miguel, 2014. Las ratas, Barcelona, Ediciones Destino.
López Martinez, Luíz, 1973. La novelística de Miguel Delibes, Publicaciones del Departamento de
Literatura Española, Universidad de Murcia.
Nora, Eugenio G. De, 1993. La «novela oleada». Entre el relato lírico y el testimonio objetivo, en Arturo
Ramoneda (ccord.), „Antología del la Literatura Espeñola del Siglo XX”, Madrid, Sociedad
General Española de Librería, p. 733.
Rodríguez, Jesús, 1989. El sentimiento del miedo en la obra de Miguel Delibes, Madrid, Editorial Pliegos.
Sánchez Silva, José María, 2008. Marcelino, pan y vino, Madrid, Ediciones Taimí.
Ramoneda, Arturo, 1993. Antología de la Literatura Española del Siglo XX, Madrid, Sociedad General
Española de Librería.

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