Boletín de La Academia Nacional de La Historia #389
Boletín de La Academia Nacional de La Historia #389
DE LA
ACADEMIA
NACIONAL
DE LA
HISTORIA
Nº 389
TOMO XCVIII
ENERO-MARZO
2015
Nº 389
comisióN DE PUBLICACIONES
Manuel Donís Ríos
ElÍas Pino Iturrieta
Pedro Cunill Grau
Inés Quintero
Germán Carrera Damas
DEPÓSITO LEGAL
19123DF132
issn
0254-7325
ÍNDICE
PÁG. 5 Presentación
............................
PÁG. 7 Estudios
...................
PÁG. 9 La Batalla Final: Ciudad Bolívar (julio 1903)
William M. Sullivan y Héctor Pérez Marchelli
PÁG. 91 Documentos
...........................
PÁG. 95 Inventario de Bienes del Doctor Narciso Collt y Pratt
La batalla final: Ciudad Bolívar (julio 1903) lleva por título el estudio escrito por
el historiador William Sullivan junto con Héctor Pérez Marchelli. Exaustiva recons-
trucción de la última gran batalla de la Revolución Libertadora dirigida por Manuel
Antonio Matos, con la que se pone fin a las guerras civiles en nuestro país. Sugestiva es
la lectura de este texto para aquellos que estudien el siglo xx venezolano.
Del Dr. Luis Alberto Ramírez Méndez presenta El comercio trasatlántico de San
Antonio de Gibraltar (Venezuela), siglo xvii. Una investigación que da cuenta cómo
este puerto del sur del Lago de Maracaibo se convirtió en un importante enclave co-
mercial durante la colonia y de los nexos que se establecieron con el interior del terri-
torio venezolano y con los puertos de Veracruz y de España. Un interesante aporte a
la historia económica y social de la región occidental del país.
5
estuvo en el país entre 1810 y 1816. De seguro el lector podrá enriquecer su visión
del proceso independentista al revisar la lista de libros y comprobar que en las maletas
del sacerdote viajaban no solo clásicos eclesiásticos, sino obras prohibidas como las de
Voltaire.
Antecedentes
*
Artículo traducido al español con la colaboración de Eduardo Gasca.
** William M. Sullivan (*Keene, New Hampshire, 1941-). Doctor en historia, Universidad de New Mexico (1974).
Autor de seis libros sobre Venezuela, incluyendo El despotismo de Cipriano Castro (2013). Prepara un diccionario
biográfico, histórico, económico y documental de Venezuela, 1890-1908, con información sobre 6400 individuos.
Héctor Pérez Marchelli (*Caracas, 1939–). M.A. en lingüística, Universidad de Wisconsin-Madison (1979). Autor
de Imagen y huella de Juan Manuel Cajigal. Colaborador del Diccionario de historia de Venezuela (1988). Profesor
jubilado de la Universidad de los Andes. Editor e investigador.
Manuel Landaeta Rosales, “Estudios y documentos del general Manuel Landaeta Rosales” (manuscrito inédito
1
en la Academia Nacional de la Historia), Caracas, 4:7; Manuel Landaeta Rosales, Gran recopilación geográfica,
estadística e histórica de Venezuela, Caracas, Banco Central de Venezuela, 1963, tomo 2, pp. 3-46 y Ramón Veloz,
“Comercio exterior de Venezuela, 1830 a 1936-1937,” Revista de Hacienda 10 (octubre-diciembre 1938), p. 68.
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
políticos. A lo largo de los dos años siguientes, Castro transitará una senda llena de di-
ficultades y sorteará el alzamiento del Mocho Hernández (27 de octubre de 1899), la
negativa de Antonio Paredes a rendir Puerto Cabello, la necesidad de pacificar Mara-
caibo a comienzos de diciembre. En 1900 mete en el redil al Táchira en occidente y los
estados orientales. Hubo las revueltas de Pedro Julián Acosta, Pablo Guzmán, Zoilo
Vidal, Rafael Montilla, Horacio Ducharne y otros; defecciones de Gregorio Segundo
Riera y Emilio Fernández; amenazas de Juan Pablo Peñaloza y Carlos Rangel Garbiras
a lo largo de la frontera colombiana; problemas diplomáticos con Colombia; y cre-
cientes demandas de las potencias extranjeras, incluidas la Gran Bretaña, Alemania,
Italia, Holanda y los Estados Unidos. Para empeorar las cosas el mercado mundial de
la exportación de café se había derrumbado y los ingresos del gobierno eran limitados.
Con todo eso, Castro se mantuvo. Instituyó reformas militares y empleó el escaso
dinero de que disponía en el mejoramiento de su arsenal y la incorporación de un
número cada vez mayor de andinos en su ejército2.
Manuel Antonio Matos, el hombre más rico de Venezuela, lanzó oficialmente la re-
volución libertadora a comienzos de 1902. Incluyó en sus filas a la mayoría de los viejos
y famosos caudillos del partido liberal amarillo y a los seguidores liberales nacionalistas
del Mocho Hernández. También apoyaban a Matos importantes corporaciones ex-
tranjeras, como la New York & Bermúdez Company, que financió la compra del buque
de guerra Ban Righ; la Compañía del Cable Francés que lo mantenía informado de los
movimientos de las tropas del gobierno a través de sus estafetas de telégrafo; y muchas
de las casas comerciales a las que Castro les debía dinero. La guerra civil avanzaba y
retrocedía entre alzamientos que se producían a todo lo ancho del país. Para octubre
de ese año el gobierno controlaba solo los tres estados andinos, Maracaibo y Carúpano,
y un cuadrante más o menos rectangular limitado por Puerto Cabello, Valencia, Ma-
racay, La Victoria, Los Teques, Caracas y La Guaira. El destino de la administración
pendía de la decisión del enemigo de librar una batalla decisiva en La Victoria (1902).
2
Para una descripción de la revolución liberal resauradora, revolución liberal nacionalista, Revolución Libertadora, y
otras revueltas contra el gobierno nacional véase William M. Sullivan, El despotismo de Cipriano Castro, Caracas,
ANH – Fundación editorial Trilobita, 2013.
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ESTUDIOS
incluido Matos, en tanto que otros retornaron con sus ejércitos maltrechos a su región
de origen. Castro pareció tener ganada la partida hasta que las cañoneras alemanas e
inglesas bombardearon sus puertos en diciembre, capturaron su flota y le dieron nue-
va vida a la revolución.
Los protagonistas
“Nadie podía permanecer treinta días en Venezuela sin enterarse de que Castro era
un notable bailarín; pero yo no estaba preparado para la exhibición que presencié.
Tomó parte en una cuadrilla, y por un rato hizo las figuras de rigor de la manera
acostumbrada. Gradualmente, el espíritu de la danza pareció metérsele en las ve-
nas, tomar posesión de sus nervios, y controlar sus músculos. Se puso cada vez más
animado, y finalmente tomó para sí el centro de la pista. Se desplazaba a derecha e
izquierda, hacia adelante y hacia atrás. Daba cabriolas mientras giraba, echando
hacia fuera los faldones de su casaca con las manos. Ningún otro bailarín del grupo
hacía el menor movimiento. Ejecutaba figuras y pasos fantásticos, acuclillándose a
veces y arrojando los pies alternadamente adelante en forma algo parecida al cono-
cido movimiento de una danza folklórica rusa. Su danza se aceleraba con el ritmo
de la música; saltaba, daba volteretas, hacía piruetas, giraba incesantemente como
un derviche. Evidentemente, estaba al borde del frenesí. Cuando se detuvo, empa-
pado de sudor, terminó el grupo de piezas; pero bailó nuevamente muchas veces
antes de que terminara el baile, reapareciendo, al parecer fresco y tranquilo, para
cada nuevo baile. Me dijeron que en un baile siempre tenía a la mano unas cuantas
camisas limpias, una docena al menos, y se cambiaba cada vez que la humedad de
la prenda llegaba al punto de saturación”3.
3
James Weldon Johnson, Along this way. New York, The Viking Press, 1933, p. 243.
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Ramón Cecilio Farreras Franchi nació en Ciudad Bolívar en 1875, y recibió en-
trenamiento militar en la Escuela de Artillería fundada en Caracas por el presidente
Crespo (1895). Se graduó de teniente de artillería (1897). Promovido al rango de
coronel, fue instructor jefe de la guarnición de Ciudad Bolívar (1899-1902), cuando
participó en una revuelta contra el régimen de Castro. Farreras se convirtió rápida-
mente en el hombre más odiado por el gobierno de Castro.
Andrés Duarte Level nació en Caracas en 1881. Asistió a la Academia Militar Pee-
kskill en Nueva York antes de regresar a Venezuela a comienzos del siglo xx. Su pa-
dre, el general Lino Duarte Level, se desempeñó como secretario general del general
La información biográfica de Nicolás Rolando, Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Ramón Farreras y otros
4
líderes venezolanos fue tomada de William M. Sullivan, “Diccionario Biográfico, histórico y documental de
Venezuela, 1890-1908” (manuscrito inédito).
12
ESTUDIOS
Prosigue:
5
Las recolecciones del Coronel Duarte Level fueron publicadas en Arthur I. Street, Pandex of the press, I:1 (febrero
1905), y I:5 (junio 1905).
Ovidio Salas, Proceso político de los sucesos ocurridos en Ciudad Bolívar en mayo de 1902 por el Gral. Ovidio Salas,
6
13
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
7
Arthur I. Street, Pandex of the press, I:1 (febrero 1905), y I:5 (junio 1905).
14
ESTUDIOS
A lo largo de los tres días siguientes –del 20 al 22 de agosto– las cañoneras del
gobierno se pasarán diez horas y media disparando más de 1500 proyectiles sobre
Ciudad Bolívar. Al día siguiente del sitio más de 4000 de sus habitantes firmaron una
protesta “contra la crueldad y la barbarie” de las fuerzas navales del gobierno. Ricardo
Becerra escribió en El Porvenir de Cartagena [24 setiembre 1902] que dos mil fami-
lias fueron sometidas a
Se aprieta la soga
8
Goldschmidt al secretario de estado adjunto, United States State Department, 21.9.1902, anexos 1 y 2, Henderson
a Goldschmidt, Ciudad Bolívar, agosto 29 y setiembre 15, 1902, No. 194, Reel 21; London Times, 13 de agosto de
1902, p. 3; New York Times, 13 de agosto de 1902, p. 1; y Ricardo Becerra “Carta al director de El Porvenir de
Cartagena sobre el bombardeo de Ciudad Bolívar” (24.9.1902). Manuscritos de Victor A. Zerpa.
9
“Venezuela apologizes”, Los Angeles Herald, 25 de septiembre de 1902.
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
de su derrota en Aragua, pero se las había arreglado para ejercer su control sobre Gua-
yana. Este momento de euforia resultaría efímero.
En cuanto Cipriano Castro firmó los protocolos de febrero de 1903 con las poten-
cias extranjeras comenzó a implementar planes para retomar el control de la nación.
El bloqueo internacional lo había beneficiado de una manera importante: el Mocho
Hernández, que había sido liberado de su prisión gracias al decreto de amnistía, re-
gresó para un recibimiento de héroe en Caracas y en los meses siguientes la mayoría
de sus seguidores se retiró de su incómoda alianza con los liberales amarillos. En abril,
Juan Vicente Gómez derrotó a Nicolás Rolando en una batalla de cuatro días en El
Guapo, y al siguiente mes combatió exitosamente a las fuerzas rebeldes en Barqui-
simeto y el estado Falcón. Tan sólo restaba por pacificar al ejército de Rolando en
Ciudad Bolívar y la captura o muerte de “el Judas del Orinoco.”
El escenario
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ESTUDIOS
Cuartel. Sobre el lado oeste de Ciudad Bolívar estaba un gran cementerio amurallado,
al mando del coronel Doroteo Flores. En el centro del puerto, y edificado sobre su
punto más elevado, el viejo fortín llamado el Capitolio, estaba a cargo de Farreras. La
Alameda, parque público sobre el río, estaba defendida por una doble hilera de barri-
cadas. Finalmente, en la ribera norte del Orinoco y a una distancia de aproximada-
mente media milla estaba el pueblo de Soledad, que había sido ocupado por una tropa
de 1500 soldados del gobierno comandados por Emilio Rivas el 24 de junio de 1903.
Esas fuerzas no sufrieron ataques de los rebeldes hasta la batalla del 19 de julio10.
El 27 de mayo de 1903, Castro cerró todos los puertos en el golfo de Paria, y ordenó
a Luis Mata Illas que asegurara la margen norte del río Orinoco. Luego despachó a Juan
Vicente Gómez, con 2000 hombres desde La Guaira, a bordo de los barcos Restaura-
dor, Bolívar y Zamora. Antes de embarcarse, Gómez se reunió con un corresponsal de
El Constitucional y dijo: “Nada habrá que detenga el empuje de nuestras armas… La
bandera será clavada en el Capitolio de Guayana; y Rolando debe saber que lo que digo
lo cumplo, porque en ello va mi vida y mi honor”11. La flotilla navegó hacia Carúpano,
donde se incorporó el Miranda. El 1 de julio derrotó a los generales Antonio Paredes
y Manuel Morales en Campo Claro, en el litoral del golfo de Paria, y se adentró en las
bocas del Orinoco el 5 de julio. Poco tiempo después subieron a bordo en Barrancas las
tropas de Manuel Salvador Araujo, y el 12 de julio la fuerza expedicionaria desembarcó
en Santa Ana, Guayana. Las tropas descansaron un día y luego marcharon por tierra,
hasta llegar a Cañafístola, cerca de Ciudad Bolívar donde, 18 horas más tarde, estable-
cieron su campamento base. La división Araujo estaba al mando del propio Araujo;
los batallones Bárbula, Sin Nombre y Zamora a las órdenes de Guillermo Aranguren y
Enrique Urdaneta, y la división Vanguardia al mando de Eustoquio Gómez.
Mark. St. Clair Ellis, “The Battle of Ciudad Bolivar and the end of the revolution in Venezuela”, Naval Institute
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
y sus fuerzas a asegurar ambas riberas del Orinoco y planeó trasladar río arriba a su ejér-
cito la tarde siguiente en las embarcaciones para invadir los estados Guárico y Apure.
Cuando estaba a punto de soltar amarras escuchó venir del este el ruido de cañones del
gobierno y se vio forzado a abandonar su plan12.
El 11 de julio se dio inicio a los intentos de una rendición pacífica de Ciudad Bolí-
var. Pero Rolando se negó a deponer las armas. Ambos bandos tenían la esperanza de
evitar un mayor derramamiento de sangre y mortandad, y existía una preocupación
particular acerca del bienestar de los 5000 extranjeros que vivían en el puerto y sus
alrededores. Al siguiente día Rolando se entrevistó con una delegación que incluía
al obispo Antonio María Durán, los cónsules de los Estados Unidos y Alemania, y
representantes de la élite social y comercial, que presionaban por una solución pa-
cífica. Pero Rolando insistía en las negociaciones directas con Gómez y sometió a
consideración una lista de proposiciones. Gómez consultó con Castro, quien el 12 de
julio ofreció plenas garantías a los soldados de la ocupación y la promesa de una salida
segura del país en retribución a su entrega de las armas y la rendición, “con la única
excepción de Farreras, que queda sometido a juicio ordinario por el delito de traición”13.
El día 13, ese mismo grupo, el cónsul francés se reunió con José Rosario García, tío
y secretario general de Juan Vicente Gómez, y José Manuel Peñaloza, negociador prin-
cipal de Rolando, a bordo del vapor de guerra nacional Restaurador, para ultimar los
detalles de la rendición. García le informó al obispo Durán ese mismo día que: “Dentro
de veinticuatro horas, se procederá al bombardeo y ataque de esa plaza” y ofreció poner “a
su disposición un vapor de la armada nacional para que en él se alojen los que sean pací-
ficos y así lo deseen”. Poco después extendió la misma oferta a los miembros del cuerpo
consular. El general Peñaloza, a su vez, era favorable a una rendición incondicional,
“basado en el número de tropas y el estado de ánimo de ambos ejércitos”. Su decisión de
“renunciar a su cargo” cuando su propuesta fue negada socavó aún más la moral del ejér-
cito rebelde. En honor a la verdad, después de la pérdida de las batallas de La Victoria
y El Guapo, los hombres de Rolando no tenían gran fe en sus habilidades militares.
El mismo día 13 de julio, Emilio Rivas informó a Cipriano Castro que el vapor
Bolívar había llegado y que Juan Vicente Gómez le había girado instrucciones de mar-
char con sus hombres desde Soledad hasta la nave, que entonces los transportaría a
Andrés Brito, Remembranzas. La Revolución Libertadora en el Oriente de la República., Caracas, Impresores Uni-
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ESTUDIOS
la orilla del río sobre Ciudad Bolívar. Dos cañones de campo y 300 hombres fueron
dejados en Soledad.
El explorador inglés William Barry, comentó en su Venezuela: a visit to the gold mi-
nes of Guayana, and a voyage up the Orinoco (1886) acerca de la miríada de mosquitos
que pululan a lo largo del río durante la temporada de lluvias, que las temperaturas en
Ciudad Bolívar alcanzan entre los 35.5 y los 44 grados a la sombra, y que “es el lugar
más caluroso en el que yo haya estado jamás… Es perpetuamente y para siempre caluroso,
muy caluroso, ¡calurosísimo!” Las condiciones potenciales del campo de batalla esta-
ban muy lejos de resultar ideales15.
El primer día
Las defensas de la ciudad estaban bien planificadas. Había barricadas en las calles,
la mayoría de las casas estaban fortificadas, se colocaron diestros francotiradores sobre
los techos y, justo antes del ataque, Farreras abrió el dique y anegó las tierras bajas y
las viviendas de los pobres en el sector este. También se habían excavado una serie de
trincheras hacia el dique. Los rebeldes “ocupaban las fuertes posiciones de Santa Lucia,
la Alameda, la Aduana, las azoteas, el teatro y el Capitolio, Mango Asado, cerro de la
Mark. St. Clair Ellis, “The Battle of Ciudad Bolivar and the end of the revolution in Venezuela”, p. 779-789.
14
William Barry, Venezuela: a visit to the gold mines of Guayana, and voyage up the River Orinoco, London, Marshall
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
El escenario que dio la bienvenida a las naves militares del bloqueo era inaudito.
Cada una de las edificaciones gubernamentales exhibía orgullosamente una bandera
blanca, el emblema de la revolución, y más de 225 casas particulares de alemanes,
británicos, norteamericanos, franceses y otras nacionalidades extranjeras ondeaban
“Telegrama de Cipriano Castro a Obispo Antonio María Durán, Luis Brokman, etc”, 15 de julio de 1903, En: Ra-
16
món Tello Mendoza, Ligeros rasgos del general Juan Vicente Gómez, p. 165-166.
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ESTUDIOS
Entre las 3 y las 4:30 a.m. del 19, bajo un torrencial aguacero, las tropas del go-
bierno avanzaron hasta unos pocos metros de los revolucionarios y abrieron fuego.
Tenían instrucciones “la que debe llevar seis varas de distancia de un soldado a otro y
proceder con el mayor sigilo para poder dar la sopresa sobre las trincheras”. Se ordenó a
“Gómez poised to take Ciudad Bolívar”, Duluth Evening Post, 15 de Julio de 1903.
17
“Telegrama de Gómez a Castro”, 15 de julio de 1903, En: Ramón Tello Mendoza, Ligeros rasgos del general Juan
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
En torno a ese punto focal recrudeció la batalla, casi todo el tiempo a corta distan-
cia. Para complemento, el área fue bombardeada por proyectiles de las embarcaciones
gubernamentales bajo la dirección de Román Delgado Chalbaud y desde los cañones
de tierra disparados desde Soledad. Cerro Gordo y el cementerio amurallado se cons-
tituyeron en los focos de ataque más fuertes. Fue tal el poder de fuego de los rebeldes
que las tropas federales tuvieron que emprender la retirada del cementerio con fuertes
pérdidas. Hubo centenares de muertos. A las 6 a.m. las tropas bajo el mando de Arau-
jo lograron tomar por asalto el cerro de la Esperanza, obligando a retirarse a Aurelio
Valbuena (quien resultó muerto) y Gualberto Hernández, y desde ese punto domi-
nante pudo ver y dirigir la batalla en pleno desenvolvimiento.
A las 10 a.m. las fuerzas del gobierno se reagruparon y obligaron a los rebeldes a
retroceder detrás de sus líneas de defensa. Atacaron el cementerio y volvieron a correr
la misma suerte anterior. El área despejada en torno a la periferia de los muros quedó
“literalmente bañada con sangre”. A pesar del apoyo del fuerte fuego de cañón pro-
veniente del Bolívar se vieron rechazados de nuevo cuando el fuego de cañón de los
“telégrafo nacional-Soledad al general Castro”, 19 de julio de 1903, las 6 y 45 a.m. En: Ramón Tello Mendoza,
20
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ESTUDIOS
“Treachery of rebel officer”, Port-of-Spain Herald, 25 de julio de 1903; “Batalla de Ciudad Bolívar: historia contem-
21
poránea venezolana como se desarrolló la batalla de Ciudad Bolívar por los fueros de la verdad histórica”, La Esfera,
9 de noviembre de 1939; y Mark. St. Clair Ellis, “The Battle of Ciudad Bolivar and the end of the revolution in
Venezuela”.
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
No bien habían regresado a sus defensas los rebeldes cuando las fuerzas del gobier-
no los atacaron de nuevo. Eso ocurrió a las 9:30 p.m. Fueron capaces de mantener el
control del cementerio y el Cerro Gordo, pero la pérdida del Zamuro –la Sebastopol
del Orinoco– sellaba el destino de la revolución. Los resultados de los combates del
primer día, según el teniente norteamericano, que vio el desarrollo de la batalla con
sus binoculares, fueron 600 hombres muertos y 200 heridos por parte del gobierno, y
250 muertos y 200 heridos por los rebeldes.
20 de julio
El fuego intenso continuó toda la noche iluminando el firmamento. Era difícil ver
a nivel del suelo debido al humo proveniente de los cañones. A las 5:30 a.m. un oficial
reportaba desde Soledad: “En este momento se me informa que las fuerzas del gobierno
han logrado tomar por la cuarta y quinta vez el cementerio, que siguieron cargando y
ocupan ya la altura de la plaza Miranda”. Hubo una pausa en el fuego alrededor de las
8 a.m. para permitirle al USS Bancroft rescatar a un número de refugiados franceses,
pero hacia las 8:30 se inició un ataque general a lo largo de la línea del lado del río. El
Bolívar y el Restaurador se movieron para anclar más cerca de la costa y bombardea-
ron las barricadas de la Alameda, mientras las piezas de artillería móviles abrían fuego
sobre el Capitolio. Andrés Brito relata que “La trinchera que resguardaba la ciudad
hacia el dique fue flanqueada y ametrallada haciéndose imposible el sostenimiento de
esa posición, cuyos defensores huyeron”. Muchos de los que residían cerca de la plaza
abandonaron sus hogares y trataron de buscar refugio en cualquier sitio de la ciudad.
Emilio Rivas, al frente de las tropas gubernamentales en ese sector fue el primero en
ordenarle a sus hombres ser compasivos. Mientras tanto el Miranda intentaba des-
alojar a los rebeldes del mercado. Desde el Zamuro disparaban contra el cuartel y el
cementerio, y apoyaban a los leales en su ataque sobre el lado sur de la ciudad. De la
oficina del telégrafo se reportó a las 9 y 30 am.: “Ninguna alteración en el combate. Se
pelea incesantemente”. Hacia las 10:00 am. las tropas atacantes habían avanzado hacia
el este hasta el consulado norteamericano, pero aquí los defensores se negaban a ren-
dirse. El consulado estaba ubicado en la manzana Dalton, donde tenían su sede todas
las firmas alemanas y francesas más importantes, y estaba a cargo de Jess Henderson,
a quien finalmente convencieron de abandonar su puesto. En el mercado se combatió
con valor, hasta que casi la totalidad de los hombres (se calcula que 300) resultaron
muertos. Más o menos al mismo tiempo el lado norte de la Alameda, que disponía de
24
ESTUDIOS
una doble fila de barricadas, fue copado, y detrás de ellas fueron hallados más de 30
rebeldes muertos. El acueducto también fue tomado a las 11:30 am.22
Según testigos, las tropas del gobierno penetraron en la plaza del Capitolio y so-
metieron en medio de un tiroteo devastador a los rebeldes que quedaban. La carni-
cería era horrible a la vista y el olor a sangre humana resultaba a la vez nauseabundo y
asfixiante. En los confusos momentos del final de la conflagración, Farreras y Duarte
Level se las ingeniaron para escapar en la oscuridad, mientras el general Rolando se
refugió en el consulado alemán. Las descargas de fusilería cesaron alrededor de la me-
dianoche y “el silencio de la paz reinó por el resto de la noche sobre Ciudad Bolívar”.
Victoria
Juan Vicente Gómez entró en Ciudad Bolívar temprano en la mañana del 21 de ju-
lio para inspeccionar los daños. Lo acompañaba Manuel Corao, que había permaneci-
do a su lado a lo largo de la batalla. Allí se reunió con el general Rivas y un correspon-
sal de guerra de la Associated Press. A este le informó que “la resistencia en el Capitolio
había sido de una naturaleza digna de mejor causa”. El escenario que los recibió era
casi indescriptible. Un testigo presencial declaró que la capital de Guayana “parece ha-
ber sido barrida por un ciclón acompañado de un voraz incendio”. Había montones de
cuerpos por todas partes y los heridos de gravedad yacían en las calles bajo el ardiente
sol del trópico sin agua ni atención médica. Los sonidos y olores de la guerra debieron
Mark. St. Clair Ellis, “The Battle of Ciudad Bolivar and the end of the revolution in Venezuela”.
22
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
haber sido insoportables. Muchos de los hombres no habían comido por días. Solda-
dos exhaustos caían dormidos en sus puestos, mientras algunos buscaban parientes
caídos otros satisfacían su curiosidad. Gran número de heridos estaba bajo el cuidado
del doctor James Chambers Pryor, de la Marina de los Estados Unidos, que había
improvisado un hospital en uno de los edificios públicos y había despachado grupos
de hombres del USS Bancroft a recoger y traer heridos de todas partes. El cirujano
americano calculó que de los 8000 hombres que combatieron, el número de caídos
fue de aproximadamente de 1200 la mayoría heridos a machetazos. También observó
que muchos de los combatientes, en especial los sitiados, se habían envalentonado a
fuerza de ron y brandy”23. Recibía ayuda de dos doctores venezolanos y el cirujano de
la cañonera francesa Jouffroy; solo él realizó personalmente 66 operaciones.
Finalmente llegaron carretas para incinerar los muertos o, si sus cuerpos estaban
demasiado descompuestos, simplemente quemarlos en el sitio. Cientos de caballos y
mulas también yacían muertos. En medio de todo esto, Nicolás Rolando y sus dos
lugartenientes, Pablo Guzmán y Francisco Vásquez permanecieron en custodia, las
manos amarradas tras las espaldas. Al mediodía, Gómez telegrafió a Castro:
“El 21 de diciembre de 1901 salí de esa ciudad con un grupo de valientes a someter
al general Luciano Mendoza, primer traidor alzado contra las instituciones de la
República. Hoy, después de 50 horas de sangrienta batalla, tengo el honor de poner
a su disposición esta plaza, último baluarte de la rebelión.”
James Chambers, MD. “A surgical experience after a Venezuelan battle”, Journal of the Association of Miliatry
23
26
ESTUDIOS
(doctor en ciencias médicas, UCV, 1899). También cayó prisionero José Garibaldi,
nieto del héroe nacional italiano. Hubo 88 coroneles capturados, incluyendo a Balta-
sar Vallenilla Lanz, 33 comandantes, 24 capitanes, 9 médicos militares y numerosos
hombres; 3275 fusiles, 4 cañones, 1 ametralladora, 528.000 cápsulas, 6.020.000 ful-
minantes, y muchas otras armas. El número total de prisioneros fue de 248; a otros
800 se les concedió amnistía y fueron liberados. El observador naval norteamericano
afirma que las bajas fueron mucho mayores que lo reportado oficialmente, mientras
que los oficiales del Jouffroy calcularon 800 soldados muertos en las calles de Ciudad
Bolívar el día que partieron hacia Trinidad24.
De seguidas de la batalla, los capitanes del USS Bancroft y la nave francesa Jouffroy
bajaron a tierra para congratular a Gómez por su victoria y se les permitió saludar
a Rolando en su prisión. El comandante militar venezolano, en nombre de Cipria-
no Castro “y del Ejército [manifestamos] nuestro agradecimiento al capitán del vapor
de guerra americano… por la filantrópica actitud con que espontáneamente se prestó a
socorrer nuestros heridos con el personal de su mano y el cónsul americano con otros ex-
tranjeros.” El general Gómez cuidó que no hubieran víctimas entre los civiles. El 22
telegrafió a Caracas: “Del bombardeo de nuestra escuadra no hubo ninguna víctima en
los habitantes pacíficos ni tampoco daños en los edificios particulares.”25
El 24 de julio el general Gómez se dirigió a “los habitantes del estado Bolívar”. Les
explicó sus intentos de
“entrar en alguna inteligencia con el general Nicolás Rolando, para evitar una
lucha desastrosa en las calles de la ciudad. Todo fue inútil. El general Rolando,
fundándose en un telegrama que le había dirigido el presidente de la república,
lanzó una proclama incendiaria y atrevida el 17 de los corrientes y me notificó el
18, en nota oficial, que continuaba las hostilidades. Esa proclama, que apartó todo
sano propósito de paz y que debía producirme profunda indignación, dejó termina-
das las negociaciones.” “Hoy 24 de julio, natalicio del padre de la patria, os excito
a ofrecer a su memoria, como tributo meritísimo, la promesa de declarar cerrada
para siempre la era de nuestras discordias civiles”26.
“Lista de los presos de Guayana”, Tello Mendoza, Ligeros rasgos del general Juan Vicente Gómez, p. 194-197; y “Trea-
24
del estado Bolívar”, En: Ramón Tello Mendoza, Ligeros rasgos del general Juan Vicente Gómez, p. 198-9.
27
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Farreras y Duarte Level se ocultaron en la casa del primero, bajo una fuente de
agua. El 23 de julio Cipriano Castro le ordenó a Juan Vicente Gómez “buscar en to-
das las casas de esa ciudad. Inclusive en las del obispo y los cónsules,” en un esfuerzo por
encontrarlos. Andrés Brito sostiene que Farreras permaneció escondido por varios
días y “logró embarcarse sigilosamente en un bote y seguir río abajo para Trinidad.” En
la creencia de que habían escapado “se detuvo algunos días en los caños del bajo Orinoco,
entregándose a fiestas y joropos,” y allí fueron reconocidos y arrestados. Fueron regresa-
dos a Ciudad Bolívar en cadenas, y sentenciados allí al fusilamiento. En lugar de liqui-
darlos se decidió colgarlos de los brazos, con grandes pesos atados a los pies, casi des-
membrándolos, hasta que confesasen el lugar donde habían escondido el armamento
de la ciudad (testimonio de Andrés Duarte Level)27. Afortunadamente para ellos, las
armas fueron descubiertas por accidente. Ambos hombres fueron puestos a bordo de
un barco del gobierno con otros 248 prisioneros, y pasaron nueve días de navegación
hacia el castillo San Carlos en Maracaibo –básicamente sin alimentación y poca agua,
muriendo 11 prisioneros y sus cuerpos lanzados por la borda durante la ruta. En la
prisión los encerraron en una celda de siete metros por dos y medio y 1,80 de alto con
Nicolás Rolando, Baltasar y Agustín Vallenilla Lanz, el doctor José de Jesús Vallenilla
Lanz (doctor en ciencias médicas, UCV, 1888), el general Manuel Antonio Gueva-
ra, el general Ramón R. Luigi, J.F. Irazábal Rolando, el coronel J. Bauste, el coronel
Leopoldo A. Talyhardat, R. Salazar, B. Aran y R. Guevara. Cada hombre fue puesto
en un extremo de una barra de hierro de 75 cm con un dispositivo que se cerraba sobre
uno de sus tobillos, y en el otro extremo se incorporaba otro hombre, con una bola de
hierro de 25 kilos encadenada entre ambos grillos. En algunos casos los apersogaban
viendo en direcciones opuestas. En la prisión no se proveía de alimentación regular,
y los prisioneros se veían obligados a depender de la generosidad de sus familiares y
amigos para su sustento28.
Duarte Level relata que escapó con el general Farreras por los cerros vecinos después de la batalla y fueron captura-
27
dos y regresados con pesadas cadenas dos semanas después. Arthur Street, I. Pandex of the Press, vol. 1:1 (febrero
1905)-vol. 1:5 (junio 1905).
“Prisons in Venezuela”, The New York Herald, 1 enero 1905, p. 1.
28
28
ESTUDIOS
entraron a Caracas, “para la más ruidosa aclamación registrada de todos los tiempos,
pasando por ostentosos arcos triunfales que por primera vez se fabricaron en Venezuela
[con brillante iluminación eléctrica nocturna] a la vista de los caraqueños que lo consi-
deraban un pacificador del país.” Castro llama a Gómez “el más humilde y el más grande
de todos los servidores que ha tenido hasta hoy la causa liberal restauradora…Un gigante
venezolano cuyo solo nombre es capaz de derrotar ejércitos.” Mientras tanto, Manuel
Salvador Araujo recibió el nombramiento de jefe civil y militar del estado Bolívar (22
de julio) en recompensa por sus servicios durante la batalla. Nicolás Rolando perma-
neció como prisionero político en el castillo San Carlos entre el 31 de julio de 1903
y agosto de 1906. Fue dejado en libertad bajo la amnistía general del 5 de julio de ese
año. Rolando regresó a su provincia natal de Barcelona, donde reconstruyó su base
de poder y maquinó su venganza contra el gobierno. Castro se enteró de su plan de
llevar a cabo una revuelta en Barcelona, el 3 de enero de 1908, y ordenó su arresto al
gobernador Pedro José Adrián. Rolando escapó de la captura, y el 23 de febrero llegó
a Curazao, donde intentó organizar a los exiliados. Cuando esto fracasó se embarcó
hacia Nueva York, donde trató de conseguir financiamiento de la New York & Ber-
múdez Company, y se pasará los siguientes meses navegando entre Trinidad y Nueva
York, ciudad en la que su hijo estaba sometido a severo tratamiento médico. El 5 de
noviembre, una junta de revolucionarios en Puerto España lo eligió como su líder y
comenzó a hacer planes para asesinar a Castro en la Navidad. Esto se volvió innecesa-
rio cuando el presidente perdió su poder el 19 de diciembre de 1908. Rolando regresó
a Venezuela y fue nombrado miembro del directorio liberal del Distrito Federal en
enero de 1909, y se desempeñó como primer vicepresidente del Consejo de Gobierno
desde el 14 de agosto de 1909 hasta el 31 de mayo de 1913. Entre mayo y setiembre
de ese año viajó a Europa por motivos de salud. Nicolás Rolando murió en Caracas, el
15 de febrero de 191429.
29
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Mérida, estado Mérida, el 8 de diciembre de 1921, a los 46 años. Tanto su padre Juan
Bautista como su tío Eugenio murieron en prisión30.
Andrés Duarte Level por ocho meses permaneció con grillos en la fortaleza de San
Carlos. Fue puesto en libertad debido a la intercesión de los generales José Antonio
Velutini y Ramón Tello Mendoza, amigos de su padre, Lino Duarte Level. La condi-
ción impuesta fue de abandonar el país de inmediato. Recibió su pasaporte el 28 de
mayo de 1904 y viajó a Nueva York, donde llegó el 15 de agosto, escapando por poco
a una contraorden del general Castro de volverlo encarcelar. Duarte Level estable-
ció su residencia en el estado de Nueva Jersey. Allí trabajaría para la Steel Products
Company, la filial exportadora de la United Steel Company, Berger Manufacturing
de Nueva York y, finalmente, la Garlock Packing Company de Nueva York, como
gerente de exportaciones hasta su retiro en 1944. Murió en su hogar en East Orange,
Nueva Jersey el 25 de junio de 1954, a los 73 años de edad31.
William M. Sullivan, “Diccionario Biográfico, histórico y documental de Venezuela, 1890-1908” y Héctor Gui-
30
llermo Villalobos, Jagüey, Caracas, Ediciones del Ministerio de Educación Nacional, 1950.
Andrés Duarte Level en www.ancestry.com.
31
30
ESTUDIOS
Fuentes seleccionadas
Arias O., Tobías. Relieves máximos.(Caracas: Editorial Élite, 1931).
Barry, William. Venezuela: a visit to the gold mines of Guayana, and voyage up the River Orinoco.(Lon-
don: Marshall Bros., Amen Corner, 1886).
“Batalla de Ciudad Bolívar: historia contemporánea venezolana como se desarrolló la batalla de Ciudad
Bolívar por los fueros de la verdad histórica,” La Esfera, 9 noviembre 1939.
Becerra, Ricardo. “Carta al director de El Porvenir de Cartagena sobre el bombardeo de Ciudad Bolí-
var” (24.9.1902). Manuscritos de Victor A. Zerpa.
Brito, Andrés. Remembranzas.La Revolución Libertadora en el Oriente de la República. (Caracas: Impre-
sores Unidos, 1945).
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Dereset News (Utah), 20 julio 1903.
Duluth Evening Herald (Minnesota), July 15, 1903
Johnson, James Weldon. Along this way.(New York: the Viking Press, 1933).
Journal of the Association of Military Surgeons of the United States, Vol. 13, p. 254.
Krispin, Karl. La revolución libertadora. (Caracas: Cromotip, 1990).
Landaeta Rosales, Manuel “Estudios y documentos del general Manuel Landaeta Rosales” (manuscrito
inédito). Academia Nacional de la Historia.
—.Gran recopilación geográfica, estadísitica e histórica de Venezuela. (Caracas: Ediciones patrocinadas
por el Banco Central de Venezuela, 1963).
—. Rasgos biográficos del general Juan Vicente Gómez. (Caracas: Tip. Americana, 1909).
—. “Revoluciones de Venezuela (1901-1908)”(manuscrito inédito), ANH, Tomo IX-48: V., p. 47
The Lima News (Ohio), 23 julio 1903.
McBeth, Brian S. Gunboats, corruption and claims: foreign intervention in Venezuela, 1899-1908. (West-
port, Connecticut: Greenwood Press, 2001).
Naval Institute Proceedings. Vol. 30. “The Battle of Ciudad Bolivar and the end of the revolution in
Venezuela, by Lieutenant Mark. St. Clair Ellis, U.S. Navy, p. 779-789.
The New York Times, 14-23 julio 1903.
“Over five hundred slain in the Battle of Ciudad Bolivar,” Los Angeles Herald, 22 julio 1903.
“Prisons in Venezuela,” The New York Herald (1enero1905), p. 1.
Pryor, James Chambers, MD. “A surgical experience after a Venezuelan battle,” Journal of the Association
of Miliatry Surgeons of the United States (1905), Vol. 17, p. 102-110.
The Public, números 262-313, por Louis Freeland Post y Alice Thatcher Post, p. 250.
Quintero, Inés. El ocaso de una estirpe (Caracas: Alfadil Ediciones, 1989).
“La revolución Libertadora. (Noviembre 1902-julio 1903).” Boletín del Archivo Histórico de Miraflores,
31
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
* Las cartas, despachos y correspondencia fueron seleccionados de los documentos existentes en el Ar-
chivo Histórico de Miraflores, y papeles diplomáticos estadounidenses e ingleses.
32
33
El comercio trasatlántico de San Antonio de
Gibraltar (Venezuela). Siglo XVII
Luis Alberto Ramírez Méndez*
Introducción
Durante el siglo xvii, Gibraltar fue el puerto más importante del territorio que
actualmente ocupa la República Bolivariana de Venezuela. A su muelle acudían dos
veces al año navíos, bajeles y fragatas cargadas con mercaderías y sus arráeces deman-
daban los estimados y valiosos productos agrícolas y artesanales de la región histórica
merideña; desarrollándose en ese embarcadero un intenso y significativo comercio.
Aquella circunstancia no fue accidental; por el contrario, el establecimiento de Gi-
braltar, fue resultado del expreso propósito de los emeritenses de disponer un ancla-
dero dotado con una aduana y autorizado por la Corona española para traficar con los
atracaderos del Caribe y Europa. El establecimiento de Gibraltar marcó la definitiva
articulación económica de la ciudad de las nieves eternas con el espacio regional del
Caribe, considerado como una de las áreas más dinámicas del continente americano,
un ámbito de encuentro en los procesos de circulación e intercambio que en un bre-
ve período temporal se convirtió en un escenario económico propio, perfectamente
definido, donde convergían diferentes circuitos comerciales y se naturalizaba la mer-
cancía dinero, originada en la producción minera que encontraba la posibilidad de
su inmediata realización1. En la medida que esa mercancía fue afluyendo en mayores
cantidades hasta sus puertos, la oferta y demanda no hicieron sino correr una tras otra
y a gran velocidad. A esto se sumó la colocación de productos con gran valor añadido
como la trata de esclavos2.
* Doctor en Historia, miembro del Grupo de Investigación Grupo de Investigaciones de Historia de las Regiones
Americanas (GIHRA) de la Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de
Los Andes. (Mérida-Venezuela).
Antonino Vidal Ortega, Cartagena de Indias y la región histórica del Caribe 1580-1640, Sevilla, CSIC - Escuela
1
35
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Por tanto, el presente estudio parte de la premisa de que las tierras cálidas y húme-
das del sur del Lago de Maracaibo tienen y tuvieron características edáficas, climáticas
y geográficas favorables para desarrollar el cultivo de un fruto autóctono de aquellas
sabanas como lo es el cacao3. El análisis tiene como variable básica la concentración
simultánea del poder económico en manos de las privilegiadas familias emeritenses,
las que se apropiaron y controlaron tanto el proceso productivo como el comercial
constituyéndose en un poderoso sector social que logró alcanzar lo que John Kicza ha
denominado la integración vertical, categoría desarrollada por el autor al estudiar los
empresarios mexicanos a finales del período borbónico4. Esas estirpes cimentaron su
poder económico sobre enlaces nupciales conformando un grupo endogámico5 cuya
principal finalidad fue mantener la propiedad del suelo, regir la mano de obra, los
medios de comunicación y controlar las redes comerciales.
Humberto Reyes y Lilian Capriles de Reyes, El cacao en Venezuela. Moderna tecnología para su cultivo, Caracas,
3
36
ESTUDIOS
37
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Maruma
Inicialmente, los ibéricos que ocuparon las tierras cálidas y húmedas del sur del
lago de Maracaibo, las percibieron como útiles para la siembra del maíz, la yuca y otras
raíces, destinadas al consumo alimentario de los indígenas y del algodón para la elabo-
ración del hilo de pita y lienzos. Adicionalmente, el espacio fue destinado al tránsito
de la producción agrícola y artesanal desde los valles altos hacia sus embarcaderos,
desconociendo la extraordinaria potencialidad del cacao como producto de exporta-
ción. Por esa razón, el proceso productivo en aquella planicie, se inició posterior al de
los valles altos inter-montanos. Aquella situación, se debió fundamentalmente a que
las actividades agrícolas desplegadas por los peninsulares que se asentaron en Mérida
durante la segunda mitad del siglo xvii, estuvieron determinadas por sus hábitos die-
téticos, los que definieron la producción especialmente de cereales.
En ese sentido, es fundamental expresar que el menú de los españoles estaba basado
en el consumo del pan de trigo, las hortalizas, berzas y verduras, cuyos cultivos fueron
exitosos en los pisos altitudinales superiores a los 1.500 mts., donde el suelo, la hume-
dad y el clima eran óptimos para la producción de esos frutos, destinados a satisfacer
al creciente mercado, tanto citadino como foráneo6, lo que estuvo en detrimento del
inicial aprovechamiento de la planicie lacustre. Aquella percepción fue fundamen-
talmente modificada debido a inesperados hechos ocurridos en la Nueva España, los
que incentivaron el excepcional crecimiento de las haciendas cacaoteras en las tierras
sureñas. Ciertamente, el cacao era conocido7 y consumido por las culturas indígenas
prehispánicas, particularmente las de Mesoamérica8. Después del contacto con los
peninsulares, los blancos también se aficionaron al consumo de tan exquisita bebida.
Al mismo tiempo que aquello ocurría, la cohabitación de los invasores con los abo-
rígenes ocasionó el contagio y la trasmisión de las temibles enfermedades proceden-
tes de Asia, África y Europa, para las cuales los nativos carecían de inmunidad. La
inmediata consecuencia de la misma fue la dramática disminución de la población
6
Luis Alberto Ramírez Méndez, De la piedad a la riqueza. El Convento de Santa Clara de Mérida. 1651-1874,
Mérida, Archivo Arquidiocesano de Mérida, 2005, T. I, pp. 284-299.
7
C. Michel Riley, El prototipo de la hacienda en el centro de México. Un caso en el siglo XVI, en: Enrique Floresca-
no (comp.), Haciendas, plantaciones y latifundios en América Latina. México, SIAP-CLAPSO. Siglo XXI Editores,
1979, p. 51.
8
“Cacao con 3.750 años de antigüedad” en: http://www.gastronomiaycia.com/2008/07/31/cacao-con-3750-anos-de-
antiguedad; Tulio Febres Cordero, “El Chocolate y el Chorote. Estudio Histórico”, Archivo de Historia y Varie-
dades, Caracas, Parra León Hermanos, 1930, T. I, 65-66.
38
ESTUDIOS
amerindia9, que entre otras actividades, cultivaba las tierras en México, determinando
una substancial reducción en la producción alimentaria en aquel virreinato10, parti-
cularmente del cacao, lo que ocasionó la escasez de aquel fruto y motivó el aumento
sostenido de su precio11, lo cual ocurrió durante las décadas finiseculares del xvi y las
iniciales del xvii. Por esta razón, el ayuntamiento mejicano solicitó al virrey instituir
“una bolsa de cacao para estabilizar el mercado y combatir el acaparamiento de ese pro-
ducto básico”12.
Esa situación se debe a que el origen del cacao, erróneamente hasta el presente se
ha situado en Centroamérica, pero es preciso acotar que en recientes investigaciones
realizadas por Lanaud (1992) y Laurent (1993), citadas por Reyes y Capriles15, deter-
minaron la diferenciación de los cacaos criollos, con respecto a los forasteros (amazó-
nicos), en las cuales se aplicaron marcadores bioquímicos y moleculares estableciendo
las bases teóricas, para la distinción entre unos y otros y apoyando la hipótesis que los
criollos no pudieron originarse a partir de los forasteros amazónicos.
9
H. J. Stanley y Bárbara H Stein, La herencia colonial de América Latina, México, Siglo XXI Editores, 1975, p.
22; Richard Konetzke, América Latina II. La época colonial. México, Siglo XXI Editores, 1977, p. 95.
10
Woodrow Borah, New Spain century of depression, Berkeley, Los Ángeles, 1951, p. 44.
11
Manuel Miño Grijalva, El cacao Guayaquil en Nueva España, México, El Colegio de México, 2013, pp. 82-84.
12
Jonathan D. Israel, Razas, clases sociales y vida política en el México Colonial 1610-1670, México, Fondo de Cul-
tura Ecónomica, 1980, p. 198.
13
Henry Pittier, Manual de las plantas usuales de Venezuela y su suplemento, Caracas, Fundación Eugenio Mendo-
za, 1971, pp. 147-149.
14
Gonzalo Picón Febres, Libro Raro, Mérida, Talleres Gráficos Universitarios, 1964, pp. 70-71.
15
Humberto Reyes y Lilian Capriles de Reyes, El cacao en Venezuela, pp. 30-34.
39
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
climáticos en el lapso de 1,5 millones de años en los cuales se sucedieron ciclos fríos y
calientes con períodos alternados de sequia y humedad16. Esas circunstancias perdu-
raron particularmente en las hoyas hidrográficas ubicadas en las riberas y desemboca-
duras de los grandes ríos.
Esas favorables condiciones edáficas son propias de la planicie lacustre del sur del
lago de Maracaibo donde las especies vegetales de los cacao criollos, desarrollaron una
amplia diversidad de formas y colores lo que representa una de las características más
importantes, lo que sustenta la tesis que esta zona constituye el nicho ecológico del
origen del cacao criollo representado por los porcelanas, en sus colores blanco-verdo-
sos, verdes oscuros, rosados y rojos en sus formas lisas, al igual que el cacao Pentágona
y por los criollos andinos de frutos rugosos oriundos de Zea, Estanques, Novilleros,
Hernández, entre otros. Lo expuesto confirma una biodiversidad cacaotera única en
el mundo. De acuerdo con los estudios presentados existen sólo dos centros de origen
del cacao: el amazónico (forasteros) y los criollos oriundos del sur del lago de Mara-
caibo, desde donde se expandieron hacia Centroamérica y México17.
Por la razones expuestas, durante el siglo xvi, en el sur del lago de Maracaibo, se
hallaron los espléndidos cacahuales, que mostraban sus follajes y frutos con tal exube-
rancia que sorprendieron a los españoles, y hasta el maravillado Pedro Simón refirió
que en “la parte del Sur, está el ancón de Marumá, en cuyo paraje se halló una gran mon-
taña de árboles de cacao”18, lo cual constituye una de las primeras referencias al cacao en
Venezuela. El hallazgo fue realizado por Luis de Trejo, quien expuso entre sus méritos
el de: “aver yo descubierto el ancón de Maruma, donde ay interesado su magestad más
de zien mil árboles de cacao quedan y están adjudicados de donde a sus reales derechos se
le siguen grandes aprovechamientos”19.
Ibídem.
16
Ibídem.
17
Fray Pedro Simón, Noticias historiales de Venezuela, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia,
18
1963, T. I, 105.
Probanza de méritos de Miguel de Trejo y Luis de Trejo, AGI, Patronato, 168, N 1, R. 1. Mérida, 18 de junio de
19
Rendón. BNBFC, Colección Ciudades de Venezuela, R. 9. Vol. 2, Mérida, 2 de febrero de 1600, 287-288. Mortuo-
ria de Joseph Rodríguez Melo, solicitud de merced, AGEM, Mortuorias T. IV, 5 de enero de 1626. f. 203r-v; Merced
otorgada por el capitán Juan Pacheco y Maldonado, a Antonio de Orduña, BNFC, Cabildo Mercedes de Tierra, Caja
12, Doc. 1, Mérida, 31 de enero de 1626, f. 95r-v.
40
ESTUDIOS
actual sitio de Campo Boscán. Allí, fructificaba el cacao de excelente calidad21, denomi-
nado a partir de entonces porcelana22. De cada mil flores de esta variedad, sólo una se
convierte en mazorca, que contiene 25 nueces del delicioso fruto, el que se destinó a la
exportación a la Nueva España, navegándolo en buques, que zarparon antes de 157923.
Expediente para que se funde un convento de monjas en Mérida, Testimonio de Diego Prieto de Ávila, AGI, Santa
21
nocida por expertos mundiales por su excepcional poder aromático, de mil flores de porcelana, sólo una se convertirá
en mazorca y produce a su vez, 25 almendras de un blanco nacarado de pureza incomparable que dará origen a un
chocolate sin amargo alguno. Actualmente se cultiva en el sur del lago de Maracaibo, pero especialmente en la estación
del Pedregal, en las inmediaciones de El Vigía, donde se hallaron arbustos silvestres, sin contaminación con otras especies
de cacaos para la compañía francesa Varlhona ubicada en Tain Hermitage. http://www.analitica.com/va/arte/actuali-
dad/8209705.asp Porcelana del Pedregal.
“Descripción de la ciudad de la Nueva Zamora, su término y Laguna de Maracaibo, hecha por Rodrigo de Argüelles
23
y Gaspar de Párraga de orden del Gobernador don Juan de Pimentel”, 1964, 207.
Luis Alberto Ramírez Méndez, La tierra prometida del sur del lago de Maracaibo y la villa y puerto de San Anto-
24
41
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
europeos, americanos y asiáticos26. Con la finalidad de vincularse con las vías trasat-
lánticas y caribeñas, realizar la importante y vital función comercial de Mérida y luego
de la Provincia del Espíritu Santo (véase mapa 1), se efectuó la fundación de Gibraltar
(1592) en cuyo puerto se concentraba los valiosos frutos que se cultivaban en esa juris-
dicción y se recibían los de allende los mares.
Mapa 1
Corregimiento y Gobernación de Mérida. (1606-1676
Diana Balmori, y Robert Openheimer, “Family cluster. Generational nucleation in the nineteen century Ar-
26
gentina and Chile”, Comparative Studies and Society and History, 1979, pp. 260-284; Stephany Blanck, “Patrons,
brokers and Clients in the families on the elite colonial Caracas. 1595-1627”, The Americas, 36-1, junio 1979,
pp. 60-116; Jackie Brooker, “The Veracruz merchants’ community in Late Borbon México. A preliminary por-
trait-1770-1810”, The Americas, 45-2, Octubre 1988, pp. 187-201; Pilar Gonzalbo (eds.), Familias novohispanas
siglos XVI XIX, México, Fondo de Cultura Económica, 1979; Doris M. Ladd, La nobleza mexicana en la época de
la Independencia, 1780-1826, México, Fondo de Cultura Económica, 1984; Margarita Gascón, “Comerciantes
y redes mercantiles en la Frontera Sur del Perú”, Anuario de Estudios Americanos, LVII-2, julio-diciembre 2001, pp.
413-448; L. E. Lopez y J. Del Río Moreno, “Comercio y transporte en la economía del azúcar antillano durante
el siglo XVI”, Anuario de Estudios Americanos, XLIX, 1992, pp. 55-82; Hermann Kallenbenz, “Mercaderes ex-
tranjeros en América del Sur a comienzos del siglo XVII”, Anuario de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, XXVIII,
1971, pp. 377-403.
42
ESTUDIOS
Básicamente, Gibraltar estaba autorizado para realizar el comercio con otros im-
portantes fondeaderos americanos como Cartagena de Indias, Veracruz, Santo Do-
mingo, Puerto Rico, La Habana y también con Sevilla en la península ibérica. De esa
forma, la integración a esa importante red mercante determinó la necesidad de contar
con una infraestructura que posibilitara conectar las comunicaciones terrestres exten-
didas al interior de la provincia con la ruta lacustre-marítima y, finalmente los puertos
trasatlánticos. Esencialmente, fue un centro comercial ubicado en la intersección de
redes mercantes locales y de larga distancia27.
A los efectos de cumplir con aquellos ambiciosos objetivos Gibraltar fue dotado
con la necesaria infraestructura comercial. Ésta, se asentó esencialmente en la cons-
trucción de caminos que desde diferentes centros productivos permitieran el acarreo
de las mercaderías hasta el fondeadero. En segundo término, la edificación del muelle
sobre aguas profundas para permitir el anclaje de navíos de gran calado y, finalmen-
te, la existencia de un astillero donde se fabricaban y refaccionaban los bajeles que
navegaban por aquellas rutas. El tercer dispositivo fue erigir el edificio de la aduana,
acreditar funcionarios reales e instrumentar los respectivos registros para el control de
navíos, mercancías y el proceso de recaudación impositiva.
Peter Marzahl, “Los criollos y el gobierno: El Cabildo de Popayán”, Nueva Granada Colonial. Selección de textos
27
43
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Los mercaderes
Enriqueta Vila Vilar, “Las ferias de Portobelo: apariencia y realidad del comercio con Indias”, Aspectos sociales en
29
América colonial de extranjeros, contrabando y esclavos, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo - Universidad de Bogotá
Jorge Tadeo Lozano, 2001, p. 62.
30
John E. Kicza, Empresarios coloniales. Familias y negocios en la ciudad de…, p. 42.
31
James Lockhart, El mundo hispanoperuano. 1532-1560, p. 104.
32
L. E. Lopez y J. Del Río Moreno, “Comercio y transporte en la economía del azúcar…”, p. 18.
33
James Lockhart, El mundo hispanoperuano. 1532-1560, p. 104; Margarita Gascón, “Comerciantes y redes
mercantiles en la…”, pp. 423-424; Belín Vásquez De Ferrer, “Maracaibo y su espacio histórico. (Siglo XVIII)”,
Tierra Firme, Año III, Abril-junio 1985, pp. 226-228.
44
ESTUDIOS
34
John E. Kicza, Empresarios coloniales. Familias y negocios en la ciudad de…, pp. 38-39.
35
James Lockhart, El mundo hispanoperuano. 1532-1560, 101-103.
36
Solicitud del capitán Juan de Castro, AGI, Contratación, 1191, N, 17, Sevilla, 11 de mayo de 1646, f. 1r.
45
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Los dueños de las haciendas más extensas y productivas utilizaron su poder eco-
nómico para servir como traficantes mercantiles, no sólo para su frutos, sino tam-
bién para adquirir lo cultivado en las haciendas adyacentes. El radio de acción de los
mercaderes se extendía por los doce valles del sur del lago productores de cacao y
38
James Lockhart, El mundo hispanoperuano. 1532-1560, p. 105; L. E. Lopez y J. Del Río Moreno, “Comercio
y transporte en la economía del azúcar…”, p. 19.
Antonino Vidal Ortega, Cartagena de Indias y la región histórica del Caribe 1580-1640, p. 25-26.
39
Testamento de don Pedro de Rivas, AGEM, Protocolos T. XVI, Mérida, 2 de abril de 1641, ff. 176r-183r.
40
46
ESTUDIOS
“mil granos de cacao valgan ocho reales de plata y quinientos granos valgan cuatro
reales y doscientos cincuenta valgan dos reales y ciento y veinte y cinco valga un
real y sesenta y dos reales valgan medio real y de esta manera corra el dicho cacao y
lo tomen todos los mercaderes y pulperos sin aber debate ni diferencia con el dicho
cacao sea bueno y bien curado”43.
Por su parte, en las cuentas remitidas desde Sevilla se transaban en reales de vellón,
en tanto que de la Nueva España, procedía la plata amonedada que circulaba en la
región.
Mercedes Ruiz Tirado, Tabaco y sociedad en Barinas. Siglo XVII, Mérida, Universidad de Los Andes, 2000.
41
Tulio Febres Cordero, “El chocolate y el chorote. Estudio histórico”, Archivo de historia y variedades, Caracas,
42
47
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Roberto Picón Parra, Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida. Los primeros moradores
44
Testamento de don Pedro de Ribas, AGEM, Protocolos T. XVI, Mérida, 2 de abril de 1641, ff. 176r-183r.
47
Ídem.
48
48
ESTUDIOS
Entre tanto, con la finalidad de adquirir frutos y distribuir las mercaderías proce-
dentes de España y Veracruz, Pedro de Ribas acreditó como sus agentes comerciales
a Marcos de Arévalo y Nicolás Vidal en Barinas51, a Francisco Martín Talaberano en
Gibraltar y a Francisco de Ortega en Maracaibo52. Además, don Pedro actuó como
inversionista facilitando dinero a importantes personajes de la sociedad provincial,
entre ellos al gobernador de Mérida don Félix Fernández de Guzmán53.
Ídem.
49
Testamento de don Pedro de Ribas, AGEM, Protocolos T. XVI, Mérida, 2 de abril de 1641, ff176r-183r.
51
Ídem.
52
Ídem.
53
Carta de poder, AGEM, Protocolos T. XVI, Mérida, 30 de abril de 1641, ff. 213r-215v.
54
Roberto Picón Parra, Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida. Prolegómenos. Los funda-
56
dores: Juan Rodríguez Suárez y sus compañeros (1558), Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia,
1988, T. I, p. 364.
49
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Otra familia de comerciantes fue la Cerrada, vinculada por lazos de afinidad con
los Ribas. Los Cerrada, actuaron fundamentalmente orientados hacia el puerto de
Cartagena de Indias, donde expendían la harina producida en Timotes y tabaco pro-
veniente de Barinas, en sociedad con los Ribas. En 1641, don Pedro de Rivas, declaró
que había llevado unas partidas de tabaco de su propiedad de Lorenzo Cerrada a Car-
tagena, por cuya razón le debía diferentes montos expresados en vales y cuentas que le
deberían ser pagadas62.
Real Cédula otorgando potestad a Fernando García de Ribas para navegar su fragata hasta San Antonio de Gibral-
57
tar, AGI, Santa Fe. Legajo 540. Libro I, Madrid, 8 de marzo de 1633, f. 45v.
Poder, AGEM, Protocolos T. XIII, Mérida, 27 de julio de 1632, ff. 141v-142v.
58
Testamento de Pedro de Ribas, AGEM, Protocolos T. XVI, Mérida, 2 de abril de 1641, ff. 176r-183r.
62
50
ESTUDIOS
Otra familia que también participó activamente en el tráfico mercantil a través del
puerto de San Antonio de Gibraltar fueron los Rangel de Cuéllar, cuyo primer re-
presentante en Mérida fue Sebastián, quien en 1626 estableció una compañía con los
capitanes Alonso Pérez Romero y Manuel de Torralba, vecinos de la ciudad de Sevilla
que tuvo su sede en aquel puerto, con la inversión de 600 pesos de plata, entregados por
Diego de Cuervo de Valdez y que constituían el 30% del capital de la sociedad para des-
pachar en los galeones de la tierra firme 430 arrobas de tabaco longaniza de Barinas64.
51
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
En el caso de las congregaciones religiosas que tuvieron haciendas en el sur del lago
de Maracaibo se destacan la clarisas quienes en 1664 remitieron desde su hacienda de
Gibraltar 1630 pesos74, mientras los jesuitas despacharon 1194 pesos de otros tantos
Cuentas del síndico Andrés Alarcon Ocón, AGEM, Convento de Santa Clara T. I, 1664, f. 4r.
74
52
ESTUDIOS
millares de cacao a peso el millar como corría que se entregaron a Campeche y se per-
dieron en la invasión del enemigo a Veracruz, en 169475.
TABLA 1
Cuenta de los años 1683 y 1684 y libro de recibo que comienza a primero de marzo de 1794, AAM, Seminario,
75
Caja 1, f. 218r.
53
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
En tercer lugar están las ventas de esclavos, que ascendieron a 38 operaciones, pero
movilizaron una mayor cantidad de moneda, estimada en 19.087 pesos y 4 reales,
representando el 5,77% de la suma total y pagaron por gabelas 373 pesos y 7 reales
equivalentes a 11,3% del total ingresado. Luego se halla lo mercadeado al por menor
en las pulperías que contabilizaron 33 contribuciones por un valor de 11.450 pesos,
aproximadamente el 7,1% de los impuestos recaudados en aquella aduana. Después le
siguieron los inmuebles con apenas 8 transacciones pero con el 4,69% de la cantidad
movilizada y el 4,89% de lo retenido. En último lugar, se hallan los productos alimen-
ticios como carne, harina y licores (Véase tabla 1).
Expediente promovido por el procurador don Cristóbal de Gámez y Costilla, solicitando se inhibiera esta ciudad
76
de satisfacer los salarios impuestos. Testimonios de las autoridades eclesiásticas de Mérida, AGEM, Documentos
Históricos de la Gobernación de Mérida, Años 1704- 1705-1711, Mérida, 24 de febrero de 1711, f. 12v.
54
ESTUDIOS
TABLA 2
VALOR, TRANSACIONES COMERCIALES, E IMPUESTOS EN LAS CIUDADES
DE LA PROVINCIA DEL ESPÍRITU SANTO DE MÉRIDA 1666-1667
Testamento de Diego Constante, AGI, Contratación, 970, N. 5, R. 4, Bienes de difuntos, Sevilla, 22 de marzo de
77
55
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
TABLA 3
VECINDAD DE LOS COMERCIANTES QUE UTILIZABAN EL PUERTO
DE SAN ANTONIO DE GIBRALTAR. 1592-1700.
56
ESTUDIOS
31 3 10 14 12 10 80
TABLA 5
FINALIDAD DE LOS INSTRUMENTOS COMERCIALES
EN LA PROVINCIA DE MERIDA. 1558-1700
57
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Entre los mencionados agentes estaba Antonio González de Villamil, a quien don
Manuel de Figueroa, residente en Mérida, encargó recaudar en Cartagena de Indias y
otras partes del Nuevo Reino de Granada, las mercaderías remitidas a su nombre, des-
de los puertos de Veracruz, San Juan de Ulloa y Castilla, conforme a los registros en
los navíos de la flota, dirigidos por los capitanes Nicolás Rupho, Alonso Gil Moreno y
Juan de Jácome, vecinos de Cádiz, y por los capitanes Juan de Licona y Fermín Zazoa-
Poder, AGEM, Protocolos T. XIV, Mérida, 11 de agosto de 1636, ff. 31r-v.
78
58
ESTUDIOS
ta desde Veracruz, a cargo del señor Pedro Castillo, los que habían sido costeados con
el importe de 675 petacas de tabaco avaluadas en 4.000 pesos, que había remitido a la
orden del presbítero Juan Dionisio Navarro, vicario en Madrid y luego las trasladara
a la ciudad de Santa Fe79.
Conclusiones
La extraordinaria particularidad del sur del Lago de Maracaibo de ser el nicho eco-
lógico que dio origen a una de las especies de cacao más apetecidas a nivel mundial,
lo cual fue apreciado por los peninsulares a finales del siglo xvi, cuando el chocolate
iniciaba su popularización en el viejo mundo, mientras era degustado desde tiempos
inmemoriales en la Nueva España, a lo cual se agregó el tabaco producido en los llanos
de Barinas, lo cual determinó la formación y crecimiento de una intenso y progresivo
comercio entre la provincia del Espíritu Santo de la Grita de Mérida con Veracruz y
Sevilla. En ese intercambio se remitía el exquisito cacao porcelana que era demandado
con urgencia para el consumo en el virreinato mejicano, ya que en aquellas tierras se
consumía el chocolate entre los amerindios y los peninsulares, a cambió los mejicanos
pagaban aquel excelente producto con plata amonedada, productos suntuarios y es-
clavos procedentes de Asia y otras mercaderías mejicanas. De la misma forma se remi-
tía tabaco a Sevilla, con el cual se adquirían las mercaderías europeas. Ese intercambio
comercial determinó la conformación de redes asentadas en fuertes lazos de sangre
que lograron la integración vertical al disponer de mercaderes y agentes de negocios
en los puertos más importantes del imperio hispánico, pero cuya base más dinámica
y productiva la constituyeron fundamentalmente el comercio entre Sevilla, Veracruz
y Gibraltar.
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http://www.gastronomiaycia.com/2008/07/31/cacao-con-3750-anos-de-antiguedad
El cacao porcelana, disponible en
http://www.analitica.com/va/arte/actualidad/8209705.asp
62
Felipe Larrazábal: la historia inconclusa
Lucía Raynero*
*
Doctora en Historia. Universidad Católica Andrés Bello/Centro de Investigación y Formación Humanística.
[email protected]
Manuel Cardozo, “Felipe Larrazábal”, Un político consagrado a sus ideales, Caracas, Trípode, 1989, p.7.
1
2
Roberto J. Lovera De Sola, “Larrazabal Betancourt, Felipe”, Diccionario de Historia de Venezuela, Caracas,
Fundación Polar, 1988. Tomo II, pp. 656-657.
Lucía Raynero, Clío frente al espejo. La concepción de la historia en la historiografía venezolana (1830 – 1865),
3
63
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
hermanos Juan Manuel y José Antonio4. Cuando los hermanos Larrazábal regresaron
a Caracas en 1830 continuaron sus estudios musicales bajo la tutoría el maestro Ata-
nasio Bello5. En 1836 tocaban en la Orquesta Filarmónica de Caracas, compuesta por
unos cuarenta músicos, que dirigía Toribio Segura6.
Contrajo matrimonio con Isabel Chipia Alegría en 1841 y recibió, un año más
tarde, su título de Doctor en Derecho. Como recién graduado ofreció sus servicios de
abogado en su bufete ubicado en su casa de habitación en la calle Carabobo, N° 14510.
Además, de ejercer la abogacía y realizar otras y distintas actividades, también se de-
dicó a la docencia. En 1843 ofreció regentar gratuitamente la cátedra de Derecho
Natural en el Colegio de la Independencia, tal como lo publicó, su director, Feliciano
Montenegro Colón11.
4
Diccionario de Historia de Venezuela, p. 657.
Ibídem.
5
Rufino Blanco Fonfona, “Prólogo Felipe Larrazábal”, Vida del Libertador Simón Bolívar, Caracas, Ediciones de
7
10
Felipe Larrazábal, “Avisos”, Gaceta de Venezuela, N° 616, Caracas 30 de octubre de 1842.
11
“Colegio de la Independencia”, El Venezolano, N° 203, Caracas, 3 de octubre de 1843.
64
ESTUDIOS
“de ilustrar a la opinión pública, empeñarse en las graves cuestiones de interés vi-
tal, señalar los bienes que han de hacerse, y reclamar con gritos no interrumpidos,
contra los males que se han hecho; a ella toca enseñar a los hombres sus derechos, y
decirles hasta dónde alcanzan sus deberes […]”12
Felipe Larrazábal, “Prospecto de El Patriota”, Ideario político y económico (1844-1872), Caracas, Publicaciones
12
65
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Entre los meses de abril y mayo de 1845 Larrazábal publicó en su periódico tres
importantes editoriales sobre la polémica pero, a la vez, muy liberal ley sobre libertad
de contratos, reunidos bajo el nombre de Reforma de la Ley de 10 de abril [de 1834].
El ataque a ella, y su eventual reforma o derogación, era uno de los puntos centra-
les de La Sociedad Liberal. En ese momento, el Senado se encargaba de su reforma15
porque a partir de los años de 1839 y 1840 los precios del café a nivel internacional
fueron disminuyendo constantemente lo que afectaba la capacidad de crédito de los
hacendados que vieron impotentes cómo sus propiedades eran rematadas para poder
cancelar los préstamos y sus intereses. La ley sobre libertad de contratos había hecho
más mal que bien y era hora de reformarla o anularla. La situación económica de los
agricultores fue aprovechada y capitalizada políticamente por los liberales y preparó
el camino para lanzar como candidato presidencial a Antonio Leocadio Guzmán. En
el conjunto de editoriales sobre esta ley Larrazábal la asocia con la usura y lo hace con
toda la intención de relacionarla con una práctica puramente dineraria, desprovista de
moral y alejada completamente del Evangelio y de la prédica cristiana. Por otro lado,
ataca a los defensores de la Ley del 10 de abril de 1834 que apelaban al “arsenal des-
gastado” de los filósofos ilustrados del siglo xviii para sostener la licitud de la usura o
la codicia. Nadie en su sano juicio y, además, creyente cristiano podía ver con buenos
ojos una ley que había sido nefasta y había herido mortalmente a la propiedad agríco-
la, es decir, al mismo corazón económico del país.
Antes de cumplir los treinta años de edad, Larrazábal ya había sido elegido dipu-
tado por Caracas y se había postulado para el cargo de secretario de la Cámara de Re-
presentantes, aunque no fue nombrado16. Además, fue concejal de la ciudad capital.
Felipe Larrazábal, “Ojeada histórico-política sobre Venezuela en los catorce años de su administración
14
66
ESTUDIOS
La guerra sin cuartel que declaró Juan Vicente González desde el Diario de la Tar-
de tuvo eco inmediato en el Ejecutivo Nacional. El gobierno decidió tomar cartas
en el asunto, para ello dispuso medidas que estrangularon las libertades ciudadanas.
El gobierno nacional que siempre se había vanagloriado de ser liberal aplicaba ahora
medidas contrarias a la doctrina: reclutamiento violento e ilegal que impidió que los
parroquianos enrolados pudieran ejercer su derecho al sufragio y los que se salvaron
de aquel acto no se acercaron a los centros de votación por temor a ser alistados. Im-
pugnación del informe –contra el atropello por la leva– presentado por los concejales
liberales de Caracas y su suspensión por haber elaborado una lista de los comerciantes
que serían elegidos jueces de comercio y con la cual no estaba de acuerdo el gobierno
porque, a su buen entender, no cumplía con los requisitos que exigía la ley. De esa
manera, el 27 de julio de 1846 el Secretario de Interior y Justicia, Francisco Cobos
Fuertes, decidió suspender a los miembros liberales del Concejo Municipal de Cara-
cas que con su voto habían elaborado una “viciosa lista de electores mercantiles”. Con
este revés el Partido Liberal dejó de tener mayoría en el recinto municipal. Felipe
Larrazábal y Antonio Leocadio Guzmán permanecieron en sus cargos, junto a otros
cuatro concejales más, porque no estuvieron presentes en la sesión de protesta del 12
de julio. También fue restringida la libertad de imprenta al calificarse a la prensa de
El mismo día que Larrazábal lanzó a Guzmán como candidato presidencial en El Patriota, Juan Vicente González
18
67
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Todas esas irregularidades junto con la violencia campante provocaron que el pue-
blo terminara por levantarse a favor de Guzmán, al grito de “mueran los oligarcas”, el 1°
de septiembre de 1846. Ese mismo día, el gobierno ordenó el arresto y enjuiciamiento
de los periodistas liberales19, entre ellos, Felipe Larrazábal. Pudo huir a la isla de Cu-
razao, pero, para su fortuna, su destierro no fue largo, porque el nuevo presidente de
la República, el hombre favorecido por Páez, el general José Tadeo Monagas, indultó
–el 8 de junio de 1847– a todos los comprometidos en los levantamientos de 1846.
Al poco tiempo regresó a Caracas y desde entonces se manifestó como un defensor
de las políticas del gobierno. Atrás quedaron los días de feroz oposición. Por un breve
tiempo se encargó de la redacción de un periódico gobiernero, El Constitucional. En
su primer editorial afirmaba que el reciente semanario nacía primordialmente para
apoyar a Monagas, quien con su sola presencia había pacificado el país20 y que también
serviría para resguardar los grandes principios de “independencia” e “igualdad”. Desde
su nueva posición, no le tembló la mano para hacer demagogia de manera reiterada
cuando acusaba a la oposición de ser enemiga del pueblo por el hecho de ser adver-
saria del gobierno. Larrazábal advertía, y amenazaba también, que ese pueblo estaba
dispuesto a levantarse en armas para defender a su presidente, el general José Tadeo
Monagas.
“El Gral. Monagas no teme porque su conciencia está sin mancha; y porque cuenta
con el fuerte apoyo del PUEBLO. El gran partido liberal es idólatra del benemérito
Jefe del Estado, y a su voz SÍ que volarán todos los hombres libres para castigar al
temerario que ose levantar en nuestra tierra el grito de discordia y sedición”21.
68
ESTUDIOS
José Antonio Calcaño, La ciudad y su música: crónica musical de Caracas, Caracas, Edición Conservatorio Teresa
28
69
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
la composición más importante de todo el siglo XIX en Venezuela, y una de las mejores de
nuestra música en todos los tiempos”30.
Ibídem, p. 317.
30
Ibídem, p. 275.
31
Ibídem, p. 300.
32
Ibídem, p. 314.
33
70
ESTUDIOS
“La higiene pública hará inmensos progresos que prolongarán la vida humana. La quí-
mica se aplicará a descubrir las sofisticaciones del comercio; y los medios de comprobar el
fraude serán tan obvios que lo harán casi imposible”35.
En resumen, para Larrazábal el hombre del siglo xix era el que merecía “con justi-
cia, el título augusto de Rey de la creación”36. Afirmación hasta cierto punto herética, si
se toma en cuenta que era un católico convencido y practicante.
Después de la guerra
Ibídem, p. 52.
35
Ibídem, p. 52.
36
Ibídem, p. 56.
37
“Correspondencia general del Libertador Simón Bolívar”, El Federalista, N° 681, Caracas, 14 de noviembre de
38
1865.
71
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Las ideas políticas de Felipe Larrazábal están expuestas en diversos textos: artícu-
los de prensa, folletos y libros, e inclusive en su biografía sobre Simón Bolívar se pue-
den apreciar fácilmente hacia dónde apuntaban sus inclinaciones liberales, mientras
que sus ideas económicas y su percepción de cómo debía mejorarse la economía del
país se encuentran en dos escritos: el primero es El Evangelio y los economistas (1862)
y el segundo Memoria sobre las verdaderas causas del atraso de nuestra agricultura y los
medios más convenientes para restablecerla, de 1869. En este último texto argumenta-
ba que la agricultura solo prosperaría en Venezuela cuando se invirtiera capital en el
Ibíd.
39
Ibídem, p. 264.
42
72
ESTUDIOS
Como miembro del Partido Liberal escribió en mayo de 1863 a su amigo Antonio
Guzmán Blanco una carta con cuatro peticiones puntuales. Se las hacía por conside-
rarlo un hombre con influencias dentro del gobierno. La primera se dirigía al resta-
blecimiento urgente de la libertad de imprenta; la segunda, rogaba por la abolición
de la pena de muerte porque la inviolabilidad de la vida humana era una premisa del
programa liberal. La tercera buscaba que el Estado adoptara a los hijos de los ciuda-
danos caídos en la guerra; es decir, el Estado tenía el deber de encargarse de la educa-
ción de esos niños huérfanos y formarlos en las buenas costumbres, pues el “hombre
corrompido es ineducado”. Y por último, solicitaba que por todos los medios posibles
se protegiera la agricultura y la ganadería. El gobierno debía sancionar leyes que favo-
recieran la prosperidad del campo y así amortiguar los desastres causados por la guerra
de cinco años. También abogaba por la disminución de los impuestos aduaneros, el
otorgamiento de facilidades para la exportación, la construcción y mejora en los cami-
nos y la adquisición de mano de obra para trabajar la tierra. Esta carta la escribió la no-
che anterior a su partida (22 de mayo de 1863) para los Estados Unidos, con el objeto
de llevar a imprenta La vida y correspondencia general del Libertador Simón Bolívar.
Sin embargo, en esa fecha no salió publicado el primer tomo sino dos años después.
Felipe Larrazábal, “Memoria sobre las verdaderas causas del atraso de nuestra agricultura y los medios más
43
73
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
“La revolución francesa es el faro que Dios ha encendido en medio del océano en que
se agita la sociedad moderna, el cual con luz radiante y pura enseña de los derechos
y de los deberes de los pueblos. - Mirabeau, Barnave, Lafayette, Pethion, Verniaud
y sus generosos compañeros, defensores ardientes y puros de la libertad. Danton,
Robespierre y los demás que sostuvieron el imperio brillante de la tribuna, inventa-
ron el idioma político y el derecho constitucional. – Los actos de la Asamblea Cons-
tituyente, los de la legislativa y de la Convención; los discursos de aquellos tribunos
que daban, sin saberlo, un curso de materia política, son los elementos preciosos con
que se han formado luego varias obras de derecho público, y de ellos he tomado yo
lo más interesante para formar la mía. – Todas las cuestiones se han ventilado por
hombres muy competentes, a los que debe seguirse, escogiendo entre ellos a los más
lógicos y de dicción más clara […]”45
Felipe Larrazábal, Vida del Libertador Simón Bolívar, Caracas, Ediciones de la Comisión del Bicentenario del
44
74
ESTUDIOS
Por esta época vivía junto con su extensa familia en una mansión llamada “La
Limera”47, situada muy cerca de la actual esquina Monzón en la parroquia Santa Te-
resa. Sin embargo, la relativa paz y tranquilidad que disfrutaba la familia Larrazábal
Chipia hasta ese momento pronto se vería amenazada por razones políticas.
En 1869 Felipe Larrazábal se unió, como miembro fundador, a una sociedad polí-
tica llamada Unión Liberal organizada por Antonio Guzmán Blanco y su padre An-
tonio Leocadio que agrupaba a los liberales venezolanos. Al año siguiente Guzmán
Blanco tomó el poder y Larrazábal pensó, de manera muy optimista, que se abría una
nueva época para el país y que al fin se pondrían en práctica las verdaderas ideas libe-
rales. Así se lo hizo saber a su viejo amigo Antonio Leocadio Guzmán, cuando le es-
cribió: “Es tiempo de cumplir lealmente las promesas que hicimos […] Lleguemos, pues,
a realizar nuestras promesas, a pagar nuestras deudas”48. Desafortunadamente, aquella
ilusión dio paso a la realidad y, por lo tanto, al más absoluto desengaño y decepción.
No solo las promesas no fueron cumplidas, sino que, además, se fue abriendo una
brecha insalvable entre él y el presidente de la República, que les llevó a la ruptura.
Larrazábal se quedó solo, sin dinero y embargado. Su casa La Limera fue confisca-
da junto con sus demás bienes, Guzmán Blanco le cobraba así su desafección y rebel-
día. Pero a pesar de todos estos infortunios tenía en su poder unas tres mil cartas del
Libertador, que había ido atesorando desde su juventud, y una biografía manuscrita
sobre el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre. Pensó entonces llevar a
cabo la publicación, en París, de aquella colección epistolar que daría sustento y forma
definitiva a su biografía de Simón Bolívar, cuya edición príncipe databa de 1865.
Felipe Larrazábal, “Carta al señor Antonio L. Guzmán”, Ideario político y económico, p. 164.
48
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Bibliografía
Fuentes primarias
Prensa
La Bandera Nacional, Caracas, 1838
El Constitucional, Caracas, 1847
Cicerón a Catilina, Caracas, 1845
Diario de la tarde, Caracas, 1846
Gaceta de Venezuela, Caracas, 1831 – 1855
El Federalista, Caracas, 1865, 1866
El Venezolano, Caracas, 1840 – 1844
The New York Times, New York, 1873
49
Manuel Cardozo,“ Felipe Larrazábal”, Un político consagrado a sus ideales, p. 21.
50
Para mayores detalles sobre este trágico naufragio, se puede consultar el relato de un sobrecargo sobreviviente en:
“The Purser´s story”. The New York Times (December 2, 1873). Recuperado en noviembre 2 de 2015 de http://
query.nytimes.com/mem/archive-free/pdf ?resFB0E17F6385D1A7493C0A91789D95F478784F9
Lucía Raynero, Clío frente al espejo. La concepción de la historia en la historiografía venezolana, (1830 – 1865), p.272.
51
76
ESTUDIOS
Documentos impresos
LARRAZÁBAL, Felipe: La vida y correspondencia general del Libertador Simón Bolívar, Nueva York,
imprenta de Eduardo O. Jenkins, 1865, 2 vols.
____________. Ideario político y económico (1844 – 1872). Caracas, Publicaciones de la Presidencia de
la República (Colección Nuestro Siglo XIX), 1963.
____________.Vida del Libertador Simón Bolívar, Bolívar (Madrid, 1918). Caracas, Ediciones de la
comisión del Bicentenario del nacimiento del Libertador, edición modernizada con prólogo y notas de
Rufino Blanco Fombona, 1983, 3 vols.
____________.Vida y escritos del Libertador Simón Bolívar, Caracas, reedición bajo los auspicios de la
Presidencia de la República, modificada con prólogo y notas de Rufino Blanco Bombona. Editor: José
Agustín Catalá, 1999.
Bibliografía auxiliar
BLANCO FOMBONA, Rufino: “Prólogo” a Felipe Larrazábal: Vida del Libertador Simón Bolívar
(Madrid, 1918). Caracas, Ediciones de la comisión del Bicentenario del nacimiento del Libertador,
1983.
CALCAÑO, José Antonio: La ciudad y su música: crónica musical de Caracas. Caracas, Edición con-
servatorio Teresa Carreño, 1958.
CARDOZO, Manuel: Felipe Larrazábal. Un político consagrado a sus ideales. Caracas, Trípode, 1989.
DICCIONARIO DE HISTORIA DE VENEZUELA, Caracas, Fundación Polar, 1988.
GONZÁLEZ GUINÁN, Francisco: Historia contemporánea de Venezuela. Caracas, Ediciones de la
República, 1954.
RAYNERO, Lucía: Clío frente al espejo. La concepción de la historia en la historiografía venezolana,
(1830 – 1865). Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 88. Fuentes para la historia
republicana de Venezuela, 2007.
77
La Prensa Independiente en 1811:
El Patriota de Venezuela
María Soledad Hernández B.*
Al mismo tiempo estos “papeles” son el nacimiento de la prensa oficial y del perio-
dismo independiente, dedicado en su mayoría a un tema central: la política; quien a
pesar de sus altibajos, debe su existencia, al régimen de libertades presente durante la
Primera República.
A pesar de su irregular circulación, del escaso tiraje, y del poco alcance de los mis-
mos, su efecto es demoledor como formador de opinión, lo que les permite en poco
tiempo, transformarse en voceros de una sociedad que aspira poner en práctica una
serie de cambios que en la práctica, se operan en un corto plazo.
El caso específico que nos ocupa, está referido a uno de esos papeles que lleva por
nombre: El Patriota de Venezuela, periódico que circula en Caracas, entre enero de
1811 y enero de 1812, que publica, 7 números, en la imprenta de Juan Bailío, de los
que se conservan los fascículos 2,3, 6 y 7.
*
Historiadora. Magister en Historia de las Américas. Doctora en Historia. Investigadora en el Instituto de Investi-
gaciones Históricas de la Universidad Católica Andrés Bello. Docente en las Escuelas de Filosofía y Comunicación
Social de la misma Universidad. Línea de Investigación: Prensa Venezolana del siglo XIX.
79
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Los escritos que circulan en El Patriota de Venezuela, plantean una ruptura ab-
soluta con España, cuestionando incluso, muchas de las decisiones tomadas por el
Congreso Constituyente instalado el 2 de marzo de 1811.
Cabe destacar que este periódico, sirve de estímulo a los sucesos que se suscitan en
Caracas a escasos 14 meses y algo más, que transcurren entre el 19 de abril de 1810 y
el 5 de julio de 1811, fecha en que se firma el Acta declaratoria, definitiva, de la Inde-
pendencia.
En el primer número o “Prospecto”, que se conoce, gracias a una referencia que rea-
liza el Comisionado de la Regencia, Pedro de Urquinaona1, se señalan sus principales
objetivos:
80
ESTUDIOS
“Disipar la ignorancia de los pueblos; elevar las ideas de los ciudadanos a la alta
dignidad de un hombre libre; constituir el Estado; manifestar que en Venezuela no
debía haber otro rey que el que creó el Universo, ni otro gobierno que el que ella se
constituyese; y hacer palpables la falsedad de los derechos que la preocupación podía
atribuir aún a Fernando de Borbón”2.
Elías Pino Iturrieta, La Mentalidad Venezolana de la Emancipación (1810-1812), Caracas, Instituto de Estu-
2
81
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
En el plano propiamente político, exalta las virtudes del pueblo venezolano al re-
ferirse a los sucesos ocurridos un año antes y que hoy conmemoran; convencidos de
que tales hechos han llenado de gloria no sólo a Caracas sino a todos los pueblos de
Venezuela, que siguen paso a paso los eventos que se suscitan progresivamente y que
además se han adherido a ellos llenos de confianza y optimismo.
“El pueblo de Caracas proclamó el 19 de abril que era libre; el grito de la santa
Libertad penetró hasta los corazones del hombre más estoico […] no había arbitrio:
un pueblo en masa que por la primera vez reclama, publica y ejerce sus derechos es
invencible; sus recursos son extraordinarios; su esfuerzo gigantesco, y su enérgico
entusiasmo arrollaría cuanto pudiese estorbar sus intentos” 5.
Con gran elocuencia, plantea una y otra vez la necesidad de declarar en forma defi-
nitiva la Independencia y fundar una República, ya que sólo siendo libres se puede ser
feliz. Utilizando un claro lenguaje Russoniano, presenta los beneficios inimaginables
que ha de proveer la independencia.
“La independencia de nuestro país nos traería bienes incalculables, bienes positi-
vos, bienes que en un estado de subyugación sería imposible gozar […] en el orden
actual de nuestra situación política, ¿qué recursos nos quedan? ¿Qué es lo que espe-
ramos? ¿Acaso que la España triunfe sobre Napoleón? No, esto no es fácil, ni aún
posible. ¿Acaso que Fernando VII venga a reinar en Venezuela? Tampoco; nosotros
le detestamos. ¿Acaso hacer algún pacto o alianza con la España? Nada de eso.
Pues entonces ¿qué nos detiene? Venezuela desde el 19 de abril obra como libre, pues
¿por qué no se declara independiente y se erige en Nación? No hay arbitrio, pues, en
mi concepto entre la alternativa de ser esclavos a ser independientes”6.
4
Para más información sobre Isnardi, revisar obra de Marisa Vannini, El misterio de Francisco Isnardi, Caracas,
Ediciones Fundavag, 2014.
5
“El Patriota de Venezuela”, Testimonios de la época emancipadora, p. 315.
Ibídem, p. 323.
6
82
ESTUDIOS
Asimismo, asegura que ante el urgente llamado de la Patria, no habrá persona algu-
na que no se sacrifique, incluso con su vida, para darle a ésta, el rango que ella merece.
Una crónica de Manuel Palacios Fajardo ilustra en relación a los festejos realizados
en Caracas, para celebrar el primer aniversario del 19 de abril:
“Después del servicio religioso, los habitantes se dispersaron por las calles, con ves-
tidos de fiesta, luciendo en sus sombreros escarpelas de cintas rojas, azules y amari-
llas. Bandas de músicos, seguidos de danzantes, recorrían la ciudad tocando aires
alentadores; los miembros del club patriótico recorrieron en procesión las calles
principales […] se vio a muchos grupos de indios de los alrededores cantando y bai-
lando a su manera”7.
Pero la celebración no termina aquí, en los juicios conocidos como “Causas de Infi-
dencia” que reposan en el Archivo General de la Nación, se complementa este escrito
señalando que el mismo día de la celebración aniversario del 19 de abril, un sacerdote
de nombre José Joaquín Liendo y Larrea, fundador de otro club político llamado El
Club de los Sin Camisa8, dirige una procesión hasta las orillas del río Guaire llevando
Manuel Palacios Fajardo, Bosquejo de la Revolución en la América Española, Caracas, Publicaciones de la Secre-
7
83
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
un retrato de Fernando VII, al llegar al río lo sumergió tres veces en el agua para aho-
gar al infame rey. Acto seguido y luego de algunos rituales extraños enterró la imagen
en las riberas del mencionado río, para simbolizar el fin del gobierno español9.
“Patriota, según el clero, es aquel hombre que ama la Religión y el Estado; pero que
hace del Estado y de la Religión los resortes de la subsistencia y engrandecimiento, y
de aquel prurito que tienen todas estas gentes de considerarse superiores a los demás
ciudadanos […]
Hay otra especie de patriotas, y te lo digo temblando, porque les tengo un terror
pánico, un miedo que me hacen tiritar; estos se llaman aristo […] aristócratas.
¿Aristócratas? Y qué quiere decir patriotas aristócratas, amigo mío, quiere decir pa-
triotas que quieren que la patria se conserve segregada de la Metrópoli, que odian
a los europeos, que tendrían el mayor placer en el engrandecimiento de Venezuela;
pero que creen que ellos solos han nacido para tener galones, para tener honores,
para sacar la sustancia de la patria y para figurar en la República, mientras la más
grande porción del pueblo debe estar sometida a sus caprichos. ¿Qué te parece de
estos patriotas? ¡Válgame Dios con el patriotismo!
Hay otros patriotas, caracterizados (llamados) por los anteriores, con los epítetos de
sansculottes sin camisa y de jacobinos. ¿Y por qué? Yo no sé: será porque son pobres,
porque se quejan de estos vicios, porque hablan con claridad, y porque nada temen,
nada apetecen de la patria sino su felicidad.”10
9
Ensayos sobre la Nueva Historia Política de América Latina, siglo XIX, Coordinador: Guillermo Palacios, Ediciones
del Colegio de México, México, 2007, p. 243.
10
“El Patriota de Venezuela”, Testimonios de la época emancipadora, pp. 379-381.
84
ESTUDIOS
El párrafo anterior es muestra de las diferencias individuales que existen dentro del
bando de los llamados Patriotas y los intereses diversos que mueven su participación
en los actuales acontecimientos políticos. Ésta particular diferencia revela el abismo
existente entre los funcionarios del gobierno, los diputados electos del Congreso
Constituyente y los miembros de los clubes políticos que conforman una mayoría
importante, según los estudiosos del tema.
Intereses tan disímiles, genera enormes contradicciones, que al decir de estos dos
personajes, impiden el desarrollo normal de un Estado Republicano. Si la idea de Re-
pública lleva inmersa la igualdad ante la ley, porqué hacerse eco de tantas diferencias
de clase. Este tipo de críticas es una novedad en la prensa caraqueña ya que muestra
una exposición directa definida como juicios modernos.
Las cartas se suceden una a otra y cada vez la crítica es más directa y demoledora,
atacando a algunos miembros del Cuerpo Legislativo y defendiendo a los miembros
del gobierno.
“El Congreso se mezcla en casi todos los asuntos gubernativos; entorpece la marcha
del gobierno, y a veces le paraliza de tal modo que se pasan semanas enteras en con-
tender sobre las funciones particulares de cada uno y determinar si el asunto que
tienen entre manos pertenece a uno u otro Cuerpo. Este es un mal terrible […] El
Poder Ejecutivo es digno de toda nuestra consideración y de los elogios más bien me-
recidos, por su celo infatigable, por la actividad en sus disposiciones, por la energía y
firmeza […] en fin por el feliz resultado que han tenido sus enérgicas operaciones”11.
Se hace una mención especial a los hombres que participaron en la toma de Valen-
cia y que sofocan el levantamiento, rindiendo honores particulares al Capitán Loren-
zo Buroz, miembro de la Sociedad Patriótica. Se escriben piezas poéticas que destacan
su entrega, sin reparos, a favor de la libertad, regalándole su vida a la Patria. Se presen-
ta a continuación una muestra:
Ibídem, p.383-384.
11
85
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Más allá de la Patria, está el Amor que le profesamos, y que define con tanta con-
templación y misticismo que pareciera ser un elemento constitutivo de una especie de
Credo Republicano, ya que sólo ese amor es capaz de transformar en “Virtud el amor
paternal”.
“Es el amor a la Patria el que hace que la instrucción pública que es el lujo de los
grandes imperios, sea en las Repúblicas una virtuosa necesidad. La libertad no
puede conservarse en el seno de la ignorancia. Ella es la hija primogénita de la luz,
como la esclavitud es el fruto vergonzoso de las tinieblas”13.
Ibídem, p. 348.
13
86
ESTUDIOS
“Es el Amor a la Patria el que hace que considerándose todos los ciudadanos iguales
entre sí, e hijos de una propia madre, con iguales derechos, prerrogativas y repre-
sentación civil, se estimen como verdaderos hermanos y se produzca entre ellos esta
especie de virtud, que consolida las Repúblicas y que, por desgracia, es casi descono-
cida en los demás Gobiernos”15.
Ibídem, p. 349.
14
Ibídem, p. 350.
15
Ibídem, p. 357.
16
87
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Sin embargo, es justicia hacer un balance del periódico para destacar el valor de
este papel político que a 200 años de su publicación despierta interés en los investiga-
dores, por los apreciables matices que utiliza para difundir las ideas de modernidad.
Ibídem, p.366.
18
88
ESTUDIOS
Así como destaca un Simón Bolívar, con un verbo encendido que cuestiona la len-
titud con que se discuten los asuntos urgentes en el Congreso Constituyente:
“Se discute en el Congreso Nacional lo que debiera estar decidido. ¿Y qué dicen?
¡Que debemos comenzar por la Confederación: ¡Como si todos no estuviésemos con-
federados contra la tiranía extranjera!!Que los grandes proyectos deben prepararse
en calma¡ Trescientos años de calma ¿No bastan?”19
“¡La anarquía! Esa es la libertad, cuando para huir de la tiranía desata el cinto
y desanuda la cabellera ondosa. ¡La anarquía¡ cuando los dioses de los débiles-la
desconfianza y el pavor- la maldicen, yo caigo de rodillas a su presencia. ¡Señores!
Que la anarquía con su antorcha de las furias en la mano, nos guíe al Congreso,
para que su humo embriague a los facciosos del orden y le sigan por calles y plazas
gritando ¡libertad!. Para reanimar el mar muerto del Congreso estamos aquí en la
alta Montaña de la santa demagogia”20.
“La Religión es el medio más eficaz para grabar en el corazón de los hombres desde
su tierna edad aquellos sublimes principios, por donde aprenden y se acostumbran a
ser cristianos, miembros útiles de la sociedad y buenos ciudadanos. En este concepto
podemos reverenciar los preceptos sagrados de la Religión, tributando a sus minis-
tros ele respeto debido; y puedo aseguraros que cuantos Curas Párrocos he conocido
[…] no son solamente dignos eclesiásticos, sino también excelentes ciudadanos”21.
Ibídem, p. 379.
20
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
“En esa edad de puericia de la República, en que los Generales eran marqueses, y
veían con horror la efusión de sangre, Miranda capituló en San Mateo, por ese mis-
mo absurdo horror a la sangre, ocasionando que luego la vertiésemos a raudales”22.
Referencias
Bolívar, Simón. Discursos y Proclamas, París, 1913.
El Patriota de Venezuela, en: Testimonios de la época emancipadora, Biblioteca de la Academia Nacional
de la Historia, Caracas, 1959.
Palacios, Guillermo (coord.). Ensayos sobre la Nueva Historia Política de América Latina, siglo XIX,
Ediciones del Colegio de México, México, 2007.
González, Juan Vicente. Biografía de José Félix Ribas, Ediciones del Ministerio de Educación, Caracas,
1975.
Palacios Fajardo, Manuel. Bosquejo de la Revolución en la América Española, Publicaciones de la
Secretaría General de Décima Conferencia Interamericana, Caracas, 1953.
Pino Iturrieta, Elías. La Mentalidad Venezolana de la Emancipación (1810-1812), Instituto de Es-
tudios Hispanoamericanos, FHE UCV, Caracas, 1971.
Urquinqona y Pardo, Pedro. Memorias, Editorial América, Madrid, 1947
Vannini, Marissa. El misterio de Francisco Isnardi, Ediciones Fundavag, Caracas, 2014.
Juan Vicente González, Biografía de José Félix Ribas, Ministerio de Educación, Caracas, 1975, p. 26.
22
90
DOCUMENTOS
El documento que presentamos a continuación, fechado en La Guaira el 20 de julio
de 1810, contiene un poder otorgado por Narciso Coll y Pratt para que se realice un
inventario de sus bienes patrimoniales en vísperas de asumir el Arzobispado de Cara-
cas, declaración que estaba prevista en la legislación indiana, y un listado de libros de
su propiedad. Narciso Coll y Pratt nació en Gerona en 1754. En Barcelona obtuvo el
grado universitario en los dos derechos, y ejerció la docencia. Hombre culto, escritor
e historiador, participó en la Junta de Defensa de su ciudad natal a raíz de la invasión
napoleónica. Arribó a La Guaira el 15 de julio de 1810, donde fue sorprendido por la
noticia de la destitución del gobernador de la provincia y de que una Junta de criollos
había asumido el gobierno. Fue el segundo Arzobispo de Caracas, entre 1810 y 1816.
Firmó el Acta de Independencia en 1811 y permaneció al frente del cargo durante las
dictaduras de Miranda y de Monteverde, la Segunda República, la invasión de Boves
y el gobierno de Morillo. Fue acusado de infidente por ambos bandos y a su vuelta a la
península se intentó sin éxito instruir un proceso en su contra.
93
Archivo General de la Nación. Testamentarias 1803. [Portada: Caracas. Año de
1810.-Testamentarias.- C. Nº 2.- Inventario de los Bienes del Señor Doctor Don
Narciso Coll, y Prat del Consejo de su Majestad Arzobispo de Caracas.- Escri-
bano Castro.- [Folio 1] En el Puerto de La Guaira a veinte de Julio de mil ocho-
cientos diez años: Ante mí el Escribano público y testigos infrascritos pareció
presente en su Palacio de éste dicho puerto el ilustrísimo Señor Doctor Narciso
Coll y Prat del Consejo de su Majestad, dignísimo Arzobispo de ésta Diócesis,
a quien doy fe que conozco y dijo que da su poder cumplido en derecho bas-
tante para valer al Doctor Don Alonso Fernández de Liencres Abogado de los
Reales Concejos, Mayordomo Tesorero de su Señoría Ilustrísima, para que en
representación de su derecho comparezca en la ciudad de Caracas en el tribu-
nal que corresponda y ante los señores que pueda y deba hacerlo, y se presente
a promover el inventario que debe hacer al tiempo de tomar posesión de los
bienes, muebles, y raíces antes adquiridos y de las deudas activas y pasivas, con
expresión de sus causas, haciendo al efecto cuantos pedimentos, requerimien-
tos, actos, y diligencias judiciales y extrajudiciales sean convenientes, y haría en
asunto propio: Que el poder que por derecho se requiere para lo en este men-
cionado, sus incidencias y dependencias, ese confiere al citado Doctor [Folio 1
vto.] Don Alonso Fernández de Liencres con toda amplitud, y con libre, franca,
y general administración y facultad de enjuiciarlo, jurarlo y substituirlo, revocar
substitutos, tomarles cuentas y nombrar otros de nuevo que a todos releva en
debida forma. Y al cumplimiento de lo expuesto, y cuanto en su virtud se obrare
obliga las rentas que por derecho puede y debe obligar; y así su Señoría Ilustrí-
sima lo dejo otorgó y firmo siendo testigos Don Martín de Iriarte, Don Manuel
García Noda, y Don José Luciano Tejada, vecinos de que doy fe = Narciso =
Arzobispo de Caracas = Ante mi = José Manuel Sabogal = Escribano Público.
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
José Manuel Sabogal le confirió un poder en veinte de los corrientes para que
compareciese a su nombre en esta dicha Ciudad y se presentase en los tribuna-
les correspondientes a promover el inventario que debe hacerse al tiempo de
tomar posesión de los bienes muebles y raíces antes adquiridos y de las deudas
activas y pasivas con expresión de sus causas; cuyo poder he tenido a la vista en
copia autentica dada por dicho escribano la que devolví a la parte para su uso
de que doy fe. Otorga que lo sustituye en Don Francisco Rodríguez de la Barrera
Clérigo de menores de este Arzobispado a quien releva según por dicho poder
es relevado, obliga los bienes en el obligados y de el otorga substitución en for-
ma reservando en si los demás usos y facultades de dicho poder. Así lo dijo [Al
margen derecho: Caracas julio 26 de 1810.- Es bastante con el poder principal y
adeuda dos pesos al Real Colegio de Abogados. Doctor Paúl. Pago los derechos
en la misma fecha. Doctor Montenegro, Tesorero.] [Folio 2 vto.] otorga y firma
siendo testigos Don Manuel Fernández, Don Manuel Muñoz, y Don Domingo
Morales, vecinos. Doctor Alonso Fernández de Liencres. Ante mi Felipe Asca-
nio, Escribano Público. Es copia de su original que queda en mi registro a que
me remito. Caracas fecha ut supra.- En testimonio de verdad, Felipe Ascanio,
Escribano Público.- [Al margen: Derechos con papel original y otorgamiento
treinta y dos reales.- [Folio 3] Muy Poderoso Señor Don Francisco Rodríguez
de la Barrera, Apoderado del Ministro Reverendo Señor Arzobispo de esta Dió-
cesis Doctor Don Narciso Coll y Prat, en virtud de la sustitución otorgada a mi
favor por el Doctor Don Alonso Fernández de Liencres con el respeto debido a
Vuestra Alteza expongo que el expresado Ministro Reverendo Señor Arzobispo,
en cumplimiento de lo que está prevenido por el Doctor Don Alonso Fernández
de Liencres con el respeto debido a Vuestra Alteza expongo que el expresado
Ministro Reverendo Señor Arzobispo; en cumplimiento de lo que está prevenido
por una de las leyes recopiladas para estos dominios desea antes de tomar pose-
sión de su dignidad el que se forme un inventario de sus bienes patrimoniales,
de los cuales existen parte en el Palacio Arzobispal, y los que aún conserva en el
Puerto de La Guaira, los que hará conducir y manifestar a los comisionados que
se elijan al fin indicado en cuya atención, y haciendo manifestación del poder
y sustitución referida.-
Suplico a Vuestra Alteza se sirva por el decreto original que recae al mandar se
pase esta representación y documentos presentados al Ilustre Señor Deán y Ca-
bildo para que nombrando dos individuos que sean de su confianza, concurra
con el que esta Suprema Junta elija en virtud [Folio 3 vto.] del Vice patronato Real
a la formación del inventario, comisionándoles igualmente para la elección de
peritos evaluadores: Justicia que espero recibir en Caracas a 26 de Julio de 1810.-
Francisco Rodríguez de la Barrera.- Palacio de la Junta Suprema de Venezuela Ju-
lio 26 de 1810.- Por presentado el poder y sustitución que se acompaña: remítase
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DOCUMENTOS
esta instancia al Muy ilustre Señor Deán y Cabildo de esta Santa Iglesia Metropo-
litana a los efectos que se piden comisionándose a los mismos por lo respectivo
al Real Patronato al Fiscal interino del Tribunal de Apelaciones Licenciado Don
Juan Antonio Rodríguez Domínguez. Así lo mandaron los Señores de la Suprema
Junta y rubricó el Señor Secretario de Gracia y justicia. [Hay una rúbrica]
Así lo acordó su Señoría Muy Venerable y lo firmaron los señores Deán, Chan-
tre, Racioneros Bolea y Pimentel, y Medios Racioneros Osio, Argote, y Bachiller
Argote ausentes al Cabildo Ordinario de este día a que no asistieren los demás
señores capitulares por justo impedimento, aunque procedió citación por Ce-
dula antediem de que certifico = Juan Joseph Guzmán, Secretario de Cabildo.
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DOCUMENTOS
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Yten. Otro de cuarto mayor a la rustica titulado la Monarquía por Don Clemente
Peñalosa y Zúñiga.
[Folio 7] Yten. Un tomo en cuarto y pergamino titulado Torres Sueños Morales.
Yten. Un tomito en cuarto menor y pergamino titulado Maximas para la guerra.
Yten. Un tomito en pergamino cuarto menor titulado Ortografía de la lengua
castellana.
Yten. Un tomo en cuarto mayor y pergamino titulado Florilegismo Parocorum.
Yten. Otro en pergamino quarto mayor titulado Opus los sacro de la solicitud
vigilancia pastoral.
Yten. Otro tomo en pergamino cuarto mayor titulado Clave Historial Eclesiástica
y Política.
Yten. Un librito en cuarto menor y pergamino titulado la Devocion arreglado
del cristiano.-
Yten. Otro ídem. Ídem. De Juan de Lencine.
Yten. Otro ídem. Ídem. Titulado Sueños de Quevedo.
Yten. El tercer cajón en el que se encontró una lista de los libros en el contenidos
que se agregara rubricada por dichos señores, y presente Escribano en su lugar
como comprensiva de las obras que contiene dicho cajón, y servirá de inventa-
rio esta lista.
Yten. El cuarto cajón con una lista de los libros que contiene, y también se pone
rubricada por parte del presente inventario.
Yten. El cajón quinto con otra lista de las obras que comprende, y se agregaría
rubricada como las antecedentes, por vía de inventario.
[Folio 8] Cajón 3.
Andrés de Literatura en 4º. 8. r.
Lampillas [Francisco Javier] Literatura Española id. 7. t.
Diccionario Geográfico [Universal]. Id. p. Don Antonio de Vegas. 6. t.
Historia General de la Iglesia por [Francois Timoliléon] Choysi. Id. 15 t.
Geografie moderne. Id. 6 t.
Dicción numismati. Id. 6. t.
Cartas Marruecas [D. Joseph Cadalso] id. 1. t.
Théorie des Lois sociales p. 3. J. F. Dauray de Brie. Id. 1 t.
Los Eruditos á la Violeta. [José Cadalso] Id. 1. t.
Código Civil. Id. 2 t.
Compendio D. La Politique Sur L- Europ. Id. 2 t.
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DOCUMENTOS
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DOCUMENTOS
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Moral Universal. 2. 4.
Causas de la Revolucion y sus efectos. 2. 4.
Estado de la Francia el an. 8. 1.
Porta Fulla-polit. 1.
Curso de moral religiosa 3.
Historia del Nirecto. execo.
Los hombres nuevos 1.
Necesidad de las opiniones religiosas. 1.
Viage al nuevo dia con su Atlas bueno. 3.
Los nuevos Antenors 3.
Vista de la guerra del Vende 3.
Oda al ser supremo. 1.
Los pro y contra de Luis 16. 7.
Campasas. 3.
Lista secreta de la Rusia. 2.
Bloqueo de Malta. 1.
Sistema de la Naturaleza por Mirabi.
Concordancia del calendario Frances con el Romano. 1.
Sobre la promad de fidelidad a la constn. 1.
Cono Nacional 4.
Cond ta con que se han de portar los sacerdotes franceses 1.
Las Ruinas de los Imperios de Volney. 1.
Abrahan Trenblesy sobre la verita de felicidad. 1.
Cartas de los de la Iglesia constitucional. 1.
Sobre el poder, ministros y vasallos. 1.
El espiritud Gerson. 1.
Viage a las Iglesias por el P. Jaime Villanueva. 5.
Don Lorenzo Villanueva la version de la esch. 2.
…… espiritu de Roseau. 3.
Sobre la sencibilidad 1.
Sobre la complacencia. 2
Anales de la Republica francesa. 6
---llot elementos de la Historia Universal. 9.
---- elementos traducidos. 8.
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DOCUMENTOS
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Miscelánea
EL OCASO DE LA REPÚBLICA LIBERAL AUTOCRÁTICA
(1935-1945)
Edgardo Mondolfi Gudat*
Como quiera que sea, ello remite de vuelta al problema planteado: cuánto de esa
“apertura” (y, de nuevo, cuánto de ese “ocaso”) se dio por iniciativa del poder y, a la vez,
cuánto de ello pudo ser producto de las presiones a las cuales se vio sometido el poder
mismo. En todo caso, si hubiera algo de cierto en el aserto según el cual “en 1936 nació
la democracia venezolana” convendría preguntarse si no fue que ésta nació, fundamen-
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talmente, como una voluntad expresada desde la calle y menos como una concesión
de quienes regentaban los predios de Miraflores. Esto significa entonces que algo fue
creciendo en las entrañas del país a lo largo del gomecismo y a despecho del “silencio”
gomecista. Y ese “algo” al cual hago referencia remite a una idea expresada por Diego
Bautista Urbaneja: aquella según la cual las tendencias modernizadoras al servicio del
personalismo gomecista estimularon una dinámica social duradera e independiente de
la intención de su promotor. Dicho de otra manera, aunque basándonos en el propio
Urbaneja: si el personalismo gomecista privó sobre la modernización sirviéndose de
ella para sus propios fines, a la larga este fenómeno abrió el camino para que la moder-
nización –desaparecido físicamente Gómez- no desanduviera sus pasos y privara, a su
vez, sobre el personalismo.
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MISCELÁNEAS
Y tanto preocupaba el asunto que, como bien lo ha observado Karl Krispin, si algo
hizo el régimen de López Contreras a la hora de promover la reforma constitucional
de 1936 fue exacerbar el inciso VI del artículo 32 que prohibía la actividad comunista
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o anarquista en el país, inciso que –por cierto- ya estaba inscrito en las constituciones
de 1928, 1929 y 1931 pero que apenas figuraba enunciado en forma más bien escueta:
“Queda (…) prohibida la propaganda del comunismo”. Según lo anota Krispin, la
preservación del Inciso VI en la Constitución del 36 irá mucho más allá en sus come-
tidos de policía ideológica, lo cual queda patentado en la particular fuerza que habría
de cobrar su nueva redacción: “Se considerarán contrarias a la independencia, a la
forma política y a la paz social de la nación, las doctrinas comunista y anarquista,
y los que las proclamen serán considerados como traidores a la patria y castigados
conforme a la ley”.
Al mismo tiempo, y por más que al gobierno le costara distinguir a los radicales de
quienes no lo eran, el Lopecismo apostó a frenar por otras vías el efecto contaminan-
te que cobraban las “doctrinas exóticas” y asegurar de ese modo sus cometidos pu-
rificadores. Lo hizo, por ejemplo, desempolvando antiguas ordenanzas gomecistas;
pero también a través de lo que Caballero llama la “guerra sucia” que significó la cir-
culación, sin pie de imprenta (aunque de evidente origen oficial), de una colección
de documentos titulada La verdad de las actividades comunistas en Venezuela, mejor
conocida como el Libro Rojo. Caballero resume el caso de esta manera: “Como no
puede aparecer nadie distribuyéndolo (porque la opinión puede desconfiar, atribu-
yendo falsedad a todo cuanto se publique contra la izquierda), el libro se amontona
sin salir de una oficina. Y como tampoco el gobierno tiene una organización política
suya que, proyectada hacia la calle, pueda tomar la responsabilidad de hacerlo, la
desidia burocrática hace el resto”.
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Lo que quisiera poner de relieve, al menos como una curiosidad que se desprende
de este asunto del exilio chileno de Betancourt, es el carácter tan puntilloso que cobró
el intercambio sostenido entre el Presidente y el líder proscrito del PDN, el cual se
veía precedido ya por las palabras que éste le dirigiera a López antes de partir, o sea,
cuando aún esperaba que se concretara la entrevista que finalmente no se le otorgó
antes de su deportación: “Estoy dispuesto a cumplir lo acordado por su Gobierno”, le
puntualizó Betancourt.
¿Acaso podría verse en todo esto una simple táctica zorruna por parte del líder
exiliado? Me parece que tal explicación revelaría una evidente pobreza, cuando no
una notable limitación, sobre todo a la hora de analizar el alcance que tuvieron los
juicios de Betancourt sobre López mientras éste estuvo a cargo de la Presidencia. En
primer lugar porque, llegado a Chile, Betancourt tomaría parte en el VI Congreso del
Partido Socialista donde, en un discurso sobre la situación venezolana y teniendo por
testigos a varios centenares de militantes chilenos, dirá, entre otras cosas:
En segundo lugar, a la hora de ir más allá, lo que opinó sobre el régimen de López
no quedaría colgado solamente del oído de aquellos militantes del Partido Socialista
que se congregaron a escucharlo en el Teatro Caupolicán de Santiago. En la propia
capital chilena editaría el libro titulado Problemas Venezolanos, en el cual Betancourt
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MISCELÁNEAS
recogía parte de los artículos que había escrito desde la clandestinidad para el diario
Ahora de Caracas. Al enviarle a López un ejemplar del libro en cuestión le precisaría
lo siguiente:
Volvamos una vez más al caso de las medidas de excepción y al aparato de orden
público por medio del cual el gobierno de López pretendió defenderse de las ame-
nazas que percibía a su alrededor y ejercer labor de profilaxia. A la hora de mostrar
escrupuloso respeto hacia la legalidad de su propio régimen, López Contreras dirá
que para ciertos procesos, como fue el caso de la huelga declarada en junio del 36, los
tribunales se habían hecho cargo de juzgar a los activistas y obreros implicados en ella;
pero que, en otros casos, como la huelga petrolera de fines de ese mismo año en que los
sumarios revelaban la indubitable participación de líderes de izquierda, alegaba que
no era necesario que dichos tribunales actuasen debido a que la Constitución prescri-
bía claramente la aplicación del Inciso VI.
Tal escrupulosidad –por cínica e impostada que pudo sonar entre los sectores opo-
sitores más radicales- llegará al punto de que, al decretarse en marzo de 1937 la ex-
pulsión de cuarenta y siete dirigentes cuyos delitos caían dentro de lo prescrito por el
Inciso VI, el Gobierno daría a conocer públicamente, a través de la prensa, la suma de
gastos destinados al traslado de quienes, al decir del propio López, “en cualquier otro
país habrían sido enviados a la cárcel sin ninguna consideración”. De esto podrían
derivarse dos y hasta tres lecturas. La primera, lo que ya se ha dicho: el Gobierno, a
partir de 1936, al menos está dispuesto a mostrar respeto hacia su propia legalidad;
la segunda: el régimen de López es el que, en último término, define a su leal saber y
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MISCELÁNEAS
La segunda opinión proviene del entonces joven diputado por AD Domingo Al-
berto Rangel, colaborador regular por aquella época del oficioso diario El País. Para
el siempre pugnaz y demoledor articulista, las libertades alentadas, en este caso por
el régimen de López, eran libertades instituidas – y tales son sus palabras- “para un
clan atrincherado en las vecindades del poder”. Y continúa diciendo: “Los diarios
tenían libertad, pero cuando trataban de externar opiniones adversas al criterio de
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
los gobernantes, la maquinaria del régimen le aislaba con el cordón sanitario de las
sanciones económicas”. “Aparentemente –decía de seguidas- los sindicatos gozaban
de plena libertad. Pero sólo en la medida en que pudieran mantenerse dentro del
más riguroso silencio”. Aquí ocurre algo similar al caso de Betancourt. A la vez que
cuestiona la calidad del régimen lopecista-medinista, Rangel no niega la admisión del
calificativo “democrático”; como tampoco niega que existiesen libertades, bien que a
su entender éstas se vieran manipuladas a conveniencia del régimen.
Creo que ambos testimonios –incluso más el de Betancourt que el de Rangel- per-
miten identificar con claridad dos concepciones en pugna en torno al hecho democrá-
tico: si entenderlo al estilo de López o Medina a partir de algunas de sus expresiones
formales –libertad de expresión, libertad de asociación, libertad de manifestación- o
entenderlo en su sentido más elevado y cabal, es decir, en cuanto al ejercicio y fina-
lidad del poder público y, por tanto, sólo a partir de que se diera la consagración del
concepto de soberanía popular y la universalidad del carácter ciudadano en términos
electorales.
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MISCELÁNEAS
En los primeros días después de la muerte del General Gómez, todos los elementos
de extrema izquierda se abalanzaron sobre el Gobierno (…) Cosa absolutamente
lógica. Habíamos vivido muchos lustros (…) en un ambiente de fuerza, y era ley de
reacción que se inclinasen las cosas por este lado (…) Y, con la infantilidad propia
de todos los movimientos (…) populares, y con la ignorancia de elementos bioló-
gicos, querían que en un minuto el nuevo Presidente realizase lo que no habían
conseguido en cien años (…) La extrema izquierda no tuvo el sentido biológico
de la relatividad, del tiempo como factor para el cambio de instituciones.
(…) [La] bandera roja comenzaba a flamear enhiesta sobre una montaña de odios
sociales. (…) No niega el Presidente que estos odios sociales tienen su raíz en un
capitalismo inmoral que debe ser moralizado por la fuerza. Pero hay cosas que, con
prisa, se echan a perder.
Existen varios detalles interesantes que se desprenden de esta cita. En primer lu-
gar, los resabios “positivistas” que se advierten a la hora de hablar de “ley de reacción”
o de elementos biológicos. Lo segundo es la impaciencia; desde luego, si aceptáramos
esta idea que formula Zerega Fombona estaríamos convalidando una visión ahistó-
rica. A fin de cuentas, ¿cómo y quién determina la impaciencia de una sociedad? Lo
tercero es que estamos en presencia de un proceso que sus promotores miden por lo
paulatino. Pero lo cuarto no deja de llamar poderosamente la atención: Zerega for-
mula una nada liberal crítica al Capitalismo, al cual es menester “moralizar”. Y, para
ser más precisos según el autor en cuestión, “moralizar por la fuerza”. Aunque Zerega
Fombona no lo exprese con suficiente claridad, suponemos que aludía en este caso
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
a cierto intervencionismo estatal, al papel correctivo que, para tal fin, debía tener el
Estado. Esto es algo que se advierte ya en algunos de los aspectos medulares del Pro-
grama de Febrero de López, y en torno a lo cual privarán coincidencias sustanciales
con aquellos a quienes Zerega Fombona calificaba indiscriminadamente como “ele-
mentos de la extrema izquierda”.
Otro testimonio interesante proviene en este caso de Colombia y lleva la firma del
político y poeta modernista Guillermo Valencia. Está escrito en 1938, a propósito de
comentar el Plan Trienal que se había propuesto llevar adelante la administración
de López Contreras hasta la culminación de su período en 1941 como una forma
de complementar lo anunciado en el Programa de Febrero. Valencia lo considera, en
primer lugar, un papel de gobierno “sin exóticas ideologías” o, dicho también por
el autor, que “no propugna implantar sistemas extraños”. Esto obra, desde luego,
como claro indicio del cuestionamiento que hace el autor de quienes, desde la acera
de enfrente, intentaban desafiar a López mediante el atractivo y pegajoso vocabulario
de las izquierdas. Más aún –según Valencia- el Plan Trienal recogía también el inusual
reconocimiento que ya en el Programa de Febrero del 36 se había hecho de la clase
obrera y donde, a su juicio, los factores de producción –capital y trabajo- interactua-
ban dentro de un marco legal a través del cual el régimen de López había estimulado el
avenimiento. “Nada de lucha de clases”, “nada de demagogia” –apunta Valencia-pero
“nada de privilegios” tampoco.
Esto guarda estrecha relación con lo que apuntó otro opinante –en este caso, el
autor de un folleto sin firma titulado “La mística bolivariana en América”- cuando se
dispuso a colocar el acento en la idea de la conciliación o colaboración de clases que,
a su parecer, caracterizaba la política laboral del Lopecismo. Dice el autor del referi-
do folleto: “El propio gobierno, en circular dirigida a todos los funcionarios [de] la
república, recomendó que propiciaran por todos los medios la constitución de gre-
mios obreros para que los trabajadores adquirieran la conciencia de sus derechos y
pudieran defender sus intereses”. Por supuesto, al menos en este punto, no hay nada
que supusiera la continuidad de un programa puramente liberal. Y concluía diciendo:
“Cuando los dadores de trabajo comenzaron a alarmarse por las actividades sindicales
del obrerismo que el mismo gobierno fomentaba, el Presidente López Contreras les
indicó que, en lugar de recurrir al Estado para la defensa de sus intereses particulares,
era más conveniente que ellos también se organizaran para entenderse mejor con los
trabajadores”. Aquí también asoma un elemento de novedad puesto que el mensaje
tácito, dirigido a los “dadores de trabajo”, parecía ser que el régimen no estaba dis-
puesto a emplear su brazo armado para aplacar diferencias obrero-patronales. Pero al
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mismo tiempo –aunque el texto no lo expresase- el régimen estaría más que dispuesto
a utilizarlo en aquellos casos en los que sintiera que la izquierda tenía las manos meti-
das y, por tanto, cuando López optase por desplegar las garras heredadas del antiguo
régimen. La mejor prueba de ello –y, en este caso, por la forma en que podían verse
sensiblemente afectados los capitales extranjeros- será cuando el gobierno decrete la
reincorporación compulsiva de los obreros luego de torcerle el cuello a la huelga pe-
trolera de diciembre del año 36.
En todo caso, el dato que proporciona Picón Salas no es menor si el clima del país
lopecista pudiera medirse también en función del quehacer de los intelectuales y el
nivel de debate alcanzado a partir de 1936. A decir verdad, se trata de un aspecto al
que raras veces se alude y al cual, justamente por ello (y coincidiendo plenamente con
lo expresado por Picón Salas), se refiere el historiador Antonio García Ponce en estos
términos, hablando no sólo de López sino de Medina: “Se operó [entre 1936 y 1945]
un cambio radical en la faz que ofrecía al país la intelectualidad. De los dos campos en
que estuvo dividida, una pegada indecorosamente a la ubre de la dictadura gomecista,
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Chiossone admite desde luego que la carga emotiva derivada de los hechos del 18
de octubre de 1945 pudo haber llevado a que Betancourt se distanciara de semejante
opinión. Sin embargo, el hecho de que la misma fuera a parar a la trastienda por obra
de la Revolución de Octubre no significa que no perviviera, así fuera en la memoria
de lo que el propio Chiossone pudo atestiguar, “como secretario del Presidente de la
República para esa fecha, año de 1939”, acerca de “la opinión que tenía el señor Be-
tancourt del Gobierno presidido por el General Eleazar López Contreras”. Por lo cual
dice, a continuación, lo siguiente: “Después, como es normal dentro de las pasiones
políticas exaltadas por la euforia del triunfo, el señor [Betancourt] cambió de opi-
nión y enjuició a López Contreras como el peor de los dictadores venezolanos”.
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MISCELÁNEAS
Acto seguido vendrá, de parte del comentarista, una puntilla que sería lamentable
dejar de mencionar. Dice Chiossone: “Sin embargo, la opinión general es que Ló-
pez Contreras entró por los caminos de la Historia como el iniciador de una larga
etapa de libre discusión en la cual actuó él y, posteriormente, dos de sus ministros:
el General Isaías Medina Angarita y don Rómulo Gallegos”.
Más allá de la injusticia o dureza con que así se expresara este autor, ambos –Chios-
sone y el propio Zerega Fombona- compartían el parecer de que esto debía leerse,
ya de por sí, como indicio de un entendimiento distinto de la realidad, como signo
de novedad, o como claro deslinde frente al pasado. Tanto así que, como lo observa
el historiador David Ruiz Chataing, Chiossone tuvo interés en poner muy de relie-
ve todo cuanto la nueva dinámica que se iniciaría con López propició para que esa
misma izquierda se incorporara incluso al espacio parlamentario. En este punto nos
vemos forzados a volver sobre la pregunta que se planteó al inicio de la conferencia:
cuánto de esa nueva dinámica respondía a la voluntad del régimen o cuánto era más
bien producto del clima de expectativas y presiones generado desde la calle. En todo
caso, el hecho cierto y objetivo se mantiene: en enero de 1937, al darse los comicios
para renovar parcialmente la Cámara de Diputados, cuarenta candidatos de los llama-
dos “progresistas” –según lo observa por su parte Antonio García Ponce- se alzaron
con el triunfo.
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mayoría en la cual había hombres quienes, aunque defensores definidos de las actua-
ciones del Gobierno, sabían disentir (…) de los puntos de vista en que parecía errada la
iniciativa del Poder Ejecutivo”. “Se dio el caso –agrega más adelante- de que, en alguna
oportunidad, muchos de los que defendíamos las tesis ejecutivistas, estuvimos del lado
de los grupos de Oposición”. Sin embargo, lo que Chiossone pasa interesadamente por
alto es que la Corte Federal y de Casación –antecesor de la Corte Suprema de Justicia-
anuló las credenciales de algunos de aquellos parlamentarios que resultaron electos,
como Raúl Leoni y Gonzalo Barrios. En el Zulia, la izquierda ganó en seis de los dis-
tritos de ese estado pero, según García Ponce, sus resultados también fueron anulados.
Como se ve, una vez más se recurrió a la Ley, poderoso resorte mediante el cual el
régimen podía darle una respuesta por vía de lo sutil y abstracto al tipo de liderazgo
que representaba inquietudes no compartidas en el terreno social.
Para darle mayor fuerza al punto cabría reparar en lo que el poeta Guillermo Va-
lencia, como simpatizante de López desde Colombia, opinaba al evaluar el Plan Trie-
nal: “En Venezuela como en Colombia, nuestra cultura y nuestra fuerza económica
mayor radican en la actualidad agro-pecuaria. (…) Todo lo demás es o puede con-
vertirse en eventual si se menosprecia o descuida esa fuente duradera de seguridad y
riqueza”. Como prueba de lo que se quiere recalcar, el poeta Valencia, al hablar de las
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MISCELÁNEAS
Sin ir muy lejos, la vocación fisiócrata exhibida por los principales consejeros eco-
nómicos de López Contreras también contribuye a aclarar lo que Guillermo Valencia
quiso decir. Para éstos –comenzando por el malogrado Alberto Adriani- la potencia-
lidad de la economía venezolana descansaba en un mejor aprovechamiento del sec-
tor agrícola (en función de lo que podía entrañar su promisoria industrialización y
mecanización) y menos, mucho menos, en un rubro no sólo concebido como una
provincia periférica sino cuya perdurabilidad y futuro eran incluso puestos en duda.
Aun así, el Lopecismo tenía conciencia de que, de esa provincia, podía derivarse
una parte de los frutos requeridos para impulsar la política asistencialista y lo que
llamaríamos, hoy por hoy, la “agenda social” anunciada en el Programa de Febrero de
1936 y ratificada más tarde en el Plan Trienal de 1938-1941. Prueba de ello (o al me-
nos de la intención) sería justamente la propuesta hecha por Adriani como ministro
de López y comentada por Betancourt en estos términos:
Tampoco se cumplió durante esa época una previsión nacionalista introducida por
esa promesa de estadista, Alberto Adriani, a quien una muerte precoz le impidió
que cumpliera en Venezuela todo lo que podía esperarse de su talento (…) En el
artículo 21 de la Ley de Arancel de Aduanas se estableció que podía cobrarse un
10% sobre las exportaciones y específicamente se hacía referencia a las exportaciones
de productos mineros. (…) Ese artículo se convirtió en una especie de sello puesto en
la conciencia nacional. Porque desde todos los ámbitos lo defendimos los [futuros]
miembros de Acción Democrática y pedimos su aplicación.
Ahora bien, lo que llama la atención es que, cauto y prudente como lo fue a la
hora de no exacerbar la sensibilidad de las empresas extranjeras, el régimen de López
se inclinó por negarse a otorgar nuevas concesiones y, por tanto –según Chiossone-,
resolvió “suspender toda negociación de esa naturaleza a partir de 1935”. Esto de-
viene en confirmación de lo que también podría leerse como signo distintivo. Para
un régimen que, como el de Gómez, había complacido hasta los extremos a quienes
se habían aficionado a esa clase de negocios (entre 1922 y 1935, Gómez otorgó un
promedio de 323 concesiones por año), el cambio frente a los métodos del pasa-
do parecía percibirse en este punto. Chiossone cita, para mayor abundamiento, las
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
propias palabras de López: “Aunque hubiera sido fácil para el gobierno arbitrar
fondos para el desarrollo de las diversas obras emprendidas en el país, otorgando
nuevas concesiones petroleras, asumí la responsabilidad de suspender toda nego-
ciación de esta naturaleza (…) por creer que esa medida contribuiría a valorar la
riqueza petrolera, al mantener sus reservas para ulteriores operaciones”. A la cola
de la cita, y a propósito de esa medida, asomará un dato significativo: “[Ya] para la
explotación directa o para lograr, más tarde, que los contratistas pagasen los bene-
ficios justos a que tiene derecho la Nación”. Lo dijo así, durante su último Mensaje
Presidencial de 1941, dejando ligeramente entreabiertas las puertas para un manejo
de la industria petrolera más atenta y vigilante por parte del poder.
Podría argumentarse sin más que los trusts del petróleo hallarían la forma de seguir
haciendo de las suyas; pero me parece que la política de no otorgar nuevas concesio-
nes, acerca de lo cual se ufanaba López, y que Chiossone hubo de recalcar, deviene en
punto de interés. En términos generales esto es lo que, años después, afirmaría el pro-
pio López sobre su gestión en materia de hidrocarburos: “La cuestión petrolera (…)
fue manejada con ecuanimidad y espíritu patriótico, efectuando convenios especiales,
reclamos y solicitudes de colaboración, dentro del mejor deseo de proteger al capital
extranjero, pero sin perjudicar a la nación”. Como se ve, al menos ya se advierte aquí la
intención de evitar una política que consistiera en seguir dispensando libremente sin
reparar en lo que se entregaba. En todo caso –y para ello me permito citar la opinión
del historiador y diplomático Simón Alberto Consalvi-, el estallido de la II Guerra
Mundial en 1939, cuando aún faltaba casi año y medio para que concluyese el manda-
to de López Conteras, aconsejó un armisticio en medio de la prueba de fuerza que ve-
nían librando el propio López y sus ministros Néstor Luis Pérez y Manuel Egaña por
un lado, y las compañías petroleras, por el otro. La autorizada opinión de Consalvi
agrega, de seguidas, lo siguiente: con todo y que la fuerza de los trusts siguiera siendo
considerable en Venezuela, a partir de López Contreras no pareció ser exactamente la
misma que había disfrutado en tiempos de Juan Vicente Gómez.
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MISCELÁNEAS
de ese Programa trece años más tarde, en 1949: “Durante el Gobierno que presidí (…)
tuve a honra ofrecer el Programa de Gobierno que se llamó de Febrero, marcado
de un moderado socialismo”. Esta última sí es una palabra que probablemente nadie
habría esperado que aflorara de labios de López Contreras. Ahora bien, sin tratar de
ir muy lejos a la hora de comprender qué quiso decir con ello, reparemos más bien en
lo que él mismo opinó acerca del problema del capital, ya que contamos también con
el testimonio antes citado de su partidario Zerega Fombona. López dirá: “Así como
es funesto en los pueblos el despotismo político, también lo es el despotismo del ca-
pital. Si el capital, en verdad, constituye una de las grandes fuerzas vivas del mundo,
igualmente es cierto que esa fuerza debe estar al servicio de todos”. Ante esta convic-
ción personal del General-Presidente poca duda cabe de que estamos en presencia
de quien, desde el poder, pretendió combinar en su Programa de Febrero elementos
modernos, que podrían resumirse como nuevas inquietudes en el terreno social (en
función de esa forma suya, y contemporáneamente compartida, de entender al Capi-
talismo), con elementos de raigambre liberal.
Hay algo que también resulta inédito, sobre todo ante el más cerril discurso posi-
tivista en boga hasta entonces: si bien el Programa de Febrero le rinde explícitamente
honores a la vieja tesis liberal que consistía en el estímulo a la inmigración para solven-
tar el despoblamiento del territorio, ello se combinaba con una política de cuido de la
población existente. En pocas palabras, este postulado programático, visto así, parecía
distanciarse de la carga determinista –y racista- que había llevado a privilegiar el influjo
de la sangre importada, provista por la inmigración europea, por encima de cualquier
otra consideración. Ya para comenzar, pareciera haber aquí una mejor valoración de lo
propio frente al peso con que ese determinismo, heredado del siglo XIX, había condi-
cionado la interpretación de la realidad venezolana en términos sociológicos.
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Si bien es cierto que la palabra “petróleo” no figura mayormente entre los objetivos
del Programa (lo cual confirma la idea de que ese sector seguía siendo visto como un
enclave extranjero), existe otra novedad que llama la atención de Caballero. Está ex-
presada en lo que concierne a la política comercial y dice así: “Adopción de un plan
de política comercial que ponga a nuestro país en condiciones de igualdad con la
generalidad de los países del mundo que han abandonado las fórmulas del libera-
lismo económico”. Ya se vislumbra aquí el reconocimiento explícito de que la crisis
que había experimentado el libre comercio a nivel internacional obligaba a emprender
una mirada hacia adentro, a iniciar un camino de autarquía económica y, por esa vía, a
sentar las bases de una política proteccionista, con todo lo que ello habría de implicar
para el desarrollo de una incipiente actividad fabril.
Si este punto lo complementamos con lo dicho por el propio López más adelan-
te, en 1947 (cuando calificaba al Programa de Febrero de moderadamente socialista),
tendremos un cuadro mucho más completo de lo que significaba esa doctrina de in-
tervencionismo estatal en torno a lo cual habrían de coincidir también los programas
de los partidos opositores. Señala López lo que implicó en este sentido, a la hora de
impulsar la nueva política comercial, el control de las importaciones que, sin conducir
a un régimen rígido ni de economía dirigida –como escrupulosamente se hizo cargo
de aclararlo-, supuso la implantación de un sistema de contingencia aplicado a todos
aquellos productos que afectaban la producción nacional a causa de la práctica de
dumping. Ello, como lo precisaría líneas más adelante, fue adoptado con el “fin de
corregir el perjuicio que se estaba causando al comercio venezolano”.
No cuesta observar aquí los inicios, así fuesen tímidos, de toda una nueva política
arancelaria con el fin de proteger la incipiente producción nacional de los embates
del libre comercio. A lo que se agrega otro dato suministrado por el propio López y
que era normal que figurase así como complemento de esta iniciativa: el estímulo a la
novedosa aunque tímida actividad fabril por vía del otorgamiento de créditos públi-
cos. Por ello dirá que “se dio protección a las industrias, haciendo préstamos (…)
por medio del Banco Industrial”, órgano que, dicho sea de paso, será creación de su
propio gobierno, al igual que el Banco Central de Emisión. Por cierto que, al hablar
del Banco Central, se impone una digresión interesante, o al menos así lo estima Ca-
ballero. Una digresión que sirve una vez más para calibrar el clima político y el talan-
te de López Contreras, alejado –según lo observa Caballero- del “ordeno y mando”
propio del despotismo gomecista. Dice el historiador: “Al discutir sobre la creación
del Banco Central de Emisión, se produjo un interesante intercambio à trois entre el
Presidente de un banco privado, Enrique Pérez Dupuy, el Presidente de la República
132
MISCELÁNEAS
Podría comentarse otro punto del Programa de Febrero donde también –como
lo apunta Caballero- sobresale algo bastante novedoso cuando no completamente
inédito: la lucha contra el analfabetismo de los adultos y, en general, contra la larga
lista de “enfermedades sociales” (lo que ya, de por sí, era una novedad calificarlas de
esa manera) como el paludismo o la tuberculosis. Sin embargo, preferiría más bien
referirme someramente al retrato que de él mismo y de su gestión hiciera en relación
a cinco asuntos distintos.
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Segundo, el tema electoral. Es fama que el régimen de López contó con los ser-
vicios de un experto en argucias comiciales, como lo fue el fino y culto poeta co-
lombiano Juan Francisco Franco Quijano. De acuerdo con el rutilante currículo que
exhibía en estas lides, Franco Quijano se convirtió en fichaje de lujo para el régimen
de López luego de trabajar en Colombia al servicio del Partido Conservador y de
lograr el ascenso de Alfonso López Pumarejo a la Presidencia de la República. Escu-
chemos algo acerca de los artilugios del asesor según los resume a continuación Elías
Pino Iturrieta: “[E]n nombre del Libertador puso a votar a los muertos, distribuyó
dinero entre los vivos, ordenó la confección de una tinta que se podía manipular, se-
leccionó a los escrutadores para que contaran sufragios, (…) fraguó las estadísticas
(…) e instruyó personalmente a los gobernadores para que nada fallara en el trapiche
de sus componendas”. De modo que el ventajismo oficial, las restricciones impuestas
por el andamiaje constitucional o el montaje de aparatos de fraude no tienen por qué
ser vistos como ajenos al panorama de esos años que se iniciaban a partir del 36. Pero
aun reconociendo la presencia de tales elementos –y así lo advierte Antonio García
Ponce-, los diversos procesos electorales que se libraron en la época de López sirvie-
ron de rendijas, y a veces de amplios boquetes, por donde las fuerzas de la oposición
lograron conquistar cargos electivos en concejos municipales, asambleas legislativas
e incluso –como se dijo antes- en el Congreso Nacional. Me detendré apenas en tres
breves apreciaciones del propio López a este respecto.
En primer lugar, el Presidente se ufanaría de haber hecho buena una de sus pro-
puestas contenidas en el Programa de Febrero al revitalizar el Poder Municipal, lo
que equivalía a un reconocimiento de lo que históricamente había significado esa
instancia para la dinámica política venezolana. Pues bien, hablando justamente de
esas elecciones municipales que se estrenarían a partir de junio del año 37, López dirá:
“Mi gobierno fue motejado de impopular porque perdía [las elecciones en la capital],
pero ese mismo resultado demostraba los métodos democráticos implantados a pe-
sar de que confrontaba la doble tremenda oposición de gomecistas e izquierdistas”.
También reconocería López lo que significaron los avances de la oposición a nivel
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MISCELÁNEAS
del Congreso, a pesar de que la Corte Federal y de Casación se las arregló para anular
las credenciales de algunos de los parlamentarios electos. En todo caso, para él, será
“prueba elocuente de la libertad absoluta que prevaleció durante mi administración”
la forma como “tanto en el Distrito Federal como en varias ciudades del territorio,
las agrupaciones partidarias del Gobierno fueron derrotadas por la oposición”.
Todo ello, desde luego, a pesar de que en términos comiciales, la cúspide del poder si-
guiera viéndose restringida a través del mecanismo de elecciones de tercer grado. Y de
ello no hablaría López excepto –como se dijo- en su último Mensaje Presidencial a la
hora de destinar, para fecha incierta en el futuro, la oferta de que el sistema para la es-
cogencia del Presidente de la República fuese modificado por alguno de sus sucesores.
Tercero, López y la opción de ser distinto. Con este punto me refiero a la forma
como –según su propio testimonio- el sucesor de Gómez se vio a sí mismo a la hora
de asumir el poder. López insiste en su libro El Triunfo de la Verdad haber sido quien
fue al llegar a la Presidencia porque tuvo la libertad de escoger el camino. Proviniendo
como lo hacía de los cuadros castrenses de Gómez y de las entrañas mismas del gome-
cismo, nada le habría costado –a su juicio- mantener incólume ese régimen y remen-
dar sus posibles fisuras. Estas son sus palabras: “[P]use a un lado la oportunidad de
asumir el mando de las fuerzas dispersas del gomecismo a la muerte de su Jefe”. Creo
que, más allá de tales muestras de voluntarismo, y de la confianza que en sí mismo pa-
recía exhibir, López tenía pocas posibilidades de mantener intacto ese régimen, entre
otras razones, porque las cosas no suelen ocurrir de esa manera, excepto que López
pretendiera haber actuado como una especie de Eustoquio Gómez y correr ese albur.
Además, volvemos con ello a lo que se dijo al comienzo: López no habría podido
esquivar las expectativas que se le abrían a la sociedad tras la muerte de Gómez, ni
detener por medio de la violencia las explosiones de malestar que habrían de desenca-
denarse –y no vistas en varias décadas-, cuyo primero y visible signo serán los saqueos
de que fueran objeto las propiedades de algunos allegados y legatarios del difunto.
Si bien la policía gomecista tampoco habría de deponer sus reflejos de la noche a la
mañana, López debió estar consciente –y más tras la multitudinaria manifestación
del 14 de febrero de 1936- de que recurrir al mismo estilo de mando habría implicado
imponer la mordaza y aplicar la agresión directa contra una sociedad que creía, más
allá de los obstáculos, en la posibilidad de conquistar otras maneras de ser ciudadano.
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
datario se verá llevado por el empuje de la nueva dinámica a prohijar (aunque fuese
esquivando la tan temida palabra “partido”) un movimiento para su implantación en
el terreno electoral: las llamadas “Asociaciones Cívicas Bolivarianas” e, incluso, con
cierta teatralidad, a lanzarse al medio de la calle, darse “baños de multitud”, hablar por
radio a la nación y recorrer el país como no lo había hecho ningún otro Presidente
hasta entonces. La forma de superar las circunstancias planteadas será, pues, la que
ya hemos repetido hasta el hartazgo: la invocación que hará López de varias fórmulas
intangibles a fin de mantener el orden sin violentar las expectativas hasta donde éstas
pudieran tolerarse: Dios, Bolívar, Propiedad, Ley, Orden, Ejército.
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MISCELÁNEAS
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
en la paz”. Por último, a los efectos de que al lector no le quedasen dudas acerca de
lo que para él habían significado estos entendimientos con gente que no pertenecía
al riñón que le dio origen a su carrera militar y política, López transcribiría la lista de
al menos setenta individuos que, con distintos grados de encono, habían combatido
a Gómez y quienes fueron designados por su Gobierno en cargos administrativos o
diplomáticos. Aparte de Gallegos, no deja de colocar en letras bien destacadas a An-
drés Eloy Blanco, Gonzalo Barrios y, especialmente, a Rómulo Betancourt, a quien le
atribuye haber servido como secretario del Ministro de Agricultura, Alberto Adriani.
Por último, quisiera mencionar tan sólo un detalle puesto que la lista de propuestas
en materia de políticas públicas y realizaciones materiales es larga y suficientemente
conocida para no vernos en la necesidad de repetirla. Para ello bastaría revisar la pro-
pia memoria de López –Gobierno y Administración-, o biografías como las de Clemy
Machado, Tomás Polanco Alcántara o Rodolfo Moleiro, o el pormenorizado estudio
de Tomás Enrique Carrillo Batalla titulado El régimen del general Eleazar López Con-
treras, para darse cuenta de la variedad de propósitos que, en ese orden, caracterizaron
al quinquenio lopecista.
Sin embargo, no deja de llamar la atención, entre los muy variados puntos que con-
figura la lista, el empeño con que López llevó a cabo la nacionalización del principal
puerto del país y la calificación que el propio régimen quiso darle a semejante medida.
La acción nacionalizadora tuvo lugar en junio de 1937, luego de que el puerto de La
Guaira hubiese permanecido arrendado por más de cuarenta años a la empresa britá-
nica La Guaira Harbor Company desde que así lo dispusiera Joaquín Crespo en 1885,
en plena primera Presidencia. Desde luego, no se trató de una nacionalización sin las
debidas compensaciones, como tampoco lo fue la que un año más tarde –en 1938-
impulsara Lázaro Cárdenas a la hora de expropiar a las empresas petroleras en México.
138
MISCELÁNEAS
flotó más sobre nuestro principal puerto la bandera británica que, aunque de posesión
comercial o pacífica, mejor se encuentra ondeando en su lugar la Bandera Nacional”.
Me parece que López pretendía robarles de este modo una divisa importante a sus
oponentes; o, mejor dicho, frente al discurso “exótico” de las izquierdas, dirá que su
régimen actuaba, en cambio, con pleno y auténtico sentido nacional. Retórica, por
cierto, ante la cual López debía moverse con mucho cálculo puesto que el naciona-
lismo estaba siendo velozmente desacreditado por los fascismos europeos, lo cual tal
vez explique que se cuidara de colocar la suya bajo la advocación de Bolívar. Por ello
expresará en algún momento: “[E]s indispensable reconocer que Venezuela, por sus
tradiciones históricas, no necesita recurrir a las ideologías extrañas para asegurar su
porvenir. Los venezolanos debemos considerarnos orgullosos por poseer una Doctrina
social que todavía no ha sido apreciada en toda su amplitud en América y en el mundo:
la Doctrina que nos legó el Libertador Simón Bolívar”. En todo caso, esta decisión de
López llama la atención al compararla incluso con lo actuado durante el régimen de
la Junta Revolucionaria que habría de advenir en 1945 y que, entre esa fecha y 1948,
y más allá de ciertos anhelos en tal sentido, jamás procedió a expropiar o nacionalizar
empresa alguna de origen extranjero como parte de sus programas reivindicativos.
Resultaría difícil hacer aquí una recensión capaz de darle cabida, con la debida am-
plitud, a todo cuanto ha sido recogido por la producción historiográfica más reciente
en torno al “ocaso de la república liberal autocrática”. Sin embargo, ante el reto profe-
sional que supone el período, tal vez podríamos limitarnos a reseñar dos visiones que,
no por contrapuestas en muchos sentidos, dejan de formular, cada cual a su manera,
entendimientos particularmente valiosos acerca de la coyuntura en cuestión.
139
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en el más extenso sentido, a esa república liberal autocrática acerca de la cual hemos
hablado hasta ahora.
Ahora bien, nada de ello quiere decir que López y Medina dejaran de afincarse
en procedimientos cuasi dinásticos en lo concerniente a la formación, ejercicio y fi-
nalidad del Poder Público, por lo cual -para Carrera- resulta evidente que en ambos
pervivió una concepción tutelar de la sociedad. De allí que, en resumidas cuentas, el
autor se muestre remiso a la hora de asociar la democracia con alguna de sus expresio-
nes concretas (libertad de expresión, organización, asociación) mientras no adviniese
la más genuinamente liberal de todas: el rescate de la soberanía popular y, por tanto,
la implantación, en toda su plenitud, del concepto de ciudadano-elector. Hasta tanto
ello no ocurriese –como sucedería a partir de la Revolución de Octubre-, difícilmente
podría hablarse de otra cosa que no fuera de una manipulación de la cúspide del poder
con el fin de garantizar la continuidad del régimen.
Carrera, dicho sea de paso, menciona un hecho importante: si algo conspiró tran-
sitoriamente contra la idea del poder formado a voluntad del mandatario fueron las
determinantes circunstancias impuestas por la II Guerra Mundial. A su juicio, sólo
el clima bélico imperante fue lo que, en algún momento, forzó a que el régimen de
Medina se mostrara más flexible y consintiese en una fórmula presidencial razonable
y concertada frente a exclusivos propósitos continuistas. El resultado, como todos
lo sabemos, fue la candidatura de Diógenes Escalante, y lo que significaba la postu-
lación de un civil capaz de darle una visión más moderna al hecho político o, si se
quiere, dispuesto a modificar el papel del Presidente como único y gran elector. En
este sentido, según sostiene Carrera, coincidente con el término de la Guerra Mun-
dial y, por tanto, tras el cese del condicionamiento democratizador de las actitudes y
140
MISCELÁNEAS
Sin embargo, fuera de esta restricción del sufragio, Yoris concluye que la existencia
misma de una oposición, tal como se dio con López y, mucho más con Medina, reve-
la un significativo grado de legitimidad en tanto se aceptaran y respetaran las reglas
del juego. A su juicio, Betancourt no sólo aceptaría la forma como López revalidó
sus títulos en 1936 (así fuese “con el pañuelo en la nariz”) sino que podría argumen-
tarse que si la ilegitimidad estribaba en el modo como Medina fue electo en 1941,
bastaría recordar que Gallegos mismo participó como candidato en esas elecciones,
habiéndose acogido, por tanto, a las reglas del juego. Poco importa que, más tarde, tal
candidatura fuese calificada por sus partidarios como meramente “simbólica”. Algo
similar apunta al referirse a las elecciones para la renovación del Congreso en 1943
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Como otra prueba de lo que para ella significaba la aceptación de las reglas del jue-
go figura el testimonio que se deriva de los debates en torno al Proyecto de Reforma
Parcial de la Constitución en 1944, sancionada finalmente en abril del 45. Ciertamen-
te, en ese debate, no dominaron las aspiraciones en torno al sufragio universal como lo
esperaba la oposición; pero, para Yoris, no por ello dejan de ser reveladoras las palabras
pronunciadas por Andrés Eloy Blanco durante la segunda discusión del Proyecto: “El
alcance de las reformas constitucionales es mucho menor del que nosotros aspiraría-
mos (…) Nosotros no hemos negado los progresos realizados en todo orden por el ac-
tual sistema en Venezuela. Nosotros no hemos negado los avances democráticos; pero
nosotros no queremos que esto se tome sino como un estímulo para seguir pidiendo,
para seguir marchando. (…) La peligrosidad está en nosotros, está en el peligro de que-
darnos dormidos (…), en el peligro de creer que los Medina son eternos”.
Incluso, hasta en materia petrolera –al decir de Yoris- existió la posibilidad de que
adviniera el diálogo y el entendimiento entre el oficialismo y la oposición cuando, en
1943, el gobierno de Medina promovió la reforma de la Ley de Hidrocarburos y la
minoría parlamentaria de AD concurrió con sus observaciones al debate que, a tal fin,
se dio en el Congreso. En apoyo de Yoris valdría la pena citar en este punto la opinión
de Antonio García Ponce a juicio de quien el “voto salvado” de AD frente a la nueva
Ley de Hidocarburos ha sido tomado como una negación absoluta de la reforma pe-
trolera medinista cuando, a distancia del hecho y en consulta con la documentación
disponible, habría que matizar mucho esa negativa y enmarcar el “voto salvado” en la
comprensible línea de oposición que se había trazado AD como parte de una estrate-
gia de conquista del poder, legítima por lo demás.
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MISCELÁNEAS
dos cosas: primero que el no compartir tales reglas significara que no se respetaran;
segundo, que legitimidad fuese, necesariamente, equivalente a popularidad.
Por otra parte, Yoris observa lo que, en el contexto de esa misma reforma consti-
tucional, y en términos de ampliación de las libertades públicas, vino a significar la
eliminación del Inciso VI, acerca del cual tanta referencia hemos hecho a lo largo de
esta conferencia. Incluso, a su parecer, éste ha sido un aspecto un tanto desatendido
en la medida en que la supresión del Inciso VI provocó que Medina se viera desbor-
dado por los elementos más reaccionarios del entorno que, con el objeto de crear una
matriz de opinión adversa, vincularían directamente a su gobierno con el principal
beneficiario de la medida: el Partido Comunista de Venezuela, cuya legalización ven-
dría a ser resultado de tales circunstancias. Por algo (y esto lo agregamos nosotros),
entre algunas curiosas incongruencias que se darían a partir del 18 de octubre del 45,
figuraba el entusiasmo con que los jóvenes de la UNE de Rafael Caldera le dieron la
bienvenida a la Revolución octubrista, entre otras razones, como expresión de repu-
dio a la supresión del Inciso VI.
En este último punto Yoris coincide con Carrera en que la II Guerra Mundial actuó
como una variable que indujo a mayores cambios por parte de Medina, comenzando
en ese sentido por lo que habría de significar el papel de la Unión Soviética en función
de la alianza planteada con Estados Unidos y Gran Bretaña, y lo que ello habría de im-
plicar en términos de su necesario reconocimiento diplomático por parte del régimen
venezolano a fin de poder integrar la incipiente Organización de las Naciones Unidas.
A la vez, y por mayor que fuera el costo político que tuvo para Medina la legalización
del PCV, no escapa de este análisis la variable táctica que la política soviética habría
de seguir a escala mundial al recomendar que los distintos partidos comunistas de la
región adoptaran una línea frentista, de amplia colaboración con fuerzas democráti-
cas y liberales que de ningún modo fuesen necesariamente anti-imperialistas, pero sí
partidarias de una amplia alianza contra el nazi-fascismo.
143
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
V.
A estas alturas convendría poner fin al examen que hemos intentado llevar a cabo
en torno a un decenio que, en algunos casos, continúa viéndose tomado por los pre-
juicios, y cuyo carácter polémico ha pervivido más allá de sus protagonistas. Para
ello, quisiera traer a colación en primer lugar lo dicho alguna vez por Simón Alberto
Consalvi: a su parecer, el régimen de Medina asumió la reforma agraria y la reforma
petrolera, mas no así la reforma política. Por tanto, visto de este modo, se cuestiona
la herencia, la legitimidad de quién elegía al Presidente y todo cuanto ello servía para
obstaculizar el advenimiento de las fuerzas silenciadas hasta entonces. Por el otro, a la
hora de ver a López y Medina como expresiones de una política gradualista, quisiera
subrayar la forma en que en ambos casos estuvieron presentes prevenciones propias
del Positivismo, aunque de signos distintos: con López, el temor a la regresión anár-
quica, como creía verse planteado en 1936; con Medina, la falta de madurez de la
sociedad venezolana a la hora de avanzar, en 1945, en su papel de electora. Ese gra-
dualismo, esa filosofía evolutiva que Tulio Chiossone, Alberto Zerega Fombona y
otros colaboradores de López Contreras calificaron como necesaria, hallará su mejor
expresión en una frase a la que habría de recurrir Medina: “sin pausas pero sin preci-
pitaciones” y, al mismo tiempo, en la más emblemática de todas cuantas utilizara el
propio López: “calma y cordura”.
Existe, por último, un significativo detalle que quisiera poner de relieve. En las pá-
ginas de sus Memorias, publicadas de manera póstuma en la década de 1960, Medina
Angarita apunta lo siguiente a la hora de hacer una radiografía del partido oficialista,
el Partido Democrático Venezolano: “[H]ombres honestos y serios (…), pero con
un criterio que no correspondía al momento que creíamos vivir (…) no creían que
la mayoría de sus conciudadanos estaba todavía preparada para una libertad tan
amplia como otros la queríamos”. “Ellos propiamente formaban el ala derecha” del
PDV, agregaba de seguidas el ex Presidente. ¿Incluía esa “libertad tan amplia” el tema
del voto directo? Por desgracia, el capítulo en cuestión no lo aclara. Pero algo dice en
el capítulo que sigue, dedicado justamente al tema de la reforma constitucional. A
pesar de que pareciera esquivar el espinoso asunto, puesto que apenas le consagra unas
breves líneas, Medina se expresaba de este modo: “En el camino del progreso político
que seguíamos se imponía como una necesidad la reforma de algunas disposiciones
constitucionales (…) En el ánimo de todos estaba, como una aspiración justa y máxi-
ma, la de llegar a la elección de Presidente de la República por el voto directo”. Pero
enseguida se interpone una condicionante en el camino: “Mas veníamos de una dic-
tadura que (…) nos mantuvo en la más absoluta ignorancia de prácticas democráticas
144
MISCELÁNEAS
Sin embargo, sea lo que fuere, lo cierto es que en la historia y en la política no existe
nada más inútil que el arrepentimiento.
BIBLIOGRAFÍA
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la Junta Revolucionaria. Pensamiento oficial, 1945-1948. Colección Pensamiento Político Venezolano del
siglo XX. Documentos para su estudio. Tomo X, Vol. 35, N. 51, Documento N. 137: 171-181. Caracas:
Congreso de la República, 1989.
URD [Unión Republicana Democrática] “Tesis Política de Unión Republicana Democrática aproba-
da por la Primera Convención Nacional” En: Gobierno y época de la Junta Revolucionaria. Los Princi-
pales Partidos, 1945-1948. Colección Pensamiento Político Venezolano del siglo XX. Documentos para su
estudio. Tomo X, Vol. 46, N. 64, Documento N. 59: 437-462. Caracas: Congreso de la República, 1989.
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García P. A. Isaías Medina Angarita. Caracas: Biblioteca Biográfica Venezolana. El Nacional/Banco del
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146
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147
VIDA DE LA ACADEMIA
En la Universidad Católica Andrés Bello, el 19 de febrero, se llevó a cabo el congre-
so La Guayana Esequiba. Visión múltiple de un problema nacional, entre los trabajos
presentados se encuentra el de nuestro Numerario Manuel Donís Ríos “Guyana y su
pretensión de ejercer soberanía en los espacios marítimos de la Zona en Reclamación”.
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Colección Bicentenario
de la Indepedencia
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COLECCIÓN BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA
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COLECCIÓN BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA
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aviso
BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Serie Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela
Distribución: Palacio de las Academias. Bolsa a San Francisco, planta baja.
Distribuidora: Telf.: 482.27.06
Librería: Telf.: 745.40.64
Vol. 54: Descubrimiento y conquista de Venezuela. Estudio preliminar de Joaquín Gabaldón Már-
quez. Tomo I.
Vol. 55: Descubrimiento y conquista de Venezuela.. Advertencia del compilador: Joaquín Gabal-
dón Márquez. Tomo II.
Vol. 56: Tratado de Indias y el doctor Sepúlveda. Fray Bartolomé de las Casas. Estudio preliminar
de Manuel Giménez Fernández.
Vol. 57: Elegías de varones ilustres de Indias. Juan de Castellanos. Estudio preliminar de Isaac J.
Pardo.
Vol. 58: Venezuela en los cronistas generales de Indias. Estudio preliminar de Carlos Felice Cardot.
Tomo I.
Vol. 59: Venezuela en los cronistas generales de Indias. Tomo II.
Vol. 60: Arca de letras y teatro universal. Juan Antonio Navarrete. Estudio preliminar de José Anto-
nio Calcaño.
Vol. 61: Libro de la razón general de la Real Hacienda del departamento de Caracas. José de Li-
monta. Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo.
Vol. 62: Recopilación historial de Venezuela. Fray Pedro de Aguado. Estudio preliminar de Guiller-
mo Morón. Tomo I.
Vol. 63: Recopilación historial de Venezuela. Fray Pedro de Aguado. Tomo II.
Vol. 64: Actas del cabildo eclesiástico de Caracas. Estudio preliminar de Manuel Pérez Vila. Tomo
I (1580-1770).
Vol. 65: Actas del cabildo eclesiástico de Caracas. Tomo II (1771-1808).
Vol. 66: Noticias Historiales de Venezuela. Fray Pedro Simón. Edición restablecida en su texto ori-
ginal, por vez primera por Demetrio Ramos Pérez, con Estudio preliminar y notas. Tomo I.
Vol. 67: Noticias Historiales de Venezuela. Fray Pedro Simón. Idem, también anotado por Deme-
trio Ramos Pérez. Tomo II.
Vol. 68: El Orinoco ilustrado. José Gumilla. Comentario preliminar de José Nucete Sardi y Estudio
bibliográfico de Demetrio Ramos Pérez.
Vol. 69: Los primeros historiadores de las misiones capuchinas en Venezuela. Presentación y estu-
dios preliminares sobre cada autor de P. Buenaventura de Carrocera, O.F.M.
Vol. 70: Relaciones geográficas de Venezuela durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Estudio preliminar
y notas de Antonio Arellano Moreno.
Vol. 71: Ensayo de historia americana. Felipe Salvador Gilij. Traducción y estudio preliminar de
Antonio Tovar. Tomo I.
Vol. 72: Ensayo de historia americana. Felipe Salvador Gilij. Tomo II.
Vol. 73: Ensayo de historia americana. Felipe Salvador Gilij. Tomo III.
Vol. 74: Documentos para la historia de la Iglesia colonial en Venezuela. Estudio preliminar y se-
lección del Padre Guillermo Figuera. Tomo I.
Vol. 75: Documentos para la historia de la Iglesia colonial en Venezuela. Tomo II.
Vol. 76: Instrucción general y particular del estado presente de la provincia de Venezuela en los
años de 1720 y 1721. Pedro José de Olavarriaga. Estudio preliminar de Mario Briceño
Perozo.
Vol. 77: Relato de las misiones de los padres de la Compañía de Jesús en las islas y en Tierra Firme
de América Meridional. P. Pierre Pelleprat, S.J. Estudio preliminar del Padre José del Rey.
Vol. 78: Conversión de Píritu. P. Matías Ruiz Blanco. Tratado histórico. P. Ramón Bueno. Estudio
preliminar y notas de P. Fidel de Lejarza, O.F.M.
Vol. 79: Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Estu-
dio preliminar del P. José del Rey S.J.
Vol. 80: Protocolo del siglo XVI. Estudio preliminar de Agustín Millares Carlo.
Vol. 81: Historia de la Nueva Andalucía. Fray Antonio Caulín. Estudio preliminar y edición crítica
de P. Pablo Ojer, S.J. Tomo I.
Vol. 82: Estudio de la Nueva Andalucía. Fray Antonio Caulín. (Texto y Notas). Tomo II.
Vol. 83: Las Misiones de Píritu. Documentos para su historia. Selección y estudio preliminar de
Lino Gómez Canedo, O.F.M. Tomo I.
Vol. 84: Las Misiones de Píritu. Documentos para su historia. Tomo II.
Vol. 85: Historia de la provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la Amé-
rica. P. Joseph Cassani. S.J. Estudio preliminar y anotaciones al texto del P. José del Rey, S.J.
Vol. 86: La historia del Mundo Nuevo. M. Girolano Benzoni. Traducción y Notas de Marisa Vanni-
ni de Gerulewicz. Estudio preliminar de León Croizat.
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Vol. 88: Misión de los capuchinos en Cumaná. Estudio preliminar y documentación seleccionada
por el R.P. Fray Buenaventura de Carrocera, O.F.M., Cap. Tomo I.
Vol. 89: Misión de los capuchinos en Cumaná. Estudio preliminar y documentación seleccionada
por el R.P. Fray Buenaventura de Carrocera, O.F.M., Cap. Tomo II.
Vol. 90: Misión de los capuchinos en Cumaná. Estudio preliminar y documentación seleccionada
por el R.P. Fray Buenaventura de Carrocera, O.F.M., Cap. Tomo III.
Vol. 91: Historia documentada de los agustinos en Venezuela durante la época colonial. Estudio
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Vol. 92: Las instituciones militares venezolanas del período hispánico en los archivos. Selección y
estudio preliminar de Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 93: Documentos para la historia económica en la época colonial, viajes e informes. Selección
y estudio preliminar de Antonio Arellano Moreno.
Vol. 94: Escritos Varios. José Gumilla. Selección y estudio preliminar de José del Rey, S.J.
Vol. 95: Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771‑1784). Obispo
Mariano Martí. Libro personal. Estudio preliminar de Lino Gómez Canedo, O.F.M. Tomo I.
Vol. 96: Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771‑1784). Obispo
Mariano Martí. Libro personal. Tomo II.
Vol. 97: Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771‑1784). Obispo
Mariano Martí. Libro de inventarios. Tomo III.
Vol. 98: Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771‑1784). Obispo
Mariano Martí. Libro de inventarios. Tomo IV.
Vol. 99: Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771‑1784). Obispo
Mariano Martí. Libro de Providencias. Tomo V.
Vol.100: Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771‑1784). Obispo
Mariano Martí. Compendio de Juan José Guzmán. Tomo VI.
Vol. 101: Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771‑1784). Obispo
Mariano Martí. Compendio de Juan José Guzmán, Tomo VII.
Vol. 102: La Gobernación de Venezuela en el siglo XVII. José Llavador Mira.
Vol. 103: Documentos para el estudio de los esclavos negros en Venezuela. Selección y estudio
preliminar de Ermila Troconis de Veracoechea.
Vol. 104: Materiales para la historia de las artes decorativas en Venezuela. Carlos E. Duarte.
Vol. 105: Las obras pías en la Iglesia colonial venezolana. Selección y estudio preliminar de Ermila
Troconis de Veracoechea.
Vol. 106: El real consulado de Caracas (1793-1810). Manuel Nunes Días.
Vol. 107: El ordenamiento militar de Indias. Selección y estudio preliminar de Santiago-Gerardo
Suárez.
Vol. 108: Crónica de la provincia franciscana de Santa Cruz de la Española y Caracas. José Torrubia.
O.F.M. Estudio preliminar y notas de Odilio Gómez Parente, O.F.M.
Vol. 109: Trinidad, Provincia de Venezuela. Historia de la administración española de Trinidad. Jes-
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Vol. 110: Colón descubrió América del Sur en 1494. Juan Manzano Manzano.
Vol. 111: Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas. Introducción y resumen histórico.
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Vol. 112: Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas. Documentos (1700‑1750). de R. P.
Fray Buenaventura de Carrocera. O. F. M. Capuchino. Tomo II.
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Vol. 118: Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. José
del Rey Fajardo, S. J. Tomo II.
Vol. 119: Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. José
del Rey Fajardo, S. J. Tomo III.
Vol. 120: Hernández de Serpa y su “Hueste” de l569 con destino a la Nueva Andalucía. Jesús María
G. López Ruiz.
Vol. 121: La Provincia Franciscana de Santa Cruz de Caracas. Cuerpo de documentos para su histo-
ria (1513‑1837). Selección, estudio preliminar, introducciones especiales, edición y notas
de Lino Gómez Canedo.
Vol. 122: La Provincia Franciscana de Santa Cruz de Caracas. Cuerpo de documentos para su histo-
ria. Consolidación y expansión (1593-1696). Selección, estudio preliminar, introduccio-
nes especiales, edición y notas de Lino Gómez Canedo.
Vol. 123: La Provincia Franciscana de Santa Cruz de Caracas. Cuerpo de documentos para su histo-
ria. Florecimiento, crisis y extinción (1703-1837). Selección, estudio preliminar, introduc-
ciones especiales, edición y notas de Lino Gómez Canedo.
Vol. 124: El sínodo diocesano de Santiago de León de Caracas de 1687. Valoración canónica del
regio placet a las constituciones sinodales indianas. Manuel Gutiérrez de Arce. Tomo I.
Vol. 125: Apéndices a el sínodo diocesano de Santiago de León de Caracas de 1687. Valoración
canónica del regio placet a las constituciones sinodales indianas. Manuel Gutiérrez de
Arce. Tomo II.
Vol. 126: Estudios de historia venezolana. Demetrio Ramos Pérez.
Vol. 127: Los orígenes venezolanos (Ensayo sobre la colonización española en Venezuela). Jules
Humbert. Traducción Feliciana de Casas
Vol. 128: Materiales para la Historia Provincial de Aragua. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 129: El Oriente venezolano a mediados del siglo XVIII, a través de la visita del Gobernador
Diguja. Alfonso F. González González.
Vol. 130: Juicios de Residencia en la provincia de Venezuela. I. Los Welser. Estudio preliminar de
Marianela Ponce de Behrens, Diana Rengifo y Letizia Vaccari de Venturini.
Vol. 131: Fortificación y Defensa. Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 132: Libros y Bibliotecas en Venezuela Colonial (1633-1767). Siglo XVII (1633-1699). Ildefonso
Leal. Tomo I.
Vol. 133: Libros y Bibliotecas en Venezuela Colonial (1633-1767). Siglo XVII (1727-1767). Ildefonso
Leal. Tomo II.
Vol. 134: Las acciones militares del Gobernador Ruy Fernández de Fuenmayor (1637-1644). Lucas
Guillermo Castillo Lara.
Vol. 135: El Régimen de “Las Gracias al Sacar” en Venezuela durante el período hispánico. Santos
Rodulfo Cortés. Tomo I.
Vol. 136: El Régimen de “Las Gracias al Sacar” en Venezuela durante el período hispánico. (Docu-
mentos anexos). Santos Rodulfo Cortés. Tomo II.
Vol. 137: Las Fuerzas Armadas Venezolanas en la Colonia. Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 138: La Pedagogía Jesuítica en la Venezuela Hispánica. José del Rey Fajardo, S. J.
Vol. 139: Misión de los Capuchinos en Guayana. Introducción y resumen histórico. Documentos,
(1682‑1785. R. P. Fray Buenaventura de Carrocera, O. F. M. Capuchino. ). Tomo I.
Vol. 140: Misión de los Capuchinos en Guayana. Documentos (1760-1785). R. P. Fray Buenaventu-
ra de Carrocera, O. F. M. Capuchino. Tomo II.
Vol. 141: Misión de los Capuchinos en Guayana. Documentos (1785-1819). R. P. Fray Buenaventu-
ra de Carrocera, O. F. M. Capuchino. Tomo III.
Vol. 142: La defensa de la integridad territorial de Guayana en tiempos de Carlos III. María Consuelo
Cal Martínez.
Vol. 143: Los Mercedarios y la política y social de Caracas en los siglos XVII y XVIII. Lucas G. Castillo
Lara. Tomo I.
Vol. 144: Los Mercedarios y la vida política y social de Caracas en los siglos XVII y XVIII. Lucas G.
Castillo Lara. Tomo II.
Vol. 145: Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. II - Juan Pérez de Tolosa y Juan de Ville-
gas. Recopilación y estudio preliminar de Marianela Ponce y Letizia Vaccari de Venturini.
Vol. 146: Las salinas de Araya y el origen de la Armada de Barlovento. Jesús Varela Marcos.
Vol. 147: Los extranjeros con carta de naturaleza de las Indias, durante la segunda mitad del siglo
XVIII. Juan M. Morales Alvarez.
Vol. 148: Fray Pedro de Aguado: Lengua y Etnografía. María T. Vaquero de Ramírez.
Vol. 149: Descripción exacta de la Provincia de Venezuela. Joseph Luis de Cisneros. Estudio preli-
minar de Pedro Grases.
Vol. 150: Temas de Historia Colonial Venezolana. Mario Briceño Perozo.
Vol. 151: Apuntes para la Historia Colonial de Barlovento. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 152: Los comuneros de Mérida (Estudio). Edición conmemorativa del bicentenario del movi-
miento comunero. Tomo I.
Vol. 153: Los censos en la Iglesia Colonial Venezolana (Sistema de préstamos a interés). Estudio
preliminar y recopilación de Ermila Troconis de Veracoechea. Tomo I.
Vol. 154: Los censos en la iglesia Colonial Venezolana (Sistema de préstamos a interés). Recopila-
ción de Gladis Veracoechea y Euclides Fuguett. Tomo II.
Vol. 155: Los censos en la iglesia Colonial Venezolana (Sistema de préstamos a interés). Recopila-
ción de Euclides Fuguett. Tomo III.
Vol. 156: Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Ismael Silva Montañés. Tomo I (A-C).
Vol. 157: La ocupación alemana de Venezuela en el siglo XVI. Período llamado de los Welser (1558-
1536) de Jules Humbert. Traducción y presentación de Roberto Gabaldón.
Vol. 158: Historia del periodismo y de la imprenta en Venezuela. Tulio Febres Cordero G.
Vol. 159: Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Ismael Silva Montañés. Tomo II (CH-K).
Vol. 160: Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. I- Don Francisco Dávila Orejón Gas-
tón (1673-1677). Estudio introductorio, recopilación y selección documental de Letizia
Vaccari S. M.
Vol. 161: Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. II- Don Francisco Dávila Orejón Gas-
tón (1673-1677). Estudio introductorio, recopilación y selección documental, de Letizia
Vaccari S. M.
Vol. 162: Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. III- Don Francisco Dávila Orejón Gas-
tón (1673-1677). Estudio introductorio, recopilación y selección documental de Letizia
Vaccari S. M.
Vol. 163: La aventura fundacional de los isleños. Panaquire y Juan Francisco de León. Lucas Guiller-
mo Castillo Lara.
Vol. 164: Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Ismael Silva Montañés. Tomo III (L‑P).
Vol. 165: La unidad regional. Caracas-La Guaira-Valles, de 1775 a 1825. Diana Rengifo.
Vol. 166: Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Ismael Silva Montañés. Tomo IV (Q-Z).
Vol. 167: Materiales para el estudio de las relaciones inter-étnicas en la Guajira, siglo XVIII. Docu-
mentos y mapas de P. Josefina Moreno y Alberto Tarazona.
Vol. 168: El contrabando holandés en el Caribe durante la primera mitad del siglo XVIII. Celestino
Andrés Araúz Monfante. Tomo I.
Vol. 169: El contrabando holandés en el Caribe durante la primera mitad del siglo XVIII. Celestino
Andrés Araúz Monfante. Tomo II.
Vol. 170: Guayana y el Gobernador Centurión (1766-1776). María Isabel Martínez del Campo.
Vol. 171: Las Milicias. Instituciones militares hispanoamericanas. Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 172: San Sebastián de los Reyes. La ciudad trashumante. Lucas Guillermo Castillo Lara. Tomo I.
Vol. 173: San Sebastián de los Reyes. La ciudad raigal. Lucas Guillermo Castillo Lara. Tomo II.
Vol. 174: Los Ministros de la Audiencia de Caracas (1786-1776). Caracterización de una élite buro-
crática del poder español en Venezuela. Alí Enrique López Bohorquez.
Vol. 175: El control de la gestión administrativa en el juicio de Residencia al Gobernador Manuel
González Torres de Navarra. Marianela Ponce. Tomo I.
Vol. 176: El control de la gestión administrativa en el juicio de Residencia al Gobernador Manuel
González Torres de Navarra. Marianela Ponce. Tomo II.
Vol. 177: El control de la gestión administrativa en el juicio de Residencia al Gobernador Manuel
González Torres de Navarra. Marianela Ponce. Tomo III.
Vol. 178: Historia de Colombia y de Venezuela. Desde sus orígenes hasta nuestros días. Jules Hum-
bert. Traducción de Roberto Gabaldón.
Vol. 179: Noticias historiales de Nueva Barcelona. Fernando del Bastardo y Loayza. Estudio prelimi-
nar y notas de Constantino Maradei Donato.
Vol. 180: La implantación del impuesto del papel Sellado en Indias. María Luisa Martínez de Sali-
nas.
Vol. 181: Raíces pobladoras del Táchira: Táriba, Guásimos (Palmira), Capacho. Lucas Guillermo
Castillo Lara.
Vol. 182: Temas de Historia Colonial Venezolana. Mario Briceño Perozo. Tomo II.
Vol. 183: Historia de Barinas (1577-1800). Virgilio Tosta. Tomo I.
Vol. 184: El Regente Heredia o la piedad heroica. Mario Briceño-Iragorry. Presentación de Tomás
Polanco Alcántara.
Vol. 185: La esclavitud indígena en Venezuela (siglo XVI). Morella A. Jiménez G.
Vol. 186: Memorias del Regente Heredia. José Francisco Heredia. Prólogo de Blas Bruni Celli.
Vol. 187: La Real Audiencia de Caracas en la Historiografía Venezolana (Materiales para su estudio).
Presentación y selección de Alí Enrique López Bohorquez.
Vol. 188: Familias coloniales de San Carlos. Diego Jorge Herrera-Vegas. Tomo I (A-H).
Vol. 189: Familias coloniales de San Carlos. Diego Jorge Herrera-Vegas. Tomo II (I-Z).
Vol. 190: Lenguas indígenas e indigenismos - Italia e Iberoamérica. 1492-1866. Ana Cecilia Peña
Vargas.
Vol. 191: Evolución histórica de la cartografía en Guayana y su significación en los derechos vene-
zolanos sobre el Esequibo. Manuel Alberto Donis Ríos.
Vol. 192: Elementos historiales del San Cristóbal Colonial. El proceso formativo. Lucas Guillermo
Castillo Lara.
Vol. 193: La formación del latifundio ganadero en los Llanos de Apure: 1750-1800. Adelina C. Ro-
dríguez Mirabal.
Vol. 194: Historia de Barinas (1800-1863). Virgilio Tosta. Tomo II.
Vol. 195: La visita de Joaquín Mosquera y Figueroa a la Real Audiencia de Caracas (1804-1809).
Conflictos internos y corrupción en la administración de justicia. Teresa Albornoz de Ló-
pez.
Vol. 196: Ideología, desarrollo e interferencias del comercio caribeño durante el siglo XVII. Rafael
Cartaya A.
Vol. 197: Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (1538-1810). Los Funda-
dores: Juan Maldonado y sus compañeros (1559). Roberto Picón-Parra. Tomo I.
Vol. 198: Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (1538-1810). Los funda-
dores: Juan Rodríguez Suárez y sus compañeros (1558). Roberto Picón‑Parra. Tomo II.
Vol. 199: Historia de Barinas (1864-1892). Virgilio Tosta. Tomo III.
Vol. 200: Las Reales Audiencias Indianas. Fuentes y Bibliografía. Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 201: San Cristóbal, Siglo XVII. Tiempo de aleudar. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 202: Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. Traslado y estudio preliminar
de Antoinette Da Prato-Perelli. Tomo I.
Vol. 203: Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. (Traslado y estudio prelimi-
nar). Antoinette Da Prato-Perelli. Tomo II.
Vol. 204: Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. (Traslado y estudio prelimi-
nar). Antoinette Da Prato-Perelli. Tomo III.
Vol. 205: Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. (Traslado y estudio prelimi-
nar). Antoinette Da Prato‑Perelli. Tomo IV.
Vol. 206: Simón Rodríguez maestro de escuela de primeras letras. Gustavo Adolfo Ruiz.
Vol. 207: Linajes calaboceños. Jesús Loreto Loreto.
Vol. 208: El discurso de la fidelidad. Construcción social del espacio como símbolo del poder regio
(Venezuela siglo XVIII). Carole Leal Curiel.
Vol. 209: Contribución al estudio de la “aristocracia territorial” en Venezuela colonial. La familia
Xerez de Aristeguieta. Siglo XVIII. Elizabeth Ladera de Diez.
Vol. 210: Capacho. Un pueblo de indios en la Jurisdicción de la Villa de San Cristóbal. Inés Cecilia
Ferrero Kelleroff.
Vol. 211: Juan de Castellanos. Estudios de las Elegías de Varones Ilustres. Isaac J. Pardo.
Vol. 212: Historia de Barinas (1893‑1910). Virgilio Tosta. Tomo IV.
Vol. 213: La Nueva Segovia de Barquisimeto. Nieves Avellán de Tamayo. Tomo I.
Vol. 214: La Nueva Segovia de Barquisimeto. Nieves Avellán de Tamayo. Tomo II.
Vol. 215: El Régimen de la Encomienda en Barquisimeto colonial, 1530‑1810. Reinaldo Rojas.
Vol. 216: Crítica y descolonización. El sujeto colonial en la cultura latinoamericana. Beatriz Gonzá-
lez Stephan y Lucía Helena Costigan (Coordinadoras).
Vol. 217: Sobre Gobernadores y Residencias en la Provincia de Venezuela. (Siglos XVI, XVII, XVIII).
Letizia Vaccari.
Vol. 218: Paleografía Práctica (su aplicación en el estudio de los documentos históricos venezola-
nos). Antonio José González Antías y Guillermo Durand González.
Vol. 219: Tierra, gobierno local y actividad misionera en la comunidad indígena del Oriente venezo-
lano: La visita a la Provincia de Cumaná de don Luis de Chávez y Mendoza (1783-1784).
Antonio Ignacio Laserna Gaitán.
Vol. 220: Miguel José Sanz. La realidad entre el mito y la leyenda. Lenín Molina Peñaloza.
Vol. 221: Historia de Barinas (1911-1928). Virgilio Tosta. Tomo V.
Vol. 222: Curazao y la Costa de Caracas: Introducción al estudio del contrabando en la Provincia
de Venezuela en tiempos de la Compañía Guipuzcoana 1730-1780. Ramón Aizpúrua.
Vol. 223: Configuración textual de la recopilación historial de Venezuela de Pedro Aguado. José
María Navarro.
Vol. 224: Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (1558-1810). Roberto
Picón Parra. Tomo III.
Vol. 225: Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (1558-1810). Roberto
Picón Parra. Tomo IV.
Vol. 226: El ordenamiento jurídico y el ejercicio del derecho de libertad de los esclavos en la provin-
cia de Venezuela 1730-1768. Marianela Ponce.
Vol. 227: Los fiscales indianos origen y evolución del Ministerio Público. Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 228: Misiones capuchinas en Perijá. Documentos para su Historia 1682-1819. Ana Cecilia
Peña Vargas. Tomo I.
Vol. 229: Historia social de la región de Barquisimeto en el tiempo histórico colonial 1530-1810.
Reinaldo Rojas.
Vol. 230: Misiones capuchinas en Perijá. Documentos para su historia 1682-1819. Ana Cecilia Peña
Vargas. Tomo II.
Vol. 231: El Teniente Justicia Mayor en la Administración colonial venezolana. Gilberto Quintero.
Vol. 232: En la ciudad de El Tocuyo. Nieves Avellán de Tamayo. Tomo I.
Vol. 233: En la ciudad de El Tocuyo. Nieves Avellán de Tamayo. Tomo II.
Vol. 234: La conspiración de Gual y España y el ideario de la Independencia. Pedro Grases.
Vol. 235: Juan Picornell y la conspiración de Gual y España. Casto Fulgencio López.
Vol. 236: Aportes documentales a la historia de la arquitectura del período hispánico venezolano.
Carlos F. Duarte.
Vol. 237: El mayorazgo de los Cornieles. Zulay Rojo.
Vol. 238: La Venezuela que conoció Juan de Castellanos. Siglo XVI (Apuntes geográficos). Marco
Aurelio Vila.
Vol. 239: Nuestra Señora del Rosario de Perijá. Documentos para su historia. Ana Cecilia Peña Var-
gas. Tomo I.
Vol. 240: Nuestra Señora del Rosario de Perijá. Documentos para su historia. Ana Cecilia Peña Var-
gas. Tomo II.
Vol. 241: Nuestra Señora del Rosario de Perijá. Documentos para su historia. Ana Cecilia Peña Var-
gas. Tomo III.
Vol. 242: Testimonios de la visita de los oficiales franceses a Venezuela en 1783. Carlos Duarte.
Vol. 243: Dos pueblos del sur de Aragua: La Purísima Concepción de Camatagua y Nuestra Señora
del Carmen de Cura. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 244: Conquista espiritual de Tierra Firme. Rafael Fernández Heres.
Vol. 245: El Mayorazgo del Padre Aristiguieta. Primera herencia del Libertador. Juan M. Morales.
Vol. 246: De la soltería a la viudez. La condición jurídica de la mujer en la provincia de Venezuela en
razón de su estado civil. Estudio preliminar y selección de textos legales. Marianela Ponce.
Vol. 247: Las bibliotecas jesuíticas en la Venezuela colonial. José del Rey Fajardo, S. J. Tomo I.
Vol. 248: Las bibliotecas jesuíticas en la Venezuela colonial. José del Rey Fajardo, S. J. Tomo II.
Vol. 249: Catecismos católicos de Venezuela hispana (Siglos XVI-XVIII). Compilación de los textos,
notas y estudio preliminar de Rafael Fernández Heres. Tomo I.
Vol. 250: Catecismos católicos de Venezuela hispana (Siglos XVI-XVIII). Compilación de los textos,
notas y estudio preliminar de Rafael Fernández Heres. Tomo II.
Vol. 251: Catecismos católicos de Venezuela hispana (Siglos XVI-XVIII). Compilación de los textos,
notas y estudio preliminar de Rafael Fernández Heres. Tomo III.
Vol. 252: Aristócratas, honor y subversión en la Venezuela del Siglo XVIII. Frédérique Langue.
Vol. 253: Noticia del principio y progreso del establecimiento de las misiones de gentiles en río
Orinoco, por la Compañía de Jesús. Agustín de Vega. Estudio introductorio de José del Rey
Fajardo, S. J. y Daniel Barandiarán.
Vol. 254: Patrimonio hispánico venezolano perdido (con un apéndice sobre el arte de la sastrería).
Carlos F. Duarte.
Vol. 255: Nortemar Aragüeño. Las querencias de Azul y Oro. Noticias coloniales de Choroní, Chuao
y Zepe. Lucas Guillermo Castillo Lara. Tomo I.
Vol. 256: Nortemar Aragüeño. Las querencias de Azul y Oro. Noticias coloniales de Choroní, Chuao
y Zepe. Lucas Guillermo Castillo Lara. Tomo II.
Vol. 257: Separación matrimonial y su proceso en la época colonial. Antonietta Josefina De Rogatis
Restaino.
Vol. 258: Niebla en las sierras. Los aborígenes de la región centro-norte de Venezuela 1550-1625.
Horacio Biord.
Vol. 259: Asentamiento español y articulación interétnica en Cumaná (1560-1620). Ricardo Igna-
cio Castillo Hidalgo.
Vol. 260: Francisco de Miranda y su ruptura con España. Manuel Hernández González.
Vol. 261: De la Ermita de Ntra. Sra. Del Pilar de Zaragoza al convento de San Francisco. Edda Samu-
dio.
Vol. 262: La República de las Letras en la Venezuela Colonial (la enseñanza de las Humanidades en
los colegios jesuíticos). José del Rey Fajardo S.J.
Vol. 263: La estirpe de las Rojas. Antonio Herrera-Vaillant B.
Vol. 264: La estirpe de las Rojas. Antonio Herrera-Vaillant B.
Vol. 265: La artesanía colonial en Mérida (1556-1700). Luis Alberto Ramírez Méndez.
Vol. 266: El Cabildo de Caracas. Período de la colonia (1568-1810). Pedro Manuel Arcaya.
Vol. 267: Nuevos aportes documentales a la historia de las artes en la provincia de Venezuela (pe-
ríodo hispánico). Carlos R. Duarte.
Vol. 268: A son de caja de guerra y voz de pregonero. Los Bandos de Buen Gobierno de Mérida.
Venezuela 1770-1810. Edda O. Samudio y David J. Robinson.
Vol. 269: El Nudo Deshecho: compendio genealógico de el Libertador. Antonio A. Herrera-Vaillant B.
Vol. 270: Los Jesuitas en Venezuela. Nosotros también somos gente. Indios y Jesuitas en la Orinoquia.
José del Rey Fajardo.
Vol. 271: El cabildo de Caracas durante el período de los Borbones: cartas del cabildo de Caracas
1741-1821. Lila Mago de Chópite.
Vol. 272: La provincia de Guayana para mediados del siglo XVIII. Manuel Alberto Donís Ríos.
BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Serie Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela
INDIVIDUOS DE NUMERO
I. GUILLERMO MORÓN
II. ILDEFONSO LEAL
III. ERMILA DE VERACOECHEA
IV. CARLOS F. DUARTE
V. MARIO SANOJA OBEDIENTE
VI. TOMÁS ENRIQUE CARRILLO BATALLA
VII. MARIANELA PONCE
VIII. RAMÓN TOVAR LÓPEZ
IX. JOSÉ DEL REY FAJARDO, S.J.
X. MANUEL RODRÍGUEZ CAMPOS
XI. ELÍAS PINO ITURRIETA
XII. JOSÉ RAFAEL LOVERA
XIII. PEDRO CUNILL GRAU
XIV. GERMÁN JOSÉ CARDOZO GALUÉ
XV. INÉS QUINTERO
XVI. GERMÁN CARRERA DAMAS
XVII. MARÍA ELENA GONZÁLEZ DELUCA
XVIII. MANUEL DONÍS
XIX. EDGARDO MONDOLFI GUDAT
XX. María Elena Plaza
XXI. Diego Bautista Urbaneja
XXII. Rogelio Pérez Perdomo
Los Académicos de Número y los Miembros Correspondientes son colaboradores natos de este Boletín. La colaboración
de otros autores sólo se publicará cuando sea solicitada. Ni la Academia ni la Comisión Editora de su Boletín son necesari-
amente responsables de las ideas expresadas por los colaboradores.
Publicación arbitrada, propiedad de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela.
ISSN: 0254-7325
SUCESIÓN DE ACADÉMICOS
A. J.P. Rojas Paúl, Fundador de la Academia como Presidente de la República. (No provista después de su muerte).
B. Vicente Coronado - Rafael Villavicencio - Lisandro Alvarado - Mario Briceño Iragorry - Alfredo Boulton - Pedro
Grases - Héctor Bencomo Barrios - María Elena Plaza (20).
C. José de Briceño - Manuel María Urbaneja* - León Lameda* - Pablo Giusseppi Monagas - Alfredo Jahn - Julio
Planchan - Jesús Sanabria Bruzual* - Héctor Parra Márquez - Santiago Gerardo Suárez - Simón Alberto Consalvi -
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D. Julián Viso - José Manuel de los Ríos* - R. López Baralt - Andrés Ponte - Héctor García Chuecos - José Carrillo
Moreno - Lucas Guillermo Castillo Lara - Germán José Cardozo Galué (14).
E. Ezequiel María González - Jesús Muñoz Tébar - Pedro Manuel Arcaya - Edgar Sanabria - Marianela Ponce (7).
F. Laureano Villanueva - José Ladislao Andara - José E. Machado - Pedro Emilio Coll - Mariano Picón Salas - Jerónimo
Martínez Mendoza - José Luis Salcedo-Bastardo - Manuel Caballero - Manuel Donís (18).
G. Martín J. Sanabria - Andrés Mata - César Zumeta - Luis Beltrán Guerrero - José Rafael Lovera (12).
H. Jacinto Regino Pachano - Ricardo Ovidio Limardo* - Heraclio Martín de la Guardia* - Ángel César Rivas
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I. Amenodoro Urdaneta - F. Tosta García - Vicente Dávila - Carlos Felice Cardot - Carlos F. Duarte (4).
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- Eminentísimo Cardenal José Humberto Quintero - Rafael Fernández Heres - Edgardo Mondolfi Gudat (19).
K. J. M. Nuñez de Cáceres - José Gil Fortoul - Jesús A. Cova - Blas Bruni Celli - Diego Bautista Urbaneja (21).
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LL. Francisco González Guinán - Rafael Requena* - Pedro José Muñoz - Mario Sanoja Obediente (5).
M. Andrés A. Level - Pedro Ezequiel Rojas* - Vicente Lecuna - Eduardo Picón Lares* - Mario Briceño Perozo - Manuel
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N. Andrés Silva - Manuel Fombona Palacio - R. Villanueva Mata - Diego Bautista Urbaneja* - Enrique Bernardo
Nuñez - Carlos Manuel Möller - José Antonio Calcaño - José Antonio de Armas Chitty - Elías Pino Iturrieta (11).
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Brice - Ildefonso Leal (2).
P. Telasco A. Mac Pherson - Manuel Diez - Santiago Key-Ayala - Guillermo Morón (1) actual Decano.
Q. Marco Antonio Saluzzo - Francisco Jiménez Arráiz - Cristóbal L. Mendoza - Ermila de Veracoechea (3).
R. Teófilo Rodríguez - Juan José Mendoza - Joaquín Gabaldón Márquez - Manuel Pérez Vila - Manuel Alfredo
Rodríguez - Pedro Cunill Grau (13).
S. Eduardo Blanco - Laureano Vallenilla Lanz - Esteban Gil Borges* - Diego Carbonell - Antonio Alamo - Ramón
Díaz Sánchez - Tomás Pérez Tenreiro - José del Rey Fajardo (9)
T. Felipe Tejera - M. Díaz Rodríguez - Luis Alberto Sucre - Caracciolo Parra Pérez - Ramón J. Velásquez**.
V. Luis Level de Goda - Ángel Rivas Baldwin* - Carlos F. Grisanti - Rufino Blanco Fombona - Ambrosio Perera -
Nicolás Perazzo - Tomás Enrique Carrillo Batalla (6).
X. Antonio Parejo - Pbro. Ricardo Arteaga - Rafael Cabrera Malo - Plácido Daniel Rodríguez Rivero - Lucila L. de Pérez
Díaz - Rafael Armando Rojas - Germán Carrera Damas (16).
Y. R. Andueza Palacio - Manuel Clemente Urbaneja* - José Santiago Rodríguez - Virgilio Tosta - María Elena González
Deluca (17).
Z. Pedro Arismendi Brito - Manuel Segundo Sánchez - Eduardo Röhl - Arturo Uslar Pietri - Santos Rodulfo Cortés**.
Los consulados extranjeros desempeñaron un papel mediador durante el conflicto en Ciudad Bolívar, procurando una solución pacífica y presionando por la seguridad de los residentes extranjeros. Delegaciones encabezadas por cónsules de países como Estados Unidos y Alemania participaron en las negociaciones de rendición y solicitaron tratar con benevolencia a los revolucionarios, aunque sus esfuerzos fueron en gran parte infructuosos .
El comercio fue un pilar fundamental para el fortalecimiento económico de las familias coloniales en Mérida y Gibraltar durante el siglo XVII, permitiendo a estas familias consolidar su poder y riqueza. En Mérida, los comerciantes y hacendados utilizaron su influencia para integrar el comercio regional, actuando como intermediarios comerciales que compraban y vendían productos agrícolas como cacao y tabaco. Estas transacciones se llevaban a cabo a través de compañías comerciales, las cuales permitían la participación de inversores y agentes menores que facilitaban la extensión de redes comerciales hacia importantes puertos, como Sevilla y Veracruz, y otras regiones como Maracaibo y Cartagena . Por otra parte, Gibraltar fue un importante núcleo comercial, evidenciado por el significativo movimiento mercantil que dominó el 77,75% del valor de la producción comerciada en la región y la mayoría de los impuestos recaudados en la provincia . Las familias más adineradas y poderosas como los Ribas y los Zurbarán controlaron tanto la producción como el comercio al poseer extensas haciendas productoras que permitieron la exportación directa de productos como cacao y tabaco, eliminando intermediarios y manteniendo el negocio dentro del clan familiar . El comercio en esta área no solo generó riqueza, sino que también estableció una estructura social y económica basada en fuertes vínculos familiares y consanguíneos que mantenían el poder económico y tierras en pocas manos, generando una red endogámica que facilitó la continuidad y expansión del poder mercantil de estas familias .
El contexto político en el siglo XVII impactó significativamente el desarrollo de las compañías comerciales en las zonas de Mérida y Gibraltar por la influencia de las élites locales en la estructura económica y la consolidación de poder mediante la integración vertical. En Mérida y Gibraltar, las familias terratenientes formaron compañías comerciales que aprovecharon las redes consanguíneas y matrimoniales para controlar tanto la producción como la comercialización de productos como el cacao y el tabaco . Este control les permitió mantener el poder económico y establecer vínculos con puertos clave en Sevilla y Veracruz, en un sistema donde el comercio transatlántico se veía favorecido por las políticas coloniales del Imperio español . Las compañías operaban bajo un marco legal que permitía la incorporación de socios, facilitando inversiones colectivas y la distribución de beneficios, lo que ayudaba a superar las barreras impuestas por las distancias geográficas y las complejidades institucionales del comercio colonial . Además, Gibraltar se consolidó como un punto clave, participando en el 77,75% del comercio regional, lo que refleja su importancia dentro del sistema económico de la región . El establecimiento de un cambio basado en el cacao como moneda en Gibraltar y la figura de las ferias también revela la adaptación a las circunstancias locales para superar las limitaciones económicas y de disponibilidad de moneda .
Juan Vicente Gómez utilizó varias estrategias para asegurar la victoria del gobierno durante la rendición de Ciudad Bolívar. Primero, logró rodear completamente a los rebeldes, estableciendo avanzadas en las calles de la ciudad y situando artillería de tierra estratégicamente para controlar el área y evitar cualquier escape . Gómez también implementó un bloqueo de los puertos y un corte de líneas telegráficas para aislar la ciudad . Además, coordinó ataques simultáneos desde diferentes flancos, aumentando la presión sobre los rebeldes, mientras aseguraba que las tropas tomaran posiciones ventajosas en terrenos elevados como el cerro Zamuro . Su efectiva coordinación y cerco hicieron que los defensores no tuvieran posibilidad de resistir por mucho tiempo, obligándolos a rendirse por hambre debido a la falta de suministros . Finalmente, tras intensos combates y un asedio estratégico, las fuerzas gubernamentales pudieron tomar la ciudad, consolidando su control sobre la región y poniendo fin a la resistencia rebelde .
El gobierno lopecista durante el período 1936-1945 enfrentó dificultades para distinguir entre oposición política legítima y subversión debido a varias razones. Aunque el régimen de López Contreras fue percibido como un avance hacia la democracia, elementos de represión persistieron. Por ejemplo, se aplicaron leyes como la Ley de Orden Público (Ley Lara) para controlar la actividad comunista y subversiva, destacando el rechazo de establecer una colonia penal para comunistas, pero se permitía la expulsión de líderes opositores como una medida más "legal" . Además, la prensa y los sindicatos gozaban de libertad, pero esta era limitada a opiniones no adversas al régimen; de hecho, cuando los diarios externaban opiniones adversas, enfrentaban sanciones económicas . También hubo críticas por el ventajismo y las argucias en procesos electorales para controlar el poder, como se observa en el uso de artimañas electorales y el control sobre la celebración de elecciones que permitió cierta presencia opositora . Estas circunstancias muestran una gestión que por un lado respetaba ciertos aspectos legales y formales de la democracia, pero que por otro seguía empleando métodos que limitaban la plena expresión de la oposición política, evidenciando una confusión entre medidas de seguridad y represión política. .
La estructura comercial en Gibraltar influyó significativamente en el comercio entre las regiones productoras de tabaco y cacao y los centros comerciales de Sevilla por medio de una integración vertical. En Gibraltar, los mercaderes eran a menudo propietarios de haciendas de cacao y tabaco, lo que les otorgó solidez en la comercialización de estos productos al eliminar intermediarios y controlar las fases de producción y distribución . Gibraltar servía como puerto de exportación de tabaco a Sevilla y de cacao a la Nueva España, gestionando una red comercial que incluía asociaciones basadas en lazos familiares y confianza, necesarias para operar el comercio en múltiples plazas . Estos comerciantes importantes establecían redes que comenzaban en Sevilla y se ampliaban a otros puertos importantes, contribuyendo al intercambio dinámico de bienes, incluidos productos europeos a cambio de tabaco y cacao. Esta infraestructura comercial permitió que Gibraltar jugara un papel crucial en la articulación de las redes mercantiles que conectaban a Sevilla con el Nuevo Mundo .
Los estudiantes universitarios tuvieron un papel crucial en el cambio ideológico en Venezuela después de 1936, al participar activamente en la creación de un clima de debate y apertura democrática. Después de la dictadura de Gómez, la transición política facilitó un entorno donde los intelectuales, incluyendo estudiantes, escritores y artistas, pudieron expresar libremente sus ideas, impulsando un cambio desde dentro de la sociedad . Además, el contexto político permitió que las reformas y las demandas de cambio, a menudo articuladas por este grupo, fueran discutidas y parcialmente implementadas a nivel nacional . Esta nueva generación de estudiantes e intelectuales jugó un papel significativo en el cuestionamiento y eventual caída de los regímenes autoritarios, promoviendo una identidad de modernidad y democracia que influenció profundamente el paisaje ideológico del país .
Cipriano Castro rechazó la propuesta de clemencia hacia Farreras argumentando que permitirle partir en libertad lo haría responsable de sus crímenes, exponiéndose así a ser considerado más criminal que él. Castro sostenía que debía cumplir con su deber, incluso a riesgo de comprometer su propia existencia, reflejando una postura estricta e irreductible ante la petición de benevolencia . Además, Nicolás Rolando, al pedir condescendencia para Farreras, recibió una respuesta contundente de Castro que ponía en duda su honor y patriotismo .
Rolando reaccionó con enojo ante la respuesta negativa de Cipriano Castro a su propuesta de clemencia a Farreras. Se sintió enfurecido por el tono de Castro, quien lo acusó de falta de honradez y patriotismo, y le respondió con notas dirigidas al cuerpo consular y al pueblo de Guayana, culpando a Castro por el derramamiento de sangre inminente .
Unanswerable Question