ARQUIDIÓCESIS PRIMADA DE MÉXICO
MISA DE LA FIESTA DE
LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
Ecucim y La Liturgia (piedad Popular)
Desafíos
2873 Un elevado número de personas vive su fe y su vinculación a la Iglesia —personal
o grupalmente— a través de formas bastante variadas de religiosidad popular;
esto nos exige valorar, dinamizar, completar y purificar tales expresiones
religiosas como un medio importante de diálogo entre el Evangelio y la cultura, y
como un medio decisivo en la pedagogía de la fe.
Hechos
2874 Las prácticas de religiosidad popular, a pesar de algunos datos negativos, son
vividas con un sentido de verdadera “tradición”: la transmisión de valores
cristianos profundos que van generando responsabilidad y compromiso en orden a
su misma conservación.
2875 La religiosidad popular, tanto por su sentido eminentemente comunitario —que
generalmente se expresa en grandes grupos— como por su sentido de patrimonio
espiritual y moral, es un medio de fuerte identidad católica dentro de un contexto
cultural determinado.
2877 Las manifestaciones de religiosidad popular son aprovechadas —en ocasiones—
para fines lucrativos por quienes, carentes de sentido de fe, las utilizan como un
negocio particular.
2878 En las prácticas de religiosidad popular es frecuente la ignorancia religiosa que
genera supersticiones, desvincula de la verdadera comunidad eclesial, provoca
rupturas con la moral cristiana.
2879 Los grupos sectarios, aunque adversos a la religiosidad popular, encuentran en
esos ambientes, cuando están poco evangelizados, un campo propicio para sus
actividades proselitistas.
2880 La religiosidad popular está siendo vaciada de su contenido cristiano por el
impacto del secularismo; también se están introduciendo en ella ciertas ideas
esotéricas o de religiones orientales.
Según dice el Directorio para la piedad popular y la Liturgia, en el n. 123: “La fiesta del 2 de Febrero
conserva un carácter popular. Sin embargo es necesario que responda verdaderamente al sentido
auténtico de la fiesta. No resultaría adecuado que la piedad popular, al celebrar la Presentación del
Señor, se olvidase el contenido cristológico, que es el fundamental, para quedarse casi exclusivamente
en los aspectos mariológicos; el hecho de que deba “ser considerada …como memoria simultánea del
Hijo y de la Madre” no autoriza semejante cambio de la perspectiva; las velas, conservadas en los
hogares, deben ser para los fieles un signo de Cristo “luz del mundo” y por lo tanto, un motivo para
expresar la fe...”
2
LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
(Fiesta de la Candelaria)
2 de febrero
Los orientales llaman a esta fiesta Hipapante-El Encuentro. El Señor, niño, es presentado en el Templo.
Simeón y Ana, movidos por el Espíritu Santo, dan testimonio de lo que es Cristo. Simeón dice que será
Luz de los pueblos; por eso las candelas. Hoy se clausuran las solemnidades de la Manifestación o
Epifanía del Señor.
Ritos Iniciales
Antífona de Entrada
Cfr. Sal 47, 10-11
Meditamos, Señor, los dones de tu amor,
en medio de tu templo.
Tu alabanza llega hasta los confines de la tierra
como tu fama.
Tu diestra está llena de justicia.
CANTO DE ENTRADA
Se hace el canto de entrada de la Misa. Al llegar el sacerdote al altar, hace la debida reverencia y, si se
cree conveniente, lo inciensa.
El sacerdote, terminado el canto, dirigiéndose al pueblo, dice:
V. En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo.
R. Amén.
SALUDO
Después, el celebrante, extendiendo las manos, saluda al pueblo diciendo:
V. La gracia de nuestro Señor Jesucristo,
el amor del Padre
y la comunión del Espíritu Santo
estén con todos ustedes.
R. Y con tu espíritu.
Monición del celebrante
Después dice una monición introductoria al rito, invitando a los fieles a participar en él activa y
conscientemente, con estas palabras u otras semejantes:
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V. Queridos hermanos: Hace cuarenta días, celebramos con júbilo
el nacimiento del Señor. Hoy conmemoramos el día dichoso en
que Jesús fue presentado en el templo por María y José, para
cumplir públicamente con la ley de Moisés, pero, en realidad,
para venir al encuentro de su pueblo que lo esperaba con fe.
Impulsados por el Espíritu Santo, vinieron al templo aquellos
dos santos ancianos, Simeón y Ana, e iluminados por el mismo
Espíritu, reconocieron al Señor y lo anunciaron jubilosamente a
todos. Así también nosotros, congregados en la unidad por el
Espíritu Santo, venimos al encuentro de Cristo en la casa de
Dios.
Lo encontraremos y reconoceremos en la fracción del pan,
mientras llega el día en que se manifieste glorioso.
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ACTO PENITENCIAL
A continuación se hace el acto penitencial al que el sacerdote invita a los fieles, diciendo:
V. Hermanos: Al comenzar esta celebración eucarística,
pidamos a Dios que nos conceda
la conversión de nuestros corazones;
así obtendremos la reconciliación
y se acrecentará nuestra comunión con Dios
y con nuestros hermanos.
Se hace una breve pausa en silencio. Después, todos dicen en común la fórmula de la confesión general.
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Y golpeándose el pecho dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Luego prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
Sigue la absolución del sacerdote:
V. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
El pueblo responde:
R. Amén.
Invocaciones
Se cantan o se dicen las invocaciones siguientes:
V. Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.
V. Cristo, ten piedad. R. Cristo, ten piedad.
V. Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.
Se dice Gloria.
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Terminado el himno del Gloria el celebrante dice la Oración Colecta como de ordinario.
ORACION COLECTA
V. Oremos.
Y todos, junto con el celebrante, oran en silencio durante un breve espacio de tiempo.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
V. Dios todopoderoso y eterno,
suplicamos humildemente a tu majestad
que así como en este día
fue presentado al templo tu Unigénito
en su realidad humana como la nuestra,
así nos concedas, con el espíritu purificado,
ser presentados ante ti.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Prosigue luego la Misa de la manera acostumbrada.
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Liturgia de la Palabra
Primera Lectura
Del libro del profeta Malaquías.
3,1-4
E sto dice el Señor: “He aquí que yo envío a mi mensajero. El preparará el
camino delante de mí. De improviso entrará en el santuario el Señor, a
quien ustedes buscan, el mensajero de la alianza a quien ustedes desean.
Miren: Ya va entrando, dice el Señor de los ejércitos.
¿Quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién quedará en pie
cuando aparezca? Será como fuego de fundición, como la lejía de los
lavanderos. Se sentará como un fundidor que refina la plata; como a la plata
y al oro, refinará a los hijos de Leví y así podrán ellos ofrecer, como es
debido, las ofrendas al Señor. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá
y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos”.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Del Salmo 23
R. El Señor es el rey de la gloria.
1. Puertas, ábranse de par en par;
agrándense, portones eternos,
porque va a entrar el rey de la gloria. R.
2. ¿Y quién es el rey de la gloria?
Es el Señor, fuerte y poderoso,
el Señor, poderoso en la batalla. R.
3. Puertas, ábranse de par en par;
agrándense, portones eternos,
porque va a entrar el rey de la gloria. R.
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4. Y ¿quién es el rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos,
es el rey de la gloria. R.
Segunda Lectura
De la carta a los hebreos.
3,1-4
H ermanos: Todos los hijos de una familia tienen la misma sangre; por
eso, Jesús quiso ser de nuestra misma sangre, para destruir con su
muerte al diablo, que mediante la muerte, dominaba a los hombres, y para
liberar a aquellos que, por temor a la muerte, vivían como esclavos toda su
vida.
Pues como bien saben, Jesús no vino a ayudar a los ángeles, sino a los
descendientes de Abraham; por eso tuvo que hacerse semejante a sus
hermanos en todo, a fin de llegar a ser sumo sacerdote, misericordioso con
ellos y fiel en las relaciones que median entre Dios y los hombres, y expiar así
los pecados del pueblo. Como él mismo fue probado por medio del
sufrimiento, puede ahora ayudar a los que están sometidos a la prueba.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
Lc 2, 32.
R. Aleluya, aleluya.
Tú eres, Señor, la luz que alumbra a las naciones
y la gloria de tu pueblo, Israel.
R. Aleluya.
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EVANGELIO
V. El Señor esté con ustedes
R. Y con tu espíritu.
V. Del santo Evangelio según san Lucas
2,22-40
R. Gloria a ti, Señor.
T ranscurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de
Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al
Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será
consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de
tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso
de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo,
el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del
Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban
con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en
brazos y bendijo a Dios, diciendo:
“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo,
según lo que me habías prometido,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
al que has preparado para bien de todos los pueblos;
luz que alumbra a las naciones
y gloria de tu pueblo, Israel”.
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes
palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció:
“Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel,
como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los
pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el
alma”.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser.
Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada, y tenía
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ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de
noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel
momento dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que
aguardaban la liberación de Israel.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se
volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y
fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN DE LOS FIELES
V. Oremos a Jesús, el Señor, que, para cumplir la ley de Moisés,
quiso ser presentado en el templo, y pidámosle que, como
sacerdote compasivo, ruegue por nosotros y con nosotros, sus
hermanos:
R. Te Rogamos, Señor.
1. Para que Cristo, luz que resplandece sobre la faz de la Iglesia, conceda a
sus fieles convertirse en luz del mundo y sal de la tierra, roguemos al
Señor. R.
2. Para que el Salvador del mundo sea anunciado y presentado ante todos los
pueblos y se revele como luz de todas las naciones, roguemos al Señor.
R.
3. Para que los ancianos y los moribundos, al ver que se acerca el fin de sus
días dejen este mundo en paz, seguros de que, terminada su carrera,
verán al Salvador, roguemos al Señor. R.
4. Para que Cristo, luz que alumbra a todo hombre venido al mundo, no sea
para nosotros causa de caída, sino de levantamiento y de resurrección,
roguemos al Señor. R.
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CONCLUSIÓN
V. Señor, Dios todopoderoso, que, en el final de su camino,
realizaste los deseos santos de los ancianos Simeón y Ana,
escucha nuestra oración y haz que también nuestros ojos
puedan contemplar al Salvador en el templo eterno de tu gloria.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
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LITURGIA EUCARÍSTICA
El celebrante toma la patena con el pan y dice en voz baja:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan,
fruto de la tierra y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos;
él será para nosotros pan de vida.
Después, deja sobre el corporal la patena con el pan.
El diácono o el celebrante echa vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto:
Por el misterio de esta agua y este vino,
haz que compartamos la divinidad
de quien se ha dignado participar
de nuestra humanidad.
Después, el celebrante toma el cáliz y dice en voz baja:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino,
fruto de la vid y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos;
él será para nosotros bebida de salvación.
Después deja sobre el corporal el cáliz. Luego, el celebrante, inclinado profundamente, dice en secreto:
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde;
que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea
agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro.
Luego el celebrante, se lava las manos, diciendo en secreto:
Lava del todo mi delito, Señor,
y limpia mi pecado.
Después, de pie en el centro del altar, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, dice:
V. Oren, hermanos, para que este sacrificio,
mío y de ustedes,
sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
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El pueblo se pone de pie y responde:
R. El Señor reciba de tus manos este sacrificio,
para alabanza y gloria de su nombre,
para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
V. Que te sea grata, Señor,
la ofrenda de tu Iglesia desbordante de alegría,
tú que quisiste que tu Unigénito
te fuera ofrecido, como Cordero inmaculado,
para la vida del mundo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
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Prefacio
El misterio de la Presentación del Señor
V. El Señor esté con ustedes. R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón. R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario.
E n verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Porque al ser presentado hoy en el templo tu Hijo,
eterno como tú,
fue proclamado por el Espíritu Santo
gloria de Israel y luz de las naciones.
Por eso, nosotros, al acudir hoy llenos de júbilo
al encuentro del Salvador,
te alabamos con los ángeles y los santos,
diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
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El celebrante con las manos extendidas dice:
CP Santo eres en verdad, Señor,
fuente de toda santidad;
Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas dice:
CC por eso te pedimos
que santifiques estos dones
con la efusión de tu Espíritu,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente diciendo:
de manera que se conviertan para nosotros
en el Cuerpo y la Sangre
de Jesucristo, nuestro Señor.
Junta las manos.
En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse con claridad, como lo
requiere la naturaleza de estas.
El cual,
cuando iba a ser entregado a su Pasión,
voluntariamente aceptada,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, dándote gracias, lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
“Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo,
que será entregado por ustedes”.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego en la patena y lo adora haciendo
genuflexión.
Después prosigue.
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Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz,
y, dándote gracias de nuevo,
lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
“Tomen y beban todos de él,
porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que será derramada
por ustedes y por muchos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía”.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.
Luego dice una de las siguientes fórmulas:
CP Éste es el Misterio de la fe.
O bien:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
Y el pueblo prosigue aclamando:
Anunciamos tu muerte
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
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Después el celebrante, con las manos extendidas, dice:
CC Así, pues, Padre,
al celebrar ahora el memorial
de la muerte y resurrección de tu Hijo,
te ofrecemos
el pan de vida y el cáliz de salvación,
y te damos gracias
porque nos haces dignos
de servirte en tu presencia.
Te pedimos humildemente
que el Espíritu Santo congregue en la unidad
a cuantos participamos
del Cuerpo y Sangre de Cristo.
C1 Acuérdate, Señor,
de tu Iglesia extendida por toda la tierra
y con el Papa N., con nuestro Obispo N.
y todos los pastores que cuidan de tu pueblo,
llévala a su perfección por la caridad.
C2 Acuérdate también de nuestros hermanos
que se durmieron en la esperanza de la resurrección,
y de todos los que han muerto en tu misericordia;
admítelos a contemplar la luz de tu rostro.
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Ten misericordia de todos nosotros,
y así, con María, la Virgen de Guadalupe,
Madre de Dios, su esposo san José,
los apóstoles, y cuantos vivieron
en tu amistad a través de los tiempos
merezcamos, por tu Hijo Jesucristo,
compartir la vida eterna
y cantar tus alabanzas.
Junta las manos.
Eleva la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos, dice:
CP Por Cristo, con él y en él,
o a ti , Dios Padre omnipotente,
CC en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
R. Amén.
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RITO DE LA COMUNIÓN
Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el celebrante, con las manos juntas, dice:
V. Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
P adre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
El celebrante continúa
V. Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
R. Y con tu espíritu.
Junta las manos.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
R. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria,
por siempre, Señor.
Después el celebrante, con las manos extendidas, dice en voz alta:
V. Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles:
“La paz les dejo, mi paz les doy”,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
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Junta las manos.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Después continúa:
V. La paz del Señor esté siempre con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
V. Dense fraternalmente la paz.
Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena y pone una partícula dentro del cáliz,
diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz, sean para nosotros
alimento de vida eterna.
Mientras tanto, se canta o se dice:
R. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
A continuación el celebrante, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permitas que me separe de ti.
El celebrante hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la
patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
V. Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.
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El celebrante, vuelto hacia el altar, dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo. Después toma el cáliz y dice en secreto:
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.
Cuando el celebrante ha comulgado el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
Lc 2, 30-31
Mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has puesto ante la vista de todos los pueblos.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
V. Señor, por este santo sacramento que acabamos de recibir,
lleva a su plenitud en nosotros la obra de tu gracia,
tú, que colmaste las esperanzas de Simeón;
para que, así como él no vio la muerte
sin que antes mereciera tener en sus brazos a Cristo,
así nosotros, al salir al encuentro del Señor,
merezcamos alcanzar la vida eterna.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Antes de concluir la celebración Eucarística, sugerimos, se haga la
bendición de las imágenes del Niño Jesús y, si hay, de las velas. Proponemos
la siguiente oración.
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BENDICIÓN de las imágenes de Niño Dios
El celebrante puede hacer una monición explicando el sentido de bendecir la imagen de Jesús Niño, lo
que representa: imagen y proyección de lo invisible; acoger a Jesús en nuestro hogar y en nuestro
corazón.
El celebrante, con las manos extendidas, invita a que abracen las imágenes y dice la siguiente oración
de bendición:
V. Te bendecimos, Padre,
amigo entrañable del género humano,
porque enviaste al mundo a tu Palabra,
para que, encarnándose en la Virgen purísima,
fuera nuestro salvador y nuestro hermano primogénito,
en todo igual a nosotros, menos en el pecado.
En Cristo nos diste el supremo modelo de santidad;
la Iglesia lo venera en su infancia
y, cuando lo mira como débil niño en la cuna,
lo adora como Dios todopoderoso;
cuando contempla su rostro,
ve en él la expresión de tu bondad,
A ti, pues, Señor, te pedirnos humildemente
que tus hijos, al venerar esta imagen de Cristo,
tengan los sentimientos propios de Cristo Jesús y,
ya que son imagen del hombre terreno,
sean un día también imagen del hombre celestial.
Que tu Hijo sea para ellos, Padre,
el camino por el que vayan hacia ti;
la verdad que ilumine sus corazones,
la vida de que se alimenten y vivan;
que él sea para ellos la luz que disipe las tinieblas del camino,
la piedra en la que descansen al fatigarse,
la puerta por la que sean admitidos en la nueva Jerusalén.
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Continua
Oh Dios, tú habitas en una luz inaccesible
y nos has amado tanto que, siendo invisible,
te nos has hecho visible en Cristo;
mira con bondad a estos hijos tuyos,
que hoy presentan esta efigie de tu Hijo,
y haz que al venerarla, se vayan transformando
en la realidad que esta imagen representa.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
BENDICIÓN de las velas y procesión
Se sugiere hacerla en este momento, pues se cuenta ya con una mayor asistencia de fieles. Los fieles
tienen las velas en la mano. Mientras se encienden las velas, se puede hacer un canto.
Después el sacerdote bendice las velas, diciendo, con las manos extendidas:
V. Oremos.
Dios nuestro, fuente y origen de toda luz,
que en este día manifestaste al justo Simeón
la Luz destinada a iluminar a todas las naciones,
te pedimos humildemente
que te dignes recibir como ofrenda
que tu pueblo congregado va a llevar
para alabanza de tu nombre,
de manera que, siguiendo el camino de las virtudes,
pueda llegar a la luz inextinguible.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
O bien:
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V. Oremos.
Dios nuestro, luz verdadera,
autor y dador de la luz eterna,
infunde en el corazón de tus fieles
la claridad perpetua de tu luz
para que todos los que, en tu santo templo,
son iluminados con el resplandor de estas luces,
puedan llegar felizmente a la luz de tu gloria.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Y rocía las imágenes y las velas con agua bendita y pone incienso para la procesión.
El sacerdote recibe entonces del diácono u otro ministro la vela encendida destinada a él e inicia la
procesión, mientras el diácono (o en su ausencia, el mismo sacerdote) dice:
V. Caminemos en paz.
Todos responden:
R. En el nombre de Cristo. Amén.
Todos llevan sus velas encendidas. Durante la procesión se entona un canto apropiado.
La celebración continúa con la bendición final.
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Rito de Conclusión
Puede hacerse la fórmula breve, o bien, la bendición solemne puesta a continuación.
V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
Bendición solemne
V. Que Dios, quien misericordiosamente los llamó
de las tinieblas a su luz admirable,
derrame su bendición sobre ustedes
y fortalezca su corazón en la fe, la esperanza y la caridad.
R. Amén.
V. Y puesto que siguen confiadamente a Cristo,
que hoy se manifestó en el templo,
como una luz que brilla en las tinieblas,
que él haga que también ustedes
sean luz para sus hermanos.
R. Amén.
V. Para que así, cuando termine su peregrinación terrena,
reconozcan a Cristo, el Salvador de los hombres
y la luz de todos los pueblos,
como lo hizo el anciano Simeón,
que con la guía del Espíritu Santo lo reconoció
como el cumplimiento de las promesas del Padre.
R. Amén.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
R. Amén.
V. Pueden ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.
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